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22

*Este capitulo va dedicado a la gandora del segundo lugar del concurso #Darlex ¡Felicidades zapifiesta!


Besos a personas prohibidas: 50$

Trampas a personas inocentes: 100$

Alcohol a personas desesperadas: 200$

Hay cosas que el dinero no puede comprar (o borrar)

Para todo lo demás existe Mienta Ya.

Todavía cuentan por ahí que la mañana del domingo (día posterior a la feria), Aegan Cash fue visto en la fila de la cafetería más popular del campus con unas gafas enormes que ocultaban las marcas de algunos golpes en su rostro de Dios del Olimpo.

¿Quién se los había hecho?

¿Quién había osado tocarlo y no para causarle placer?

¿Quién, cuándo y dónde?

Esas fueron las preguntas más importantes hasta que un suceso eclipsó el anterior.

Si todo Tagus hubiese hecho silencio en ese momento, habrían escuchado el rugido que produjeron sus tripas un segundo antes de la explosión que azotó la cafetería.

La explosión anal, por supuesto.

El cuerpo de Aegan se quedó rígido al momento en que cogía su café cargado con espuma de vainilla, favorito desde siempre.

Lo demás fue invisible a los ojos, pero detectado por otro sentido: olfato.

Toda la fila hundió el entrecejo apenas una repentina fetidez penetró sus fosas nasales. ¡¿Qué olía tan mal?! Como... como... ¡como mil cadáveres flotando sobre una cloaca de azufre! ¡Dios santo! Y el hedor se concentraba más que todo en cierto lugar...

Una hilera de cabezas se ladeó y miraron a... ¡¿Aegan Cash?! ¿En serio? ¿Era en serio? ¡Provenía de él! Se había... Se había...

¡Cagado encima!

Fuentes cercanas atestiguan que el líder de los perfectos mentirosos dejó el establecimiento a toda velocidad con la mano en los pantalones, sosteniendo su propia cagada. Y según otros testigos, el olor permaneció por minutos en la escena del crimen.

Como digo, me lo contaron, yo no lo vi, pero creo que era necesario que lo supieran.

"Usted tiene siete mensajes nuevos en su buzón de voz."

El pitido duró unos segundos:

—¿Jude? ¿En dónde se supone que estás? Te he escrito y escrito y nada. Estoy preocupada, es miércoles y no has venido al apartamento. Quise preguntarle a Aegan, pero tampoco lo he visto. Adrik no sabe nada y Aleixandre no ha dado señales de vida. ¿Pasó algo? Por favor repórtate, es muy extraño y no quiero pensar que... bueno, solo avísame, ¿sí? Ojalá solo sea que se fugaron juntos. Al menos un emoji en WhatsApp estaría bien. Esperaré.

Colgué el teléfono después de escuchar los mensajes de Artie y lo dejé a un lado. Tenía justo en frente el espejo del baño. Mi reflejo se veía fatal, aunque no era nuevo para mí: cabello húmedo, ojeras, cansancio, el pack ideal para hacer una parodia de Wreking Ball muy a lo Miley despechada. Solo que no lo haría porque apartando la mala facha, algo se había acentuado en esa chica del espejo.

Era esa mirada de decisión, esa expresión fría, dura, indudable. ¿Debilidad? ¿Qué era eso? ¿Con qué se comía? ¿Qué salsa le echabas?

Salí del baño. Aquel apartamento era asombroso, como un DiCaprio arrojando billetes desde el yate. Lo era porque no pertenecía a Tagus. En realidad llevaba días sin ir a Tagus más que para las clases, luego regresaba a ese apartamento y me dedicaba a repasar y estudiar mi plan meticulosa y arduamente.

Como todas las mañanas, en la cocina, una figura revolvía huevos. Olía delicioso y se escuchaban las chispitas al freír. Avancé hacia la reluciente isla de mármol oscuro y tomé lugar en uno de los taburetes.

Apenas se dio vuelta, me sonrió.

—¿Todo bien? —me preguntó Layla mientras servía los huevos de la sartén en dos platos.

Sí, ¡sorpresa!, estaba con Layla, y no con la tonta, sino con la verdadera, la que era cómplice de Regan.

—¿Cuándo es que Regan me lo explicará todo? —inquirí en respuesta. Traté de no sonar desesperada, pero soné tipo: quiero saber toda esta mierda ya.

—Supongo que mañana cuando regrese, tuvo que ir a resolver algunos asuntos —aclaró con tranquilidad.

Agregó tocino a los platos, pan tostado y sirvió jugo de naranja en un par de vasos. Siendo sincera, la verdadera Layla era una buena compañera de apartamento. No era tonta ni tan callada, de hecho, hablaba mucho y su voz tenía una nota estilizada que la hacía parecer una universitaria bien preparada. Además, si podía engañar con éxito a todos, era de las mías.

—Bueno, adelántame algo tú —le pedí al tiempo que jalaba mi plato para empezar a comer—. Si él me dijo que podía quedarme aquí contigo porque estás de su lado, ya debes de saberlo todo.

—No puedo decirte mucho, es él quien tiene que contártelo.

Tomó asiento al frente y comenzó a comer. Me pregunté cómo se veía tan bien haciendo aquello, es decir, ni un asomo de insomnio, de preocupación o de duda. El cabello rubio la caía en una trenza al estilo Katniss de Los Juegos del Hambre y a pesar de que no tenía maquillaje, parecía una Barbie. Lucía fresca, tranquila, segura, y aquello me hacía preguntarme si en realidad el lado de Regan era el único bueno.

—Wow, sí que eres buena actriz —comenté de pronto después de pasar un bocado—. Te digo la verdad, eso de que eras tonta y tímida me lo tragué todito.

—¿En serio, Jude? —contestó y entornó los ojos en un gesto divertido—. ¿Así como yo me tragué ese de que estás boba por Aegan?

—De acuerdo, que nos den un puto Oscar, por favor —admití y ambas reímos.

Comimos en un silencio bastante cómodo durante unos segundos hasta que una duda me atacó. Tragué rápido.

—¿Lo que tienes con Aleixandre también es falso? —me atreví a preguntar.

Ella se quedó mirando el plato durante un momento. Sonrió, pero esa sonrisa no llegó a sus ojos, entonces entendí que era justo ahí en donde le afectaba. Si me hubiera hecho la misma pregunta, con facilidad habría respondido que lo mío con Aegan era nada, pero aquel silencio de su parte demostró que en verdad sentía cosas por Aleix.

—Él es fantástico. —confesó, pero de inmediato alzó la cabeza y la seriedad se apoderó de su expresión. Sospeché que estaba tragándose cualquier otro sentimiento como yo lo hacía siempre—. Pero es ese apellido, esa familia, esos secretos lo que lo contaminan. Cuando está solo es muy distinto a cuando está con sus hermanos.

Cuento viejo. Ya sabíamos que todos aparentaban ser distintos cuando no iban en pack, pero que al final estaban cortados por la misma tijera.

Dudé antes de hacer la siguiente pregunta, moviendo la tira de tocino con mis dedos.

