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Capítulo 30

Los dos siguientes días pasaron exactamente igual que el anterior, las flores en conjunto, chocolates y notas escritas por Alex no paraban de llegar, ahora mismo tenía yo más ramos de flores que la floristería local. Los mensajes tampoco han disminuido, todo lo contrario, mi teléfono celular no parada de sonar debido a las notificaciones:

Alex: Buenos días.

Alex: ¿Cómo estás? ¿Has desayunado?

Alex: ¿Te han gustado las flores?

Alex: ¿Te gustaría quedar?

Alex: ¿Qué has hecho hoy?

Alex: ¿Cenaste?

Alex: Buenas noches pequeña, descansa.

Y así continuaban llegando uno detrás de otro incluso por las cosas más pequeñas, sin embargo, todos quedaban sin respuestas, no he vuelto a hablar con él desde que recibí los libros. Mario y Catherine no me habían presionado más para que hablase con él, pero se pasaban gran parte del día soltando indirectas. Para mi pesar, Cath tuvo que marcharse pronto debido al trabajo y a una nueva cita que poseía, estaba muy feliz por mi amiga y su nuevo enamoramiento, pero tenerla aquí me hacía distraerme de los problemas. Mario por su parte aun no me decía la conversación que había tenido con Alex el día que pelearon y salió lastimado el pobre e inocente Aston Martin, trate de sonsacarle la información, pero el ex –militar era más duro que una piedra.

El ansiado día de la inauguración llegó y no había rastro de Alex, debía de estar preparando los detalles de último momento, sin embargo, mi subconsciente me engaño una vez más haciendo que deseara que me escribiese o llamase como los últimos días, no tenía la menos idea de que pasaría luego de hoy y eso me estaba sacando de mis casillas.

Por los reportes que me había dado Robert el montaje de las fotografías había quedado de maravillas, no existió ningún contratiempo.

— ¿Vas a ir? —preguntó Mario esta mañana mientras nos encontrábamos bebiendo el café recién colado.

—No estoy segura, lo más probable es que descanse un poco, tendré mucho trabajo cuando regrese.

—Abby, tenemos que hablar, esto no puede continuar así.

—Lo sé, pero…

—Pero nada, ¿qué piensas hacer? ¿Permanecer en tu casa el resto de tu vida? —no era un regaño, sino más bien como una charla fraternal.

No respondo, pienso detenidamente en lo que diré, es cierto que no puedo seguir de esta manera por lo que reste de vida, debo de afrontar los problemas. Mario me sorprende realizando una nueva pregunta que no esperaba.

— ¿Por qué demonios pediste los días libres en la galería?

La verdad es que no estaba segura, no obstante, la respuesta se manifestó en mi mente como si fuese un rayo en medio de la oscuridad de la noche.

—Pensé que se marcharía, que no le volvería a ver y sería más sencillo para ambos. Él podría seguir con su extravagante vida y yo con mi trabajo.

— ¿Eres idiota cierto?

No supe que responder a eso, no lo esperaba, me quedé mirando a mi amigo casi sin parpadear balbuceando respuestas en vano, ahora sí que parecía idiota.

—Escucha Abby Blaine porque solo lo diré una vez—nuevamente su tono de voz no era de regaño, sino aclaratorio— Un chico que se le pasa mandándote flores, mensajes, que te ha comprado tu saga de libros preferidas e incluso se fija en los pequeños detalles y rutinas de tu día a día no se marchará solo porque ha culminado una exposición. Él te quiere y seguirá insistiendo hasta que dejes de ser tan cabezona, o sea, es uno de los hombres más orgullosos y tercos de los que he oído hablar y ha arrojado todo eso a un lado para seguir contigo. ¿Entiendes lo que te digo preciosa?

Asiento, es mucha información para procesar y lo peor de todo es que sabía que era real, aún recuerdo el día que íbamos juntos en el coche y dedicándome el tema de Causa Perdida me confesó que no me abandonaría por una idiotez.

—Escucha mocosa—mi amigo intenta sonar duro, pero el afecto de su voz sobresale, ante todo—Ya conseguí apartamento.

—Enhorabuena—me alegro por él, pero la verdad es que me siento hundida—Te voy a extrañar, ya me había acostumbrado a tu compañía.

—Lo sé, por eso quiero que resuelvas tus problemas con el ricachón antes de que me marche, no quiero dejarte sola así.

—Estaré bien—le contradigo.

— Una de dos, o vas a terminar deprimida o vas a salir a matarle si les da por tener una discusión como la del otro día.

No puedo evitar soltar una carcajada, tengo que reconocer que mi amigo no se equivoca, ahora que lo pienso, parecíamos dos niños enamorados discutiendo cuando Alex se presentó a mi puerta y mi sonrisa se amplía aún más, es exactamente como en nuestros días de escuela.

—Te prometo que hablare con él.

—Entonces ve hoy a la galería.

—No creo que hoy sea el mejor momento.

—Excusas, siempre es un buen momento.
Intento cambiar de tema.

— ¿Cuándo te vas?

—En tres días señorita, esa es su fecha límite para hablar con el capullo.

— ¿Por qué no me dijiste lo del apartamento antes? ¿Cómo lo conseguiste?

—Quería decírtelo cuando estuviese listo, Karla, la chica con la que estuve saliendo era de la inmobiliaria y me ayudó mucho.

—Me alegro mucho por ti, tienes cita y casa.

—Deja de cambiarme de tema señorita, habla con Alex.

—Sí pesado, no molestes más.

Ambos nos reímos, el timbre de la puerta suena y voy en camino a abrirla.

—Debe de ser un nuevo repartidor de flores.

Escucho como dice Mario a mis espaldas, sin embargo, mi instinto me dice que no se trata de un nuevo ramo de rosas. Abro la puerta y no hay nadie en el exterior, estoy a punto de cerrar cuando algo en el suelo llama mi atención: es un sobre. Lo recojo y vuelvo al interior de la casa, no tiene firma, pero creo saber quién lo manda, miro a Mario y por su sonrisa de malicia sé que él también lo sabe. Se levanta para marcharse a su habitación, no sin antes dirigirme unas últimas palabras.

— ¿Sabes? Dije que no te diría nada, pero al diablo, Alex nunca ha estado con Teresa, ella solo era una acompañante el día de la fiesta del bar para encelarte, jamás se ha relacionado con ella de ninguna forma.

—Se besaron—digo casi que insultada— ¿Me vas a decir que eso no es tener algo?

—También hay una explicación lógica para ello, aunque ya eso debe contártelo él.

Mario se marcha dejándome aún más confundida que antes, yo también voy a mi habitación para ver lo que contiene el sobre con mayor tranquilidad. Sentada sobre mí cama examino el contenido: Un folleto impreso sobre la exposición de esta noche y una carta. En el primero hay algo que llama mi atención, una fotografía de mi rostro, imagino que sea debido a que trabaje en la curaduría. Abro la carta y la leo.

¿Te cuento una cosa pequeña? No he dejado de pensar ni un solo segundo en ti, si no logro verte esta noche entenderé que no me deseas en tu vida, pero eso no significa que dejaré de quererte ni por un segundo o que me rendiré. Necesito que veas esta exposición, es mi trabajo dedicado a ti, además sé que este trabajo significa mucho para ti. Te estaré esperando esta noche a las nueve en la entrada de Hawk Studio. Te quiero.
Alex.

No entiendo porque dice que la exposición es un trabajo dedicado a mí, es algo que él tenía planeado incluso antes de reencontrarnos, sin embargo, acabo de caer en su trampa, paso todo el día debatiéndome los pros y contra de ir a la exposición y, a pesar de que me convenzo a mí misma que son más los contras no dejo de pensar en asistir y poner fin a tanto martirio de una vez por todas, que suceda lo que sea necesario.
Al llegar las siete de la noche aún estoy dando vueltas por toda la casa pensando en que hacer y en pijamas. Ocho de la noche y aun continuo indecisa.

— ¡Hasta aquí! —grita Mario arto de verme de un lado para otro—Ve a bañarte y arreglarte ahora mismo.

Sin poner peros hago lo que me pide, trato de no pensar mucho en que pasará, sé que si lo hago terminaré volviendo a colocarme el pijama y meterme en la cama. Elijo un sencillo vestido rojo de tirantes y unos tacones del mismo color. Mario me esperaba en la sala con un traje de smoking puesto.

