Capítulo 26
No puedo creer aun lo que ven mis ojos. ¡Qué diablos hace Teresa en medio del vestíbulo de Alex! El rostro de Alex ha pasado de la total perplejidad a un enojo colosal, sus cejas fruncidas me dan a entender que esta visita le agrada tanto como a mí, o sea, una mierda. Me levante del cómodo sofá y me encamino junto a Alex, necesito una explicación y la tendré, a las buenas puedo ser el caramelo más dulce, pero a las malas me puedo convertir en el veneno más letal y la verdad es que mi paciencia ya estaba llegando a su máximo límite.
— ¿Qué haces aquí Teresa?
La gravedad en la voz de Alex, por unos segundos, me sobresalta más que el hecho de ver a la zorra siliconada. No queda en él ni una pizca de la educación que mostró hacia ella la noche del restaurante, esta actitud provoca que una pregunta surja en mi mente ¿A qué se debe tanta mezquindad tan repentinamente?
—Estaba cerca y pensé en pasar a saludar—no me gusta la sonrisa en sus labios—Abby, cariño, que gusto encontrarte aquí…
— ¿Cómo lograste subir sin que el portero me avisara? —interrumpe Alex.
La sonrisa de Teresa se expande aún más por su rostro, el brillo malicioso de sus ojos demuestra que algo se trae entre manos y, por lo visto, está logrando sus objetivos.
—No pensé que te molestaría una sencilla visita luego de nuestro encuentro de ayer en la mañana.
Soy consciente del escalofrío que recorre el cuerpo de Alex, un pensamiento pasa por mi mente y el mundo de fantasía en el que he estado viviendo hasta este momento se empieza a desmoronar: Ayer en la mañana Alex debió haber estado en su oficina resolviendo unos asuntos pendientes. Paso la mirada de uno a otro esperando que sea una farsa, sin embargo, la tensión que ronda a Alex y la manera en que cierra los puños terminan por confirmar la afirmación de Teresa. Hubiese deseado no ser la única en la habitación que se ve tan confundida.
— ¿Alex, a qué se está refiriendo Teresa?
Para mi asombro, logro sonar serena y sin nervios, lástima que mis sentimientos en este momento sean todo lo opuesto. Un rápido vistazo a ambos me permite deducir como Alex, solamente con la mirada, le exige a Teresa total silencio y que le deje hablar a él, pero esta última parece hacer caso omiso de su pedido.
—No lo sabías querida, Alex ayer me llamo en la mañana para quedar, incluso nos vimos aquí mismo, por eso el portero me dejo subir.
— ¿Pensé que habías estado en la oficina todo ese tiempo ayer?
Cruzo mis manos sobre el pecho tratando de fingir la dureza e indiferencia que sé que no poseo en estos momentos. Alex abre la boca para decir algo, pero Teresa se le vuelve a adelantar.
—Te dijo que estaba en la oficina—suelta una carcajada— ¿Cómo le has dicho semejante cosa a tu novia? —le pregunta a Alex sarcásticamente haciendo énfasis en la última palabra, sabe lo que sus palabras provocan y no le importa—Aunque entiendo, a ninguna chica le gustaría saber que su pareja se ha pasado toda la mañana en su apartamento con otra chica compartiendo alguna que otra copa.
Ni siquiera sé que contestar, las palabras se atoran en mi garganta.
—Sabes que no fue así Teresa, deja de mentir.
—Ahora miento, de seguro que también me negarás que me has estado llamando al teléfono desde que nos reencontramos en el restaurante la pasada noche, de paso dirás que tampoco me besaste ayer.
Y ahí la gota que derramó el vaso, me sentía como si me acabasen de dar una bofetada sin manos, necesitaba de mantener la poca dignidad que me quedaba por los suelos, trato que mi voz no tiemble cuando hablo ni que se note el nudo que comienza a formarse en mi garganta como un anuncio de que las lágrimas están cerca.
—Si me disculpan necesito ir a recoger mi mochila, ustedes dos pueden seguir con su conversación—enfatizo fríamente la siguiente frase— Aquí estoy sobrando.
No demuestro sentimiento alguno en mis palabras, vuelvo a ser el tempano de hielo que era antes de salir con Alex. Subo con paso firme las escaleras que dan a la habitación donde se encuentran mis pertenencias, siento una voz que repite mi nombre una y otra vez, pero estoy demasiado aturdida como para darme cuenta si es mi imaginación o no.
Entro en la recamará y comienzo a guardar todas mis pertenencias en la mochila, ahora todo comienza a tener sentido: los nervios de Alex ayer tan temprano en la mañana, su apuro por marcharse, no obstante, sigo sin entender el porqué de su mal humor cuando nos vimos en la tarde en la galería, aunque en estos momentos ya no me interesa, o eso intento decirme a mí misma, estoy demasiado dolida como para pensar en nada. Siento una fuerte mano que me sujeta el brazo para darme la vuelta, me encuentro con esos hermosos ojos azules que, si hace unos minutos me proporcionaban alegría, ahora solo me producen deseos de derrumbarme. Caigo en la cuenta que la voz que pronunciaba mi nombre era Alex que me había seguido.
—Escucha Abby, las cosas no son como Teresa las dice, yo no….
— ¿Tú no qué? ¿No la viste ayer? ¿No la llamaste? —la sensación de un puñal en mi abdomen se hace presente, pero ya no puedo parar mis palabras— ¿No la besaste?
Continúo mirándole fijamente a los ojos, no responde y, para mí, ya esa es toda la respuesta que necesito. Si tenía un chance de desmentir a Teresa era ahora, pero cuando la verdad sale a la luz no vale la pena ocultarla. Me volteo y termino de empacar lo que me queda.
—Abby, te prometo que todo tiene una explicación, no es como piensas, por favor.
Siento el dolor en sus palabras, una parte de mí desea escuchar su explicación, pero rápidamente desecho esa idea.
—No tengo nada que escuchar Alex, me mentiste cuando yo confiaba en ti—me permito un momento de debilidad—Me engañaste, ¿fue divertido para ti escuchar mientras ella se burlaba de mí en el salón? Sabías que deseaba apartarnos y le diste la clave para hacerlo. Tal vez tengas razón y las cosas no sean como Teresa diga, pero ya es muy tarde para contarme la verdad porque no me interesa saberla. Me pediste que te amara y fui lo suficientemente idiota como para hacerte caso, tengo mis defectos, pero jamás te he mentido. Me dejé convencer por tus tiernas palabras y tus actos de romanticismo, cometí el error de creer que estaríamos juntos. Me traicionaste y no solo por besarla. Me arrepiento de haber confiado en ti, eres un perfecto canalla.
Logro contener las lágrimas que amenazan por salir de mis ojos. Alex parece una estatua parada frente a mí, como la escultura de Lucifer del escultor Guillaume Geefs, tan maligna y hermosa a la vez. Intenta tocar mi mano, pero doy un paso atrás para evitarlo.
—Por favor Abby, no me abandones—ruega cayendo de rodillas al suelo, necesito salir de aquí antes que las lágrimas terminen de caer.
—Adiós Alex.
Bajo las escaleras casi que corriendo y frenó mi paso cuando veo que Teresa aún se encuentra parada en el recibidor con una sonrisa de oreja a oreja. Levanto en alto la cabeza manteniendo mi orgullo, cuando paso por su lado me dice:
—Te dije que te quedaba poco tiempo a su lado.
— ¿Cómo conseguiste mi número? —es lo único que pregunto.
—Lo tomé del móvil de Alex cuando nos vimos ayer. Te advertí que me volvería a llamar, que se cansaría de ti, no eres lo suficiente mujer para él, solo eres una puta zorra que no sabe su lugar.
¡Suficiente! Mi mano hace contacto en el rostro de Teresa en una fuerte bofetada que la arroja hacia atrás. El punto donde mi mano impactó con su cara comienza a enrojecer, cuando va a volverse a incorporar le doy otra. Juré que jamás pelearía por un hombre, sin embargo, tampoco permitiría que una arpía de baja calidad me insultase de esa manera.
En el momento en que Teresa se lanza sobre mí la mano de Alex le rodea la cintura para detenerla, parece una gata enjaulada dando patadas y arañazos en los brazos de Alex.
—Nunca te vuelvas a meter conmigo zorra siliconada—me encamino a la salida y mientras las puertas del ascensor se abren me dirijo a ellos una última vez—Espero que sean muy felices juntos, se merecen el uno al otro.
Las puertas del ascensor se cierran y lo único que deseo es sentarme en el suelo y hacerme un ovillo, no obstante, es un lujo que no me permito en estos momentos. Logro tomar rápidamente un taxi, el orgullo es lo que me impulsa a mantenerme con la cabeza en alto. Son casi las seis de la tarde cuando llego a mi apartamento, entro y veo a Mario sentado en el sofá viendo la TV.
—Hola, pensé que te quedarías hoy en casa de los guaperas, he cocinado lasaña por si te apetece comer algo.
El cariño que recibo por parte de mi amigo es el elemento final que me empuja al oscuro abismo, caigo de bruces en el suelo y sin ni siquiera decir una palabra comienzo a llorar. Mario asustado salta a mi lado en una fracción de segundos.
—Abby, ¿Qué pasa cariño? ¿Te duele algo? ¿Qué ha sucedido? Háblame por Dios.
Hay temor en sus palabras, pero no puedo responder a ninguna de sus preguntas, toda mi frustración del día y el dolor reprimido se manifiestan en estos momentos convertidos en lágrimas. Mario intenta ponerme en pie, sin embargo, siento como que he perdido la fuerza que me quedaba para sostenerme en pie, por lo que mi amigo me carga entre sus brazos y me lleva hasta el mueble para sentarme. Se cerciora que no tengo ningún daño físico antes de ir a por un vaso de agua para calmar mis nervios. Cuando me ve más relajada pregunta.
— ¿Cuéntame que ha pasado?
Le hago la historia de principio a fin sin omitir ningún detalle, nuestro encuentro con Teresa en el restaurante Imperio, el mensaje de ayer en la noche y todo lo que me revelaron hoy. Mario no me interrumpe, tan solo escucha y asiente en los momentos que considere necesario. Al finalizar no dice nada, solo me abraza y consuela, luego de unos minutos me aconseja que me dé un caliente baño y duerma un rato. No me apetece en lo absoluto, pero sé que mi cuerpo me lo agradecerá mucho por lo que lo hago.
Me despierto sobre las diez de la noche, daba demasiadas vueltas en la cama como para lograr dormir más tiempo. Voy a la cocina a por un vaso de agua, las luces de toda la casa están encendidas, pero no hay señales de Mario. La puerta de su habitación está abierta, me asomo solo para encontrar su cama vacía también, debió de haber salido mientras dormía. Dudo que pueda volver a la cama así que busco mi laptop para terminar de responder los correos de esta mañana de mi columna de consejos, quizás un poco de trabajo me permita dormir mejor. Los he contestado casi todos cuando abro uno en particular que me deja pensando durante unos segundos.
Para: Megan Parker.
De: Corazón Roto.
Querida Megan:
Estoy sumamente confundida y no estoy segura de que hacer por lo que te escribo en busca de ayuda. Amo a mi pareja y sé que él me ama a mí, ha sido así casi que desde la primera vez que nos vimos, sin embargo, en las últimas semanas he sentido que algo me oculta, siento como me evita y lanza evasiva, me dice que va a ver a sus amigos y he comprobado que no es así, tengo miedo de lo que pueda estar perdiendo y carezco del valor suficiente para confrontarlo. ¿Qué debo hacer? Con cariño:
Corazón Roto.
Levanto la vista y la dejo pasear la habitación durante unos segundos hasta que me detengo en el ejemplar del libro de Crossfire que aun mantengo sobre la pequeña mesa de la sala, y pensar que por un segundo creí poder llegar a tener una verdadera historia de amor como la de Gideon y Eva, ahora me doy cuenta de que yo jamás tendré algo como lo de mis amados y preciados libros. Vuelvo a releer el correo y suspiro, que yo no crea en los apasionados finales felices para mí no significa que deba ser igual para el resto del mundo, a menudo los veo en las personas que me rodean y les deseo lo mejor porque, a pesar de los altibajos que puedan existir, las parejas están para apoyarse unos a otros, por lo que no lo pienso dos veces antes de teclear.
De: Megan.
Para: Corazón Roto.
Querida amiga:
No debes de temer a la conversación con tu propia pareja, la falta de dialogo solo creará malos entendidos entre ambos, llámalo y conversen juntos como una pareja dispuesta a afrontar los problemas que les depare la vida. En el fondo sabes que es lo correcto, no veas fantasmas donde no los hay porque solo conseguirás lastimarte a ti misma y eso jamás lo debes permitir. Eres una mujer fuerte que no debe de dudar de sí misma, y estoy segura que él te amará tanto como tú a él. Siempre dispuesta a escucharte, tú amiga:
Megan.
Presiono el botón de enviar en el momento justo en que Mario atraviesa la puerta, sin embargo, doy un brinco cuando veo detalladamente su aspecto. Su ojo derecho está rodeado por un gran morado como si le hubiesen asestado un golpe en la cara y parte de su labio también está roto provocando que su rostro luzca hinchado y con sangre.
Cuando me observa esconde rápidamente su mano tras su espalda, pero no lo suficientemente rápido como para ver que se trata de un bate de madera.
—Se suponía que no estarías despierta—son sus únicas palabras y exploto.
— ¡Qué diablos te ha sucedido!
—Una pelea—parece pensar rápido—Fui a guardar la moto en un parking cercano y un grupo de vándalos intento asaltarme.
— ¿Te han hecho daño? Debemos llamar a la policía.
— ¡No! No será necesario, ellos quedaron peor que yo.
A pesar de su sonrisa parece alterado, nervioso diría yo, no obstante, decido pensar que es porque acaba de ser atacado y no por algo más.
— ¿Y ese bate?
—Se lo quite a uno de los asaltantes.
— ¿Seguro que no quieres llamar a la policía?
—Seguro.
—De acuerdo entonces, curemos tus heridas.
Intento sonsacarle un poco de información a Mario sobre lo ocurrido, pero no logro que diga ni la más mínima palabra, luego de múltiples intentos en vano ambos nos dirigimos a dormir. Paso todo el día del domingo encerrada en mi habitación, Alex no ha parado de hacer llamadas a mi teléfono celular por lo que lo apago, Mario llama a Cath para que venga a animarme, sin embargo, luego de un rato les digo que prefiero estar sola y me entienden, no he llorado más desde anoche, siento que no me quedan lagrimas que derramar y, aun así, continúo sintiendo un nudo que oprime mi pecho.
La mañana del lunes llega, no he pegado ojo en toda la noche pensando y he tomado una decisión, me encamino a la galería y, como siempre a la primera que veo es a Sara.
—Buenos días Abby.
—Buenos días cariño, ¿Ha llegado Mathew?
—Acaba de llegar.
—Perfecto, por favor llámale y dile que en diez minutos necesito ir a su oficina.
—Por supuesto.
Subo hasta el piso donde se halla mi oficina, pero antes de entrar Robert me intercepta en el camino.
—Joder Karma, tienes una pinta horrible.
No lo dudo, la falta de sueño me hizo despertar esta mañana con unas enormes ojeras bajo los ojos, parezco un panda. Mi pelo tampoco está muy colaborador que digamos puesto que no he conseguido que parezca peinado el día de hoy, lo único decente en mí es mi atuendo: un traje negro de trabajo y unos tacones.
—Robert en unos minutos hablare con Mathew, luego necesito que te reúnas conmigo para…
Pero no logro terminar la frase, todo se vuelve oscuro a mi alrededor y pierdo la noción de lo que me rodea, solamente logro escuchar como repiten mi nombre una y otra vez. Abro los ojos para encontrarme en los brazos de Robert quien me carga hacia mi oficina, me deja sentada en una silla y me pasa un frío vaso de agua.
—Dios Karma, me has dado un susto de muerte, ¿qué ha sido eso?
—No te preocupes, debió ser el cansancio, he estado trabajando mucho estos últimos días.
— ¿No estarás embarazada?
— ¡No digas tonterías!
Al parecer, utilice más energía de la necesaria en el momento y un nuevo descenso se apodera de mi empujándome hacia delante, sin embargo, no llego a perder el conocimiento. Robert sostiene mi cabeza entre sus manos para que no me caiga y logre tomar un poco de aire.
— ¿Qué diablos sucede aquí?
La voz enojada de Alex suena desde la puerta provocando un sobresalto en mi mente.
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