—Hay algo que todavía no encajo, ¿qué tiene que ver Melanny en todo esto? ¿Qué papel juega? —solté y busqué respuestas en el fino rostro de Layla—. ¿Quién era además de la prima de los chicos?

Ella me miró como si intentara entender cómo era que sabía algo sobre eso. No pretendía decírselo y solo esperé por su respuesta, así que a Layla no le quedó de otra que asentir, exhalar y soltar la información:

—Melanny era hija de la tía materna de los chicos. La mujer murió en un accidente y Melanny, con ocho años, pasó a estar bajo el cuidado de Rebeca, la madre de ellos. Se criaron todos como hermanos, por supuesto. Fueron a las mismas escuelas, a los mismos clubes, tenían los mismos amigos... hasta que un día simplemente murió.

Recordé las dos fotografías que había encontrado, una en la habitación de Adrik y la otra en el bolso de Layla. Se me hizo familiar desde un principio porque compartía cierto parecido con los hermanos, solo que esa sonrisa ancha, feliz y cálida la distinguía. Quizás ella era diferente, quizás no se parecía en nada a los mentirosos, quizás era la única buena.

—¿Cómo murió? —no pude evitar preguntar.

Estaba ansiosa por saber eso. Durante las últimas noches, después de oír la pelea entre Aleixandre y Aegan, su muerte me tenía muy intrigada, tanto que ni siquiera me di cuenta de que me había inclinado más sobre la isla, expectante, inquieta.

—Según el forense, Melanny ingirió un montón de pastillas, y para cuando llegaron ya era demasiado tarde —explicó. Luego, con mucha más simpleza añadió—: Según yo, ella no se suicidó.

—¿Eras su amiga? —pregunté, algo confundida.

Layla ya estaba picando sus huevos sin mucho interés en comérselos. Parecía que aquel tema apagaba su semblante y ensombrecía sus ojos.

—No, pero la conocía un poco —se limitó con un leve encogimiento.

—¿Y qué crees que le pasó entonces?

—Eso es justo lo que pretendemos averiguar —declaró y recuperó el aire de decisión.

Me eché hacia atrás, algo estupefacta.

—Ya va, ¿lo de la muerte de Melanny es el gran problema? —pregunté con detenimiento.

—No sabemos con exactitud cuál es el gran problema, pero ese es el principal —suspiró Layla—. Hay cosas que faltan. Regan sospecha que Aegan, Adrik y Aleixandre tienen algo que ver con su muerte, pero no hay pruebas, al menos no a la vista.

El vaso de jugo de naranja que había cogido para pasar la sequedad en la garganta, no llegó a mi boca. Me quedé inmóvil, de piedra. Tuve que esforzarme por no delatar todo lo que estaba pensando, pero, joder, ¿era en serio? ¿ellos...? Algo me oprimió los pulmones. Un destello de sonrisa triste, afligida, llegó a mi mente y la alejé con una leve sacudida.

Bajé el vaso con lentitud hasta depositarlo de nuevo en su lugar. Me miré los dedos con cautela por si temblaba.

—¿Ustedes creen que ellos le hicieron algo? —inquirí. Mantuve mi voz lo más calmada posible—. ¿Esos tres idiotas podrían matar a alguien?

Layla soltó un resoplido absurdo.

—Aegan no es idiota —aseguró antes de tomar un trago de su jugo.

—Sí, pero... ella era como su hermana, ¿no?

—Todos vivieron juntos desde pequeños, y mira cómo está la situación. —Layla habló con una firmeza que me confirmaba que su papel y el de Regan eran tan serios como para buscar la verdad a toda costa—. Dime, Jude, ¿crees que eso importa? Los tres hicieron algo y por eso crearon un vínculo de complicidad. Esa es la razón por la que se protegen a sí mismos. ¿Lealtad por sangre? No, su lealtad se debe a la mentira que comparten.

Terminada la conversación con Layla, aproveché que ella se prepararía para salir y llamé a Aegan. Le pregunté si podíamos encontrarnos, porque teníamos días sin vernos las caras y ya habíamos superado la etapa en la que él me buscaba a mí. Ahora me interesaba perseguirlo yo. Alejarme de él no era una buena opción, sobre todo si necesitaba averiguar el resto de los secretos.

Tenía las pruebas del tráfico en el Sak, pero ya no era tan solo: ¡Suéltalas al mundo! Lo dicho por Layla me dejó la seguridad de que los diamantes eran parte de una mentira más grande: la muerte de Melanny. Todo apuntaba en esa dirección: las discusiones entre los hermanos, la presencia de Regan, y la habitación en el apartamento de los Cash que debió pertenecer a ella antes de morir.

Uno de ellos todavía entraba a esa habitación. Sus zapatos estaban ahí. La pregunta era: ¿por qué? ¿por tristeza? ¿o por remordimiento? Recopilando lo que había descubierto, podía jurar que era Aegan. Aleixandre se lo había dicho en el aparcamiento: "¿Porque se te remueve la consciencia o porque escuchar su nombre te recuerda que este jodido problema no lo resolverás por más que lo intentes?" Pero la parte más importante sin duda alguna fue: "Desde el funeral lo entendiste. Llevas semanas bebiendo, no duermes, no comes casi, estás desesperado. Ya estás arruinado".

Y fuera lo que fuese que afectara tanto a Aegan, era lo mismo que bajo ninguna circunstancia podía llegar a oídos de su padre.

Claro que no sería fácil averiguarlo. Aegan no era idiota, al menos no con esos asuntos, pero si la teoría de Layla era cierta, los tres se protegían por complicidad. Entonces la torre era más vulnerable de lo que creía, porque aunque Aegan liderara a los perfectos mentirosos todavía quedaban dos que no tenían su mismo cerebro:

Adrik, que se salía de su control.

Y Aleixandre, el eslabón más débil.

Ese último era el objetivo a atacar.

***

Apenas abrí la puerta del apartamento, Artie salió disparada hacia mí tan rápido como un pedo. Se me arrojó encima y me abrazó con toda la fuerza que su menudo cuerpo le permitía.

—¡Jude! ¡Joder, ¿en dónde demonios estabas?! —soltó, todavía apretándome. Luego me sostuvo por los hombros y miró cada parte de mí con una genuina preocupación—. Me asusté mucho, ¿sabes? Porque pensé que... bueno, con todo lo que sabemos llegué a creer que lo habían averiguado y te entregarían en la puerta hecha pedacitos.

Bueno, no es que la estuve evitando a ella. Estuve evitando lo de Adrik hasta que tuviera la fuerza para enfrentarlo. Lo había logrado. Ya estaba lista para poner buena cara cuando decidiera contármelo todo. Tener una amiga mejoraba las cosas en todos los sentidos. Artie lo era y no quería arruinar eso por un chico. Además, éramos cómplices y... no lo sé, no estar sola en aquella situación también lo hacía más fácil de llevar.

—Si me secuestraran me devolverían al instante por lo insoportable que soy, te lo aseguro —contesté, sonriéndole de verdad.

Estuvo de acuerdo, así que asintió mientras reía.

—Bueno, ¿en dónde estuviste?

—Intentando averiguar el resto de todo este lío.

—¿Lograste algo?

Le conté el asunto a mi modo. No le dije que ayudaría a Regan, ni tampoco que sabía que Layla lo ayudaba a él. Que Artie le tuviera el ojo puesto a Layla era bueno, porque a pesar de estar del mismo lado, seguía sin confiar del todo en esa chica. Así que lo único que Artie supo fue lo de la pelea entre Aegan y Aleixandre, y que teníamos que averiguar qué demonios había sucedido con Melanny.

—¿Tú la conociste? —le pregunté mientras ambas estábamos sentadas sobre mi cama, conversando.

Artie negó con la cabeza.

—La vi un par de veces, pero nunca hablamos ni nada por el estilo. En Tagus no se habló de su funeral. No sé si alguien sepa mucho, ¿cómo averiguaremos eso?

Y allí se me ocurrió una idea... A decir verdad, la venia pensando desde la noche de la feria, pero en ese momento tomó completa forma.

—Llama a Kiana y a Dash —le dije—. Necesitaremos su ayuda.

Después le conté que Aegan nos invitó a una exposición organizada por la facultad de arte que se daría esa tarde en el museo de historia de Tagus. Aegan había recalcado que era medio formal y lo cito tal cual me lo dijo por teléfono: "no vayas a ir como una pordiosera porque haré como que no te conozco y ordenaré que no te dejen entrar, ¿ok? Chao".

Más vale no enojar a papi Aegan.

De modo que a eso de las cinco de la tarde, Artie y yo ya habíamos pasado por "Enchúlame la maquina": cabellos alisados, vestidos de coctel, zapatos altos y maquillaje. No es por nada, normalmente parecía una iguana atropellada, pero cuando me arreglaba me veía perrísima, o sea. Lástima que arreglarme seguido me diera toda la pereza del mundo.

Pero bueno, nos fuimos. El museo de Tagus no era tan grande, pero sí lo suficientemente elegante y lindo. El suelo era de mármol pulido, el techo alto y con esas lámparas que parecían círculos blancos pegados a él. La entrada era un pasillo dedicado por completo a cuadros de los rectores de la institución desde su fundación, y el pasillo siguiente era de placas que homenajeaban a todas las personas que habían hecho donaciones importantes.

Una placa dorada decía: Arteon Cash, que quizás era el abuelo de los perfectos mentirosos.

Ya luego el pasillo se ensanchaba y se convertía en una amplia sala. Allí estaba toda la gente, alumnos de Tagus. Se veían bien estirados y santos, pero eran unos chismosos profesionales. Ahí parados no se les saltaba nada. De fondo había una musiquita instrumental de esa que servía nada más para sedar a uno.

Artie y yo avanzamos entre las personas.

—Le envié un mensaje a Kiana preguntándole si ya viene con Dash, pero no ha respondido —anunció ella después de chequear su celular.

Busqué y busqué con la mirada hasta que mi maravilloso novio vestido con un informal traje azul rey, resaltó entre todos. Ya se había afeitado la descuidada barba y los ojos se le destacaban más que nunca, sostenía un vaso de Whisky bastante lleno y estaba reunido con algunos de sus amigos.

Di unos cuantos pasos para acercarme a saludarlo, pero entonces me di cuenta de que mientras todos hablaban, un espécimen de cabello rojizo enfundado en un vestidito negro más corto que mi paciencia, le tocaba la mano en roces disimulados. A Aegan no parecía molestarle, por supuesto. Esa sonrisa amplia y encantadora de numero uno destellaba seguridad y fuerza.

—Aegan está bastante ocupado, tratemos de encontrar a Aleixandre —le dije a Artie en cuanto regresé a ella.

No tenía ganas de lidiar con Aegan en ese momento, solo me quedé viendo su descaro, aunque de pronto noté que...

—Mi teléfono se acaba de descargar, ¿me prestas el tuyo para llamar a Kiana? —me preguntó Artie.

Se lo entregué al mismo tiempo que Aegan se tomaba un enorme trago de Whisky. De golpe recordé lo que había dicho Aleixandre: que no comía, no dormía y tomaba bastante. Ese extraño aspecto que había tenido la última semana... ahora muchas cosas adquirían sentido. Otra prueba de que el hecho de que Melanny estuviera muerta le afectaba en niveles profundos. Ya tenía ciertas suposiciones, como que ambos eran muy unidos, y también tenía suposiciones más... fuertes, pero ya llegaría a eso.

Artie y yo seguimos moviéndonos por el museo hasta que ubicamos a Aleixandre casi al otro lado de la sala, como si quisiera estar lo más lejos posible de Aegan. Su rostro ya no estaba ensangrentado e hinchado, pero los moretones relucían sobre su piel blanca y limpia. Uno en la comisura del labio, otro a la altura del pómulo derecho y uno muy cerca de la nariz. Tenían un tono violeta intenso que, a decir verdad, incluso lo hacía ver más atractivo. Hablaba con Owen y, como cosa rara, no había más nadie cerca, ¿lo estaban evitando? Qué conveniente...

—¿Estás segura de que esto va a funcionar? —inquirió Artie con cierta inquietud luego de que nos ubicáramos estratégicamente cerca de un enorme cuadro con un culo desnudo.

—¿Qué pasa si pones más platos sobre una pila repleta? —susurré con discreción sin dejar de mirar en distintas direcciones como si solo estuviera parada ahí como un angelito—. En algún momento se caen. Aleixandre está por caer, solo le daremos el empujoncito.

—Dios, qué macabro, pero me gusta —murmuró ella, reprimiendo una risa.

Kiana y Dash llegaron de repente. Kiana sin vestido ni nada formal, por supuesto, porque se oponía a ese estilo de ricos y mimados; y Dash tipo listo para una pasarela, con el cabello peinado hacia atrás y un traje de pantalón azul, camisa blanca mangas largas y pajarita verde.

Se acercaron a nosotros y formamos una especie de circulo confidencial.

—Tenemos los teléfonos —anunció Kiana y sacó de los bolsillos de su jean cuatro celulares.

Era justo lo que le había pedido: celulares con números desconocidos, números que los Cash nunca tendrían agendados en sus listas de contactos.

—Pero hay que devolverlos pronto, ¿cuál es el plan? —añadió Dash.

—Bien, es horrible, pero necesario para cumplir el plan —empecé a susurrar, alternando la vista entre cada uno. Todos asintieron—. Necesito que le envíen a Aleixandre muchos mensajes burlándose de él por lo que pasó en la feria. Si mi instinto no falla, va a frustrarse mucho y ahí es donde atacaré.

—¿Cómo sabes que les dará importancia? —preguntó Kiana, algo desconcertada.

Porque sé que no es gay.

—Porque he aprendido a conocerlos un poco —aseguré.

—Juro que no apoyaría esto —expresó Dash—, pero estoy cansado de ellos y quiero verlos arder, así que hagámoslo.

