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26 - segunda parte

26 - Segunda parte

Justo después de que la ostentosa camioneta de Aegan arrancara a toda velocidad con un chirrido de las llantas, me di vuelta y vi a Adrik parado en la entrada del edificio. Había escuchado todo.

Pensé que me reclamaría, que estaría muy enojado por haber ido tras Aegan, pero solo se ofreció a llevarme a mi bloque porque ya eran las diez de la noche. Acepté. En todo el camino nos envolvió un silencio espeso. Apenas aparcó en frente, no me bajé de inmediato. Me quedé un momento inmóvil en el asiento, mirando a través del cristal delantero del auto la solitaria y alumbrada calle que se extendía frente a nosotros.

Todo se había jodido. Aegan sabía que yo había escuchado todas esas cosas. Si soltaba las pruebas justo un día después, él estaría seguro de que había sido yo quien lo había delatado. Sus palabras me habían dejado en un estado de suspensión y análisis. Se repetían una y otra vez en mi mente junto a todo lo que había oído de él y de Adrik en la habitación. Ahora mi cabeza era un caos. Estaba intentando conectar todo, pero necesitaba más información.

—¿Quién es Byron? —pregunté, rompiendo el espeso silencio.

Adrik tenía el antebrazo apoyado del borde de la ventana y la vista fija hacia el frente. No se movió ni un poco ante mi pregunta.

—Creo que lo mejor es que te mantengas alejada de esto —se limitó a responder.

Giré la cabeza con rapidez al oír el tono de su voz: seco, gélido, distante, nada parecido al del Adrik sincero, excitado e incluso romántico de la habitación, como si ese y este en el interior del vehículo no fueran la misma persona. Eso me descolocó.

—¿Qué? —emití con ligera confusión.

—Baja del auto. —Tres palabras antipáticas y crueles.

Quedé rígida. El estómago se me redujo a un espacio pequeñito. ¿Era en serio? ¿Qué demonios le pasaba? ¿Por qué decía eso...? Y de repente todo estuvo claro. Me di cuenta de que incluso ahí sentado desprendía un aire retirado, hermético, odioso como el de nuestra primera clase de literatura juntos. Había cambiado. ¡Había cambiado a propósito! Ese era el Adrik hosco e inaccesible del principio. No podía ser así. No después de lo que había pasado.

—¿Est­ás consciente de que lo escuché todo, no? —le recordé en reclamo—. ¿Sí sabes que después de cada cosa que pasó esta noche no puedes solo alejarme? Así que ni pienses hacer eso, Adrik, ni pienses portarte como un idiota.

Mi voz sonó cargada de advertencia, pero él no me miró ni adoptó otra postura diferente a esa.

—No quiero que estés involucrada y si tengo que ser un idiota para lograrlo, lo haré —dijo finalmente.

Lo observé con perplejidad. No, en definitiva no iba a hacer eso conmigo. ¿Qué creía él que era yo? ¿La Bella Swan? ¿La debilucha que necesitaba que la protegieran? Yo era capaz de salir a echar golpes si era necesario. Jamás, en toda mi vida, necesité que un tipo saliera a dar la cara por mí. Él no sería la excepción.

Me reacomodé sobre el asiento para verlo de frente.

—¿Y por qué crees que puedes decidir si me involucro o no? —solté de golpe como si me hubiera lanzado una flecha justo en toda mi valentía—. Para que te enteres, tengo los ovarios suficientes para enfrentarme a lo que sea y por mucho que nos gustemos no vas a portarte como un héroe conmigo, no lo quiero, no soy débil.

Adrik negó con la cabeza y soltó mucho aire por la nariz como si estuviera conteniéndose para no perder la paciencia.

—Tienes que alejarte, Jude, no entiendes lo peligroso que es... —intentó decir, pero lo que menos necesitaba en ese momento era escuchar esas tonterías:

—¡No, tú eres el que no entiende! —le interrumpí con mayor fuerza y determinación—. No quiero mantenerme alejada. Aegan dijo que estaban en peligro y si tú lo estás me importa mucho.

Oh, esto es una gran revelación mai friend.

Te callas.

Buenou.

Sí, sí, me preocupaba lo que fuera a sucederle. Aguardé por una respuesta, pero él solo alzó una aplastante pared de silencio entre nosotros. Ni siquiera me miraba, seguía con la vista fija hacia el frente y la expresión seria. Sentí tanto enfado por ese innecesario comportamiento que agregué con reclamo:

—¡No puedes hacer eso, ¿de acuerdo?! No puedes decirme que te gusto y luego tratarme de esta forma.

—Sé lo que dije y fue todo cierto —suspiró él—. Solo quiero que bajes del auto.

Su vista descendió hacia el volante del conductor. Lo miré, boquiabierta. Me estaba dando una patada por el culo. Me estaba diciendo "¡Lárgate! ¡Esfúmate!" con ese estúpido talento para disimular insultos que él tenía, y aun así no me enfadó. De hecho, solo pensé que se había puesto una sudadera y que eso me causaba unas inmensas ganas de abrazarlo para inhalar todo su masculino y tranquilizador aroma. Quise aferrarme a él y pedirle que por favor no me alejara, incluso cuando yo debía alejarme. Pero... ¿debía hacerlo? Lo dudé en ese momento. Cuestioné todo en ese instante.

—Por favor... —Me tembló la voz y por eso tuve que carraspearla—. Por favor solo dime qué pasaría contigo si tu padre se enterara de todo lo que Aegan dijo que no debía enterarse.

Su silencio me golpeó con fuerza el pecho. En verdad pensé que no me respondería, que tendría que salir del auto y así de triste terminaría todo, pero habló:

—Nuestro padre se desligaría de nosotros y nos dejaría pudrirnos en donde sea que nos metan.

