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4. Presentimiento

Capítulo 4.
Presentimiento

"Hagamos caso a la intuición. Rara vez se equivoca. Por algo llega en forma de presentimiento."

.

Abrió sus ojos con lentitud mientras sentía el pesar de la luz entrando por la ventana. ¿Cómo había llegado a la habitación si lo último que recordaba era estar finalizando el trabajo de Arthur en la biblioteca?

— Vaya, ya despertaste.— Saludó el castaño con una bandeja de comida en sus manos y colocándolo a un lado de ella.

Lo recordó. Pero, ¿Qué no se supone que debería estar molesto con ella y estar gritando?

— Arthur... ¿Qué sucedió?

— Después de una larga y cansada noche buscando por toda la cabaña tu presencia, logré encontrarte en el lugar menos esperado: La biblioteca.— Informó con una cálida sonrisa colocándose en la esquina de la cama.

— ¿Qué horas son?, Creo que caí dormida.— Mencionó apenada mientras frotaba sus ojos y daba el primer mordisco a la comida.

— Son las 5:30 PM.— Indicó.— Fueron 12 horas dormilona.

— Lo siento, he estado ocupada con otras cosas que...

— Lo sé.— Interrumpió.

— Sí, ya sabes... Espera, ¿Qué?

— Dejaste todo encendido.— Respondió.— Muchas gracias por terminar el documento.— Sonrió con sinceridad.— Por cierto, te devolveré el dinero que usaste para...

— No es necesario.— Negó de inmediato.— Arrojé tu laptop al agua y lo menos que puedo hacer es conseguirte una nueva. Creo que no fue muy maduro de mi parte. Lo siento.

— Pero hiciste que hiciera lo que mi padre ha estado batallando conmigo: Descansar. Disfruté realmente el tiempo libre que me obligaste a tener.— Aclaró divertido para darle confianza.

Roselyn lo miró analizando su mirada. No parecía estar mintiendo, y su expresión era relajada, demasiado comparando con la expresión de ayer.

Lo había logrado.

— Bien, entonces ya sé lo qué es lo que debo de hacer para que te tomes un tiempo de vez en cuando.— Rió alegre.

— Oh no... Eso no pasará de nuevo.— Debatió sabiendo que sí era capaz de hacer más cosas como esas a futuro.

— No me retes Kingston.— Advirtió degustando de la comida.

— No, tu no me retes a mí. Tendré que tomar medidas para que no vuelva a suceder lo de mi laptop.— Regresó la amenaza "ofendido".

— ¿Ah, sí?, ¿Qué puedes hacer para evitar mis cometidos?— Retó con seguridad. Ella comenzaba a conocerlo. Y él también a ella, pero aún faltaban muchas cosas más.

— ¿Qué te parece esto?— Quitó la bandeja de encima y comenzó a mover sus manos por todo su vientre y su cintura.

Las risas comenzaron a escucharse por toda la habitación. Era increíble la habilidad que tenía el castaño para encontrar sus puntos sensibles y hacerla reír de esa manera. No podía permitirlo. Tenía que escapar.

— Tengo que irme... ¡Suéltame Arthur!— Chilló estresada por las cosquillas pero no podía dejar de reír en alto.

— ¡Oh, no, no escaparás de mi!— Volvió a atraparla entre sus brazos y colocarla entre sus piernas para continuar con el ataque de cosquillas.

Roselyn podía sentir su estómago doler por tanta fuerza al reír, pero era imposible alejarse del castaño. Él aprovechaba su debilidad para tenerla a su merced. Y eso no podía quedarse así. Tomó un brazo y lo hizo rodar sobre la cama quedando ella encima de él. Lo que parecía una diversión se convirtió en dolor cuando ella impidió que su brazo se moviera con facilidad. Aunque claro, era cuidadosa de no ser tan fuerte o brusca.

— ¡Está bien, está bien!, Tu ganas, tu ganas.— Se rindió finalmente mientras sentía su brazo ser liberado por fin.

— Siempre gano, que quede claro Arthur.— Era increíble cómo se habían divertido en unos solos segundos. Aunque esto no se quedaría así. Ella le daría la venganza después. Nunca se quedaba a mano cuando se trataban de ese tipo de juegos.