Aleixandre seguía junto a Owen en el mismo lugar. No aparté la vista de él ni un momento mientras Kiana, Artie y Dash escribían los mensajes. Aleixandre notó que su teléfono vibraba, así que todavía sin parar de decirle algo a Owen, lo sacó de su bolsillo. Apenas lo miró, se quedó callado. Desde mi lugar avisté la mandíbula tensa. Un segundo después le hizo un gesto a su amigo y se alejó entre la gente hasta meterse por uno de los pasillos.

—Es mi momento —anuncié.

Con disimulo seguí los pasos de Aleixandre. Giré en el mismo pasillo y aparecieron dos más. Por un momento pensé que lo perdería hasta que escuché un puñetazo contra algo. Me guie por el origen del sonido y entonces entré en lo que parecía un pequeño salón de espera. Encontré a Aleixandre de espaldas, con las manos aferradas a la pared y la cabeza gacha. Su torso se movía al ritmo de su respiración agitada. Si ese no era un hombre al borde del colapso, no sabía qué podía ser.

Pero sí, sí era, y también era justo la reacción que esperaba.

—¿Aleixandre? —hablé como si no me esperara encontrarlo allí—. Iba para el baño y escuché un golpe, ¿qué sucede?

—Nada, no sucede nada —mintió, pero la nota de furia en su voz no pasó desapercibida.

Entonces se dio vuelta y vi las gotitas rojizas sobre sus nudillos derechos. De seguro había golpeado la pared. Ahora los tenía enrojecidos, rasguñados y sangrantes. Sus ojos cálidos y carismáticos tenían un brillo de desespero.

—¡Dios santo! —exclamé con una preocupación algo forzada pero creíble mientras me acercaba a él—. ¿Qué hiciste? Mira tu mano, déjame...

Intenté sostenerla, pero la apartó de la misma forma que desvió la vista, como si el estar tan enojado al mismo tiempo le avergonzara, y el avergonzarse al mismo tiempo lo enfureciera más. Pero insistiría. Mi idea estaba dando resultado.

Busqué su mirada y en un tono suave añadí:

—Aleix, por favor.

Dudó un momento. Usar el "Aleix" era asertivo, porque ya me había dado cuenta de que ese diminutivo tocaba algo en él, así que insistí de nuevo y logré sostener su mano herida.

—Ven aquí —le pedí.

Lo dirigí hacia el banco que reposaba contra la pared. Ahí nos sentamos. Comencé a rebuscar en el bolsito de mano que hacía juego con mi vestido.

—Creo que tengo... —Saqué un trocito de algodón y sonreí con triunfo—. Siempre cargo un poco porque a veces me sangra la nariz.

Aleixandre se mantuvo impasible mientras que con toques suaves comencé a limpiarle la sangre. Seguía molesto, pero estaba conteniéndose. Su mandíbula tensa y apretada eran una prueba de ello. Además, era imposible de pasar por alto. Todo su cuerpo emanaba frustración.

—¿Esto es todavía por lo que pasó en la feria? —inquirí con sutileza. Aleixandre me miró con cautela, como si debiera estar atento a lo que cualquiera le preguntara y a la respuesta que diera—. Todo el mundo habla de ello, ya sabes.

Negó con la cabeza y soltó aire por la nariz. En verdad le afectaba. Estuve segura de que, en un principio cuando se plantearon engañar al tipo desconocido para sacarle información, Aleixandre ni siquiera imaginó las consecuencias de seguir las extrañas ideas de Aegan.

—Nunca dejan de hablar sobre algo así —dijo, casi afligido.

Pobre Aleix. Tan guapo y encantador con ese aire fresco y pícaro que tendría el capitán del equipo de futbol o el popular de la prepa, pero usado por su hermano, juzgado por los que eran sus admiradores, abandonado por las chicas de las que solía estar rodeado... Vi eso como el desvío perfecto para llegar a la meta.

—Pero ¿cuál es el problema? No tienes que avergonzarte de nada —opiné de una manera dulce y comprensiva sin dejar de limpiar sus nudillos—. Es muy normal. A mí me pareció incluso lindo. No era lo que esperaban, pero ¿y qué? No eres Aegan ni Adrik, tienes tus propios gustos, quizás sentiste que debías reprimirlos u ocultarlos para no decepcionar al resto, pero...

Debí haber sido una líder militar en alguna vida pasada, porque cuando me lo proponía, los planes más sucios me salían bien.

Justo como quería, el menor de los Cash explotó:

—¡No soy gay, joder! —soltó en un arrebato de furia que me dejó pasmada—. ¡Basta de esa mierda! No necesito apoyo para nada porque no es verdad.

Lo miré mientras parpadeaba repetidamente. Una vena se le marcó en el cuello como si fuera a estallar también. Alterné la vista entre su cara y la vena, la vena y su cara, la cara y la vena. Yo ya lo sabía todo, pero me metí en mi papel de oh dios, jamás me lo había imaginado, ni me digas, Aleix hasta me asustas...

—Aleixandre, no tienes que hacer eso, todos lo vimos... —intenté decir en un tono suave, condescendiente, lo suficiente para molestarlo más.

—¡Si yo estaba en esa puta rueda con ese tipo no fue porque quisiera, sino porque Aegan me obligó!

Quedó inmóvil con los labios entreabiertos y la respiración acelerada. Ese es el problema cuando ocultas algo y ese algo se vuele contra ti, no puedes contenerlo, se acumula en tu interior y poco a poco llena cada espacio hasta que revientas y lo dejas salir. Aleixandre necesitaba dejarlo salir. Lo estaba consumiendo. Era, como dije, el débil, por eso Aegan lo había manipulado directamente.

—Bien, bien, calma —le tranquilicé—, ¿sabes qué? Te creo.

Aleixandre contuvo el aire y tragó saliva. Ahora Jude (yo merengues) se convertiría en el único apoyo para él, el hombro disponible sobre el que llorar, el pañuelito para secar las lágrimas, el confesionario para soltar los pecados...

—¿De verdad? —emitió casi en una exhalación.

—Sí, Aegan es cruel, lo creo capaz de todo, aunque... —me removí en mi lugar y puse cara de absoluta preocupación y aflicción—. Últimamente está muy distinto, demasiado, me preocupa. Quizás tú no lo has notado o quizás son ideas mías, pero no es el mismo.

Aleixandre desvió la mirada y la fijó en sus nudillos. Se pasó el pulgar por la raspadura. Durante un segundo incluso sentí algo de pena. Era como si Aegan lo hubiera prostituido para conseguir lo que quería. Pero luego recordé que uno no aceptaba algo así sin sentir culpa o responsabilidad por algo. Aleixandre también estaba implicado en lo de Melanny, fuera lo que fuese.

—Están pasando muchas cosas —admitió. Un volumen más bajo y no lo escuchaba, pero paré esa oreja como nunca.

—¿Qué cosas? —inquirí con voz aterciopelada.

—Cosas bastante malas —respondió. Tuve que acercarme más a él porque joder ¿hablaba hacia adentro o hacia afuera?—. Hay problemas.

Eso, eso quería saber. Eso quería obtener.

—¿Tiene que ver con el Sak? Porque puedes contarme cualquier cosa, Aleix, siempre y cuando te ayude. —Coloqué una mano sobre su hombro para transmitirle todo el apoyo posible—. No es bueno para una persona contener tanto. No nos lo merecemos.

