Capítulo 2
Al sonar el despertador, tal parece como si solo hubiesen transcurrido cinco minutos desde que concilie el sueño. Aun con los ojos entrecerrados miro que el reloj marca las seis en punto de la mañana. Lo único que deseo es seguir durmiendo, pero como sé que no es posible me levanto y camino al baño.
Abro el grifo permitiendo que la cálida agua corra por mi rostro y espalda, era una buena forma de comenzar el día para librarme de todo rastro de sueño y cansancio que pudiesen quedar en mi cuerpo.
Luego de la rápida ducha, decido ponerme un conjunto que consiste en una camisa blanca y una saya ajustada al cuerpo color crema, mientras que en los pies unos tacones agarrado a los tobillos de color a juego con la falda. A pesar de medir uno setenta, adoraba utilizar tacones, ya desde niña solía decirle a mi madre que cuando trabajase dedicaría mi salario a la compra de estos zapatos, siempre creí que el calzado correcto puede volver único a un atuendo.
Como este último mes la temperatura ha sido cálida en Manhattan, utilizo una coleta alta. Poseo un cabello rubio, largo a mediación de espalda y ondeado, por lo que daba un poco de calor llevarlo suelto en esta época del año. No era una belleza clásica, pero me gusta considerarme atractiva, soy un poco delgada con la cintura marcada y las caderas muy anchas, en contraste a mi pequeño busto.
Lo que más me enorgullece de mi físico eran mis piernas debido a que resaltaban bastante mis pantorrillas y muslos, por otra parte, también me hace sentir hermosa mis ojos pardos con forma almendrada y que me encanta resaltar con colores oscuros.
Aun me sobraba un poco de tiempo antes de salir, por lo que decido preparar un poco de café, no tengo como costumbre desayunar tan temprano en la mañana, aun así, no puedo dejar de probar el caliente líquido para que mi día comience de maravilla. Reviso mi correo y veo que poseo varios mensajes de mis escritoras.
—Creo que los responderé en la noche—digo para mí misma.
Entre los mensajes se encontraban varios de mi madre.
De: Mamá
Para: Abby
Pequeña, ¿Qué tal el nuevo apartamento? ¿Lo tienes todo preparado? ¿Te estás alimentando bien? Cuando puedas responde. Te quiero.
Mamá.
Casi todos sus correos preguntaban cosas similares, mi madre siempre ha sido muy preocupada y protectora conmigo, sería injusto por mi parte preocuparla haciéndola esperar demasiado la respuesta, así que comencé a teclear.
De: Abby
Para: Mamá
Todo perfecto por aquí, ayer termine de instalarme por completo, el apartamento es muy cómodo y confortable. Hoy comienzo nuevamente el trabajo. Prometo llamarte pronto y contarte todo con detalles. Te quiero mucho.
Abby.
Apago el ordenador para luego agarrar mi bolso y salir a la calle, tomo un taxi y le indico la dirección de la galería al chofer, mientras el auto comienza a moverse entre el tráfico de Nueva York, voy observando el paisaje urbano por la ventanilla del coche. En los cinco años que llevaba viviendo en la ciudad no me cansaba de apreciar las vistas neoyorquinas, aunque debo de admitir que tantos carros circulando a la misma vez pueden ser estresantes.
Ya eran cerca de las ocho de la mañana cuando llego a la entrada de la galería. Le pago al taxista y entro al gran edificio decorado con vitrales de cristal en su fachada, los cuales, desde el exterior, parecen grandes espejos que reflejan la ciudad. En el lobby se encuentra una pequeña mesa de información en la que ya se hallaba trabajando la recepcionista.
Era una mujer de mediana edad, morena y de buen cuerpo. Fue de gran ayuda cuando comencé a trabajar, siempre se encontraba dispuesta a echar una mano amiga.
—Buenos días Sara.
—Buenos días Abby, ¿Qué tal el nuevo apartamento?
— De maravilla, gracias por preguntar. ¿Ha llegado ya el señor Hawk?
—Sí, está en su oficina esperándote, me pidió que te dijera que pasases a verle nada más llegar.
—Ok, gracias—finalizo la conversación para dirigirme a ver a mi jefe.
