Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 17

Llego a casa alrededor de la media noche, estuve dando un poco de vueltas en el taxi por toda la ciudad para relajar mis nervios, pero, finalmente cuando me di cuenta de que esto no sería posible decidí regresar. Mi apartamento está sumergido en la total oscuridad, ya mi amigo debe haberse marchado a dormir hace algún tiempo. Arrojo mi bolso en el primer mueble que encuentro y entro directo en mi habitación. Tomo una ducha con el agua caliente, pero ni esto logra templar mis nervios. Me acuesto en la cama y, por más que lo intento, no logro conciliar el sueño. ¡Estúpido Alex! Porque tuvo que arruinar la noche con esas idioteces, su seguridad sobre el tema me molesta mucho, es cierto que me dolió su partida de una forma que nunca entenderé, quizás por el gran afecto que le tuve cuando estudiamos juntos, después de todo fuimos buenos amigos, pero de ahí a estar enamorada de él existe un gran tramo.

Estoy molesta e irritada y lo peor de todo es que Alex me ha hecho replantearme todo lo que siento y pienso hacia su persona—No mientas, sé que recuerdas nuestras peleas…Sino, no hubieses huido tanto de mí cuando me viste en la oficina de tu jefe— Tiene razón en ese punto, lo recordaba todo. ¿Por qué hui de él aquel día y elegí continuar como si no tuviésemos un pasado en común si era solo un amigo de la infancia? Le odio, odio lo que me hace pensar, odio como me provoca, odio como le anhelo. Con todas estas ideas en la mente no logro dormirme hasta cerca de las tres de la mañana.

Suena la alarma del despertador a las seis en punto de la mañana y siento como si solo hubiesen transcurrido minutos desde que cerré los ojos. Estoy totalmente agotada por la falta de sueño, solo deseo apagar la maldita alarma dar la vuelta y seguir durmiendo, pero el trabajo, ante todo. Me aseo deprisa y busco en el armario un vestido azul de mangas cortas que me llega a las rodillas y se ajusta a mi cuerpo combinado con unas pequeñas botas negras de tacón hasta los tobillos, por último, ato mi cabello en una alta coleta de caballo.

Salgo de la habitación para ir a la cocina en busca de un poco de café, mientras lo preparo Mario sale de su habitación aun pegando bostezos.

—Buenos días, ¿quieres una taza?

Mi amigo se sienta en uno de los taburetes junto a la isla de la cocina y asiente en señal de aprobación. Me observa unos segundos, pensativo y con el ceño fruncido como si recriminase algo hasta que por fin no puede más y suelta.

— ¿A qué malditas horas llegaste anoche? ¿Sabes lo preocupado que estaba?

—Cuando llegue ya estabas durmiendo y creo que soy bastante grandecita para saber cuándo y a qué hora regreso a casa—la falta de sueño y el conflicto de la noche pasada me estaban ocasionando un humor de perros.

—No digo que no te sepas cuidar, sé que llevas mucho tiempo viviendo sola y puedes valerte por ti misma—su tono de voz disminuyo, ya no sonaba enojado—Solo me preocupaste, no llamaste para decir que tardarías tanto y pensé que te había pasado algo.

—Lo siento—intento yo también disminuir mi tono de voz hasta sonar comprensiva, pero me es más difícil.

— ¿Qué ha ocurrido?

—No sé a qué te refieres—mentira.

—Sentí el portazo anoche cuando llegaste y hoy tienes un humor que da miedo hasta a un asesino serial ¿me dirás que ha pasado o tengo que adivinarlo yo?

Lo más probable es que ahora mismo un asesino serial fuese más inofensivo que yo.

—No tengo tiempo, se me hace tarde para ir al trabajo.

Pura mentira, estoy más que sobrada de tiempo, pero no tengo deseos de hablar. Termino de beber mi café de un solo sorbo y salgo de la cocina para recoger mi cartera. Cuando voy a marcharme Mario me llama y giro para observarle, estoy cogiendo mi molestia con el que menos lo merece y el cargo de conciencia me invade.

—Lo siento, no estoy de buen humor y no me apetece hablar ahora—una verdad por fin en el día—Hagamos algo, te mando un mensaje con la dirección de un local y nos vemos allí para almorzar y te lo cuento todo.

—Me parece buena idea—dice mi amigo sonriendo—Nos vemos en la tarde.

—Adiós.

Ahora si me marcho, como aún es temprano decido ir caminando al trabajo, de esta manera el aire mañanero refrescará mi mente antes de llegar a la galería, más vale dedicarme a los negocios con la cabeza fría. No sería buena idea que descargase mi frustración y estrés allí, si algo sé en esta vida es que el trabajo no se mezcla con la vida personal, aunque yo hubiese roto esa norma las dos últimas noches pasadas acostándome con el cliente, de todas maneras, ya aprendí la lección, de todos modos, el centro de trabajo si era una línea que no estaba dispuesta a traspasar.

Camino calle abajo y diez minutos después estoy frente a la entrada de Hawk Studio, como cada mañana, Sara está sentada en la mesa de recepción, la saludo cortésmente al pasar por su lado, sin embargo, no me detengo a conversar como siempre, como escusa digo que tengo trabajo acumulado y necesito adelantarlo. No he visto a Sara desde la fiesta del bar Deseo y conociéndola querrá contarme detalles de su noche allí, o aun peor, resaltar lo guapo y atractivo que se veía Alex acompañado de la despampanante morena llena de silicona. Pensar en esa mujer o la posibilidad de que vuelva a quedar con Alex hace que mi enojo aumente y no tengo derecho a ello. Voy directo a mi oficina y me siento delante del ordenador, queda mucho que hacer en el día para estar pensando en idioteces. Solo faltan dos semanas para la gran exposición y es momento de comenzar a preparar la galería para el montaje de la misma.

Reviso mi agenda de trabajo y como si el universo conspirase en mi contra, lo primero que debo hacer es enviarle un mensaje a Alex pidiéndole una muestra de las obras que irán a exposición para ir decidiendo de qué manera será el montaje y las luces que se deberán utilizar. Trago mi mal genio y le envió el mensaje, era evidente que tendría que seguir trabajando y coincidiendo con él hasta el momento exacto en que culmine la exposición, si todo sale como es debido, con suerte, comenzaría en nuevos proyectos y no volvería a saber de el por el resto de mi vida, a excepción de anuncios en revistas y sitios web de arte.

Suena en el ordenador la notificación de un nuevo correo, es Alex. Su rapidez para contestar me sorprende, esperaba que demorase un poco más. Abro el chat y solamente encuentro el archivo con las fotos dentro, ni una nota, ni una disculpa, ni un saludo aparte, debe de estar molesto también por la manera en que me marche ayer, intentó pedir disculpas y yo le ignore, No importa, trato de decirme a mí misma, se lo merecía por idiota y por arruinar una linda velada. Envío las fotografías directo a la impresora sin ni siquiera examinarlas primero, me será mucho más cómodo trabajar en ellas con formato físico. Cuando ya las tengo me quedo anonadada con la gran belleza que aprecian mis ojos: los colores del atardecer ligados al mar en toda su expresión, las hermosas tonalidades del Central Park incluso bajo la lluvia, los conjuntos de edificaciones que, si no me equivoco, esta fue tomada desde la ventana de su apartamento. Debo admitir que el hombre, además de guapo, tiene talento, nunca había visto una fotografía que lograse transmitirme las emociones que me daban estas.

Salgo de mi ensoñación y envió una copia de las obras al señor Hawk, estoy segura que agradecerá verlas y revisarlas de primera mano antes de la exposición, después de todo es su galería y él debe saber lo que se expone en ella. Organizo una pequeña carpeta con las fotografías impresas y algunos documentos que necesitaré para bajar al segundo piso, pero antes de hacerlo, envió un mensaje a Mario con la dirección del restaurante que he elegido para el almuerzo.

El segundo y tercer piso de la galería Hawk Studio es donde montamos las exposiciones, me reúno allí con el resto del personal que serán los encargados de montar las luces y los cuadros, viendo la pequeña muestra que Alex envió voy indicando donde quiero que vaya cada fotografía con el juego indicado de luces, tipo de marcos o manera en que irán montados, luego tendré que preguntarle a Alex los títulos a cada obra para prepararlos de igual manera. La mañana transcurre sin problema alguno y rápidamente, incluso mi enojo parece haber desaparecido, cuando quiero darme cuenta ya es hora del almuerzo.

Recojo mis cosas y cuando paso por recepción observo a Sara nada más y nada menos que charlando con Alex.

—Abby cariño, ¿nos vamos a almorzar?

Sara se ve feliz y contenta mientras que Alex no me aparta la mirada de encima. Sus ojos no muestran ni una pizca de furia o incomodidad por la noche anterior, sin embargo, noto en ellos algo que me asusta más: esperanza. Veo que va a decirme algo y rápidamente respondo a Sara para no darle chance.

—Lo siento, ya he quedado con alguien—una parte de mi desea que malinterpreten mis palabras y creo que lo he conseguido.

— ¿Tienes una cita? —vuelve a interrogar Sara olvidándose de Alex por completo que parece clavado en el lugar como una estaca.

—Algo así—antes de que sigan preguntando comienzo a caminar a la salida— Nos vemos luego, que pasen buena tarde.

Miro con el rabillo del ojo tras de mí y veo que Alex sigue sin apartar la vista de mi mientras Sara continúa hablándole, aunque dudo mucho que le esté escuchando. He elegido un restaurante mexicano que se encuentra a dos cuadras como lugar de encuentro con Mario, me encanta la comida que sirven ahí sobre todo por el picante.

Cuando llego, mi amigo ya se encuentra sentado en una de las mesas bebiendo una soda y con unos nachos con guacamole en la mano.

—Siento la demora, ¿has esperado mucho?

—Tranquila, acabo de llegar ¿quieres? —pregunta señalando el plato de nachos.

—Por supuesto—estaba muerta de hambre, no había desayunado nada más que una taza de café en la mañana y debido al ajetreo del día olvidé comer.

Llega la camarera, una encantadora morena que debe rondar los veinte años de edad, y encargo una soda para mí, ya para almorzar cada uno pide una ración completa de tacos con todo el relleno y las diversas salsas. En lo que llegan nuestros pedidos le cuento a Mario que tal el trabajo y el me escucha atentamente, bromeamos y reímos hasta que finalmente dice:

—Me alegra que ya te encuentres de buen humor ¿Me contaras que diablo ocurrió para que estés así? —habla cauteloso, como quien no quiere invocar a la bestia dormida.

—Nada serio ahora que lo pienso bien, pero sabes que soy demasiado terca y orgullosa en algunas ocasiones.

— ¿Entonces la pelea fue por culpa de tu cabeza dura?

—No, fue por su culpa, comenzó de creyente a insinuar que yo estaba enamorada de él cuando estudiábamos juntos.

— ¿Y no fue así? —interroga Mario con una sonrisa diabólica en los labios.
Tartamudeo un poco para contestar, odio que me pasase eso, significaba que estaba muy nerviosa sobre el tema que se hablase en cuestión.

—N-no—logro decir— ¿Cómo se te ocurre insinuarlo? Además, me llamo marimacho con mal genio.

—No creo que haya utilizado exactamente esas palabras, pero admitamos que un poco cascarrabias sí que eres.

— ¿Pero tú de qué lado estas? —debo controlar mi voz para no gritar en el restaurante.

Mi amigo explota en una carcajada y yo termino haciendo lo mismo.

— ¿Solo fue eso?

—No…incluso intento pedir perdón lo que yo de orgullosa en ese momento le ignoré.

— ¿Qué te molesta en verdad? —pregunta utilizando su usual tono de Psicoterapeuta.

—La mayor parte de mi enojo es que no dormí en toda la noche por su causa, pensando en todo eso, odio que me haga cuestionarme todo mi pasado…y sabes que cuando estoy falta de sueño me vuelvo un ogro.

Volvemos a reír de mi ocurrencia antes de que mi amigo vuelva a recuperar la seriedad para hablarme. Me sentía como una niña de cinco años haciendo pucheros y teniendo rabietas.

—Si te ha hecho replantearte tantas cosas, ¿no crees que existe una posibilidad de que sea verdad o de que aún le quieras?

—No, imposible.

Contesto automáticamente, sin embargo, me quedo pensando en ello ¿Realmente le quise? La respuesta obviamente es sí, no tiene sentido negarlo, ¿le quiero aún? La verdad no lo sé y me da terror pensar en ello, ese amor no me llevaría a ningún lado, solo traería problemas. Traen nuestra comida y no volvemos a mencionar palabra sobre el asunto.

Terminado el almuerzo me despido de Mario y regreso al trabajo, para mi suerte Sara aun esta fuera de turno, no deseo estar respondiendo preguntas sobre mi cita imaginaria, tampoco veo a Alex por ningún rincón y eso me relaja un poco. Con mucha suerte, se habrá marchado ya.