Aleixandre fijó su atención en mí, confundido.

—¿Cómo...?

—Bueno, yo estuve ahí, ¿recuerdas? —le aclaré, todavía con la sonrisa cálida—. Inicié una pelea, pero igual fue suficiente para darme cuenta de que no es un sitio común.

Él exhaló con pesadumbre.

—Sí, no lo es —afirmó. Abrió la boca para decir algo más y yo traté de no demostrar tanto interés, pero lo que soltó fue rápido, como si acabara de notar que no debía estar hablando de ello—: Pero mantente alejada de todo esto, Jude, hazme caso, ¿sí? Es muy peligroso, ya pasó con...

Con Melanny.

—¿Con...? —le animé.

¿Con...? ¿Con...? Esperé por ello, pero el estúpido de Aleixandre se levantó del banco y se fue rezongando. Maldición. Bueno, bueno, tampoco era que me lo iba a soltar todo de una, pero ya sabía cómo llegar a él y si mi plan no fallaba, conseguiría la verdad de su propia boca.

Un momento después salí yo. La gente ahora hablaba un poco más alto, aunque seguía todo muy tranquilo como debía estarlo en una exposición de arte. Intenté encontrar a Artie para actualizarle la situación, pero entonces alguien me agarró por el brazo y me detuvo con fuerza. Di un salto de susto.

—¡Maldición, Aegan! —me quejé apenas vi su cara—. ¿Por qué me agarras así?

Aegan estalló en risas burlonas mientras yo le dedicaba mi mirada más asesina. El traje azul rey ajustado realzaba su rostro y sus mejores atributos. Estaba perfecto para salir en la portada de una revista con el encabezado abajo: "top 10 de hombres sexys pero idiotas que debes usar una vez y luego desechar. En el #1 el cosmopolita Aegan Cash".

—Te andaba buscando —contestó apenas pudo dejar de reírse.

Entonces distinguí la nota extraña en su voz, más suelta, junto a un brillo desorientado en sus ojos. Me fijé en que el vaso que sostenía estaba lleno de nuevo. En realidad era fácil diferenciar al Aegan ebrio del sobrio. El sobrio, por ejemplo, parecía en control todo el tiempo; el ebrio solo hacia el ridículo y hablaba más alto de lo normal.

—¿Por qué demonios estás tomando tanto? —le reproché e intenté quitarle el vaso, pero fue más ágil y lo apartó con un silbido.

—¿Por qué estás reclamándome algo? —respondió en el mismo tono y con la misma sonrisa amplia y retorcida por el alcohol.

Miré a nuestro alrededor con algo de disimulo. Algunos ojos nos ubicaban, aunque con bastante discreción.

—Porque el día de la feria también tomaste y terminaste golpeando a Aleixandre —le dije entre dientes pero con suficiente reclamo—. No harás lo mismo aquí.

Resopló con fuerza e hizo un gesto para que le restara importancia. Sentía las miradas. No eran tantas, pero pesaban. Ni siquiera tenía que aguzar el oído para saber que incluso ya estaban murmurando.

—No pienso hacer nada —aseguró y se echó un trago largo de su vaso. Se relamió los labios y sonrió hasta que se le marcaron los hoyuelos—. ¿Ves? No he tomado casi nada.

—¿Casi nada? Seguro que casi toda la botella —rebatí.

De nuevo traté de quitarle el vaso, pero hizo un movimiento evasivo que resultó exagerado y atrajo más miradas. Definitivamente los Cash estaban dando de qué hablar en ese momento. Aleixandre expuesto, Aegan ebrio en un evento... ¿Qué les estaba sucediendo?

—No, fíjate, lo mido por niveles —dijo Aegan, subiendo más el tono. Los que estaban más cerca podían pillar por completo la situación—. Estoy ebrio cuando te veo atractiva.

Claro, había tardado en soltar uno de sus comentarios humillantes y crueles. No me dolían, lo que siempre me molestaba de ellos era que el resto los escuchara. Me convertía en la burla de Tagus.

Los ojos de Aegan adquirieron un brillo cruel y malicioso.

—Si sigo viéndote como en realidad eres, no ha hecho mucho efecto —añadió y soltó una carcajada sonora.

Sin embargo, la carcajada se rompió de golpe cuando alguien más pronunció su nombre:

—Aegan.

La voz calmada que entró en la embarazosa escena me dejó helada. Solo giré la cabeza un poco para ver a Adrik con un traje muy informal de tres piezas en varios tonos de gris, el cabello oscuro en estado salvaje y esa expresión dura y fría que lo etiquetaba como el más misterioso e indiferente de los tres. Tenía un indudable talento para lucir intimidante y hosco tan solo con estar parado.

Miró fijamente a Aegan.

—Driki —canturreó Aegan, manteniendo su actitud burlona.

—Si haces una escena aquí, juro que te voy a dejar peor de lo que dejaste a Aleixandre —le dijo Adrik.

Lo lanzó sin el típico tono de una amenaza, pero sí que fue una. Fue como, ya sabes, como lo diría el patea culos de las películas, con toda la seguridad de que ganaría. Pero la risa de Aegan fue un resoplido ridículo al mismo tiempo que dio algunos pasos hacia Adrik. De inmediato hice comparaciones por si se enfrentaban. Tenían la misma altura, no la misma contextura, pero quizás se igualaban en fuerza.

Admito que pensé que si era asombroso que Aleixandre le diera un puñetazo a Aegan, iba a tener un orgasmo ahí mismo si Adrik lo golpeaba.

Ya nos miraban más personas.

—¿Desde cuándo me amenazas? —le preguntó Aegan con un detenimiento retador. Entornó los ojos y su expresión se endureció.

Adrik permaneció impasible, inalterable.

—Tú me dices si quieres dar de qué hablar o no —fue lo que contestó, simple pero dispuesto.

Se miraron de una forma que solo ellos supieron interpretar. Las voces habían bajado y se escuchaban murmullos. Esperé que Aleix no se acercara porque iba a ser peor, pero no sucedió. Chispeó una especie de rivalidad entre ambos, y luego nada más. Aegan recuperó la sonrisa, que en sus ojos se vio agria y contenida, y con bastante osadía le palmeó el pecho a Adrik como si le arreglara el traje.

—¿Me puedes llevar al apartamento, hermano? —le pidió con cordialidad.

—Claro —aceptó Adrik, aunque todavía sin bajar la guardia.

Aegan avanzó unos pasos hacia la salida, pero para mi sorpresa se giró hacia mí con el ceño fruncido.

—Muévete pues, te vienes conmigo —soltó.

Por un instante creí que las piernas me fallarían y me dejarían ahí postrada solo porque Adrik seguía en escena y porque la idea de ir los tres en auto parecía perfecta para incomodarme, pero si le decía que no a Aegan, de seguro iba a armar un escándalo. Nop, no quería ser el centro de atención en ese momento. Mejor ser buena novia.

Saqué fuerzas para moverme en la misma dirección que Aegan, y cuando pasé junto a Adrik fue como si un extraño pasara junto a otro extraño. Nadie dijo nada. Ni siquiera nos miramos.

Adrik condujo, yo me quedé en la parte trasera y Aegan quedó de copiloto. En todo el camino hubo silencio. La atmosfera densa que se formó fue como una tortura de la era medieval. Por dentro solo gritaba: ¡¿Por qué me persigue la desgracia?! Pero por fuera mantuve mi cara de: no pasa nada, miro por la venta y veo pasar el horizonte...

En cuanto aparcó, Adrik me dijo que me ocupara de subir a Aegan porque él tenía que ir a resolver algo rápido. Me apresuré a bajarme y me enganché en el brazo a mi insoportable falso novio. No estaba tan destrozado, pero sí lo suficientemente ebrio para perder el equilibrio en ciertos momentos mientras avanzaba hacia la puerta del apartamento.

Apenas entramos tuve que empujarlo hacia su habitación porque se le ocurrió la estúpida idea de asomarse en el balcón a gritar groserías. Luego tuve que exigirle que se quedara acostado en la cama, pero refunfuñó y permaneció sentado sobre el colchón mientras que de mala gana se quitaba los zapatos.

—No eres mi madre —se quejó en cierto momento, como si fuera un niño.

—Por supuesto que no, te habría abortado —murmuré con fastidio, recargada en la pared.

—¿Qué?

—Que solo quiero que estés acostado —mentí con cierta dulzura—. Tomaste muy rápido, así que en lo que te recuestes te explotará el alcohol en la cabeza. Debes dormir un rato.

Aegan soltó un gruñido y comenzó a desabotonarse la camisa. Como no lo logró con normalidad, se enojó y rompió todos los botones. Se la sacó con furia y la arrojó contra el armario. Quedaron a la vista esos brazos tatuados y esa contextura un poquito más trabajada que lo diferenciaba de sus hermanos. Después se desabrochó el pantalón, pero no se lo quitó. Se tendió en la cama boca arriba con uno de sus brazos cubriéndole la cara. El colchón parecía pequeño con él encima.

Ya comprobado que dormiría, avancé hacia la puerta.

—¿A dónde vas? —me preguntó antes de abrirla.

—No me pienso quedar aquí parada viéndote dormir —dije con obviedad.

—Vete cuando me duerma por completo —soltó en orden, todavía sin apartar el brazo.

—Aegan, ¿qué carajos...?

—¡Que te quedes, mierda! —expresó con mayor fuerza.

—Dios, eres tan raro —susurré con hastío.

Me acerqué a la cama y me senté en el lado vacío. Recosté la espalda de la pared. La habitación se sumió en un espeso silencio. Solo se escuchaba la respiración de Aegan, cada vez más tranquila. Así pasaron varios minutos. Empecé a aburrirme tanto que me giré para comprobar si el idiota ya iba por el quinto sueño, pero entonces otra cosa llamó mi atención.

El armario estaba entreabierto y allí reposaban los mismos zapatos que había visto en la habitación de Melanny.

Así que eran de él...

Con sumo cuidado me deslicé fuera de la cama. No aparté la vista de Aegan en ningún momento mientras me dirigía hacia la puerta. La abrí sin hacer el mas mínimo ruido y salí al pasillo. De inmediato fui a la habitación de Melanny. Sin nadie en el apartamento y con Aegan noqueado, era el momento perfecto para hurgar más.

Apenas puse un pie dentro, esa extraña y perturbadora sensación me erizó la piel. Supuse que era por el simple hecho de entrar a la habitación de un muerto, pero me concentré por completo en ignorar esa parte. Comencé a revisarlo todo, ya sabes, como cuando las madres buscan drogas en el cuarto de sus hijos. Abrí el armario, aparté ropa, moví zapatos, por supuesto cuidando de dejar todo en su lugar. Luego pasé a los cajones, los abrí con cuidado y chequeé entre libros de bolsillo, ropa, accesorios de chica, perfumes...

Y de pronto, debajo de un montón de calcetines, encontré una cajita.

Era de madera pulida. La coloqué sobre mi regazo y le quité la tapa. Había varias cosas en su interior: una cadenilla con un dije de la letra "C"; un par de monedas canadienses; y lo más importante, un teléfono celular de modelo IPhone 5. Estaba apagado, así que lo encendí. No reaccionó, quizás por falta de batería.

La idea me pasó por la mente y la verdad no lo dudé mucho. Devolví las cosas a la cajita y la puse en su lugar. En cuanto al celular, lo guardé en mi bolsito de mano. Me lo llevaría, lo pondría a cargar y lo examinaría con cuidado.

Salí de la habitación y avancé en dirección a la salida. Solo llegué a mitad de la sala porque de repente la puerta se abrió y Adrik entró con las llaves del auto todavía en la mano. Cerró tras de sí y fue hasta la mesita de la sala para dejarlas allí.

—Bien, ya Aegan está dormido, arropado y calentito, cuídalo mucho —anuncié con rapidez junto a una enorme y falsa sonrisa mientras caminaba lo más apurada posible.

—Espera —me llamó Adrik, y como ante su voz yo no aguantaba dos pedidas, me detuve. Maldije por eso—. Quiero preguntarte algo.

Me giré sobre mis pies y me esforcé por mantener la sonrisa. Adrik avanzó desde la sala hacia la cocina. Lo seguí con la mirada. Joder, ese traje le quedaba tan perfecto en las partes correctas que daban ganas de encender una vela en agradecimiento por la bendita existencia de tan atractivo individuo.

—¿Qué será? —pregunté en un tonito agudo.

—Aleixandre me dijo que cuando Aegan y él pelearon en la feria, tú los separaste —contestó al mismo tiempo que abría el refrigerador para coger algo de ella—. Lo que no me dijo fue por qué pelearon. Imagino que alcanzaste a oír algo, ¿no? Dime, ¿por qué se agarraron a golpes?

Claro, yo sí que sabía por qué, pero también sabía que había cosas que ellos le ocultaban a Adrik y no me concernía a mí decirlas.

—No, la verdad solo vi puñetazos y escuché gritos sin sentido. —Me encogí de hombros—. Nada claro. Mejor pregúntaselos a ellos. Nos vemos luego.

De nuevo me di vuelta para largarme de una buena vez antes de que mi lado de pendeja atontada le ganara a mi lado de perra fría y sin sentimientos, pero él volvió a hablar justo cuando tenía la mano sobre la perilla:

—¿Estás huyendo de algo?

Ese tono calmado, sereno... me estaba retando. ¡¿Me estaba retando sí o qué?!

—No, solo no quiero estar en la misma sala contigo —aclaré, y de manera intencional usé una voz muy amable.

—¿Por qué? ¿Porque follé con Artie? —soltó con una simpleza y una naturalidad chocante, cien por ciento intencional.

Cerró el refrigerador y me observó mientras abría la lata de cerveza. Mantuvo los ojos ligeramente entornados y una mínima, muy escasa sonrisa que esperaba por mi reacción. Quería provocarme. Siempre lograba eso, calentarme la sangre, activar mi lado desafiante y removerme las células "peleonas" que habitaban en mi organismo.

En calma, Jude, en total, absoluta, completa y equilibrada cal...

—Eres idiota, ¿cierto? —escupí. Ni siquiera lo dejé contestar—. Sí, este eres tú, ni un poquito diferente a Aegan. Es chistoso, ¿sabes?, considerando que a cada rato me reclamabas que no los comparara.

Eso no le alteró ni un cabello.

—¿Tú crees? —preguntó y alzó las cejas con una fingida incredulidad.

—Solo no lo estabas demostrando —afirmé.

Se tomó un trago de su cerveza con toda la calma del mundo y luego respondió con mucha tranquilidad:

—No estoy de acuerdo.

—Sería raro si lo estuvieras —resoplé junto a una risa carente de diversión.

Empezó a caminar hacia mí y me crucé de brazos como para ganar firmeza. No me gustaba cuando se acercaba, ¡SIGNIFICABA PELIGRO! Pero no retrocedí ni me moví para que no notara que por más que me esforzara él igual conseguía darme en algún punto confuso.

—Creo que sí hay diferencias entre Aegan y yo, al menos una —comentó en cuanto se detuvo en algún punto de la sala no tan cercano a mí.

—Vendería un órgano para saber cuál —acepté oír.

Alzó los hombros como si fuera muy obvio:

—Yo no necesito estar ebrio para verte atractiva.

Maldito seas, Adrik Cash, fue lo que pensé. Tuve que apretar los labios, encajarme los dedos en los brazos, tensarme por completo porque esa sí que no me la esperé. Bueno, con él las cosas nunca eran como me las esperaba, pero ya me había prometido no volver a caer por mucho que siempre dijera lo correcto.

—¿Qué intentas? —solté de golpe. Sentí la garganta seca.

Adrik siguió haciéndose el mosquito muerto. Entorné los ojos con sospecha.

—Nada. —mintió—. ¿Por qué intentaría algo?

—Porque tú no dices esas cosas.

Tuve la impresión de que reprimía una sonrisa, y juro por las bolas del mono que eso me molestaba mucho. Sentía que se burlaba de mí.

—¿No le puedo decir a alguien que me parece atractiva? No es nada —se quejó con exageración—. Si quisiera intentar algo haría otra cosa.

—¿Cómo qué? A ver.

—Te besaría.

—Me voy.

Ni siquiera supe cómo dije ese "me voy" o cómo abrí la puerta. En mi cabeza se repitió el "Te besaría" y yo de estúpida lo imaginé besándome. No, en verdad que no podía seguir ahí, no me ayudaba, de hecho, empeoraba todo. Di un par de pasos, pero de repente él me tomó por el brazo. Su solo contacto me cortó la respiración. Temí soltar el aire con mucha obviedad, así que me tensé.

—Dijiste que no harías esto a espaldas de Aegan y además te acostaste con mi mejor amiga —le dije con rapidez, evitando mirarlo a los ojos—. Si no eres tan idiota como llegué a creer, suéltame y sigamos ignorándonos el uno al otro.

Su risa fue amarga, como si hubiera escuchado algo absurdo.

—Lo dices como si tú no lo hubieras hecho ya con Aegan, y ah, mira qué casualidad, es mi hermano.

Enfatizó la palabra "hermano" como para dejar en claro que superaba la de "mejor amiga". Y agh, deseé haberlo hecho. Quise sentir al menos un poquito de deseo hacia Aegan para ser mucho más cruel de lo que ya era. Deseé con tantas fuerzas poder restregarle en la cara que sí, que me acostaba con él cada vez que quería, pero no estaba en mis planes solo molestar a Adrik.

Tiré de mi brazo de mala gana para zafarme. Abrí la boca para decirle "adiós", pero ahí soltó algo que me paralizó:

—Ya, mejor olvidemos esto. Me voy en tres semanas, por lo menos quedemos bien, como dos adultos.

Y se me olvidó cómo era que uno movía las piernas para salir del apartamento. Olvidé que había una puerta, una salida, un mundo entero. ¿Qué acababa de decir? ¿Qué acababa de salir de esa boca con esa voz masculina y algo arrastrada? ¡¿Qué?!

—¿Eh? —fue lo que emití con torpeza.

—Que ya me cansé de Tagus, de Aegan, de todo y me largo —aclaró él con simpleza pero con decisión.

—¿A dónde?

Dejó la lata sobre la mesita junto a la puerta y me hizo una señal con los dedos para que lo siguiera. Lo seguí por inercia, como si flotara en el aire, todavía sin comprender bien el asunto, hasta que llegamos a su habitación. Estaba tan desordenada como cuando estuve encerrada en su armario. Él se acercó a su escritorio y cogió una hoja que había sobre una pila de libros. Solo cuando empezó a desdoblar entendí que no era una hoja sino un mapa.

Se situó a mi lado, hombro con hombro, y lo alzó frente a nosotros. Vi unas líneas y círculos rojos sobre ciertas partes, pero de repente me había atacado una confusión pasmosa.

—Marqué los lugares a los que quiero ir —indicó y señaló algunos círculos—. No me quedaré en un punto fijo. Quiero ver qué puedo hacer, moverme y conocer.

—¿No tendrás problemas por esto? —La pregunta me salió automática. No me parecía que mi cerebro estuviera conectando bien.

—Sí, pero haré lo mejor que sé hacer: ignorarlos y seguir.

—¿Cuándo te irás?

Giró la cabeza y yo hice lo mismo. Lo contemplé desde unos centímetros más abajo: su nariz recta, las líneas de su atractiva boca, el color plomizo de sus ojos y esas cejas que solía fruncir cuando estaba de mal humor. Todo en su rostro era irónicamente perfecto. Si se parecía a sus hermanos por genética, ya ni cuenta me daba. Era el fallo en el plan, y aun así no se sentía como un error.

—En unas tres o cuatro semanas —dijo en un tono más bajo, tan confidencial que me acarició la piel hasta causarme un escalofrió—. No se lo he dicho nadie, así que, ¿podrás guardarme el secreto?

Mira a quien le estaba confiando un secreto... ese secreto. Quise decirle que sí, que incluso me alegraba que estuviera dispuesto a hacer lo que él quería y no lo que Aegan le ordenaba, pero de pronto el pasmo se desvaneció y comprendí lo que aquello significaba.

No podía irse. No podía largarse en tres semanas. Tenía que quedarse, porque si faltaba un mentiroso, el plan no funcionaba por completo. Y tampoco podía... es decir... eso era lo que él deseaba, ¿por qué lo deseaba? ¡No! ¡No podía tener sueños así porque yo se los destruiría y no quería sentir culpa por destruírselos!

—Así que tú sí estás huyendo de algo —fue lo que logré decir y de inmediato tragué saliva.

Un caos se desató en mi cabeza.

—De mi familia no se sale, Jude, se escapa —admitió con una nota agria.

