8. La tribu de los Kwahadis
"—¿Alguna vez escuchaste la historia de un amor tan grande, tan terco y tan increíblemente poderoso que los acabó destruyendo a los dos y a todo lo que querían?"
—Solo en los libros.
—Y ahí debería quedarse. Un amor de ese tipo, que es del tipo más bajo de todos, nunca debería salir nunca de ahí."
—Un diálogo que se dará más adelante entre dos personajes, ¿Entre quienes? Oh... Ese es un secreto que nunca diré.
XoXo
Gossip Girl. 💋
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Kai se baja de su caballo de un brinco.
Pero su atuendo y el ornamento con cuernos, pieles, cuentas y plumas que lleva encima de la cabeza, hacen que parezca como si un animal se estuviera bajando de otro.
Y cuando caen sus pies, la peculiar forma en que lo hacen te deja pensando que la ciencia tiene algunas falsas, o que Newton no lo hizo muy bien porque la gravedad no funciona igual en todas las personas.
Porque un hombre de ese tamaño y con una complexión tan impresionante y poderosa, debería levantar al menos un poco de polvo al caer...
¿Verdad?
Tiene que ser pesado.
Lo suficiente como para poder romperte todas las costillas de un pisotón, si a tus pies se les ocurre que es buena idea fallar en el peor de los momentos, lo cual suele ser el talento natural de los pies.
Crash.
Y las costillas de todo el mundo seguro suenan como una hoja seca que te encuentras a la mitad de la acera y la pisas solo porque estaba ahí y porque puedes.
Crash.
Crash.
Crash.
Ese sonido... el de hacerse polvo sin ninguna resistencia.
Crash.
Así también suena mi interior cada que lo veo.
Y a veces también dejo de respirar.
El caballo negro se pone a jugar con la tierra, enterrando y desenterrando sus pezuñas.
Tal vez así aplauden los caballos.
Kai, le da dos palmadas fuertes al cuello del animal, y lo jala de la crin, para pegar su rostro al suyo.
Le susurra algo en su idioma...
Luego se gira para mirar a la chica Kwahadi: la que le dió collar azul.
Pero no es cualquier azul.
Es: Azul Índigo.
Un azul especial.
No sé por qué pienso en eso, ni por qué me parece importante.
Sí ni siquiera veo bien.
Estoy más ciega que un murciélago que estaba en mal lugar y es atacado por la lamparita de un iPhone.
Saber cuál es el naranja y cuál es el amarillo está bien. Pero distinguir entre las gamas de colores ya es ambición.
Además tengo cosas mucho más importantes (y preocupantes) en las que debería ponerme a pensar, y estoy segura de que ponerme a pulir la valiosa habilidad salva vidas de distinguir todos los azules, no es una de ellas.
Ya me vi:
Myriam: ¡Oh no! ¡Nos ahogamos! ¡Los Indios nos han castigado porque *incerte aquí cualquier cosa por la que valdría la pena castigarnos a muerte, que considerando las circunstancias si puede ser cualquier cosa*!
Yo: Oh. Pero mira el lado bueno.
Myriam: ¿Y ese lado cuál es, estúpida iguana? (Sí. Ese apodo horrible no desaparece ni siquiera en mi imaginación)
Yo: Que estamos en aguas Turquesas-Verdaceas-3000.5 y son hermosas y exóticas.
*Se mueren*
Un Indio me pasa por detrás y me empuja la cabeza hacia abajo para forzarme a mirar la tierra.
También me da un puntapié.
Cuando miro de reojo a Myriam y a Bella, veo que les hicieron lo mismo.
Al parecer no somos dignas de mirar.
Me quedo pensando en la chica Kwahadi mientras miro la tierra.
Creo qué hay muchas cosas que son muy iguales entre ella y ese... Kai.
La forma en que se paran.
La forma en que caminan.
La forma en que se ven...
Como dos gotas de agua.
Como un espejo.
Como las dos puntas de un mismo objeto.
Ella parece una princesa.
Él es un guerrero.
Uno que no necesita de ninguna armadura, y que lucha con su cuerpo.
He visto su piel. Está llena cicatrices de todos los tamaños; son todas las heridas que fallaron en derribarlo y creo que por eso las muestra.
Pero también hay tatuajes y muchas pinturas de guerra; blancas, rojas y negras, y eso hace que sus músculos, se vean mucho más letales.
La primera vez que lo vi, sentí que parecía una escultura de algún Dios furioso.
Un Dios de la guerra.
Despiadado y sediento de sangre.
Cuando siento que no hay nadie detrás de mí, vuelvo a subir la mirada, aunque de forma inconsciente.
Crash.
Kai tiene la mano sobre la cabeza de la chica.
La acaricia... y lo hace con una suavidad que se ve muy extraña y hasta un poco torpe en él.
Enreda los dedos en su cabello y levanta un mechón.
No sonríe.
No lo he visto nunca hacerlo.
Su cara siempre es la misma... inexpresiva, cruel y alerta.
Siempre lleva el ceño fruncido.
Y sus ojos parece como si siempre estuvieran esperando lo peor.
No puedo evitar compararlo con un animal salvaje.
