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Capítulo 3

Sentí como si hubiesen transcurrido horas desde que Alex entro en la habitación, por cuestiones de educación debía de ponerme en pie saludar a nuestro nuevo cliente, pero me era imposible, me había quedado paralizada en mi silla, ninguno daba la primera palabra, incluso el señor Hawk logró percibir la tensión que se generaba en el ambiente.

— ¿Ocurre algo?

—No, lo siento, he sido un poco descortés—me apresuro a contestar, rompiendo el contacto visual y retomando la compostura, extiendo mi mano hacia el nuevo integrante de la habitación en señal de saludo, continúo sentada, tengo miedo que las piernas no me respondan debido a la impresión— Un gusto conocerle señor Meelark, será todo un placer trabajar con usted.

— El gusto es mío señorita...— dice extendiendo su mano al mismo tiempo.

—Abby Blaine.

Sus ojos se vuelven a fijar muy atentamente en mí, mientras que con gran educación responde a mi saludo. A esta altura me era muy difícil, por no decir imposible, saber si me recordaba o no.

Continuaba siendo unos centímetros más alto que yo. En muchos aspectos, no había cambiado demasiado. A pesar del traje que llevaba, los músculos de sus brazos se podían percibir a la perfección, y su piel bronceada por el sol contrastaba con sus ojos azules zafiro. Su cabello oscuro todo desaliñado junto con su barba de varios días le agregaban el toque rebelde, pero a la vez muy sexy. Pensándolo mejor, no había cambiado nada, físicamente, aún era el chico que yo recordaba.

—Abby, el señor Alex necesitará que le muestres diversos lugares de Manhattan para la realización de sus fotografías, el contrato ya está realizado, me encargue en persona de su redacción y firma, puedes pedírselo a Sara para que estés al tanto de todas las clausulas presentes.  Creo que ya es momento que se retire y comience a trabajar.

—No se preocupe señor.

—Se me olvidaba un último detalla—dijo mirando los papeles sobre su escritorio— La exposición será inaugurada en un mes contando desde hoy. ¡Suerte!

Aunque no habló de manera fuerte percibí el tono de amenaza en su voz. Esto solo significaba que si la cagaba me podía ir despidiendo de mi trabajo. ¿Un mes? Era todo el tiempo del que disponía, una tarea un poco difícil si se señalaba que aún no conocía las obras o ideas que se tenían planeadas.

Con un breve asentimiento de cabeza doy por entendida la advertencia. Me levanto de la silla de manera lenta pero firme, la sangre ya me comenzaba a hervir por todo el cuerpo, prácticamente me han reducido a una simple guía turística, tantos años trabajando duro para que mi ascenso dependa de esto, aunque mi mayor problema sería lograr trabajar con Alex.

No sabía cómo dirigirle la palabra y ni se hable de mirarlo a la cara. Si por lo menos se viese envejecido, desgastado, excesivamente gordo o anoréxico, ¡PERO NO! Seguía luciendo incluso más guapo de lo que recordaba, esos ojos con sus pestañas largas siguen siendo los más hermosos que he visto en toda mi maldita vida. Sinceramente mi penosa existencia era la prueba definitiva de que si existía un Dios tenía gran sentido del humor.

Cruzo la puerta del despacho y me dirijo a mi oficina a paso rápido con Alex siguiéndome los talones.  Debo relajarme, puede que este armando una tormenta en un vaso de agua y él ni siquiera me recuerde, o aún mejor, puede que mi falta de sueño me esté haciendo creer que es la persona que conocí hace tantos años, o sea, realmente no debe ser el único Alex Meelark que exista en el mundo, seguro que es un nombre muy común. Sí, debe de ser eso.

—Abby—mi nombre sale suavemente de sus labios, casi en un susurro— ¿Hasta cuándo vas a seguir actuando como que no me conoces?

¡MIERDA!, esto no me puede estar pasando.

No respondo, entramos a mi pequeño despacho. La entrada en vez de puertas y paredes posee láminas de cristal, a juego con el resto del edificio, cubiertas por pequeñas cortinas que se deslizaban en caso de que necesitase privacidad para trabajar.  Aunque lo que más me gustaba eran las vistas a través de los ventanales en dirección al paisaje urbano neoyorquino, Las paredes estaban recubiertas de pequeños estantes con libros de arte sobre diversas épocas. Espero a que entre para cerrar la puerta, tomo el lugar que me corresponde en mi escritorio y lo primero que hago es telefonear a Sara.

—Hola, ¿podrías por favor enviar el contrato del señor Alex Meelark?

—No te preocupes, en un minuto tendrás el contrato, que suertuda eres, ¿has visto que guapo es?

—Gracias Sara, adiós—cuelgo sin esperar respuesta del otro lado del auricular.

Sé que soné un poco cortante, pero lo último que me apetece en estos momentos es tener que contestar esa pregunta. Desvío mi atención del teléfono mientras exhalo un largo suspiro, ya era hora de encarar el problema que estaba en frente, observándome, con sus manos posadas sobre sus sensuales labios como si se encontrara pensando en algo. ¡BASTA YA!

—Bien señor Meelark, en lo que envían una copia del contrato que usted firmo me gustaría que me informase sobre lo que tiene planeado para la exposición y…

—Te has vuelto incluso más hermosa Abby— indica en un pequeño susurro que me hizo poner la carne de gallina, no estaba segura de sí hablaba en serio o me tomaba el pelo.

—…y como le decía, si ha pensado alguno de los lugares que desea fotografiar, necesitamos planificar su agenda para el resto del mes.

—Deja ya hacer como que no me conoces por dios, sé que eres tú y que me recuerdas, vi tu reacción cuando entré al despacho de tu jefe. No puedes imaginar la emoción de reencontrarte después de tantos años ¿Por qué me estas ignorando, hay algo que te moleste?

SERÁ SÍNICO

—Escúchame Alex, este es mi trabajo y no pienso ponerlo en riesgo conversando contigo sobre nuestras vidas o de cómo nos ha ido en estos cinco años, ya bastante tengo con que mi lugar en la galería dependa de convertirme en tu asistente personal por todo un mes, ¿Entendido?

Unos golpes en la puerta interrumpieron la respuesta que comenzaba a formularse en la boca de mi acompañante.

—Adelante—dije un poco aliviada por la interrupción.

—Siento molestar, pero aquí te traigo los papeles que pediste—Sara pasaba su mirada de Alex a mí como si percibiera que algo estaba pasando.

—Gracias cariño— contesté esbozando una sonrisa lo más calmadamente que pude.

—Si necesitas algo mas no dudes en hacérmelo saber— Sara no dejaba de fijarse en Alex casi babeando a la espera de que este le devolviese la mirada, pero no fue así lo que provocó que me sintiese un poco satisfecha y confundida por mi reacción.

Una vez que Sara sale de la habitación Alex vuelve a hablarme.

—Solo decía que si estaremos tanto tiempo trabajando juntos lo mínimo que podemos hacer es llevarnos bien, ¿no crees?

—No habrá problemas mientras recuerdes que, aunque antes fuésemos amigos…— las palabras se atoraron en mi boca—Ahora solo somos curadora y cliente.

— ¿Solo amigos? — una sonrisa pícara asomo en sus labios, eso era un golpe bajo y él lo sabía, ¡SERÁ CABRÓN!

—Sí, solo amigos—no planeaba seguirle la rima en este juego que estaba creando.
Abre los labios como para contradecir mis palabras, pero los vuelve a cerrar, sonriendo y enarcando las cejas en una combinación que logra que me estremeciera de la cabeza a los pies. Solamente asiente.

—Eso ya lo veremos cariño—murmura guiñándome el ojo.

Quise protestar a su provocación, pero rápidamente cortó mis palabras.

—Bien señorita Blaine, ¿Qué desea saber sobre la exposición?

Su cambio repentino de actitud me hace sospechar. De un instante a otro pasó de la provocación a una seriedad que, por lo que recuerdo, no era muy usual en él, pero creo que sería mejor dejarlo así.

—Para comenzar, ¿qué le parece si me dice que tiene pensado plasmar en su proyecto?

Después de pasar alrededor de tres horas en la misma oficina que Alex, habíamos llegado a un acuerdo sobre la lista de lugares que planeábamos visitar así que di por concluida la reunión, acordando que, dentro de dos días, nos reencontraríamos para comenzar el trabajo.

Resulta que, a pesar de no querer reconocerlo, me encantaba el tema que planteaba sobre mostrar la belleza de Nueva York, no desde el punto de vista que conocían los turistas, sino la que vemos día a día las personas que vivimos aquí. Era un planteamiento muy naturalista y apegado a la realidad, sin la necesidad de costosos escenarios o extravagantes modelos.

Alex no volvió a presionarme para entablar una conversación fuera de los temas de trabajo, pero seguía incomodándome con cada gesto, movimiento y respiración que realizaba, y lo peor es que era consciente del efecto que provocaba en mí, le gustaba mantenerme en sobre alerta a cualquier acción suya.

Ya era el horario del almuerzo y mi estómago rugía con ansias. Baje en el ascensor a la primera planta y me dirijo a la mesa de Sara que aún se encontraba inmersa en su trabajo.

— ¿Lista para irnos? —pregunto.

—Dame cinco minutos a que me releven y podremos marcharnos ¿A dónde vamos hoy? —pregunta ansiosa.

—Dicen que a dos cuadras han abierto un nuevo restaurante de comida china ¿Te apetece?

—Fantástico—contesta Sara con una sonrisa.

En cuanto aparece un chico joven para relevar a mi compañera ambas nos encaminamos al nuevo restaurante. El local se encontraba repleto de personas, pero rápidamente fuimos capaces de conseguir una mesa para ambas.

— ¡Por Dios! — Exclamó Sara con asombro— No cabe ni un alma más en este lugar.

—Ya sabes que siempre que inauguran un nuevo local es lo mismo al comienzo—respondí encogiéndome de hombros.

Una joven de rasgos asiáticos se acercó a nuestra mesa para recoger el pedido. Sara y yo ordenamos una ración de dim sum de mariscos para cada una y para acompañar té verde. Cuando la chica se marchó, Sara no apartaba los ojos de mi rostro mientras se mordía el labio, era como si esperase a que yo dijese algo primero.

—Vamos, desembucha— suelto de repente sin poder aguantar más la presión.

— ¿No piensas contar nada de Alex? es la nueva noticia de toda la galería.

—Es solo otro cliente más, no hay nada de qué hablar y deberías llamarlo por su apellido, es uno de los artistas para los que trabajamos, no nuestro amigo de la infancia—o por lo menos, así era en el caso de Sara.

— ¿Es cierto que la exposición será en un mes?

Asiento, apesadumbrada, con la cabeza.

—Pero eso es casi imposible, incluso curadores experimentados necesitan un poco más de tiempo.

—Eso es lo que hay, solo me queda trabajar.

—Por lo menos el señor Meelark es muy guapo—argumenta, haciendo caso esta vez a mi regaño— Tienes suerte.

—Ni siquiera me he fijado—miento.

Antes de que Sara pueda seguir interrogándome la joven de antes regresa con nuestros platos.

—Será mejor que nos apuremos antes que termine el horario de almuerzo, no quiero enfadar al señor Mathew en estos días.

Y diciendo esto doy el tema por finalizado.

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