—¿No intentaría tapar las cosas? —pregunté en un aliento, atónita.

—Sería lo más lógico —aceptó él con un ligero encogimiento de hombros—, pero solo taparía el escándalo y compraría a los medios para no perjudicar su imagen, de resto... dejaría que recibiéramos el castigo que creerá que nos merecemos. En pocas palabras: nos haría desaparecer sin dejar ni un rastro.

Sentí con mayor fuerza el malestar en el estómago. Ese era justamente el destino que había deseado para los asesinos de mi hermano. Justo así, implacable e inhumano, pero por alguna razón, quizás la más lógica, siempre creí que Adrien saldría al rescate de sus hijos. Después de todo, Henrik me había dicho que eran niños mimados, que Aegan incluso era el favorito de ese hombre.

Si su propio padre no iba a echarles una mano, terminarían en circunstancias espantosas. Intenté imaginar alguna, pero al primer intento no logré idealizar al alegre Aleixandre sufriendo castigos, o al inteligente y libre Adrik recluido en una pequeña celda sin poder leer ni un libro, y por un instante ni siquiera encajé al enérgico Aegan acurrucado en una esquina, en la oscuridad, apestando, muriendo de hambre. Traté, pero se formó una indeterminable masa de imágenes confusas con ideas y sentimientos en conflicto.

No era que creyera que ya no merecían pagar por sus actos. Los tres escondían muchas cosas. El asesinato de mi hermano podía ser uno de esos secretos. En realidad se trataba de que, ahora que conocía más de ellos, sabía cuánto iba a afectarles un destino de ese tipo. Además, estaban en un peligro de muerte.

¿Yo quería eso?

¿Henrik habría querido eso?

"Al menos tú y yo sabremos que estamos limpios, pero sobre todo que jamás seremos iguales a ellos. ¿De acuerdo?"

Pero ya era como ellos.

No, era peor que ellos.

Cuando me di cuenta estaba conteniendo todo el aire y ni siquiera parpadeaba. Sentía las manos débiles y un fuerte nudo en la garganta.

—¿Jude? —me preguntó Adrik con un ligero tono de preocupación.

Me estaba observando ya con esos ojos plomizos y hermosos. Había notado mi repentina aflicción, y el Adrik frío y odioso había desaparecido por un momento. Le devolví la mirada, inmóvil, como si estuviera detallando cada facción de su rostro, pero por el contrario solo estaba penando:

"Ivy, me llamo Ivy —quise decirle— y quería destruirte, pero no sé cómo hacerlo ahora que te quiero."

—¿Tú... tienes miedo de ir a la cárcel por lo de la droga que ese tal Byron suelta en el Sak? —fue lo que salió de mi boca.

Temí que hiciera ese horrible silencio de nuevo, pero simplemente desvió la vista y con cierta amargura y cierto resentimiento gruñó:

—Quizás lo merezco.

—¿Has hecho algo muy malo para asegurar eso? —le pregunté de inmediato con suavidad y comprensión. Al no obtener ninguna respuesta agregué—: Todos tenemos secretos, puedes confiar en mí.

De acuerdo, sabía que al final sus secretos estaban más en peligro conmigo que con otros, pero tuve la fugaz idea de que si Adrik me decía lo de Henrik, que si admitía algo sobre su muerte, me replantearía por completo mis objetivos. Si decidía ser sincero, habría sido la mejor muestra de arrepentimiento.

No lo fue.

—Si mis hermanos caen, yo también —se limitó a responder.

Y entendí el significado oculto en aquellas palabras.

—Los quieres —murmuré.

Adrik tomó bastante aire y echó la cabeza hacia atrás en el asiento. La giró en mi dirección y me contempló por un instante. Sentí un cosquilleo en todo el cuerpo solo por tener su completa atención. Era guapísimo, joder. Un atractivo oscuro, demoniaco. Entendí a la perfección por qué las chicas iban tras él, por qué lo veían como un tentador misterio. Provocaba descifrarlo, hurgar hasta encontrar algo más que esa expresión seria y huraña. Y yo lo había encontrado, y me había encantado, y no quería que volviera a esconderse nunca más...

Ay Dios, ¿qué me había hecho? ¿en qué momento? ¿de qué forma? ¿por qué me sentía tan vulnerable frente a él? ¿por qué era Ivy y no Jude?

Send help.

—Los tres tenemos una regla de no contar nada de esto a nadie —confesó. Hizo un pequeño silencio como si lo estuviera considerando y luego añadió con rendición—: Pero sé que eres lo suficientemente fastidiosa como para conseguir la verdad de cualquier forma, incluso si es necesario hacer algo estúpido.

Bueeno, ¿para qué decir que no si sí? Pero ya había hecho muchas cosas estúpidas en busca de las verdades de los Cash. Tenía ganas de oírlas sin tanto esfuerzo, y mucho más de boca de él.

—No se lo contaré a nadie —le aseguré.

En mi cabeza habló una vocecita:

Pero si se lo quieres contar al país entero.

Tú pareces mi enemiga y no mi consciencia.

Es que en realidad soy #TeamVenganza.

Adrik me miró un momento más en silencio, quizás reflexionando sobre si debía hablar o no, así que me mantuve en calma con una expresión de total comprensión para que se sintiera apoyado, aunque por dentro estaba: ¡ya suelta todo el cuento, joder!

—No todo es culpa de Aegan —empezó a decir él junto a una exhalación—. Esto lo causó Tate Sedster, el hijo de Byron. Eramos amigos de él porque nuestros padres también eran amigos. Byron es un empresario importante y bastante influyente. Se trata del trafico más sofisticado, el que se oculta muy bien entre la gente con mucho dinero y posición, y que jamás sale mal porque lo tienen todo controlado. Pero como unos imbéciles pensamos que Tate no tenía nada que ver con esos asuntos.

—Y se equivocaron —completé.

Adrik asintió. Percibí algo de tensión en su mandíbula, como si le diera mucha rabia hablar de Tate en especial.

—Aegan lo pilló intentando vender en el Sak. Lo desterró de todo lugar público y le arruinó la reputación. Creímos que ahí acabaría el asunto hasta que nos enteramos de que nuestra prima Melanny y él eran novios en secreto. Tratamos de alejar a Melanny de ese tipo, pero resultó que estaba enamorada.

Oh, así que ese era el "T" de los mensajes y las capturas de pantalla que había encontrado en el teléfono de Melanny. Ella se había involucrado con el hijo de ese tipo. Con razón Aegan se había vuelto loco. Aunque todavía algunas piezas no encajaban...

—¿Lograron separarlos? —inquirí con gran curiosidad.

Tenía dos teorías, una era que Aegan la había matado al encontrarla; la segunda era que ella se había suicidado por la separación. Queria intentar descartar, pero todo dependería de su respuesta. Aunque la muerte de Melanny no era de mi entero interés. Ya tenía las pruebas que relacionaban a Aegan con ella y eso era suficiente.

—Sí, y Tate nos odia por eso —afirmó Adrik. La nota de amargura y resentimiento resaltó en su voz—. Así que es probable que le haya contado a Byron la gran oportunidad de venta que es el Sak y por eso haya infiltrado la mercancía; o que se lo haya contado para sembrarla en ese lugar y luego enviar una alerta a la policía. Tate sabe muy bien que nuestro padre no nos ayudaría en ese caso. Hemos podido ocultarle muchas cosas, pero Regan se lo diría de cualquier modo. Por esa razón Aegan está tan cagado.

—Pero, ¿por qué Regan es su enemigo y quiere delatarlos? —pregunté con completo desconcierto—. ¿Qué ganaría?

—Nos detesta, así de simple —zanjó—. Regan es muy peligroso y muy vengativo, y eso es todo lo que necesitas saber. No preguntes más porque no lo responderé, solo mantente alejada.

De nuevo lució bastante hermético y distante, como si estuviera pateándome el culo para que cayera bien lejos de su zona. Esa actitud volvió a afectarme un poco. Asentí con cierta resignación y abrí la puerta para salir, pero me detuve un momento.

—¿Vas a acostarte con Lauris como te lo pidió Aegan? —inquirí, algo bajo y con cierta duda.

No lo preguntaba por celos (que sentí cuando estaba escondida en el armario) sino porque quería prepararme mentalmente para ello. Después de todo, yo no era nadie para exigirle que no buscara salvarse el pellejo.

—Estoy dispuesto a hacer algo o encontrar una forma fácil de resolver esto, pero esa no será una —contestó de manera concluyente.

Al menos esa respuesta me alivió, pero de igual modo me entristeció aceptar que eso sería todo, que no nos veríamos de nuevo. Sentí algo rarísimo en el pecho, una porquería dolorosa, debilitante, como si algún órgano me fallara. No quise darle nombre. Todo era peor cuando se le daba nombre, era mucho más difícil de ignorar y de enfrentar. No quería enfrentarlo. Lo que fuera que estuviera sintiendo por él, no quería aceptarlo. Pero de hecho... como una tontita incluso esperé que me tomara por la muñeca, me jalara hacia él y me diera un último beso pausado, significativo, húmedo, cargado de ansias.

Solo que no sucedió.

Salí del auto. Apenas cerré la puerta él arrancó y yo me quedé parada en la acera hasta que las luces traseras del vehículo se fundieron con la lejanía.

Subí las escaleras del edificio intentando determinar qué demonios sentía, si tristeza, dolor, enfado, preocupación, o si era todo junto. Entré al apartamento y vi que Artie me estaba esperando sentada frente a la laptop con sus gafas puestas y el cabello oscuro recogido en dos moños redondos y altos.

—Tengo todo listo para mañana —me informó.

—Está bien, pero por el momento necesito dormir —fue lo que le respondí junto a un simple ademán.

No dije más y me encerré en mi habitación. Aunque de verdad intenté descansar porque sentía un enorme agotamiento mental, no lo logré. Solo me quedé tirada boca arriba en la cama, mirando el techo. Un sinfín de cosas me pasaban por la mente, una locura de preguntas, respuestas y recordatorios.

Adrik era lo principal, lo que había sucedido entre nosotros, el peligro que corría, lo que me había dicho antes de que nos quitáramos la ropa. Jamás había sentido algo así por alguien. Maldición, era la primera vez que experimentaba con tanta fuerza una atracción, porque en realidad era más que eso, era algo que profundizaba en mi piel, que me aturdía, que me dejaba sin orientación. Me daba miedo sentirlo, pero no sabía cómo pararlo. No sabía incluso si podría pararlo después de que estuviera lejos de él.

Aegan era lo segundo. Me había confundido mucho lo dicho en la habitación sobre no ponerme en peligro, porque lo vi como la primera cosa buena y sensata que había expresado en relación a mí. Pero después su amenaza fue aterradora, firme, como un juramento. Tal vez lo había soltado así por la ira del momento, pero tampoco dudaba de lo despiadado que podía llegar a ser.