Uno que se mueve como si en cualquier momento se le fueran a lanzar al cuello y él tuviera que estar listo para regresar el zarpazo.
Su cara es muy fina pero sin dejar de ser también muy masculina, con rasgos fuertes.
Tiene la nariz afilada, cincelada y los pómulos muy altos, orgullosos.
Y la verdad, tampoco es exactamente de los que hablan mucho; lo hace, claro que lo hace, porque tampoco es mudo.
Tiene la voz más grave que he escuchado en la vida.
Y la usa muy bien para dar ordenes.
O para asustarme.
Y si ya me daban mucho miedo las personas que hablan en Aleman aunque sólo estén diciendo: —"¡Hola! ¿Cómo estás? ¡Que hermoso día lleno de flores de colores!"
Él me da miedo el doble...
Siento otro golpe en la cabeza.
¡Dioses cristianos y páganos!
Vuelvo a abrir un ojo por debajo de mi cabello.
Tengo que concentrarme en no levantar la cabeza de nuevo para no recibir otro manotazo.
El punto es que Kai no es un indio normal... dejando de lado que es como el Terminator de su tribu.
Por ejemplo, en el viaje, mientras sus amigos aprovechaban los descansos para sentarse y ser unos imbéciles y unos cretinos pero juntos (le llaman socializar Kai: s-o-c-i-a-l-i-z-a-r y es bueno y sano aunque solo lo hagas con una persona), ese hombre pasaba sus tiempos libres sacándole filo a sus armas... aunque ya lo hubiera hecho.
El cree que nadie se dió cuenta pero yo sí que vi como le sacaba el filo al mismo cuchillo, por tercera vez, solo para tener una excusa de no convivir con los otros.
Crash.
Crash.
Crash.
La otra cosa que lo veía hacer mucho, era asesinar a las desafortunadas serpientes que osaban cruzarse en su camino para sacarles el veneno.
Sí. Leíste bien: Desafortunadas serpientes.
Tú también lo pensarías si hubieras visto con qué facilidad las asesinaba.
Como si fueran lombrices.
He visto a Myriam tener luchas más arduas contra una cochinilla o un grillo, que a él con la última víbora coral que asesinó para sacarle el veneno.
Kai y la chica Kwahadi siguen mirándose.
SOLO mirándose.
Como una pareja de mimos.
Mudos.
Y todo mundo los ve.
Ya sé que no habla mucho.
Y tal vez ella tampoco.
Pero un —"Hola" estaría bien, o un —"¿Qué tal?" O hasta un —"Oh! ¡Mujer! ¿Ya hiciste mi sopa de oso feroz que murió suplicando por su vida y que es mi favorita?"
Pero no.
No pasa.
...
Yo siempre fui de las que hablaban mucho.
Y mis amigos también.
Incluso mis mascotas...
Por ejemplo, tenía un pez que se pegaba a la pecera y podía pasarse el día entero haciendo: glup, glup, glup, glup...
Estoy segura de que decía muchas cosas.
Yo no podría ni ser amiga de alguien que no habla.
Pero a la chica Kwahadi no parece incomodarle mucho (tener a un mimo de novio) porque lo sigue viendo con la misma devoción, incluso con más.
Incluso puedo imaginar su conversación telepática:
Ella: —¡Oh, por el espíritu del gran oso! ¡Me encantan tus silencios! ¡Por favor hazlo más! ¡Los he extrañado tanto!
Kai: —
Ella: —¡Ohhhhh!
*Fin*
Alguna vez mi mamá cuando me regañaba por hablar mucho, me dijo: —"Lydia. Hay personas que crean vínculos que no necesitan de palabras, vínculos en los que hasta los silencios pueden decir muchas cosas."
Esa era su forma amable de decirme que me callara, je.
Pero creo que recordé eso ahorita porque tal vez la chica Kwahadi y Kai tienen uno de esos vínculos.
Y parece que ella sí entendió algo de ese silencio eterno, porque de la nada, sus ojos se llenan de lágrimas, y suelta una risa nerviosa y algo infantil, pero inmediatamente intenta ocultarla usando la parte posterior de su mano para taparse la boca.
Supongo que aquellos desplantes no son algo que se espere de alguien como ella, porque veo como se forza para recuperar la compostura; alclara su garganta y baja la mirada.
Cuando pongo un poco de más atención en lugar de estar haciendo el tonto dentro de mi cabeza (porque mi psicólogo me dijo que hacer el payaso es mi mecanismo de defensa), me doy cuenta de que todas las mujeres tienen la mirada puesta en la punta de sus zapatos; no importa sí son niñas, jóvenes o muy viejas.
En cambio, todos los hombres tienen la cabeza alta y también miran a donde ellos quieren.
—"Jefe Dequan..." —casi doy un brinco cuando escucho la voz de Kai, y como siempre me pasa con su timbre su voz, un enorme crash me truena en las entrañas.
Un hombre de más edad se acerca a ellos.
Lleva un penacho mucho más largo que el de Kai, pero sin cuernos, y su rostro tampoco lleva pinturas de guerra, esta limpio.