— ¿Irás conmigo? —pregunto casi que agradecida.

—Por supuesto, viene a ver y te escapas a mediación de camino, el taxi espera abajo, vamos.

El taxi nos encamina con toda la rapidez de la que es capaz hasta la entrada de la galería, son un poco pasadas las nueve de la noche y, sin embargo, Alex aún espera en la entrada. Mario me ayuda a bajar del taxi y, cuando llegamos hasta donde esta Alex, este le saludo y mi amigo sigue su camino hacia la exposición dejándome detrás de él.

—Pensé que no vendrías—Alex no puede contener el gesto de alivio que cruza su rostro.

—Deberías estar adentro recibiendo los elogios por las fotografías.

—Necesitaba esperar a la modelo.

— ¿Qué? —pregunto incrédula.

—Lo veras cuando entremos.

Me extiende su brazo en un signo de cortesía y caballerosidad y le acepto, ninguno de los dos dice palabra aun para aclarar la situación entre nosotros, el silencio, un poco tenso, nos rodea. Puedo sentir como su brazo tiembla y sus manos sudan ¡Está nervioso! Cuando llegamos a la planta del edificio donde tiene lugar la exposición, varias personas nos saludan y me elogian, no comprendo por qué hasta que veo las fotografías de Alex.

—Soy yo—digo más para mí que para las personas de mí alrededor.

Efectivamente las fotografías si eran de los lugares que visitamos juntos en Nueva York: el Central Park, la playa, la quinta avenida, pero en todas, el centro de atención era yo: Yo recostada sobre la hierba bajo la lluvia en el Central Park, yo admirando la puesta de sol desde la playa, incluso una mía durmiendo en mi propio sofá el día que me hallaba enferma y Alex me cuido.

—Has cambiado la exposición—digo—Estas no eran las fotografías que me mandaste.

—La exposición trataba sobre la manera en que veo la belleza de Nueva York—explica Alex—Para mí no hay mayor belleza que tú.

Veo como todos nos observan, somos el centro de atención en la galería, intento escaparme, pero Alex me sostiene la mano.

—Escucha cariño…

—No soy tu cariño—le interrumpo, casi sin convicción en la voz, pero Alex me ignora.

—Cariño, jamás te he engañado en mi vida—me quedo estática en el lugar—Si quede con Teresa, pero fue para decirle que la denunciaría ante la policía si te continuaba acosando, ella se arrojó a mis brazos y me beso, la rechace y amenace con colocarle una orden de alejamiento, le dije que con mi posición sería muy fácil cerrarle todas las puertas para futuros trabajos en Nueva York, se marchó enojada diciendo que eso no quedaría así y al otro día se presentó en casa para contarte todo a su manera. Por favor perdóname.

Estoy atónita por todo lo que escucho, Alex se arrodilla ante mí y en los altavoces de la galería comienza a sonar la canción La Correcta de Morat.

Te cuento que me encuentro enamorado,
Y siento que esta vez es la correcta,
Te cuento, para mi ella es perfecta, con todos sus defectos y pecados…

—Por favor Abby no desaparezcas de mi vida.

Todos a nuestro alrededor nos observan conmovidos, de seguro esto saldrá mañana en todas las noticias, es la primera vez que Alex demuestra públicamente su relación con una mujer. La canción sigue sonando en mis oídos.

No pienso dar un paso atrás,
E

n el camino que me lleve hasta tus besos,
No pienso en eso, se los confieso, hoy me arriesgo a todo sin mirar atrás…

La letra describía exactamente lo que él estaba haciendo en estos momentos, apostaba toda su vida y futuro por mí, y yo le quería.

—Tonto—me agacho junto a él, ya no me interesa si pierdo el trabajo o quien nos vea—Como te iba a dejar, no ves que te amo.

si tú te vas, serías la culpable de mis besos desterrados,
Si tú te vas, yo habría sido un rey que ahora se viste de soldado,
Si tú te vas, será porque mi suerte me condenó a perderte y te arrancó de mí,
Si tú te vas, serías la correcta y yo sería el equivocado, si tú te vas…

Alex me abraza fuertemente con sus ojos llenos de lágrimas para luego besarme fuertemente como ya yo extrañaba que lo hiciera.

—Jamás te dejaré escapar muchacha.

FIN

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