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4. Un Ranger de Texas



"Nada que sea demasiado dulce puede ser verdad, excepto la miel. Pero tú no eres de miel ¿verdad, tosi? Y una cosa tan dulce solo puede estar hecha de mentiras"

—Kai Índigo


Las ramas se clavan en las heridas de mis pies.

El corazón me martillea tan fuerte, contra las costillas, que temo que las rompa, pero sí no lo hace sé que la forma en que se inflan y se desinflan mis pulmones cuando me quiero llevar más aire del quemo cuerpo puede permitirse, va a hacerlo.

Las magulladuras y los moretones de mi cuerpo se lastiman mas cuando me enredo en los arbustos y la maleza, pero no paro.

No me importa tener la piel de todos los colores, con tal de avanzar.

Esta tal vez sea la única oportunidad que tenga de escaparme.

Y ya a estas alturas, prefiero que me devore un puma, a esperar que clase de planes tienen para mí aquellos hombres.

¿Hay pumas en estos tiempos en Norteamérica?

¿Los hubo alguna vez?

Bueno, no importa: oso, puma, tigre, gorila, lobo, pie grande, un Frankenstein, o un Vaquero zombie, creo que todos pueden hacer el trabajo.

Aunque preferiría que fuera un felino, porque se te lanzan al cuello y es un rápido: Estás... *chispitas y estrellitas* ¡Ya no estás!

¡Fácil!

¡Rápido!

Incluso le pondría una crucecilla de tierra a mi cuello, como un indicador de: Muerda aquí, agradable sujeto.

¿Será que sí intento hacer el sonido de un tigre, un puma, o una pantera, se me aparece alguno?

¿O mejor intento hacer el sonido de una gacela o un venado?

¿Las gacelas y los venados hacen sonidos?

¡Dioses Lydia! ¿¡En que estás pensando?!

¡Casi te tropiezas con esa piedra y todo por ir pensando en el idioma de las gacelas y de los venados!

¡Por supuesto que deben tener uno! ¡Daaah!

¡Deben poder decirse te amo de alguna forma, obviamente!

¡Dios no crearía criaturas sin su corazoncito! ¡Y además el idioma del amor es universal!

¡Agh! ¡Basta! ¡Lydia, concéntrate!

¡No necesitamos que aprendas cómo cortejar a una gacela en idioma gacela!

¡Solo necesitamos que suenes como una maldita gacela!

O... un venado...

Aunque sí yo fuera un tigre, un puma, o una pantera y fuera por ahí con mucha hambre y escuchara de casualidad a una gacela (o a un venado) cortejando a otra, pensaría que es mi día de suerte...

¡Día del 2x1!

¡Día de los Gace-Combos!

Okey...

Entonces tal vez, después de todo, no eres tan tonta y no estabas tan exactamente perdida por andar pensando en ligoteos de gacelas.

¡De hecho eres muy, pero muy lista!

¡Lastima que no sepas hablar gacelés! ¡Por qué sí lo supieras hablar esos Indios no volverían a tocarte!

O tal vez sabrían que eso que suena a gacela borracha, es la chica blanca que se les escapó...

¡Demonios!

¡Esa rama casi me saca el ojo!

¡Me arde el cachete!

Aunque no creo que precisamente se note, una herida más, entre todas las que ya tengo.

¡Pero demonios si arde!

Paso la parte posterior de mi mano por mi mejilla.

Mi cara debe ser un muy lindo desastre de sangre y sudor.

¡Pero ni una sola lágrima! ¡Ja!

Uno de esos horribles indios, me abofeteó porque no le gustó como le miraba.

Dolió... pero no tanto como algunos castigos que me infligía la señora Robinson.

Luego apareció el de los cuernos horribles, y me volvió a tirar como para contentar a sus hombres.

Cuando Paul Slater se había referido a ellos como animales, en un principio me indigné mucho, muchísimo. Aunque no se lo dije por supuesto, cuando interpreto el papel de Sophie Robinson nunca digo nada de lo que pienso.

¡Pero ahora sé que animales les queda muy corto!

¡Son unos brutos! ¡Unas bestias!

Uno de ellos me rompió las agujetas del corsé, para deslizar la mano dentro y medir el tamaño de mis... ¡Dios!

¡Se me revuelve el estómago de solo acordarme!

Siento el sabor de mis jugos gástricos en la boca ¡y eso que no he comido nada!

Aunque tal vez es por eso...

Pero ojalá a mí estómago no se le ocurra por nada del mundo ponerse a vomitar ahorita...

¡Vomitaría pura agua!

¡Y luego me deshidrataría! ¡Como una maldita pasa!

¡A esas bestias no se les ocurrió darme más agua además de la que me tiraban encima!

¡Y luego estaban todas esas miradas lascivas!

Que Sophie Robinson sea una persona tan atractiva tiene muchísimas desventajas.