Él para no perder al dignidad ante ella, se giró rápidamente dejándola sorprendida. Aprovechando su estado, se colocó encima de ella para ahora ser él el vencedor.

— Me quedará muy claro que...

— Wow...— Una voz a la distancia interrumpió la escena.

Arthur había olvidado que dejó la puerta abierta, y ahora podían ver a Patrick, algunos del servicio y al mismo señor Holmes observándolos con ternura.

— ¿Hacen una linda pareja no?— Preguntó su amigo animándose a entrar al interior junto a los demás.

— Dos jóvenes realmente enamorados.— Suspiró complacido Holmes ante tal juego de pareja.— Aún recuerdo que así era la relación con mi esposa. Van por excelente camino.

Arthur y Roselyn se separaron al instante lo más lejos que podían del uno al otro. Sus mejillas se encontraban sonrojadas y una timidez los había rodeado.

— Bien, quería avisarles que tienen este día libre.— Avisó con una sonrisa.— El señor Mijaíl Pávlov vendrá retrasado por unos problemas de vuelo. O eso quiere dar a entender. Por lo que pueden darse el lujo de pasear. La cena es a las 9, los dejo para que sigan divertiéndose.

— De acuerdo.

Esperaron a que todos salieran para voltear a mirarse. Aún sonrojados por la escena anterior.

— ¿Qué te parece una caminata por las calles de Japón?— Ofreció con timidez.

— Oh vaya, pensé que nunca me llevarías.— Comentó con una sonrisa traviesa tomándolo de su camisa y volteándolo completamente hacia el otro lado de la cama.

Como se lo dijo en un principio, ella siempre ganaba.

—— 💙 ——

— ¡Mira!— Señaló hacia el cielo.— Está comenzando a oscurecer. ¡Se ve tan diferente de nuestro país!

— Es verdad.— Admiró el cielo de diferentes colores. Los carteles de los lugares lo adornaban mejor.— ¿Que más quieres hacer?— Cuestionó tomando de su mano. Patrick había decidido acompañarlos para no encontrarse aburrido en la cabaña. Por lo que necesitaban interpretar a una pareja real.

Ella en cambio, colocó su cabeza en su hombro.

— No lo sé, Honey.— "Honey". Le gustó ese apodo y así se quedaría. Había salido natural.— Ya me llevaste a comer, ganaste un peluche para mí, fuimos en un carro a un cine al aire libre, y fuimos a mis juegos mecánicos favoritos: La montaña rusa. ¿Qué te gustaría hacer a ti en esta ocasión?

— Realmente me la he pasado emocionado a tu lado, así que a donde quieras ir me encantaría ir, M'Lady.— Besó su mejilla con ternura ignorando al rubio de atrás.

— Bien, en este caso que decida Patrick. Creo que no le hemos dado tiempo para sus opiniones.

— Bueno, a unas cuántas cuadras hay un festival. ¡Dicen que son geniales en Japón!, Este festival se trata de las linternas de Nagasaki, todo parece espléndido.— Mostró su celular que mostraba información de dicho evento.— Aunque me adelantaré primero. Empezará en unos minutos y quiero estar en primera fila para ver todo. Mientras tanto, vayan por botanas.— Ordenó entusiasmado corriendo sin esperar una sola respuesta de la pareja.

— Bien, festival será.— Habló Roselyn después de un corto silencio. Pensaba que la decoración en Japón era normal en esos tiempos. Pero se trataba de un festival.— ¿Vamos a la tienda?, Tengo emoción por conocer los clásicos alimentos de aquí.

— Tienda será.— Aceptó sin soltarle la mano aún. Todo era de manera inconsciente pero no se molestaban en darse cuenta.

Sin embargo, comenzó un fuerte viento, y el sombrero de Roselyn había salido volando por la intensidad del aire.

Soltó la mano de Arthur y corrió por su sombrero. Tuvo suerte de que alguien más lo había atrapado para ese entonces a unos cuantos metros más adelante.

— Muchas....gra...cias.— De nuevo aquellos ojos oscuros que vagamente recordaba ahora aparecían frente a ella.

No podía creerlo.

Estaba ahí en frente de ella. Nuevamente.

Después de tantos años.

El color rojo de sus mejillas desapareció al instante y una palidez la reemplazó.

Como si hubiera visto finalmente cara a cara al fantasma de sus pesadillas.

— Aquí tienes... Hermosa.— Era él. Aquel hombre del que tanto había huido en su juventud.— Permíteme abrazarte. Llevamos varios años sin tener un contacto.

— N-N...

— Es mi novia.— Declaró Arthur tomándola del brazo antes de que llegara a tocarla realmente. No sabía qué era lo que pasaba, pero Roselyn había cambiado de expresión a una que le preocupó.

No era necesario explicarlo, podía ver el terror y la incomodidad en su mirada.

— Vaya, miren a quién tenemos aquí.— Saludó aquel sujeto con una sonrisa superior.— ¿Ahora sí tomas tu papel en serio, Kingston?

— Todo está siendo mucho mejor que lo planeado... Mijaíl Pávlov.— Mencionó con frialdad. Era del que le había hablado a Roselyn sobre el menos deseado en la junta. Al parecer, ya estaba en la ciudad.

— Tengo que felicitarlo señor Kingston. Tiene una novia realmente muy hermosa.— La miró de arriba a abajo con morbo.

Roselyn sintió asco, pero no por eso se comportó de manera grosera. Aunque realmente deseaba salir de allí. Necesitaba huir.

— Gracias. Pero le pido de favor que intente evitar lanzar miradas así hacia ella, merece respeto y se ve claramente que no necesita de sus "halagos".— Reclamó.— Si nos disculpa, tenemos cosas que hacer.

Empezaron a caminar en dirección al festival pero Roselyn no se sentía cómoda. Quería regresar a un lugar cerrado como la habitación. Necesitaba alejarse lo más rápido de las calles y sentirse segura en un lugar menos concurrido.

— Arthur.— Intervino su andar mientras perdía la mirada en otro lugar.— Quiero ir a la habitación.— Susurró casi inaudible.— Por favor, llévame allá. ¡Ahora!

—— 💙 ——

— Roselyn.— Mencionó una vez cerrada la puerta de la habitación y asegurándola con seguro para observarla directamente. Unas pequeñas lágrimas se asomaban en sus pupilas azules. Algo pasaba y por alguna razón le dolía verla así.— ¿Estás...

— No.— Lo abrazó con fuerza enterrando su cabeza en su pecho dejando escapar de una vez las lágrimas que había guardado durante el camino. Aún no estaba lista para afrontar nuevamente aquel sujeto. Pero no le servía de nada vivir con la incertidumbre con Arthur. Él merecía la verdad y tenía derecho. Aunque fueran sólo una relación de trabajo, sentía la necesidad de contar y soltar todo. Porque después de todo, estaba sola en ese país y, quizás, en esa vida.

— Roselyn, mírame.— Levantó su barbilla para enfrentarse a sus ojos. Sus mejillas estaban bañadas en rastros de lágrimas que caían sin cesar.

Era la primera vez que la veía de esa manera. Cada vez más aprendía nuevas facetas de la rubia las cuales lo dejaban sin palabras. Si tuviera que hacer un libro de cada descubrimiento de Roselyn estaba seguro que no llenaría sólo uno.

Con cariño besó su frente y con sus pulgares eliminó el rastro de lágrimas que insistían en salir. Aunque era inútil, mientras borraba cada centímetro de las gotas, nuevas caían sobre sus pulgares.

— Mira, no tengo la menor idea de lo que está pasando por tu mente, pero si sientes que quieres regresar a tu hogar, tú pídelo y te mando con un escolta.— Ofreció comprensivo.

Él no podía llevarla personalmente, lo necesitaban en la junta.

— No.— Movió su cabeza.— Tengo que afrontarlo y dije que vendría aquí por ti. Te dije que seré la mejor en mi puesto y eso haré. No permitiré que mis sentimientos interrumpan mi trabajo. Te lo dije desde un principio. Sé separar todo esto.— Aclaró con determinación observándolo nuevamente a los ojos. Sus lágrimas volvían a caer. No podía controlarse ya en ese momento.

— ¿Quieres hablar de lo que te tiene así por favor?— Pidió. Estaba preocupado por ella, pero si decidía no hablar, lo aceptaría. Sea cual sea la decisión que tome.

— Es una historia larga. Pero sí, quiero hablar de esto.— Aceptó dejándose llevar a la cama para sentarse frente a frente sobre la misma.— Me hará bien.

— Bien, te escucho.— Asintió preparado.

Flash Black.

Hace varios años.

Existía una visita de un empresario extranjero a visitar las instalaciones en su escuela. Debido a que ella era una de las más prestigiosas que abarcaba desde la etapa menor hasta incluso su carrera, era muy reconocida internacionalmente.

El nombre de aquel empresario era Mijaíl Pávlov. Un inversionista actual en su escuela.

Ella entraba recién a la etapa adolescente.

No le había tomado mucha importancia ante la visita de aquel señor, pero su primer encuentro sería uno de los que quisiera evitar si pudiera volver ir hacia atrás.

Caminaba sola en un pasillo vacío cuando lo encontró cara a cara. Intentó ignorarlo o pensar que aquella mirada solo era una ilusión.

Sin embargo, aquel encuentro sólo era el primero de varios que tendrían después. En cada rincón, en cada salón, en cada pasillo, él estaba allí.

Sentía que estaba siendo acosada, pero quitó ese pensamiento de su mente debido a que era una escuela. Era notorio que debía estar en cada lugar.

Pero aún así el sentimiento de incomodidad la molestaba. Creyó que quizás estaba exagerando, y desearía que hubiera acertado en esa imaginación.

Decidió enfocarse en los proyectos que tenía en ese momento. Incluso si eso significaba quedarse todo el día en la escuela con tal de cumplir sus objetivos. Se enfocó tanto que no se había dado cuenta de que el manto nocturno cubría todo el cielo en un azul oscuro con estrellas.

Apresurada salió corriendo ante el posible reclamo que le daría su abuela. Había perdido el último camión que se dirigía a su casa, así que no le quedaba más que otra que ir caminando en la avenida solitaria. Había poco tránsito y era imposible conseguir un taxi por ahí. Necesitaba llegar a una carretera donde el tránsito era mayor.

Sin embargo, al instante en que caminaba, se dió cuenta que a un par de metros un carro la seguía. Se trataba del mismo señor Pávlov.

Intentó ignorarlo cuando él insistió en tener una plática con ella.

De un segundo a otro, ese empresario había salido del carro y forcejeó con ella para tratar de meterla al vehículo.

No se quedó quieta, intentó patalear fuerte y tratar de zafarse de sus brazos. Pero ese hombre era mucho más grande que ella, y apenas tenía una edad de 13 años.

Recibió una cachetada que la hizo caer contra el suelo.

Fue levantada al mismo segundo y por el aturdimiento no pudo evitar sentir sus besos en su cuello. Se sentía tan repugnante y todo esto le estaba causando un daño emocional. Se sentía tan indefensa y no había a quién pedir ayuda. Seguía golpeando fuerte a ese señor, pero él no parecía inmutarse. Al contrario, aumentó sus caricias pasando sus manos de sus piernas hacia una zona mucho más íntima para ella.

Recordó que tenía una defensa de un polvo especial.

Así que antes de que llegara a tocarla ahí, y aprovechando que estaba entretenido con su cuerpo, sacó aquel bote que contenía el aerosol y sin esperar un segundo más, lo roció en sus ojos provocando que gimiera de dolor y se alejara de ella empujándola hacia un lado.

Esta vez, la caída había sido perjudicial. Se dobló el tobillo durante el impacto.

Tomó la ventaja de que él aún estaba con el aerosol en su rostro y corrió.

En frente de su escuela existía un bosque, por lo que corrió hacia allí torpemente. Pero existía una pendiente muy inclinada. Se tenía que bajar solo por unas escaleras que habían construido. No tenía tiempo para buscarlas, y observando que ese señor iba nuevamente hacia ella en pasos acelerados, no lo pensó dos veces cuando se dejó caer en ese lugar.

Lo próximo que sintió fueron varios raspones ocasionados por las ramas secas y la hierba con la que iba rozando en ella. Pasaron solo segundos, pero había sido una eternidad para ella.

Para su suerte, él ya no la siguió. El bosque estaba muy oscuro y no había manera de bajar más que rodando si no encontraba esas escaleras.

De allí, se fue caminando a pasos lentos por el bosque hasta ver nuevamente unas escaleras que la ayudarían a subir hacia la superficie. Su tobillo exigía atención por el dolor. Casi no podía caminar pero no podía rendirse.

