13. Aristócratas y Reyes
"Se me corta la respiración cuando por un momento muy chiquito, logro ver lo más parecido a una sonrisa que he visto alguna vez en esa cara, pero... no creas que el gesto dura mucho.
Dura tanto que te hace preguntarte si de verdad estuvo ahí, o si la sección de la imaginación dentro de tu cabeza, decidió que hoy era un buen día para averiarse.
No sería la primera vez que me pasa de todas formas.
Vuelvo a repasar su caea.
El no me ha visto todavía, porque el pedazo de cuero de búfalo que me obligaron q curtir, es como... mil veces mi tamaño.
Su cabello negro azabache moviéndose con el viento, su cuerpo lleno de cicatrices y tatuajes que también son cicatrices... su andar tan astuto y cruel.
Pensándolo bien, esa cara de ninguna forma debe saber cómo se hace una sonrisa.
Y seguramente el día que lo intente le quedará adolorida toda la cara, porque los músculos de ahí ya deben de estar oxidados por desuso.
Puede que hasta haya nacido sin ellos.
Cosa que habría creído imposible... hasta que conocí a este individuo.
Suelta un silbido demasiado musical, por la esquina de su boca, y luego corre y se encuentra con aquella feroz cruza de lobo a la que suele llamar: Saari.
Bueno, es que es más fácil decir que se encuentran, pero si nos ponemos descriptivas... lo que en realidad pasa es que el Saari, sale de la nada y le salta encima con las fauces abiertas y esas garras enormes (que parecen un set de navajas Victorinox) de fuera.
Una vez, hace muuuucho tiempo, vi en una publicación de facebook como quedó una persona luego de que el gorilla mascota de su amiga, lo agarrara a zarpazos y mordidas.
Obviamente me traumé.
Traumada nivel: le soltaba manotazos a los niños que iban al zoológico a querer darles platanitos a los monos.
Pero Kai y el lobo deben estar actuando obviamente...
Sí.
Es obvio.
Porque nadie con un poco de sentido común va a despertarse un día y a decir: creo que hoy es un buen día para ponerme a pelear con un lobo gigante.
¿Eso es más que obvio, cierto?
¡Oh por todos los Dioses, y los hijos de los Dioses, y los nietos de los Dioses!
Kai se gira casi a la misma velocidad con que se mueve el lobo y lo esquiva... apenas.
APENAS.
—Chsssst... muy lento Saari. Sigue así y tu destino va a ser perder la cabeza de un escopetazo. Después la clavarán en un palo.
El animal se le lanza de nuevo.
Pero él lo esquiva otra vez de un giro de caderas.
Sus pies parecen tan ligeros, que es como si se deslizaran; a pesar de las piedras y los arbustos.
—Si tienes suerte, solo perderás la oreja.
Eso motiva más al lobo.
Pero también lo enfada más.
Le lanza un zarpazo tan rápido que... lo alcanza.
Y una línea liquida color carmesí baja por el hombro de Kai, haciendo camino sobre el largo de su brazo, pero en vez de parecer enfadado o asustado, se ve...
¿Satisfecho?
Estira la mano, y el animal corre y pega el largo de su hocico contra su palma.
Nunca había visto a un lobo tan feliz.
De hecho, ni siquiera sabía que un lobo pudiera sonreír.
Pensaba que solo el pomeranian de mi mamá lo hacía.
Y para que lo sepas, no era una buena sonrisa. Solo lo hacía cuando me regañaban.
Y es aquí, en este pequeño momento, y en este lugar escondido del mundo, cuando pienso por primera vez que Kai muy bien podría ser solo uno de esos chicos, ¿sabes?
Uno de esos universitarios que a veces pasean a sus enormes perros por el campus.
No es difícil imaginarlo sin ese penacho.
No es que lo haya visto muchas veces sin el, pero a veces mi cerebro funciona como un "paint" megachafa, y me es muy fácil tomarle una fotografía mental a cualquier buen samaritano que haya tenido la mala suerte de estar pasando por ahí, y proseguir a darle click a la gomita imaginaria (en forma de pera, porque amo las peras) para borrarle lo que quiera.
Comiendo por la raya de grafito negro que usa bajo los ojos. Porque da algo de mal rollo.
Mis labios se curvan cuando me veo tentada a pegarle un par de emojis de chapitas kawaii o stickers.
Pero no lo hago.
No lo descarto obviamente... seguro que en otro momento de ocio mental sí que voy a hacerlo, pero no en un momento en el que corro el riesgo de ser descubierta.
Porque eso sería muy estúpido, dah.
Y bueno, qué más, qué más...
Hmmm... me parece que en lugar de ese cuchillo que no suelta nunca, es mejor que haya un celular... ¿No? Un celular es bastante más amigable.
Y social.
Y no da miedo.
Decidido.
Un celular no puede matar a nadie...
A menos que se lo avientes a alguien directo a la cabeza.
¡Ay, Dioses! ¿Por qué puedo ver a ese individuo, muy pero MUY claramente haciendo algo como eso?
La imagen de Kai con una bolsa llena de celulares, descalabrando a medio campus universitario, aparece en mi cabeza.
No, no, no.
Mejor un vaso de Starbucks.
Son de unicel.
Y el unicel es blandito.
Blandito y bonito.
Y... de pronto se convierte solo en un chico; un chico de ojos demasiado feroces (pero podemos justificarlo diciéndonos a nosotras mismas que le cayó mal el desayuno, y que tiene un partido de cualquier deporte con una pelota, y esta enojado porque va a tener que correr con la panza como globo indigesto)
Sigue siendo solo un chico.
Es alto..... muy alto, atlético pero no demasiado, y con cada milímetro de su piel besado por el sol.
Y mientras sueño despierta (con los ojos abiertos: como toda buena tarada) su mirada se posa en mí.
Y sus ojos se endurecen tanto o más que cuando trata con un prisionero de guerra.
Esa es la mirada que me da a mí usualmente.
Sí.
Bien podría ser sólo un chico..
Excepto que no lo es.
Es el joven príncipe de los guerreros Kwahadi.
Y más me vale no olvidarlo, porque así
como aquello ha sido mí perdición más dura,puede también ser; mi único boleto de salida"
—Lydia Ferreira
Kai
—"Otra vez" —la madera se rompe.
—"Otra vez" —la cuerda del arco golpea el aire.
—"Otra vez" —la siguiente flecha que sale,silba antes de encajarse sobre las otras.
La última docena de ellas, salió con la madera roja, impregnada de mi sangre.
—"Otra vez"
Pero... esa última no sale.
Los tendones que abrazan los músculos de mi brazo, se contraen, y luego se vencen.
Y toda mi extremidad derecha, termina colgándome del hombro, como si fuera un montón de carne molida, que solo logra mantenerse en su lugar, porque está adentro de una bolsa de piel.
Aprieto los dientes con fuerza cuando la flecha que pretendía disparar, se me escurre de los dedos y cae al suelo.
Perdió todo su valor como arma en el momento en que mi brazo dejó de responderme.
Una de las primeras reglas que aprende un guerrero Kwahadi, es que no importa que tan mortal pueda ser un arma, porque en las manos de un inútil, es tan peligrosa como la pluma de un ave.
Pero la pluma de un ave, en las manos correctas, también puede ser un arma demasiado fiel.
Solo necesitas conocerla; comprender su largo y sus partes blandas.
Y también las partes blandas de tu enemigo.
Si la entierras en la esquina del lagrimal y luego empujas hasta que la primera punta asoma del otro lado el ojo sale con la misma facilidad con la que arrancas una uva del racimo.
Nos entrenamos desde muy jóvenes para aprender a matar casi con cualquier cosa.
Usando las manos, usando solo una, ninguna; rompiendo la buena para obligarte a usar la otra hasta que ya no hay diferencia.
Es una tradición que comienza desde que empezamos a hablar.
Hah...
Llevo aire a mis pulmones de forma lenta, y luego lo dejo salir a la misma velocidad, escuchando y sintiendo como el ritmo de mi corazón retumba en cada una de las membranas de mi cuerpo; como si todas tuvieran un corazón propio.
Hoy la Luna está en su punto más alto; está completa y brillante; contorneada con tonos naranjas y rojos que me recuerda toda la sangre derramada de mi pueblo y toda la que nos deben.
Hoy hay Luna comanche.
Arqueo un poco el cuello hacia atrás, para observarla con detenimiento, y el
Movimiento hace que las cuentas y los huesos que llevo trenzados y anudados al cabello, choquen.
Es un sonido que me gusta.
Porque es un sonido que no se escucha en medio de una batalla; los gritos, y los crujidos de huesos, se lo tragan.
Es un sonido que solo suena cuanto quieres escuchar.
Igual que la respiración.
La cara de cierta mujer aparece en mis pensamientos de pronto.
Esa es la cara en la que me acabé cientos de mis flechas perfectas, imaginando cada vez; que era mi blanco.
Pero al parecer esa herbi es como la podredumbre de una herida infectada, si no aplicas la medicina; se irán pudriendo una a una tus extremidades, hasta que no quede nada.
Es bruja blanca...
No creí que existieran pero cada vez me convenzo más de que es una.
Tal vez debí matarla desde a primera vez.
He tenido muchas oportunidades para romperle el cuello...
Me miro las manos ensangrentadas.
Y más que su cara... son sus ojos.
Esos ojos grandes, llenos de altanería fueron el blanco de casi todas mis flechas.
Y con el resto, me imagine su boca.
Me imagine rompiéndola y callándola.
Una buena mujer, sabe bajar la mirada en cuanto un hombre se la sostiene con autoridad porque entiende cuál es su lugar.
¿Pero y esta mujer tosi-tivo?
Ha.
Ella no se digna a bajarla.
La sostiene de regreso, y luego pasea sus ojos por un costado, evadiendo.
No debió importarme.
Pero solo bastó el acto y los pocos segundos que duró mi autocontrol, y ya la tenía agarrada de la quijada con mis encajándose con fuerza en sus mejillas, porque no toleré tal gesto de desobediencia.
—"Será mejor que aprendas muy rápido cuál es tú lugar, mujer. Tú lugar es el suelo, y el lugar de tus ojos no es diferente."
Lo que más me enfureció fue que en cuanto alzo su mirada y me la sostuvo, casi pude escuchar dentro de mi cabeza, todos los insultos habidos y por haber.
Como si sus ojos hablaran.
Sus cejas sí que lo hicieron, juntándose tanto que se le dibujó un surco en medio de ellas. Un surco demasiado grande para el tamaño de su cara.
Y su pequeña boca pretenciosa, se limitó a pronunciar:
—Okey.
Una palabra que jamás he escuchado, pero que soltó usando un tono de fastidio.
Y luego agregó:
—Eso significa que sí, ¿okey? Okey es sí.¿okey? ¿Lo entiendes? Te dije que sí y eso era lo que querías que te dijera.
Como si le fastidiara y al mismo tiempo se compadeciera de mí por no conocer sus vulgares palabras de plaga blanca.
Como si sí finalidad fuera quitarme de en medio con una palabra y no obedecer.
Bruja.
Gacela.
Maldita.
Mil veces maldita.
Así son todos sus iguales, no dejan de sentirse en lo más alto desde que piensan que su verdad es la única que existe.
Pero yo voy a enseñarle que entierras Kwahadi, la única verdad que vale es la nuestra.
Peor para ella sí lo aprende de forma lenta...
Y no sé en qué momento, me percaté de que tanto esclavos, como algunos miembros de la tribu tenían sus ojos encima de nosotros.
Ella también lo hizo y luego volvió a clavar sus ojos en los míos.
Quise abofetearla ahí mismo.
Tirarla y estrellarla contra el suelo.
Debí hacerlo.
Levanté la mano...
Y Justo antes de dejar caer mi revés sobre el pómulo de su cara, caí en cuenta de que en el momento en que lo hiciera iba a parecer que me importaba demasiado lo que esa tosi-tivo hiciera.
Es una esclava. Y es una mujer.
Una mujer esclava tiene menos valor que un esclavo hombre.
Ningún esclavo va a provocar que me salga de mis casillas, y mucho menos públicamente.
Así que la solté con tanta fuerza que cayó al suelo de todas formas.
Sus piernas aún están débiles.
Y cayó porque los débiles están destinados a caer.
Se apoyó en sus antebrazos y se incorporó un poco.
Usando la parte interior de su muñeca para limpiarse la sangre del labio.
—"Bruto..." —musitó entre dientes.
Y luego se estrelló la palma de la mano contra sus labios, como si intentara comerse su palabra.
—"B-Brutal..." —corrigió —"Ese empujón fue brutal. Fue el macho alfa de los empujones, en serio"
Y sus ojos volvieron a pasearse de lado, y a clavarse en cualquier lugar.
Como si nadie estuviera ahí.
Se puso de pie.
Levantó el canasto con ropa mojada que llevaba desde un principio, y siguió su camino.
Dándome la espalda.
En este punto todos los ojos de mi gente, de los que estaban ahí... estaban puestos en mí.
Esperando mi reacción.
Y ella simplemente siguió caminando, balbuceando cosas; hablándole al canasto de la ropa para que "se portara bien", como si ese montón de mimbre fuera un ser sintiente.
Los que la escucharon soltaron una risa burlona que ella no escuchó.
Hubo alguien que le pateó la espinilla, pero tampoco le sacó reacción, ni perdió el equilibrio.
Se fue saltando en un pie, hablando con el pedazo de mimbre.
Así fue como terminé en el campo de tiro.
Y como se me hizo de noche aquí mismo.
Y como disparé flechas hasta que me rompí la piel de la mano, en específico: esa parte que no tiene hueso y que sirve como un puente entre el dedo pulgar y el índice.
Siento la humedad de mi sangre y mi sudor escurriendo.
Maldita sea.
—"Kai..." —me llama Kobeh entre los árboles.
No me sorprende.
Escuché su andar desde que comenzó a acercarse.
Sus pasos son sigilosos. Yo los entrene para que lo fueran, pero también entrené a mis oídos para escucharlo todo; cada pequeño ruido.
—"Está todo en su lugar" —agrega cuando sabe que lo estoy escuchando.
—"Bien" —me giro y comienzo a caminar —"Ve por la herbi manca y por las otras dos tosi-tivos que traje con ella" —le ordeno.
Kobeh arquea una ceja confusa, pero no se atreve a cuestionarme, simplemente asiente y vuelve a perderse entre los árboles y la maleza en dirección a donde están las esclavas.
Y yo no me tardo en llegar ahí a donde tenemos a nuestros prisioneros más recientes.
Son veintitrés.
Unos más jóvenes y otros más viejos.
Probablemente lo único que tengan en común es que comparten un mismo destino: que se toparon conmigo y que van a pagar por ello.
Y todo aliado de los Russel, se merece un destino peor que la muerte.
Por eso tuve el cuidado suficiente para no aniquilar a ninguno cuando les arranque su libertad.
Están anarrados a estacas que clavamos muy bien en la tierra.
Maniatados, y con los ojos vendados con retazos de su propia ropa.
Algunos se han defecado encima.
Y otros lo hacen en cuanto comienzan a escuchar movimiento.
Son patéticos...
Camino haciendo crujir la hierba bajo mi peso, a propósito.
Si no lo sabían, en este momento lo están aprendiendo: que los Kwahadi, no conocemos la palabra piedad cuando se trata de lidiar con nuestros enemigos.
—"¡Por favor! ¡Yo no le tengo lealtad a nadie! ¡Me ofrecieron dinero y un pedazo de tierra para vivir! ¡Y tengo 4 hijos! ¡Dos enfermaron de sarampión y quedaron ciegos, los otros son demasiado pequeños para trabajar! ¡A mi mujer también la mató la enfermedad! ¡Estoy yo solo y no puedo dejar que mi familia se muera! ¡Comemos apenas una ración! " —grita uno.
Ha.
Debe ser el menos cobarde, o el más estúpido.
Camino y me sitúo frente a él, de cuclillas y con los antebrazos sobre mis rodillas.
Poniéndome a su altura para observar su sufrimiento de cerca.
Lo dejo hablar un poco más.
Y antes de que se dé cuenta de que estoy ahí, lo agarro del cuello con fuerza y azoto su cabeza contra la estaca que lo mantiene en sitio.
Algo cruje, pero no con la fuerza suficiente como para que deje de respirar.
Hay hombres que llegar a durar con el craneo roto, más de una semana.
—"Ya me cansé de escucharte" —le hago saber —"Sigue balbuceando y te arrancare la lengua, y haré que te la tragues"
Ante la advertencia, enfoca sus esfuerzos únicamente en respirar.
—"¿Me dices que la familia de un plaga blanca, enfermó gracias a una de tantas enfermedades que ustedes trajeron a nuestras tierras? —le aprieto la traquea hasta que se le corta la respiración y siento como palpitan sus venas con fuerza bajo su piel —"Aquí le llamamos: justicia"
Un par de mis hombres se ríen.
Somos sólo cuatro y los dos que vienen. Nunca se han necesitado demasiados de nosotros para acabar con un montón de ellos.
Suelto el cuello del sujeto y me incorporo.
Se queda babeando y tomando grandes bocanadas de aire.
—"K-Kai" —musita uno de ellos —"Kai I-Índigo. E-Esa voz es la de Kai Ínfigo"
Se hace silencio entre los prisioneros.
Y yo busco con los ojos al que acaba de hablar.
—"Bien. Me conoces, y sabes por qué estas aquí. Eso nos ahorra las introducciones" —le escupo.
El hombre tiembla.
Es joven, y no debe de tener más de 16 inviernos en su haber.
—"¡He sido esclavo toda mi vida! ¡Mi madre me parió en una celda y los carceleros me vendieron a la servidumbre de los Russel para pagar una apuesta! ¡Les tengo tanto rencor como cualquiera de ustedes!"
—"Y sin embargo... aquí estás" —se calla en seco ante mis palabras.
Y gira la cabeza al cielo y comienza a suplicarle a su Dios.
Pero no sirve de nada.
Porque el dominio de su Dios acaba ahí donde comienza el nuestro.
Kobeh sale por uno de los caminos de un costado, con otro guerrero y las tres mujeres blancas, cada una con su respectiva soga amarrada al cuello.
La pelirroja camina sin ninguna expresión en su cara. Tropieza ahí donde tiene que tropezar y los jalones la incorporan.
La rubia chilla, intenta limpiarse la cara y se la llena de tierra.
Y la gacela, fija sus ojos en los prisioneros en cuanto llega al lugar, que es justo lo que esperaba que hiciera.
—"¿Te gusta lo que ves, tosi-tivo?" —le pregunto mientras me aproximo a ella.
—"Algunos de estos hombres, son apenas más que niños... eso sí lo sabes ¿verdad?" —me pregunta sin verme.
Con ese tono de ella y de todos los que son como ella, que detesto.
—"Tienen la edad suficiente para usar un arma, y serán tratados como cualquiera que sabe usar una y se atreve a apuntar contra un Kwahadi"
—"Hay dos chicos de ascendencia africana" —observa, y luego decide añadir —"Son negros. Su piel es mucho más oscura que la tuya. Seguro son esclavos. Seguro que han sido esclavos toda su vida"
Uno de mis hombres agarra a la pequeña gacela por el cabello y la lanza al suelo.
—"Ahí dónde estás, es donde deben estar tus ojos herbi" —le dice, mientras los suyos viajan por las curvas de su figura. Especialmente por el contorno de sus piernas, que quedaron casi completamente expuestas tras la caída.
Pero la gacela solo escucha lo que quiere escuchar.
—"¡Un esclavo no tiene elección!" —me grita desde el suelo —"¡Hay gente de tu pueblo que ahora son esclavos! ¿También los matarías si los obligaran a ir en tu contra?"
Y su hermana, la herbi de cabello amarillo, chilla más fuerte.
—"Un Kwahadi se cortaría el cuello antes de servir a un blanco" —le contesta Nobah. Que también observa a la gacela.
—"Descubran los ojos de los prisioneros" —les ordenó a mis guerreros, que tienen sus ojos puestos sobre la chica que está en la tierra.
Ninguna mujer debería tener ese tipo de poder sobre los hombres.
Aún desde el suelo, toda la atención de los guerreros está sobre ella.
Una mujer normal no... pero una bruja sí.
Nobah termina de arrancar el último de los vendajes.
Algunos de ellos parpadean, intentando ajustar su visión a la poca luz de las antorchas.
—"Una costilla por cuatro" —digo en una voz lo suficientemente alta para que me oigan mis hombres.
—"¡Una costilla por cuatro!" —responden.
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Paul
A veces pienso que tengo una especie de... maldición.
Bueno, "Maldición", es una palabra demasiado esotérica para mi gusto y una de las favoritas de los creyentes.
(¿Y por qué la mayoría de la gente con dinero y poder es creyente? ¿Lo es o aparenta serlo? En fin... continuemos)
No es un secreto para nadie que es más fácil vivir pensando que no importa lo que hagas, te seguirá lloviendo sobre mojado, porque estás maldito.
Y al Niño Paul Slater le aseguraron que eso que le pasaba era eso; una maldición.
Y supongo que no soy de los que se deshacen de sus hábitos tan fácil.
Dicho aquello, pienso que es una maldición muy estúpida, pero una que me afectó bastante cuando era solo un crío; cuando el único "poder" que me respaldaba era el apellido de mi padre. Pero él también era más joven y toda la gente estaba segura de que ese pequeño patito feo que lo seguía a todas partes y que su nueva mujer había adoptado por pura puta buena voluntad, acabaría siendo su único heredero.
Eso no podía pasar, porque el joven Lord de los Slater, era mucho más inteligente.
¿Lo eras padre?
¿O todo lo que está pasando, no es más que los fantasmas de tu pasado vengándose?
Bueno, hoy por hoy al menos séquito la "maldición" de ser el hijo mestizo de mi padre, me ayudó a no apegarme demasiado a casi nadie.
Y digo casi... porque ya todos conocemos a mi preciosa excepción a la regla.
Hago algunos trazos sobre una libreta.
Son trazos sin sentido, líneas que se cruzan entre sí, regresan, chocan y luego vuelven a irse. Pero es como si dibujara los puentes que conectan mis ideas; aunque eso se acabe convirtiendo en un monstruo de tinta.
O puede que esa sea la forma de los demonios internos...
Volteo la hoja cuando le queda mucho más negro que blanco y me de golpe, me topo con uno de mis primeros escritos es castellano: mi nombre.
P-P-a-a-u-l-l-
—"Heh" —se levanta un poco la comisura de mis labios ante la forma en que está escrita la palabra.
Es muy fácil volverse un tartamudo cuando te arrancan de tu mundo y te dicen que todo lo que eres está mal; incluso tu nombre.
Mi nombre en la lengua salvaje que hablaba de mi madre (de quién no recuerdo un puto carajo) significaba zorro... zorro negro o zorro de la noche.
Mi padre me lo dijo una sola vez y a mí nunca se me olvidó... supongo que de ahí mi afinidad por esos animales.
La mayoría de los coleccionistas de arte compran la pintura más reciente del pintor de moda del momento.
Yo les digo que les pagaré el doble de lo que hayan ganado con su cuadro más caro, pero que únicamente compraré la pintura de un zorro negro.
Tengo una casa en el campo llena de ellos...
¿Y la maldición de la que te hablaba?
El Paul pequeño lo entendió después: que nunca fue más que una simple consecuencia.
Pero es normal que un niño que está solo hasta cuando está acompañado, le agarre cariño demasiado fácil a todo lo que él crea que es cariño.
Ahora sé que la lástima y la cortesía pueden parecérsele mucho...
Pero el Paul Slater de cinco años de edad no lo sabía, y soñaba con que algún día tendría tantos amigos que le harían falta dedos para contarlos.
—"Ha... la bendita inocencia..."
Al final, sucedió lo que era obvio para todos excepto para ese mocoso necesitado de afecto: todas y cada una de las veces que utilizó la palabra"amigo", ellos conseguían lo que buscaban y se iban.
Sucedió las veces suficientes para que entendiera que en el mundo de mi padre no bastaba con ser bueno.
Pero si los niños son tercos, obstinados e insufribles por naturaleza. El pequeño Paul Slater lo era mucho más...
Después de todo, la esperanza es lo último que muere.
Pero muere.
Frente a mí hay un ramo de rosas marchito, con 3 libros clásicos en braille, y una moneda de oro amarrada a cada flor con un hilo dorado.
Me meto la mano al bolsillo y saco mi reloj para ver la hora.
Es casi el reloj de bolsillo clásico, aunque yo prefiero el oro blanco o el color cobre, así que mi reloj está hecho de ambos.
—"Casi las doce en punto" —musito para mí mismo y me doy un masaje en la parte posterior del cuello.
Entinto nuevamente mi pluma y sigo rayando la siguiente hoja...
Pero el ramo marchito que sitúe en el buró de enfrente se roba toda mi atención.
Mi padre me dijo que es de muy mala educación regalar un ramo de flores, sin que cada una de ellas tenga a su respectiva moneda de oro colgándole de un hilo.
Hace unos días me acorde de la fiesta cumpleaños de Sophie Robinson, y cuando menos me di cuenta, ya estaba en la florería mandando a hacer un ramo.
Cosa que... no recuerdo haber hecho nunca antes.
No por mí mismo.
Yo soy más de los que investigan que tipo de flores son las favoritas del destinatario, y luego mando a algún sirviente a hacerlo.
Y normalmente solo lo mando para afianzar relaciones...
¿Pero qué relación se puede afianzar por un fantasma?
—"Acabo de ver el ramo. Es precioso... ya venía siendo hora de que pasaras página. Esto de los Rangers, no me gusta. Es demasiado vulgar y me pone los pelos de punta" —dijo mi madre en cuanto se lo topó hace unos días en el vestíbulo.
Cuando no le contesté, me pidió que me deshiciera de él de inmediato, porque las flores que son para los muertos traen mala suerte si no se entregan, y ni siquiera había una lápida para entregarlo:
—"¿Quieres que me deshaga de él, o que tus ojos no vuelvan a verlo nunca?" —le pregunté.
—"¡Pero sí es la misma cosa! ¡Por todos los cielos Paul, que vivimos en la misma casa!"
No.
No es la misma cosa...
Pero dada tu reacción, asumiré que te conformas con no verlo.
—"Está bien madre, me lo llevaré. Pero solo porque tú quieres que lo haga, más no porque yo quiera hacerlo" —le dije, mientras posaba mis labios en su frente y tomaba el ramo.
Me di cuenta de no le gustó mi respuesta.
Pero cuando le sonreí se resignó.
—"Que sonrisa tan encantadora..." —espetó de mala gana y se dió la media vuelta, estrellando las cenefas de su faldón contra mi pantorrilla. Igual que cuando un gatos te azota la cola a modo de advertencia.
Y yo me quedé inmóvil por unos segundos.
Sosteniendo el ramo apenas, con el montón de monedas tintineando hacia abajo.
Esa fue la segunda vez que una persona mostró un rechazo tan evidente hacia una de mis mejores cualidades.
La primera fue Sophie Robinson...
Cuando en el cumpleaños de su hermana Sabina, mande a hacer un ramo gigantesco de Lilis y Orquídeas, y se lo entregue ahí mismo, en medio de la fiesta de jardín.
Mis ojos estaban en los azules de Sabina Robinson, pero mi completa atención estaba unos cuantos metros más allá:
—"¡Ay! ¡Si son mis favoritas! ¿Pero como es que has adivinado? ¡Son mis favoritas desde siempre!" —se giró hacia su hermana —"¿Tú le dijiste, verdad Myriam?"
—"¿Y como por qué pasaría mi tiempo con Paul, hablándole de ti, hermana?" —se quejó la otra.
—"Simplemente tuve suerte..." —respondí.
Y ante las risas, los elogios y comentarios de complacencia, lo que dijo Sophie debió haber sido inaudible para mí.
Debió serlo, pero lo lo fue:
—"Encantador... que cualidad tan peligrosa"
Lo que dijo me sorprendió tanto que volteé hacia ella por puro instinto... pero simplemente me topé con su espalda, alejándose.
Se había dado la vuelta y ya emprendía su camino de regreso lejos del jardín.
En nuestros círculos, es necesario aprenderse todas las reglas, para después aprender a jugar entre líneas.
Así funcionan los modales, así funciona el mundo, y también así funciona la ley.
Todo es un baile que sucede en esos espacios en blanco.
Pero lo más importante de todo, es que nadie noté que estás jugando.
Pero sus ojos veían todo lo que yo no quería que ella viera.
Sabes, Sophie... ahora soy mucho peor.
Te sorprendería lo encantador que puedo volverme con tal de traerte de regreso.
Escribo su nombre y luego lo tapo a rayones.
En mi cabeza le escribo una carta:
Querida y preciosa Sophie Robinson:
Los meses se sienten más largos que los años últimamente.
Si eres tan buena como lo eras la última vez que te vi, por favor accede a confesarme.
Hace no mucho atendí a la velada que tú padre, el señor Robinson, orquestó para invitar a los Wilburn.
Él insistía en presentarme a una Wilburn casamentera... Pero yo tenía en mente algo completamente diferente.
Me acompañado uno de los Russel, cuando te fuiste los consideraba muy poca cosa y demasiado desafortunados como para hacerlos mis amigos... pero resulta que ahora lo son.
No te caerían bien.
Tienen el cerebro tan minúsculo como un ave, pero no cantan ni tienen ninguna otra gracia la verdad...
El Russel del que te hablo, perdió a la criada con la que tuvo el error de tener un amorío secreto...
Bueno, en estos tiempos y en estas tierras todos tenemos que perder a alguien para forjar carácter...
Y si te soy sincero, ahora es un individuo mucho más interesante que cuando te fuiste. Aún no es alguien con quien elegiría pasar el tiempo... pero de menos, no me mata a bostezos de solo verlo.
¿Y no se supone que los buenos amigos debemos estar ahí para que los más desafortunados conozcan a la señorita Wilburn correcta?
Russel y Rosie Wilburn son una pareja bastante popular estos días.
Y se ve mucho más feliz que cuando ocultaba su amor infinito por la criada.
Créeme cuando te digo que si esa mujer siguiera viva este imbécil sería además desdichado.
Así que no me arrepiento de nada de lo que he hecho.
Entre líneas ¿recuerdas? Todo es entre líneas.
¿Sabes, Sophie?
Las criadas son exactamente igual que la mayoría de las personas, suelen apuñalarse en el preciso momento en que alguien les da una pizca de poder.
Les gusta sentirse más que los que mucho tiempo fueron considerados "sus iguales"
Yo solo conseguí los fuegos artificiales Sophie, pero explotaron solos.
Siempre tuvieron la opción de no hacerlo... ¿No se supone que nuestro Dios nos dotó de libre albedrío?
Y yo no soy más que un hombre Sophie.
Pero las luces de colores de aquella noche tienen un nombre: Marie
Y haciéndole honor a la causa, la conocí de noche.
Fingiendo qué el exceso de alcohol me había hecho tropezar ahí donde no debía estar alguien como yo, alguien como nosotros.
Sé que tú me has visto casi cayéndome de borracho, pero te juro que esa noche solo bebí la cantidad suficiente de alcohol, como para darle credibilidad a mi aliento... y ni una gota más.
Me ayudó a pararme, claro.
Porque las consecuencias de dejar tirado por ahí a alguien como yo serían severas.
Y entre un muy bien ensayado "andar torpe" y su incompetencia para llevarme hacia dónde ella quería, me la lleve a uno de los rincones más oscuros y alejados del lugar.
—"¿Como te llamas?" —le pregunté.
—"Me llamo Marie, lord Slater"
—"Ah, sabes mi nombre..."
—"Todavia no conozco a alguien aquí que no se lo sepa"
—"El tuyo es un nombre francés ¿verdad? Eso explica lo guapa que eres"
Asintió.
—"Mis padres eran inmigrantes, s-señor"
Y ahí estaba: el nerviosismo que buscaba.
Encantador ¿no?
—"Ya veo" —mi mano se poso descuidadamente en el hueso de sus caderas —"¿Sabes, Marie? Yo creo que te verías muy bien en corsé. ¡Joder! Estoy seguro de que se te vería mucho mejor que a la mayoría de las damas de alcurnia que conozco"
—"Las mucamas no solemos usar corsé. Es estorboso"
—"Oh Dios" —mis ojos viajaron hacia donde "accidentalmente" le había levantado un poco la falda —"¿Y también suelen tener, moretones tan grandes?"
—"Debería irme..."
—"Adelante. Creo que puedo llegar solo a cualquier lado desde aquí... Aunque debo confesar que esta plática me ha hecho muy feliz"
¿No le estaba dando una opción, Sophie?
Pudo irse...
—"¿Qué quiere de mí, señor?"
Pero no lo hizo.
—"Es terrible que exista quien puede maltratar a una chica así, sin ningún tipo de consecuencia... eso debería ser un crimen, Marie..."
¿Sabes, Sophie? La mejor forma que he descubierto de evadir una pregunta que no, es el elogio.
Jamás me ha fallado.
Y esa vez tampoco me falló.
—"¿Qué puedo hacer por usted? Además, de sacarlo de este escondrijo"
Esbocé una sonrisa.
—"Puedes ayudarme a regresar pero por el camino más largo que se te ocurra, y así seguimos platicando ¿es eso demasiado pedir?" —le respondí —"No tienes idea de lo aburrida y cruel que puede ser la vida de un burócrata."
Pero estaba a punto de descubrirlo.
Y Marie... claro que Marie no decepcionó.
De hecho, superó con creces mis expectativas.
Fue la reina de varias fiestas y bailes pretensiosos.
La misteriosa del antifaz color vino de terciopelo.
La de los labios preciosos.
Esa que parecía haber nacido para usar un corsé.
Tan solo tuvo que seguir al pie de la letra tres reglas demasiado simples, y a cambio , obtuvo todo lo que quiso... al menos, por un tiempo.
Pero no podía ser para siempre ¿o sí? Yo no tengo vocación de hada madrina.
—"¿Y que obtienes tu de todo esto Paul Slater?" —me preguntó una noche, mientras se me montaba a horcajadas sobre mis caderas y dirigía mis manos hacia su corsé.
¿Y puedes culparme?
¿Tienes idea de lo que tu partida me ha hecho?
Voy a traerte de regreso, pero te advierto que no te gustara lo que vas a ver.
—"Yo obtengo todo lo que tú me digas" —le respondí —"La experiencia de todo lo que conozco pero desde un par de ojos frescos. Yo obtengo todo lo que tú quieras darme"
—"Que hombre tan poco ambicioso..." —sonrió.
Ese fue uno de sus errores más grandes.
Hasta donde yo me conozco; son más ambición que hombre.
—"Soy un hombre simple" —le devolví la sonrisa.
—"Eso me cuesta creerlo..."
Me encogí de hombros.
—"Ayer vi al personal de la casa donde trabajo en la velada" —susurró.
Ya era tiempo de que lo notara, después de todo, las fiestas que elegía para ella no eran elegidas de manera fortuita, y nunca lo fueron.
—"¿Y te reconocieron, Marie querida?" —le pregunté, fingiendo interés, porque ya conocía la respuesta.
—"Por supuesto que no, ¿y como lo harían? A veces me veo al espejo y no me reconozco ni yo misma"
Después dirigí la conversación hacia donde yo quería que fuera.
Me estaba quedando sin tiempo...
—"¿Viste lo que le sucedió al chico de las copas hace dos noches? ¿Le conocías?"
—"Manchó de vino el vestido de una gran señora y le azotaron" —se estremeció —"Claro que le conocía. Crecimos juntos"
Posé las manos sobre sus hombros cuando se sacudieron.
—"Tranquila. Eso jamás te sucedería a ti en ninguna de las fiestas a las que vamos... Ahí eres alguien importante" —me miró con extrañeza y añadí: —"Eres la chica que captura las miradas de la mitad de los invitados. Y la mitad de los invitados son hombres"
Se sonrojó.
Después decidí desviar la conversación hacia temas triviales...
Dejándola parlotear de las cosas que ella quería hablar y que a mí no me interesaban realmente, por eso no las recuerdo.
Y al final de nuestro encuentro, mientras me ponía el sombrero antes de salir de ahí donde solíamos encontrarnos, simplemente añadí:
—"¿Te gustaría que mañana por la tarde, pidiera que te trajesen, un montón de máscaras y antifaces para que puedas escoger uno más grande y mucho más bonito? En dos veladas más, festeja en grande uno de los allegados de los Russel, y por supuesto que prestarán a parte de su personal para el evento, si no es que a todo. Y no me gustaría que estuvieras nerviosa, porque verás: yo solo quiero que tú te la pases bien"
Ya en este punto, Marie tenía muy en claro tres cosas:
La primera: en esas fiestas, parte del entretenimiento, a veces consistía en castigar a la servidumbre con saña.
La segunda: sus compañeros que la habían golpeado una noche, estarían sirviendo en esa fiesta.
Y la tercera: ahí ella era alguien importante.
Es una verdadera lástima que un peón de ese calibre haya tenido que ser... silenciado.
Y que el cuerpo de una prostituta no identificada , haya aparecido flotando a los dos días en el río.
Tenía la cara arrancada.
Pero eso no importaba porque de igual manera nadie iba a extrañarla.
Aquí hay algo que debes entender muy bien Sophie querida: esa chica no era una santa.
Y me voy a abstener a narrarte lo que le hizo a esa otra pobre chica, porque incluso a mí me costó tener estómago para verlo.
Y es que la primera regla en el juego de los aristócratas, es que los peones no se reciclan.
Pero todo tuvo un fin: el padre de ese pelmazo enamorado de la criada había descubierto su amorío, porque eso es lo que les sucede a todos los pelmazos de este mundo.
Y planeaban desheredarlo.
Y a él le daba igual.
Eso a mí no me convenía.
Porque parte de esa herencia, era una gran facilidad para obtener armas ilícitas.
Armas que se supone que no existen y entonces nadie puede preguntarte qué vas a hacer con ellas.
Esa herencia podía servirme muy bien.
—"Mis absolutas condolencias" —aquellas fueron las tres primeras palabras que le dije a quien meses después me juraró su amistad y su lealtad eterna: con el puño cerrado justo a donde va el corazón.
Ah sí, mi nuevo buen amigo Russel, suele ser bastante melodramático.
Cosa bastante entretenida si como yo, llevas varios meses sin ver una función de teatro.
El necesitaba tener a su lado a alguien que entendiera su dolor, ¿y quién era yo para decirle lo contrario?
Mi mano hace un feo rayón de pluma cuando la voz de uno de los mayordomos de la casa, me obliga a cortar la carta de forma abrupta.
"El señor Bartholomew Russel está en la sala, señor. Dice que es urgente" —le da tres golpes a la puerta de mi biblioteca. Son golpes demasiado apresurados para el temple usualmente tranquilo con el que se conduce.
Hablando del rey de Roma...
—"Será mejor que salga pronto señor. El señor Russel se ve bastante... indispuesto"
—"¿Indispuesto?"
—"Indispuesto es la palabra más amable para describirlo señor"
—"Dile que espere un poco, y ofrécele un poco de licor de moras y algo de pastel" —le ordeno mientras me paso las manos por el cabello para acomodarlo.
También necesito lavarme la cara y afeitarme, así que hago lo propio.
Cuando llego lo primero que me dice es lo siguiente:
—"Perdóname Slater... pero es que no tengo estómago para digerir el pastel. Se ve bien... y estoy seguro de que debe saber bien, pero... oh Dios mío, estoy seguro de que no podré comer nada sin querer vomitar, y eso que ya he vaciado el estomago tres veces antes de llegar"
Apoyo las manos en el respaldo del sillón que está frente al suyo.
—"Te hubiera hecho preparar con gusto, algo para el mal estomacal de haber sabido que venías"
—"Los trabajadores de mi finca hicieron un hallazgo hace unas horas... un terrible hallazgo... creo que... creo que tu prometida... oh Dios..."
—deja caer la cabeza.
Y a mí se me tensan los hombros, la mandíbula y el cuerpo entero.
Salgo de la casa hecho un torbellino, dejándolo en mi sala, y agarrando uno de nuestros caballos para galopar hacia la suya.
No tardo mucho en descubrir el motivo de su estado.
Hace medio mes, nos reunimos y decidimos unir fuerzas, el para buscar a su sobrino, y yo para buscar a Sophie Robinson.
Todo después de que se comprometiera con Rosie Wilburn, la pequeña hermana no muy agraciada de Grey, y claro; a quien yo le presenté.
Así que nos fue relativamente armar a tres grupos de hombres y mandarlos a explorar.
Rosie estaba ansiosa por complacer a su prometido.
Y dos de esos grupos, regresaron sin ningún hallazgo hace una semana.
Y a uno lo encontraron hoy... o al menos, lo que quedó de ellos.
Todos los hombres que conformaban ese último grupo, fueron privados de su vista. Les sacaron los ojos y se los colgaron al cuello; atravesando los globos oculares con una especie de lazo, para hacer un collar.
Debieron arrancar celos usando nada más que dedos y uñas porque todos los nervios de sus ojos estaban cortados de forma irregular.
Como cuando arrancas una planta, pero no tienes la fuerza suficiente y el tallo se desgarra... solo que lejos de que lo comanches no tengan la fuerza suficiente, más bien se tomaron su tiempo para causar dolor; y lo hicieron adrede.
Y al frente, como guía de toda esa fila de sentenciados a muerte, dejaron a una mujer pelirroja, a la que cegaron solo parcialmente; dejándole solo un ojo... del que ya solo queda la mitad; seguramente por las ratas.
Pero mi vista se detiene más abajo;
Es manca.
Después de detenerme el tiempo suficiente en lo maltrecha de su extremidad, y en lo preciso del corte, tanto que parece que le hubiera amputado la mano, algún médico de renombre... paseo los ojos en toda la escena.
Demasiado pintoresca.
El grupo de desdichados debió ser atacado más de una vez por la fauna de los alrededores, y seguramente tuvieron que ingeniándoselas para arrastrar por varios kilómetros pedazos de cuerpos, cuerpos moribundos, y luego a esos mismos pudriéndose.
Él que se ve que lleva más tiempo muerto, tiene la pierna cercenada por una trampa de cacería.
Y todos están atados los unos a los otros, de pies y de manos, con la cuerda de un largo suficiente para que pudieran avanzar, pero muy poco... demasiado poco.
Vuelvo a la mujer, y me parece que en su frente hay una especie de mensaje...
No me equivoco cuando le aparto una madeja de cabello rojizo y lo encuentro, escrito a profundidad con la punta de algo:
"Aquí está su rey"
Esto debe ser obra de Kai Índigo.
He investigado un poco más de él... y he descubierto unas cuantas cosas interesantes.
Una de los tantas anécdotas que se cuentan de él es que a su padre lo asesinaron hace años, torturándolo primero de una manera muy peculiar, y que él lo vio todo.
Cuentan que le sacaron un ojo, y lo tuvieron por días con la herida abierta, moliéndolo a palos.
A los días, la cuenca ocular se le infestó de larvas y luego de moscas.
Y sobre el pecho al rojo vivo, le escribieron a modo de burla uno de nuestros refranes más clásicos:
"En tierra de ciegos el tuerto es rey"
—"Hah" —intento fingir resequedad en la garganta, para apagar la gracia que me causa el ingenio bárbaro.
También debo recordar fingir sorpresa, aunque es algo que ya me esperaba y a lo que ya le saqué ventaja.
¿Y ahora?
Ahora vamos a buscar un lugar apropiado y a mandar a comprar unas cuantas cajas para los muertos... o lo que queda de ellos.
Después de todo el funeral que la casa Slater va a orquestar, tiene que ser encantador.
Tan encantador como cualquier fiesta o show, que al caso; es lo mismo.
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Nota de autor: no puedo prometer que estaré actualizando a la velocidad con que lo hacía cuando estaba activa, pero estoy echándole ganas y retomando todo.
Voy a estar explayándome un poco por las notas de aquí y mucho más en el grupo de fb, con comunicados de dimensiones bíblicas 🥴 porque después de tanto tiempo de silencio tengo mucho que expresar 🫣
Tengo muchos mensajes y no los he abierto aún :c pero los voy a abrir y a responder personalmente cada uno de ellos aunque sean de hace más de 1 año y el remitente ni se acuerde que me escribió y se quede de: esta vieja queeee otseaaaa? 🤓
🫠
Muchas gracias por leerme.
Espero que les haya gustado 🫶🏻 que creen que se venga ahora?
Marluieth 🫶🏻
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