Más desventajas que ventajas de hecho...

Aunque ahora estoy aquí corriendo gracias a esas pocas ventajas.

Sé que al de los cuernos le parece atractiva Sophie Robinson.

Pero bueno, ¿y a quien no?

Si es extremadamente bonita.

Lo patán no sé me quita. No es mejor en ningún aspecto que los otros.

Fue cruel.

Dejó que sus hombres se divirtieran con mi cuerpo; mirándome, manoseándome, pegándome.

Pero también lo vi mirarme cuando él pensaba que yo no estaba viendo, cuando creía que no iba a darme cuenta.

Y ahí fue que vi mi oportunidad.

¡El imbécil estaba tan concentrado en fingir que mi presencia no le afectaba nada, que no se dio cuenta cuando le quité el cuchillo!

Solo tuve que fingir un genuino interés en preparar un conejo.

Con el que de hecho me pego en la cara cuando lo puse muy nervioso.

E hizo que me sangrara la nariz.

Y luego me sacó el aire cuando me lo dió muy rápido para irse.

¿Romperle su muy chistosa pseudo-cantimplora de agua?

¡Se lo merecía!

¡Se lo merecía muchísimo!

Además así tiene de dos sopas; puede apurarse a seguir su camino (a donde quiera que sea eso) para volver a tener agua, o... puede perder su tiempo conmigo.

¡Pero para cuando se dé cuenta yo ya estaré muy, muy lejos!

¡Sólo tengo que mover muy rápido las piernas!

¡Y si algo aprendí en mi larga y tortuosa carrera de bailarina es que el dolor es mental!

Y okey, puede que mi tobillo esté doblado de una forma tan algo chistosa, porque pueeede que esté un poquito luxado.

Peroooo ya he bailado antes horas y horas con una lesión así.

Y... con una buena dosis de analgésicos que aquí no tengo, je.

Y... en otro cuerpo que sí estaba acostumbrado a esos trotes.

¡Dioses, es que este cuerpo es tan menudo y frágil!

¡He hecho estiramientos desde que llegué, y todavía no estoy ni cerca de todo lo que podía hacer en mi cuerpo original!

¡Incluso la primera vez que hice un estiramiento muy básico y simple, terminé con dolores en partes del cuerpo que no sabía que podían doler!

¡Y alguna vez peleándome a jalones con Myriam, solo por eso, me aparecieron moretones!

¡Y era Myriam, por Dios!

¡Myriam la que llora porque se le rompe una uña!

Mis pensamientos se ven del todo interrumpidos, cuando una flecha certera, se clava justo en el tronco que está al lado de mi cara.

¡Mierda!

Un claro chasquido de boca resuena de entre los árboles.

O tal vez podría venir de arriba, o de abajo.

¡De cualquier lado!

Por un momento deseo con todas mis fuerzas que sea Dios...

Y luego recuerdo que Dios no tendría ningún motivo para lanzarle flechas a una pobre cristiana.

Intento volver a avanzar, pero una nueva flecha certera me corta el paso.

—"Ah... Tosi... No es sabio correr cuando no se puede ganar. Vuelve en tus pasos y tu castigo será menor" —escucho la voz del indio pero no logro verlo.

—"¡Prefiero morir a tener un castigo menor!" —le respondo mientras busco una piedra de tamaño mediano del suelo, y la lanzo hacia los árboles.

Luego lanzo otra.

¡Y otra!

Y al ver que no hay respuesta me quedo con la cuarta.

¿Eso significa que... le di?

Mis hombros y mi pecho están completamente agotados del esfuerzo sobrehumano que hizo este estúpido cuerpo por levantar tantas rocas.

¡Por Dios!

¡Ni que fueran pesas para físico culturístas!

Pero al parecer para este cuerpo, lo son.

Miro con nerviosismo a mi alrededor, buscando.

Y cuando no veo nada, entonces dejo caer la roca que tengo en la mano.

Y es ahí cuando se escucha el resonar de una carcajada.

Se su carcajada, que se burla.

Después vuelve a chasquear la boca.

—"¿Qué pasa, herbi? ¿Tu cuerpo se cansó de golpear árboles?" —vuelve a sonar su voz.

Y yo volteo hacia todas partes sin lograr verlo.

En ese justo momento, y sin tener idea de por qué, recuerdo como lucen sus ojos.

Negros como la noche, o dorados como el Sol a capricho.

Salvajes.

Feroces.

Como los de un animal acostumbrado a estar todo el tiempo al acecho.

A estar cazando.

A estar alerta.

A ganar.

Ah...

Entonces es así como se debe sentir una gacela, cuando sabe que la tiene perdida.

Cuando cae en cuenta que no importa que tan rápidas sean sus piernas, nunca serán competencia para las de una pantera negra.

Porque este hombre es eso, ¿Verdad?

Una pantera negra que no sabe de piedad.

Me tiemblan los hombros, mientras una sonrisa absurda se dibuja en mis labios.

Entonces levanto la cara y miro al frente; a los árboles.

No tengo idea de si le estoy hablando de frente, de espaldas, o sí ni siquiera me estoy dirigiendo a él en absoluto, pero aún así le digo lo que quiero decirle.

—"Kai... Te llamas así ¿Verdad?" —comienzo con su nombre, para obtener su atención y para que sepa que sé cómo se llama —"Bien. Tú ganas. Eres más rápido y más fuerte, y según tú por eso debería hacer todo lo que dices... Sé que no voy a ganarte, no tengo posibilidad, ¿Pero sabes qué cosa sí puedo hacer? Puedo hacer que te cueste trabajo, ¡Esta gacelita no emprenderá su camino de regreso al infierno sin luchar!"

Se vuelve a reír.

¡El muy imbécil se ha vuelto a reír!

—"¿Oh?" —su voz suena aún más cerca y ni siquiera lo he escuchado moverse ¡Maldito Mowgli de la selva! —"¿Vas a luchar, como una gacela, dices? Pero una buena gacela necesita primero sus piernas para dar una buena pelea. La pequeña gacela luchadora no llegará muy lejos. Será una corta lucha"

Aprieto los dientes, los puños, los muslos.

—"¡Pero será una lucha!" —le grito y arranco a correr de nuevo.

—"Lucha tu lucha corta entonces..." —lo escucho decir, de aún más cerca.

Sé que me está pisando los pasos.

¡Pero no voy a parar!

También sé que puede atraparme cuando quiera, que esta jugando conmigo.

Que lo está haciendo más largo porque le divierte ver mi desesperación, o tal vez le causa euforia y lo llena de adrenalina.

En el reino animal es bien sabido que a muchos depredadores les gusta jugar con sus presas primero, y comérselas después.

Él es uno de esos depredadores.

Y yo... yo no sé si pueda hacer alguna diferencia.

Puede que no.

Y puede que esté haciendo justo lo que él quiere que haga.

Pero yo veo en mi desesperación una oportunidad.

Una flecha rasga la parte de atrás de mi talón bueno.

Y vuelvo a escuchar ese exasperante chasquido que hace con la boca.

—"La pequeña gacela se ha quedado sin ninguna de sus piernas. Al parecer la herbi es bastante mala siendo una buena gacela" —se mofa.

Pero yo no me detengo.

—"¡Puede que sea muy mala siendo una gacela! ¡Pero esta no es la primera vez que la pequeña gacela pierde sus dos piernas y aún así puede correr!" —le respondo, mientras aparto con desesperación unos arbustos con las manos.

Al frente veo una luz.

Cierro los ojos dos veces porque creo que mi cerebro puede estarme jugando una broma.

Los cerebros son bien conocidos por jugarles bromas a las personas a las que les falta agua en su sistema.

Pero la luz sigue ahí.

¡Una fogata!

¡Personas!

Siento un tirón fuerte en la cabello, uno que obliga a mi cabeza a ir hacia atrás, y luego siento una hoja en la garganta.

—"Haz perdido, gacela. Suvate. Es tiempo de regresar" —susurra con frialdad.

Cuando no me muevo, presiona con más fuerza la hoja, aunque no me corta.

No todavía.

—"Vuelve en tus pasos gacela"

No tengo tiempo de moverme, porque entonces se escucha un disparo.

Uno de un rifle.

Y pronto ya no tengo la hoja del cuchillo apretada a mi garganta.

Ni tampoco la intimidante voz susurrándome en la nuca.

Ni el aroma a savia, cuero y humo, que emana la piel de mi captor.

Solo estoy yo, en medio del bosque, mientras un trío de antorchas comienzan a acercarse.

—"¿Le diste al indio?" —pregunta una de las voces.

—"Sí. Pero el maldito se escapó"

—"Esos salvajes son escurridizos, Steve. Pero si le diste no debe estar lejos. En la frontera están pagando dos grandes por cada cabeza de indio. Llévate a Ben y a Sawyer para peinar la zona. Lo llevaremos y le cortaremos la cabeza cuando ya estemos ahí, para que no apeste antes"

El hombre se echa a reír, y hace un chiflido con las manos.

—"Vaya... Vaya... ¿Pero que cosa tenemos aquí?" —uno de los hombres me ilumina con su antorcha —"Pero mira nada más lo que esas bestias te han hecho, lindura. Aunque, no puedo culparlo ¿verdad?" —esboza una sonrisa macabra, dejándome ver que le faltan casi todos los dientes de enfrente, y los que no le faltan, están llenos de putrefacción.

—"Parece que es nuestro día de suerte..." —se acerca otro. Sus ojos fijos en mis pechos mientras se lame los labios —"Debes tener frío lindura, mucho frío. Pero para tu buena suerte tenemos una fogata, y somos muchos dispuestos a darte calor"

Cuando intenta tocarme, doy un paso hacia atrás y se ríe.

"¡Mi padre es un hombre muy rico! ¡Le pagará! ¡Le pagará diez veces lo que cualquiera de ustedes pagaría por estar con una mujer como yo! ¡Y la cifra será aún más alta si, se aseguran de proteger mi honor, antes de que llegue a casa!"

Se vuelven a reír.

—"¿Honor? ¿Cual honor, preciosa? Mira el estado de tus ropas. No creo que te quede nada de honor después de haber sido revolcada por uno de esos animales, sí a caso, cualquiera de nosotros te estaría regresando un poco de ese honor al cogerte como una mujer y no como animal" —intento retroceder pero el hombre es más rápido y me pesca por la muñeca. Tiene una pajilla en la boca, y todo en él apesta; a tabaco, a mugre, a alcohol y a sudor —"¿Por qué no abres tus piernas para mí, bonita? Si te pones cariñosa conmigo, prometo ser mucho más dulce que cualquier a de esos indios"

—"Señor. Estoy consciente de cómo me veo. Pero le aseguro que mi honor está intacto. Cuide de mí, hasta llegar a la ciudad, y le aseguro que el señor Robinson, le pagará una suma, que hará que no vuelva a preocuparse por nada, durante mucho tiempo"

—"Ah... Es una de las chiquillas Robinson que están desaparecidas..."

—"¿Una de las Robinson?" —mis ojos se abren de par en par.

¿Será posible qué...?

Bueno, sabía de la existencia de las otras dos chicas blancas secuéstralas por los guerreros indios. Pero nunca las vi.

—"¿Qué? ¿Ya se deshicieron de tu hermana, preciosa? Bueno, de la que queda. Porque a la otra la filetearon en la finca Slater"

—"Yo soy la prometida de Paul Slater. El hijo mayor de los Slater... ¿Él está...?"

—"Muerto, preciosa. No encontraron el cuerpo, pero no apareció entre los vivos. Así que seguramente el fuego lo quemó tanto, que ya no supieron si era lo que quedaba de él, o un pedazo de madera quemada"

—"No. Paul Slater está vivo. Lo vi salir yo misma de las llamas. Y tanto él como mi padre, lo recompensarán, señor. Y será una recompensa grande, porque será doble, ¡Se lo aseguro! ¡Usted solo tiene qu-!" —pero no me deja terminar de hablar, porque me da una bofetada tan dura que me voltea la cara.

Siento las costras de mis labios volver a abrirse, a sangrar.

El sabor a fierro se acumula en mi boca; liquido y caliente.

Pronto,  su mano se enrosca alrededor de mi cintura, mientras la otra se mete en medio de mis muslos, acariciando la abertura de mis pololos en la entrepierna.

—"A mí no me vas a venir a decir qué hacer o no hacer, preciosa. Así que cierra esa bonita boca a no ser que quieras que te la cierre a puños." —su mano se desliza por mis costillas —"¿Quieres llegar a casa y no volver a ver a ninguno de esos salvajes? Entonces abre tus piernas para mí y para mis colegas. Ha sido un viaje largo, estamos cansados, y ya han comenzado los fríos de otoño. El calor de una mujer bonita nos vendría muy bien"

Intento resistirme.

Apartarlo.

Incluso creo que logro rasguñarlo.

Y lo confirmo cuando después de que se queja, me pega con la rodilla en la boca del estómago, y me hace caer.

Me levanta medio cuerpo con un doloroso tirón en el cabello.

El golpe hizo que todo lo vea borroso.

—"Vuelve a intentar arañarme maldita puta, y entonces te amarro a un árbol y te dejo desnuda, para que los animales terminen de comerse lo que dejemos de ti" —sus manos terminan de romper mi corsé —"Vamos a comenzar chupando y mordiendo estas bonitas tetas hasta que queden moradas. Y quién sabe, si eres lo suficientemente cariñosa conmigo  y tú misma me las ofreces y me ruegas que haga lo que quiera con ellas, entonces seré lo más dulce que hayas tenido entre las piernas. Mucho más que cualquiera de  todos esos indios salvajes"

Me limito a mirarlo con odio.

Entonces él enarca una horrible sonrisa y me sujeta por el mentón, lastimándome, clavándome las uñas en la piel.

—"También me gusta someter. Pero no soy dulce cuando someto"

—"¿Es Virgen?" —se acerca otro de ellos.

—"No lo sé. Eso dice pero yo creo que ya quedó medio loca después de estar con esos indios sarnosos"

—"Nunca he estado con una Virgen. Déjame ser el primero"

—"Eso va a costarte, John. Y no tienes lo suficiente para pagarme. Pero para tu ventaja, una mujer tiene más de un agujero, y normalmente el de atrás está tan apretado que se siente como desvirgar a una de esas inditas salvajes que me he encontrado por ahí recolectando fruta, o acarreando agua"

Comienzan a reírse y el que es John se empina una botella.

—"Sea como sea vas a tener público linda, porque solo hay una fogata"

—"Puedo lidiar con eso"

Vuelven a reírse.

El de la botella me lanza una mirada lasciva directo al corsé y después me manda un beso asqueroso.

—"No la canses demasiado, porque también me gusta cuando gritan"

—"No te preocupes, hombre. Por la mirada que esta preciosidad tiene, creo que va a ser de las que gritan toda la noche, no importan cuantas veces acabemos ni por dónde"

El de la botella sonríe satisfecho.

—"Deberías apurarte a quitarle todo eso. Ya no lo va a necesitar y me la quiero jalar mientras espero mi turno"

El primer hombre comienza a rasgar la tela de mis enaguas y de mis pololos.

No le es difícil convertir en tirones la muselina de la ropa.

*****

Ocultarme de los ojos de los hombres tosi-tivo siempre es fácil, porque siempre son muy estúpidos.

Hay cosas que no cambian y esa es una de ellas.

Incluso hago que dos de ellos sigan una pista falsa, y que sus pasos dibujen él mismo círculo sobre la tierra, muchas veces.

Cuando se encuentran, sonríen y siguen caminando. Ni siquiera sospechan que hago un juego de ellos.

No saben.

Ellos piensan que buscan.

Y yo aprovecho para robar sus armas buenas.

Los jugadores estúpidos, juegan un juego muy fácil.

Pero yo, ah... yo soy muy buen jugador, sobre todo cuando hay luna.

Sin muchas voces , ni demasiada luz, mis huesos se vuelven uno el bosque. Y soy más rápido.

También más ligero.

Y los árboles son mi mejor disfraz, no importa si son grandes o pequeños.

Deslizo los ojos sobre sus figuras, mientras pienso en cual es la forma más rápida de matarlos, o cual es la mejor, porque no siempre son la misma, y un buen cazador lo sabe.

Todos ellos apestan a ese líquido que toman para volverse más lentos.

¿Y así piensan que pueden poner sus manos sobre un guerrero Kwahadi?

No sé si reír o sentir lastima.

No hay satisfacción en acabar con una vida de forma tan fácil.

Deberían saber que están lejos.

Demasiado lejos de sus casas de madera y de sus senderos sin árboles.

Lejos de los pedazos de tierra que marcan como si fuera suyos, con troncos muertos.

Vienen a mis tierras, pero quieren hacer lo que hacen en las suyas.

Ni siquiera las ratas hacen en la cueva del lobo, lo que hacen en sus madrigueras.

Las ratas son más listas.

Las ratas blancas, no mucho.

Yo soy la bestia y estoy en casa. Y todo lo que sus lentos ojos alcanzan a ver, es terreno en el que cada parte mi cuerpo está acostumbrada a moverse.

Ladeo la cabeza, mientras los veo encontrarse de nuevo, esta vez chocan y se caen.

¿Cuantas veces necesitan las ratas blancas, hacer andar sus pies sobre él mismo camino para darse cuenta de que así no van a encontrar lo que buscan?

Sonrío un poco para mis adentros.

¿Debería contarlas?

Podría hacerlo...

Es buena forma de aprender sobre el enemigo sin acercarme demasiado para que me pequen sus asquerosas enfermedades con las que han matado a mucha de mi gente.

Mis ojos se deslizan con aburrimiento hacia dónde los gritos son más fuertes.

Hasta la pequeña gacela blanca, con sus dos piernas rotas, dió una mejor lucha.

Pero no tiene fuerza.

Así que también es tonta.

Porque las luchas que no se pueden ganar ni siquiera se empiezan.

Y los hombres blancos, ellos tienen algo de fuerza pero deciden usarla contra sus propias mujeres y niños.

Lo he visto muchas veces, y es una de las muchas cosas por las que me parecen tan despreciables.

Algunas ráfagas de aire se cuelan por entre las hojas y acarician mi cuerpo, como un susurro.

Sé lo que dice el susurro, cuando la herida en el costado de mi abdomen, punza con más fuerza.

Aprieto mi mano contra ella sin despegar los ojos de los hombres, un odio tan profundo me embarga, que hace que todo queme.

No hay honor en una herida cómo está.

Soy el líder más joven que han tenido los Kwahadi, y un líder no puede permitirse no ver la luz de una fogata, o no escuchar las voces y pisadas descuidadas de los tosi-tivos, todo por ir jugando con un animal pequeño.

Dejo caer la rodilla sobre la tierra mojada, para hacer fácil la tarea de cogerla con el  puño, y untarla sobre la piel abierta.

Las heridas son cosa de todos los días para mí, no existe guerrero honorable sin grandes marcas en el cuerpo y yo le he hecho al mío todas las que he tenido que hacerle para ganar.

