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18. Veneno


"He leído muchas historias...

Comencé con las clásicas; las de príncipes y princesas. Dos individuos cortados por la misma tijera que no podían acabar de otra forma que juntos.

Luego seguí con las del típico héroe; el caballero que tiene que esforzarse por ser alguien que pueda rescatar a la princesa de la torre.

Las de los villanos que le robaban la princesa al héroe también me gustaban mucho. Aunque los sentía a veces más débiles, como si por enamorarse les cambiaran la personalidad. No sé, me gustaban, pero al final no sentía que hubieran sido un villano del todo... era más como un héroe turbio, con tintes grises... bueno en el fondo.

Después escribí la histórica del héroe que sin querer se enamora de la villana. Esa me gustó mucho, porque el héroe se traicionaba a sí mismo por una palabra bonita: amor, pero lo que nadie le dijo nunca es que detrás del color rojo de un corazón, puede haber mucha sangre.

Esta no es ninguna de esas historias.

Estoy cansada de héroes.

El mundo es tan cruel, que aquí cualquier intento de héroe murió por su propia estupidez hace mucho.

Esta es la historia de dos villanos, que se disputan a fuego cruzado a la princesa.

Pero, son villanos ¿recuerdas?

Y los villanos de verdad siempre llegan hasta las últimas consecuencias con tal de conseguir lo que quieren.

Aún si eso implica, asesinar a la princesa con sus propias manos."

—Marluieth


Winona

(Nota de autor: Ya sé, ya seeee que ustedes la aman y se morían por otro POV de ella! Y como voy a dejar a todas esas personitas bellas que me leen con las ganas??? No señoooor!! Ayñ! De nadaaaaa 🥰)

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He conocido a Kai toda la vida.

Lo vi perder a su padre y a sus hermanos...

Y lo vi también dejar de ser un niño demasiado pronto, para convertirse en un asesino adiestrado; el mejor de todos. El mejor por mucho.

Y desde siempre supe que quería que fuera mío.

Tal vez porque lo vi muy roto.

Tal vez porque yo no sabía que una persona tan rota pudiera ser tan atractiva.

Y es que aunque me gustó antes de que lo perdiera todo, me gustó mucho más cuando se quedó sin nada.

Cuando lo único que tenia en el mundo era a mí.

A mí y a esa sed desmedida de sangre.

A mí y a esa mirada que gritaba ¡venganza!

A mí y a ese odio que alimentamos juntos para que se convirtiera en el guerrero más poderoso de todos.

Yo estuve ahí todas esas veces en que tiró flechas con su arco hasta desmayarse.

Yo misma le fracturé la mano derecha cuando él me lo pidió, porque quería que la izquierda fuera igual de hábil, así que se la rompí muchas; veces amarrándosela a un árbol y estrellándole rocas encima, para obligarlo a usar la otra; la lenta, la no tan buena.

La conexión de un guerrero Kwahadi y su caballo, va mucho más allá de lo explicable y lo lógico; es algo espiritual.

Y aunque un guerrero usualmente tiene a una o dos monturas a lo largo de su vida; Kai ya ha tenido seis; Humo es el sexto y yo tengo las manos manchadas de la sangre de los otros cinco.

Los asesiné yo misma, para obligarlo a domar a otro, y a otro, y a uno más... y a no apegarse demasiado a nada.

Y ahora gracias a mí, Kai se diferencía del resto de los jinetes Kwahadi con creces, porque un jinete pierde la mitad de sus habilidades en cuanto pierde a su caballo, pero Kai no... Kai no porque cuando llegue el día en que Humo perezca en el campo de batalla debido a una flecha certera o a una bala, Kai va a poder ponerse de pie y seguir peleando, incluso montado sobre el lomo de un caballo enemigo.

Él va a domarlo ahí mismo sin esfuerzo, ante la mirada incrédula de sus dueños, y luego va a aniquilarlos uno a uno, porque su habilidad no depende de otra cosa más que de sí mismo.

Y él sabe que la montura es tan solo un arma más.

El lobo, la saari aquello fue una cosa diferente... una que no he podido resolver cómo quisiera.

Cuándo la trajo al campamento, siendo tan solo una pequeña cachorra indefensa y frágil, me pareció que matarla en ese momento habría sido un golpe demasiado duro para un Kai que todavía no era ni la sombra de todo lo que podía llegar a ser, y en ese entonces, yo también era mucho más blanda... dudaba.

Se necesita ver demasiadas muertes de los tuyos para dejar de dudar.

Y cuando por fin llegó el día en que era necesario acabar con ella... ya no pude hacerlo.

Y no por falta de intenciones.

Ni yo, ni ninguno de los hombres a los que les pagué para que lo hicieran fueron capaces de llevarlo a cabo; fueran Kwahadi, o comanches de otra tribu, o Apaches, o incluso algún mercenario Osage que se supone que son los mejores rastreadores que existen sobre la faz de la tierra... ninguno pudo con la loba.

Y ella regresó cada vez, con los restos de ellos escurriéndole de la boca, clavándome sus ojos y postrando el montón de partes humanas mutiladas y aún tibias, a los pies de su amo.

Él la veía con orgullo.

Un orgullo que no debería sentir por nadie más que por sí mismo.

Un orgullo que podía convertirse en debilidad.

Un error.

Pero no tuve de otra más que obligarme a postergar su muerte.

Tal vez lo conseguiría el siguiente invierno... o el que siguiera de ese; tan solo era una loba.

Y si era lo suficientemente fuerte como para mantenerse viva, entonces era digna de él... por ahora.

Pero el día que le hirieran una pata y fuera más lenta, o le aturdiera una bala que le pasó demasiado cerca de la cabeza, yo estaría ahí.

Yo estaría ahí para volver a Kai mucho más fuerte de lo que ya era; porque él y nadie más que él puede recuperar todo lo que nos arrebataron.

Es el mejor guerrero Kwahadi que se haya visto por siglos y de mi cuenta corre que eso es solo él comienzo: el va a convertirse en el mejor guerrero que haya habido desde siempre y desde todos los tiempos, y por muy buenos que sean los que vengan después de él, jamás van a poder compararse.