El edificio contaba de cinco pisos donde los cuatro primeros se hallaban dedicados a la exposición de obras de arte y los vigilantes y cuidadores de las mismas. Ya en el quinto, radicaban las oficinas de la mayoría, incluidas la mía y la del jefe.
Tome el ascensor hasta la última planta. Me encuentro más nerviosa cada segundo que pasa al pensar sobre las diversas posibilidades sobre las que quiere conversar el jefe conmigo.
Prefiero no pensar en malas noticias, en el tiempo que llevo trabajando aquí nunca que recibido una queja por mi labor. Se abren las puertas y comienzo a caminar a su despacho sin ni siquiera pasar por el mío antes. Toco la puerta y una fuerte voz masculina se oye desde el interior.
—Adelante.
—Deseaba verme señor.
—Señorita Blaine, tome asiento por favor.
Mathew Hawk, también conocido como el halcón debido a su perspicacia, astucia y vivacidad para los negocios, era un hombre apuesto y a la vez intimidante.
Con su alta estatura era bastante musculoso, de cabellos y ojos sumamente oscuros. Bajo el traje resaltaban sus dos brazos llenos de tatuajes, los cuales una vez observe accidentalmente. Parecía más un líder de la mafia que dueño de una galería.
Había triunfado a una temprana edad en el mundo del arte y ahora a sus treinta y cuatro años de vida era propietario de la galería Hawk Studio. Poseía gran influencia en toda Manhattan debido a los sectores sociales en los que acostumbraba a moverse: artistas, modelos, deportistas famosos, empresarios, etcétera.
— ¿Algún problema señor?
—No, tranquila— se giró para mirarme directamente a los ojos antes de continuar hablando— A lo largo del tiempo que lleva trabajando aquí usted ha desarrollado una labor impecable.
—Muchas gracias—siento que parte de la angustia en mi interior desaparece, sin embargo, aún queda otra pregunta ¿por qué estoy aquí?
—Ha sido colaboradora de exposiciones muy importantes y debido a su rendimiento creo que llego el momento de que organice la presentación de nuestro nuevo cliente por su propia cuenta.
—Vaya, no sé qué decirle, estoy muy sorprendida— realmente lo estaba, no esperaba este giro de los acontecimientos y si me pudiese ver en un espejo estoy segura que mi rostro reflejaba desde entusiasmo a pánico.
La nueva noticia, en vez de calmarme, solo provocó que mis nervios fuesen en aumento. De miles de posibilidades que pudiesen suceder en esta oficina, de las diversas razones por las que Mathew Hawk deseaba verme, esta es la que menos me esperaba.
—Debe saber que esta exposición conlleva una gran responsabilidad, el creador es un fotógrafo que en un corto tiempo de carrera alcanzó gran fama y sus obras son vendidas a precios muy altos— realiza una breve pausa para confirmar que entendía la importancia de sus palabras— Comprenda que de la forma que usted maneje esta tarea puede hacer despegar su carrera o hundirla con igual facilidad.
El teléfono de la oficina sonó en ese instante interrumpiendo al señor Hawk. Desde el lado contrario de la mesa observe por el número que se trataba de Sara. Escucho como le informa algo, pero no puedo entender cuáles son sus palabras.
—Perfecto Sara, hágalo pasar.
Mi jefe continúo hablándole a Sara, sin embargo, yo había perdido el rumbo de la conversación. ¿Quién sería el nuevo cliente? Imagino a un hombre un poco entrado en edad, extranjero talvez, repaso mentalmente algunos fotógrafos internacionales que conozco, aunque no se me ocurre específicamente ninguno. En ese momento dos golpes secos sonaron en la puerta.
—Adelante— exclamó el Sr. Hawk —Abby este es su nuevo asociado, el señor Alex Meelark.
Siento un sudor frío recorrer mis manos, tengo ordenarle a mi cerebro que se relajase. De todos los nombres que hubiese podido escuchar, no imaginaba ese, no imaginaba el impacto que me causaría. Era simplemente imposible que fuese esa persona, vivía a cientos de kilómetros de Nueva York y ni siquiera era conocedor de arte.
Gire en mi silla solo para encontrarme con sus penetrantes ojos azules observándome y por un segundo, puedo jurar, que vi la misma sorpresa y desconcierto que reflejaban los míos.
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