Me mataría si se enteraba de que yo tenía lo que él quería ocultar. En caso de que huyera, ya no podía ir a donde mi madre. Si iba con ella también la pondría en peligro. Debía ir a otra parte aunque no tenía ningún otro hogar. Vagar por ahí me asustaba un poco. A decir verdad estaba muy pero muy asustada porque al final todo se reducía a mí. El poder de destruirlos seguía estando en mis manos. Si los tres hermanos se pudrían solos y desterrados, era mi decisión. E incluso, si ellos morían yo tendría culpa de ello. Y podía ser una mentirosa, pero no era una asesina.

Me asustaba el panorama completo porque había muchas opciones por delante y en ninguna me salvaba:

Podía darle a Regan lo que necesitaba. Con muchísima suerte quizás me perdonaba por haberlo ayudado, pero sabía que no lo haría. Si hasta los mentirosos tenían que cuidarse de su medio hermano, a mí me aplastaría.

Podía enviar las pruebas y luego huir, pero Aegan, furioso y vengativo, sabría que yo había abierto la boca de alguna manera y no descansaría hasta encontrarme.

O podía no hacer nada, desechar las pruebas y escapar. Y de cualquier modo Lauris hablaría, Regan se enteraría y los perfectos mentirosos tendrían un final horrible.

Cada decisión tenía la misma consecuencia: ellos caían y yo quedaba en un grave peligro.

¿Valía la pena destruirme para destruirlos?

"No soy tan mierda", había asegurado Aegan en la habitación, como si él nunca hubiera sido una mierda con Henrik. Los tres habían tratado a mi hermano como una basura. Y lo habían matado. Si recordaba aquello que Adrik le había dicho a Aegan en la casa de campo un día antes de la fiesta de bienvenida:

—A lo mejor Aleixandre todavía te tiene miedo, a lo mejor él sigue creyendo que lo soltarás todo, pero hace mucho que yo entendí que solo te importas tú. Y como ese asunto tampoco te conviene a ti, sé que no harás nada.

Me inclinaba más hacia Aegan en la parte de la ejecución del asesinato. Adrik y Aleixandre lo sabían todo pero lo callaban. Estaba segura de que eso con lo que Aegan chantajeaba a sus hermanos, eso que no podía soltar porque también lo perjudicaría a él, ese "secreto que debían proteger" era la muerte de Henrik.

Ahora me afligía pensar que Adrik estuviera implicado. Me frustraba y al mismo tiempo me hacía dudar el hecho de que apenas se supiera la verdad, Adrien Cash no lo ayudaría ni un poco. Estaba indudablemente preocupada por lo que fuera a sucederle, pero en el fondo no sabía si los sentimientos que había desarrollado eran suficientes para perdonar.

Debía tomar una decisión.

En eso me concentré hasta que mi teléfono sonó en aviso de una llamada. Todavía acostada entre la oscuridad y el silencio, vi la pantalla. La luz casi me abrasó los ojos, por lo que no leí bien el nombre de quien llamaba ni la hora que era, pero sospeché que debían pasar las tres de la madrugada.

—¿Hola? —contesté en un tono bajo y nada animado.

—Hola.

El saludo de Adrik al otro lado del teléfono fue masculino, sensual, sereno y algo dudoso, como si fuera un error. Sentí algo raro en el pecho al oírlo justo en ese momento, mientras pensaba en si delatarlo o no, pero en un segundo la necesidad de decidir desapareció, justo como sucedía cuando él y yo teníamos algún tipo de contacto verbal o físico.

—Hola —repetí, esa vez como un bajón de defensas.

—Acabo de llegar al apartamento. Quería saber si estabas...

—¿Bien? ¿Mal? ¿Viva? ¿Muerta? —completé con rapidez.

—Bien.

Lo dijo con nota que me indicó que le había causado algo de gracia.

—Lo estoy, ¿y tú? —contesté en un suspiro.

—Lo normal.

Hubo un pequeño silencio.

—Uhm, ¿te fue bien? ¿averiguaste algo importante para resolver el asunto?

—Cualquier cosa que diga por acá podría perjudicarme en caso de que... —No completó la frase.

Dudé un poco antes de hacer la pregunta, pero la solté:

—¿Hablaste con Aegan?

—Sí, está tranquilo ya —dijo con cierto desinterés.

—Igual pienso llamarlo —admití—. No fue... no debió ver eso así.

Un silencio largo se extendió entre la llamada. Pensé que se había cortado y miré la pantalla, pero los segundos corrían. Volví a ponérmelo al oído.

—¿Adrik? ¿Sigues?

—Sí.

Una monosílaba cortante y seca.

—¿Te molesta que piense llamarlo?

—No me molesta pero tampoco me gusta.

—Solo voy a disculparme.

—Aunque sabes que no tienes por qué hacerlo.

—Sí, pero quiero.

Otro silencio de unos cuantos segundos. Cerré los ojos con el teléfono contra la oreja. De seguro iba a enojarse, pero no tenía ganas de discutir. Lo que menos quería en ese momento era pelear o entrar en una de las discusiones habituales entre nosotros. Nada más tenía ganas de oírlo como si fuéramos un chico y una chica, sin secretos ni mentiras, hablando por teléfono. Quise solo concentrarme en cómo se activaba mi piel ante su voz, o en cómo se encendía dentro de mí un cosquilleo efervescente, o en cómo mi boca quería un beso suyo, o en como...

—Yo también quisiera algo —dijo de pronto.

—¿Qué?

—A ti, conmigo.

Me tomó por sorpresa. Abrí los ojos de golpe y apenas lo procesé solté un gritito interno. Y yo que pensaba que tendría un momento de reflexión y análisis para hacer una buena elección, pero al escuchar eso una sonrisa inevitable ensanchó mis labios. Una punzada fugaz me presionó el vientre. No me lo esperaba en lo absoluto. Adrik estaba sorprendiéndome cada vez más y me entristecía pensar que no llegaría a descubrir cuánto más escondía.

