34. Un cóctel letal
Una Semana Antes.
Todos estaban reunidos en aquella sala respirando el mas puro ambiente de ansiedad y nerviosismo. Una copa tintineaba cada tantos minutos, un vaso con hielo le hacía compañía al igual que dos murmullos y el humo de un cigarrillo escapando por la ventana.
—Tarda mucho.
Úrsula vertió su copa de vino en una planta, el vino no le ayudaba a calmar sus nervios.
Desde un asiento cercano Conrad masticó un hielo de su vaso, y le dio una mirada a Peggy que se limitó a murmurar rápido una orden en el oído de David.
Este no tardó más de tres segundos en volver a salir de la casa para ver dónde podría ir la institutriz, y cuando la vio a tan solo una cuadra de la casa no dudó en trotar hasta ella, presentarse rápidamente y guiarla a la casa de los Zylka para que no se perdiese.
—¡Ya ha llegado!—David tomó el abrigo de la mujer y lo dejo en un perchero—.Adelante, adelante, la estábamos esperando.
Apenas Alma puso un pie en la sala, todos se levantaron de sus puestos; Oliver tiró en la chimenea un cigarrillo que inútilmente había encendido varias veces.
—Alma, bienvenida, muchas gracias por venir—Oliver estrechó la mano de la mujer que le sonrío—.Estos son mis padres, Úrsula y Conrad Zylka, y estos son mis amigos.
Todos saludaron y se presentaron tan rápido como se pudo, insistieron en que antes de cualquier cosa Alma tomase asiento. Al hacerlo todos expectantes la rodearon con prudencia.
Delicados movimientos sacaron de un sobre amarillo un papel, de hecho, eran muchos papeles. Todos engrapados y bien organizados tenían tres firmas en el pie de cada página.
Los ojos de Oliver brillaron pero antes de que pudiese tomar el contrato, su madre se adelantó y soltó una risa nerviosa.
Hojeó cada página y asintió—¡Vaya, que chico tan condenado me saliste Ollie!
Todo había salido de acuerdo al plan.
Después de que cada quien leyó incluso las letras pequeñas, se hizo la pregunta del millón de libras.
—¿Y ahora?—David miró a su amigo, todos los demás lo hicieron también.
Dos golpes fuertes y demandantes en la puerta interrumpieron la respuesta que Oliver iba a dar. Esperaron unos segundos para tratar de escuchar mejor quién podría estar afuera y en ese mismo instante volvieron a resonar los fuertes golpes, esta vez con mas rudeza.
—¡Voy!—Úrsula frunció el ceño y se adelantó seguida de los demás.
Un miedo silencioso se deslizó entre los presentes. ¿Acaso habían seguido a Alma? Si era así, ¿estaría Barry Crisol del otro lado de la puerta? Con su sonrisa triunfante de viejo zorro astuto y mañoso.
Úrsula tardó quizás dos minutos obstruyendo el paso, y aferrando una mano a la puerta su voz tembló al llamar a su hijo.
—O-Oliver—no era ni un grito, ni un gemido, era un sonido atrapado en su garganta que la pareció estrangular—.Oliver, ven.
Él se acercó con su padre pisándole los talones y ambos se vieron confundidos por las personas del otro lado de la puerta.
Dos policías y un hombre trajeado lucían intimidantes de pie allí.
Algunos vecinos se asomaban chismosos por sus ventanas al ver la patrulla de policías estacionada sin la sirena encendida pero con las luces de estas activas.
—¿Oliver James Zylka?—el hombre trajeado lo observó con rostro inescrutable.
Él asintió—.Sí.
—Procedo a informarle que se encuentra detenido por los cargos de violencia psicológica, amenaza contra el derecho de vida de una persona y violencia de género.
El mundo comenzó a moverse en cámara lenta después de que el hombre trajeado le hizo un movimiento de mano a los oficiales de policía. Úrsula sacó sus garras y se aferró a su hijo como si su vida dependiera de ello, Conrad lucía desorientado totalmente y tanto Peggy como David exigían una explicación.
Y mientras todo un caos se desataba a su alrededor, mientras iba escalones abajo esposado su mente solo envió dos señales. Cortas y difusas.
«¿Por qué?»
«Lily»
¿Por qué le estaba sucediendo aquello y cómo haría para ayudar a Lily si él estaba enrollado en un problema?
Lo último que vio conscientemente fue a sus amigos y familia quedarse en la mitad de la calle.
Era como estar en un limbo, todo era un destello que sacudía su mundo. Quizás en algún momento de todo aquel maremoto que presentaba su existencia, escuchó la palabra "juzgado" "juez" y "sentencia". Así era, su juicio por los cargos que se le imputaron comenzaría el lunes de la siguiente semana. Quizás alguien lo entrevistó, quizás respondió. Se había disociado de su presente. Tal vez aceptó conocer a alguien, tal vez asintió débilmente un par de veces.
Sea como fuese, se encontró retenido de libertad en una celda siendo entrevistado por un guardia cada cierto tiempo.
Oliver solo reaccionó, solo se volvió a armar así mismo cuando tuvo a un hombre de traje frente a él.
—Buenas tardes, Oliver—el hombre, de aspecto astuto e implacable le regaló una minúscula sonrisa—.Soy Stephen Grayson, seré tu abogado.
Abogado.
A-Bo-Ga-Do.
—¿Abogado?—logró pronunciar, tenía la boca seca—, ¿qué hora es? ¿Qué hice?
El abogado sintió cierta compasión, estaba totalmente desorientado.
Grayson le dio un vistazo a su reloj carísimo que se encontraba en su muñeca—.Ah, son las dos de la tarde. Fuiste privado de libertad ayer. Mi prometida es la doctora Shepard, ¿la conoces?
Aquella era una prueba para ver la capacidad de relacionar que tenía Oliver.
Él asintió—.Es colega de mi padre.
—Correcto—Grayson sacó de un maletín una cantidad moderada de papeles y además, una grabadora junto con papel y lápiz—.Acabas de preguntar qué hiciste, te leeré el reporte que he conseguido gracias a unos contactos.
»Martes 17 de Agosto. Se hace constatar que en la estación de policía central de la ciudad de Londres, siendo las trescientas horas se toma la denuncia por los oficiales Henderson y Struffard de la ciudadana mayor de edad: Helen...
—¿Helen?—un frío corrió por la columna vertebral de Oliver, Grayson lo miró y asintió—¡Yo jamás le haría algo a Helen! ¡Ni a ella ni al bebé! Yo-
Grayson lo interrumpió—.Difunto.
Todo color que pudo haber tenido en el rostro se perdió y meneó la cabeza incapaz de creer aquello.
—¿El bebé...?
—Falleció solo un día después de su nacimiento por una falla en el corazón congénita.
Hacía mas de un mes que Helen había perdido a su hijo. La cuestión era, ¿por qué le estaba haciendo aquello a él?
No volvió a hablar más durante todo el tiempo que Stephen Grayson le explicó y preguntó cada mínima cosa.
Según los reportes presentados, Helen había asistido a la estación de policía totalmente aterrorizada incapaz de articular una palabra, con evidentes signos de haber sido violentada. Decía tener miedo, un terrible miedo por su vida; necesitaba que la protegieran porque ÉL le decía que la haría desaparecer, que haber perdido su hijo era todo culpa de ella.
Después de tres días de reuniones abogado-cliente, Stephen Grayson no tenía una sola hoja de una declaración por parte de Oliver. Ni una sola palabra.
Nada.
Oliver Zylka mantenía un silencio profundo y categórico sumido en sus pensamientos, sus ojos se habían vaciado de toda vida y su piel se había tornado enfermiza.
—Vamos, Oliver necesito que digas algo—Grayson golpeteó con su anillo de compromiso la mesa—, mira solo tengo declaraciones de tus amigos pero el caso es débil. Ella llegó a la estación en un estado alterado, no racionalizaba, solo fue capaz de dar tu dirección y nombre pero no tiene mas que sus palabras en tu contra.
Unos ojos aceitunados opacos dieron una mirada exhausta, por lo menos lo había mirado.
Grayson lo animó—.Escucha, escucha muchacho, tienes que defenderte. Hoy en día exigen para casos como este todo el peso de la ley, quieren dar el ejemplo y no van a titubear en hundirte con todo. El sistema siempre debe verse justo, pero defiéndete chico.
Y para sorpresa de Grayson, Oliver artículo mas de una palabra.
—Deja que me lleven a juicio, y deja que Helen me vea bien. No soy yo, ella necesita ayuda.
Impactado.
En todos sus años como abogado, Grayson nunca había visto a uno de sus clientes fuesen culpables o inocentes, simplemente no defenderse. Y señalar que era la otra persona quién necesitaba ayuda mucho menos.
Oliver fue devuelto a su celda y Grayson salió del lugar rápidamente a reunirse con sus clientes.
Los Zylka no tenían ni la menor idea de lo que sucedía en la cabeza de su hijo, pero al ser hijo de una artista reconocida como Úrsula, fue una suerte de que el ruido de tal problema no llegase a los medios. Mejor dicho, no fue una suerte, una persona velaba de que ciertas personas no entrasen en un espiral incesante que era cierto grupo de amigos.
Lunes.
En los asientos presentes Oliver pudo ver a sus padres, también estaban sus amigos, y por supuesto también estaba toda la familia de Helen junto con sus amigos incluyendo a Kyle y Ezra. Sus miradas se cruzaron y el brillo en los ojos de Ezra se le hizo extraño e inquietante a Oliver.
No pasó mucho tiempo hasta que Helen tomó asiento con su abogado a un lado. No lo miró ni una sola vez.
—Todos de pie para recibir a la honorable jueza Julianne Williams.
Oliver se sumió en sus pensamientos nuevamente hasta que a lo lejos escuchó que el abogado de Helen la llamaba al estrado. Volvió en sí y la vio jurar, tomar asiento y en ese momento sus miradas por fin se encontraron.
—...¿Siente usted que su vida corre peligro? ¿Qué alguien la podría, digamos, asesinar?
Helen enfocó su mirada en Oliver, tragó saliva y asintió.
Su abogado, un hombre obeso fastidioso asintió caminando frente a Oliver con sonrisa triunfante.
—Repito, ¿siente que este hombre puede acabar con su vida?—el gordiflón señaló a Oliver directamente y Grayson saltó al rescate.
—¡Objeción, señoría!
La jueza les hizo una seña y al gordiflón no le quedó de otra que retractarse y formular mejor su pregunta.
—Correcto. ¿Podría decirle al jurado el tormento que usted ha vivido las últimas semanas?
Helen tragó saliva, respiró hondo y sin perder su vista de Oliver comenzó a narrar—:En las noches, decía que tenía el vientre podrido y que había sido mi culpa por fingir que me importaba el bebé y haberlo separado de él... Sus miradas dan tanto miedo, como si te quisiese hacer mucho daño. Es...
Helen cerraba los ojos cada cierto tiempo cuando los recuerdos la ahogaban. Pero para cuando terminó su narración, las miradas y las palabras que le dirigía su agresor eran menos tortuosas que las horribles descripciones que le daba.
El gordiflón dio un vistazo al jurado, todos lucían conmovidos por la joven de ojos tristes que estaba en el estrado.
—¿Su agresor se encuentra aquí?
Helen asintió—.Sí, lo hace.
—¿Sería tan amable de señalarlo?
Ella alzó su mano y sin titubear, su dedo índice apuntó a una sola persona.
Se escuchó un murmullo correr por la sala, los rostros confusos se miraron los unos a los otros e incluso el abogado fanfarrón quedó impactado.
—Es él, Ezra Dougherty.
La jueza dictaminó de inmediato la aprehensión de aquel que había sido el amante de Helen, dejó ir a Oliver sin cargos y el abogado fastidioso fue llamado al despacho de la jueza. Todo había dado un giro inesperado.
Fuera de la corte Úrsula era un mar de lágrimas que abrazaba una y otra vez a su hijo.
Grayson le estrechó la mano a su cliente con una extraña sonrisa—.Vaya, es la primera vez que gano un juicio sin decir una palabra.
Oliver se rió, pero su risa se vio opacada por una pelirroja que lo miraba, él le hizo una seña y Helen se acercó bajo la mirada furiosa de todos los demás.
—Lo siento, te juro que lo siento tanto—sus ojos cristalizados hicieron un esfuerzo por no derramar lágrimas—, después que sucedió lo del bebé, él solo se convirtió en un monstruo.
Oliver asintió—.Lo que hiciste fue riesgoso, estúpido sin duda—ella agachó el rostro avergonzada—, pero fue valiente porque si él entraba a esa sala no lo dejarían salir luego de escucharte.
Comenzaron a caminar uno al lado del otro por la calle, hacia una cafetería cercana. Aunque estaba claro que Helen había arruinado muchas cosas, se alegraba de verla.
Tomaron asiento y después de pedir un par de cafés, Helen se desbordó en lágrimas que Oliver no se molestó en limpiar. Debía entender que ella estaba sufriendo demasiado en ese momento, y que restarle importancia a su dolor no ayudaría en nada. Prestaría su compañía, en silencio, acotando cosas cada cierto tiempo.
—Creía que era nuestra culpa, tuya y mía—se sorbió la nariz de una forma ruidosa que la hizo reír—.Le traté de dar un buen padre a mi hijo, por si algo le sucedía a él, y solo decía que nos pudriríamos en el infierno por no haber cuidado bien del bebé.
A Oliver le dieron unas inmensas ganas de resoplar, pero en vez de eso, asintió.
—En los ecos no salía nada, quizás era muy minúsculo.
Ella asintió repetidas veces—¡Yo lo sé! ¡No fue nuestra culpa! Pero Ezra... Oliver, Ezra me odia, nos odia. Kyle le dijo que te acusaría, que te denunciaría. Fue la única forma de llevarlo cerca de un jurado.
—Bueno, casi me jodes la vida, pedazo de loca.
Quizás fue el tono molesto e irónico que había usado lo que hizo que se aligerase el ambiente.
Estiró su mano hacia la de ella y le dio un apretón—.¿Tienes las pruebas suficientes, Len? ¿Tú quieres...-
—¿Ir a un psicólogo?—le interrumpió, él asintió—.Gracias Ollie, pero entiendo que la pérdida de mi hijo no estaba en mis manos, me quedaré acá en Londres e iré a terapias. Ezra fue un infierno.
Él quiso reírse por lo irónico de aquel momento.
Asintió—.Len, mira te diré algo. Las mujeres no son las únicas que sufren tras perder un hijo, a eso agrégale que Ezra vive la mitad de su tiempo en el medio oeste sirviendo al país.
Helen levantó las cejas, indignada. ¿Qué trataba de insinuar Oliver?
—Sé claro.
Él se encogió de hombros—.Un tipo con una personalidad de mierda al que idealizaste sin darte cuenta que su trabajo era tirotearse con personas, adivina, estrés postraumático más un trauma por perdida... Helen, hoy desarmaste una bomba.
Ezra era un cóctel de todas las cosas nefastas del mundo. Y para la mala suerte de Helen, había sido ella quién había sufrido los efectos de ese cóctel.
—¿Me estás echando la culpa?—se sintió atacada.
Oliver meneó la cabeza—.No, nunca creas que ha sido tu culpa. Solo te digo qué él siempre fue así, y no lo viste, pero hiciste las cosas a tiempo y las hiciste bien. Me siento orgulloso de ti.
Por la ventana de la cafetería se vio el rostro de David fruncido hasta arrugarse como una pasa, y a su lado el de Peggy con los ojos entrecerrados.
Sonrió y se levantó de la mesa dejando lo suficiente para pagar la cuenta.
—Me tengo que ir, eres una persona demasiado inoportuna—le dio un ligero abrazo y antes de salir de la cafetería se giró hacia ella, Helen lo imitó—.Sal de mi puta vida, porque no puedo solucionar todo yo.
Tenía que ocuparse de otras cosas, y la más importante:
Lily.
N/A: AAAAH, admito que el personaje de Helen siempre ha sido... bueno, Helen.
Pero, no importa como, siempre se debe alzar la voz cuando te sientas atacado.
PD: estamos como a la mitad... o menos🤔 Ya me desorganice.
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