O1
Lisa caminaba a paso rápido para salir cuanto antes del hospital, casi como si la reciente noticia le hubiera provocado querer huir de ahí al instante, mas una voz femenina que se acercaba gradualmente la hizo detener su apresurado andar justo al frente de la entrada de emergencias.
—Oye, espera —escuchó decir, volteándose con una expresión de pocos amigos en su rostro.
—¿Cómo se atreven tú y tu madre a aparecerse así? —cuestionó irritadamente.
—Tengo derecho a ver a mi padre, ¿no lo crees?
—¡No, él no es tu padre! —alegó con frustración, observando a la chica mantenerse imperturbable, pero ciertamente consternada a la vez—. Es más, no te quiero volver a ver aquí, así que no te acerques ni a mí, ni a mi familia. Yo no soy tu hermana.
—Kim Woohan es tanto tu padre como el mío y tú no puedes cambiar eso por más que lo detestes.
—¡Tú y yo no somos iguales! —vociferó, acercándose unos cuantos pasos más a la castaña para intentar intimidarla.
—¡No, no somos iguales porque yo no soy tan ingenua como tú! —interrumpió la aludida, haciendo callar a Lisa automáticamente ante sus exaltadas palabras por primera vez—. No entiendo cómo jamás pudiste sospechar de papá.
—Tal vez... tal vez porque mamá quiso mantenerme alejada de personas con tan poca vergüenza como la de ustedes —espetó despectivamente mientras le brindaba una mirada enfurecida.
Tenía la completa intención de ofender de tal manera a aquella chica que decía ser su hermana, revelando su soberbia para dañarla con unas simples palabras. Sin embargo, esta misma se encontraba preparada para lidiar con ello, pues realmente no esperaba menos de la situación y había pasado años imaginándolo de esta manera o peor.
—No, Lisa, no te confundas. Tú ni siquiera tienes razones para odiarme, yo a ti no te he hecho nada —la castaña se expresaba con tanta seguridad y coherencia, que Lisa simplemente se mantuvo en silencio, decidiendo escucharla—. ¿Qué pretendías? ¿Que me quedara de brazos cruzados en mi casa mientras papá se debate entre la vida y la muerte para que tu pequeño castillo de cristal, donde todo es perfecto, no se quebrara?
Ante la frustración, lágrimas de impotencia amenazaron con escapar de los ojos de Lisa, pero no se permitiría mostrarse de esa manera frente a la castaña, así que mordió sutilmente la cara interna de su mejilla para abstenerse de contestar agresivamente.
—Digas lo que digas, no vas a convencerme, así que no pierdas tu tiempo.
—No tengo la necesidad de convencerte, es tu responsabilidad si decides aceptarlo o no —vio a la pelinegra negar con su cabeza mientras miraba en dirección a la calle.
—Todo esto es absurdo. ¿Cómo es posible que papá pudiera llevar dos familias al mismo tiempo y no darme cuenta de ello?
—Bueno, solo piensa en todas las veces que se ausentaba por un "viaje de negocios"...—creó comillas con sus dedos, mientras Lisa se giraba hacia la castaña con su entrecejo fruncido, deduciéndolo al instante— ¿No te parece extraño que cada dos semanas tuviera que salir de la ciudad o llegara demasiado tarde a tu casa?
—Aún no comprendo cómo sabes todas estas cosas. ¿Por qué no era un secreto para ti, pero sí lo fue para mí por tantos años?
—Lisa, yo sé de ti desde hace muchos años. Mamá nunca me ha ocultado nada, y en cuanto supo de tu existencia, se molestó mucho con papá... pero supongo que la historia que hay detrás será mejor que te la cuente tu madre.
—Espera, ¿eres mayor que yo?—preguntó, entreabriendo sus labios con indignación.
—Sí, tengo veintidós.
Ante la información, Lisa se quedó en silencio por unos largos segundos, intentando conectar de alguna manera los pocos datos que acababa de adquirir, pero le fue imposible crear alguna hipótesis lógica de todo aquello.
Era simplemente extraño que su padre mantuviera ambas relaciones al mismo tiempo,
pues hasta donde sabía con certeza, él vivía únicamente en su casa, no en la de la otra chica como sería de esperarse con un primer hijo, lo cual la hizo cuestionar una vez más la veracidad de su supuesta relación consanguínea.
Algo realmente no cuadraba.
—Sigue sin tener sentido para mí, y ahora mismo, nada de lo que pueda pensar lo tendrá tampoco —la miró de manera desconfiada, suspirando cortamente antes de continuar hablando—. Pero ten por seguro que lo averiguaré, no pienso quedarme con lo que sale de tu boca.
—Como gustes, hermanita —respondió, pronunciando el apodo burlonamente con una sonrisa en sus labios.
—¡Ni se te ocurra volver a llamarme así! —señaló con su dedo a la otra con alteración—. Si vamos a vernos obligatoriamente durante los próximos días, personalmente preferiría que ni siquiera cruzáramos palabras, pero gracias a que eso no parece una posibilidad contigo, al menos utilicemos nuestros nombres para dirigirnos a la otra.
La castaña tapó su boca para ocultar la pequeña risa que se le escapó al ver a la menor tan exaltada por lo que había sido una simple broma, pero que solamente le confirmaba lo fácil que sería hacerla molestar y lo bien que podría acostumbrarse a ello si debían compartir un mismo espacio.
Era igual de irritable que su madre.
—Es gracioso que lo menciones, porque estoy casi segura de que no tienes ni idea de cuál es mi nombre.
—Yo, uh... —desvió su mirada nuevamente, recordando no haberlo escuchado en ningún momento ni tampoco haberlo preguntado voluntariamente— no, no lo sé. No me interesaba saberlo hasta que me llamaste de es manera tan desagradable y no quise replicarlo.
—Me llamo Jennie, y puedo enseñarte mi identificación si tampoco quieres creer que ese es mi nombre real.
—Sí, sí, muy graciosa —rodó sus ojos mientras negaba con su cabeza—. Ríete cuanto puedas, pero haré lo que sea posible para demostrar que tú y yo no somos medio hermanas.
—Estaré esperando muy pacientemente.
—Serás la primera en saberlo —contestó retante.
Jennie se encogió de hombros con ligereza, restando importancia a las graciosas amenazas de la menor, puesto que sabía que lo único que conseguiría al obsesionarse con el tema, sería comprobar que ella no mentía al afirmar que son hermanas, y tendría que tragarse sus propias palabras.
Mientras tanto, sus ojos siguieron el recorrido de la pelinegra hacia el estacionamiento en cuanto se hubo dado la vuelta para retirarse, sin siquiera despedirse mínimamente de ella. Quiso reír ante lo caprichosa y terca que imaginó que podría ser esa chica para actuar de esa manera, lo cual era de esperarse en realidad, mas no se atrevía a juzgarla por completo aún.
Exhaló con pesadez y se giró para ingresar al hospital nuevamente, introduciendo sus manos en los bolsillos de sus jeans a la vez que caminaba de regreso a la habitación de su padre. Pero poco antes de llegar, en el pasillo se encontró de frente a la mujer progenitora de su medio hermana, quien le miró con el mismo disgusto de hace unos minutos allá adentro y la señaló con su dedo índice antes de empezar a hablar.
—Ni creas que van a salirse con la suya. Cuando Woohan despierte, ustedes no serán más que la familia a la que me esforzaré por ahuyentar de nuestras vidas, especialmente de la de él.
—Señora Taeng, con todo respeto, pienso que eso es algo que papá tendrá que decidir por cuenta propia. Además de que, no es tan fácil como solo decirlo —dijo, manteniendo la mirada a la mujer que intentaba volver a discutir con ella.
—No me interesa lo que alguien tan irrelevante como tú opine al respecto, y será mejor que no me entere que estuviste hablando con Lisa, llenándole la cabeza de más mentiras. —Jennie rodó sus ojos con fastidio, sabiendo que sería inútil intentar dialogar con ella.
—Usted, mejor que nadie, sabe que lo que yo podría decir no es más que la verdad. Pero no se preocupe, no me corresponde a mí contar esa parte de la historia; o de lo contrario, me sentiría tan mal por querer mantener a mi hija viviendo en una constante fantasía. Hasta luego, señora Taeng. —esquivó a la mujer por el costado, empezando a caminar lejos de ella sin esperar una respuesta.
Sin pensarlo demasiado, cambió su dirección hacia los baños ubicados al final del pasillo, tirando de la puerta con fuerza al cerrar, para luego asegurarse de que no había nadie dentro y así colocar el seguro de la misma. Se paró frente al espejo de uno de los lavamanos, apretando los bordes de este con sus palmas y cerrando sus ojos por algunos segundos.
Intentó concentrarse en controlar su respiración, inhalando de manera lenta y profunda hasta soltar el aire contenido en sus pulmones poco después, justo como le había sido enseñado durante mucho tiempo.
Abrió sus ojos y regresó a respirar con normalidad, encontrándose menos agitada ahora, por lo que se inclinó ligeramente para abrir la llave del agua y comenzar a humedecer sus mejillas con sus propias manos. Acto seguido, secó cuidadosamente su piel tomando una tira de papel del dispensador, deshaciéndose de ella en el cesto al finalizar.
Estaba esforzándose por no aparentarlo, pero realmente deseaba que nada de esto estuviese sucediendo, casi tanto como Lisa lo hacía. Nunca fue de su agrado el hecho de que su madre continuara aceptando ser tratada como la segunda opción de su padre, pero desde que tenía memoria había sido así, y las consecuencias empezaban a surgir de golpe.
Enredó su cabello del frente entre sus dedos, tirando de este hacia atrás con angustia mientras se miraba al espejo, recordando cada una de las veces que deseó pedirle a su madre que pusiera los límites necesarios, pero siempre terminaba abandonando su impulso con tan solo pensar en que, si la convencía, su padre podría abandonarlas por completo. Y eso era algo que jamás se perdonaría si llegaba a suceder.
Sentía la obligación latente de poner pausa a sus emociones, o al menos disimularlas, para no empeorar la situación y crear más caos. Además de verse en la necesidad de estar ahí como un apoyo para su madre, en lugar de sumar razones a su angustia.
Así que, llenándose de paciencia y calma, se dirigió hacia la puerta, quitó el seguro de la misma y salió al pasillo mostrándose indiferente, al mismo tiempo que una pelinegra consumida por la indignación llegaba a su hogar nuevamente, quien, sin el más mínimo deseo de ver a nadie, se encerró en su habitación y se tumbó sobre su cama.
Con la vista puesta sobre aquel techo plano y blanquecino, Lisa inició su búsqueda mental acerca de las posibles maneras de demostrar que esa chica, junto con su madre, eran una farsa. En el mejor de los casos, una confusión o un simple desliz de su padre.
Permitiría que cualquiera que pudiera entrar a su mente le llamara loca abnegada, pero de ninguna manera tendría intenciones de desistir.
Con cierta pereza tanteó el costado del colchón en un intento por encontrar su bolso, el que sin cuidado alguno había lanzado sobre su mesa de noche y había aterrizado sobre la cabecera de la cama, pero en cuanto tuvo la suerte de alcanzarlo, introdujo su mano para sacar su celular sin saber exactamente lo que haría aún.
Extendió sus brazos hacia arriba, sosteniendo firmemente con ambas manos el aparato frente a sus ojos, y luego de unos instantes en los que se dedicó a mirar indecisamente la pantalla, procedió a escribir su nombre en el buscador de sus diferentes redes sociales, siendo Facebook el único lugar de donde pudo obtener una muy limitada información.
De momento, con una ligera inspección a su perfil, sabía que la tal Jennie vive en Gangnam, es estudiante de Diseño Gráfico y está en una relación, según lo mostraba la misma información de su perfil. Sin embargo, no pudo acceder a su lista de amigos ni a ninguna foto publicada, debido a su configuración de privacidad, lo cual era algo que podría haberse esperado de ella.
Al menos ahora sabía más que hace unos instantes, pero de cualquier manera se sintió frustrada al pensar en que esa información no le era útil para lo que realmente deseaba. Por lo tanto, cerró la aplicación con una mueca de resignación y se reincorporó sobre la cama, sentándose con las piernas cruzadas bajo su cuerpo mientras mordisqueaba su labio inferior, envuelta en sus propios pensamientos.
Lo único que podía tener escasamente claro de momento era que, en efecto, la chica tenía un punto a su favor al explicar la ausencia de su padre por largas temporadas, mas nunca se cruzó por su cabeza que se debiera a algo como lo que estaba sucediendo.
Definitivamente, se había visto demasiado ingenua ante todos los que sabían la verdad, y eso solo incrementaba sus deseos de explotar contra sus padres por mentirle de manera tan poco sutil, haciéndole sufrir las consecuencias que venían acompañadas de una fastidiosa castaña que bromeaba sobre el tema.
Odiaría tener que darle la razón a quien ahora parecía ser su enemiga, por lo que, por suerte, una solución cruzó repentinamente sus pensamientos, provocando que volviera a concentrarse en su celular para hacer una búsqueda rápida en internet, que consistía en los requisitos básicos de lo que esperaba que fuese la solución a aquella gran disputa mental.
Después de todo, ¿qué tan difícil sería que Jennie aceptara realizarse una prueba de ADN?
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