Capítulo 3
Capítulo 3
Kevin:
La mañana del jueves fue una completa locura. De entrada, los tres coincidimos. Mamá debía estar en el centro educativo a las ocho y media; Venus no tenía que estar hasta las nueve y cuarto, por lo que la llevaría yo en coche. Yo entraba a las diez ese día, pero como debía acercar a mi hermana pequeña, tuve que levantarme a su hora.
No veáis lo complicado que era compartir un cuarto de baño con dos mujeres, y eso que Venus aún era una cría. Christina podía tardar sus buenos veinte minutos o más para prepararse. Venus necesitaba también su tiempo. Así como único hombre de la casa me tocaba aguantarme, por desgracia.
—¡Vamos, mamá! —grité a la persona que estaba tras la puerta cerrada a cal y canto—. Necesito usar el baño con urgencia.
—¡Dame cinco minutos!
Uf. Había vivido con ella lo suficiente como para saber que sus cinco minutos podían ser fácilmente diez o quince.
Mientras esperaba mi turno, fui a la cocina y empecé a preparar el desayuno. Aún mamá no había salido del baño cuando una soñolienta Venus entró olisqueando el aire. Llevaba puesto su pijama de invierno de princesas y apretaba contra su pecho una abeja de peluche con la que siempre dormía, aquella que le regalé poco después de que tuviera una pesadilla que la hizo tener un ataque de pánico.
—Buenos días, abejita —la saludé con cariño—. ¿Lista para el gran día?
—No lo sé. ¿Y si no hago amigos?
Me puse a su altura y la miré con seriedad. Posé las manos en sus pequeños hombros. Parecía preocupada y no entendía por qué. Una de las razones de que nos hubiésemos mudado era que Christina quería que la pequeña empezara de cero y que no fuera señalada con el dedo por su pasado.
—Los harás. Eres una niña muy sociable.
Ella hizo un mohín.
—Eso solo lo dices porque eres mi hermano y me quieres.
Le di un beso en la coronilla.
—Te equivocas. Sé que no tendrás ningún problema en la nueva escuela. Eres lista, guapa y muy maja. Seguro que triunfas.
Una pequeña sonrisita se fue formando en sus labios. Cuando sonreía de verdad, se le formaban unos hoyuelos muy monos que, sospechaba, serían parte de sus encantos cuando madurara.
—Solo quiero hacer amigos. En el otro cole nadie quería jugar conmigo. —Sus ojos se apagaron y se llenaron de tristeza. Apreté los puños de impotencia, pensando en lo mal que lo había pasado antes de que Christina y yo formásemos parte de su vida.
—Eso no quiere decir que en este te vaya a pasar igual. No sé si lo sabes, pero yo estuve yendo de casa de acogida en casa de acogida hasta que acabé en el Moonlight. Era un niño muy triste y con mucha rabia contenida que se portaba muy mal con sus compañeros. Incluso le hacía la vida imposible a Maddie. No tuve amigos hasta que llegué a ese orfanato. Allí conocí a Adam y a Caleb, dos chicos que me llevaban un año y con los que congenié en seguida en cuanto me di cuenta que ya nadie me haría daño.
<<Lo que quiero decir es que yo también pasé por algo parecido. No tenía amigos y me sentía muy solo. Mírame ahora. Tengo un grupo de buenos amigos. —Le pellizqué la nariz con cariño haciéndola reír—. Eso mismo te pasará a ti. Hoy quiero que te pongas más guapa de lo que ya eres para que dejes a esos niños boquiabiertos. ¿Lo harás?
Venus asintió con la cabeza.
—Sí. —La envolví entre mis brazos y le di otro beso en la frente—. Te quiero, Kevin. Eres el mejor hermano mayor del mundo.
No pude evitar sentirme contagiado de su sonrisa. Venus me recordaba a mí. Su historial era muy parecido al mío y por eso creo que siempre habíamos congeniado bien. Desde el primer momento en que la vi supe que aquella niña iba a revolucionar nuestras vidas para bien.
—Tú también eres la mejor hermana del mundo.
Aún entre mis brazos la oí preguntar:
—¿Más que Maddie?
—No se lo digas. —La separé de mí, le guiñé un ojo y me llevé un dedo a los labios como si aquello fuera nuestro mayor secreto—. Y, ahora, es hora de prepararse, señorita. ¿O quieres llegar tarde a tu primer día de colegio?
—Ay, no.
Y salió disparada hacia su dormitorio.
Terminé de preparar el desayuno y cuando ya lo estaba sirviendo en la mesa del pequeño comedor que teníamos adherido a la cocina, vi entrar a dos de las tres mujeres más importantes que tenía en la vida. Mamá entró con la energía que la caracterizaba. Venus la seguía. Sonreí al verla. Se había puesto su vestido preferido y mamá le había recogido el pelo castaño en dos trenzas que la hacían ver como una niña buena.
Los tres desayunamos juntos, conversando y bromeando entre nosotros. Le manché la nariz a Venus con un poco de yogur y eso hizo que ella se vengara manchando mi pantalón del pijama (porque era el único que aún no se había vestido) con mantequilla. Me encantaba hacerla rabiar, era mi pasatiempo preferido.
—¡Los dos, parad! ¿O queréis que os castigue a uno sin clases de baile y a la otra sin ir a fútbol?
Su amenaza surtió efecto. Los dos dejamos al instante de meternos el uno con el otro.
Para mí era muy importante el baile. Era como respirar. Mi madre biológica me enseñó a amarlo y me enseñó a bailar. Ella fue una gran bailarina en su juventud. Según papá, la mejor de su época. Los pocos recuerdos que tengo de ella son de sus clases de baile y cómo aprendí a amar la danza. Con el tiempo me di cuenta que no era un arte que muchos chicos bailasen y hubo un tiempo en el que los niños me tachaban de ser homosexual solo porque me gustaba bailar. Una cosa no tenía que ver con la otra, ni de lejos.
Mis padres murieron cuando yo era muy pequeño y apenas tengo recuerdos de ellos. Después del accidente pasé a manos de un asistente social y estuve yendo de casa de acogida en casa de acogida hasta que llegué al Moonlight. Si bien no tuve la suerte de instruirme en el baile, mamá me había enseñado bien y seguía repitiendo los ejercicios que ella me hacía hacer siempre que podía. De vez en cuando experimentaba algún que otro paso de baile o investigaba en Internet cuando tenía conexión a el mismo. No fue hasta llegar al Moonlight que no pude asistir a una buena escuela de baile y, gracias a la generosidad de Kara y Álvaro, los directores, pude aprender y disfrutar del deporte que de verdad me llenaba.
Tras desayunar, me preparé con rapidez para llevar a Venus al colegio. Cuando ya estaba guardando los cuadernos y el estuche que llevaría en la mochila, Christina tocó la puerta de mi dormitorio con suavidad.
—Estoy visible —vociferé concentrado en la tarea de preparar la mochila.
La puerta se abrió y escuché unos pasos. Estaba de espaldas y no podía verla al principio. Se colocó a mis espaldas.
—Me marcho, tesoro. Recuerda, Venus debe estar en el colegio a las nueve y cuarto.
Me volví y le sonreí.
—Lo sé, mamá. No te preocupes. Estará allí a esa hora.
Pero lo que le dije no pareció relajarla.
—Lo sé, lo sé.
Tomé su rostro entre las manos. El paso del tiempo ya hacía mella en ella. Era curioso, siempre fue una mujer muy guapa y no entiendo cómo no encontró pareja.
—Pasa algo más, ¿verdad?
Ella suspiró. Hizo un leve movimiento afirmativo con la cabeza. Miró hacia la puerta de la habitación para asegurarse que Venus no estaba cerca. Así que sea lo que sea que fuera no quería que mi hermana pequeña lo escuchara.
—Me da miedo que Venus no pueda integrarse. Ha sufrido tanto que temo no estar a la altura para hacerla feliz.
La miré de hito en hito. Christina era una madre ejemplar. Se había hecho cargo de mi hermana mayor Maddie, la que era su sobrina. No solo eso, me adoptó a mí y me dio todo el amor de una madre, incluso más. Nos amó y nos cuidó tanto que estoy seguro de que es la mejor madre del mundo. Para mí es mi superheroína. Venus no podía ser más afortunada.
—Mamá, Venus te adora. Solo tienes que ver cómo se le iluminan los ojos cuando te ve. Es feliz, mucho. Lo estás haciendo bien.
Su mirada se tornó triste.
—A veces pienso qué habría pasado si yo no hubiese sido su tutora. ¿Se habría sabido su caso de maltrato?
Le di un pequeño beso en la frente.
—No debes preocuparte por eso ahora. Piensa en lo mucho que te quiere. Te aseguro que es feliz y que yo no puedo vivir sin ella. Es tan adorable.
Todo lo que decía era verdad. Mi hermanita pequeña era mi debilidad, mi eslabón débil. Siempre se me caía la baba cuando hablaba de ella e intentaba mimarla con todo lo que podía: la llevaba al parque, a la piscina si hacía bueno, le compraba helados o gominolas, etc.
Una pequeña sonrisa se instaló en sus labios y por fin la tristeza pareció evaporarse.
—Os lleváis muy bien y desde el principio habéis congeniado bien.
—Es la princesa de la casa. No puedo negarme. —Me encogí de hombros.
Le di un abrazo fuerte y le deseé que tuviese un buen día.
—Si pasara cualquier cosa, llámame. Ya sabes que estaré atenta al teléfono por si las moscas —me pidió ella.
Le di un último beso en la mejilla.
—Lo sé, mamá. Ten un buen día. Te quiero mucho.
—Yo también te quiero, tesoro.
Christina desapareció por la puerta. A lo lejos escuché cómo se despedía de Venus.
Terminé de guardar todo y, cuando estuvo todo listo, fui a asegurarme de que mi hermana no estuviera haciendo una de las suyas. La puerta de su habitación estaba abierta y ella estaba en el centro. Estaba sentada en la cama con la cabeza gacha. Tenía la mochila en su regazo. Sus pequeñas piernas se balanceaban arriba y abajo, inquietas. No había que ser muy listo para darse cuenta de lo que pasaba.
—¿Estás lista para el gran día? —pregunté mientras me acerca a ella. Su dormitorio era como el de cualquier niña de su edad. Tenía las paredes de un color rosa palo decorados con algunos pósteres de películas o princesas Disney. El suelo de madera estaba cubierto de una alfombra lila de pelos. En la pared opuesta a su escritorio había un pequeño mueble de cerezo en cuyo interior estaban los trofeos que había ganado como futbolista. Venus era increíble y desde el primer momento supe que había nacido para ello.
Me senté en la cama, a su lado. Ella en ningún momento levantó la mirada de su mochila, aquella que tanto le gustaba y que estaba llena de lentejuelas de colores. Se encogió de hombros.
—Sí.
Aquella vaga respuesta y su falta de energía, lo que era muy sospechoso teniendo en cuenta cómo había empezado el día, me pusieron en alerta. Tomé su cara entre mis manos y la obligué a mirarme. Sus ojos estaban llenos de lágrimas retenidas y sus pequeños labios temblaban. Vale, no estaba bien.
—¿Qué pasa, abejita?
Ella hizo una mueca.
—Nada.
Sí, ya. Y yo me chupaba el dedo.
—Escúchame, Venus. No tienes que preocuparte por nada. Vas a bordarlo y vas a pasarlo bien en tu primer día de colegio —intenté tranquilizarla.
—¿Y si no les caigo bien a mis compañeros? ¿Y si no hago amigos?
Borré las lágrimas que empezaban a descender por su carita de ángel.
—Los harás.
—No, ya sabes que en el otro cole...
—¡Pero no es el mismo colegio, Venus! Sé que en el anterior la hija de tus padres de acogida puso a tus compañeros en contra y amenazó con hacerles la vida imposible si se acercaban a ti. Créeme, preciosa, eso no va a pasar. No lo permitiremos, ni Christina ni yo. Además, ¿cómo no querer ser tu amigo cuando eres una niña tan inteligente?
—Tengo miedo de no encajar.
Le di un suave beso en la frente.
—Créeme, en cuanto llegues a clase y la maestra te presente, todos los niños se te acercarán curiosos y harás muchos amigos.
—¡Eso solo lo dices porque eres mi hermano y me quieres! Pero...
—¡Claro que te quiero, pequeña abeja! Pero hablo en serio. Me pasó cuando me mudé a Portland, ya sabes, cuando formé parte del Moonlight. Todos los niños del orfanato quisieron incluirme y cuando empecé el colegio, mis compañeros en seguida me dejaron jugar con ellos, en cuanto la señorita Samantha me presentó delante de todos.
—¿En serio crees que haré amigos hoy? —preguntó con timidez, fantaseando quizás con la idea.
Le di otro beso en la frente y froté nuestras narices con ternura, lo que la hizo soltar un par de carcajadas infantiles.
—No solo lo creo, estoy seguro de ello. Tú solo ve y sé la Venus que conozco. Los deslumbrarás.
Una gran sonrisa se extendió por sus rasgos infantiles. Me dio un fuerte abrazo y, después, un beso en la mejilla.
—Gracias, Kevin. Ahora sí que tengo ganas de ir al cole.
Y así como el miedo al rechazo apareció, desapareció y yo me sentí el mejor hermano mayor del mundo por haberla ayudado a superar ese pequeño temor.
. . .
Quince minutos antes de que Venus entrara al colegio estacioné el coche en el aparcamiento de su institución, Good Village School. Acompañé a mi hermana a la puerta y esperé a que el timbre sonara antes de irme. Había muchos niños a nuestro alrededor jugando. Según tenía entendido, aquella era una escuela inclusiva. Se les daba respuesta a las distintas necesidades que los niños tuvieran, dándoles una educación igualitaria basada en el respeto mutuo.
Venus estaba tranquila hasta que sonó la campana que daba inicio a las clases. Allí se empezó a poner muy nerviosa. La mirada de angustia que me lanzó fue brutal. ¿Cómo alguien tan pequeño podía sentirse así por algo tan cotidiano como lo era el inicio de las clases?
Antes de que se fuera, le di un gran abrazo y un beso en la mejilla.
—Te quiero, abejita. Pásalo bien y disfrútalo a tope. Vas a hacerlo fenomenal, confía en mí. ¿Cuándo me equivoco yo?
Ella se aferró a mí como si fuera su salvavidas.
—Te quiero, Kevin.
—Yo también te quiero.
Venus se separó de mí y empezó a caminar con paso vacilante hacia la fila que le había sido asignada. Antes de ponerse en ella, se giró hacia donde estaba yo y, para darle ánimos, le tiré un beso. Pronto la perdí de vista, en cuanto su tutora los llevó a clase.
No era el primer día de clases oficial. Estábamos a mediados de curso y, no sé cómo, Christina había conseguido que admitieran a Venus en el segundo trimestre escolar. Los dos confiábamos en que Venus lograría superar aquel curso que, por desgracia, le habían obligado a repetir por falta de asistencia y de conocimiento, todo ello culpa de los padres de acogida que le habían sido asignados.
A veces la vida era tan injusta. Ella había crecido en una casa en donde no se la quería ni respetaba y, gracias a eso, la pequeña había crecido con unas inseguridades que no todos los niños tenían. Por fortuna, ahora estaba con nosotros, en un hogar en el que no le faltaba de nada y en donde la pequeña vivía rodeada de amor.
Cuando vi que subía a su clase, me marché. Deseé con todas mis fuerzas que la pequeña tuviera un buen primer día.
................................................................................................................................................................
Nota de autora:
¡Feliz viernes!
¿Qué tal os ha ido la semana? Espero que no se os haya hecho muy larga. Como recompensa aquí tenéis un nuevo capítulo de Perfecta Sincronía. ¿Qué os ha parecido? Repasemos:
1. La convivencia de Kevin, Christina y Venus.
2. La primera conversación con Venus.
3. El pasado de Venus.
4. Un poquito del pasado de Kevin.
5. Las palabras de ánimo de Kevin.
6. Kevin en modo hermano mayor.
Espero que el capítulo de hoy os haya gustado. ¡Nos vemos la semana que viene! Un beso enorme. Os quiero.
Mis redes:
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro