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11. Intenciones Peligrosas



"Tenía el cabello desordenado, los ojos duros, una mente demasiado ágil y se había arrancado el corazón.

...Fue la más bonita de todas mis desgracias."

—Lydia Ferreira



Paul

Las fiestas nunca han sido lo mío... pero tuve que aprender a moverme en ellas como un pez en el agua.

Y hasta ahora conozco a muy pocos que jueguen el juego tan bien como lo hago yo.

Ya tiene varios años desde que no pierdo una sola partida.

Cuando empiezas a ganar, se vuelve un pasatiempo adictivo.

En un principio lo haces para obtener algo a cambio; el tan deseado premio.

Pero después no importa lo que obtengas, el único premio que te produce una emoción digna de mantenerte en vela, es la satisfacción de ver al otro caer.

Agito la copa de cristal que tengo en la mano, mientras pretendo escuchar las historias de quienes únicamente me sirven de comodín, personas de las que me he rodeado (en su mayoría jóvenes solteros en busca de las mejores tácticas para meterse bajo las faldas de alguna chica, sin provocar un escándalo), mientras decido qué hacer.

Ahhh...

Pero hace no mucho hubo una fiesta que sí que disfruté...

Me llevo a los labios un sorbo de vino, mientras escucho a David Maxwel, hablar de cómo toqueteó a una chica que le pidió lecciones de equitación.

Todos lo ven como si fuera un héroe, y yo hago lo propio porque eso es lo que espera que haga, y porque me viene bastante bien no destacar demasiado, cosa que puede ser bastante difícil cuando eres un Slater.

—"¡Por más mujeres que sean muy malas a caballo!" —alzo la copa y todos brindamos y soltamos nuestra respectiva carcajada.

Pero yo me río con más ganas, porque he visto a Maxwel montar, y si afirmo que mi prima de 4 años, que padece de poliomielitis, es mucho mejor jinete que él, es decir poco.

A veces me causa mucha gracia darme cuenta de que las fantasías de las personas, siempre sacan a relucir sus puntos más débiles.

Por ejemplo, ahora sé que sí quisiera hacer pedazos públicamente, a David Maxwel, solo tendría que desafiarlo a una carrera, delante de sus amigos.

Pero que, sí por el contrario, quisiera deshacerme de él, entonces solo tendría que asegúrame de que tuviera un trágico accidente a caballo, en algún paradero poco transitado.

Sus familiares, sabrían que es posible, porque aquellos cercanos a él saben muy bien que no se le da...

Y sus amigos con los que hace el farol, pensarían que es todo un héroe y tildarían al caballo de bestia indomable.

Le sonrío, mientras vuelvo a levantar la copa en favor a un brindis que no escuché.

¿En que estaba?

Ah, sí...

En aquella fiesta...

Una fiesta de disfraces, en honor al cumpleaños número 18 de Sophie Robinson.

Eso fue ya hace alrededor de seis meses.

Puede que un poco más.

Todavía recuerdo que por aquel entonces, ya estaba deslumbrado.

Y al tratarse de mí, lo primero que hago con todo lo que me provoca fascinación, es buscarle defectos.

Esa es la única forma en que siento que vuelvo a hacerme con las riendas, sobre mi mismo.

Por supuesto, aquella vez... salió bastante mal.

Esbozo una sonrisa, que mis acompañantes piensan que es en son de alguna de sus otras mediocres tácticas de conquista.

¿De qué se trata esta vez?

¿Una doncella rescatada de una piscina, a la que le dió tiempo de manosearle todas y cada una de sus curvas, antes de llevarla a la orilla?

—"¡Por más mujeres con las mismas habilidades de nado, que tiene una avispa! Claro, siempre que la encantadora avispa decida que quiere probar sus habilidades, en nuestra piscina familiar..."  —guiño un ojo y vuelvo a levantar la copa.

Las risas vuelven a ser las protagonistas en mi círculo de amistades.

Y yo también sonrío.

Ah... sí que sonrío...

Porque me acuerdo de Sophie Robinson, con ese vestido plateado, que resaltaba todos sus atributos.

Y con ese antifaz, tan lleno de Cristales.

En mi caso, yo llevaba la máscara de un zorro; hecha de cerámica, y pintada con oro de 24 kilates, con algunos detalles de zafiros y rubíes, por aquí y por allá.

Por supuesto, la finalidad de una fiesta de disfraces es ocultar tu identidad, y así todos podemos jugar a ser completos desconocidos.

Pero he de decir que Sophie Robinson era demasiado mala ocultando la suya.

Y aunque tenía el cabello completamente recogido, por un trío de peinetas igual de brillantes que su antifaz, yo podía saber perfectamente que era ella.

Pero ella no sabía que era yo.

Y mi problema era que cada vez que la miraba a detalle, buscándole algún defecto, todas esas veces me parecía aún más encantadora.

Ah... esto no está funcionando... —me dije a mí mismo mientras le tomaba la mano, y hacía una reverencia, fingiendo besar su mano.

Por supuesto, que al no poder quitarme la máscara, simplemente imite el sonido de un lengüetazo.

Ella se rió.

Y yo me quedé perdido, mirándola, olvidando todo lo que planeaba decir.

Eso nunca me pasaba.

Yo siempre tengo algo que decir, aunque solo se trate de adulaciones falsas y pretensiosas.

—"Hum... ¿Me devuelves mi mano?" —me preguntó de forma tímida.

—"¡Ah! ¡Perdona!" —la solté, casi aventándosela, por los nervios.

Y aunque me odié por hacerlo, ella se echó a reír.

Y yo de nuevo quedé idiotizado.

—"Gracias... por el lengüetazo" —me volvió a sonreír.

—"No hay de qué" —me encogí de hombros —"Me sale natural"

Ella ladeó la cabeza y dió un paso hacia mí.

Y yo tuve que acumular toda mi fuerza de voluntad para no retroceder al mismo tiempo.

—"¿Un zorro?" —subió su mano y tocó la parte de la máscara en dónde estaban las orejas, luego bajó a los bigotes.

—"En todo su esplendor..."

—"Inceíble... Yo también quiero ser un zorro y no la chica con el antifaz, con el poder de dejar ciegos a todos sus invitados si le da el Sol"

Alguien la llamó, y cuando se giró para irse, un impulso me hizo sujetarla de la muñeca y regresar sus pasos.

—"T-Tengo algo más para ti..." —solté.

¿Ahora soy un zorro tartamudo?

Creía que eso ya había quedado atrás hace mucho... oh, Dios.

—"¿Una mordida? ¿O vas a dejarme quitarle la piel para hacerme un abrigo?" —se la pensó un poco —"Lo último es obviamente una broma. Pero sonó genial ¿Huh?"

—"¡De haber sabido que con una mordida bastaba para dejar mi nombre en alto y cumplir con todos los protocolos!" —me quejé —"Lamentablemente es algo mucho menos interesante" —le extendí un envoltorio —"Un comodín. Porque cuando no se conoce a alguien del todo, uno tiene que apostar a lo seguro y eso lo vuelve aburrido me temo"

—"Oh..." —lo tomó y observó el papel con el que estaba envuelto.

—"Puedes abrirlo si quieres..."

—"Oh, no. No debería... La señora Robinson" —se corrigió —"Madre, me mataría"

—"No te hagas expectativas tan altas, que estoy seguro de que te decepcionarías"

Entonces ella, me jaló del abrigo, para susurrarme al oído:

—"Arruíname la sorpresa. Soy muy mala adivinando"

No quería hablar porque sabía que en cuanto lo hiciera, se rompería el contacto.

Y aquello era lo más que Sophie Robinson se había acercado a mí, porque cuando no llevaba la máscara y sabía quién era, tendía a repelerme.

Pero bueno, no íbamos a poder estar así para siempre.

Así que finalmente se lo dije:

—"Un libro"

Ella sonrió.

—"Es casi el regalo Perfecto..."

Entonces la volvieron a llamar.

—"Si volvemos a estar a solas, señor zorro, le prometo explicarle muy bien por qué casi" —dicho eso, desapareció a lo largo del pasillo.

Y yo no pude hacer más que ver como se alejaba.

¿Por qué cada vez que interactúo con Sophie Robinson me gusta más que antes? —pensé.

¿Y por qué cada vez que la veo, vuelvo a confirmar que ella no tiene idea de quién soy?

Suelto una carcajada al darme cuenta de lo patéticos que me resultan mis pensamientos y sentimientos. Ambos, por igual.  

Y, por supuesto, me encargué de tener una segunda interacción, esa misma tarde.

Tenía algunas cosas que preguntarle como "El señor zorro"

Sucedió en un juego simple... unos se escondían en el jardín, mientras otros buscaban.

Así que mi forma de esconderme, fue ir a donde se escondiera ella.

Y cuando parecía estar más perdido que nada, sentí claramente como me jalaban por la manga de la gabardina, y así sin más: estábamos los dos ocultos dentro de un armario que estaba en la bodega de la jardinería.

Ella mirando por la apertura de la puerta a medio cerrar.

Y yo mirándola a ella...

—"Es un buen escondite" —susurré.

—"¿De verdad lo piensas?"

—"Lo sé" —observé el jardín por el mismo lugar por el que lo hacía ella, situándome a su espalda —"Es tan buen escondite, que pienso que acabarán de jugar y no nos habrán encontrado"

—"Es mi talento natural" —me dijo sin mirarme —"Esconderme tan bien, que todos se olvidan de mí"

Ha...

Yo no podría olvidarme de ti.

Ya lo intenté y estoy aquí intentándolo, pero... no deja de salirme bastante mal.

Dió la vuelta hacia mí, y cuando se percató de nuestra proximidad, intento retroceder un paso, pero no pudo hacerlo del todo, porque el fondo de madera se lo impedía...

—"Oh..."

Sí, oh...

—"¿Piensas que deberíamos ir a otro lado, para que tengan posibilidad de encontrarnos?" —los nervios se habían apoderado claramente de su voz.

—"No" —respondí con toda sinceridad —"Pienso que si uno juega, debe jugar a ganar. Y no veo por qué dejárselas fácil... simplemente hay que estar atentos, y voltearles la jugada cuando dejen de buscar"

Sus ojos miraron muy fijamente a donde ella creía que estaban los míos.

—"Tan astuto como un zorro..."

—"Tal vez no es un disfraz"

Enredé un par de dedos entre un mechón de su cabello y me lo llevé a los labios.

Ella se puso claramente nerviosa.

No sé cuánto duran los encantamientos, pero éste necesita acabar

—"Dime, Sophie Robinson..."

—"¿Hm?"

—"¿Como te ves de anciana? Cuando tu cara bonita ya no te sirva para encontrar a un buen partido, cuando tú cabello negro se salpique de blanco, y las arrugas te corten la piel..." —le di dos vueltas más a mis dedos, en su mechón de cabello —"¿Como te ves? ¿En una casa que parezca palacio? ¿Rodeada de riquezas? ¿Contemplando el invierno más frío y cruel de todos, del otro lado de la ventana, como si fuera un espectáculo de Navidad?"

El silencio reinó entre nosotros unos segundos, tal vez un poco más.

Responde a la pregunta imposible para que pueda liberarme de ti.

Déjame ver en la profundidad de tus deseos las mezquinos... todos tenemos unos cuantos.

Su respuesta interrumpió de tajo mis pensamientos.

—"Ciega" —respondió con toda seguridad.

Entonces fue mi turno de soltar una carcajada.

—"¿Que clase de respuesta es esa?"

—"Oh, pero señor zorro, le juro que lo voy a estar"

—"¿Por qué? ¿Por qué algún adivino mediocre te lo dijo?"

—"Porque voy a sacarme los ojos... Bueno, voy a hacer que me los saquen. Voy a buscar a un muy buen médico para que le ponga mis ojos a un niño ciego de nacimiento." —su voz no flaqueó —"Esta claro que mi padre se asegurará que yo tenga un matrimonio bueno en el que él también puede tener su rebanada de pastel. Así que para cuando sea vieja, ya habré visto suficientes cosas bonitas... probablemente ya estaré cansada de ver tantas... y me gustaría tener una forma de darle las gracias al mundo por todo lo bueno que tengo, pero una de verdad"

No supe que decir.

Yo siempre he tenido algo que decir; ya sea para adular, para mentir, para sacar de sus casillas a alguien... pero ahí mismo parecía que la vida estaba fabricando un extraño patrón.

Uno que me gustaba.

—"Oh... por cierto, me encantó el regalo" —se tocó la barbilla con su mano —"Orgullo y Prejuicio es de mis favoritos"

—"Prometiste explicarme el casi..." —le recordé.

Pensé que no me importaba saberlo, pero mientras más decía, más quería saber...

Se mordió los labios antes de responderme:

—"Últimamente yo... estoy aprendiendo a leer en braille. Quiero leer todo de esa forma a partir de ahora" —soltó un suspiro largo y se abrazó a sí misma—"No se me da bien, de hecho se me da muy mal, ¡Dioses! ¡Creo que nunca en la vida había sido tan mala en algo como en esto! ...Pero, eso solo hace que me den más ganas de hacerlo. Soy una terca"

Y no sé por qué lo hice.

Sólo sé que tenía el corazón a todo lo que daba.

Y que me levanté un poco la máscara que traía puesta y... la besé.

Tal vez yo también era un terco.

Fue un beso, rápido, inseguro, un impulso.

Puede que ni siquiera haya durado un segundo.

Ella ni siquiera tuvo tiempo de cerrar los ojos al momento, pero lo hizo después... la vi hacerlo.

Y luego observé el largo de sus pestañas, mientras sentía en la piel de mis labios, el calor de muestra respiración mezclada.

No me molestaría sentir las puntas de aquellas pestañas haciéndome cosquillas en la cara.

No me molestarían muchas cosas...

Tragué grueso.

—"Este es el momento en el que se supone que debes abofetearme" —susurré.

—"Ah..."

—"No me moveré" —le dije mientras levantaba su mano, a la altura de mi mejilla.

Ella abrió los ojos.

Volvió a estudiar las líneas y piedras que decoraban la máscara que traía puesta.

Y musitó un casi inaudible:

—"Que máscara tan bonita..."

Después salió corriendo.

Pero a mí mis rodillas no me respondieron.

Supongo que, cuando se trata de tu primer amor, importa poco la edad que tengas, porque igual estas completamente condenado a actuar como un imbécil.

—"Ehhh... Slater..." —Unas cuantas salpicaduras de tinto, me manchan la camisa. Recordándome de inmediato con quienes estoy, y por qué estoy aquí.

Esbozo una sonrisa.

Y espero a que hable.

—"¿Es cierto lo de las mucamas?"

Echo a reír.

—"Un caballero no tiene memoria..." —le doy una respuesta trillada, para cabecearlo un poco, después de todo, es justo lo que pretendo.

Ya que el mejor amigo del hijo mayor de los Wilburn es una pieza fundamental en mi juego.

—"¡No me vengas con esas, Slater! ¡Toda la servidumbre de la casa de Grey, no ha dejado de hablar de eso!"

Así es.

El nombre de el hijo mayor de los Wilburn, es Grayson Wilburn; Grey.

—"Bueno, tampoco es como si me hubiera tirado a toda la servidumbre de la casa, eso ya es algo exagerado..." —sonrío.

—"¡Ah! ¡Pero admites que si te has tirado a alguna!"

Me encojo de hombros.

—"Son anécdotas, bastante mundanas sí las comparo con las suyas..."

—"¡Cuéntamelo todo!" —enrosca su brazo alrededor de mí y comienza a caminar.

Salimos al jardín y aquí es cuando su cuerpo se vuelve más pesado.

Lo miro de reojo con aburrimiento.

No era nada que no me esperara.

Después de todo, la droga que puse en su copa cuando no estaba mirando, tiene un efecto mucho más veloz al aire libre.

Eso, sin mencionar que aunque no es un bebedor empedernido (cosa que dificultó del todo que no pudiera simplemente; emborracharlo), el efecto de la sustancia es a simple vista: el mismo que el del alcohol.

Y ya que todo mundo me vió rodeado de jóvenes y brindando una y otra vez, como si su vida dependiera de ello, no quedó más que como un buen samaritano, cuando hago lo siguiente:

—"Lamento importunarlo, señor Robinson" —me dirijo a su círculo íntimo de amistades, con mi mejor cara de preocupación puesta —"Pero mi amigo se ha pasado de copas, y creo que necesita con urgencia de un lugar en el cual descansar"

—"Por supuesto que sí" —me responde, y después me manda directo a su estudio.

Ya estando ahí, recuesto al mejor amigo de Greyson Wilburn y procedo a esculcarle la ropa.

Después de todo entre beso y beso, y entre copa y copa, puede que a las dos mucamas que trabajan directamente con el, se les haya salido decirme que es él y no sus padres, el que tiene trato directo con los comancheros.

Y puede que también me dijeran, que solo existe una copia más de la llave que abre las puertas del estudio de Greyson a Wilburn, y que el que finge ser su mejor amigo ante todo el mundo, a pesar de que todos los que le conocen bien saben que es más que eso, es nada más y nada menos, el que siempre lleva una copia encima.

No tardo mucho tiempo en dar con la susodicha llave.

Y en cuanto la tengo en mis manos, procedo a meterla dentro de una masa de almidón que traigo en un frasco, para hacerme con mi propia copia sin que desaparezca la suya.

Esa llave no puede desaparecer, sería demasiado arriesgado.

Lo que sí puede desaparecer es su reloj.

Así que lo tomo para tener un pretexto creíble para volverlo a ver pronto, de ser posible, cuando esté de visita en la casa de los Wilburn.

Después de todo, ¿No es cosa también de caballeros regresar algún bien que se le haya extraviado a su desafortunado dueño, mientras no estaba en sus 5 sentidos?

Quiero decir, que su único pecado ha sido ese de disfrutar de más una fiesta.

—"Té de lavanda o de menta, mi estimado Armand" —le susurro al oído antes de incorporarme.

Al ser un lector compulsivo, que sobretodo lee por estrés, tiendo a acumular montones de datos innecesarios dentro de mi cabeza.

Uno de ellos es que todo lo que escuchas mientras duermes, se queda grabado en tu memoria.

Y ya que andamos en estas, pienso que no es mal momento para comprobarlo.

...O para desmentirlo.


*****
Myriam

Ha sido una semana extraña...

Sophie ha sido confinada en la tienducha de los prisioneros.

No sé qué hizo.

Nadie dice nada.

Y tampoco hacemos preguntas, aunque pienso que todo mundo sabe más de lo que yo sé.

Me dejan visitarla dos veces al día.

De hecho, me obligan a hacerlo... para llevarla a caminar, a asearse y a hacer sus necesidades. Todo el tiempo bajo los ojos bestiales de alguno de esos indios.

—"Un acto de afecto"

Así le ha llamado la princesa Kwahadi, a lo qué pasa con Sophie.

—"Tu hermana ha cometido una falta al respeto y mi esposo ha decidido darle una lección" —me dijo mientras le cepillamos el cabello, hace unos cuantos días —"Normalmente una falta de ese tipo se castiga con azotes, o se deja sin agua, no comida, y no hablemos de salir a caminar o asearse. Pero a tu hermana no se le ha privado de ninguna de esas cosas y ese es un acto de afecto hacia mí, porque es mi esclava y mi regalo. Simplemente estará confinada hasta que mi esposo decida lo contrario" —después cambió de tema así, sin más, como si estuviera hablando del clima o eligiendo un postre —"¿Qué color lleva mi esposo en sus plumas el día de hoy?"

Kajika da un paso al frente, sosteniendo el cofre de aluminio en el que Winona guarda todas sus horquillas.

—"Verde, mi señora"

—"Ah... el verde siempre se me ha visto muy bien" —entonces me mira de reojo —"Escoge para mí tres horquillas de color verde, Cabeza de hierva seca"

Aprieto los dientes, pero por lo demás, mis labios aparentan una sonrisa gentil, y cuando escojo con cuidado de entre todas las horquillas, y le muestro con las manos extendidas mis elecciones, ella parece satisfecha.

Así que comienzo a colocárselas en su complicado peinado de trenzas.

Las trenzas van al estilo inglés, son de cuatro gajos y las he hecho yo.

Y a ella parece gustarle como le arreglo el cabello.

—"Hay una horquilla de jade y plata ejtrw todas esas..." —me vuelve a hablar Winona —"¿Por qué no has elegido esa, Cabeza de hierva seca?"

Sé de que horquilla habla.

—"Me parece la más bonita de todas..."
—le digo con toda sinceridad —"Pero no hay ninguna otra que le vaya a juego, por eso no la he escogido. Porque aunque es hermosa, luciría muy solitaria"

—"Tienes razón Cabeza de hierva seca" —sus ojos se deslizan a Danae —"Saca la horquilla de jade" —después me vuelve a mirar a mi —"Y tú, extiende las manos" —agrega —"La llevarás a la tienda de mi esposo y le dirás lo siguiente: a nuestra señora le gustaría poder combinar esta horquilla con tus plumas"

Hago lo que me pide, y salgo de ahí con mi encargo envuelto en un pedazo de ante.

La tienda del indio de los cuernos está cruzando el arroyo que parte en dos el campamento, y ahí también hay una especie de estanque que se forma del mismo.

Debes cruzarlo de un salto cuando vas a la mitad del camino, porque después se ensancha bastante y es imposible hacerlo.

No se les ha ocurrido fabricar un puente o algo parecido, pero no me sorprende dado que son completamente incivilizados.

Y aunque intento ir lo más rápido que puedo, nunca falta el indio que me jala el cabello para ver si se siente igual al de ellos o que me pellizca la piel.

Debido a eso tengo un montón de moratones en los brazos.

Cuando estoy frente a la tienda, me quedo congelada a unos pocos metros de la entrada.

¿Y como se supone que debo llamarle o que cosa tengo que decir?

¿Y si lo digo de una forma que no me gusta y termina amarrándome al mismo palo horrible al que tiene amarrada a Sophie?

¡Ay, no!

¡Dios, es que no me lo tomes a mal, pero aunque me preocupa un poco la iguana, ella es tonta y yo soy más lista!

Me lo pienso un poco, y lo intento con lo mejor que se me ocurre:

—"Hooolaaaa..."

No hay respuesta.

Me aclaro la garganta y lo intento una vez más.

—"Hoolaaa... ¿Hay alguien ahí?"

Pero antes de que pueda decir o hacer cualquier cosa, alguien arranca el envoltorio de ante que tengo en las manos, y pronto me veo rodeada por cuatro de esos horribles y salvajes animales.

Siempre se me olvida que una de las cosas que los caracteriza es que no hacen ningún sonido cuando caminan, y lo peor es que ninguno de esos es el esposo de Winona.

—"¡Oye! ¡Devuélveme eso!" —intento recuperar el envoltorio, pero el que me lo quitó, lo mueve de forma burlona frente a mis narices, valiéndose de su altura.

—"Ah, la herbi de cabello amarillo" —suelta el indio, mientras lanza el envoltorio por los aires, para que otro de ellos lo atrape.

—"¿Qué es esto? ¿Lo robaste?" —quiere saber el indio que lo tiene ahora, mientras lo desenvuelve.

—"¡Por supuesto que no!" —intentó quitárselo, pero sus pies son demasiado rápidos, y lo único que provoco es una nueva oleada de risas.

—"Esto no se ve como algo que alguien como tú debería tener..." —se burla.

Y tengo ganas de decirle que yo he tenido cosas mucho más bonitas que esa...

¡Y que sí se lo hubiera pedido a mi padre, me habría dado hasta 50 de ellas para regalárselas a todas mis amigas y enemigas con las que era importante quedar bien!

Y que en el mundo de los blancos, esa triste baratija no vale ni la décima parte, que lo que vale el arete de esmeraldas y diamantes que mi hermana guarda entre sus cosas, pero me contengo.

Así que en cambio digo:

—"¡Eso es por qué no es mío! ¡Simplemente me han pedido que se lo lleve a alguien!"

El Indio da una media sonrisa, y me hace la finta de que por fin me lo va a dar...

Se ve un poco más joven que los otros, más niño...

Como de la edad de Sophie.

Un chico con el cuerpo de un hombre pero con la cara demasiado aniñada.

Y cuando las puntas de mis dedos apenas y rozan la horquilla, el maldito animal se gira, y se lo arroja a un tercero, mientras dice.

—"¡Atrápalo, Nobah!"

Este último lo atrapa sin mirar.

Y en cuanto mis ojos recaen en su figura, un escalofrío me recorre por completo.

No.

No, Myriam.

¡No!

No pienses en eso ahora. Pudo ser cualquiera y este es el peor lugar para derrumbarse.

Eso es lo que me digo pero de igual manera mi cuerpo comienza a temblar.

—"Podrías perder una mano si estás mintiendo herbi" —suelta ese al que llaman Nobah, mientras admira la joya a contraluz.

—"N-" —pero la impresión no deja que mi voz salga. Cierro los ojos unos segundos para intentar tranquilizarme y los vuelvo a abrir —"No e-estoy m-mintiendo"

El indio joven se acerca a susurrarme por la espalda.

—"También puedes pedirlo de una buena manera ¿No quieres?" —y cuando levanta el brazo, la horquilla vuelve a volar de regreso a él.

—"Es mejor que me lo regreses ahora. En este preciso instante" —mi voz sale apenas en un susurro pero sé que el animal me ha escuchado perfectamente.

Y aquello lo confirmo, en cuanto se echa a reír.

Después me clava su mirada oscura y exótica, y con un movimiento rápido de dedos, lanza la horquilla por los aires... y esta cae directo al estanque.

Después se gira hacia mí, con esta misma sonrisa burlona, mientras los otros se burlan.

—"Ah... se ha caído..." —suelta.

Y yo avanzo hasta el borde del estanque, con la esperanza de que haya caído del lado poco profundo.

No me da miedo el agua.

Padre contrató a los mejores instructores y aprendí a nadar desde que vivíamos en Inglaterra.

¡Ajá! ¡Ahí está!

Comienzo a quitarme las botas y la túnica gruesa a sus espaldas, y decido quedarme únicamente en fondo.

No deja absolutamente nada a la imaginación, pero no pienso quedar completamente desnuda y por voluntad propia, frente a ninguna de estas asquerosas alimañas.

—"Tal vez ahora sí quieras pedirlo de una buena forma..." —vuelve a hablar el indio joven.

Y yo le contesto en automático.

Como solía contestarles a madre y a padre cada que me pedían que hiciera algo de una buena forma, a pesar de que no les estuviera prestando atención en absoluto:

—"Por favor" —y después de decirlo salto de un clavado Perfecto. Calculando exactamente dónde está la maldita baratija por la que definitivamente no pienso perder una mano.

Mis dedos no tarda en dar con ella.

Y emerjo victoriosa de las aguas, con la mano.

Cuando me pongo de pie, y observo como los tres me miran con ojos lascivos, procedo a ponerme encima lo que me quité y les paso de lado, susurrando un:

—"Y gracias."

Cuando estoy a unos pasos, ellos vuelven a reírse y a decir cosas en ese idioma terrible en el que hablan.

Pero uno de ellos me alcanza para decirme que el guerrero de los cuernos está con los prisioneros, y me dice cómo llegar.

Yo ni siquiera volteo a verlo, pero se me quedan muy bien grabadas sus palabras y nunca he sido de las que se pierden.

Cuando llego a donde me dijo que están los prisioneros, me encuentro con una escena sumamente extraña.

El hombre blanco que vimos hace no mucho, está amarrado a un tronco, con la cabeza de lado y complétame ensangrentada, aunque ya es sangre seca. Sus ojos están abiertos y su pecho sube y baja con mucha dificultad.

Se me ponen los pelos de punta.

Y más aún en cuanto me doy cuenta que a unos metros de ahí están el indio de los cuernos y ...Sophie.

Ella tiene las manos a su espalda, atadas a un tronco cortado, sentada sobre sus rodillas y usando ropa que le queda demasiado grande pero que se ve abrigadora.

Su expresión es extraña.

Ida.

Como esa que pone cada que la golpeaba con una vara mamá, para castigarla por decir o hacer cosas que pidieran poner en vergüenza a nuestra familia.

Y cuando se dió cuenta de que no funcionaba, comenzó a asesinar a sus mascotas.

Primero a sus peces.

Después a sus canarios.

A una tortuga.

A un escarabajo enjoyado que le trajo padre del Medio Oriente.

Y cuando le prendió fuego a Rufus, nuestro gato, lloramos las dos.

Aunque yo fingí diciendo que sí tenía los ojos hinchados era por culpa de un chico.

Paso saliva muy lento.

El indio tiene una mano enrollada en el cabello de ella y lo observa, con algo parecido al enfado.

Me aproximo asegurándome de que mis pasos suenan lo suficiente y él levanta la mirada.

Y me clava esos ojos que se parecen mucho a los de un felino muy grande.

Entonces le extiendo la horquilla y le explico el motivo por el que estoy ahí.

Él enarca una ceja, y se pone de pie, no sin antes jalar la cabeza de mi hermana, y decirle al oído, con las palabras llenas de desprecio y la mandíbula tan apretada que se le marcan los músculos que la enmarcan:

—"Si intentas algo, lo pagará tu hermana"

Eso hace que Sophie vuelva en sí.

La he visto hacerlo unas cuantas veces... sus ojos pasan de opacos, a más brillantes, hasta que su mirada recupera toda su luz habitual.

—"M-Myriam..."

—"Sophie..."

El indio agarra un guaje lleno de agua y lo pone en una de mis manos.

También me arrebata la horquilla antes de irse.

Y yo procedo a darle de beber a mi hermana.

—"Estas empapada" —observa.

—"Son gajes del oficio"

—"Te enfermaras si no te secas..."

—"Preocúpate por ti" —le acercó de nuevo el guaje —"Y bebe más agua"

Ella niega con la cabeza.

—"Ya tuve suficiente" —su voz esta muy débil —"Dale un poco a él... por favor..."

Para mí sorpresa el hombre responde:

—"No lo hagas. Yo ya estoy muerto de todas formas..."

—"No lo escuches y dale de beber..."

—"Y si tú hermana sigue jugando al mismo juego tonto, también estará muerta muy pronto..." —cuando tose, escupe sangre.

—"¿Que quieres decir?" —pregunto.

Una media sonrisa se dibuja sobre sus labios que han sido molidos a golpes, y también le faltan pedazos de algunos dientes, como si se los hubieran arrancado.

—"Que ese indio se ha obsesionado con ella..." —suelta —"Y que la matará antes de que esa obsesión se haga demasiado fuerte"

Vuelve a escupir, y luego tose otra vez y le escurre más sangre.

—"Los guerreros Comanche suelen hacer algunas incursiones al año; de comercio, de política, de guerra..." —comienza a decir —"Normalmente solo van los guerreros, sin mujeres. A no ser que sea alguien importante, como una primera esposa... o un ángel. Esa puede ser su única oportunidad"



Nota de autor: Holiiii boliiiis✨

Espero que les haya gustado el capítulo.

Sigo mega enferma, pero prometí que actualizaría antes y me estoy esforzando por hacerlo 😅

Y como dije, diversos narradores, dan pie a que conozcamos a diversos protagonistas.

Sé que muchas están esperando el chaka chaka de Lydia y Kai 🔥

Falta poco, es solo que lo quiero complicar un poquito más...

Dedico este capítulo a mi hermosa amiga y también lectora: shadows_dusk

Y a JMarWazowski que está despierta y solo por ella estoy actualizando ahorita 🙈✨

💕💕💕💕

Muchísimas gracias por todo el apoyo 🥺✨

Recuerden que cada pequeña estrellita ayuda a posicionar a esta pobre escritora vagabunda 🥲💕

Marluieth.

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