Kai es especial.

Y desde el primer momento en que lo ves, lo sabes.

Es un hombre que desde el principio fue cortado por otra tijera.

Hay algo duro en sus ojos que no lo deja dudar. Algo que el resto de los hombres no tienen.

Es como si los Dioses y los grandes espíritus por fin hubieran escuchado todas las plegarias y los lamentos de nuestra gente; de esas madres que tuvieron que enterrar a sus propios hijos, de esas niñas que fueron forzadas y obligadas a hacerse  mujeres demasiado pronto.

Es como si fuera un Dios de la guerra encarnando.

No hay nadie que se le compare.

Y si osaran medirse con él quedarían en ridículo.

Podrá haber guerreros hábiles y entrenados como Nobah; su mano derecha que necesita ver sangre incluso cuando recibe o da placer, o Ukiah; el nuevo y joven líder de los osage, del que se dicen muchas cosas; entre ellas, que su colección de esposas es más grande que su colección de armas.

Pero yo he visto en los ojos de ambos la debilidad, he visto a sus emociones jugarles demasiadas veces en contra.

Los he visto a punto de perder el cuello por disfrutar de más una muerte, o por entretenerse violando a una de esas sucias y miserables rameras blancas, o por haberse creído todopoderosos y no haber evaluado sus alrededores lo suficiente.

Pero Kai es un arma convertida en hombre; y desde que ves al Sol hacer su camino por los filos de su cuerpo lo sabes; cada giro, cada borde es letal.

Y lo confirmas otra vez, cuando ves sus ojos y sabes que algún Dios debió haberle metido un pedazo de oro ahí dentro, porque de ninguna otra forma podrían verse así.

Y desde que los otros jovenes Kwahadi postergaban sus entrenamientos o se los saltaban de vez en vez, para encontrarse con alguna joven, a escondidas, él se distinguía.

Desde que había docenas de chicas llenándolos de regalos para que voltearan a verlas, porque habían quedado impresionadas cuando los habían visto ser solo un poco mejores que los otros de su edad.

Tal vez acertaron diez veces más en el blanco mientras practicaban sus tiros.

O puede que hubieran conseguido aniquilar a un venado o a un búfalo solo un poco más grande.

Pero Kai siempre tuvo muy en claro una cosa: se nos debe demasiada sangre y se va a cobrar a la fuerza.

Y cuando comenzó a ser mejor de lejos que el resto, no faltaron las chicas que se aparecieran medio desnudas en su tienda.

A las escalabas que se les ocurrió hacerlo, las asesiné a todas por supuesto. No porqué el las mirara, sino porque me parecía una ofensa que osaran posar sus ojos en él.

A él lo tocaba el cielo y ellas no pasaban de arrastrarse por la tierra como insectos.

¿Como habían osado permitirse una idea tan ridícula?

A veces se susurraba que a Kai no le interesaban las mujeres.

Que no le gustaban.

Que le aburrían.

Que si estaba lanzando flechas y alguna chica decidía pasearse cerca, con ropa sugestiva, él solo voltearía a mirarla si estaba estorbando su campo de visión.

Y si le dirigía la palabra solo lo haría para decirle que se apartara, usando ese tono amenazante tan suyo.

A veces parecía que lo único que podía captar su atención el tiempo suficiente era el brillo que emitía el filo de sus navajas, las torturas, las ejecuciones, los entrenamientos, los combates cuerpo a cuerpo, o pasar horas a caballo para aumentar su velocidad, su precisión, o ambas.

Lo he visto muchas veces convertir a un hombre en un montón de trozos y carne; es tan hábil y sus cortes son tan limpios, que tan solo basta con ver el cuerpo para saber que lo mato él.

Y todas esas veces, he sentido un hormigueo magnético en el cuerpo.

Me gustan muchas cosas de él, pero definitivamente mi favorita es cuando mata.

Y a veces no he podido evitar pasar la punta de mi índice, por la garganta destajada de alguna de sus víctimas, y luego llevármelo a la boca.

Acaricio mi labio inferior con mi pulgar, al evocar el recuerdo.

Cuando éramos más jóvenes y nuestros cuerpos empezaban a cambiar,  comenzó a aparecerse de la nada en mis aposentos, cubierto de pies a cabeza de la sangre de alguien o algo, de cualquier cosa que hubiera matado, y lo hacía solo para acomodarme detrás de la oreja, la mejor peineta que había visto en la vida, o la horquilla más bonita, o la chalina más fina... y luego desaparecía.

Después de un tiempo, pasada una noche de haber regresado de alguna guerra, lo encontraba ahí mismo, con una vasija atiborrada de espinas de cactus; de las más grandes, y me la ponía en las manos y me  pedía que lo marcara yo misma; que le dibujara en el cuerpo y con mis propias manos alguna de sus más recientes hazañas; un nuevo tatuaje que le contara a los Dioses su historia.

Así que le pedía que se acostara boca abajo y lo hacía; y yo me ponía en cuclillas a su lado, escogiendo las espinas y quemando una a una, las puntas delgadas en el fuego antes de clavarlas con precisión en su cuerpo.

Todas esas veces le rompí la piel con las espinas, lo hice a una profundidad que buscaba hacerle más daño, aunque nunca ser letal.

Simplemente me gustaba comprobar su resistencia.

Y lo hacía:!sus ojos; esos ojos dorados y entrenados, se mantenían fijos en el fuego; las llamas bailándole en la pupila; como si también ahí dentro estuviera ganando alguna batalla, y sus músculos jamás actuaron como si estuvieran siendo perforados por mi.

Me gustaba ser la única que podía dañarlo.

A la única a la que se lo permitía.

La única a la que se lo pedía.

Incluso la primera vez que estuvimos juntos, después de que trajo al campamento la dote más grande nunca antes vista solo para pedir mi mano.

Entró a mi tienda; jaló los cordones de mi ropa como si fuera la suya, me dió la vuelta, y jamás perdió control de sí mismo.

Incluso su respiración; se agitó, sin perder nunca el dominio sobre su propio cuerpo.

Y aunque los movimientos de su cadera fueron fuertes, rítmicos, certeros... la luz de sus ojos nunca se nubló como he visto qué pasa con otros guerreros, y con otras chicas.

Estaba conmigo, pero su cuerpo y sus sentidos también estaban alerta, preparados para saltarle al cuello a su enemigo y partirlo en ese momento si era necesario.

A veces en sueños, recuerdo muy bien la primera vez que salvó mi vida.

Recuerdo el frío que expedía el metal del arma que sostenía aquel hombre que me jaloneaba.

Y luego Kai le volteó el cuello hasta rompérselo, y éste escupió sangre antes de desplomarse, con la cara completamente retorcida.

Ahí mismo tomé la decisión: de que le dedicaría mi vida. Toda; sí me la pedía.

Pero entonces algo cambió.

Alguien; lo cambió.

Una maldita ramera blanca que hace muy poco dejó de ser una niña.

Abro una rendija dentro de la tienda y deslizo mis ojos por el moretón que tiene bien marcado en el brazo.

Incluso su piel es patética.

Ayer iba realizando cualquier diligencia que un esclavo con poco cerebro podría hacer sin ningún problema, y justamente los cazadores regresaban a caballo con sus motines por el camino, los llevaban a guardar.

Lo hacían a buena velocidad.

Y yo, desde el interior de mi tienda, lo observaba todo; esperando a que alguno de esos animales le pasara encima y le destrozara una pierna.

¿No sería ese el final Perfecto?

Que este estorbo muriera por su propia estupidez sin yo tener que mancharme las manos.

Que vea lo débil y estúpida es esa mujer por la que todos parecen haber perdido la cabeza, aunque nadie lo diga, porque es una esclava.

Que la mate su falta de sentido común, y que sea todo un espectáculo: uno lleno de gritos y sangre.

Estuvo demasiado cerca de suceder.

Es una mujer demasiado pequeña, y los harapos que usa para vestir la ocultan y la confunden con el resto.

Y sus ojos nunca están alerta... merece morir una muerte horrible por eso.

Y entonces justo antes de sucediera, Kai llegó sobre el lomo de Humo, abriendo su camino a empujones recios, apartando a los otros caballos y la jalo del brazo unos metros, solo para estrellarla con fuerza contra una pila de cosas.

—"¡Deja de ser un estorbo, herbi!" —le gritó con la mandíbula tensa, apretada.

Por la expresión de ella, por sus ojos confundidos, ya estaba varios metros lejos de donde había estado unos segundos antes, pero apenas estaba procesando lo que había ocurrido.

Y a todos los que estaban ahí les causó gracia.

¿Que si ahora tenía raspadas y sangrando, ambas rodillas?

Las tenía.

Pero eso no se comparaba a lo que Kai y yo sabíamos muy bien, que habría sucedido si él no hubiera intervenido.

Y a mí me tembló todo el cuerpo de rabia.

Sus movimientos fueron rápidos.

Y su fuerza inigualable.

Y se conducía como un guerrero letal y orgulloso... como todas las veces.

Pero esa neblina que nunca antes habían tenido sus ojos, ahora estaba ahí.

Aparté la mirada de inmediato.

Pero alcance a oír los pasos y la voz de Kajika dirigirse a esa mujer endeble e inútil.

A esa mujer patética que solo está viva gracias a los esfuerzos de terceros.

—"Ese ha sido un golpe muy horrible, ¿estás bien?"

—"¡Agh! ¡Es que me odia!"

—"Déjame ayudarte a pararte..."

Débil.

Demasiado débil.

Ni siquiera podía ponerse de pie por sí sola a pesar de que sus huesos estaban intactos.

Se me revolvió el estómago y llegada la noche, busqué cualquier excusa para golpearla y lo hice.

No pienso dejar que una maldita ramera blanca, convierta a mi Dios de la guerra en un simple mortal.

Pensé en matarla...

Pero agarrando su rostro hinchado, por la barbilla... decidí que una muerte simple no me daría la satisfacción que buscaba.

—"Tal vez el uso que puedas tener, más bien está en mi ingenio ¿no, tosi-tivo?" —le dije, mirándola a los ojos y clavándole la uña en una de sus cortadas.

Y en ese momento entró Kai.

Y la observó con esos ojos llenos de ese algo que odio: de debilidad, de confusión, de esa neblina que los Dioses no tienen no deberían tener jamás en sus iris.

De esa mortalidad.

—"Lárgate de aquí, tosi-tivo" —le ordenó con un tono demasiado duro —"¡Fuera!"

Y ella se limpió la sangre del pómulo con el interior de su muñeca y salió de la tienda a pasos cortos y apresurados.

Y él no despegó sus ojos de su figura, nunca lo hizo, la miró hasta que fue imposible seguir viéndola.

—"Necesita aprender como atenderme" —le dije —"Ya se han puesto demasiados Soles desde el día que apareció por primera vez en el campamento, pero esa es mucho más estúpida que todos los demás ¿no te parece?"

Pero él no respondió. Simplemente me acomodó un mechón detrás de la oreja y volvió a salir, como si hubiera olvidado qué vino a hacer aquí en primer lugar.

Y yo me quedé ahí, dedicándome a mi misma una sonrisa compasiva, que contrastaba con mis ojos confundidos.

¿Como es posible?

Me llevé las manos a la cabeza.

¿Como es posible que después de todos estos años decidas tener una debilidad tan patética?

¿Que clase de mala broma, de parte de los Dioses, es esta?

Y me pregunté ahí mismo, que cuanto tiempo tardaría este problema en hacerse demasiado evidente.

¿Cuánto iba a tardar mi asesino perfecto en cometer un error como esos que cometen los mortales?

No tardé mucho en descubrirlo.

Fue al otro día.

Al otro día de ver la cara de la maldita tosi-tivo molida a golpes, fue que puso su vida en riesgo por un error estúpido.

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Lydia

Hace unos días qué hay demasiado movimiento en el campamento.

Y no sé por qué...

Hasta anteayer por la noche todo parecía, como cualquier otra noche.

Yo me conducía ahí a donde duermen los niños huérfanos con un canasto repleto de patatas, y con algunas precauciones que he aprendido a tomar, a la mala... porque yo soy de esa gente que necesita hacer las cosas mil veces mal antes de aprender mi lección.

Lenta, pero segura Lydia, lenta; pero segura...

Como una caracola —me dije a mi misma.

Mis ojos se posaron sobre uno de esos caracoles color marrón, de los que dejan un camino lleno de baba viscosa cuando caminan.

Bueno, pero no una de esas, una de las caracolas bonitas obviamente.

De esas que tienen la conchita de colores pastel.

Y que se hacen amigas de las esponjas amarillas parlantes.

Y que viven como a 2000 metros bajo el nivel del mar.

Como sea, esta caracola (de las bonitas que no he visto que vivan en la superficie pero que de seguro debe haber) ha tenido que aprender un par de trucos para sobrevivir; como el de entrar en modo ninja-letal saltando de sombra en sombra para que no la vean, y el de irse por los caminos largos...

En los camino largos, a veces hay charcos, y a veces en esos charcos hay bichitos que patalean por su vida, porque tomaron una muy mala decisión.

A veces me pongo en cuclillas frente a esos charcos y agarro ramitas, y hojas de diferentes tamaños, y me pongo a fabricar barquitos minúsculos.

Entonces acerco esos barquitos a los insectos desesperados, para que puedan subirse y esperar a que se les sequen las alas.

Y luego puedan regresar a su casa.

A veces son charcos muy grandes y tengo que empujar a los barquitos con el dedo.

Otras veces son charcos todavía más grandes y tengo que soplarles para que avancen, pero como mis pulmones son del tamaño de dos bolsitas de krankys, tengo que inflar mucho los cachetes.

Y supongo que sí... tal vez le parecería extraño a alguien encontrarse a una mujer harapienta lanzándole soplidos a un extraño artefacto de hojitas que se encuentra justo al medio de un charco.

Y más aún si ese alguien resultara ser Kai Índigo.

En fin.

Tal vez y solo tal vez... lo más prudente hubiera sido, ya sabes, pararme muy lentamente ahí mismo e irme como se va la gente que sí tiene un instinto de supervivencia cuando se encuentra a uno de esos animales que te pueden volar la mitad de la cara de un zarpazo.

Lo mejor hubiera sido haberme alejado poquito a poquito, pidiéndole al cosmos que por favor me confundiera con alguna de las cosas que nos rodeaban.

Pero es que el barquito todavía no llegaba a la libélula...

Así que en vez de hacer lo anterior, tuve que empezar a dar soplidos furiosos y ultra-rápidos, mientras lo veía a los ojos intentando transmitir un mensaje con los míos: soy inofensiva ¿lo ves?, muy muy inofensiva, súper-hiper-mega inofensiva... tal vez no taaaan inofensiva como esa cucaracha que acabas de pisar, pero casi, casi, te juro que casi.

Pero en vez de irse, se acercó un paso, ladeó la cabeza y arrugó la nariz.

¡Oh Dios mío!

¡Arrugó la nariz!

¡Todas esas veces cuando en Animal Planet, los animales muy grandes arrugaban la nariz, no significaba nada bueno!

¡Más bien significaba algo ultra-malo!

Así que me fui corriendo.

No sin antes pedirle perdón a la libélula

Y arrojarle el canasto de patatas encima.

Para hacer tiempo.

Porque eso es lo que hubiera hecho si se hubiera tratado de un oso feroz de verdad.

Y en un abrir y cerrar de ojos ya estaba metida adentro de la tienda de uno de los soldados más jóvenes.

¿Por qué?

Pues porque soy suicida, por eso.

El caso es que solo había un chico ahí, de unos 15 años, y me miraba con unos ojos que me supongo, intentaba que fueran intimidantes.

—"¡Ey! ¡Tosi-tiv" —pero no lo dejé terminar de hablar porque me le colgué de la espalda y le tapé la boca con las dos manos.

—"¡Shhhh! ¡Shhhh! ¡Por favor cierra el pico!" —le supliqué —"Mira. Tengo una idea muy pero muy buena... ¿Que te parece si tú te sigues poniendo ese atuendo raro que te estabas poniendo y finges que yo no estoy aquí en realidad, y que éste momento es sólo parte de tu imaginación? Soy un ser humano de tamaño bolsillo y creo que si me hago bolita y me quedo en esa esquina de ahí, ni siquiera vas a notar que estoy aquí, ¿no es genial?"

Pero por la mirada que puso, creo que no pensaba que fuera genial.

Ni siquiera un poquito genial

Así que cerré los ojos, conté hasta tres mentalmente, lo solté y salí corriendo de ahí también...

Puede que ahora mientras me lees pienses que estaba exagerando.

¿Por qué huir de Kai Índigo si la verdad es que a mí nunca me había rebanado una mano?

¿O si me había hecho (tan amablemente) el favor de no-asesinarme-a-machetazos-mientras-dormía esa otra vez que no tengo ni idea de cómo acabé despertando encima suyo?

Pero es que mi mamá me dio una lección de vida muy importante:

—"Lydia... No lo olvides nunca, cariño. Si alguien te da limones..." —me dijo un día mientras leía un artículo en donde aparecía ella, en una de esas revistas de Elite.

—"Ya lo sé, ya lo sé... lo de hacer limonada y ...hum... Aprovechar las oportunidades y eso" —le respondí mientras jugaba a Mario Bros en mi celular.

Ella dejó de leer.

Hizo rollito la revista, y la azotó con fuerza contra su rodilla para llamar mi atención.

Eso me hizo saltar.

—"No, cariño" —siseó —"No haces limonada. No haces absolutamente nada con los limones. De hecho, no los tocas. Ni siquiera les pones un solo dedo encima... piénsalo bien: ¿Por qué alguien te daría limones? ¿Por qué a ti? ¿Por qué no a alguien más? ¿Qué tienes tú de especial? ¿Por qué esa persona no está haciendo limonada con ellos?" —sonrió —"¿De dónde saco los limones? ¿Luce como si no le hicieran falta? ¿De verdad son gratis? ¿O esa persona piensa cobrarse con algo que no estás dispuesta a pagar?" —sé inclino hacia mí —"¿Todavía te quedan ganas de aceptar esos limones después de responder a todas esas preguntas dentro de tu cabeza?"

No se me olvidó nunca eso que dijo.

Y tomando en cuenta todo lo que me ha estado pasando últimamente, creo que acepté unos limones malditos sin darme cuenta.

La otra vez por ejemplo, estábamos todos los esclavos formados con esa especie de jícara que nos dan para recibir nuestra respectiva porción de comida.

Y como siempre ahí estaban esos hombres con los látigos, fandoms de vueltas a la fila y gritando un montón de cosas en su idioma.

Pero la verdad es que normalmente no le pegan a nadie, solo los usan para intimidarnos a menos que alguien haga algo malo: como comenzar una pelea, o ponerse a discutir con alguno de ellos, o retrasar la fila.

Y entonces, a mí estúpido cerebro se le ocurrió que era la mejor idea del mundo: bostezar.

¿Y sabes que fue lo qué me pasó después?

Un tirón a mi cuero cabelludo que casi me arranca el cerebro también.

Fue tan, pero tan fuerte que me terminé estrellando contra la espalda del esclavo de enfrente.

—"¡Mantén el paso tosi-tivo!" —me gritó Kai Índigo, aún con mi cabello enredado en su mano.

Kai Índigo.

Ese ni siquiera es su trabajo.

Maltratar esclavos es como el trabajo del ayudante, del ayudante, del ayudante, del ayudante, del ayudante...

Y lo peor es que yo nunca "perdí el paso"

Solo bostecé.

Yo puedo bostezar muy bien mientras camino hasta el fin del mundo si es necesario.

O mientras hago casi cualquier cosa.

Tengo esa y muchas otras habilidades curiosas.

Myriam se ha quitado las lagañas en esa misma fila.

Kajika se ha quedado dormida con los ojos abiertos.

Y puede que a alguna le hayan dado un empujón con la parte baja del fuete para que acelerara el paso y no retrasara la fila.

Pero a ninguna de ellas le dieron un estrellón que casi le reinicia la vida.

Y esa no ha sido la única vez en que ha hecho de mi vida un infierno.

¿Esta cortada fea que casi le da toda la vuelta a mi tobillo como si fuera una pulsera que me hizo el protagonista de 50 sombras de Grey?

También me la hizo él.

En el río.

Estaba ahí, enjuagando cosas.

Sin molestar a nadie.

Cuando de repente: un objeto salvaje salió dando giros de la nada y aterrizó justo a lado de mi pie.

El agua salpicó solo un poco, porque eso pasa cuando entra un objeto en posición de diagonal perfecta (igual que con los clavados olímpicos) y cuando voltee a mirar hacia abajo, el tono rojizo del agua que rodeaba mi pantorrilla fue lo que me hizo darme cuenta de que me algo me había cortado.

Kajika, que estaba ahí también, fue la única que se acercó a buscar qué cosa había sido.

Los demás esclavos huyeron despavoridos porque pensaron que había pirañas.

Pirañas.

Dios mío.

Era la primera vez que escuchaba que aquí dónde venía seguido con las carnes al aire, para asearme, podía haber pirañas.

Pero las pirañas no daban vueltas locas en el aire y luego te mordían.

Había sido un cuchillo,

Y Kajika dijo que era de él.

De Kai Índigo.

Afortunadamente el corte había sido muy superficial, aunque algo escandaloso porque había arañado el borde de una venita.

Y eso no fue todo. En nuestro camino de regreso nos encontramos algunos cadáveres de boas asesinadas por dagas exactamente iguales a esa.

Dagas que les habían perforado el centro del craneo.

Algunas de esas víboras todavía se retorcían, como en reflejos post-mortem.

—"Esto es muy extraño" —musitó Kajika —"Las boas pueden estrangularte muy fácil, y hay algunas que se han comido niños enteros, crías de venados e incluso mujeres chiquitas, como de tu tamaño. Pero los guerreros normalmente no matan boas, matan cobras, o serpientes coral... porque usan su veneno para untarlo en las puntas de sus armas" —desenterró otro cuchillo y me lo acercó.

—"¿Qué?"

—"Agarralo"

—"Huh... no lo creo..."

—"¡Anda!"

—"Nope. No lo creo... ¿Y sabes qué otra cosa también creo? Que se veía muy bien ahí. En medio de lo que quedó de cerebro de esa boa"

—"¡Vamos, Sophie! No seas gallina. Los cuchillos no hacen nada por sí solos"

—"Hum"

—"¡Anda!"

Suspiré e hice lo que me decía.

Lo extendí frente a mi nariz, y luego lo levanté y lo moví a contraluz, para ver cómo el brillo se le deslizaba como mantequilla por los bordes, excepto ahí donde tenía sangre. Ahí estaba opaco.

Era bonito, y meticulosamente tallado. Todo de piedra roja muy parecida al mármol; pero con un filo mucho más peligroso que cualquier otro cuchillo que hubiera visto en la vida.

Era difícil pensar como alguien tan bruto, podía hacer con sus manos algo tan chiquito y delicado como eso.

—"¿Lindo, no?" —me preguntó Kajika.

—"Sí" —me limité a responder.

—"Pero no puedes quedártelo. A la princesa Kwahadi le gusta mucho coleccionarlos, tiene una caja llena de ellos. Deberías verla... Creo que te gustaría, es de verdad algo único"

Seguro que era algo único.

Yo lo único que había coleccionado de todos los chicos que alguna vez tuvieron que ver algo conmigo (aunque ese algo solo hubiera existido dentro de mi cabeza) eran cartas.

—"Tal vez está practicando sus tiros en un terreno más difícil." —añadió Kajika, refiriéndose de nuevo al dueño del cuchillo.

O tal vez, no lo sé, tal vez solo estaba vengándose de mí por arrojarle a la cara un canasto lleno de patatas.

O tal vez había decidido que por ayudarme con Nobah esa vez, se la debía, y entonces podía usarme de tiro al blanco.

¿Lo recuerdas?

Los limones malditos.

Como sea... al menos estos últimos dos días parece habérsele olvidado.

Y no lo he visto.

Gracias a los Dioses.

Le pregunté a Kajika de hecho, pero me dijo que para empezar era extraño que yo lo viera tantas veces y tan seguido, que normalmente no se deja ver mucho.

Que se parece más a un animal nocturno.

Uno que va a los festejos y a los eventos especiales a regañadientes.

Mi mente va muy distraída mientras llevo un bowl repleto de semillas, que voy jugando con la otra mano.

Paso a lado de algunos guerreros y nobles, que están demasiado absortos en alguna discusión que sostienen, como para prestarme atención.

Todos han estado así.

Manteniendo conversaciones en voz muy baja y en su idioma.

Como si algo les asustara.

Doy la vuelta y deslizo con el hombro la cortina de la tienda de la princesa Kwahadi.

No voy viendo donde piso. No realmente... aunque debería.

No es hasta que pongo mis rodillas en el suelo y empujo el bowl ahí hasta donde ella me dijo que lo quería, que me doy cuenta de que cometí un error.

Porque aquí dentro no solo está la princesa Kwahadi, también está Nobah.

—"Vaya, vaya, vaya..." —suelta ese hombre mientras me agarra del brazo y tira de mí —"¿Pero qué tenemos aquí?" —sus ojos me repasan el rostro y luego mira brevemente a Winona —"Si sigues tratando así tus cosas, ni yo, ni ninguno de los que te hemos ofrecido un buen precio por ella, vamos a querer mantener la oferta"

—"No te atrevas a desviar la conversación, Nobah" —le responde Winona, usando un tono amenazante —"Y responde mi pregunta de una vez y por las buenas"

El agarre de Nobah se vuelve más cruel.

Esta vez, aunque se dirige a ella, no deja de mirarme:

—"Ya, ya..." —se mofa —"Podrás ser la hija de Dequan, y la primera esposa de Kai Índigo; pero sigues siendo solo una mujer, y hoy más que nunca... con tu guerrero invencible: vencido, y con un padre cada día más viejo... quien quita y pronto soy yo el que termina usando tanto el penacho largo como los cuernos" —su agarre se vuelve más cruel —"¿Sabes? He matado yo mismo a muchos hombres viejos. Es fácil, muy fácil. Romperles el cuello no es diferente de apretar un montón de ramas secas. Incluso suena igual"

Pero ella no parece inmutarse por sus palabras.

Se mantiene erguida y orgullosa.

Mirando a cualquier otro sitio que no sea él, porque es como si lo considerara indigno de sus ojos.

—"Voy a preguntártelo una vez más y espero que no desvíes la conversación y respondas: ¿Qué fue lo que hiciste, o qué fue lo que le dijiste?" —insiste ella —"Habla, Nobah"

Los hombros de él se sacuden con su risa silenciosa.

—"¿Oh?" —se pasa la lengua por los labios mientras me observa de manera lascivia —"¿Y desde cuando algo que yo diga ha afectado al mejor Kwahadi de todos? ¿No se supone que es el mejor guerrero por eso? ¿Por que nada lo afecta? Me das demasiados créditos ¿no crees?"

Ella entrecierra los ojos.

—"Tonterías" —suelta —"Algo pasó entre ustedes y yo voy a descubrirlo. Él va a decírmelo cuando despierte, Nobah. Tenlo por seguro"

—"Sí es que despierta..." —la corrige él —"Así que vas a descubrirlo, ¿y qué cosa hay que descubrir, Winona? No es el gran misterio que piensas que es" —su tono está lleno de satisfacción —"Pasó que es un simple mortal, como cualquiera de nosotros. Uno al que también puede morderle una serpiente y hacerlo caer... no el mejor guerrero de todos los tiempos, no un arma hacha hombre , y definitivamente no un Dios."

Intento zafarme, pero me atrae aún más hacia él.

Su otra mano aprieta tanto mi quijada que me lastima.

—"Ah, herbi... esta boca parece haber sido hecha especialmente para tentar a los hombres ¿debería ser lo primero que te corte?" —sus ojos suben hasta los míos —"Pero yo soy inmune a tus hechizos, bruja. Yo... un hombre normal: de carne y de hueso, de los que sangran"

Yo también le sostengo la mirada.

Y aunque al principio ahí parece sólo haber satisfacción por causar daño.

Después es que su mirada se agudiza, como si se hubiera dado cuenta de algo.

Y descubro que si antes su agarre era cruel, puede serlo mucho más.

—"A quién..." —susurra más para sí mismo que para mí, o para la princesa Kwahadi—"Sí... ya me han visto así antes. He visto unos ojos exactamente iguales en alguna parte. Tú te pareces mucho a alguien... ¿A quien?"

Un escalofrío me recorre por completo.

Es un escalofrío diferente.

Uno que convierte en nudos todos los músculos de mi cuerpo, y hace sonar todas mis alarmas.

Es una sensación que no me es del todo extraña: como un Déjà vu terrorífico.

Afortunadamente, alguien más irrumpe en la tienda en ese momento.

Es la mujer mayor que se parece mucho a Kai.

—"No hay hierbas suficientes. Están escasas" —se limita a decir —"El invierno ya se ha llevado casi todas las buenas, pero el chamán necesita más. Necesitamos más recolectores"

Nobah me suelta de golpe y sale de ahí, mostrando sus respetos a la mujer mayor.

Winona también inclina la cabeza.

—"Enviaré al resto de mis esclavas matahe yö. Encontraremos hierbas buenas como sea"

La mujer asiente y espera.

Y Winona me ordena sin verme:

—"Síguela. Haz todo lo que te diga. En estos momentos cualquier orden que venga de ella vale mucho más que si fueran las mías ¿entendiste? Si cometes algún error por culpa de tu ineptitud o torpeza, te cortaré el cuello yo misma"

La mujer sale, contenta con sus palabras y yo la sigo por detrás.

Es mucho más alta que yo, y me cuesta seguirle el paso, pero la distingo entre la gente por el destello de sus cabellos plateados y porque a pesar de ser una de las esposas de Dequan, lleva una sola horquilla en el cabello y su peinado es mucho más sencillo que el de las otras.

Hay varios esclavos y algunos cazadores reunidos con vasijas vacías.

Todos al centro del campamento.

Y cuando llega ella, comienzan a hablar en comanche.

Volteo a mirar a Kajika porque no entiendo lo que sucede, pero ella se encoge de hombros y niega con la cabeza.

La mujer señala los cuatro caminos que parten del centro, y grupos de personas comienzan a desplazarse.

No sé para dónde moverme pero supongo que debo hacerlo.

Y cuando estoy decidiendo hacia qué dirección ir, la mujer se acerca a mí y pone un bowl de agua en mis manos.

—"Tú eres débil, tu cuerpo está maltratado, y no conoces ninguna de nuestras hierbas. Atrasaras a todos los demás si vienes con nosotros y no servirás. Yo me uniré a ellos, tú ahí, llévale esa agua al chamán y has todo lo que te pida"

Asiento y me dirijo ahí donde el chamán.

Es la única carpa que a esta hora emite humo por arriba, y su forma también es diferente; más alargada y menos como un cono.

En cuanto entro el olor a incienso y a plantas quemadas inunda mis fosas nasales.

Es un olor fuerte. No me desagrada pero si me obliga a toser.

Aunque después de hacerlo, siento un poco más limpios mis pulmones.

O tal vez es la ilusión, el impacto de ver todos esos huesos, y piedras, e hilos tejidos.

Un señor mayor con el rostro cubierto por pintura blanca y naranja me observa con cautela.

Sus ojos viajan de mi rostro, a la cuerda que tengo amarrada al cuello por ser esclava, y luego se detienen en el Bowl de agua que llevo en brazos.

Está machacando un montón de plantas en una especie de cuenca plana de piedra grande, usando una piedra más chica pero del mismo tipo.

Extiende una mano y me indica que me acerque sin dejar de hacer lo que hace.

Así que me acerco... y es cuando me doy cuenta de que en la parte de atrás, sobre una especie de tarima, está Kai Índigo... acostado.

Lánguido.

Inconsciente.

Tiene algunas curaciones hechas con hierbas en el brazo derecho, hierbas muy parecidas a las que el hombre mayor muele.

Los ojos de Kai están entre abiertos, perdidos, opacos... como si apenas y fuera consciente del mundo que lo rodea.

El hombre me pasa el cuenco para que lo sostenga, se acerca él, inclina un poco su cabeza, y le intenta dar de beber, exprimiendo un pedazo de tela por encima de sus labios.

Su manzana de Adán, sube y baja, indicando que tragó algo de agua, aunque la mayoría le escurrió por el borde de las comisuras de su boca y a lo largo de su quijada.

El hombre vuelve a intentar que beba varias veces más... pero ninguna tiene el éxito que tuvo la primera.

Así que niega con la cabeza, como si estuviera preocupado.

Cuando voltea a mirarme y se da cuenta de que lo único que estoy haciendo es estar ahí sentada mirándolo de regreso, hace un gesto de exasperación, me arrebata el Bowl y la piedra, muele las hierbas exagerando el movimiento y luego me lo regresa de forma brusca.

Creo que quiere que las siga moliendo... así que lo hago.

Aplasto las hierbas con todas mis fuerzas hasta que se hacen una pasta, mientras el retira el retazo de gasa que Kai Índigo tiene en la frente, lo moja, y luego se lo vuelve a poner.

Cuando le acerco la cuenca de piedra porque creo que ya está listo, asiente, y se empapa las manos en agua limpia, y luego las sumerge en algo que huele parecido al vodka, entonces comienza a amasar las plantas con las manos y a darles forma.

Y con un ademán me señala el agua y la sustancia que huele a alcohol y luego ve mis manos con asco... un asco que no disimula.

Creo que quiere que me lave las manos.

Y también creo que no habla castellano. Ni un poquito.

Entonces una a una, retira del brazo de Kai, los montículos de hierbas secas y los pone en mis manos.

Las retira para poder poner las nuevas.

Y luego vuelve a mojar el pedazo de gasa en agua, y se lo vuelve a poner.

Cuando termina, señala una vasija vacía, una que se ve igual a la que usé para traer el agua, y luego me señala la puerta.

—"¡Okey! ¡Más agua!" —intentó sonreírme, pero lo único que logró es que frunza más el ceño, que me vea con más repulsión, y que haga un movimiento rápido de muñeca que claramente dice: déjate de tonterías y apúrate y vete.

Pero yo no quiero caerle mal.

Así que antes de salir me giro y le digo de todas formas.

—"¡Ya verás que traeré tanta agua que hasta vas a poder nadar ahí!"

Y salgo a por más agua limpia, sin voltear s ver ese gesto tan feo que seguro me hizo.

Intento llenar la vasija lo más que puedo, y eso me obliga a regresar a un paso un poco más lento para no derramarla.

Y cuando regreso a la tienda, el chamán no está.

Tal vez tardé demasiado y decidió ir por agua él mismo.

Dejo el agua a un lado con mucho cuidado y me acerco al Kwahadi que tiene aterrorizado a todo el mundo.

Así no parece tan intimidante.

Es demasiado joven... no debe pasar de los 25 años.

A esa edad en mi mundo, muchos chicos todavía no saben lo que quieren y están teniendo mil crises existenciales.

Sus pestañas son lindas, oscuras y lacias.

De esas que describen como "de aguacero" porque tienen la punta hacia abajo.

Y parece como si estuviera dormido, pero como si estuviera teniendo un mal sueño.

El surco entre sus cejas está ahí.

Pero su cuerpo está completamente desvanecido y sus labios están muy deshidratados.

Puedo imaginar su textura áspera sin necesidad de tocarlos.

Escuché a algunos Kwahadi decir que el veneno de la serpiente que lo mordió a él, ha tirado a otros hombres en sitio... pero que Kai se las ingenió para regresar caminando, y luego se desplomó.

—"Eres muy fuerte ¿no?" —le digo, acariciando sus cejas —"No creo que estes acostumbrado a estar así..."

Me volteo, busco un pedazo de tela como el que vi que usó el curandero para intentar darle de beber, y lo impregno de agua.

No pierdo nada con intentarlo...

Después me subo ahí, a la tarima, porque es la única forma de hacerlo.

Y coloco su cabeza sobre mis muslos.

Levanto un poco su barbilla.

Y dejó escurrir el agua a cuentagotas sobre sus labios entreabiertos.

Poco a poco... con paciencia...

Incluso los músculos de mi brazo duelen un poco, después de un rato, porque no hay nada donde pueda apoyarlos.

Todo mientras acaricio sus cejas con la otra mano e intento deshacerme del surco qué hay entre sus cejas.

—"Solo es un poco de agua..." —le aseguro —"No hay nada aquí que pueda hacerte daño"

Siento el movimiento en su garganta al tragar.

Y un alivio muy extraño me abraza el corazón.

Así que vuelvo a empapar el pedazo de tela, y vuelvo a hacer lo mismo.

La siguiente vez no tengo éxito.

Cuando regresa el chamán, me pide enjuagar algunas telas, machacar más hierbas, y él sigue intentando darle de beber y de comer semillas trituradas.

Pero come prácticamente nada.

Y bebe muy poco.

Y así pasan unos tres días sin que haya ningún cambio.

El curandero sale a veces a comer, o a asearse, o a inspeccionar que hierbas le sirven, que es cuando yo me quedo sola con el guerrero Kwahadi.

A veces cambio el pedazo de tela húmedo que tiene en la frente.

A veces me mojo un par de dedos y los paso sobre sus labios para intentar humectarlos.

Y desde ayer se me ocurrió mezclar el agua con semillas trituradas, para que sean más fáciles de tragar.

Así que me subo ahí donde él está, como esa primera vez y todas las que le siguieron.

Acomodo su cabeza... y deslizo detrás de su oreja un par de mechones que tenía sobre el rostro.

Un rostro que puede dar mucho miedo.

Un rostro que pertenece a un hombre que está recostado en mis piernas.

Pero esta vez es diferente.

Porque cuando paso mis dedos, por entre la cortina negra y lacia que es su cabello, siento una mano cerrarse alrededor de mi muñeca.

—"Herbi..." —suelta con una voz ronca y débil.

—"Estas despierto" —digo más para mí misma, y nuestras miradas se cruzan.

Algunas hebras de mi propio cabello le acarician la mejilla y después se mezclan y se confunden con el suyo.

El suelta mi muñeca, y acaricia mi mejilla con las puntas de sus dedos.

Y yo estoy completamente congelada en sitio.

—"Tengo que decirle al señor que te cuida, que estás despierto" —susurro, a una velocidad mucho más rápida de lo normal —"Tengo que irme"

Pero no me deja.

Mueve su mano muy rápido y me agarra mechón de cabello.

Y frunce el ceño.

—"Necesito que me dejes ir... yo no tengo idea de qué cosa hacer contigo... es importante que me sueltes"

Pero él no parece haber escuchado una sola palabra de lo que le dije, porque me contesta algo muy diferente:

—"Envenéname... envenéname otra vez"

Su voz suena tan débil que estoy muy segura de que sí estuviera un poco más lejos no podría escucharlo.

Sus palabras no tienen ningún sentido.

—"¿Huh?"

Su otra mano se levanta de forma muy lenta, temblorosa y con su pulgar acaricia de forma suave mis labios.

—"Envenéname..." —repite —"Está vez no te empujaré, dejaré que pase."

Niego con la cabeza.

—"Dejaré que hagas conmigo lo que quieras... hasta que tú... veneno me mate"

Vuelvo a negar con la cabeza.

—"No fui yo" —intento explicarle —"No te envenenaría nunca"

—"Deja de mentirme a la cara, que esto no puede ser otra cosa más que veneno. Un veneno dulce"

Estoy completamente aturdida, y por lo mismo no estoy preparada para lo que viene después.

No opongo resistencia cuando él me jala, y se sostiene a sí mismo con los codos, y estrella sus labios contra los míos.

Y me lame, y me muerde con tanta fuerza que percibo el sabor de mi propia sangre sangre en mi boca, mientras él me explora con desesperación y me empuja contra sí mismo.

Sus movimientos son torpes, bruscos, y animales, con la intención de tomarlo todo de mí, de devorarme.

Incluso suelta un par de sonidos guturales llenos de insatisfacción, como si no tuviera suficiente.

Comienzo a marearme.

Esto no se parece en nada a ningún beso que exista... y es justamente por eso.

Porque los besos no existen en tierras Kwahadi.

Y cuando se separa de mí para tomar aire.

Y veo sus labios magullados y sangrando y que seguro son un reflejo de los míos, porque yo también debí morderlo en algún momento.

Y lo veo lamerse los suyos, y observar los míos, con la intención de regresar...

Salgo corriendo de ahí.

*

*

*

*

*

Nota de autor:

¡Holi! Este capítulo terminó siendo bastante más largo que los demás, como 1/3... je.

Pero es que los personajes necesitaban contar muchas cosas para que lo que sucedió al final tuviera más impacto.

¿Ustedes que creen?

Yo creo que Kai ya estaba distraído y Nobah hizo un comentario que lo distrajo más, y que Kai no supo manejar... y eso lo dejó en un estado inestable en el que muy fácil podía cagarla... y la cagó.

En fin.

Aviso que oficialmente mis hijos están de vacaciones y que las actualizaciones serán más lentas porque las mamás en vacaciones somos mamás a tiempo completo 😅

Agradezco infinito a todas esas lectoras nuevas que llegaron a esta historia y le están dando amor 💕

Recuerden qué hay grupos en donde aviso de actualizaciones o doy adelantos, y que si gustan pueden pedirme los enlaces, pero no por aquí, porque mi chat de Wattpad no sirve 🥲

En Instagram estoy también como @Marluieth y me pueden escribir por allá.

Mil gracias por leerme 💕

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