Parte única
Tenía los ojos cerrados respirando aquél aroma.
El aroma de petricor, ese olor fresco y húmedo que le traía recuerdos de ella. Respiró profundo, inhalando el dulce aroma a bayas mezcladas con pachuli, hojas verdes, ambrox y almizcle.
Una sensación de nostalgia recorrió su piel, sus vellos se erizaron en un escalofrío; el fresco de otoño estaba comenzando. Dejó escapar un soplo de aire mínimo de entre sus carnosos y rosados labios.
Abrió los ojos.
Kim Seokjin seguía con la misma rutina cada que llovía, inhalando el perfume baie 19, el cual se mezclaba con el clima al otro lado de la vidriera. Las luces apagadas, el silencio casi mortal de la casa, observando a través de la puerta corrediza transparente como las gotas caían sin parar.
Tomaba una taza de café, y en la otra mano un lirio perfumado con aquél aroma que respiraba todos los días años atrás. En una noche de lluvias, el perdió a su amada, dueña de aquél refrescante aroma en un accidente de carretera. Habían discutido, Seokjin se estaba volviendo muy agresivo debido al estrés que inculcan en su ser.
Ella decidió salir por la ira y el rencor, tomó las llave del auto y lo encendió para acto seguido, irse en un arranque precipitado. Fue una noche nefasta, y el peor momento para él fue contestar el teléfono.
El teléfono del hogar sonaba y sonaba sin parar, sacando de los cabales a Seokjin. Al momento de descolgar, a punto de lanzarlo escuchó el nombre de ella; eso fue más que suficiente para poder detenerse y escuchar atentamente al hombre al otro lado de la línea.
Esas horribles palabras habían ocasionado su dolor y su soledad, dejó caer el teléfono sin haber mencionado una sola palabra, haciendo que la voz de aquél extraño inundará todo el lugar, el agua de lluvia se había desatado con más fuerza y Kim Seokjin la acompañaba sumido en su tristeza.
Ella murió en un accidente; debido al enojo se había cegado, las lágrimas de rabia no le permitían ver el camino... el auto derrapó en la orilla de un acantilado y rompiendo la barra de seguridad, cayó inerte entre los pinos y abedules.
Él apenas podía soportar escuchar aquella noticia, el había sido culpable de su miseria.
Seokjin acercó los pistilos de aquél lirio a su nariz, e inhaló profundamente el suave aroma. Una lágrima recorrió su rostro, y el reflejo triste de sí se encontraba en la ventana de una forma tan detallada que este parecía un espejo. Después de que saliera la primera gota salada de sus orbes, salieron más en cadena, cayendo en sus zapatos, limpiandolos, puliendolos al momento de deslizarse por ellos.
Seokjin tomó nuevamente de su taza de café, sintiendo como el líquido caliente tapaba su garganta, dándole una sensación satisfactoria pero dolorosa. Se estaba volviendo un verdadero masoquista, y ni siquiera sabía cuál era la verdadera causa de que aquello sucediera.
Cerró nuevamente sus ojos escuchando la música que se creaba al otro lado del ventanal, y con una pesadumbre, soltó aquella flor que le recordaba su más grande amor y su mayor dolor.
Se retiró de las puertas transparentes las cuales reflejaban su tristeza. Se acercó a la mesa de centro, enfrente de su sillón, en un modo taciturno dejó la taza a medio beber dejando que el aroma de café amargo impregnara el lugar, y sin más, se retiró caminando a la habitación al fondo del pasillo que se encontraba en su hogar.
Sus pies no emitían sonido alguno, pareciese que todo fuese una obra para sordos, debido al silencio que había. Sus manos tomaron la perilla desgastada y letárgicamente abrió la puerta. Adentro de aquél había una cama matrimonial, cuadros polvorientos de él y aquella mujer que en un momento de su vida lo hacía sonreír.
Entró observando detalladamente cada rincón, desde un centavo cubierto de polvo, hasta el peinador donde solía llenar de besos a aquella mujer que lo traía loco.
Su mirada quedó absorta al observar un joyero de porcelana Blanca reposando en el peinador, se destacaba debido a la ausencia de polvo a diferencia del resto de las cosas que adornaban el lugar. Tomó con ensoñación aquél objeto, rozando cada zona y cada rincón con la yema de sus dedos. Sintió el frío material, y por la curiosidad decidió abrirlo.
Al momento que separó ambas partes de aquél joyero su rostro inmediatamente se humedecido. Las arrancadas que él le regaló y puso en las orejas de su amada. Las joyas favoritas de quien es dueña tanto en vida como en la muerte de su destrozado y amargo corazón.
El amor que Seokjin sentía por ella le dijo alguna vez que era Sempiterno, y al parecer no mentía. Sujetó con fuerza ambos pendientes entre sus manos y frente al peinador se dejó caer de rodillas, llorando, gritando, sacando todo su dolor. Comenzó a golpear el mueble y el suelo, desgastando una y otra y otra vez sus nudillos. El joyero por el impacto se movía cada vez más, hasta que cayó a un lado de él.
El choque contra el suelo y aquél objeto de porcelana separó cada detalle que lo adornaba. Un brazo, una cabeza, una pierna, una flor, dos reflectores, la base partida en dos... en la parte superior del joyero se distinguía la figura de una bailarina en un templete siendo iluminada por un par de reflectores de luz.
Seokjin sumido en sus pensamientos, añorando la sensación de tenerla entre sus brazos nuevamente, sentir la piel de sus dedos acariciando el rostro propio. Y la mirada brillosa que ella alguna vez le regaló.
Sin consciencia de sí mismo, actuando de manera impulsiva y tenaz ante la muerte, tomó el cuerpo sin cabeza ni otras extremidades, un cuerpo frágil; apuntó la parte más afilada de la pieza hacia su pecho, observó el cuadro donde estaba su mujer sonriente. Sonrió a aquél entre lágrimas, y de una forma rápida y repentina encajó la pieza en la parte central de su pecho.
Soltó unas cuantas lágrimas finales, sus labios formaron la palabra "lo siento" y sus ojos se abrieron de par en par hasta caer inerte en el suelo.
Nadie supo nada de Seokjin desde entonces... Nadie se preocupó por verlo, ni nadie sabía que en aquella casa, el aroma putrefacto de un cadáver se mezclaba con el de un café frío y amargo y un leve perfume de petricor.
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