Mi piel canta la canción de la guerra ahí a donde va.

Aprieto los dientes con rabia y siento un temblor en mi mandíbula.

Pero esta no es una herida de guerra.

No hay honor en una herida que te recuerda tu propia estupidez.

No debí dejar que mi curiosidad por saber qué tan lejos podía llegar la pequeña gacela de las piernas rotas, me ganara.

Pero de todas formas me vuelvo a encontrar observando con admiración, como es que les lanza patadas con sus piernas rotas.

Muy pocas veces he encontrado en mi camino a ese tipo de criaturas.

Del tipo que deja de dar pelea hasta que pierden las piernas.

Dos de los hombres blancos comienzan a someterla, a golpearla.

Ella grita más fuerte e intenta apartarlos.

Cuando se dan cuenta que tiene las piernas rotas, la golpean en ellas.

La mujer se dobla, pero los muerde y los araña cada que tiene oportunidad.

Sonrío sin darme mucha cuenta.

Sé que terca, yo mismo la tiré al suelo muchas veces y todas ellas se volvió a parar.

Una de sus piernas debió romperse en una de esas caídas, pero ella siguió andando a la misma velocidad.

No se detuvo.

Y nunca pidió agua.

Prefiere morirse de sed que mostrar respeto.

El hombre más viejo y corpulento de los dos, le termina de romper las ropas.

Y aquello me inmoviliza.

Me enojo, cuando descubro a mi curiosidad, queriendo saber de qué color son las puntas de sus redondos pechos.

¿Serán así de pálidos como el resto de su piel?

¿O del color de las flores de los cactus, como la piel de sus labios?

Cuando cae lo que queda de su ropa, me quedo mirando cada una de sus formas, de sus curvas.

Y cuando veo que esas ratas blancas están haciendo lo mismo que yo, de un impulso lanzó dos flechas directo a las cabezas de los hombres que puse a caminar en círculos.

No les da tiempo de gritar, así que no gritan.

Y la hierva hace que su caída sea silenciosa.

La pequeña mujer continúa luchando contra los hombres.

—"¡Sawyer! ¡Busca las botellas! ¡No hay agua cerca pero yo quiero ver el cuerpo de esta linda cosita empapado de algo!" —grita uno de ellos.

Cuando no hay respuesta después de unos cuantos llamados, es que se ponen en alerta.

Pero a mí ya me dió tiempo de hacer todo lo que quería hacer.

—"¡Mierda!" —suelta uno de ellos.

El otro agarra a la mujer pequeña y la utiliza para cubrirse.

Me parece patético que un hombre use a una mujer para protegerse.

Nuestros cuerpos por algo fueron hechos al revés.

Me muevo entre los arbustos que los rodean, y cuando estoy más cerca, le lanzo un cuchillo al que sostiene a la mujer. La hoja se le clava en la frente y le rompe el cráneo.

La sangre de el hombre viejo salpica en la mejilla de la chica.

El otro carga su arma de fuego, no muy lejos de mí.

Pero tanto él como yo sabemos que eso es todo lo que le va a dar tiempo de hacer, porque como ya lo dije, estoy en mi territorio.

Y aquí mis pasos son rápidos como el fuego y ligeros como las plumas.

Me acerco por detrás, y atravieso su espalda la punta de una flecha, y a otro que se acerca le rebano la nuca con otro de mis cuchillos.

Su ropa se llena de sangre, y su cabeza cuelga hacia atrás cuando cae al piso.

—"¿Cuantas ratas blancas se necesitan para derribar a un guerrero Kwahadi?" —lanzo mi pregunta al aire sin mirar. Sé que se acercan por detrás cuando escucho el sonido de la hierba seca romperse con sus pisadas.

Intentan cargar sus armas pero no les doy tiempo.

A uno le corto el cuello, y a otro lo agarro de la cabeza y lo impacto contra mi rodilla.

Escucho el sonido del hueso de su nariz rompiéndose.

Lo sujeto del cabello y le arranco el cuero cabelludo, con el mismo cuchillo que usé para matar a su compañero.

—"Muchos" —sonrío, cuando al que le despedace la nariz se le van acabando los gritos.

Después hago lo mismo con las cabezas de los otros.

Y cuando voy por la cabellera del hombre viejo, me detengo a mirar la cara aterrada de la mujer, que de todas formas lucha para quitarse al hombre muerto de encima.

¿Por qué está mujer se ve más pequeña de cerca cuando debería ser al revés?

Chasqueó la lengua, y me pongo en cuclillas, con las manos colgando en medio de mis piernas, sin soltar un cuchillo.

—"Al parecer haz caído en una trampa gacela. Y si nadie te ayuda no vas a salir de ahí"

Ella no me responde y se rehúsa a verme, pero sigue luchando.

De noche su piel es tan blanca que brilla, como si estuviera acariciada por las estrellas.

—"¿No vas a suplicar que te ayude?"

—"No"

—"Entonces, muere" —sentencio y me pongo de pie.

¿Qué piensa hacer?

¿Intentarlo hasta que se le rompan más las huesos de las piernas?

Me oculto entre los árboles y obtengo mi respuesta.

La luz de sus ojos se va perdiendo.

Su cuerpo tiembla.

Y pierde la consciencia sin lograr salir de ahí.

Entonces salgo de mi escondite, y la saco de debajo del cuerpo del hombre sin esfuerzo.

Sus hombros son demasiado pequeños y angostos, y no puedo evitar pensar en lo fácil que sería romperlos y en lo grandes que se ven mis manos sobre ellos.

La cargo a regañadientes y me monto con ella sobre uno de los caballos de los tosi-tivos.

El campamento que hicieron mis hombres está muy cerca trotando, pero yo pongo al animal a andar lento a propósito, para poder observar a la mujer que duerme en mis brazos.

Ni siquiera inconsciente ha dejado de tener el ceño fruncido, porque en su cabeza ella sigue peleando.

Aprieto la mandíbula porque no quiero sonreírle aunque no pueda verme.

Es una de ellos.

Quiero acariciar sus labios pero obligo a mi mano a detenerse de un tirón, justo cuándo estoy a nada de tocarla.

Entrecierro los ojos y finalmente me decido.

Mi pulgar se desliza lentamente sobre la carne rosada de su labio inferior. Me sorprendo cuando descubro que no son muy diferentes a los míos, o a los de mi gente, pero sí son mucho más suaves.

Y tienen más curvas.

Voy bajando la mirada lentamente, y mi mano va bajando con ella.

Todo su cuerpo es suave, muy suave.

—"M-Mamá... T-Te extraño mucho mamá..." — musita y por un momento me congelo.

Una de mis manos está en sus clavículas y con la otra llevo las riendas del animal, pero uso el brazo para estrujarla contra mi cuerpo.

Espero alguna reacción, pero ella no abre los ojos.

Inmediatamente jalo una de las mantas y la cubro con ella.

Está temblando y yo no quiero llevar a casa un regalo muerto.

Su cabeza va pegada a mi pecho.

Y yo no puedo evitar bajar la mía y olfatear su cabello.

Ese olor insoportable sigue ahí, pero ya es menos fuerte.

Esta mujer debe de ser de esas personas que conservan el olor de cualquier cosa durante mucho tiempo.

Así que cuando llegue a casa, lo único que tengo que hacer es sumergirla en mierda de caballo.

Las formas de su cabello se me enroscan en la mano, como si estuvieran hechas de hiedra venenosa.

Y mi estómago se contrae en una punzada.

Espoleo al animal en el que voy montado y lo obligo a acelerar.

Dormirá. Pero dormirá en el suelo y amarrada al árbol, no aquí.

Esta vez me aseguraré de hacerlo bien.

Y de no dejarle cuchillos cerca.

*****

El cuerpo de la joven Sabina Robinson estaba parcialmente calcinado, pero de todas formas se podía saber con inconfundible certeza, que había sido vejado hasta el cansancio.

Y que la carne de sus muslos había sido convertida en tiras, como si hubieran estado fileteando a un animal.

Los señores Robinson perdieron a sus tres hijas en una sola noche.

Sabina era la de en medio.

Myriam la mayor.

Y Sophie, esa dulce muchacha que se supone que se convertiría en mi prometida, y a la que no había podido sacarme de la cabeza desde la primera vez que la vi.

Y ahora menos que nunca.

Estoy acostumbrado a que las mujeres se oculten detrás de mí cuando aparece alguna amenaza, incluso si esa amenaza que supuestamente peligra su vida, viene en la forma de un pequeño roedor.

Así que nunca me pasó por la cabeza que una mujercita de ese tamaño, me iba a propinar un empujón que acabaría por salvarme la vida.

Un golpe en la cabeza me dejó inconsciente a mitad de las escaleras.

Y para cuando pude recobrar la consciencia, lo siguiente que vi fueron los ojos parduscos del sheriff Morris, y la forma en que su mano gruesa me golpeaba la cara para despertarme.

Mi cabello escurría en agua porque muy seguramente fue lo primero que intentó, antes de usar su mano.

Fui uno de los 7 supervivientes en una fiesta con más de 100 invitados.

Debería sentirme afortunado y sin embargo, afortunado era lo que menos me sentía.

Fuimos Madre, el señor y la señora Robinson, una de las pequeñas gemelas Bennet porque a la otra la deshicieron los caballos de los indios, nuestra aprendiz la cocinera, el señor Ridge Mc'kovich, y yo.

Todos los demás habían sido mutilados o hallados muertos bajo los escombros del gran incendio que devoró nuestra casa de campo hasta los cimientos.

Y todos los cuerpos estaban ahí, en diferentes estados. Todos a excepción del de Myriam y Sophie Robinson.

Sophie...

No puedo evitar apretar los puños cuando me doy cuenta de que al ser ambas muy jóvenes y atractivas, lo más probable es que tuvieran el mismo destino que Sabina, su desafortunada hermana(si no es que lo habían tenido ya), Pero seguramente los salvajes se las habrían llevado para deshonrarlas en el camino hasta que el cansancio, y luego tirarían los cuerpos por ahí.

A mi padre lo mataron con gran saña, pero al menos fue rápido.

Tuvo que ser así, con un corte semejante en el cuello no hay forma de tener una muerte lenta.

Sin embargo, no por eso los Slater dejamos de ser los Slater, ni los Robinson dejan de ser los Robinson.

La diferencia es que ahora estalla más unidos que nunca, por sangre, pero de otro tipo.

Y estamos más que de acuerdo en poner lo que sea necesario para financiar cada una de las redadas y asaltos a los campamentos de esos sucios indios.

Y he de decir que, desde lo qué pasó, ya hemos puesto las cabezas de tres de esos animales clavadas sobre sus propias lanzas.

Fueron clavadas en el lugar en el mismo lugar en el que ellos asesinaron, para que sepan lo que se viene.

Y aunque las malas lenguas dicen que los decapitados son de otra tribu, para mí son todos iguales.

Sé que señor y la señora Robinson se limitarán a eso, son grandes y no pueden actuar de otra forma más que pagando a otros lo que ellos tienen tantas ganas de hacer.

Pero en mi caso no será así; no me quedaré cruzado de brazos hasta acabar con la maldita plaga india.

Me prometí y me propuse traer de vuelta los restos de Sophie Robinson, y eso es lo que voy a hacer aunque sea lo último que haga.

Le daré su santa sepultura.

Y llenaré toda su lápida de flores.

—"Lilis" —esa fue la respuesta que me dió el señor Robinson cuando le pregunté por las flores favoritas de su hija más joven—"Las lilis le gustan que nada en el mundo a mí Sophie, igual que a su madre"

Sé bien que no se refería a la señora Robinson.

Él también lo sabe.

Pero me honra que el padre de Sophie Robinson que suele ser siempre callado, se haya tomado la libertad de ser han abierto conmigo.

Al final, nos une la rabia.

Así que en cuanto llegué a la finca de mis tíos, en lo que pretendemos prepararnos madre y yo, para hacerle frente de la mejor manera la situación, le pregunté a mi tía por esas flores, las Lilis y en cuánto le dije el motivo de mi curiosidad, fue ella misma la que me llenó un florero entero con ellas.

Lo coloqué junto a mí ventana, para verlo siempre, aunque no demoré demasiado en estar de acuerdo con una cosa: No podría haber en este mundo flores más perfectas para recordar a la bella Sophie Robinson.

Incluso ahora, mientras las observo y paso las yemas de mis dedos sobre la herida que me hizo con el vidrio en el hombro, pienso que lo menos que puedo hacer por ella es llenar el terreno de todas y cada una de las cabezas de los Kwahadi.

Miro por la ventana, la llegada de cinco jinetes, todos con espuelas y sombreros.

No son delincuentes aunque lo parezcan, mucho menos sheriffs, o miembros del ejército, pero son todo a la vez y más.

En unas tierras tan salvajes y desalmadas cómo lo son estas, un hombre tiene que impartir justicia por su propia cuenta.

Así fue como surgieron los rangers de Texas.

No le responden a nadie.

Ellos son su propia ley.

Y yo pienso que tengo lo que se necesita para convertirme en uno de ellos.

Ya me lo he planteado antes pero ahora lo pienso más que nunca.

Sé que dos noches atrás, padre habría enloquecido con la sola mención, o de habría reído en mi cara, igual que hacía con todas mis ideas.

¡Y ahora como me gustaría que se riera!

Hace dos noches, sí... pero hoy no puede reír más.

Hoy yo soy el hombre que está al frente de los Slater, y eso me da la última palabra.

*

*

*

Nota de autor: hooooliii crayolis. Aquí Marluieth. Las que ya me leen desde hace tiempo saben que este tipo de capítulos para mí ya son capítulos cortos 😂 peroooo estoy tan emocionada y ansiosa con esta historia, que me propuse hacerlos todos de este tamaño para poder actualizar más o menos seguido.

¿Qué prefieren? 👀

En fin, aunque Rangers de Texas, suena muy a power rangers, es real que surgieron en Norteamérica principalmente por los enfrentamientos con nativos 🔥

Dejo un meme que una de mis hermosas lecturas hizo en el grupo de fb de mis lectores y que me dió mucha risa 😂😂😂

Es qué hay memes que son prácticamente oro molido.

Este meme hace alusión al capítulo pasado:


Las quiero.

Besitos de tosi.

Marluieth 💕

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