—¿Estás seguro de eso?

—No, en realidad quería decir: "a ti, desnuda, conmigo", pero no sabía si te molestaría o algo.

Que si me molestaría... demonios, él no tenía ni idea de cuánto yo quería eso también.

—Dijiste que me tenía que alejar porque es peligroso —le recordé.

—Cierto —suspiró con cierto disgusto. Hizo un silencio de unos segundos y luego añadió—: Es que me acordé de lo que pasó antes de que Aegan llegara y no lo sé, solo te llamé. Está mal, lo sé.

—Lo único que está mal es que creas que me molestaría que me dijeras que me quieres tener desnuda. Me gusta. Me gusta oír esas cosas.

—Joder, tuve que habértelas dicho al oído cuando pude —protestó.

Eso hizo que mi sonrisa se ampliara todavía más, triste pero entusiasmada. Estaba mirando el techo de la habitación, sin embargo, mi mente comenzó a viajar a un mundo de fantasías subiditas de tono. Si bien ese "tuve" dicho en pasado me tiraba a la realidad, no quería estar en esa realidad durante un rato. Se me antojó disfrutar de lo que me quedaba de él.

—Ya no volveremos a vernos, ¿no? —le pregunté en un tono juguetón e incitador—. Así que... podrías decírmelas por aquí.

Adrik emitió una risa baja y masculina.

—Podría intentarlo.

—Entonces... en caso de que estuviéramos juntos, ¿me dirías esas cosas muy bajito mientras, no lo sé, me muevo sobre ti? —le pregunté y añadí una nota traviesa y pausada.

—Jude, no sé si lograría hablar si te mueves sobre mí.

—Quisiera que eso también lo intentaras.

—¿Sí? ¿Y qué más quisieras? —preguntó, repentinamente muy interesado.

Se me escapó una risita cómplice que tuve que moderar mordiéndome el labio inferior. La habitación estaba oscura, yo me había quitado el jean y solo tenía puesta la camiseta y mi ropa interior, hacía algo de frío, solo se escuchaban los leves sonidos de la noche... Sí, el momento pareció sumamente erótico y nada triste.

—¿Sabes que si pasa algo malo podrían escuchar esta llamada y nos oirían a ambos calenturientos? —mencioné de pronto con diversión.

Adrik volvió a reír.

—Si me van a meter a la cárcel por eso, démosle más motivos. Dime qué quieres que te haga.

La risa divertida se redujo a una sonrisa. Lo pensé por un momento para crearle expectativa. Luego lo pronuncié lento y bajito:

—Que... me toques.

—¿En dónde?

—En donde más te necesito.

—¿Me necesitas ahí justo ahora?

—Mucho, tanto que duele. Y no es del tipo de dolor que puedo calmar con medicamentos.

—¿Con qué crees que se calmaría?

—Con tus dedos, o tu boca, o con... —Dejé la palabra en el aire para hacer más divertido el juego.

Adrik hizo silencio por un momento y temí haberme pasado de la raya o haber dicho algo mal. Abrí la boca para agregar algo, pero...

—Joder, Jude, me acabo de poner durísimo —dijo de pronto con voz ronca y tensa.

Al escuchar eso, yo también comencé a sentir algo en varios lugares. Hasta ahora, el Adrik caliente y expresivo me fascinaba.

—Lamento no poder hacer nada para ayudarte.

—Me aguantaré —gruñó con un tono contenido, áspero y sensual—. No quisiera descargarlo si no es contigo.

—Descargarlo... ¿dentro de mí?

—Dentro de ti, sobre ti, por todo tu cuerpo si me dejaras.

—Ay, Adrik —suspiré al mismo tiempo que volvía a cerrar los ojos para concentrarme en lo caliente que se escuchaba su voz—. Tú nada más te me acercas y yo: "sí a todo".

Una risa ronca y socarrona de su parte.

—¿Estás segura que "a todo"? —preguntó e hizo énfasis malicioso y juguetón en lo último.

—Hasta lo que no has hecho jamás.

—Estoy más duro ahora —volvió a gruñir.

Me relamí los labios y pensé en qué otra cosa sexual decir, pero antes de hablar, él añadió algo con un tono más serio y algo extraño:

—Lamento ser una porquería. Si no estuviera tan sucio por dentro, las cosas serían distintas.

El aire erótico desapareció en un instante. Me removí sobre la cama, ya algo preocupada.

—¿A qué te refieres con "tan sucio"? —le pregunté.

De nuevo se formó el silencio espeso. Por alguna razón lo imaginé en su habitación, sentado en la cama sosteniendo un cigarrillo con una mano y apoyando la frente de la palma, muy afligido, frustrado, perdido.

—Adrik —le hablé ante el silencio—. Ya no soy la chica de los noventa días. Tú lo dijiste, pasa algo entre nosotros que le da una patada por el culo a todo lo demás. Puedes decirme cualquier cosa, y no creo que vaya a cambiar eso. Solo habla, no te aísles.

—No deberías confiar en mí —fue su respuesta, agria, algo abatida.

Ni tú tampoco en mí.

—Quiero hacerlo... —murmuré con suavidad.

Pero olvidé lo rápido que podía levantar muros entre nosotros.

—Buenas noches.

Y colgó.

Luego de apartar el teléfono y extender los brazos sobre la cama, solté un montón de aire. Dios, quería que me dijera la verdad, eso lo habría cambiado todo, pero estaba reacio a hablar. Tenía sentido, era un secreto grave, no lo soltaría así tan fácil. Además, quizás no sentía por mí lo suficiente como para confiarme algo de esa magnitud.

Busqué el chat de Aegan en WhatsApp. Al abrirlo de inmediato salió el "en línea". Me deslicé hacia la agenda de contactos, ubiqué el suyo y le di a llamar. Un tono, dos tonos, tres tonos, cuatro tonos... y esperé y esperé pero no atendió. Obviamente no quería hablar conmigo.

Logré dormir quizás una hora y media. Apenas mi alarma sonó abrí los ojos con un dolor de cabeza palpitante por el poco descanso. La luz diurna entraba por los laterales de la cortina de la ventana. Era el día. Me quedé unos minutos ahí tendida y luego reuní mucha fuerza y mucho valor para ponerme en pie.

Me agaché junto a la cama y saqué el USB que había guardado debajo de ella. Lo coloqué sobre el colchón, pero volví a inclinarme porque me di cuenta de que había algo más en el fondo. Extendí el brazo hasta que cogí la tela y la atraje hacia mí. Era la ropa de Adrik con la que había vuelto al apartamento aquella noche que le había confesado que me gustó su beso. Todavía desprendía un olor agradable, a él.

Me puse en pie y aseguré el dispositivo USB sobre la cómoda. Ahora necesitaba un maletín y las cosas más importantes, así que procedí a buscarlo todo. Incluí la camisa de Adrik en el interior del maletín y entre rebusques también encontré aquel trocito de tela de corbata que había código la vez que quemamos la ropa en la casa del árbol. Quería llevarme ambas cosas, no lo sé, como un doloroso recuerdo. Medio masoquista, pero bueno.

Ya hecho el equipaje busqué una toalla y salí de mi habitación al baño. La puerta de la habitación de Artie estaba cerrada. Quizás seguía dormida. Me metí a la ducha y me mantuve bajo el agua fría y abundante durante un buen rato. Lo que estaba a punto de hacer, Dios santo... no sabía cómo demonios dormiría a partir de ese día, no sabía cómo rayos viviría, pero lo intentaría.

Salí de la ducha, me envolví con la toalla y volví a mi habitación. Fui directo a coger la ropa interior que había dejado sobre la cama, pero de pronto me detuve en seco. Mis ojos habían captado algo. Fue tan fugaz, pero tan claro, que con un repentino frío recorriéndome los huesos, me giré.

Sobre la cómoda, en el lugar en donde estaba el USB unos minutos atrás, ahora había únicamente un tarjetita pequeña y rectangular. La cogí, atónita, y vi las letras impresas en ella. Solo había una palabra:

Gracias.

Me llevaba la que me trajo.

No me moví.

Al instante no me moví en lo absoluto, solo contemplé las siete letras con fijeza y pasmo. Lo procesé incluso de manera muy estúpida: un segundo el USB estaba allí y ya no. ¡Ya no! ¡Ya noooo!

El caos se desató. Una alarma industrial resonó en mi cabeza. Un 3312 pareció un gritito tonto frente a mi reacción. Lo primero que hice fue correr como un cohete hacia la habitación de Artie. Abrí la puerta de un fuerte manotazo, pero ella no estaba allí. Todavía con la toalla puesta corrí de nuevo hacia mi habitación y busqué mi celular. Con los dedos temblando, le marqué de inmediato.

—Hola, ¿en dónde nos encontramos? —contestó ella, ya avisada de que teníamos planes ese día.

—¿Tú cogiste el USB de mi habitación? —solté al tiro.

—Eh, no —respondió con extrañeza—. Ni siquiera dormí en el apartamento. Me fui anoche y vine a pasarla con... bueno, Lander. Sigo con él.

De fondo, el silencio era espeso.

—Entonces tenemos un enorme problema. Alguien se lo llevó.

—¡¿Qué?! —chilló ella—. ¡¿No lo tenías bien guardado?!

Me llevé una mano a la cabeza y comencé a moverme por la habitación con mucha inquietud. Una descarga de temor y adrenalina me heló la piel que todavía me cubría con la toalla.

—Bueno, la verdad es que no pensaba que alguien entraría al apartamento para robarlo —admití.

Artie ahogó un grito.

—Ay no... ese "alguien" sabe que nosotras sabemos todo lo que hay ahí —expresó con una nota de horror.

—¿Guardaste una copia en la laptop?

—Sí, al menos tuve la inteligencia de hacer eso, pe-pero esto es malo, Jude, muy malo, malísimo.

—Bien, quizás podamos hacer...

Me interrumpí porque sonó otra llamada entrante. Miré la pantalla. Era Regan. Dudé un momento, pero justo ahora Regan era al que menos podía ignorar. En palabras más sencillas: me tenía una soga amarrada al cuello y si se le antojaba apretar, acabaría conmigo.

—Te llamo en un momento —le avisé a Artie.

Colgué y pasé a la llamada con Regan. Apreté el teléfono contra mi oreja con mi hombro para intentar ponerme la ropa interior de una vez.

—¿Hola? —contesté e intenté disimular mi voz de miedo.

—Envié un auto por ti. Necesito que hablemos ahora mismo.

Fue rápido, directo y serio.

—Pero tengo clases...

—Ahora mismo.

Cortó. Me quedé como tonta mirando la pantalla y del terror me atacaron unas súbitas ganas de orinar. Pero ni siquiera tuve tiempo para ir al baño porque de repente un vehiculó sonó el claxon. Cuando me asomé a la ventana vi el mismo auto negro que me había llevado al restaurante. Tuve que vestirme muy rápido y luego bajar a toda velocidad. Mientras atravesaba la entrada del edificio me peiné el cabello con los dedos. Apenas me subí al auto, exhalé.

De acuerdo, las cosas acababan de voltearse como una jodida tortilla. No tenía el USB, pero tenía una copia en la laptop de Artie. Ahora el asunto era: ¡¿quién se había llevado el USB?! Probablemente había sido Regan y por eso me había mandado a buscar. Quizás se había enterado de que yo tenía las pruebas y se las había ocultado, y por eso ya había montado otra escenita perturbadora como en el restaurante.