Asentí y me aparté de su lado. Di unos cuantos pasos por la habitación como si mirara las cosas, aunque no miré nada. La verdad era que estaba empezando a sentirme mal, y eso era un problema. ¡Maldición!, ¡me lo había repetido mil veces! ¡me lo había jurado! Sería dura, no pensaría en él de buena manera, no me sensibilizaría por el Adrik oprimido por su familia que quería escapar. Y no lo estaba cumpliendo. Todo lo contrario, una mínima palabra, que se atreviera justo ahora a ser libre, me devolvía a la noche de la feria, a las dudas, a las complicaciones.

Me pasé la mano por el cabello, tomé aire y lo expulsé, todo dándole la espalda a él para que no lo notara. Luego abrí la boca para decirle algo. Lo pensé y lo repetí en mi mente: "en verdad me gusta la idea de que hagas lo que quieres, cuenta con que no se lo diré a nadie, es bastante genial". Y no me salieron las palabras. Ni siquiera supe cuantos segundos tardé en intentarlo, solo que Adrik me puso una mano en el hombro y me giró para que lo viera.

En su rosto había cierta confusión.

—Hey, ¿qué pasa? —preguntó y examinó cada centímetro de mi rostro buscando algo, algo que en realidad estaba dentro de mí—. ¿Es una idea demasiado estúpida?

Lo siguiente pasó por razones que solo mucho después logré entender y que un poco más abajo te voy a explicar.

Cogí el rostro de Adrik y, sin avisar, le planté un beso. Simplemente lo hice, sin pensarlo, sin planearlo, nada más por el impulso. Él no lo comprendió durante un segundo, pero al siguiente sus manos buscaron acoplar nuestros cuerpos al mismo tiempo que nuestros labios se movían. Dios, cada vez que lo besaba sabía mejor. Su boca, su lengua, su manera de besar tan confiada pero al mismo tiempo con control. Su piel contra la mía, su respiración contra mi cara, toda su presencia en conjunto con mis debilidades. Era... una sensación indescriptible, como si sus besos pudieran borrar pasado y restarle importancia al futuro. Entonces solo existía ese momento, esas dos personas, ninguna mentira.

Me aparté unos centímetros con los labios aun entreabiertos y la respiración agitada por lo rápido que latía mi corazón, y lo solté sin más:

—Es una increíble idea, vete lo más rápido que puedas.

Adrik me miró con cierta perplejidad. Pensó en decir algo, lo sé porque lo intentó, pero las palabras no le salieron. Por primera vez, no tuvo algo que opinar, contradecir o señalar, y yo tampoco quise decir más.

Aquí se inserta la salida dramática.

Bueno, no. Sí salí de la habitación a paso apresurado para que él no tuviera tiempo de interponerse, pero cuando iba por la sala me medio resbalé a lo loco y casi me doy de boca contra el piso. Logré equilibrarme con la pared, pero luego ¡patas para qué las tengo! Ni siquiera cogí el ascensor, sino que bajé corriendo las escaleras.

En realidad hubo una razón exacta para besar a Adrik y otra que no quise aceptar. En primer lugar, fue solo una elección. Si se iba antes, todo sería mucho más fácil. La destrucción sería la misma, claro. Se enteraría de todos modos, su apellido quedaría manchado, pero al menos no tendría que verle la cara en ese momento. No tendría que afrontar el: así que siempre mentiste, así que a pesar de todo me atacaste.

En un principio quería acabar con los perfectos mentirosos. Hasta ahora el objetivo no había cambiado. Adrik también tenía que caer, pero si podía evitar enfrentarme a él al final, elegiría eso.

Solo que en ese momento no tenía ni idea de que me enfrentaría a muchas cosas a partir de ese día.

Y la primera de ellas me estaba esperando en el apartamento del bloque F de Tagus.

Apenas abrí la puerta, encontré a Artie sentada en el borde de la ventana. Giró la cabeza para verme entrar, y hundí las cejas con extrañeza en cuanto le vi el rostro hinchado y empapado en lágrimas. Tenía el cabello revuelto, era un desastre, pero lo siguiente en lo que me fijé fue en el celular que tenía en la mano.

Mi celular.

El que le había prestado en la exposición y había olvidado pedirle.

—Jude, ¿qué es esto? —soltó sin rodeos y apuntó el teléfono hacia mí para que lo observara por completo.

En la pantalla se reproducía aquel video de mi primer beso con Adrik la tarde del incienso. 

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Mis lectores hermosos, lamento mucho haber tardado tanto :(

Sí, sé que quiere matarme como a Aegan, pero a veces pasamos por momentos difíciles, ¿no? Bueno, estuve en algo que no me pondré a explicar, pero justo hoy me sentí mejor y me puse full concentrada a editar el capítulo porque dije: ya no más, Alex, tienes que levantarte y continuar, hay personas esperando por ti, no les hagas esto.

Y aquí estoy. Me dan bajones, pierdo la inspiración, me frustro, me enojo conmigo mismo por frustrarme, pero al final me pongo a leer los mensajes que me mandan, los comentarios y encuentro la motivación. Les juro que estos días lo que me ayudó a levantarme de la cama fue leer mensajes de ustedes. Ni siquiera tenía idea de cómo responderlos, solo los leía y dios, lo iba entendiendo.

Quizás algunas cosas no van como quiero o no pasan como ansío, pero ustedes existen, me leen, me dan apoyo y yo quiero agradecerles eso.

Si ven que tardo NO piensen que abandoné o abandonaré la historia. Puede que solo esté encogida en mi cama pasando por estas crisis estúpidas, pero siempre regresaré a traer lo que debo. Hubo un tiempo en el que publicaba y luego quitaba las historias. Ese tiempo no volverá. No lo haré otra vez, así que no tienen que desanimarse. A veces también tardo porque estoy escribiendo otras cosas, la segunda parte de mi libro Asfixia, la edición nueva de mi historia Damián y otras historias que quiero subir cuando termine esta.

Así que, ¿qué les pareció el cap?

Estamos en la recta de las revelaciones. No se imaginan lo que se viene pero es súper intenso. A partir de aquí los quiero con mente abierta, sin adelantarse a nada, solo esperando por las aclaraciones. Verán unas facetas sorprendentes de algunos personajes y todo da un giro inesperado cuando se revele una gran verdad.

Quiero que estén listos, que lo tomen con calma, que esperen hasta el final a pesar de que todo parezca un caos sin solución, y que confíen en mí. No se decepcionen tan rápido, tenga fe y polvo de hadas.

¿Adelanto?

Jude tiene que dar explicaciones.

Adrik debe decidir algo importante.

Aleixandre tendrá que evitar colapsar.

Y Aegan, ¿controlará la situación?

Los perfectos mentirosos van en picada. Su reputación, su trono, su familia, todo está en peligro.

Y Regan Cash lo sabe muy bien.

En Facebok existe un grupo llamado "Inmunes del 9/9" Es dedicado a todas mis historias. Hoy hice un post preguntando como creen que deberían llamarse los lectores de esta historia. ¿Qué tal si me ayudan a decidirlo? Dejen sus opciones, o si quieren unirse al grupo donde comparten memes, teorías y muchas imágenes y cosas, pueden buscarlo por ese nombre, o ir a mi perfil, ver mi descripción y seguir el link.


Besos mentirosos,

Alex.

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