Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 5

Capítulo 5

Kevin:

Aquella misma tarde al salir de la universidad me dirigí hacia un estudio de baile que estaba a veinte minutos en coche. Mamá se había pasado tardes enteras a mi lado ayudándome a buscar aquella academia de danza que me pudiera ayudar a crecer como bailarín. Tras varias horas y días sentados frente al ordenador, por fin dimos con ella. El Grace Dance Studio era mi mejor opción, no solo porque podría optar a una beca si superaba una pequeña prueba, sino porque allí impartían clase instructores con gran fama a nivel mundial. Se decía que aquellos estudiantes que habían aprendido de la mano de ellos conseguían muy buenos puestos de trabajo.

Por eso yo estaba temblando como un flan de los nervios cuando conseguí aparcar el vehículo que tanto me había costado ganarme. Sentía el pulso a mil por hora y la boca seca. "¿Y si no estoy a la altura?", pensé mientras veía el imponente edificio de dos plantas. Las paredes blancas estaban decoradas con siluetas de bailarines danzando todos los géneros y en grande un gran cartel de letras azules decía el nombre del estudio.

Era simplemente alucinante.

Joder. Sentía que toda mi carrera dependía de aquel instante.

No sé cómo —no lo preguntéis porque ni yo mismo lo tengo claro—, pero conseguí que Hazel Williams, la fundadora y actual directora del estudio, me diera la oportunidad de optar por una beca. Solo debía ejecutar una coreografía propia e impresionarla. Vamos, nada del otro mundo, nótese el sarcasmo.

Tomé una bocana de aire más antes de entrar por las puertas acristaladas. Ya dentro di con un amplio pasillo que llevaba a las distintas aulas de baile. Justo en la entrada había un pequeño puesto de recepción que me recordó de inmediato al que había en el Hannah Brown Studio, la primera academia de baile a la que asistí. Sin poder evitarlo, esbocé una sonrisa enorme al recordar cómo empezó para mí mi preparación profesional.

"—¿Qué haces aquí —le pregunté con todo el desprecio del mundo.

Él se encogió de hombros con indiferencia.

—Escuché la música y sentí curiosidad de ver de dónde provenía. No sabía que te gustara bailar.

—Y no me gusta —mentí. Mi yo de nueve años era muy arisco en aquel entonces y no se fiaba de nadie.

Eric se echó hacia delante y me clavó la mirada.

—Sí, ya —dijo con sarcasmo—, y yo me chupo el dedo.

Bufé. Ese chico me estaba sacando de mis casillas. Mas al final acabé confesando con un suspiro:

—Vale, me gusta, ¿contento? Felicidades, ¿quieres un pin o una chapa por haber descubierto eso?

—¿Tomas clases de baile? —siguió interrogándome él.

Me estaba poniendo nervioso. ¿Por qué se mostraba tan interesado en mí? ¿Acaso no veía que era un monstruito?

Exploté.

—¡¿A ti qué te importa?!

—Mucho, la verdad.

Admito que su respuesta me descolocó bastante. ¿Por primera vez yo le importaba a alguien? ¡Eso era imposible!

—¡Eso es mentira! —exclamé con furia—. No le importo a nadie. —aparté la mirada para que Eric no me viera llorar. Seguro que se burlaría de mí—. No le importo a nadie.

Lo siguiente que recuerdo fue el abrazo que él me dio y, pese que al comienzo me quedé helado, me aferré a él como si mi vida dependiera de ello. Hacía mucho tiempo que nadie me daba un abrazo reconfortante, hacía mucho tiempo que no me sentía así de seguro.

—No le importo a nadie —decía entre hipidos—. Soy un niño malo, soy un niño malo.

—No lo eres, Kevin, eres un gran chico —me dijo él en un tono tranquilizador.

—No —sollocé—, no lo soy. Ya ves cómo he tratado a mis compañeros. Soy un niño malo. ¿Quién me querría a su lado?

Eric se separó de mí y me miró directamente a los ojos.

—Escúchame, no sé cuál es el motivo de que digas esas cosas, pero me veo obligado a decirte que no son más que estupideces. Estoy seguro de que en cuanto te abras a los demás, ellos te integrarán gustosos en su gran y maravillosa familia.

—¿Cómo lo sabes si no los conoces?

—Les conozco lo suficiente como para saberlo. Kara y Álvaro se han encargado de construir un lugar en el que los niños y no tan niños puedan crecer rodeados de amor. Ya lo has visto por ti mismo.

Me quedé callado. Por un lado, Eric tenía razón. Aquel matrimonio tan pintoresco había creado de la nada un hogar gigantesco. El primer día me pareció tan grande como una mansión. Todos los chicos se veían felices, como una familia. Por el otro lado, a mi mente venían imágenes de mi pasado, de aquellos padres de acogida haciéndome sufrir cuando yo no tenía la culpa de nada.

¿Y si me fiaba de ellos y luego me hacían daño? ¿Y si solo era una estrategia para que bajara la guardia?

—No sé, no me fío de ellos —acabé diciendo al final.

—Parece ser que no confías en nadie.

Eric me parecía un pesado y como sabía que no se callaría si no le contaba lo que quería, le dije:

—Si te cuento algo, prométeme que no se lo dirás a nadie.

—Te lo prometo —juró con los ojos azules puestos en los míos.

Fue en aquel momento en el que le conté lo mal que lo había pasado tras la muerte de mis padres. Había ido de casa de acogida en casa de acogida y siempre había sido el último mono. La ropa que llevaba era de segunda mano cuando en muchos de los casos dicha familia se podía permitir algo mejor; me daban de comer las sobras alegando que eso era lo único que se podían permitir con el poco dinero que el estado les daba; y demás. Luego llegaron los abusos verbales, los gritos y los golpes.

¿Por qué me había tocado a mí? ¿Qué era aquello tan malo que había hecho como para merecerme un trato así? ¿Acaso era cierto que era un niño malo?

Cuando terminé de hablar, su mirada era lastimera.

—Esto... No tenía ni idea.

No me gustó nada cómo me miraba, así que volví a explotar.

—¡No me mires así, con lástima! No te lo he contado para que me mires como si fuera alguien que necesita caridad.

—No era mi intención. —Desvió la mirada—. ¿Por qué no se lo has contado al juez o, en este caso, a los directores del Moonlight?

Lo miré como si fuera tonto. ¿Acaso no me había escuchado?

—Porque no confío en la gente. Tengo miedo de sufrir y de que me hagan daño de nuevo. 

—Escúchame, Kara y Álvaro son dos personas increíbles, totalmente confiables. Seguro que intentarán ayudarte en todo, al igual que han hecho con el resto de internos durante todos estos años.

—No lo creo.

Eso era mentira. Yo no le importaba a nadie.

—Si has podido confiar en mí para contarme este secreto tuyo, que hasta hace cuatro días no era una persona muy de fiar, que te lo diga Maddie, podrás contar con su apoyo incondicional. Créeme, estamos aquí para ayudarte porque te queremos.

Lo miré con duda.

—No sé...

—Además, si les dices que amas la danza, es muy seguro que te apunten a clases de baile. —Me guiñó un ojo.

Espera, espera, espera. ¿Qué acababa de decir? ¿Podría bailar sin esconderme? ¿Podría mejorar?

—¿Estás seguro de que me dejarán hacerlo?

—Claro. En primer lugar, lo haces de maravilla y, segundo, hay una compañera tuya que asiste a un estudio de danza.

Una sonrisa sincera se escapó de mis labios.

—Gracias por... —empecé a decir, pero pronto callé al darme cuenta de un pequeño detalle—. ¡Espera! ¿Has dicho que una chica de aquí baila? —Eric movió la cabeza de arriba a abajo—. ¿Quién es? 

—Madison.

Abrí aún más mis ojos, sin creérmelo.

—¿Ella? 

—Sí.

—Hala... —suspiré, totalmente maravillado—. ¿Es buena?

—Ella es una profesional. ¿Sabes que da clases de baile en el estudio a un grupo de niñas de seis a diez años?

Creo que estuve un buen rato soltando mi tan conocida muletilla.

—Ahora entiendo por qué llega tan tarde entre semana.

—¿Sabes que también tiene una sala en el sótano especial para bailar?

¡¿Qué?! Eso era increíble, super guay.

—¡Por eso pasa tanto tiempo ahí abajo encerrada!

—Ajá.

—¿Podría preguntarle si podríamos compartirla?

—Creo que ella estará encantada de compartirla siempre y cuando no la molestes y dejes de hacer esas travesuras que tanto la sacan de quicio.

Cuando escuché que decía aquello, me puse muy triste al instante.

—Lo siento, lo siento de verdad, Eric.

—No está en mis manos perdonarte o no porque a mí no me has hecho nada. Deberías disculparte con tus compañeros e intentar convivir con ellos porque me da la sensación de que harás grandes amigos aquí. 

—Nunca antes he tenido amigos —confesé.

En mi vida nunca había tenido a aquella persona que fuera mi confidente, aquella en la que pudiera confiar plenamente. Siempre había estado yo solo contra el mundo. ¿Podría por fin tener un amigo?

Ver cómo Eric me tendía una mano, sonriente, me dejó por un momento desconcertado.

—Aquí tienes uno. Será un placer ser amigo tuyo, Kevin.

—Encantado de serlo, Eric.

Eric nunca supo que en aquel instante él se convirtió en más que un amigo para mí."

Recordar aquel momento de mi vida me dio las fuerzas que necesitaba para seguir adelante. Estaba listo. Lo superaría tal y como hacía siempre.

.   .   .

La señora Williams era mucho más imponente en persona de lo que me había esperado. Mientras repasaba con atención mi currículum, frunció el ceño. No supe si aquel gesto sería bueno o malo. Mientras tanto, yo intentaba mantenerme sereno, como si no me estuviera jugando mi futuro. Todo el mundo sabía que su estudio de baile era uno de los más prestigiosos del país, que la formación que se daba era excelente. Necesitaba entrar como fuera.

—Veo que ha estudiado en el Hannah Brown Studio cuando era pequeño —dijo de pronto apartando la mirada de las hojas y centrándola en mí—. Es un buen estudio y Hannah Brown es una gran amiga.

—Estuve en ese estudio desde los diez años hasta los catorce.

—¿Por qué lo dejó?

Me encogí de hombros.

—Mi familia se mudó.

Otra vez volvimos a sumirnos en aquel silencio ensordecedor. Intenté con todas mis fuerzas no removerme de la incomodidad que sentía. Aquella mujer había vuelto a centrarse en mi currículum y, de pronto, parecía muy centrada en su contenido.

Unos minutos después (lo que para mí fueron horas e incluso toda una eternidad) volvió a abrir la boca:

—Es usted todo un campeón. Ha ganado Los Nacionales en varias ocasiones, siendo la última hace dos años. No solo eso, también acudió a Los Internacionales ese mismo año y quedó entre los cinco primeros puestos. ¡Es admirable!

Cuando aquella mujer madura de pelo castaño canoso soltó aquel cumplido, sentí que mi pecho se hinchaba de orgullo. Todo eso era cierto. Con veintidós años había ganado Los Nacionales gracias a todos los consejos que mi hermana Maddie me había dado y quedé cuarto en los famosos Internacionales. Después de eso, decidí dejar a un lado las competiciones para centrarme en otro tipo de oportunidades, como salir en programas de televisión, series o películas. Si bien no había conseguido un papel importante todavía, no dejaría de insistir. Sabía que tenía talento —todos los profesores que me habían enseñado lo decían a menudo—.

Los ojos marrones y expertos de la señora Williams se clavaron de nuevo en mí. Volví a ponerme alerta.

—¿Por qué quiere formar parte de mi estudio?

Tragué saliva y me tomé unos instantes para pensarlo. Cuando hube meditado bien, esbocé una sonrisa y empecé a soltar aquel discurso:

—Desde niño siempre me ha gustado bailar. Mi madre me enseñó a hacerlo y me inculcó su pasión por la danza. Una de las razones por las que quiero entrar en esta escuela de baile es que mi madre fue alumna en su juventud. —Tuve que parar. Siempre que hablaba de mis padres sentía que me pondría a llorar. Yo era muy pequeño cuando murieron en aquel trágico accidente de coche y apenas los recordaba. Mas había algunos detalles que recordaba a la perfección, como el perfume favorito de mamá o la sonrisa de papá cada vez que miraba a mi madre. Los echaba mucho de menos—. Otra de las razones —volví a decir retomando toda la confianza— es que sé que quiero bailar, que lo amo con todo mi ser. Quiero ser bailarín y mejorar como tal. Sé que su escuela es de las mejores. Por eso quiero formar parte de ella.

La mujer pareció sorprendida.

—¿Eres el hijo de Isabelle Graham? Ya decía yo que tu apellido me sonaba de algo. Ella fue una estrella dentro del estudio. Tenía una técnica y un estilo envidiable.

—Era la mejor —estuve yo de acuerdo.

Apenas la recordaba, solo unos pedazos de mi infancia. Recuerdo la de veces que se ponía a bailar en el salón de casa porque sí y cómo yo intentaba imitarla. Recuerdo su voz cantarina y su risa contagiosa, y la de veces que me cantaba cuando tenía miedo.

¿Por qué mis padres tuvieron que irse cuando yo era tan pequeño? ¿Por qué me dejaron solo y desamparado?

De nuevo volvimos a quedarnos callados. Hazel me estudió con la mirada con detenimiento, comprobando quizás que dijera la verdad.

—Quiero verte bailar —sentenció y, acto seguido, se puso en pie. Me hizo un gesto de la mano para que también me levantara—. Vayamos al salón F. He reservado la sala para ver qué tan bueno eres.

A medida que nos íbamos acercando a allí, me fui poniendo un poco nervioso. Esperaba que la coreografía que había preparado le gustara. La había estado ensayando durante un par de meses, cuando conseguí aquella audición. Esperaba que fuera lo suficientemente buena como para impresionarla. Quería dar mi ciento diez por ciento.

Rayos, ya estaba pensando como Maddie. A veces me daba miedo a mí mismo.

Cuando llegamos al salón, la señorita Williams me invitó a que pasara delante de ella y, cuando estuvimos los dos, se colocó frente a la pared de espejos y se volvió hacia mí. ¿En qué momento había cogido aquel cuaderno que tenía en las manos? Me estaba poniendo cada vez más nervioso. Tenía que impresionarla si quería que me admitieran en aquel estudio de baile.

Se sentó de espaldas a los espejos y centró toda su atención en mí. Contra todo pronóstico, esbozó una agradable sonrisa que me ayudó a relajarme.

—Quiero ver el calentamiento y esa coreografía de la que tanto me ha hablado. Puede comenzar, señor Graham.

Me situé en el centro de la gran sala de baile. Probé el suelo de madera luminosa y, después, me senté en el mismo para empezar a estirar los músculos. En todo momento sentía la mirada de Hazel Williams clavada en la nuca. Intenté no mostrar cuán aterrorizado y nervioso estaba, y seguí con lo mío hasta que me sentí preparado para dar lo máximo.

—Estoy listo para mostrarle la coreografía —hablé en cuanto me puse de pie. La directora estaba tomando apuntes con avidez. Me pregunte si ya habría hecho algo mal, si ella ya tendría su veredicto solo con verme estirar. Descarté esa idea de inmediato. Claro que no lo tenía. Era muy consciente de que para ver el potencial de un bailarín era necesario verlo bailar con el corazón y eso era lo que yo haría.

Antes de comenzar, me llevé dos dedos a los labios, después a las mejillas y por último lo lancé al cielo. Era mi ritual antes de comenzar, una manera de recordar y sentir a mis padres conmigo. Porque cada vez que bailaba era como si los tuviera allí, entre el público. Yo bailaba para ellos.

En cuanto la música empezó a sonar por los altavoces, empecé a moverme tal y como yo sabía hacerlo. Di lo máximo que podía, me esforcé en cada ejercicio y pirueta y cuidé que mi técnica fuera impecable. Cuando terminé, sentí que lo había hecho lo mejor que había podido, que había bailado como nunca antes lo había hecho. Estaba muy satisfecho conmigo mismo.

Pero la señora Williams no decía nada. Solo estaba allí sentada anotando lo que fuera en su dichoso cuaderno. ¿Acaso no lo había hecho tan bien como pensaba?

Estaba hecho un manojo de nervios cuando por fin dejó de redactar. Se levantó del suelo y caminó con gracia hacia donde estaba situado. Intenté descifrar su expresión en balde. Era tan indescifrable como la mayor de las cámaras acorazadas.

Apoyó su mano derecha en mi hombro y ahora sí que sonrió.

—Buen trabajo, muchacho. Está dentro. Tiene una técnica asombrosa, como la de su madre, y transmite una emoción cuando baila que pone a uno de gallina. Muy pocos artistas logran eso. Debería estar muy satisfecho con su trabajo.

Juro que estuve a punto de hacer un mortal hacia atrás de la emoción. Madre de Dios, ¡había superado la prueba!

—Ven —continuó hablando la señora Williams—, quiero presentarle a sus compañeras. Muchas de ellas son grandes bailarinas y han trabajado con los mejores coreógrafos. —Hazel empezó a caminar fuera de la sala y se adentró por todo el estudio. La estructura del mismo me recordaba a muchos de los que había estado. En la planta baja había una infinidad de salas incluida un taller de costura muy similar al que había en el Hannah Brown Studio y una cafetería. Subimos al segundo piso por las escaleras y, tras recorrer un pasillo infinito, nos detuvimos frente a una puerta—. Antes de que se incorpore quiero que sepa que se espera de usted la excelencia. Si no trabaja lo suficiente se le sancionará y en la tercera sanción será expulsado. ¿Me ha entendido?

Tragué saliva en seco.

—Está bien, señora Williams. Antes de que me deje quisiera agradecerle la oportunidad.

Me dio unas palmaditas en la espalda.

—Sé que será un alumno ejemplar.

Y con estas palabras entró en el aula y cambió completamente su comportamiento. En vez de mostrarse fría y distante como lo había hecho conmigo momentos antes, entró con una alegría y garbo que me sorprendieron. Estaba flipando tanto que no escuché sus palabras hasta que mencionó mi nombre.

Me adentré en aquella aula repleta de chicas. Estaba acostumbrado a trabajar con ellas, tanto en bailes en grupo como en tríos o dúos. Había muy pocos chicos bailarines.

—Chicas, quiero presentaros a vuestro nuevo compañero. Acaba de incorporarse al estudio y espero que le deis una buena bienvenida. —Que dejara de hablar de usted me relajó. Ya no debería ser tan formal como antes, podría ser yo mismo—. Él es Kevin Graham. Quinn, lo dejo en tus manos.

La instructora de baile de nombre Quinn asintió con la cabeza y se despidió de ella con un movimiento de manos. Era una mujer bastante joven, no llegaría a los cuarenta (quizás tuviera menos). Su pelo marrón estaba recogido en un moño prieto. Me miraba con aquellos ojos azules como el hielo. Por su porte supe que sería una profesora muy estricta.

—Bienvenido a bordo, Graham. Te presento a tus compañera.

Los siguientes minutos los invirtió en que conociera mis iguales. Cuando yo ya pensaba que había termina, ¡oh, sorpresa!, alguien tocó la puerta y entró a toda pastilla.

—Llegas tarde, Woods —la recriminó.

—Lo siento. He estado haciendo un trabajo y...

Pero de pronto sus palabras se quedaron atascadas en cuanto nuestros ojos se encontraron. Abrí los míos tanto que casi se me salieron de las órbitas. No podía ser. ¡Madre mía, el mundo era un puto pañuelo!

Quien estaba allí, con la respiración agitada, era ni más ni menos que Hayley Woods.

................................................................................................................................................................

Nota de autora:

¡Feliz Halloween a todos!

Os regalo un capítulo largo. ¿Qué os ha parecido? A mí sinceramente me ha emocionado escribirlo. Repasemos:

1. Kevin está nervioso por la audición de baile.

2. El recuerdo de cuando Kevin conoció a Eric.

3. La audición.

4. ¡Kevin está dentro!

5. ¡Kevin y Hayley serán compañeros de baile!

Espero que el capítulo os haya gustado. ¡Nos vemos la semana que viene! Un beso enorme. Os quiero.

Mis redes:

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro