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32. ¡Muerte a ese desgraciado!

Frente a él había una casa muy bonita, no muy llamativa, hogareña. Unos niños estaban jugando a la rayuela frente a la casa mientras una mujer que no pasaba de los cuarenta los observaba jugar con una sonrisa en los labios.

Oliver revisó de nuevo la dirección anotada en su mano a los tropezones, esa debía ser la casa y esa tenía que ser Alma, la institutriz de Lily.

Cruzó la calle tranquilo debido a que no había nadie más que los niños jugando.

—Buenas tardes—saludó acercándose, los niños siguieron jugando pero Alma lo miró atenta—, disculpe, ¿usted es institutriz? Alma García, ¿cierto?

Ella no sabía quién era el muchacho que le hablaba, así que recelosa asintió. Oliver sonrió de oreja a oreja enseñando sus dientes y un hoyuelo en su mejilla.

—Oliver Zylka—le ofreció la mano a la mujer a forma de presentación.

—Alma.

Se estrecharon la mano y él le explicó que estaba allí porque su novia,era Lily Crisol; ante la mención del nombre de ella, Alma hizo un gesto de ternura con el rostro, bien sabía ella que la vida de Lily era toda una farsa. Le tenía gran aprecio a la niña melancólica que ella recordaba y tener frente a ella al aparente novio, le hacía ver que ya no era tan niña.

—Déjame decirle a mis sobrinos que entren a la casa y así podremos hablar mejor.

Oliver le aseguró que esperaría y ella se apresuró a meter adentro de la casa a los niños que discutieron un poco pero no hicieron señales de resistencia. Entró cuando ella se lo indicó y se sentaron en una mesita circular frente al saloncito que daba a la calle.

—¿Cómo está Lily?—preguntó Alma sirviendo té para ella y para Oliver.

Él torció los labios, se habían tenido que despedir abruptamente en la mañana porque Lily estaba tardando mucho en estar fuera de casa y podría ocasionarle problemas así que después de unos dulces besos sin que nadie los viese en la cocina, Peggy-Anne acompañó de regreso a la chica hasta su casa.

—No muy bien—admitió y Alma pareció comprenderlo—, verá, necesitamos que vuelva a ser la institutriz de ella.

—¿Los Crisol me necesitan de nuevo?—estaba sorprendida pues recordaba que Lily comenzaría a tomar clases en una escuela.

Él meneó la cabeza retorciendo sus dedos porque estaba algo nervioso. Una cosa es que sus padres y mejores amigos supieran y apoyaran lo que pasaba, otra cosa era contárselo a una mujer que apenas estaba conociendo.

—No, ellos no—su tono firme confundió a Alma—. Lily y yo, déjeme explicarle.

Omitió algunos detalles que Alma no tenía por qué saber, pero le contó su preocupación, el secreto de que los Crisol no sabían que él existía y el plan.

El plan estaba muy bien orquestado, Oliver lo había trazado con mucho cuidado, era brillante.

Todo partía desde un mismo punto, el mismo que indirectamente, sin saberlo y sin querer, hacía de la vida de Lily un juego de intereses: Nicholas Hamilton. Él estaba en la universidad, no en Londres, en Cambridge; por lo tanto Lily podía decirle a sus padres que si Nick no estaba en casa ella preferiría ir a 'Brighton' a terapias con un magnífico psicólogo y que Alma estaría con ella como su guardiana e institutriz por lo que sus clases no se perderían. Como medida para que su madre aceptase, era que sin tantas personas encima, Nick y ella podrían salir como si estuviesen en este siglo y no en el siglo XVIII. Y en caso de que pusieran peros, ella contaría lo que sucedió con Jude.

¿Los detalles? No iría a Brighton, iría a Bristol con Oliver. Alma iría con ella, asistiría a terapias y obviamente si ella gustaba era libre de salir con Nick aunque eso ya estaba claro que no lo haría porque Rebecca le causaba un miedo terrible. Los padres de Oliver ayudarían con el pago para Alma si los de Lily ponían peros y si no era así, con gusto ayudarían en otras cosas. Claro, Úrsula tenía que mentir como una maestra y hacer creer a todo el grupo de víboras que 'la pobre Lily' tenía que ir a terapias sí o sí, porque podría lastimarse; y Conrad mostraría un gran interés por su viejo amigo Barry, charlarían hasta hacer entrar en razón a Barry de que lo mejor era que Lily tomase aires nuevos, como recetaban los viejos doctores.

—¿Todo eso lo planeaste tú?—jadeó Alma sorprendida.

Era un plan de locos que en el peor de los casos traería graves problemas para todos.

Él asintió orgulloso.

—No se preocupe, cualquier problema se podrá resolver, ¿acepta?

Ella lo pensó por unos eternos minutos, y a veces le daba miraditas curiosas al muchacho frente a ella. ¿Qué edad podría tener? ¿Veinte, veintiuno? Y si sus cuentas no fallaban Lily ya pisaba los diecisiete. Esperaba no equivocarse con su elección.

—Sí, acepto.

Oliver sonrió—.Se lo agradecemos muchísimo, de verdad.

Todo dependía de la elección que diese Alma.

...

El bar no estaba muy lleno, era elegante, y las clientes regulares eran ejecutivos de altos cargos, abogados o doctores con renombre.

Era como una piscina en la que nadaban tiburones.

—Un whiskey a las rocas, por favor.

—Dos—pidió una voz femenina a su lado.

Conrad giró el rostro hacia la mujer que acababa de sentarse junto a él, rubia de anteojos rojos muy linda. Pero se veía agotada.

—Dinah—saludó sonriente, ella le devolvió la sonrisa—, ¿qué tal la operación?

—Terrible, odio operar tumores cerebrales en niños.

Les trajeron a ambos sus bebidas y ella bebió todo de su whiskey en un pestañeo. Solo quería descansar al llegar a casa pero esperaba al anestesiólogo que la acompañó en la operación durante seis horas para liberar el estrés bebiendo juntos.

Conrad y ella charlaron durante un rato aunque como neurólogo y neurocirujana, la conversación fluyó sobre el trabajo. Pasó media hora hasta que Barry Crisol entró al bar, algunos colegas lo saludaron y otras personas que lo conocían también.

—Señorita Shepard—saludó a la mujer que le sonrió—, ¿o señora?

En respuesta ella le enseñó su dedo con un gran anillo de compromiso.

—Casi señora.

Rieron, Barry saludó a Conrad y ambos se marcharon a una mesa aparte pues el colega de Dinah acababa de llegar y ambos parecían listos para ingerir una gran cantidad de whiskey antes de caer como un tronco en sus respectivas casas.

—Tomaré lo mismo que mi amigo—señaló Barry cuando se acercaron a tomar su orden, una vez el mesero se fue, él le prestó atención a su amigo—, ¿cómo estas, viejo?

Conrad tragó un hielo con dificultad, él de verdad amaba a su hijo.

—Agotado con el trabajo, pero mierda hombre, de ese infierno no quiero hablar—largó una risa verdadera—, ¿qué hay de ti?

Barry le dio un trago a su vaso cuando se lo trajeron, él prefería estar navegando en trabajo y en otras cosas que estar en su casa.

—El trabajo es mi salvación, y la casa una pesadilla.

Jamás admitiría que era él quien cooperaba para hacer de su casa una pesadilla, según él, era culpa de todos los demás. Conrad no pudo creer lo suertudo que era, se le estaba dando la oportunidad perfecta de hablar de sus familias.

—¿Problemas con tu esposa?—indagó como si no supiera por boca de Oliver que eso era un caos.

Barry dudó en responder, decir la verdad acabaría con su imagen de juez implacable, padre y esposo ejemplar. Pero, Conrad era su amigo desde niño y estar ambos pisando fuerte lo aliviaba.

—Ni siquiera nos hablamos—se encogió de hombros pues le daba igual—, Lara está obsesionada con controlar la vida de Lily. Pierde la cabeza y es de lo único que habla.

Sin contar que él tenía una triple vida oculta. En el momento que él nombró a su hija, a Conrad le llegó como una patada al cerebro la imagen de su hijo y Lily el día anterior en la mañana, cuando Oliver le dio ese casto pero adorado beso frente a todos. Su subconsciente no lo podía traicionar, solo le estaba recordando que era por su hijo que estaba metiendo las narices en tal asunto.

—¿Lily?—se le salió al recordar la escena.

Barry asintió—.Sí, mi hija, ¿la recuerdas? Estuvo con tu esposa en Bristol unos meses atrás.

—¡Ah, sí!—se sentía como un idiota pues en ese momento ya Oliver y ella estaban más que flechados—, ¿qué hay de ella?

—Es una niña rara, siempre lloriqueando por los rincones, luce enfermiza.

El whiskey que bebía como agua lo hacía hablar con una soltura que en sus cabales jamás tendría. El gesto de Conrad se cubrió por un velo de tristeza, que pena y tristeza le daba al escuchar a Barry hablar así de su hija, tal vez nunca había visto sonreír realmente a Lily mientras que él sí lo había hecho, la mañana del día anterior cuando escuchó a Oliver y a Lily hablar.

Él le había dicho '¿viste que no estamos solos?' Y en respuesta Lily había sonreído e inmediatamente lo había abrazado.

—¿Enfermiza?—repitió interesado de verdad.

Barry asintió—.Sí, espera. Mesero, otro whiskey.

Al mesero irse con la orden nueva, Conrad continuó la conversación.

—Quizás le haga bien aire nuevo, ya sabes, una madre controladora es una pesadilla.

Barry analizó la sugerencia, la tendría en cuenta, pues total Lily insistía en lo del internado.

—¿Qué hay de tu familia?

Conrad sonrió con nerviosismo que Barry no vio, pues entonces se daría cuenta que algo raro pasaba.

—Bien, bastante bien. Adoro a mi esposa y mi hijo, amigo, no podría pedir un hijo mejor que el que tengo.

El orgullo se notaba por completo en su voz, a Barry ya se le había olvidado la existencia de Oliver, no recordaba que su amigo tenía un hijo. En cuestión de segundos recordó al adolescente imprudente e irónico que había pisado su casa, ¿habría cambiado el muchacho?

—¿Ya no te causa dolores de cabeza?—rió, y Conrad también.

Se encogió de hombros—.De vez en cuando, solo para no perder la costumbre. Ahora está en la ciudad, no anda muy bien de ánimos.

Barry se compadeció, tenía más inclinación por los hombres que por las mujeres y eso también abarcaba el estado anímico de cualquiera de sus semejantes. Él tampoco andaba muy bien, el mocoso de Ashton se le desaparecía durante semanas en supuestos viajes con amigas, sí claro.

—Llámalo, tengo curiosidad por el hombre que debe ser ahora.

Oh no. Conrad sudó frío, y su instinto de padre rugió en su interior, tenía que proteger a su cachorro.

—Viejo, pensé que esto era una reunión de amigos—bromeó tratando de desviar el tema.

Barry movió la mano con desgano—. Venga, no seas crío de nuevo, llama al muchacho.

Si se negaba de nuevo, podía lucir extraño su comportamiento así que resopló y marcó el número de su hijo dejando el teléfono en altavoz. Al cuarto tono contestó con voz jadeante.

—¿Si?—tenía la respiración agitada y jadeaba.

Barry observó el teléfono, no tenía una voz nada desagradable.

—¿Dónde andas, chico? ¿Interrumpo algo?—preguntó Conrad con las pulsaciones aceleradas.

Oliver observó como David era humillado por Peggy, ella pateó el balón que se aplastó directo contra el rostro de Dave. Soltó una carcajada, eso valía como un gol.

—Jugamos un partido, ¿por qué?

Conrad miró a Barry que le hizo una seña de 'sí, dile', a buena hora Barry parecía interesarse tanto en su hijo.

—Estoy con un viejo amigo tomando algo, ¿qué tal si vienes? Cuando terminen el partido, claro.

Como Oliver no tenía problemas con aquello, aceptó, se despidió de su padre y volvió a correr detrás de un balón, dos contra uno no era justo pero Peggy se turnaba, medio partido con David y medio partido con Oliver.

Conrad y Barry charlaron de diferentes cosas, política, economía y hasta noticias internacionales durante un rato hasta que Oliver apareció en la entrada del bar. Había dejado a sus amigos listos para ir al cine y se había arreglado para reunirse con su padre. Un mesero lo guió hacia la mesa donde estaba su padre y cuando Oliver reconoció a Barry Crisol, un nudo se le formó en el estómago.

Era una mezcla de sentimientos entre asco, repulsión y miedo.

Calma, no salgas corriendo. Se animó a si mismo mientras terminaba de acercarse.

—Buenas noches—saludó deteniéndose frente a la mesa.

Conrad y Barry lo miraron, el primero con una mirada que gritaba lo siento y el segundo con ojos minuciosos. Barry tenía que darle la enhorabuena a su amigo pues tenía un hijo guapo, destilaba masculinidad y lucía una mirada astutamente brillosa.

De mirada demasiado listilla para su gusto.

—Ollie, este es mi viejo amigo, Barry, ¿lo recuerdas?

El par de hombres se habían levantado, y cuando Conrad terminó de presentar a su amigo, este estiró su mano hacia el muchacho.

Las tripas de Oliver se revolvieron pero le estrechó la mano.

—No lo recuerdo, lo siento.

Se sentó junto a ellos. No podía ni tragar saliva. Él no entendía como alguien tan repulsivo como Barry podía hacerle la vida imposible e infeliz a Lily, ella que era su propia hija y que destilaba la más pura inocencia. Aún no estaba corrompida por el resto de la sociedad pero su destino sin duda apuntaba a que lo estaría en unos pocos años de seguir en aquella familia.

No bebió o se movió. Solo escuchaba y asentía, o decía alguna que otra cosa para contribuir con la conversación manteniendo siempre su mirada analítica sobre Barry. Quería entender como un padre podía herir tanto a su propia criatura. Él por un instante fue padre y podía asegurar que daría la vida por su hijo.

Cuando lo tuviese realmente, claro.

—Y, ¿qué te tiene tan alicaído, chico?—Barry estaba ebrio, pero era un ebrio muy cómico.

Menos mal lo que pasaba en aquel bar, se quedaba en aquel bar. Ahí hasta el más recto de los abogados o jueces podía ser un desastre.

—Hay una chica, y un infeliz le hace la vida un infierno.

Conrad le dio una furibunda mirada a su hijo, ¿qué trataba de hacer? ¿Se quería colgar la soga al cuello allí mismo?

—Ah, pues hay que arrancarle el corazón—sugirió Barry cerrando en su puño un hielo que se deshizo.

Oliver sonrió de verdad—¿Y servirlo en bandeja de plata?

—¡Y servirlo en bandeja de plata! Muerte a ese desgraciado.

Conrad estaba a punto de desmayarse allí mismo, su hijo estaba loco.

Oliver estiró su mano hacia su vaso intacto y lo levantó en señal de brindis.

—Tiene toda la razón, señor Crisol—el tono irónico en el apellido pasó desapercibido para Barry—, a su salud.

Barry levantó su vaso con mano tambaleante—¡A la tuya, querido Oliver!

Conrad no pudo más, sentía que las canas que le faltaban le iban a salir de un momento a otro así que se encargó de pagar la cuenta, y de dejar a Barry en su casa sano y salvo mientras su hijo lo seguía en su auto para luego ir a casa.

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