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10. Los Russel



"—¿Quién te ha hecho esto? ¿Ha sido él?
—Eso no es asunto tuyo.
—Ha sido él.
—No deberías estar aquí, Kai. Es peligroso... Tienes que irte.
—Lo mataré por esto. Los mataré a todos.
—¡No! ¡No puedes arreglarlo todo, matándoles!
—Sí. Muy rápido."

—Un diálogo futuro. Tal vez, a lo mejor, quizás... o quizás no.
¿Ustedes qué piensan?




Lydia

Ha pasado casi una semana desde que lo qué pasó con aquel hombre; el prisionero.

Desde entonces... nada.

Las otras chicas dicen que por las noches,  se escuchan los gritos de alguien a orillas del campamento, y una de ellas (Kajika) nos dijo que una madrugada vió cómo Kai Índigo se limpiaba un montón de sangre que había salpicado en sus cuchillos, sobre sus pantalones de antes... Ella cree que en el mejor de los casos le han estado arrancando las uñas para obligarlo a hablar.

Y que en el peor, hay muchas cosas que se le pueden mutilar a una persona, pero que no implican que muera: orejas, párpados, lengua, orejas, la punta de la nariz.

Cuando vió la cara de espanto de Myriam, no quiso ahondar en más detalles.

Por mi parte, yo sí que le pregunté una cosa más:

—"Kai... ¿Índigo?" —ladeé la cabeza un poco —"¿Es algo así como un apellido?"

Kajika se echó a reír.

—"Oh, cariño..." —sus hombros seguían acudiéndose por la carcajada —"Es mucho peor que un apellido"

Myriam no ha dejado de verse una y otra vez las uñas desde entonces, con los ojos tan abiertos que parece que en cualquier momento van a convertirse en canicas y a salírsele de la cara.

—"Dios..."

—"Ayer volví a salir de madrugada por encargos de nuestra princesa Kwahadi" —nunca le hemos preguntado a Kajika que clase de encargos son esos, ni ella nos lo ha dicho, pero todas nos imaginamos lo peor —"Y no escuché ningún grito esta vez" —añade—"Así que probablemente funcionó. Alguna de las cosas que le hicieron, para hacerlo hablar"

Esta vez es mi mirada llena de horror la que la hace reírse.

Oh Dioses... ojalá que si haya funcionado.

Las heridas y los golpes, duelen mucho más en Invierno.

Y... ahora ya está haciendo mucho frío.

—"Igual lo van a matar " —le dice Kajika a la esclava de rasgos indios, se llama Danae, y pertenece a los Mohawk.

O pertenecía...  hasta que terminó siendo motín de guerra en un enfrentamiento.

No habla mucho de su pasado.

No habla mucho en general.

—"¿Como? ¿Aunque les diga lo que quieren, lo van a matar?" —pregunta Myriam.

—"La única razón por la que no lo han matado todavía es porque no se los ha dicho. En cuanto lo haga, ya no les sirve" —Kajika se encoge de hombros —"Ellos son prácticos. Y no pienso que sea mejor lo que hacen los blancos; eso de tener a los prisioneros encerrados, pudriéndose entre sus propios orines... hasta que se mueren de alguna enfermedad o de viejos..."

—"Tú me dijiste que los Kwahadi nunca rompen su palabra" —le recuerdo, mi voz esta llena de indignación.

—"Y no lo hacen, al menos yo nunca los he visto hacerlo. Pero tampoco los he visto nunca hacerle una promesa a un blanco" —sonríe —"Y los blancos nunca les exigen promesas, porque como las de ellos no valen nada, piensan que eso mismo aplica para todos"

No sé qué tipo de cara pongo pero Kajika se echa a reír otra vez.

—"¡¿Como es que puedes reírte?! Eso que dices es horrible..." —Me muerdo los labios —"Es como... como si estuvieran jugando con él... como si..."

—"¡Es lo mismo que sí le mintieran!" —agrega Myriam, que ha vuelto a fijar la mirada en sus uñas y  veces parece que es a ellas a quienes les habla.

—"No" —la voz de Danae nos obliga a callarnos. Habla muy poco, y escucharla hacerlo nos sorprende y nos obliga a girarnos hacia ella—"Los Kwahadi no mienten" —después continúa haciendo lo que hacia antes de que comenzáramos a hablar y nos da la espalda.

Y yo busco los ojos de Myriam, pero cuando me doy cuenta de que ahora se muerde las uñas con la mirada perdida, decido observar el paisaje por una pequeña rendija que se hace entre las costuras de la tienda.

Las gotitas de rocío se congelaron antes de que la gravedad las hiciera caer.

Y ahora se ve como si todos los árboles  tuvieran pequeñas espinas translúcidas en sus ramas.

Ah...

Me abrazo a mi misma.

Nunca he sido una persona precisamente resistente al frío.

Y desde que llegué aquí, no he dejado de pensar que éste será mí peor invierno de todos.

Aprieto los ojos con fuerza un par de segundos, para ahuyentar el pensamiento, y después vuelvo a mirar a Myriam, que parece que ya salió del transe y se está intentando hacer una trenza de lado, utilizando como única herramienta de belleza, los dedos de sus manos.

Cabeza de Hierba Seca: así le ha puesto Winona.

Decidió que no le llamaría simplemente; rubia, porque más adelante le gustaría tener más esclavas rubias.

Se lo dijo a Kai delante de nosotras, como si le estuviera pidiendo un nuevo collar, ropa, o zapatos, y éste último le respondió asintiendo.

Paso los dedos a través de las cortinas de mi propio cabello y me encuentro un montón de nudos tan grandes y tan fuertes que estoy segura de que en cualquier momento pueden cobrar vida, o lo que es peor... albergarla.

Ewww.

—"¡Oh, no! ¡Myriam! ¿Crees que deberíamos raparnos la cabeza hasta que nos brille el coco, como Britney en el 2000? ¡En estas circunstancias hasta tener cabello puede ser muy peligroso! ¡Terriblemente peligroso!"

Ella arquea una ceja, y me mira como Miranda Presley mira a Andy durante casi toda la película de: El diablo viste a la moda... que es básicamente como me mira todo el tiempo.

—"¿Como... quién?"

Oh...

Sí.

A veces se me olvida que no puedo hacer el payaso con Myriam, porque nunca entiende mis referencias.

Y siempre que intento hacernos reír para aliviar la tensión, termino con ella pensando que deberían meterme a un internado de monjas cuanto antes porque se me metió el chamuco... otra vez.

Como aquella ocasión en que en uno de los cumpleaños de Sabrina, vimos pasar a una estrella fugaz, y mientras todas las señoritas juntaban sus manos y pedían deseos, yo me llevé las manos a la boca y dije:

—"No lo sé Rick... También podrían ser armas letales de países más desarrollados, que están usándonos como conejillos de Indias para probar sus armas, antes de iniciar una guerra y conquistar el mundo. Así que el único deseo que voy a pedir es morir con la cabeza aún pegada a mi cuello, en vez de que la sustituyo un misil radioactivo."

Obviamente nadie se rió.

Bueno, Myriam sí que lo hizo.

A las dos semanas.

Cuando la señora Robinson, me obligó a salir al jardín en camisón, para que un párroco me golpeara el cuerpo con las ramas de una palmera, mientras rezaba padres nuestros hasta que se metió el Sol.

¿En qué estaba?

Ah, sí.

Britney Spears.

—"Es una... hum..." —no puedo decirle que es una cantante mundialmente famosa porque en esta época todavía no hay cantantes mundialmente famosos. Y ni siquiera estoy muy segura de que las personas ya conozcan todas las partes del mundo. Así que intento improvisar lo mejor que puedo, cosa que he de decir que se me da bastante mal, y sobretodo si estoy bajo presión: —"Es una... una... ¿P-Persona? ¡Sí! ¡Eso es! ¡Es una persona!"

Yo tengo cara de: He encontrado la cura de todas las enfermedades mortales que existen y ha sido en cuestión de segundos.

Y Myriam tiene cara de: Oh Dios. Otra vez no, por favor.

Sacudo la cabeza.

—"El punto es que su vida se volvió muy difícil, así que un día decidió cortarse todo el cabello... Supongo que así su vida ya no iba a ser tan difícil. Y como muchas personas la conocían y admiraban, fue toda una noticia, ¡Y marcó la historia! ¡Las mujeres comenzaron a cortar su cabello para cerrar ciclos! ¡Para probar su punto! ¡Para superar desamores! ¡Como una rebelión!"

—"¡Por Dios Santo! ¡Que locura! ¡El día en que decida cortarme el cabello por el mal querer de un hombre, será porque he dejado de llamarme Myriam Robinson!"

—"Bueno. Pero sí lo piensas detenidamente, en realidad ya has dejado  de llamarte Myri—"

—"¡Cierra la boca, Sophie!" —me lanza un montón de polvo que sacudió de su manta, provocándome un ataque de estornudos que no tiene pinta de acabar—"¡Dios mío! ¡Tan calladita que te veías en casa! ¡Tantas tardes enteras encerrada en tu recámara! ¿¡Quien hubiera imaginado que era porque te esforzabas en ocultar que eras así de insoportable?! ¡Y que nunca cerrabas la boca! ¿Con quien hablabas ahí dentro? ¿Con tus montones de zapatos desgastados?"

—"No siempre, solo a veces. Los zapatos no son tan buenos conversadores... los bichos son mejores. Puedes imaginar que te contestan e inventar tus propias reglas, como que si mueve las antenitas significa que dijo que , y si sacude sus alitas es un rotundo no" —admito como si fuera la cosa más lógica del mundo, y mi honestidad la hace soltar una carcajada de esas que nos enseñaron muy bien que son completamente inapropiadas para una señorita. Así que se cubre la boca con las dos manos y se aclara la garganta.

No tardan mucho en llegar a por nosotras.

Nos sacan jalándonos con fuerza del lazo que tenemos amarrado al cuello, y nos dejan caer el golpe de una vara larga, en cualquier parte del cuerpo, para contarnos.

El golpe me despelleja el muslo.

Pronto estamos en fila, avanzando hacia la que será nuestra tarea del día.

Es entonces cuando escuchamos una voz que a Bella, a Myriam y a mí nos obliga a detenernos.

Es la voz de un niño, cosa que no es de sorprenderse porque aquí hay muchos.

Lo que nos congela en sitio, es que no está hablando en Comanche, está hablando en...

—"¡Oh por Dios! ¡Sophie! ¡Ese es el hijo menor de los Russel! ¡Está vivo!" —exclama Myriam a mis espaldas, pero inmediatamente se cubre la boca.

¿El hijo menor de los Russel?

¿No se supone que a todos ellos los mataron los indios en un incendio?

El hombre que nos guía, le deja caer un varazo a Myriam por salirse de la fila, pero en un reflejo, me meto entre ellos y me lo da a mí.

Esta vez me hiere el antebrazo.

Después me da dos golpes más, en la cara, por entrometida.

******

Paul Slater

Me despierto con las sábanas revueltas, manchadas con derrames de vino de los despilfarres de noche anterior.

Dos cuerpos femeninos se pierden con el mío.

Las dos mujeres son las mucamas de uno de los sobrinos de un noble inglés, y con esto me estoy jugando mis cartas.

Todas a la vez.

Porque no importa sí es en calidad de cadáver, o si son solo los huesos... yo voy a traerte a casa Sophie.

Pero sí por algún milagro del cielo, vuelves a mí con vida... Dios sabe que en ese momento me juro a tus pies.

Y mientras tanto... oh, mientras tanto querida mía, el show debe continuar.

Una risita juguetona me saca de mis pensamientos, y comienzo a sentir un camino de besos húmedos que se dirigen puntualmente hacia mi entrepierna.

Se me van los ojos cuando la mujer me sujeta el miembro y lo introduce en su boca, para estimularlo.

La erección mañanera me tiene sensible y duro.

La otra mujer duerme al lado de nosotros, con la espalda hacha arriba, y las nalgas descubiertas.

—"Ahhh..." —mi voz es un susurro ronco.

—"¿Te gusta?

—"Decir que me encanta es poco..."

—"Haría lo que sea por ti"

Eso ya lo sé.

Pero no sé lo digo.

Porque no quiero que hagas lo que sea por mí, querida. Hay un par de cosas muy específicas que necesito que hagas —le respondo dentro de mi cabeza, mientras enredo mi mano entre sus mechones de cabello, y comienzo a moverle la cabeza al ritmo que quiero que vaya.

Unos golpes aparatosos a la puerta de mi alcoba, rompen del todo el momento.

—"¡Joven Slater! ¡Lo buscan con urgencia!" —grita una de mis sirvientas.

Tuerzo los ojos, y vuelvo a dirigir la cabeza de la mujer, hacia donde estaba segundos antes.

—"Estoy ocupado... Estoy bastante seguro de que a estas alturas ya no hay una emergencia que no pueda esperar un poco"

—"¡Sí, mí señor! ¡Le diré entonces al Señor Robinson que se ponga cómodo! ¡Y mientras baja, haré que le presten algunos aperitivos!"

—"¡No! ¡Espera! ¡Dile que bajó en seguida! ¡Y tráeme un cambio de ropa!"

Los zapatos de tacón de la sirvienta, bajan a toda velocidad lo largo la escalera, así que estoy casi seguro de no escuchó lo último que dije.

Mierda...

—"Querida..." —Me dirijo a la mujer que sigue devorando mi miembro. Mi voz la hace dejar a medias lo que está haciendo, y contesta:

—"¿Sí?"

—"¿Te apetece retomarlo después?"

—"¿Qué tanto es después?"

—"Si me ves con unos ojos como esos, me parece que demasiado poco"

Ella suelta una risa y rueda sobre sí misma, para permitir que me incorpore.

Así que lo hago.

Y cuando busco mi ropa con los ojos, y veo en las condiciones en las que se encuentra, suelto un suspiro y opto por jalar una bata.

Antes de salir, le hecho un último vistazo a la habitación.

La mucama rubia me guiña el ojo y yo hago lo propio.

La otra sigue durmiendo.

Cierro y me dirigí lo más rápido que puedo a la planta baja, para reunirme con el señor Robinson en la sala de estar.

¿La sirvienta dijo que estaba en la sala de estar?

¿Ò estaba demasiado distraído y eso último me lo terminé inventando?

Cuando repaso la estancia con los ojos, Lo encuentro ahí, con las manos sobre la espalda, contemplando un cuadro al óleo con el retrato de mi padre.

En cuanto escucha mis pasos, habla sin voltearse:

—"Era un hombre formidable"

—"Sin lugar a dudas..."

Se voltea y me repasa de pies a cabeza con una expresión de completa desaprobación y disgusto, no obstante se limita a darme los buenos días.

—"Aunque más bien ya son tardes..." —agrega, mirando un reloj de piso que está justo detrás de mí.

Mi mano viaja por impulso hacia mi costado izquierdo, que es donde suelo llevar mi reloj de bolsillo, pero cuando encuentro únicamente tela satinada y mi propia piel, recuerdo de inmediato como es que voy vestido.

Carraspeo mi garganta con incomodidad y añado:

—"Mis ocupaciones no me han permitido ver la hora hasta este momento"

—"Imagino que no..."

—"¿Gusta tomar asiento?"

—"No voy a quedarme por mucho más tiempo, Slater. Hay otros asuntos que demandan mi... atención inmediata" —responde, pero parece que al final de la oración, elige con mucho cuidado sus palabras—"Siento tener que importunar tan fructífera mañana" —añade—"Por tu apariencia imagino que estabas... bastante ocupado"

No tiene caso negar lo que es evidente, así que opto por sentarme.

—"Lo escucho con atención señor Robinson. Perdone mi falta de hospitalidad, pero no estaba preparado para recibir visitas"

—"Ya. Supongo que en su momento te enteraste de lo que sucedió en la finca de los Russel, hace un poco más de mes y medio"

—"Una tragedia"

—"Un mal negocio" —me corrige—"El Estado les dió las tierras por derecho, pero los malditos indios se negaron a cedérselas. Los Russel inclusive quisieron pagarles por ellas"

—"Eso no lo sabía..." —reconozco.

—"Bueno..." —se encoge de hombros —"Eso acabó mal"

—"Sin lugar a dudas..." —no me queda otra que seguirle la corriente para que diga lo que vino a decir.

Una sirvienta aparece con una charola, con dos tazas y una tetera, y le hago un ademán para que se acerque.

El señor Robinson, rechaza el gesto, pero yo sí que agarro una tasa.

Sus ojos siguen a la sirvienta hasta que sale de la habitación, y finalmente habla:

—"¿Conoces a los Wilburn?"

Bueno. Me estoy acostando con dos de sus mucamas para conocerlos mejor...

Pero por supuesto que no le digo eso.

En cambio respondo:

—"Solo de palabra"

—"Se dice que a veces financian las excursiones de los Comancheros" —se mueve nervioso a lo largo de la estancia, como si supiera algo más—"Por supuesto, no directamente"

Eso también lo escuché.

—"Se dicen muchas cosas de todo el mundo"

Su mirada se endurece.

—"También se dice que un Ranger que pagó para tener su placa pero que no tiene relaciones con el bajo mundo, puede hacer muy poco" —me mira de reojo —"Celebraré mi cumpleaños la semana que viene. La señora Robinson está bastante molesta. Al parecer el luto va de la mano con las ganas de hacer... amistades peligrosas" —se saca un papel con pinta de invitación de la chaqueta y la deja caer con la fuerza suficiente sobre una de las mesas de estar —"No faltes"

Después, sale del salón sin más.

Y yo le doy un sorbo a mi taza de té, mientras fijo los ojos en la invitación.

Y esto, acaba de facilitar las cosas...


*******
Kai

Aún no hemos dado con los hombres que dejaron las huellas de sus caballos con herraduras, en nuestros alrededores.

Y tampoco sé todavía quién es el hombre al que perseguían los Osage, pero esto último, me encargaré yo mismo de que cambie.

Le arranqué todas las uñas de las manos y pies, y también rompí algunos huesos de su mano derecha, pero no habló.

Hoy estoy de nuevo frente a él.

Lo tengo clavado al suelo, con sus extremidades extendidas y atadas a cuatro estacas, y me paso uno de mis cuchillos por entre los dedos, girándolo.

Tengo la espalda pegada al tronco de un árbol, y la mirada fija en el brillo que emite el filo de mi arma a luz de Luna, pero mis sentidos están atentos.

Y él sabe que estoy aquí a pesar de que tiene la vista clavada en el cielo.

—"Habla tosi-tivo" —mi voz rompe el silencio.

—"¿Y que voy a ganar yo si hablo?"

—"Una muerte buena"

Él comienza a reír.

—"Ya. No me lo tomes a mal pero, me parece un negocio bastante malo"

Me incorporo y dejo caer mi pie sobre su pecho con fuerza.

Algo truena.

—"¿Quieres que te enseñe lo que es un negocio malo?" —chasqueo la boca —"La noche es larga" —le advierto.

—"Supongo que no..." —responde, tosiendo—"El problema es que una vez que sepas exactamente quien soy, no solo vas a querer matarme a mí"

—"Hables o no hables, a los que quiera matar, los mataré de todas formas."

—"Tal vez" —responde con dificultad.

Doy un paso atrás y cuando cree que voy a irme, le lanzo el cuchillo directo a la cabeza, y rebano su oreja en un corte limpio.

La fuerza del aullido que lanza lo deja sin voz.

Desentierro el cuchillo y clavo la oreja en la punta, ensartándola.

Luego la paso frente a sus ojos para que vea muy bien como sangra todavía, la sangre le escurre en la cara, y clavo su oreja en la palma de su mano.

La hoja del cuchillo atraviesa su carne y sus huesos hasta clavarse en la tierra, y el hombre tosi-tivo suelta un nuevo alarido.

Pero el sonido que se devora el ambiente, no es el de su voz quejándose... es el grito de una mujer.

Me giro lo más rápido que puedo, lanzando otro cuchillo.

La hoja se clava directo en el tronco que está a lado de ella, cortando bajo su hombro, pero eso no es suficiente para impedir que eche a correr de todas formas.

No llega muy lejos.

Tres zancadas suyas son como una mía, y pronto la pesco del cabello y la estrello contra una pila de rocas.

Su cabello está húmedo. Le cae como una cascada de hondas negras sobre el cuello y el hombro.

Es como si la noche se le hubiera pegado a la piel.

Su respiración va muy rápido.

Siento su pulso en el filo de la hoja que sostengo contra su cuello.

La herida que acabo de hacerle, ya le está tiñendo la ropa del rojo.

Y aunque está temblando de pies a cabeza, sigue teniendo la osadía de clavar sus ojos color madera sobre los míos.

Y emiten una furia que no sabe disimular aunque no habla.

Me quedo un rato observándola.

Su respiración se mezcla con la mía y Siento una especie de calor punzante que me recorre el cuerpo.

—"Gacela..."

También su ropa está húmeda.

Lo que me hace pensar que hace no mucho debió tomar un baño, porque puedo ver con claridad la punta de sus pechos.

Pequeña, rosada...

Aprieto los dientes con fuerza y llega un momento en que no aguanto seguirla mirando y la llevo de regreso hasta donde está el prisionero.

Ni su grito silencioso o su intento por oponer resistencia, hacen la diferencia.

En cuanto llegamos a donde quiero llegar, la obligo a caer frente a mí de rodillas.

Sus ojos van del lugar en donde se encuentra el hombre, hacia mí y reflejan aún más furia que antes.

Y yo siento la misma furia recorrerme por dentro.

Se muerde los labios para tragarse sus palabras, y yo no puedo evitar observar con detenimiento el color que toman.

Sus ojos intentan buscar una explicación, adivinar qué es lo que se viene, y buscan alguna pista a nuestro alrededor.

Afianzo el agarre que tengo sobre ella, y la acerco a mi para hacer que me mire.

—"Esa fue una decisión muy mala" —le hablo al oído. Y dejo que sienta de nuevo, la parte fría de mi cuchillo, pegada a su garganta.

Aquí no hay ninguna fogata, pero la luz de un par de antorchas que dejé cerca, es más que suficiente.

Se dispone a dejar sobre el suelo una rama y una piedra que tomó de algún lado, seguramente pensó en usarlos como arma pero después se dio cuenta de que no servían de nada, y en cuanto los deja caer, la giro y pegó su espalda contra mi pecho.

—"¡Ah!" —su voz me genera demasiadas sensaciones extrañas —"Y-Yo... y-yo no quise..." —no sabe qué decir y yo no quiero que no siga hablando, porque su tono de voz tiene un mayor hechizo sobre mí en la oscuridad.

Una sensación diferente me recorre el cuerpo, en cuanto me llega su olor.

Y todo se intensifica cuando veo la reacción de su piel; completamente erizada.

Y aunque no dice nada, la respuesta de su cuerpo y su respiración rápida, me satisfacen.

Entonces agarró una de sus manos, y se la acomodo de la manera correcta en que se usa el cuchillo.

Con la otra mano, agarro una de las legumbres con las que solemos alimentar al prisionero y la obligo a sujetarla.

Después le hablo de nuevo al oído:

—"El filo persigue los dedos de tu otra mano, pero nunca los alcanza. Se entierra para avanzar y cada que lo hace, tú otra mano retrocede... escapa..." —mientras hablo, obligo a sus manos a moverse como las mías para que sepa como se hace.

Siento su espalda tensarse.

Es angosta pero encaja perfectamente en mi cuerpo.

—"¿Qué tan buen cazador y que tan buena  la presa?" —le hablo tan cerca, que mis labios rozan el lóbulo de su oído —"Si es tan mala presa como tú, gacela, acabarás sin dedos"

Aquello termina rápido.

Me digo a mí mismo que lo he hecho porque ella tiene que volverse útil para alimentar a los huérfanos.

Se queda mirando la cáscara boquiabierta, mientras yo la miro a ella, y más pronto de lo que me gustaría se gira hacia mí.

Se gira hacia mí aunque yo no le he dado permiso para hacerlo.

—"¡Gracias! ¡Oh, Dioses! ¡Muchas gracias!" —sus ojos están brillantes, y sonríe como si no me temiera... esa es una expresión que nunca le he visto hacer a ninguna mujer.

Y mucho menos a una tosi-tivo.

Mis ojos se detienen sobre el balanceo de sus pechos generosos.

Los miro con descaro.

Es una esclava, así que puedo mirarla todo lo que yo quiera.

Puedo hacerle lo que quiera, porque es mía.

Ella se da cuenta y se sonroja.

Se sonroja mucho más que cuando el prisionero tosi-tivo le dijo esas palabras.

Suelto un gruñido involuntario.

Tal vez la próxima vez, debería sacarle todos los dientes.

Ella intenta cubrirse los pechos, pero no la dejo.

En un impulso demasiado primitivo, la sujeto por las muñecas y le abro aún más los brazos.

—"Esclava" —mi voz me raspa la garganta, mientras más cerca estoy de la mujer.

Y a ella le tiembla tanto la suya, que me hace temblar a mí también:

—"¿H-Huh?

—"Dime que cosa son los Ángeles" —por la cara que pone sé que se esperaba que le dijera otra cosa. La pregunta también me toma a mí por sorpresa pero no dejo que se muestre—"Te estoy dando una orden"

Arquea las cejas y se  humecta los labios con la lengua.

Y cuando lo hace, yo muerdo el Carrillo de los míos hasta que pruebo mi propia sangre.

—"¿Por qué quieres saber eso?"

Quiero darle un golpe por atreverse a cuestionarme.

Pero cuando observo su cara a detalle, descubro nuevos golpes, así que no lo hago.

—"Responde" —mi tono no es tan severo como me gustaría, es débil, un susurro, pero la atraigo aún más hacia mí para compensarlo —"Y si no quieres mas cortes en la cara, obedece sin hacer preguntas"

Sus pechos quedan pegados contra mi cuerpo.

Y el mío se endurece.

Se endurece tanto, que duele, y tengo la necesidad de morderme nuevamente el Carrillo, y hacerme otro corte con los dientes.

Pero eso no me calma. Mi dureza palpita y duele, y vuelve a palpitar con más fuerza cada que respiro o que ella me respira cerca.

—"Son enviados de nuestro Dios. Viven en el cielo y tienen alas como los pájaros, grandes y muy blancas. Son bellos... y buenos. Ellos se llevan nuestros mensajes al cielo"

—"Boisa"

—"¿Qué?"

—"Que es algo estúpido. Tú no tienes alas" —le suelto una muñeca y recorro con la punta del cuchillo su espalda, ella cierra los ojos.

Tiembla.

Así que lo vuelvo a hacer para sentir como tiembla esta mujer contra mí.

—"Y-Yo..." —no dejo que hable, porque la tomo del cabello y la obligo a mirarme.

La cara de terror que pone, hace que se me contraigan las entrañas.

—"¿Qué hacia una gacela sola en el bosque?"

—"Nada"

—"¿Oh?" —chasqueo la boca—"Piensa bien tu respuesta, o yo te dibujare las alas que no tienes, con la punta de mi cuchillo en tu espalda"

Su respiración está entre cortada.

Pero aún así clava sus ojos sobre los míos.

No estoy acostumbrado a que una mujer me mire así.

—"Escuché ruidos. Y vine ver si aquí es donde tienes a Jamie Russel. Pensaba golpearte con una roca si le estabas haciendo daño, pero me asusté" —su ceño está fruncido y su mentón levantado —"Y no sé si hubiera tenido alguna oportunidad pero me gustaría no haberme acobardado"

Vuelvo a mirar sus curvas con descaro. A observar la forma de su cuerpo.

Y de pronto, tengo el impulso de voltearla, poner sus manos en el suelo, levantarle la ropa y tomarla ahí mismo.

Quiero derramarme en ella.

Quiero hacerla gritar.

Quiero que grite hasta que se quede sin voz.

Pero no lo hago.

En cambio, recuerdo la estúpida conversación que escuché en la mañana mientras pasaba por la tienda de Winona.

Hablaba con su hermana y confesó que a veces platica con los insectos.

No estoy acostumbrado a reír y no lo hice, pero la sensación que tuve cuando la escuché, fue como si lo hubiera hecho.

Así que me saco un recipiente con miel, que llevo encima, introduzco el pulgar y recorro sus labios con las yemas de mis dedos.

Ella abre mucho los ojos.

Después recorro un corte que tiene en el mentón, y le rompo la ropa para hacer lo mismo con el corte que está bajo su hombro.

Cuando termino le levanto la barbilla y la obligo a mirarme.

—"Tenemos que cuidarte muy bien, porque más adelante tu cuerpo le servirá otros. La primera vez se paga bien. Y yo te estoy pagando ahora por ayudarme a asearme aquella vez" —intenta apartarse pero yo incremento la fuerza de mi agarre—"Pero lo que es justo es justo, gacela. Tú buscaras que te monten cuando quieras obtener algo de algún guerrero" —enredo uno de sus mechones negros entre mis dedos —"Te pagarán bien, como lo hago yo ahora"

Esperaba que se pusiera a suplicar, o a llorar.

Cuando la tengo tan cerca necesito recordarme a mí mismo que está mujer no vale nada.

Pero lo que no esperaba es que fuera a atreverse a darme una bofetada.

El ardor me deja claro que en cuanto dió el golpe, sus uñas me rasgaron la piel, y la fuerza con que lo hizo me volteó la cara.

—"¡Eres un maldito cerdo! ¡Todos ustedes lo son! ¡Son unos malditos violadores que deberían pudrirse en el infierno!" —grita con todas sus fuerzas.

Pero en cuanto se da cuenta de lo que ha hecho, se lleva las manos al rostro.

—"Oh... n-no..." —intenta buscar con sus ojos algún atajo, un escape.

Y cuando da la zancada, agarro su tobillo, la hago caer, después ruedo por encima de ella.

Chasqueo la boca y levanto la mano, para regresarle el golpe y ponerla en su lugar, pero un inconfundible gruñido resuena detrás de mí, y siento como un montón de dientes afilados, se cierran alrededor de mi muñeca, a modo de advertencia.

Cuando ella se da cuenta de lo qué pasa, me saca del cinto uno de mis cuchillos, y lo pone en la piel de mi garganta.

El lobo hembra sigue inmovilizando mi brazo y ella aprovecha eso para empujarme y rodar encima de mí.

Nuestras miradas se encuentran y él lobo, por fin sus fauces.