—"Hites" —habla el hombre —"Honras a los Kwahadi con muchos bienes, hijo mío." —sus ojos oscuros repasan todos los objetos que están ahí uno a uno: a las mantas, a los caballos y finalmente se detienen sobre nosotras tres—"El que siembra con la paciencia de una montaña, tiene que cosechar frutos buenos. Los grandes espíritus siempre se acuerdan de las voces que escuchan"
Kai inclina la cabeza para que aquel al que llamó Dequan, lo alcance y trace un dibujo invisible con los dedos en su frente.
—"Bienvenido a casa, guerrero. Han sido muchas Lunas desde la última vez que estos ojos miraron los tuyos"
Kai se incorpora:
—"Un hombre que pasa muchas lunas lejos de casa, debe volver con las manos muy llenas. Si regresa con las manos vacías, entonces debe estar preparado para que su gente le rebane el cuello con su propia navaja"
Dequan se ríe ante el comentario y sacude la cabeza mientras pone una de sus manos sobre el hombro de Kai.
—"Un buen hombre es al que lo espera al menos, una buena mujer" —le rebate, y luego se gira a la chica, que sigue teniendo los ojos en los pies —"Y me parece que a ti ya te espera una"
La chica se sonroja pero sigue en la misma posición de sumisión.
Después comienzan a hablar en su idioma.
Y creo que al principio, cuando hablaron en castellano, fue para dejarnos muy en claro algo: el hecho de que estemos en medio de todas las mantas y de los caballos no es una casualidad: significa que aquí, en tierras Kwahadi, Myriam, Bella y yo, no somos más que "bienes"
Tal vez tengamos un poco más de valor que una manta de lana, pero definitivamente valemos mucho menos que un caballo.
Dequan hace un ademán y algunos hombres y mujeres también con sogas en el cuello y ropas más sencillas comienzan a cargar las mantas y a llevarse a los caballos.
Casi todos ellos tienen cicatrices, golpes recientes o están mutilados.
Kai le ofrece su mano a la chica y se gira para hablar frente a todos.
Hay algunos miembros de la tribu que visten ropa más detallada, y que usan más joyas. Aquí deben ser considerados algo así como de la realeza... igual que Kai y la chica Kwahadi que está a su lado.
—"Diré las palabras para reclamar a esta mujer como mía y mi primera esposa delante del fuego de esta noche" —su mano señala el lugar en el que estamos los bienes—"Esto que ven aquí es mi dote hacia el gran jefe Dequan, para reclamar la mano de su primera hija" —señala a otro sitio —"Pero también hemos traído muchos bienes para la tribu. Regalos. Esos están del otro lado del campamento y se dividirán"
Se escuchan chillidos y susurros llenos de emoción, y todos comienzan a regresar a sus labores, como si se rompiera algo.
Kai se inclina para susurrarle algo a la chica y la lleva hacia donde estamos nosotras.
Desde el suelo, aquel hombre se ve mucho más imponente.
—"Los caballos y las mantas son los regalos que traje para tu padre, como es nuestra costumbre" —siento el peso de su mirada en nosotras.
Bella mantiene la mirada fija en el suelo; tiembla y se abraza el muñón sobre el pecho.
Myriam mira sus rodillas y las lagrimas le escurren como si fueran infinitas.
Y yo lo miro directo a los ojos a través de la cortina de mi cabello.
Él vuelve a hablar:
—"Pero estas mujeres las traje para ti. Son tus regalos mahtao-yo. Son mujeres importantes para los blancos, pero yo las hice tus esclavas. Así los blancos sabrán que ninguna de sus mujeres vale lo mismo que lo que vale la mía."
Ella arquea las cejas y nos observa con curiosidad, aunque de forma breve, porque sus ojos inmediatamente vuelven a él y se iluminan como si otra vez acabara de verlo después de mucho tiempo.
—"Todos los regalos que siempre traes para mí, son mi felicidad" —su voz es elegante y muy dulce —"Les enseñaré bien. Lo prometo. Aprenderán a servir en nuestra casa"
Él se ve satisfecho y se agacha para recoger los extremos de cada una de las sogas que tenemos amarradas al cuello. Los músculos de sus muslos se marcan mucho cuando lo hace, estirando toda su piel.
—"Son jóvenes y tienen todas las piezas dentales, pero si pasa el tiempo decides que no te sirven o que no te gustan, te llevaré a la siguiente incursión de comercio para que las cambies por algo que quieras."
—"¿De verdad me llevarás?"
—"Eso dije" —se gira para irse, pero antes de dar el paso, parece como si recordara algo y se saca rápidamente la fusta del cinto y la pone en mi quijada.
Lo hace para forzar mi cabeza y mi cuello hacia atrás, para que la chica pueda verme la cara.
"Esta da muchos problemas." —sus ojos se hunden en los míos —"No siente dolor" —chasquea la boca—"Si quieres castigarla haz que vea como golpeas a las otras. Eso sí lo siente, lo he visto, y funciona bien."
Un escalofrío me recorre los huesos.
Ella asiente
Y él se queda observando mis ojos por unos segundos que se vuelven largos, y luego se guarda la fusta en el cinto.
Antes de irse se pega los nudillos de la chica a la mejilla.
Una despedida cariñosa, supongo...
Ella se queda ahí con las sogas en la mano, mirándonos.
—"De pie" —ordena.
Myriam y Bella prácticamente brincan como un resorte, pero yo soy incapaz de hacer lo mismo.
En vez de eso, miro a mi alrededor con la esperanza de encontrar algo para apollarme, pero no hay nada.
—"De pie, he dicho"
Cierro los ojos y respiro muy hondo.
—"N-No puedo pararme" —mi voz me falla por culpa de los nervios—"N-No p-puedo hacerlo sin a-ayuda, lastimé mis p-p-piernas en el viaje"
Esta vez es ella quien chasquea la boca.
—"¿Una esclava que no puede andar? Es mejor que te quede tan clara como el agua una cosa: en tierras Kwahadi uno se gana cada bocado que se lleva a la boca, con el trabajo que hace. No hay excepciones. Los que no saben ser útiles: se vuelven comida de buitres"
—"¡Sanaran pronto! ¡Lo prometo!" —mi voz sale como una súplica—"Se han roto en otras ocasiones... pero sé que si las cuido bien volveré a caminar, ¡No! ¡Volveré a correr!"
Ella tira mi soga al suelo; como si fuera un trozo de basura.
—"Si quieres tener un techo sobre tu cabeza, demuestra que te lo mereces y llega a él" —dicho eso, avanza jalando la soga que Myriam y Bella tienen alrededor del cuello para forzarlas a avanzar, y lo hacen.
Aunque Bella está a punto de tropezarse pero lo consigue de última.
Y yo me quedo ahí, procesando lo que acaba de decirme.
Ella...
Lo que ella quiere es... ¿que me arrastre?
¿Que me arrastre detrás de ella?
Las busco con la mirada, y ella detiene el paso un poco y me voltea a ver.
—"¿A que estás esperando? ¿A no saber a cuál de todas las tiendas es a la que tienes que llegar? Entonces no solo te quedarás sin techo. También morirás de frío. Es una muerte muy tonta después de un viaje tan largo. Una buena muerte también es algo que se gana" —vuelve a girarse y retoma el paso.
Y yo rápidamente me echo de panza sobre la tierra y comienzo a arrastrar mi cuerpo con los brazos y codos.
Mi cara y mi ropa se llenan de polvo.
Mi cabello también.
Incluso creo que lo pruebo.
Pero al parecer eso es lo que quiere ella porque cuando vuelve a mirarme, parece que lo que ve le satisface, porque sonríe.
Sé que mi cuerpo no está en condiciones.
Que mis piernas van a cobrarme esta hazaña después y que mis movimientos son torpes.
Bloquear el dolor es una cosa, pero no hay forma de bloquear los daños de los golpes.
A este paso tal vez de verdad nunca pueda volver a caminar...
Y mis pulmones están casi al borde del colapso, pero consigo llegar, aunque todo lo veo borroso.
Mi cuerpo tiembla y puede que las costras de mis heridas más frescas se hayan despegado o abierto.
Pero igual consigo empujar con mi mano, la cortina de piel.
Myriam y Bella están sentadas sobre sus propias piernas, con la cabeza mirando a sus rodillas y con las manos una sobre otra, encima de sus muslos: es una posición de sumisión.
A su lado hay dos chicas más; una de ascendencia afroamericana y otra de rasgos indios.
Todas ellas tienen una soga de cuero amarrada alrededor del cuello, que a su vez está amarrada a un poste.
Y frente a ellas hay un recipiente lleno de agua y otro lleno de semillas.
Uno solo que comparten todas.
La chica Kwahadi, está al fondo de la tienda, sentada sobre un banquillo forrado en pieles, y frente a ella hay un espejo muy alto, ovalado, con bordes dorados al puro estilo barroco, que seguro fue obtenido mediante los comercios que
los indios suelen hacer con los maleantes y ladrones blancos.
Y a cada lado de ella hay dos mujeres más, también con sogas.
Somos siete en total.
Una de ellas le cepilla el cabello con un peine de madera tallada, mientras la otra sostiene un cofre plateado, atiborrado de joyas.
Entonces los ojos negros de ella se encuentran con los míos, a través del espejo.
—"Los regalos que me hace el hombre que va a tomarme como su primera esposa, siempre son buenos" —vuelve a sonreír, esta vez llena de orgullo—"Si tus huesos son tan buenos como tú voluntad, estoy segura que sanaran como dices" —se gira hacia la chica que sostiene el cofre —"Deja eso en el suelo y limpia la cara de la que acaba de llegar; se lo ha ganado. También desamarra a la rubia. Pienso que es buena oportunidad para que comience a aprender como peinarme."
La chica deja el cofre en el piso y desamarra a Myriam.
Después coge el extremo de mi soga y lo ata al poste.
Me ayuda a incorporarme para limpiar mi cara con un pedazo de tela.
Mis ojos observan el agua y la comida qué tengo al frente y se me hace agua la boca, pero la mujer Kwahadi parece notarlo todo porque se mofa de mí.
—"Aún no. Tú debes esperar a que tus compañeras coman. Fuiste la última en llegar y también serás la última en comer. Cuando puedas andar por ti misma, tus méritos ganarán tu turno. No siempre habrá quien te limpie la cara. No mientras yo no lo pida" —su mirada se desliza hacia Myriam y le indica que se acerque con un ademán —"Aprende bien, rubia. Después de tres Soles viendo como se hace, espero que aprendas. Perderás las uñas si no"
La chica que me limpió la cara, vuelve para levantar el cofre del suelo y lo acerca a los ojos de la primogénita del gran jefe.
—"Busca todas las que tengan piedras azules y las que vayan bien con el azul. Le honraré llevando el mismo color que él lleva en sus plumas"
La chica comienza a hurgar en el cofre y pone frente a ella toda clase de collares, brazaletes y anillos.
—"¿Cuál te gusta más?" —le pregunta a Myriam.
Myriam traga con dificultad pero contesta:
—"El último a la derecha. El que tiene turquesas, perlas y plata. Es bonito"
—"Lo es. Pónmelo"
A Myriam le tiemblan las manos al hacerlo.
Después la chica Kwahadi se viste con una larga túnica de ante con tiras en la falda y bordados florales, todos en distintos tonos de azul.
También se perfila los ojos con grafito negro y se pone pendientes.
—"Hoy comerás primero" —le indica a Myriam, acariciando su cabello.
Todas debemos comer con la boca y sin utilizar las manos.
Cuando llega mi turno, queda muy poco.
Aún así no llego a acabármelo porque ella me dice que tengo que parar.
Mi estómago protesta pero lo hago.
La chica Kwahadi se ríe:
—"Más comida significa más trabajo, y tú no puedes hacer mucho todavía"
Se gira y camina hacia la puerta.
—"Es hora" —después sale.
—"¿Debemos seguirla?" —suelto la pregunta.
—"No. Los esclavos nunca llegan con los amos" —contesta la de rasgos indios y me pasa un bastón.
—"¡Ay Sophie! ¡Te has destrozado toda la piel de los codos!" —exclama Myriam mientras moja uno de los extremos de su ropa y lo usa para limpiarme el polvo y la sangre de los brazos.
—"No me duele. No mucho"
—"Lo que hiciste fue muy listo" —le dice la esclava de ascendencia afroamericana a Myriam.
—"¿Qué cosa?"
—"Hacer lo que te pide sin preguntas. La última vez que hubo preguntas, terminó mal"
—"¿A que te refieres?"
—"Antes también éramos siete. Y ahora volvemos a ser siete. Esperemos que eso dure. Pide muchas cosas pero se siente menos cuando somos más" —se acerca y me quita una rama que tengo enredada en el cabello —"¿Quieren un consejo? No miren a ningún hombre Kwahadi a menos que ella les pida que lo hagan" —se gira hacia mí —"Tú especialmente"
—"¡No me gustan los pulgosos y mugrosos! ¡Hah! ¿Mirar a un hombre Kwahadi? ¡Por favor! ¡Miraría primero al estiércol de caballo antes qu—!" —le doy un golpe en el hombro a Myriam para que se calle. Conozco a mi hermana y eso es lo único que funciona para apagarle el sistema de: Soy-Un-Calcetín-Furioso-Que-Solo-Habla-Para-Meter-La-Pata-Hasta-El-Fondo.
Después miro a la chica:
—"¿Yo?"
Ella asiente:
—"Porque ella sabe que no has sido montada todavía, lo dijo antes de que llegaras. Y no solo a los hombres blancos les gusta estrenar. Si un guerrero llega a tener una cosa valiosa que le guste a ella, eres la moneda de cambio perfecta. Y sucederá; le gusta tener cosas nuevas que nadie más tiene, a los guerreros les gusta obtenerlas, y tú eres muy bonita"
No charlamos por mucho tiempo, porque ambas salen de la tienda y nos salimos con ellas.
Me cuesta trabajo seguirles el paso, pero lo hago.
La luz de ese al que ellos llaman: El gran fuego central, es una cosa inmensa. Y es mucho más que una fogata común, es su punto de reunión; su ceremonia de la noche.
Todos los trípodes con el cabello humano que fue cercenado en la guerra están ahí, y varios guerreros los mecen con orgullo, como trofeos.
Están ordenados por cantidad de muertes, y los de Kai están en frente de todos.
Miro las cabelleras blancas y rubias, y sé que una de esas es del papá de Paul y otra de mi hermana Sabina.
Y lo que para ellos es un festejo, a mí me hace llorar.
Ahí también es en donde escucho por primera vez el nombre de la princesa Kwahadi: Winona.
Como Winona Ryder.
Y ahí también es donde veo a Kai tomar a su primera esposa:
—"Yo, Kai, reclamo hoy, en esta noche de media Luna, a esta mujer como: mía. Mía para siempre y sin horizontes"
Lo dice frente a todos.
Y yo me limito a ver como le bailan las llamas en la piel de bronce.
Después se funden en un abrazo, y ella se va.
Las mujeres y los hombres de los Kwahadi no se sientan juntos.
Los próximos días me entero de cinco cuestiones que definirán mi suerte:
La primera: Kai ha sido el mejor guerrero que han tenido los Kwahadis en tantos inviernos que ya no pueden recordar quién fue el ultimo que tenía la agilidad de un leopardo y la fuerza de un oso.
La segunda: ningún hombre pagó antes una dote tan alta ni le dió a su esposa tantas esclavas como Kai a Winona. Sobretodo porque es obligación del guerrero alimentar y mantener a su esposa y esclavas. Ya que tanto la mujer como las esclavas, quedan totalmente bajo su responsabilidad y cuidado. Así que debía amarla como ningún otro Kwahadi había amado a ninguna otra mujer.
La tercera; lo natural es que a partir de ahora, no se demoraría demasiado en tomar también como esposas a las hermanas de Winona, que eran dos, después de todo, era la costumbre. Y aunque jamás tendrían la posición de la primera esposa, ser la segunda y la tercera mujer del guerrero más fuerte de la tribu y del jefe de guerra, era un honor considerado ahí, digno de la realeza.
La cuarta: las esclavas como Myriam, Bella y yo, no éramos consideradas mujeres, pero podíamos dejarnos fornicar por los guerreros para conseguir regalos. Muchas chicas lo hacían. Lo hacían incluso con guerreros con esposas, pero sí las esposas lo descubrían, ellas podían matarlas y nadie haría nada para impedirlo. Después de todo el hombre Kwahadi con el que se metían nunca las veía como algo muy diferente a: un agujero.
Y la quinta: una esclava jamás sería digna de ser reclamada como esposa por un Kwahadi frente al fuego central, eso lo había dicho Winona. Y después lo confirmo la esclava afroamericana que después supe, se llamaba Kajika.
Y nos contó la historia de como alguna vez un cazador quiso convertir a una esclava de su esposa en su quinta esposa, y como aquello fue considerado traición. El castigo para ambos fue la muerte por empalamiento.
*****
He aprendido a dormir poco.
La noche es larga.
A veces cierro los ojos y no importa si estoy muy cansado o herido, mis oídos no dejan de caminar, buscando.
Buscan el significado de todo lo que escuchan.
A veces sale el Sol y ellos siguen buscando.
Ahora buscan.
Las praderas son calladas, pero los guerreros que se quedaron en el campamento durante mi ausencia me dijeron que encontraron unas huellas de caballos con herraduras cerca.
No estoy solo.
Hace muchos inviernos que no camino solo en mis horas de sueño.
Y un aullido entre los arbustos me lo recuerda.
Poco tiempo después de que muriera mi padre, en una de las primeras veces en que rondaba a la luz de Luna en los alrededores del campamento, como hago hoy, me encontré a Niebla, mí saari.
Había un quejido entre unas piedras.
Era un lobo hembra muy grande, de color plata y con ojos amarillos.
Tenía partidas sus patas traseras hasta el hueso, y chillaba con todas sus fuerzas, que ya eran muy pocas.
Debió caer en una de esas trampas de metal con dientes, que a los blancos les gusta usar para atrapar animales, porque ninguna otra bestia le arranca las piernas a otra y luego se olvida de ella.
Ellos son los únicos que matan sin necesidad.
Lo primero que pensé, fue en darle una muerte rápida al lobo hembra, pero antes de cortarle el cuello me lanzó la mordida.
—"Tranquila saari, esto acabará rápido"'—intente tranquilizarla pero al segundo intento me mordió.
—"¡Agh!" —no me hizo un daño serio, fue un rasguño, una advertencia.
Cuando la vi bien me di cuenta de que estaba cargada, su vientre estaba abultado y sus tetillas hinchadas y goteando, pero el tamaño del charco de sangre bajo ella, dejaba muy clara una cosa: No le quedaban fuerzas para traer al mundo a sus cachorros.
¿Qué quieres de mi saari?
Morirías pronto.
Estás muriendo.
Me puse en cuclillas y le toque el vientre.
Después cerré los ojos con una mano y ella dejó de luchar.
—"No puedo hacerte una promesa" —la degollé, y le abrí el vientre con mi cuchillo.
Todos sus cachorros estaban muertos.
Habían muerto intentando nacer.
Todos excepto dos que se sacudían de forma muy débil.
No van a vivir...
Eso pensé, pero aún así los envolví con un trozo de mi ropa y los lleve conmigo.
En el campamento había dos ovejas con crías, y aceptaron darles de mamar.
Ahora uno se llama Niebla, y también es un lobo hembra, muy parecida a au madre, pero con pintas negras.
Su hermano no sobrevivió.
Vuelve a aullar, pero es un aullido diferente y me acerco.
Distingo rápido el color de su pelaje entre los matorrales: las partes plateadas se ven blancas y reflejan la luz de la luna, y las negras se funden con las sombras.
Encuentro huellas de caballo con herradura, ya no están frescas, y a lo mucho deben pertenecer a tres caballos.
Mañana les daré caza.
Emprendo el camino de regreso con la enorme lobo hembra siguiéndome los pasos, aunque no va a mi lado. Le gusta andar a su ritmo y en sus caminos.
Nuestras tiendas tienen sus fuegos dentro, así que lo único que te indica que te estas acercando, es el olor de la madera y las hierbas quemándose.
Han pasado algunas lunas desde que volvimos a Staked.
Y cuando veo a Niebla saltar de un montículo de tierra para caer sobre un tronco caído, recuero la reunión del fuego central de esa noche:l.
La esclava blanca y pequeña estaba ahí, amarrada con las otras y de rodillas como las esclavas deben estar.
La carne de sus muslos se notaba por culpa de una rasgadura en su ropa.
Había algunas raspaduras ahí.
Su piel es frágil y muy suave, es normal que se lastime fácil, irá adquiriendo resistencia con el tiempo —pensé.
Intenté no verla, aunque mis ojos a veces la buscan aunque yo no quiera hacerlo.
Y cuando la volvieron a buscar, se había desplomado en el suelo.
Me levanté de un saltó.
Niebla también lo hizo y brincó hacia ella.
Creí que la destrozaría a mordidas.
Pero... lo único que hizo fue lamerle la cara.
Ella no se despertó.
Y la lobo hembra se echó a su lado, y se enroscó en su cuerpo, como hacen los lobos con otros miembros de su manada cuando los hieren.
Nunca la vi actuar de esa forma.
Ni cuando mis heridas han sido graves.
El gesto más humano que le vi hacer hasta ese día, fue custodiar una tienda desde afuera.
Creí que había cosas que los lobos solo hacían con otros lobos, y cosas que los lobos hacían con los hombres.
Yo mismo la enseñé a lanzarse directo al cuello de los blancos para que fuera mucho más rápida en el caso de un enfrentamiento, y mordiera a matar.
Utilicé a algunos prisioneros para entrenarla, y también a los esclavos que ya no servían.
Practicó hasta que se volvió más rápida que yo a la hora de matar.
Sacudo la cabeza.
Esa noche fue la primera vez que estuve con una mujer.
Tuve oportunidades antes, las mujeres Kwahadi son las que dan el primer paso cuando les interesa un hombre de la tribu.
Una de las costumbre es escabullirse en su tienda, y ahí el hombre decide si corresponde, aunque hay otras costumbres pero esa es la más común.
Pero yo nunca tuve mucho interés, estaba poco en la tienda porque pasaba mi tiempo entrenando mis habilidades de guerra.
Y crecer con Winona me hizo saber desde muy joven que ella sería mi primera mujer.
Ella me lo pidió: la hija del hombre que cuidó de mi madre y de mí.
—"Me gustas. Tienes que volverte digno de mí para que padre deje que me reclames como tuya."
Me acerco a donde está mi tienda, pero mis pies se detienen en seco.
La pequeña tosi-tivo está ahí.
Sé que es ella aunque la escondan las ramas de los árboles.
Sus piernas están sobre el suelo, porque aún no puede pararse.
Y en los brazos tiene al Niño Comanche, y lo mece, y le canta canciones que no he escuchado nunca.
Ese niño hubiera muerto hace mucho.
Cuando llegamos, no quiso comer de los pechos de las mujeres Comanche que tienen leche.
Y lloró sin parar por dos Lunas y dos soles, hasta que la pequeña esclava blanca volvió a él.
Winona le dijo que fuera útil y que cuidara a los huérfanos de la tribu.
Desde entonces lo hace.
Y mi tienda está a un lado de la de ellos.
Yo lo decidí así, para protegerlos primero en caso de algún ataque.
Los demás hombres comparten la misma tienda con sus esposas.
Pero yo decidí obsequiar a Winona tres tiendas grandes.
Es un honor que nunca ha tenido ninguna otra mujer Kwahadi, porque esa mujer recibirá los más grandes honores.
Una tienda es para sus pertenecías, otra es para ella sola, y la otra es para cuando estoy yo.
La esclava blanca deja de cantar, y se acomoda el cabello.
Un hormigueo me recorre los dedos.
Me cruzo de brazos y me recargo en el tronco de un árbol mientras la observo, la oscuridad de la noche y la maleza me esconden bien, aunque estoy muy cerca.
"Hagamos un trato ¿De acuerdo? Te daré dos obsequios por tu silencio... El primero es este pendiente. El segundo es un secreto: No sé quién es la señorita Robinson. No sé quién es Sophie... improviso todo el tiempo, pero mi verdadero nombre es Lydia. Lydia Ferreira"
No sé por qué me he acordado de aquello que dijo en este momento.
Las esclavas no tienen nombres, a menos que nosotros les demos uno.
Mis ojos recorren sus labios, su mentón, su quijada, su cuello y me doy cuenta de que aún lleva el pendiente que es igual al que me dió.
Y yo todavía tengo entre mis cosas, a la joya hermana.
La tengo entre todos los demás objetos que le he quitado a los que he matado, a veces se pueden cambiar por cosas buenas, útiles.
Y las joyas no son útiles en la guerra.
La piedra verde que cuelga de su oreja, resplandece aún más cuando la acaricia un rayo de Luna, y eso la hace ver a ella más pálida, del color de las estrellas.
Más suave...
—"Debes intentar dormir mejor... ¿Está bien?" —bosteza con cansancio y su voz me tensa por dentro—"Ahhhh... Ya entiendo, ¿La curiosidad por querer saber más de mí es lo que te mantiene despierto? ¡Muy mal!" —lo levanta con sus brazos y el niño se ríe —"Está bien, está bien... Pequeño bribón, te contaré un poco más de mí, pero te advierto que soy como un perico. Una vez que empiezo a hablar sólo vas a querer que cierre la boca" —ladea la cabeza haciendo una mueca —"¿Te atreves?"
Los ojos oscuros del niño se abren y la miran como si la entendiera, a pesar de que no tiene la edad ni para entender el idioma de los nuestros.
No sabe decir ni una sola palabra.
Tal vez simplemente le gusta el sonido de su voz.
Es una voz... fácil de escuchar.
—"Te atienes a las consecuencias... Todavía puedes arrepentirte... ¡Vamos! ¡Arrepiéntete!" —el niño comienza a reír más —"Bien. Tú ganas..."
Cierra los ojos.
Y tarda un poco en hablar:
—"Nací el 2 de Enero. Mi mamá dice que llovía mucho. Que nunca vió una tormenta como la de ese día. Dice que debí haber llegado antes o después. Que no llegué en un buen momento y que tan pronto llegué me enfermé" —se lleva un poco de aire a los pulmones y luego lo suelta —"Eso todavía me pasa. Tengo un don muy extraño para siempre estar donde no debo de estar... ¡Ufff! ¡La de veces que vi a mis amigos y amigas en momentos comprometedores! Desde haciendo popó hasta..." —se aclara la garganta —"Bueno, las otras cosas todavía no tienes edad para escucharlas. Te basta con saber que ya no me sorprende nada, mi vida es algo así: ¡Buenos días mundo! ¡Ah! ¡Buenos días también a usted vecino que escaló hasta mi terraza solo para orinar encima de mi perro!" —se encoge de hombros —"Y también soy esa persona en la que muchos tuvieron grandes expectativas: ¡Vas a llegar muy lejos Lydia! Pero... no pensé que me estuvieran echando la maldición"
La respiración del niño Comanche se vuelve lenta y sus ojos se van cerrando.
—"¿Te dió sueño?" —ella sonríe como si acabara de haber ganado una batalla.
Y cuando el niño ronca, se ríe.
Después busca un palo y usa una mano para incorporarse con el, mientras carga al niño con su cuello, su hombro y su otro brazo, doblando su cuerpo.
Intenta no moverlo para que no se despierte, y le acaricia la cara.
Después entra a la tienda de los niños que no tienen padres y sale sin él.
Su ropa está delgada y sucia, y la forma de su cuerpo se ve con mucha más claridad cuando estira su cuerpo y se truena en cuello.
Una gacela.
Una gacela que lucha aunque sea débil.
Da unos pasos al frente, se gira y el salto que da la hace caer al suelo.
—"¡Ay Dioses!" —sus grandes ojos de madera se clavan en los míos —"¡No sabía que había alguien ahí! ¡Espiándome!" —suelta con indignación pero después se arrepiente y cubre su boca con una mano.
Ladeo la cabeza y la miro.
Las mujeres Kwahadi suelen bajar la mirada para mostrar sus respetos a los hombres, pero ella no lo hace.
—"¿Te dieron permiso de estar aquí?"
Sus ojos se abren aún más y palidece.
—"No. Sí. Sí..." —responde e intenta irse.
Pero no la dejo.
La agarro del cabello y la atraigo hacia mí.
Sus pies casi se despegan del suelo aunque uso una sola mano.
Con la otra, agarro la soga que lleva alrededor del cuello y la paso frente a sus ojos.
—"¿Para qué es esto?"
Se muerde los labios, y eso me obliga a mirarlos.
La humedad y el color que adquieren hacen que se vean más como flores con gotas de rocío.
—"Responde"
—"C-Creo que es p-para..."
—"¿Crees?"
Se tambalea y su cuerpo cae sobre el mío.
Sus manos se apoyan en mi pecho para poner distancia, pero no logra apartarse ni un poco.
Entonces gira la cara y eso hace que la túnica se le resbale hasta el hombro.
—"No puedo huir. No me funcionan las piernas"
—"Eso no te detuvo la última vez"
—"Me dejó usar mis horas de sueño como yo quiera. Sí intento algo, azotará a mi hermana. Eso es tu culpa" —levanta la mirada y me ve con un gesto lleno de disgusto.
Levanto la mano para abofetearla por su insolencia.
Pero cuando dejo caer el golpe, un gruñido detrás de mí, me detiene en el último momento.
Niebla...
—"Hah..." —La empujo y vuelve a caer sobre el suelo —"La próxima vez, le quitaré toda la piel a tu bestia"
Los ojos de la mujer viajan de la lobo hembra pinta hacia mí, y luego de regreso.
—"P-Pero... ese no es mi perro"
—"Al parecer ha decidido que lo es" —respondo con furia y me meto a mi tienda.
Y ella se queda ahí: con los ojos más abiertos que le he visto hacer nunca, y con un animal que me dobla el tamaño, haciendo los sonidos de un cachorro.
*
*
*
Nota de autor: Holi. Perdón por demorar con esta actualización. Me pasaron muchas cosas 😂
Me enferme.
Enferme a todos.
Se curaron.
Me volví a enfermar.
Y así, pero ya todo bien.
Dedico este capítulo a @xoch_07c
Desiree hermosa! Mil gracias por tantos memes y perdón por responder siempre a las mil pero sabes que tengo una vida loca. Esta es mi forma de agradecerte tanto amor y apoyo 🙈💕
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