27 - Primera parte
"Eh, hola, Universo, ¿podríass dejar de comportarte como una perra sin sentimientos?"
Dejar el mensaje en el buzón de voz me pareció poco. Mientras caminaba por la acera abrí el chat de WhatsApp con Aegan y le envié lo mismo en un audio. Luego esperé por su respuesta.
Por aquella zona lejos de Tagus la gente iba y venía. El sol estaba alto, pero unas cuantas nubes densas y grisáceas a su alrededor advertían que el cielo podía nublarse en cualquier momento del día. Durante un instante, por lo abrupto de las revelaciones y la urgencia de nuevos planes, me sentí desorientada. No supe en dónde demonios estaba parada ni a dónde tenía que ir. Fue como si de golpe olvidara cómo funcionaba el mundo. Mi respiración se hizo más pesada, mis manos comenzaron a temblar y un montón de posibles sucesos horribles detonaron en mi cabeza. En pocas palabras: empecé a tener una especie de crisis.
A ver... Regan quería desaparecerme, alguien se había robado la USB con las pruebas que convertían a Aegan en el principal sospechoso de la muerte de Melanny, ese "alguien" sabía que yo también lo sabía todo, y además acababa de decirle a mi enemigo número uno que iba a ayudarlo.
Las cosas no estaban mal.
¡Estaban de la mierda!
Bueno, no me quedaba dudas de que debía "aliarme" con los Cash para salvar mi pescuezo, pero admití que jamás esperé que mi plan se extendiera tanto. Sí, sí, sabía que ahora solo quedaba lidiar con todo el asunto sin lloriqueos, sin lamentos, sin dramas, sin actitud cobarde, pero no era Chuck Norris, era una chica y las chicas fuertes también tenemos momentos de debilidad. Lo que yo hacía era tratar de controlarlos. Lo que a mí me gustaba aplicar era esa actitud de: el mundo se está cayendo, pero lucharé hasta que se desmorone por completo.
Nada de crisis.
Debía calmarme y avisparme.
Lo único accesible por el momento fue la cafetería que vi en la esquina. Decidí que sería bueno comprarme un café bien cargado de esos que te paran hasta los pelos del culo, ya sabes, para coger valor como los hombres de antaño cuando se tomaban un vaso de whisky. Lo necesitaría, porque lo que venía a partir de ahora era sobrevivir o morir, y si Aegan no me respondía me vería obligada a montarle una caza intensa hasta que lograra hablar con él.
Atravesé la puerta de la cafetería. El interior tenía un aire de Starbucks. Quizás fue el ambiente artístico del lugar o que mi cerebro decidió encender motores como un auto viejo, pero de repente se me ocurrió añadir algo al mensaje de WhatsApp para que Aegan no creyera que se trataba de un audio estúpido, así que mientras avanzaba hacia el mostrador volví a fijarme en el teléfono para escribir: "escúchalo urgente, se trata de Regan".
Logré presionar el "enviar".
Y un segundo después sentí el impacto.
Primero no entendí qué demonios había pasado. Mis sentidos y mi coordinación fallaron porque reboté, perdí el equilibrio e intenté no caer, pero en lo que logré estabilizarme comprendí que mi cuerpo había chocado con fuerza contra otro. Por encima de mí, dos vasos de café junto a mi celular volaron por los aires y los contemplé con una hermosa cara de pánfila. Seguidamente, los vasos cayeron al suelo derramando todo el líquido que contenían. Mi celular, por otra parte, golpeó el piso, produjo un ruido doloroso y la pantalla se resquebrajó.
Quedé inmóvil por un instante, con los ojos abiertos de par en par, intentando entenderlo todo: un reguero de café, el teléfono roto, y frente a mí la persona con quien había chocado. Bueno, el chico. De ser él, me habría puesto furiosa que una estúpida distraída me hiciera caer mis cosas, pero no tenía cara de enfado y eso me hizo volver a la realidad. Lo único que se me ocurrió fue agacharme para ocuparme de lo que había causado.
—¡Demonios, lo siento mucho! —expresé de inmediato mientras miraba el desastre para decidir qué hacer o qué recoger primero—. Fue mi culpa, ni siquiera te vi. Lo lamento, sé que no tengo una excusa, ¿quién entra a una cafetería sin mirar hacia adelante? Pero venía escribiendo un mensaje urgente y... —Sacudí la cabeza—. Ah, qué estúpida, qué torpe dios mío...
Solté todo eso tan rápido como recogí mi celular. Ni siquiera me di cuenta de que el muchacho también se había agachado hasta que su voz tranquila e incluso amigable me interrumpió:
—No hay rollo, es solo café.
Lo dijo tan despreocupado que calmó un poquito mi aceleramiento. Detrás de él, la chica que atendía el mostrador acababa de notarlo todo. La vi girar los ojos con hastío y luego perderse en dirección a la parte trasera de la cafetería, quizás para buscar un trapero.
—Igual voy a pagártelo —volví a insistir y extendí la mano para recoger los vasos en plan de disminuirle el trabajo a la chica—. Y no es solo café, ¿de acuerdo? Hay países en donde una persona ni siquiera puede tomar café, países en crisis, y esto es un lujo. Sí, voy a recogerlo y voy a pagártelo y...
No completé lo que pretendía decir. De golpe, todo se detuvo: mi agite, mi nerviosismo, y pasé de hablar sin pausas y sin respiro a quedar paralizada con la boca entreabierta. La razón: acababa de agarrar uno de los vasos y al levantarlo había visto el nombre escrito en él.
Tate.
TATE.
No podía ser...
Mira que no podía ser...
¿Podía ser?
De acuerdo, había millones de Tate's en el mundo, ¿no? Pero... ese nombre, ¿por qué precisamente ese nombre?
Alcé la mirada hacia el muchacho y lo contemplé a mayor detalle. Seguía agachado. Debía tener la edad de Aegan. El cabello era una larga selva de rastas oscuras, muy al estilo urbano. Los ojos eran rasgados y verdosos como los de un hermoso gato aristocrático, y en ellos resaltaba un destello ágil y animado. La sonrisa era una línea amplia y ladina. En la ceja derecha tenía enganchado un arito plateado y toda su cara estaba maravillosamente tallada. Parecía... el chico que te habría gustado ver surfeando en Hawái. No lucía intimidante, sino más bien esbelto y con un aire distinguido.
—Ven, levántate —me pidió con un encantador gesto de la cabeza.
Me erguí con lentitud, todavía con su vaso en la mano. Ya de pie, quise quitar mi cara de estúpida, pero no lo conseguí del todo. ¿Podía ser el mismo Tate del que Adrik me había hablado? ¿El mismo "T" de los mensajes con Melanny? ¿El mismísimo hijo del peligroso Byron? Jamás una casualidad me había dejado tan asombrada.
—No tienes que pagarlo —añadió él como si no importara ya.
—Pero fue mi culpa —logré decir a pesar de mi pasmo, y traté de sonar bastante casual—. ¿Eran los dos para ti?
—Y para un amigo, pero fue al baño mientras yo los esperaba. —Me miró con algo de curiosidad e incluso cierta preocupación—. ¿No te ha caído en la ropa? Estaba caliente.
Hice un mohín y un ademán de "nah".
—No, y es cosa rara porque para quedar echa un desastre fue que nací —intenté bromear.
—Bien, entonces yo no tengo que pagar un hospital y tú no tienes que pagar el café —dijo con simpleza.
Agregué una risa algo falsa para aligerar el momento, pero me salió un tanto nerviosa. Tate no lo notó, siguió muy tranquilo, muy natural, muy... como cualquier chico normal. Quizás no era el hijo de Byron. Quizás yo estaba paranoica. Quizás... Nope, igual debía intentar averiguarlo.
—Aunque siento que debería, ¿Tate...?
Alargué el nombre para que él lo completara.
—Ah, solo Tate —fue lo que respondió junto a un ligero encogimiento de hombros, como si su apellido no fuera relevante.
Asentí. Él se quedó esperando algo y unos segundos después entendí que debía presentarme también. Pero no quería hacerlo. En ese punto estaba obligada a ir con mucho cuidado en relación a mi nombre. No podía permitir que alguien más lo investigara, y si ese era Tate Sedster, no debía saber ni mi edad.
Apelé a lo primero que se me ocurrió.
—Regina —me presenté yo, en honor a la magnífica Regina George de Mean Girls.
—Venga, Regina, ¿qué tal si mejor nos tomamos un café los tres y...? —Tate se interrumpió y miró por encima de mí—. Ah mira, ahí viene mi amigo. —Elevó el tono de su voz para decir—: ¡Gael, vamos a tener que pedir otros!
Durante un momento, no me pareció tan mala la idea de aceptar lo que me propusiera para averiguar si en verdad era Tate Sedster. De hecho, me giré un poco para conocer también al tal Gael, pero si leer el nombre en el vaso me había dejado paralizada, ver a su amigo hizo que mi cuerpo se helara por completo. El tipo venía mirando con confusión el reguero de café en el piso, por esa razón no se fijó en mí. Sin embargo, a mí me bastaron unos segundos para reconocerlo.
Y lo reconocía porque lo había visto en la rueda de la fortuna, y luego lo había visto salir de un hotel.
Ese que caminaba en dirección a nosotros, indudablemente, era el tipo con el que Aleixandre salía a escondidas por órdenes de Aegan.
Oh dios.
OH DIOS.
No necesité ningún otro tipo de confirmación. De repente, todo encajó. Aleixandre había confesado que salía con él para sacarle información, ¿y qué tipo de información necesitaría un Cash que estaba metido en un gran problema? Pues cualquiera relacionada con Byron y su hijo, Tate Sedster. ¿Y cómo la conseguiría? Acercándose a su círculo, justo a donde Gael parecía pertenecer.
Así que sí: el muchacho que tenía justo en frente era el gran "T".
Un dramático y revelador "chan, chan, chaaan" resonó en mi mente.
Por suerte, mi cerebro decidió poner sus engranajes a funcionar y mi Jude inteligente despertó. Tenía que salir de allí ya mismo. No podía dejar que Gael me viera porque quizás sabía que yo estaba relacionada con los Cash. O quizás no. De todos modos, no debía arriesgarme más.
Me moví unos pasos para quedar de espaldas a Gael y bajé un poco la cabeza para que el cabello me hiciera sombra en la cara. Claro que las ideas estúpidas siempre vienen primero. Se me ocurrió echar a correr sin decir nada, pero sabía que eso sería muy obvio y muy sospechoso.
—Entonces, Regina, ¿te sientas con nosotros? —comentó Tate con muchísima afabilidad.
Y... Me salvó la persona menos esperada. En ese mismo instante, mi aporreado teléfono sonó en una llamada. Miré la pantalla rota y vi el nombre de Aegan. ¡Aleluya! ¡Gracias Superman! Había visto mis mensajes y no los había ignorado. Aproveché la coincidencia.
—No, tengo que irme ya, surgió algo urgente —le dije a Tate con rapidez.
No le permití decir nada porque avancé rapidísimo hacia la puerta, la atravesé y salí de la cafetería. Si el puto universo decidía darme algo de suerte, aquello solo sería para Tate un raro y nada relevante momento con una chica tonta y en definitiva nada sospechosa. Pero como el universo se estaba comportando como un imbécil, tuve mis dudas.
Ya afuera, caminé a paso apurado en la primera dirección que se me ocurrió. El teléfono seguía sonando. Con los dedos aun temblorosos deslicé sobre la pantalla para atender la llamada.
—Espero que no estés molestando solo para que te hable, porque en este momento mi paciencia es más inexistente que tu culo —gruñó Aegan apenas pegué el celular contra mi oreja.
—Ven a recogerme —fue lo único que quise decirle. Para mi asombro, soné más asustada de lo que creí estar—. Acabo de toparme con Tate Sedster.
—¡¿Qué carajos...?! ¡¿Y tú cómo sabes quién es Tate...?!
—¡Solo ven, Aegan! —le interrumpí con una fuerza que mi voz perdió al instante—. La verdad no sé en dónde estoy.
Silencio por un momento.
—Bien, nómbrame una calle —pidió, aunque no de muy buena gana.
Le nombré la calle en la que estaba parada. Me dijo que cerca de allí había un centro comercial, que me dirigiera hasta allá y lo esperara en alguna tienda. Ni siquiera quise desobedecerle. Ubiqué el centro comercial, me metí en una tienda de zapatos y me quedé sentada en una butaca. En ningún momento dejé de mirar hacia la entrada, ni de ver con cierta inquietud los rostros de quienes se acercaban a ver el calzado. Tampoco dejé de jugar con mis dedos como una estúpida cobarde, y al mismo tiempo me reclamé a mí misma por no poder calmar mis nervios.
Todo va a salir bien.
Todo va a salir bien.
Y si no sale bien, ¿de qué color quieres el ataúd? ¿Ya sabes qué ropa te pondrás para tu primer día en el infierno?
Por primera vez, Aegan no me hizo esperar. Llegó en pocos minutos, e incluso un extraño soplo de alivio me invadió cuando su imponente figura atravesó la entrada de la tienda. No es que fuera menos peligroso que Regan o Tate, sino que en esos momentos con el universo dando tantas vueltas y trayendo tantos encuentros, estaba más segura con alguno de los perfectos mentirosos que con cualquier otra persona.
Así que lo admito, en ese instante me alegré de verlo. Me alegré de ver todo lo que odiaba de ese insoportable ser. Sostenía su teléfono y las llaves de su vehículo en una misma mano, con la otra le hizo un ademán de "aléjate" al empleado entusiasmado y deslumbrado que intentó acercársele para atenderlo. Avanzó hacia mí directamente y cuando se detuvo en frente me echó una mirada entornada y algo desconfiada como si esperara alguna burla o engaño de mi parte, pero lo único que encontró fue a una yo rígida con expresión de cachorro asustado.
—Estoy bien, gracias por preguntar —le solté con algo de odiosidad al no recibir de él ni un saludo.
—Por desgracia —se limitó a decir en un tono seco y malhumorado—. Vamos.
Salimos de la tienda, él adelante a paso poderoso y apurado, y yo detrás mirando hacia todos lados como una maldita psicótica. Lo seguí hasta las afueras del centro comercial. En cuanto entramos en la camioneta, él cerró la puerta con una fuerza amenazante y me encaró. No tardó ni dos segundos en soltar la pregunta en un tono exigente:
—¿Quién te habló de Sedster?
—Adrik, cuando estábamos en...
—¿Cómo que te topaste con él? —me interrumpió con la misma dureza.
—Entré a una cafetería, chocamos, le hice caer su café, quise recoger su vaso y vi su nombre escrito...
—¿Y cómo supiste que era él? ¿Te dijo su apellido? —volvió a interrumpirme con rapidez.
—No, pero es un chico con rastas, ojos verdes, un aro en la ceja dere...
—¿Por qué demonios te estás metiendo en estos asuntos? —rugió, ya no como una duda, sino como un ataque y una acusación—. ¿Qué pretendes, Jude?
—¡¿Me vas a dejar hablar?! —le reclamé casi que en un grito.
Aegan apretó los labios. Se veía furioso, ¿y por qué demonios estaba furioso? ¿Todavía por lo de la noche anterior? ¿Por qué me había encontrado a Tate sin yo saber que era Tate? Todo eso era lo menos importante ahora.
—No pretendo nada, te llamé para ayudarte —agregué con obviedad.
Un gesto amargo surcó su cara. Parecía estar conteniéndose.
—No confío en ti —dijo entredientes.
Bueno, era entendible, yo tampoco confiaba en él, pero me molestó un poco que lo dijera en voz alta.
—Pues te va a tocar, porque cuando te diga lo que Regan piensa hacer entenderás que la persona menos peligrosa para ti, soy yo —le solté.
—¿Qué es lo que quiere hacer?
—Lo diré cuando estemos todos reunidos —zanjé.
Aegan me contempló durante un instante más. Sus ojos eran duros y estaban cargados de suspicacia. Dudaba de lo que le decía. Claro, había admitido escogerme como novia solo porque le parecí peligrosa, así que siempre había dudado de mí, el punto era que ahora lo estaba demostrando sin contenciones. Por esa razón le mantuve la mirada con firmeza. Que tuviera que unirme a él no significaba que sería una sumisa. Ya eso se había acabado.
—Nos están esperando —gruñó.
En unos movimientos rápidos y malhumorados encendió la camioneta y arrancó. Durante todo el camino no nos dijimos nada más. Un silencio espeso se extendió en el interior de la camioneta. El cuerpo de Aegan emanaba furia contenida, resentimiento, gritos sin soltar, mucha rabia, todo por mi culpa. Y a pesar de que me inquietó, de que por un momento me hizo sentir extraña, no creí que tenía nada por lo que disculparme y solo puse mi perfecta cara de culo.
Cuando llegamos al apartamento y atravesamos la puerta, Aleixandre, Adrik y Artie ya estaban allí. Aegan avanzó directo al pequeño bar de la sala de estar. Había unas cuantas botellas sobre él, pero escogió una de ron y empezó a prepararse algo.
—Habla ya —soltó en una orden.
Tomé aire. Cada uno me miraba, atento. El momento tenía un aire de reunión secreta, como si fuéramos un equipo, o más bien un grupo unido por una misma desgracia. Me fue inevitable no pasear la vista sobre ellos. Como solía ocurrir cuando los tres hermanos permanecían juntos en un mismo sitio, el lugar se impregnó del magnetismo de su presencia. Había algo que ellos emanaban cuando iban en pack, algo parecido al poder, al peligro, a todas las cosas malas del mundo que al mismo tiempo se sentían bien. Era como estar parada frente a una legión de demonios. Sabías que eran seres oscuros, que estaban manchados, que solo traían caos y sufrimiento consigo, pero te atraían de cualquier modo. Esos eran los hermanos Cash: hermosos pero torturados, importantes pero en peligro.
En lo que mi mirada se encontró con la de Adrik, durante un momento recordé lo sucedido en su habitación la noche anterior, lo que nos habíamos dicho por teléfono. Ahora estaba serio e inexpresivo como siempre, apoyado en la isla que separaba la cocina de la sala de estar. Tenía ojeras, se veía cansado. ¿Había dormido tan poco como yo? Quise preguntarle... Pero no. Por el momento el asunto de los sentimientos no era relevante.
Artie, por otra parte, se encontraba cerca de la ventana con los brazos cruzados. Con esos ojos grandes y enmarcados por el rímel me transmitió un claro: ¿qué demonios está pasando, Jude? ¿por qué estamos aquí y no enviando las pruebas?, pero intenté hacerle un disimulado gesto para que me siguiera la corriente. Luego tendría que ocuparme de explicarle las cosas a ella, después de que se las explicara a todos.
Demonios, entendí por qué estaba tan nerviosa. Se debía a que sabía que tenía que seguir mintiendo, y más mentiras significaban más peligro. Ya no me estaba gustando ese método. Al principio, mis mentiras estaban contadas: una para esto y otra para que explicara aquello. Ahora era una tras otra, y la que surgía siempre era para tapar la anterior. Significaba peligro. No iba a terminar nada bien. Por ley de gravedad, todo lo acumulado terminaba desbordándose.
Pero en ese punto, regresar significaba desnucarme.
Me encomendé a todos los superhéroes.
Y empecé así: les dije que la noche que Aegan y Aleixandre pelearon en el aparcamiento, descubrí que Regan estaba escondido escuchándolo todo. Como me pareció raro que su propio hermano no intentara separarlos, le pregunté por qué no lo había hecho. Regan me dijo que lo único que le interesaba era oír las razones de la discusión porque sabía que Aegan estaba metido en un problema y él quería ayudarle a resolverlo. Fue allí cuando me pidió que lo ayudara a averiguarlo.
Aegan, que había dirigido el vaso en dirección a su boca, lo detuvo a centímetros de sus labios y me miró, atento y atónito.
—Yo me negué porque no era asunto mío —continué. Los labios me temblaban un poco, sin embargo, los apreté para ocultarlo—, pero hoy volvió a insistir. Me llamó y dijo que había enviado un auto por mí, que necesitaba hablar urgentemente sobre ustedes. Como ya sabía que estaban en peligro, pensé que era importante. Cuando llegué, Regan volvió a pedirme ayuda porque tiene una pista sobre el lío en el que están metidos: Tate. Sabe que están relacionados con él y sospecha que es importante, pero no conoce su apellido.
Por un instante, lo que seguía luego de eso no me salió. Quedé con la boca entreabierta y las palabras atascadas en la garganta. Era ridículo porque lo venía planeando desde que esperaba sentada en la tienda de zapatos, pero durante unos segundos me atacó el miedo de no saber qué pasaría después de soltar esa sarta de mentiras.
Y sin embargo, me exigí escupirlo rápido y sin respirar:
—Para salir de eso le aseguré que iba a pensarlo un poco, entonces me dejó ir. Llegué hasta el ascensor, pero me dieron ganas de orinar. Volví a entrar y mientras estaba allí escuché que Regan hablaba por teléfono con alguien. Le dijo a ese alguien: ellos desaparecerán antes de la fecha prevista, te dije que lograría esto apenas me lo pediste, y no me iré hasta conseguirlo. Y luego dijo: hablamos luego, padre.
El silencio que se mantuvo después de que pronuncié eso último fue tan denso que solo se oyeron los sonidos de la calle que entraban por el ventanal. Paseé la mirada por todos los rostros. Artie se había puesto una mano sobre la boca, asombrada. Aleixandre había quedado estupefacto, con los ojos carismáticos bien abiertos y los labios separados, un gesto de perplejidad absoluta. Adrik había bajado la vista al suelo y se le había quedado mirando fijo, sin expresión alguna. Y Aegan... me observaba con el ceño hundido en confusión. Creí que era por mis palabras, pero su consternación no parecía estar dirigida a mí, sino a sus propios pensamientos.
Bueno, ¿y qué podían decir al instante? Era como que les acababa de soltar: oigan, su papi quiere matarlos; y obviamente que ni para los niños ricos esa era una buena noticia. Así que esperé a que lo procesaran, en silencio también.
En cierto momento vi que Aegan movió la boca como si formara parte de una palabra, pero el sonido no salió de ella. La mueca se quedó en su cara hasta que él volvió a fruncir las cejas de manera contradictoria y finalmente apretó los labios para seguir callado.
Aegan Cash sin palabras, asombroso.
Quien rompió el raro silencio, por supuesto, me sorprendió.
—¿Y por qué deberíamos creerlo? —soltó Aleixandre.
Mi atención se fijó en él. De momento me dio la impresión de que era un cuestionamiento verdadero, pero comprendí que en realidad era un tipo de acusación. Aleixandre acaba de adoptar una postura desconfiada. Lo de su padre lo había dejado boquiabierto, pero ahora me miraba con algo de recelo.
—¿Eh? —fue lo que emití.
—Dices que Regan te pidió ayuda, ¿y si él te mandó a decirnos esto como parte de algún plan? —aclaró con detenimiento.
—No estoy ayudando a Regan —aseguré con firmeza.
En realidad eso era cien por ciento verdad. Desde que lo llamé aquella noche para "unirnos" solo fingía ayudarlo. Mi plan había sido reunir toda información posible que incluso lo implicara a él, pero ahora Regan era mi enemigo tanto como el de ellos.
—¿Qué nos asegura que no? —volvió a preguntar Aleixandre, esa vez algo curioso.
Contraje el rostro y lo miré con gran extrañeza, tipo: ¿es en serio?
—¿Cómo podría asegurárselos? ¿Llamo a Regan y le pido que venga a declarar a mi favor? Seguro me mata frente a ustedes y entonces ahí entenderán que no miento. ¿Te parece así?
Aleixandre bajó la vista y negó lento con la cabeza. Se cruzó de brazos con las piernas algo separadas. La primera noche que pasé en Tagus, la noche de la partida de póker, había visto a un Aleix deslumbrante, sonriente, perfecto, impecable. Este Aleix parado frente a mí era una versión deteriorada. Ni siquiera llevaba la camisa en el interior del pantalón, sino suelta y desprolija. Algunos mechones saltaban de su cabello engominado, como si se hubiera peinado mal y muy rápido. El cansancio se reflejaba en su cara. Llevaba semanas así, incluso nervioso.
Ahora tenía sentido: estaba asustado.
—Solo digo que tenemos reglas y limitaciones —alegó Aleixandre entre serio y preocupado—. No confiamos en nadie más que en nosotros mismos, mucho menos en las chicas con las que salimos. ¿Qué te hace diferente? ¿Tienes alguna prueba?
Asombrada, solo mascullé palabras entrecortadas. De golpe, no supe con qué defenderme. Ok, habría esperado ese gesto de desconfianza de parte del idiota de Aegan, no del casi dulce Aleixandre. Pero por supuesto, los Cash le daban una cara al mundo y a escondidas tenían otra.
Entorné los ojos en una expresión dura.
—Mira nada más, no es mentira que eres la copia y pega de Aegan —le espeté.
—En realidad es cierto —opinó Aegan, ya saliendo de su raro silencio—. La regla de los noventa días existe porque muchas chicas nos han sacado información, nos han chantajeado, nos han hecho mil mierdas que luego tenemos que resolver de maneras... urgentes. Como lo de Lauris. Por esa razón no nos comprometemos a nada ni les permitimos saber más de lo necesario sobre nosotros. Llámalo como quieras, pero solo es un método de protección.
Dicho así tenía un poquito de sentido, pero el punto ahora era que estaban desconfiando de mí, que me estaban tratando como a "una chica más". Más que nunca quise alardear del poder que tenía al saber todas las porquerías que ellos habían hecho, pero me contuve.
Artie, desde su lugar, pasaba de cada rostro con total confusión. Pobre, no tenía mucha idea de nada, sobre todo de lo de Regan. Eso tendría que contárselo.
—Ya va —hablé y le agregué una nota absurda a mi voz mientras pasaba de ver a Aleix y a Aegan, y viceversa—. ¿Piensan que lo que digo es mentira? ¿Es en serio que desconfían de mí? Están metidos en un lío con ese tal Byron, su propio padre envía a su hermanastro a desaparecerlos, Tate está cerca de Tagus y...
—¿Que Tate qué? —me interrumpió Aleixandre de golpe.
De nuevo quedó perplejo. El aire de suspicacia desapareció. Me miró como si le acabara de decir algo aún más sorprendente.
—Que me lo topé hace unas horas, sí, añádelo a su lista de problemas —le informé, no de muy buena manera—. Y no solo a él, sino a su amigo Gael, el mismo que te besó en la rueda de la fortuna. Así que creo que los que tienen que explicar varias cosas aquí, son ustedes dos.
Señalé a Aegan y a Aleixandre en un intento de presión, pero ninguno dijo nada. Y como recurrieron al silencio, empecé a sentir una punzada de molestia por esa actitud.
—Miren —continué apenas entendí que no pretendían hablar—. Están metidos en un rollo que les puede costar la vida. Su propio padre no los quiere. Todo Tagus los señala. Ahora solo tienen dos opciones: resolverlo para salvarse o pararse ahí a desconfiar de mí solo porque "soy una chica con la que uno de ustedes sale por noventa días". Ahí verán cómo quieren gastar el tiempo.
Nuevamente esperé que recordarles su situación fuera suficiente para que decidieran soltar algo, pero no funcionó. Aleixandre solo se removió en su posición y Aegan solo desvió la vista. Lo evadían. Eran muy buenos en evadir las cosas. Aleix acababa de decirlo: no confiamos en nadie más que en nosotros mismos. Y yo podía ser la chica que había cambiado las reglas del juego en todos los niveles, pero seguía siendo una desconocida para ellos.
Estuve segurísima de que se encerrarían en su bunker Cash, hasta que...
—Yo creo que Jude dice la verdad —suspiró Adrik.
Ay cosita preciosa... ¡Estaba de mi lado! Me tranquilizó que decidiera opinar, pero a Aleixandre no le gustó nada. Lo miró con un desconcierto tan afincado como si Adrik acabara de romper el código de complicidad, como si acabara de desertar.
—¿En qué te basas para creerlo? —le preguntó al instante.
—Le creo, es todo —se limitó a contestar Adrik con simpleza, tan poco explicativo como le gustaba ser.
—Pero... —intentó cuestionar Aleixandre.
Entonces Aegan soltó una exhalación ruidosa que interrumpió a Aleix e hizo un giro de ojos con hastío.
—En que se la está follando y tienen algo —le soltó Aegan, directo y rápido—. ¿Te parece suficiente?
Aleixandre quedó atónito al igual que yo. Me miró a mí, luego miró a Adrik y por último miró a Aegan, algo muy: ¿pero tú no estabas con ella y si es así por qué ella está con él? ¿en qué momento pasó esto? Y parpadeó varias veces como un estúpido. Incluso yo parpadeé como tonta. ¿Por qué ese imbécil tenía que decir las cosas así?
—Ah —fue lo que salió de la boca de Aleix.
—Pero yo también creo que dice la verdad —confesó Aegan a regañadientes. Apretó la mandíbula como si estar de acuerdo conmigo significara admitir una derrota—. Adrien... es capaz de ordenarlo, y Regan es capaz de hacerlo.
Aleixandre ya no parecía poder sorprenderse más, pero con eso le dedicó a Aegan una mirada el triple de cargada de desconcierto y perplejidad.
—Es nuestro padre —recalcó.
—Pero no hemos dejado que conozcas de él, lo que nosotros sí —dijo Adrik, y sonó a confesión.
Aleixandre se quedó de piedra. Observó a Adrik con ojos desorbitados y repletos de horror, y luego miró a Aegan como si este pudiera contradecir a Adrik, como si fuera una ley que lo hiciera. Pero no lo hizo. Aegan calló y decidió ver hacia otro lado, lo cual confirmó que lo dicho era cierto. Al parecer, el menor acababa de darse cuenta de que no tenía ni idea de lo que su padre era capaz de hacer. Se pasó la mano por el cabello y la dejó sobre su cabeza un momento.
—¿Qué mierda...? —expresó, pasmado, y por un instante casi que explotó—. ¡¿Qué mierda es todo esto?!
Inquieto, incluso comenzó a moverse por la sala. Sin embargo, Aegan tomó aire y recuperó su postura de tipo poderoso y controlado, e ignoró el posible berrinche de Aleixandre.
—¿Esto es todo lo que sabes? —me preguntó.
—Sí —asentí—, y no quiero que me excluyan. Solo confíen en Artie y en mí y suelten de una buena vez lo que están ocultando. Así podremos buscar la manera de resolverlo.
Yo hablé tranquila, pero eso irritó mucho más a Aleixandre. Se dio vuelta con brusquedad.
—¿Crees que no hemos intentado resolverlo durante todo este tiempo? —me soltó. Había fruncido el ceño. Estaba tenso—. Con o sin ustedes no habría diferencia alguna.
Por primera vez, la voz de Artie se escuchó. Y no sonó baja ni nerviosa por la presencia de los Cash que solía alterarla, sino como la de la chica inteligente que era cuando estábamos a solas:
—Las cosas están un poco revueltas, quizás ese sea el mayor conflicto. ¿Qué tal si mejor ordenamos los problemas por nivel de peligro? —propuso—. Empecemos por: ¿qué es más peligroso por el momento?
Lanzó la pregunta a cualquiera de los tres, pero solo Aegan la atajó. Se quedó pensativo por un momento. Supuse que estaba enumerando mentalmente, ordenándolo todo para exponerlo: primero esto, luego esto y después aquello.
Me equivoqué. Puso cara de póker, una cara casi estúpida, como si su análisis le diera resultados que ni él conocía.
—Todo —respondió con algo de incredulidad junto a un encogimiento de hombros.
—Te superas, Aegan —bufé.
Le dediqué una mirada dura, severa. Él me la sostuvo, pero luego la desvió como un niño malhumorado. No me rendí. Me moví unos pasos hasta volver a entrar en su campo visual y me planté allí, cruzada de brazos. ¿Qué demonios le costaba ser sincero? Incluso en peligro de muerte, ¿decidiría guardárselo todo?
—Si tanto te interesa proteger tu apellido y a tus hermanos, habla —le exigí.
Aegan se resistió un momento, tenso, pero unos segundos después lo escuché exhalar.
—De acuerdo, de acuerdo —aceptó, y en un gesto repentino frunció el ceño y nos señaló a Artie y a mí—. Pero una vez que lo sepan todo, será un maldito pacto. Si alguna nos traiciona o suelta algo, me aseguraré de que pague por ello de formas que ni siquiera imagina. ¿Se entiende?
Lo dijo con un tono fiero y amenazante, igual al que utilizó la noche anterior para advertirme que no podía decir nada sobre lo que había escuchado en la habitación de Adrik. Justo eso me hizo recordar que seguíamos siendo enemigos. Aegan podía estar metido en un gran lío, pero era capaz de acabar con quien intentara liarlo más.
Yo me encogí de hombros, un "sí" implícito pero desinteresado. Artie me miró por un instante. Si quiso decirme algo, no lo capté. Luego volvió la vista hacia Aegan y asintió en acuerdo.
Fue suficiente para Aegan. Tomó aire y habló, no muy contento:
—En realidad todo se conecta. Si Adrien envió a Regan a desaparecernos y no lo ha hecho todavía, sino que se ha tomado el tiempo de averiguar en qué andamos metidos, es porque Adrien necesita algo que justifique sus actos. Nuestro padre es así, no actúa sin un motivo, por lo que un castigo debe ser merecido. Significa que Regan no nos atacará hasta que tenga una prueba de que vamos por un mal camino. Ahí es donde llegamos a Byron. Él quiere vender su mercancía en el Sak, y si aceptamos venderla será la prueba que Regan necesita. Ahora, si cerramos el Sak para no vender nada, Byron nos matará.
El "nos matará" causó un efecto extraño e incómodo en el ambiente de la sala del apartamento. Se hizo raro, como si un reloj imaginario pero enorme estuviera marcando tic tacs sobre nosotros. Vaya lío...
—Entonces... —dije, algo pensativa—. El objetivo sería cerrar el Sak y cortar relaciones con Byron; y al mismo tiempo evitar que Regan halle alguna prueba sobre ustedes que le sirva a Adrien para desaparecerlos. ¿Cierto?
—Exacto —asintió Aegan.
—Volver heterosexual a Matt Boomer sería más fácil —solté con perplejidad.
—¡Que se va a resolver! —exclamó Aegan ante mi comentario, pero de inmediato se giró hacia sus hermanos y les dijo a ellos directamente—: Porque no hay nada que yo no pueda arreglar, y ustedes lo saben. Siempre lo han sabido.
Otro silencio se expandió entre nosotros. Adrik desvió la mirada y Aleixandre soltó aire en silencio. Ambos se veían preocupados, pero por encima de eso detecté algo extraño, una especie de complicidad...
Como fuera, en ese preciso instante solo me importaba voltear la situación a mi favor.
—Creo que deberíamos ocuparnos primero de Regan —opiné.
—No, hay que salir de Byron —intervino Adrik con un repentino tono de sabiduría tan firme que pateó mi comentario—, y creo que sé cómo hacerlo.
La atención recayó en él como habría caído sobre un rey que finalmente aparecía a dar órdenes a sus soldados. A pesar de haber dicho "creo" que implicaba duda, dio la impresión de ser el único al que debíamos hacerle caso, el único que era capaz de maquinar una idea lógica. Aegan, que solía ser el que inspiraba liderazgo, pasó a un segundo plano.
—Suéltala —le pidió él mismo a Adrik, como si fuera justo lo que estuviera esperando con ansias desde un principio, algo inteligente por parte del más inteligente de los tres.
—Pero es muy arriesgada —aclaró Adrik.
—Si algún culo tiene que echar sangre, echará —dictaminó Aegan.
Lo observé con extrañeza.
—¿Qué se supone que significa eso? —le pregunté a Aegan con algo de burla.
—Que nos arriesgaremos sin importar lo peligroso que sea —especificó.
Un carraspeo de garganta llamó nuestra atención. El ya más calmado Aleixandre, ahora cerca de la entrada al pasillo, nos miraba con algo de frustración, rechazo y los brazos cruzados.
—¿Y ese puede ser un plan en el que se sacrifique otro que no sea yo? —preguntó con un equilibrado tono entre demanda y duda.
Enarqué una ceja y ladeé la cabeza. Una sonrisa ladina y maliciosa curvó mis labios.
—¿Qué? ¿Lo del culo te asustó? —le inquirí.
Hice énfasis en "culo" de forma por completo intencional y algo burlona, con el único interés de ejecutar una pequeña venganza. Él había desconfiado de mí, ¿no? Se merecía una bromita cruel.
—Mi culo está intacto —defendió con un aire de enfado—. Por si la duda no te dejaba dormir.
Hice un falso y exagerado gesto de asombro.
—Estoy sorprendidísima, en serio —repliqué.
Intentó decir algo más, pero Adrik habló antes. Se había apartado de la isla y avanzaba desde la cocina hacia la sala. Ese día iba todo de negro: pantalón, camisa sin mangas, botas y un gorro de lana que le cubría el rebelde cabello. Parecía miembro de una banda y un modelo de Tumblr al mismo tiempo. Rikisimo.
—Nadie va a tener que hacer nada que no quiera —aseguró, muy serio—. De hecho, lo único que hay que hacer es...
Y la puerta de entrada al apartamento se abrió con tanta fuerza que las palabras de Adrik murieron en un segundo. Al instante, todos nos giramos en un sobresalto, como si los nervios de cada uno estuvieran en un hilo. La persona que apareció fue Owen, sin embargo, lo que nos dejó perplejos fue su estado.
Tenía el cabello rubio muy desordenado, los ojos abiertos como dos faroles y la expresión cargada del más puro horror. Su piel, bronceada por playa, había adquirido un intenso tinte rojo en las mejillas, y su pecho subía y bajaba con notoriedad. Agitado. Owen estaba tan agitado como si hubiera llegado hasta allí corriendo desde el edificio principal de Tagus.
Dentro de mí restalló una mala sensación junto a un escalofrío.
Y cuando Owen habló, la mala sensación se transformó en un miedo que me dejó paralizada en plena sala:
—Alguien le dijo a Byron Sedster que cerraste el Sak, está cabreado hasta el culo y viene para acá dispuesto a volarte la cabeza. Así que Aegan, tienes que irte ya mismo de Tagus y no volver jamás.
En el apartamento resonó una alarma imaginaria. Un ambiente de urgencia, de peligro y de agitación estalló como una bomba nuclear. El mundo se ralentizó a mi alrededor. Al mismo tiempo, miré a todos. Aegan acababa de soltar una larga línea de groserías imposibles de redactar. Aleixandre avanzó sin dirección alguna, llevado por la inquietud. Artie juntó las manos sobre el pecho, horrorizada y asustada. Y yo quedé plantada con la palabra "dispuesto a volarte la cabeza" repitiéndose en mi mente.
Porque a decir verdad, una parte dentro de mí, una que acababa de surgir, admitió que no quería ver volar la cabeza de Aegan en esas circunstancias. Ni la de Aleixandre, por mucho que hubiera desconfiado minutos atrás y en definitiva no la de Adrik. ¡Menos la de Adrik! De hecho, sentí una caliente y furiosa oleada de impulso al pensar en alguien intentando lastimar a mi Adrik "careculo", y muchas cosas me quedaron claras:
La primera, que esos eran mis chicos. De algún modo, eran míos. Cada uno me pertenecía a su manera, porque solo yo tenía el poder de salvarlos y al mismo tiempo de destruirlos. No Sedster, no Adrien, no Regan. Yo, Jude. Yo, Ivy, la chica que había logrado penetrar los muros del trío de hermanos; la que se había convertido en una mentirosa al igual que ellos; la que conocía sus secretos y de igual modo aun no los revelaba; la que quería a uno, odiaba a otro e intentaba manipular al tercero.
Ellos eran mis perfectos mentirosos.
Yo era su perfecta mentirosa.
Nadie iba a "volarles la cabeza". No si yo estaba allí para hacer algo.
Claro que ninguno de esos idiotas pretendía dejarme hacer algo, lo supe apenas Adrik habló y todos se detuvieron para observarlo como si acabara de posicionarse como líder de nuestro grupo:
—Esto es lo que vamos a hacer —dijo con una voz que se alzó por encima del miedo—. Sedster está cabreado solo con Aegan, así que todos ustedes se irán ya mismo al refugio y yo me quedaré aquí y hablaré con él. Es parte de mi idea. Si funciona, saldremos de ese tipo.
Aegan, inmóvil, con cada musculo de poderoso cuerpo tenso por lo abrumador del momento, no dijo palabra alguna, pero transmitió estar en acuerdo. Aleixandre asintió con la cabeza con rapidez. Artie volvió a tomar aire. A mí me inquietó una sola cosa.
—¿Y si no funciona? —pregunté en un hilo de voz.
Adrik fijó sus ojos plomizos en mí. Un brillo de ironía y malicia destelló en su mirada. La comisura derecha de sus labios se elevó en una sonrisa ladina y sarcástica de esas que esbozaba cuando soltaba uno de sus mejores comentarios, porque eso pretendía hacer.
—Entonces prométanme que pondrán en mi epitafio: Adrik Cash, amigable, alegre y buen amigo de todos.
Y cuando acompañó eso último con un pícaro pero muy atractivo guiño en dirección a mí, un gesto que jamás le había visto hacer, comprendí que estaba irremediablemente enamorada de ese odioso, sarcástico, oscuro, peligroso e inteligente hombre.
Y que a pesar de todo era un Cash.
Pero que si moría, moriría yo también.
—
Saludos desde... bueno, desde mi camita. Holi.
Voy a ser bastante breve. He estado muy ocupada y por eso he tardado. Es que pff, han surgido muchas cosas y resulta que ahora tengo trabajo a full. Consigo ocuparme de todo, pero voy a necesitar su ayuda con algo.
Muchas cosas buenas vienen para esta historia. Cosas de las que no puedo hablar todavía, cosas que son muy muy grandes. Pero para acelerarlas necesito que toda persona que esté leyendo y que ame la historia, de su voto. Sí, la estrellita. No suelo pedirlas, siempre dejo que ustedes voten si creen que me lo merezco o si solo quieren hacerlo. Pero con lo que ha pasado, necesito que se refleje TODO el apoyo que le dan a la historia. Necesito que ustedes demuestren que los lectores de Perfecto Mentiroso son muchos. Así que si son fantasmas, ¡ES HORA DE SALIR! ¡LOS NECESITO! ¡LUCHEMOS TODOS POR HOGWARTS! ¡ALCEN SUS MANOS Y DENME TODA SU ENERGIA PARA HACER UNA GENKI-DAMA! Jajajaja bueno, es para que sientan el entusiasmo.
Sirve todo: estrella y muchos pero muchos comentarios.
Estoy tan feliz, que no me creerían.
¿Qué dicen? ¿Puedo contar con ustedes?
Prometo no tardar con la segunda parte de este capítulo.
Aaaaadelaaaanto:
Todos se van al refugio.
Aegan y Jude no pierden tiempo para demostrar cuanto se detestan.
Y quizás no lo sabías, pero Aleixandre está escondiendo algo.
Algo que no tardará en entrar por esa puerta.
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