—"Un movimiento en falso y todo acaba para ti, gacela" —la mano le tiembla.

Todo su cuerpo tiembla.

Pero descubro que no me desagrada tenerla de esta forma tan temeraria, encima de mí.

Y aunque puedo voltearla e invertir los papeles en cualquier momento, no lo hago.

Quiero ver lo que hace...

—"Una promesa" —susurra —"Vas a hacerme una promesa si quieres conservar tu cuello tal y cómo está"

Nunca había visto a una mujer con una expresión como esa.

Mis manos viajan directo a sus muslos y los aprieto con fuerza para mantenerla en sitio.

—"Di lo que tengas que decir tosi-tivo" —le ordeno.

La mirada de la pequeña mujer se endurece.

—"Al pequeño Jamie Russel... no le matarás"

Cuando no contesto, pega aún más el filo de la hoja contra mi garganta.

Puedo sentir un corte.

—"¡Prométeme que no lo harás! ¡Hazlo!"

Me colma la paciencia y es ahí cuando decido girarla, ponerla de nuevo debajo de mí, y hacer que el cuchillo vuele por los aires, hasta clavarse lejos.

—"Este guerrero no le hace promesas a los blancos y mucho menos a una estúpida esclav—" —pero no puedo terminar de hablar.

Siento su mano alrededor de mis testículos.

Y cuando entrecierro los ojos, ella los aprieta con más fuerza que antes.

—"¡Promételo, Kai Índigo!"

Se escuchan las voces de mis hombres cerca y se ven algunas antorchas.

Ella se incorpora de un salto, y vuelve a intentar salir corriendo a toda prisa, pero me pongo en pie a la misma velocidad y la sujeto por el cabello antes de que pueda irse.

—"¡Agh!"

—"¿Dónde quedó tu valor, gacela?" —la jalo del cabello para pegarla contra mí, y abro la otra mano sobre su cintura —"¿Sabes lo que te mereces por lo que acabas de hacer?" —sus ojos se clavan en los míos —"Una muerte lenta. Para ti y para tu hermana" —la última parte es la que provoca que su labio inferior tiemble.

Pero aún así contesta:

—"¿Y qué te detiene?"

Se escucha como se rompen unas ramas por el peso de unos pasos, y cuando la veo girarse, jalo una de las mantas que están en el suelo, y le cubro el cuerpo.

Ella abre la boca para protestar, pero la hago callar pasándole la yema de mi pulgar sobre los labios,

No tardan en aparecer tres de mis hombres.

—"¿Está todo bien? Escuchamos ruidos" —me informa Nobah, que se acerca con una navaja de doble filo en la mano.

Sus ojos están entrenados para andar en la oscuridad y evalúan con detenimiento la situación y luego a la persona que sujeto de la nuca, con una mano.

No puede verle la cara.

—"Le daba una lección a uno de los prisioneros" —le respondo

—"Te ha herido" —su voz suena claramente sorprendida.

Me paso el pulgar por la herida del cuello y me lo llevo a la boca.

—"Ah, sí. Al ratón siempre se le olvida que el leopardo puede comérselo de un bocado. Y también se le olvidan las consecuencias de fallar"

Nobah suelta una carcajada.

Los otros hacen lo mismo.



*

*

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Nota de autor: No sé que decir 🤣

Perdón por actualizar tan lento pero, tengo las defensas muy bajas y siempre que me enfermo, tardo mucho en volver a estar bien.

De hecho sigo enferma 😩

Creo que notaron que puse el nombre de quien estaba narrando al principio de cada corte del capítulo... eso es porque vi algunos comentarios diciendo que les confundía y pues, se trata de que todas disfrutemos y no de que nos rompamos la cabeza... je

Anyway...

¡Mil gracias por leerme! Esta historia me emociona un montón aunque no sé qué voy a hacer con el supuesto enemies to lovers...

¿Y si termino haciendo un enemies to aún más enemies que antes? 🤡

Hahahahaha

Según yo esta sería una historia erótica, y lo será obviamente pero... pero no sé qué pasa con mi cabeza que a todo le pongo sangre, secretos y destrucción 😩

Si les gustó el capítulo, déjenme sus estrellitas por favor 🙏🏻🙏🏻🙏🏻💫 así la historia se posiciona mejor y más personas pueden llegar a ella y leerla.

Las quiero 💕

Marluieth.

PD: Este capítulo lo dedico a itzelheres por siempre, siempre estar ahí y ser la lectora que todo mundo desearía tener 🙈💕

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