Llego a mi oficina y me quedo con la boca abierta cuando encuentro un gran ramo de rosas rojas sobre mi escritorio, mis favoritas, son hermosas. Me acerco y veo una pequeña nota sobre ellas:

Realmente lo siento, perdóname, dame una oportunidad para remediar el error.
Con cariño Alex.

EL corazón me late a mil pulsaciones por segundo, ¿Qué diablos quiere decir con eso de una oportunidad? Tomo el ramo de rosas y me acerco al cesto de la basura, lo abro y voy a arrojarlo, pero en ese momento me detengo por instinto, me encuentro a mí misma debatiéndome sobre qué hacer, los minutos pasan y sigo sujetando el gran ramo sobre el cesto hasta que finalmente retrocedo y lo coloco en un pequeño jarrón que tengo en el escritorio. Estoy poniéndole un poco de agua fresca cuando escucho.

—Me alegra que te hayan gustado, realmente no sé qué hubiese hecho si las llegabas a arrojar a la basura.

Mis mejillas se encienden al percatarme de que Alex me había estado observando.

— ¿Nadie te ha enseñado a tocar la puerta?

Alex entra y cierra tras sí.

—Es más divertido entrar sin avisar—la broma no nos hace reír a ninguno.

—Que conste que he conservado el ramo porque sería un desperdicio desecharlo—miento, no sé si para él o para mí— ¿Deseas algo? Estoy un poco ocupada con el trabajo.

— ¿Con quién has ido a almorzar? —su descaro me divierte y sorprende en partes iguales.

—Eso no es asunto tuyo, ¿Quieres algo más? Sino por favor márchate.

—Mira Abby lo siento de verdad— la manera en que lo dice, tan arrepentido, me llega al corazón— Nunca pensé en insultarte, jamás ha sido mi intención.

—Alex, este es mi centro de trabajo, no pienso discutir aquí contigo.

—No quiero discutir— se para a mi lado para sostener mis manos— Hice las cosas mal, te ofrecí un trato que yo mismo no puedo cumplir, no quiero una relación sin compromisos, te deseo a ti, deseo una segunda oportunidad para demostrarlo.

Estoy perpleja, no sé qué decir o que hacer.

—No te burles de mí, sabes mejor que nadie que nada entre nosotros funcionaria.

— ¿Por qué no? —su voz suena esperanzadora—Me deseas tanto como yo a ti y lo sé, no me atrevería a burlarme de ti de esa manera, te considero demasiado lista para ello.

Sus labios están peligrosamente cerca de los míos, intento apartarme, pero envuelve sus manos alrededor de mi cintura impidiéndomelo.

—Te lo repito Abby, no quiero que te cases conmigo, solo quiero que me des la oportunidad de que tengamos una historia juntos.

—Eres cliente de la galería, ni siquiera deberíamos estar…

No logro terminar la frase, sus labios sellan los míos en un enternecedor beso, no hay lujuria en él, solo cariño y pasión.

—Si decides darme la oportunidad, ven a cenar conmigo mañana en la noche—dice en un susurro contra mis labios, puedo sentir su cálido aliento en mi cara— Esperaré tu respuesta.

Se marcha dejándome con más cosas en las que pensar que segundos atrás, ¿Realmente quiero esto? Diablos ¿a quién engaño? sí lo deseo.

Paso el resto del día sumergida en el trabajo, pero ni siquiera eso puede apartar a Alex de mi mente, huelo y toco las rosas una y otra vez debatiéndome en que hacer, releo la nota y solo logro sentirme más confundida. Llego a casa en la noche y Mario tiene preparada la cena y una exquisita botella de vino.

— ¿A qué debo el honor?

—He conseguido trabajo—anuncia entusiasmado.

— ¡Que alegría!

Su noticia realmente me alegra.

—Sí, trabajaré como informático en una pequeña empresa de comercio que va en auge, me han llamado justo luego del almuerzo para informarme.

Celebramos la excelente noticia y nos pasamos la noche riendo hasta que finalmente llega la hora de dormir y las palabras de Alex vuelven a mi cabeza, me pregunto una y otra vez que he de hacer, si le llamo no sé qué sucederá con nosotros, pero si no lo hago me queda claro que es el fin de nuestra breve historia, es mi decisión. Tomo el teléfono celular y, quizás gracias a la valentía proporcionada por el vino, le escribo:

Abby: Mañana a las diez, esta vez será con mis reglas.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro