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15. Profecía



"Había una vez una mujer elegante, sofisticada y muy incrédula.

Y como era habitual en su rutina, estaba en una fiesta de gente que no apreciaba, pero que necesitaba.

—Así funcionan las relaciones —se decía a sí misma, mientras se paraba justo afuera de la novedosa atracción del evento.

Una carpa.

Una carpa de la peor clase, en su opinión: de esoterismo y adivinación.

Y ella ahí, parada en sus tacones de aguja color negro mate, de una marca reconocida pero discreta, se consideraba el vivo ejemplo de que nada está escrito, y de que todo lo creas.

Pero de igual manera cuando llegó su turno, instó a su hija a pasar y se quedó fuera;

—Vamos Lydia, ve a ver qué te dice la bruja.

—¿Pero es una bruja buena? —le preguntó su pequeña, de poco más de cuatro años.

—Claro que sí, cariño. A las brujas buenas son a las únicas a las que les gustan las fiestas —le susurró.

Satisfecha con la respuesta, la pequeña entró, y la mujer fue a situarse a lado de todas esas madres de familia y esposas de personas importantes.

A escucharles hablar de cosas que no le interesaban en lo más mínimo pero debía fingir que sí, ya que eso era lo que se esperaba de ella.

Algunas niñas de una edad similar a su hija, le contaban emocionadas a sus madres lo que la supuesta bruja, que en su opinión era más bien una charlatana cara, les había dicho ahí dentro.

—Voy a tener un jardín muy grande, y una casa todavía más grande... así de grande —extendía las manos una pequeña, para ilustrar mejor la imagen.

—¡Voy a tener muchas mascotas muy grandes que me van a defender de los malos! —gritaba emocionada otra.

—¡Voy a necesitar tres closets para guardar todos mis vestidos!

Y cuando finalmente llegó su hija a contarle, las palabras que salieron de su pequeña boca, la dejaron más que satisfecha.

No porque lo creyera, porque aquello era ridículo, sino porque podría alardear de ello.

—¡Voy a vivir para siempre! —soltó la pequeña niña.

¡Si tan solo la mujer le hubiera puesto un poco de más atención a la expresión atemorizada de su hija! Entonces tal vez, hubiera podido entrar y escuchar aquellas palabras por ella misma.

Y es que en la pequeña cabeza de su hija, lo que le había dicho esa señora, no podía interpretarse de otra forma que vivir para siempre:

—Vas a tener tantas vidas que harán falta los dedos de todo el mundo para contarlas. Y luego las perderás todas sin recordar nada.

—Vas a morir.

—Y luego vas a volver a morir.

—Y no dejarás de morir nunca..."

Relato Omnipresente.



Kai

Su respiración nunca se cortó antes; todas esas veces que tuvo la hoja de mi cuchillo pegada el cuello, cortándole la piel.

Ni tampoco se cortó cuando me puse detrás de ella y la amenace.

Pero se corta ahora.

Se corta justo antes de soltar una de sus muchas palabras que no entiendo.

—"CATSUP" —la mujer tosi-tivo levanta lentamente su mano herida hasta ponerla frente a su cara y la observa  —"Esto es como apretar con todas tus fuerzas una bolsita de Catsup" —sus palabras salen de forma extraña, como si su lengua le estorbara para decirlas—"¿Pero es que como se te ocurre yo quiero que me pagues con Catsup?"

Por puro impulso la sujeto de un hombro y la pego a mi cuerpo.

Ella emite un: hic

Su respiración se corta de nuevo.

Dos veces en un día...

Con la otra mano, presiono con fuerza el costado de su mejilla contra la mía, sujetándola por la barbilla para ladearle la cara.

Lo hago por impulso y con más fuerza de la que pretendía... probablemente por la mañana le quede una marca morada en el pómulo.

Está caliente.

—"Ohhhh..." —suelta, mientras levanta su mano lo más arriba que puede, y observa como escurre el rojo de su sangre por el largo del brazo —"¿Se me movieron los dedos cuando levanté el brazo, verdad? Se me movieron igual que las articulaciones de una muñeca vieja..." —entonces, es que sus ojos viajan a mi brazo y cae en cuenta que la tengo pegada a mí —"No, no, no, no, y no..." —sacude la cabeza y comienza a forcejear para apartarse, su aroma dulce inunda de lleno mis fosas nasales cuando se le revuelve el cabello, y me rehuso a moverme un solo centímetro, a pesar de su esfuerzo—"A ver... ¿Qué edad crees que tengo? Creo yo que ya tengo la edad suficiente como para que no quieras sobornarme con abrazos. No puedes pretender pagarme con un abrazo, ¿piensas a caso que si voy a una tienda me van a decir: sí claro, llévatelo todo, son ocho abrazos y medio de esos que te dan en los hombres que desayunan fruit-loops en los craneos de sus enemigos? —sus forcejeos aumentan —"¡Suéltame! ...Ohhh Dioses, creo que podríamos llenar una cubeta de Catsup... ¿Crees que el dueño de las cangre-burgers quiera contratarme? Yo digo que sí tengo una cara contratable..."

Entonces su cuerpo comienza a sacudirse, y siento el fresco de sus lágrimas empapar mi mejilla.

—"¡Pero es que todavía no existe Fondo de bikini! ¡Ni Bob Esponja! ¡Ni Don cangrejo! ¡Ni nadie que importe de verdad! ¿Ves por qué no puedes pagarme con catsup tampoco? ¡Es porque nadie ha inventado las hamburguesas todavía! ¡Y no tienes idea de lo triste que es eso!" —lloriquea más fuerte, como si fuera una niña pequeña.

No me gusta dejar de sentir su cuerpo pegado al mío.

Aunque tampoco me gusta admitir eso... ni siquiera en el pensamiento.

Pero en la oscuridad de la madrugada, esa carga se vuelve un poco más ligera, y aunque no me gusta despegarla de mi, la giro sobre sus piernas para ponerle una mano sobre la frente, y confirmar mis sospechas.

Esta herbi está enferma.

Y no sé por qué me sorprendo si yo mismo fui quien dicto cómo y cuan de precarias debían ser sus condiciones de vida.

Llevo un tiempo tratando de evitarla a toda costa... con la idea de que se apagara lentamente sin que yo pudiera ver como pasaba.

Pero tenerla aquí, musitando palabras que no existen y en este estado... no me gusta.

De repente, siento un mordisco en uno de mis dedos, porque sin darme cuenta, dejé mi mano ahí, sobre su mejilla.

—"Deja de tocarme" —me mira con ojos agudos; porque esta herbi loca ya pasó del llanto desconsolado a la furia —"Estoy muy pero muuuy lejos de tu alcance ¿capicci?" —me informa —"Y para que lo sepas no eres mi tipo. No eres mi tipo en absoluto. Digo... estoy segura que en alguna parte de este mundo debe haber mujeres a las que se les hagan agua los calzones con hombres que nacieron con cara de tronco estreñido. Pero a mí me gustan los hombres felices ¿conoces esa palabra? Fffeeellliiizzz" —pronuncia la palabra con lentitud, como si creyera que yo tengo algún tipo de enfermedad en la mente o en los oídos que me impide comprender lo que dice. Eso me obliga a soltar un gruñido que contengo en la garganta —"Muy, muy muy felices..." —ella continúa —"Tan felices que cuando se mueran salgan flores y arcoíris encima de su lápida, TAN FELICES que a su cuerpo en descomposición les salgan ositos cariñositos en vez de gusanos...ese nivel de felices" —añade—"Además, por sí no te habías dado cuenta, esta cara; la cara de la bendita Sophie Robinson " —se pellizca a sí misma una mejilla, con una fuerza que le deforma todo el rostro—"No es una cara cualquiera, señor tronco."

—"No soy un árbol" —le contesto, sorprendiéndome a mí mismo por hacerlo. Me molesta contestarle y me molesta mucho más esa necesidad que tengo de recordarle que soy una persona.

Pero ella me ignora, y probablemente ni siquiera escuchó lo que le dije p se dio cuenta siquiera de que hablé:

—"Esta es una cara muy especial, una de esas caras en las que se basarían los dueños de TikTok para crear los filtros de TikTok... ¡Es una de esas caras que se ven incluso mejor sin ningún filtro de TikTok porque ya son un filtro de TikTok con piernas!" —me grita, mientras sacude su dedo índice que no sangra, frente a mi nariz.

Tic-toc... ese es el sonido que hacen los aparatos que usan los blancos para medir el tiempo.

—"En cambio, esa cara" —me aplasta la nariz con su índice—"Pues... no. Yo no creo que nunca vayan a estar de moda los filtros de Troncos estreñidos, con este tope feo en la nariz, y estás cicatrices raritas en el párpado" —me pica un ojo —"Ni ese corte que tienes en el labio de abajo, que obviamente no pienso tocar porque no quiero que me muerdas, como el animal impulsivo y sádico que eres" —sacude la cabeza como si ella no acabara de hacer justo eso que dice desaprobar.

Aprieto los dientes.

—"La vez pasada me manoseaste. Y como ya dejé muy claros todos los puntos de por qué estoy muy pero muy fuera de tus ligas. Dame una cobija" —extiende su mano herida, porque está herbi tiene rota la parte del cuerpo que siente el dolor, y me extiende la mano.

Sus dedos se doblan hacia abajo dr forma antinatural, por el corte y la gravedad.

—"Oh-oh" —suelta —"¿No se supone que deban hacer eso, verdad? Nunca se me hicieron así cuando tuve que pelar todas esas papas..."

Aprieto la mandíbula y la tomó por fuerza de la muñeca para meterla a mi tienda.

La jalo, como quiero porque es una mujer que pesa menos que una cría de venado, y la obligo a sentarse ahí donde duermo.

—"¡Auch! ¡Mi trasero! ¡Que horrible cama!"

No sé cómo lucho con mis ganas de aventarla de nuevo hacia afuera, pero lo hago.

La suelto, busco la maldita palangana que parece que se esconde entre todas mis cosas, justo en el momento en el que más la necesito, y comienzo a hacer un desorden  en mi tienda para buscarla, arrojando cosas aquí y allá.

—"Es la primera vez que veo un ataque de ira con mis propios ojos" —musita, y yo la miro con desdén por encima de mí hombro —"Dislike"

Le cuelgan las piernas ahí donde la puse y las plantas de sus pies ni siquiera tocan el suelo.

Y mueve sus pies, como si diera pequeñas patadas al aire, o a un ente que no existe; uno después del otro... como si en su cabeza sonara una canción que solo ella puede escuchar.

Su camisola gastada y transparente, deja al descubierto sus curvas, y la luz de la fogata, la toca aquí y allá para asentuarlas.

Sus ojos están clavados en los míos.

Y suelta una risita... y aunque es breve y deja de sonar, la sonrisa no se le borra.

—"Está detrás de ti..." —me dice, sin despegarme los ojos y sin dejar de mover las piernas.

Decido ignorarla y continuo buscando.

Esta herbi es solo un recipiente y no tiene caso escuchar nada de lo que dice.

Su cuerpo podrá funcionar y ser agradable de ver, pero ya he visto demasiados indicios de que es su cabeza la que no funciona.

—"La cubeta, recipiente, palangana o cosa de agua..." —insiste—"Está justo detrás de ti. Ahí, detrás de todas esas cosas que acabas de aventar después de entrar en modo tronco-ultra-violento" —me giro para observarla y ella ladea la cabeza —"Es eso lo que buscas, ¿no?" —un montón de caireles color negro ébano le caen sobre el hombro, con fluidez, como si fueran de agua.

Entonces estira el brazo.

Como en uno de esos momentos en que los locos tienen un breve destello de lucidez.

—"Apúrate" —sacude la mano para que le bailen las falanges.

Suelto la respiración que en algún momento sin darme cuenta, mi cuerpo decidió retener muy dentro de mis pulmones, tomo la palangana con agua, un pedazo de tela limpio, y prosigo a sentarme en cuclillas frente a ella.

Tomó su muñeca...

Y luego intento recordar alguna otra vez en que haya hecho esto por alguien... pero no logro recordar ninguna.

He atendido heridas en el campo de Guerra, y he hecho excursiones en busca de objetos y plantas medicinales, pero nunca atendí a nadie en mi propia cama.

Y mucho menos de rodillas.

Y a una mujer tosi-tivo, ni más ni menos.

Ella sigue moviendo sus piernas, pero esta vez tatarea una canción que no he escuchado nunca.

En un idioma de que tampoco conozco.

Y cuando siento curiosidad por ver como se mueve su pequeña boca rosa con el sonido que emite, me encuentro con sus ojos atentos y mirándome de regreso.

Vuelvo a enjuagar el lienzo de tela con agua limpia y le dejo caer el chorro de agua en la herida.

Después enjuago de nuevo, y comienzo a limpiarle los restos de sangre que tiene en el brazo.

Al terminar enjuago nuevamente con agua limpia.

—"No te muevas" —le ordeno mientras me pongo de pie, y ella sigue cantando.

No sé si me escucho o si no lo hizo, pero se queda en sitio.

Y yo voy hacia dónde están las cosas que llevo conmigo a todos lados, y ahí encuentro dos preparados: un frasco con barro rojo para detener y sellar la hemorragia, y uno de hierbas deshechas, para tratar heridas.

—"¿No se me van a caer los dedos, verdad? Es que se me acaba de ocurrir que si me pica un mosquito y luego yo, pues no puedo rascarme... me voy a sentir muy triste. Más triste que la persona más triste del mundo"

—"No" —me limito a contestarle, mientras me pongo de pie.

—"Bueno"

—"Extiende tu mano" —le ordeno, mientras camino hacia ella y vuelvo a poner todo mi peso en una rodilla y en la planta de uno de mis pies.

Ella me observa con atención y lo hace.

Y yo pongo los frascos abiertos a un costado, y sumerjo las puntas de mis dedos en el barro rojo.

Luego comienzo a aplicárselo en la herida.

—"Va a doler" —le advierto, como lo he hecho cuando me ha tocado atender a niños pequeños.

Pero ella simplemente se encoge de hombros.

—"Se siente frío y raro" —responde.

Termino y le aplico las hierbas.

—"Eso se siente más raro todavía. Es como un miembro de la realeza en el reino de sensaciones raras" —señala.

Termino y la observo sin dejar de sujetarle ma muñeca.

Ella me ve de regreso y sus pestañas se ven mucho más largas y pesadas desde aquí abajo.

No parece de verdad.

Y eso es lo que tiene.

Parece como si la hubieran hecho a mano y con mucho cuidado.

Como si los grandes espíritus hubieran querido compensar la atrocidad de su mente, con un rostro y un cuerpo en el que se tomaron demasiado cuidado.

Mucho más cuidado que con los cuerpos de todas las demás personas...

No encuentro ningún defecto en ella; todo es delicado y perfecto; desde la cabeza hasta el dedo más pequeño de sus pies.

Incluso sus uñas parecen demasiado lisas y delgadas, como si fueran de vidrio.

Entonces observo un corte viejo en su hombro... y una magulladura en el cuello, y algunos raspones en sus rodillas... pero su cara está limpia. 

Y no sé si lo que siento es producto de su magia, pero algo dentro de mí agradece que ninguna herida se le haya quedado ahí todavía.

—"Lydia" —pronuncio con lentitud, mirándola a los ojos y sin dejar de sujetarle la muñeca.

—"Esas no son las únicas que tengo" —me informa.

Y aunque yo he trabajado toda mi vida en no dejar que me lean el rostro, ella achica sus ojos, como si le costara encontrar lo que busca... pero hace una mueca de satisfacción cuando lo termina encontrando de todas formas.

—"De esas que estabas viendo" —enfatiza y se inclina, y se acerca a mí tanto que incluso puedo saborearme su respiración —"Las cicatrices" —sonríe.

Entonces se inclina hacia atrás y voltea sobre sí misma para asegurarse de que la estoy mirando.

Mueve su mano a lo largo de su pierna, probándose que tiene la atención de mis ojos, y entonces se mueve la camisola con lentitud hasta casi el final del muslo.

Ahí tiene otro corte; una cicatriz.

Una cicatriz mucho más ancha y profunda que todas las demás.

Y también más vieja.

—"Está es la más fea de todas. Es la reina. Y es la que me hice cuando llegué aquí y casi me muero, ¿no es así si real majestad?" —levanta un poco la cadera, para rotar toda su pierna.

—"Las mujeres deben cuidar de su cuerpo, y tenerlo en las mejores condiciones, para calentar el lecho de sus hombres cuando ellos se los pidan" —le digo con desaprobación sin despegar mis ojos de su muslo.

No... no me conformo solo con verlo.

Subo la mano, y lo toco.

Recorro su centro; de un tono un poco más rosado y con uña superficie ligeramente más hundida que el resto.

—"También es más suave" —suelta como si pudiera leerme la mente —"La piel nueva siempre lo es"

Aparto la mano de su piel como si me quemara.

Porque no me gusta lo que siento en el fondo de mi estomago, y en el centro de mi médula espinal cuando la toco y me habla.

—"Es una decepción" —escupo.

—"¿Qué cosa? ¿La reina?" —quiere saber.

Pero no le voy a dar el gusto de contestarle. Esta noche ya hice más de lo que jamás he hecho en la vida, por una esclava.

Me giro para poner distancia pero justo cuando voy a dar el paso, me agarra de donde puede.

—"Entonces arréglalo" —me dice.

Intento sacudirme su mano, pero me tiene bien prensado y lo único que hago es zarandearla.

—"¡Ey! ¡Para!" —se queja —"¡Es que me estás sacudiendo todas las ideas!"

—"¡¿Más?!" —la interrogo con enfado, dándome cuenta de lo fácil que es para esta mujer sacarme de mis casillas.

Ella abre mucho los ojos, me suelta, y luego se hecha a reír.

Es una risa ruidosa e infinita.

Una risa que me hace pensar que en algún otro lado del mundo debió oscurecerse, porque aquí me pareció como si de pronto se hubiera hecho de día.

Sus hombros se siguen sacudiendo y lucha por dejar de reírse mientras se sostiene el estómago.

Después me mira, y vuelve a soltar la carcajada.

Y luego vuelve a luchar.

La segunda vez, gana la batalla.

Entonces levanta su pierna de forma recta y lenta, hasta que la pone sobre mi hombro.

La ropa que lleva, sigue cubriendo su intimidad, aunque apenas.

Su pierna está tensa, sus músculos se sienten duros y tienen un peso, pero no le tiemblan... no le cuesta trabajo mantenerse en esa posición antinatural.

—"¿Por qué no me la emparejas?" —me pregunta.

Arqueo una ceja de confusión.

—"Esta pierna. El rey" —la levanta un poco más y luego la deja caer con suavidad sobre mi hombro —"No quiero que la bonita sea discriminada por culpa de la fea, por ese esposo mío imaginario que dices. Mejor que sean igual de feas las dos"

—"Lárgate de aquí" —le digo poniendo una mano sobre uno de los tantos cuchillos que llevo en el cinturón.

No me gusta lo que siento.

Ahora el hormigueo se expandió también hasta mi hombro.

Ella levanta aún más la pierna, la ladea a un costado de mi cabeza, y la baja de forma recta, hasta que queda totalmente extendida a su lado izquierdo, de manera horizontal.

Un nudo extraño se me hace en todo el cuerpo al darme cuenta de que cada uno de sus movimientos tienen toda mi atención.

Delicados, precisos, como si flotara...

—"No te lo voy a decir dos veces tosi-tivo" —le advierto—"Y créeme que no va a ser muy difícil dejarte sin los dedos de la otra mano, o sin una pierna"

Ella se lo piensa un poco y se incorpora.

—"Entonces voy a tomar mi cobija" —me informa—"Dame una y me voy a ir tan rápido que hasta se te va a olvidar que el rey, la reina, y yo estuvimos por aquí"

Eso lo dudo...

—"Curarte la mano, es más de lo que puedes pedir y mucho más de lo que alguien como tú merece"

—"Ah ¿con que eso te parece? Pero no lo es, no es verdad, porque pues no es como si me hubiera cortado la mano yo sola"

Sí.

Sí lo hiciste.

—"¡No es como que yo hubiera decidido aventar mi mano directo al filo de tu cuchillo solo porque estoy tonta!"

Hiciste justamente eso.

—"Además, yo vine aquí por una cobija, no a que me pusieras una papilla de plantas en la mano. Que por cierto, no te pedí" —se acerca y se tambalea.

Aún debe de tener fiebre.

—"Pero bueno, voy a pagarte por la papilla ya que insistes, y cuando termine, voy a llevarme mi cobija" —decide.

Se acerca tanto a mi, que siento como si en ese momento alguien me hubiera clavado los pies con estacas al suelo.

Bruja.

Insolente.

Maldita.

Se acerca un poco más y siento el calor de su cuerpo.

Su respiración arañándome.

Y ese maldito olor a flores que ya impregnó toda la tienda.

Me dan ganas de arrancarle la ropa, y ponerme sobre ella...

No es como si fuera a costarme demasiado trabajo, porque eso que lleva puesto, podría romperlo hasta el viento.

En cambio, mis ojos siguen cada uno de sus movimientos, deleitándose, cuando exhibe un poco más de esa carne tersa y lechosa que cubre todo su cuerpo.

No sé cuánto tiempo transcurre... cuando levanta un artefacto.

Uno de esos objetos inútiles que a los tosi-tivos tanto les gusta hacer solo porque sí.

—"Voy a tomar esto prestado" —decide sin preguntarme y luego me pasa de lado y se vuelve a acomodar sobre mi cama.

Pone su la mano herida e inerte, a un costado, para que no le estorbe, y con la mejilla y el hombro, atora el objeto y lo mantiene de pie.

—"Soy mucho mejor con el piano, pero también estudié el arpa varios años... Aunque nunca tuve una tan bonita" —comienza a probar el sonido del objeto—"Y como toda jovencita casamentera, aprendí a hacerlo con las dos manos, ya que si por ejemplo, el futuro esposo que nunca voy a tener, me pidiera tocar el arpa, pero yo me hubiera quemado una mano en la cocina, estaría muy mal negarme, y más aún si él tuviera visitas porque eso le haría quedar muy mal" —me informa —"Puedes ponerte cómodo"

No espera respuesta.

Nunca lo hace.

Esta herbi tiene un gusto extraño por hablar sola y contestarse.

—"Sé una buena chica y coopera..." —se dirige al objeto.

Cierra los ojos y sus dedos comienzan a acariciar las cuerdas de otra una forma diferente y con una fuerza calculada.

Y yo me quedo mirándola.

Su nariz pequeña y delicada.

Su cabello largo, que se enrosca sobre ella y hacia afuera.

El tono rosado de su piel que se concentra ahí donde ella tiene frío; en sus nudillos, en sus rodillas, y en sus mejillas.

En sus labios rojos y un poco más carnosos que los de otras mujeres. Hoy más que nunca se parecen mucho a una fruta en su punto.

Una que invita a ser mordida.

Cuando pasó saliva, está me raspa la garganta... recordándome por qué la quiero lo más lejos posible de mí que se pueda.

Pero también, por otro lado y muy dentro... no quiero que salga de mi cama nunca.

Sus dedos siguen acariciando las cuerdas... y es como si me hipnotizara.

Porque de pronto, me encuentro frente a ella, metiendo mi dedo índice en un costado de su ropa y jalando hacia abajo para descubrirle el seno.

Pronto salta a la vista ese montículo de carne; vasto, firme y perfecto; con una aureola pequeña y pálida, y su punta rosada, que comienza a levantarse en cuanto siente el frío.

Ella abre los ojos y me observa con curiosidad, pausando la melodía.

—"Sigue tocando" —le ordenó.

Y yo me siento frente a ella.

Sí esta es la estúpida forma de un loco de pagarme, entonces yo voy a decidir como lo hace.

La tonada se reanuda.

Y un pensamiento extraño pasa por mi cabeza; un recuerdo.

La imagen de uno de esos tantos templos que los blancos hacen para rendirle culto a su Dios.

El Dios de las mentiras... como lo llamamos nosotros.

En tierras más al sur, esos lugares son de piedra maciza, y tienen estatuas; esculturas.

Esculturas que lucen justo como ella en este momento.

Las fachadas de esos lugares son usualmente decoradas por mujeres con el busto descubierto, y aquellos artefactos con cuerdas entre las manos, y alas, como las de las aves pero mucho más grandes y pesadas... alas que nunca podrían elevarse al cielo.

Aunque viendo la imagen de carne y hueso, las alas salen sobrando.

Ángeles o brujas blancas, para mí es exactamente lo mismo.

La mujer se desploma sobre sí misma en mi cama, sacándome del transe.

El arpa resuena cuando se estrella contra el suelo y su muñeca queda inerte y colgando del borde de la cama, porque perdió toda su fuerza.

—"Creo que estoy enferma" —musita, intentando incorporarse unas cuantas veces sin éxito.

Entonces se gira usando todas sus fuerzas y comienza a darse lo que creo que son golpes en el pecho...

—"Estúpido cuerpo débil" —suelta con enfado —"Robé para ti unas verduras hace unos días, ¿como te atreves a traicionarme de esta manera?"

Pronto estoy encima de ella, con su cuerpo entre el mío, y cada una de mis manos a un costado de su cabeza.

Levanto una mano y ahueco su rostro, y ese pequeño surco que se forma entre sus cejas aparece.

—"Déjame ir. Necesito llegar a un lado. Y dame mi cobija"

Pero no la dejo ir, ni la suelto.

Ya veremos después lo de la cobija.

Lo que hago es inclinarme para susurrarle:

—"Llegaste hasta acá buscándome... ¿y ahora ya no sabes cómo irte, gacela?"

El surco entre sus cejas se profundiza.

Y yo no puedo evitar sentir una especie de curiosidad por esta mujer que sigue luchando a pesar de que ya no le quedan fuerzas ni para sostener un objeto liviano.

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⚠️ADVERTENCIA⚠️ La segunda parte del capítulo cuenta con contenido violento, explicito y misógino.

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Winona

Observo con desaprobación como las paredes de la carpa se van llenando de rojo.

Los gemidos del hombre que lo causan, se escuchan.

Los de la mujer no.

La mano del hombre sujetando con fuerza, el hocico de la mujer, los sofocan.

¿Como era que se llamaba?

Ah, sí... Danae.

Danae suena a nombre de animal, y su destino no es muy diferente. Por eso es que escoger un nombre es muy importante.

Los movimientos de cadera del hombre se intensifican cuán más profundo clava la navaja en el cuerpo de la chica.

Y los chillidos de ella luchan por salir raspándole la garganta con fuerza, pero no lo logran.

Sus piernas, no son más que carne fileteada, nervios y huesos, hundidos en un inmenso charco de sangre.

Esto solo puede acabar de una forma.

Pronto ella pierde la conciencia...

—"¡No! ¡No!" —grita el hombre —"¡Maldita sea!"

Pero es muy tarde.

La chica ya no se queja...

Y pronto ya tampoco le quedarán fuerzas para respirar.

Él acerca el dorso de su mano para corroborar que aún lo hace.

Aún lo hace.

Él aprieta los dientes y yo salgo de la carpa, me recargo a un costado de la entrada cruzada de brazos y volteo a observar la luna desde donde estoy, dejándolo a que termine de hacer lo que vino a hacer... soltando maldiciones.

Nobah tiene varias esposas, pero este gusto en particular es únicamente por las esclavas y las mujeres blancas, porque sabe que no vale lo mismo que una mujer Kwahadi.

Cuando sale, la mitad de su cuerpo está subieron de sangre, sobre todo sus manos.

El aroma a óxido y sudor a mí me parece de lo más desagradable... pero a él no parece molestarle.

Al fondo, lo único que da indicios de que ese montón de sangre, huesos, órganos y carne, fue alguna vez humano, es su cabeza y su rostro intacto.

—"Que visión tan desagradable" —suelto, sin dirigirle la mirada.

—"Pero igual te quedaste a ver todo lo que querías" —responde.

—"Me quedé para asegurarme de tu parte del trato. Ya obtuviste lo que querías, ahora dame lo que prometiste"

—"¿Lo que quería?" —sonríe de forma cruel y se me acerca. Pero yo soy la hija del jefe y la primera esposa del líder, así que no doy un solo paso atrás.

—"Cuidado Nobah..." —le advierto —"Tócame un solo cabello y sabes muy bien que tu destino será peor que la muerte.

Eso no le gusta, pero igual lo obliga a dar un paso atrás.

—"Tú sabes que era a otra mujer a la que quería"

—"Y yo no te he negado nada todavía, cuando te alcance puedes hacer lo que quieras con ella" —respondo —"Kajika" —llamo a la esclava que obligue a acompañarme —"Extiende tus manos para recibir lo que él guerrero va a darte"

Ella se acerca y lo hace.

Aunque puedo verla temblar.

Nobah deposita un bulto ensangrentado y pesado en sus manos y luego la toma de la muñeca por sorpresa.

—"Por suerte para ti... ya he tenido a demasiadas mujeres negras" —sonríe —"Aunque quien sabe y uno de estos días me regresa el gusto"

—"Revisa que estén las doscientas piezas" —le indico a la esclava.

Él la suelta y ella lo hace.

Comienza a contarlas una a una...

—"Deberías deshacerte de eso, para que no apeste mañana por la mañana" —le digo al guerrero —"Y por las moscas"

—"Lastima que ya no me queden esclavas para mandarlas a hacer ese tipo de tareas. Tendrás que decirle a una de las tuyas"

—"Bien"

—"Y deberías dejarme tener a la que quiero. A una de las hermanas que tú y tu marido están matando de hambre o de frío... dices que vale más, pero si se te muere antes, entonces no recibirás nada. Es mejor que aceptes lo que te ofrezco" —insiste.

No le contesto.

—"Están todas las piezas..." —susurra la esclava, solo para recibir una patada en la boca del estómago, propinada por el guerrero.

Eso la hace estrellarse de cara contra una piedra.

Él se agacha en cuclillas y la levanta por el cabello como si no pesara nada.

Le rompió un diente y la boca entera le sangra.

—"¿Qué no te das cuenta de que estoy manteniendo una conversación importante con tu ama?" —le pregunta con una sonrisa torcida.

Pero ella está demasiado desorientada como para contestar.

*

*

*

*

Nota de autor: estoy muy satisfecha con este capítulo. Siento que ya se empieza a notar la química especial entre los protagonistas... porque siempre me han gustado las parejas que te hacen pensar: es que no podría ser otra que no fuera ella... y al revés.

Creo que alguien demasiado recto y cuadrado, necesita de alguien demasiado disperso para equilibrar las cosas.

Y bueno, la segunda parte la sufrí... porque ya empiezan a encaminarse los arcos de algunos personajes.

Con respecto a mi, me siento muy feliz de que ya me estoy desempolvando a nivel escritora... y todo lo siento más fluido.

A las que esperan la segunda parte del reloj, siento que necesito quitarme todo el polvo antes de comenzar con ella... porque al final de ese libro siento que mi nivel de escritura estaba un poco más alto que ahorita 😅

Igual todos mis libros suceden en el mismo universo pero no es necesario leer los otros para entender este. Porque aunque habrá más apariciones de algunos personajes del reloj, les daré el contexto necesario a las nuevas.

Mil gracias por leerme.

Soy Marluieth en Wattpad y en todos lados.

Pueden pedirme los links de los grupos de WhatsApp y fb por Instagram (porque mis mensajes de Wattpad están fallando terrible)

Marluieth.

⚠️✨PD: Se vale que me manden memes que se les ocurran de cada capítulo y yo agradecida con la vida, los voy anexando a los caps...

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