Ya me iban a matar como a una tonta.

Ya me iban a atrapar como una puerca.

Ya me iban a guindar del cuello.

Tantas posibilidades me pusieron tan nerviosa que no paré de apretujarme los dedos hasta que el auto aparcó frente al edificio en donde se quedaba Layla. Subí en el ascensor hasta el piso exacto y toqué a la puerta un par de veces. Como nadie abrió, abrí yo.

Entré. Lo primero que hice fue un repaso panorámico del interior, por si había maniquís o cosas raras colocadas de manera extraña. Pero no había nada. Todo estaba en su lugar. Avancé con cierta cautela como si estuviera pisando territorio enemigo. No supe a dónde ir hasta que escuché indicios de una voz. La seguí hasta la terraza. Allí, sentado en uno de los sofás rectangulares que decoraban el espacio, estaba Regan. Se veía poderoso con el tobillo apoyado sobre la otra pierna en ese cruce varonil. Apartó el IPhone que tenía contra su oreja para cortar una llamada.

—Jude, te ves preciosa hoy —me saludó con muchísimo ánimo—. Tienes un sensual aire de desvelo, me encanta. Ven, siéntate.

Me señaló el pequeño sofá frente a él. Fui y tomé lugar allí, predispuesta a lo que fuera. La sonrisa amplia, maliciosa y retorcida de Regan no me indicó nada.

—¿De qué querías hablar? —pregunté finalmente.

—Quiero saber si ya encontraste algo de lo que necesito —me contestó con divertida simpleza.

No dije nada al instante, como si esperara que soltara alguna bomba de repente, pero él solo me hizo un ademán con la mano para que le respondiera. Entonces él no tenía la USB... ¿quién se la había llevado? ¿qué significaba ese "gracias"?

—No, Aegan está un poco molesto conmigo, pero lo resolveré hoy —mentí.

Las cejas de Regan se hundieron en un gesto ligero.

—¿Por qué está enojado?

Mi cabeza estaba maquinando a lo loco en un intento de darle la respuesta al misterio de la USB. Por esa razón no se me ocurrió ninguna mentira.

—Uhm, no me quiere cerca de Adrik —fue lo que dije.

Regan me miró con extrañeza por un instante y luego soltó una carcajada amplia, asombrosa, que resaltó cada facción de su atractivo rostro de zorro astuto. Los ojos grises le brillaron de diversión.

—Aegan siempre ha sido muy posesivo —comentó como si fuera algún cuentico de hermanos que se amaban—. Una vez, cuando éramos pequeños, vio a Aleixandre usar un carro de juguete de que era suyo. Se puso furioso y etiquetó con su nombre todas sus cosas para que nadie las tocara. Lo curioso era que no usaba ninguna de esas cosas. —Hizo un gesto de poca importancia—. Puro capricho. Eso debe ser lo que le sucede. Está encaprichado contigo.

Sí, ajá, solo encaprichado conmigo... sospechaba que en ese momento Aegan quería hacerme de todo menos cosas bonitas. Me pregunté en dónde estaría y qué planes estaría organizando. ¿Le saldrían bien? ¿En verdad si yo no estuviera allí para destruirlos, Aegan lograría salvarse de esa?

—De igual modo lo resolveré, no te preocupes —le tranquilicé como buena sirviente.

Claro que Regan no parecía inquieto en lo absoluto. Se veía incluso más radiante y feliz que de costumbre, como si acabara de cerrar un trato multimillonario.

—Ni me preocupo, de hecho, vamos muy bien —contestó él. Un ápice de satisfacción y regodeo en su voz me llevó a sospechar que...—. Layla averiguó algo.

Era eso. Una punzada de nervios me rascó la espalda.

—¿Qué averiguó? —pregunté con un falso y al mismo tiempo gran interés.

—Escuchó una llamada entre Owen y Aleixandre y mencionaron un nombre. Al parecer, un tal Tate es importante. Aleixandre no dijo el apellido, así que no he podido investigar nada todavía. ¿Sabes de quién se trata?

Ah pues de que lo sabía así de saber bien sabido no... No sabía qué cara tenía ese Tate Sedster, pero bueno sí sabía más que Regan, ¿ok? Y por eso recurrí al PDD: perdida, desorientada, desentienda. Modo pendeja: activado. Puse mi magnifica cara de desconcierto.

—¿Tate...? —pronuncié en un gesto pensativo. Fingí buscar en los rincones de mi mente—. Hay muchos Tate en Tagus, pero ninguno lo relaciono con ellos. Podría intentar averiguar.

Regan asintió. De acuerdo, le gustaban esas respuestas. Debía parecer entregada por completo a la misión. Pensé que ahí finalizaría la conversación, pero no. Él se inclinó hacia adelante en el sofá y me miró con los ojos entornados. Me habría asustado de no ser porque seguía sonriendo.

—Estuve pensándolo mejor, ¿y sabes qué más podrías hacer? —agregó con bastante entusiasmo—. Tratar de sacarle algo a Adrik. Ya que te ves con él, podrías sonsacarle información. Es el más cerrado de los tres, pero creo que tú le gustas bastante.

Tuve que contener mi cara de: "¿en serio me estás pidiendo que agregue eso a toda la porquería que estoy haciendo?".

—Sí, lo haré también —mentí.

Regan lució complacido.

—Me fascina tu disposición. Ya puedes irte.

Me levanté del sofá sin decir más y bajé las escaleras. Salí del apartamento a paso pensativo. Avancé por el pasillo y presioné el botón del ascensor. Mientras esperaba que las puertas se abrieran, mi vejiga me recordó que necesitaba orinar. Las ganas volvieron con la misma fuerza con la que volvió la realidad. Apreté las piernas como si le dijera: "aguántate hasta salir de aquí", pero si algo jode más que yo misma son las traicioneras partes de mi cuerpo. Sentí que no soportaría. Dudé un momento, pero con un quejido me di vuelta y volví a entrar rapidito en el apartamento.

Me escabullí, abrí la puerta del cuarto de baño, cerré con cuidado y me senté en el retrete. Solté un suspiro de alivio y tarareé algo mientras hacía el trabajo. Al mismo tiempo traté de enlistar sospechosos que pudieran robar la USB, y de manera súbita pensé en ese tal Tate. Pero Adrik había dicho que ya no estaba en Tagus... ¿quién más era enemigo de los Cash como para agradecerme por reunir las pruebas que perjudicaban a Aegan?

Me quedé inmóvil cuando escuché algo. Salí de mis pensamientos e incluso contuve el chorrito para evitar algún tipo de sonido. Agucé el oído. Era la voz empresarial y masculina de Regan, que de seguro venía bajando las escaleras de la terraza, pero en ese momento tenía una nota más dócil como si hablara con alguien... ¿superior?

Como no había nadie más en el apartamento, asumí que hablaba por teléfono:

—Sí, he hecho exactamente todo lo que me enviaste a hacer, pero todavía no tengo pruebas suficientes. De todas maneras, las tendré pronto. Aegan es bastante inteligente y cuidadoso para ocultar sus movimientos, pero siempre hay un punto en el que falla. —Una pausa—. De acuerdo, me apresuraré. Tengo que investigar más a fondo a una chica que anda tras Aegan y Adrik, hay algo que no me encaja y que creo que podría joderlo todo, si es así debo encargarme de sacarla de cuadro cuanto antes. —Otra pausa—. Pero es seguro que los tres desaparecerán antes de la fecha prevista. Te juré que lograría esto apenas me lo pediste, y no me iré hasta conseguirlo. Bien. Claro. Seguro. Hablamos luego, padre.

Los pasos de Regan avanzaron y luego se escuchó una puerta cerrarse.

El chorrito volvió a salir, pero yo ya estaba paralizada en el retrete.

¿Quééééé?

No podía ser posible.

¡Adrien Cash había mandado a desaparecer a sus propios hijos! ¡Regan estaba allí por orden de él! ¡Y también me quería desaparecer a mí! ¡Y yo seguía sentada orinando!

Me levanté rápido y me subí el jean a toda velocidad como un esqueleto con epilepsia. Salí con muchísimo cuidado y abandoné ese edificio tan rápido como un chico irresponsable a una chica embarazada. Apenas empecé a avanzar por la acera a paso apresurado, corazón acelerado y mente frenética, una cosa resonaba en mi cabeza:

Regan.

Él sabía una parte de mi secreto. Ya sospechaba mucho de mí. Había sido una tonta al creer que lo despistaría. Adrik lo había dicho: es peligroso y vengativo. Debió de estar investigando más acerca de mí, y el que buscaba en algún momento encontraba. Si averiguaba una sola cosa que me conectara con Henrik, estaría más que acabada. Su intención era clara: "sacarme de cuadro", y en mi pueblo eso significaba: matar.

Es decir que, en ese punto, los Cash y yo teníamos un enemigo en común. Un enemigo que trabajaba nada más ni nada menos que para el poderoso Adrien, que era un nivel superior, algo inalcanzable desde mi miserable lugar.

Pero yo no era tan estúpida.

Tenía miedo, acababa de cagarme, todo se veía complicado, pero si algo me sobraba eran ideas, creatividad y mentiras. Había llegado a este punto y no me dejaría aplastar tan fácil. Algo así solo se resolvía de una manera:

Los enemigos de tu enemigo, son tus amigos.

Había que volver a girar la tortilla.

Saqué mi teléfono y marqué el número. No atendió, pero dejé un mensaje en el buzón:

—Sé que no quieres hablar conmigo, pero esto es importante. Tenemos que reunirnos en un lugar seguro Aleixandre, Adrik, Artie, tú y yo. Sé lo que quiere hacer Regan. Sé cómo quiere destruirlos. Y quiero ayudarte, Aegan, porque es más peligroso de lo que crees.

——

¡Mis perfectos y perfectas y perfectxs y perfectes mentirosos! Como sea, es para incluir hasta al perrito.

Sé que esta actualización debía llegar hace unos días pero les pido disculpas porque se me presentó algo de lo que no quisiera hablar... igual avisé por Twitter y creo que lo postearon en el grupo de Facebook. En fin, estuve bastante liada y pues, ya saqué el tiempo para traerles el capítulo.

¿Saben qué es interesante? Que en el prólogo dice que Jude fue quién destruyó a los Cash. Sabemos que lo hizo, la pregunta es: ¿cómo si ahora piensa ayudar a Aegan?

Pues sus anus quedarán desgarrados cuando lo sepan jajjjasjas. En el buen sentido.

¡Ya llegaremos a eso!

Adelantoooo:

¿Es "T" un enemigo verdadero?

¿Cómo piensa Jude explicar que sabe las intenciones de Regan?

¿Aegan aceptará la ayuda de la persona a la que no quiere ver ni en pintura?

¿Y quién demonios se robó la USB?

¡Si tienen un sospechoso, suéltenlo!

Los enemigos tendrán que darse la mano,

pero jamás darse la espalda,

o uno de ellos podría aprovechar para apuñalar al otro.

En las redes encuentran a su humilde creadora para que vean sus pendejadas.

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