Para su suerte, se encontró con su abuela que la había encontrado en la carretera. Rápidamente la llevó al hospital y se reunió con algunos familiares que también fueron a visitarla por el susto.

Colocaron una demanda hacia aquel hombre. Pero era mucho más poderoso que ellas, así que la demanda no fue realizada como querían. Y ese hombre se fue nuevamente hacia su país de origen dejándolas con un sentimiento amargo.

Fin del Flash Black.

— No me escucharon. Y de ahí me puse a pensar en lo patética que me sentía al tener que depender de un objeto para rescatarme a mi misma, y es por eso que decidí aprender defensa personal. Porque si un hombre no sería capaz de defenderme, ¿Quién lo haría? Sólo yo.

Para ese momento Arthur yacía abrazándola con fuerza entre sus brazos.

Roselyn se sentía segura con él. Y le agradaba estar de esta manera a su lado. Podía sentirse libre. Ahora se encontraba más relajada y tranquila. Sabiendo que no era la única que guardaba ese secreto oscuro.

— ¿Tú me crees verdad?— Se animó a preguntar. Sus ojos mostraban una pequeña señal de esperanza.

— Claro que te creo.— Aseguró.— No te conozco mucho aún, pero confío en tus palabras. Y además, tengo un pésimo historial con Mijaíl por lo que lo que me cuentes de él te creeré. No es necesario ser adivino para saber la clase de descerebrado que es. Es el menos querido en la liga de empresas. Y no te preocupes por el trabajo, si no te sientes lista...

— Lo estoy. Sólo... No quería sentirme sola.— Pronunció enfrentándolo nuevamente. Tenían una corta distancia. Y por alguna razón sus ojos se veían más llamativos de cerca.— Gracias por escucharme.

— Roselyn.— Tomó sus mejillas en sus manos.— No estás sola. Estoy contigo. Y cualquier cosa que ese sujeto intente hacerte, estaré para ti. No permitiré que nada te pase mientras siga con vida en este mundo. ¿Entendido?

— ¿Es una promesa?

— Es una promesa.— Afirmó.— Estate tranquila. No pienso dejarte sola. Lamento todo lo que hayas tenido que soportar. Realmente eres una mujer fuerte. Te admiro.

— Arthur...— Musitó apenas audible. Sus lágrimas seguían cayendo pero su corazón se sentía completo. Estaba feliz y en paz.

Ni siquiera se habían dado cuenta como poco a poco la distancia se iba acortando entre ellos.

¿Así sería su primer beso? Deseaba más que nada poder sentir aquella sensación de la que todos hablaban. Aunque aún debatía si debía besarlo o no. Pues era un recuerdo que le gustaría mantener para siempre sobre su primer beso.

Podía sentir la respiración de él sobre la suya y ya no quedaba mucho más de distancia. Cerró sus ojos por instinto, imaginando cada milímetro que los labios de Arthur se acercaban a los suyos.

Era el primer hombre con el que no quería huir o detestaba a la primera. Él era un buen hombre, y estaba segura que tarde o temprano perdería su primer beso, ya sea por un loco o por alguien que ella quisiera.

En este momento quería besarlo para tener esa experiencia con alguien a quien quería.

— Buenas noches, queremos avisarle que la cena está lista.— Se escuchó detrás de la puerta interrumpiendo aquella atmósfera.

La magia desapareció, y Arthur de inmediato intentó alejarse de ella para ir a cenar pero Roselyn no estaba dispuesta a perder todo el momento de un solo golpe. No estaba dispuesta a perder esa oportunidad que tenía el arrebato de sus emociones. Quería hacerlo.

Sin previo aviso tomó a Arthur del cuello de su camisa y con una decisión determinada lo guío hacia ella.

Unió de una vez por todas sus labios con los de él.

El momento que tanto había ansiado, había llegado.

La sensación era mucho mejor a lo que se imaginó.

Si pudiera comparar el beso que estaba teniendo en ese momento con algún cuento de hadas que había leído desde pequeña, ahora podía descartarlos con diestría.

Este beso era mucho mejor y no se comparaba con ningún otro beso narrado en cualquier libro. Éste parecía tener magia propia. No podía verse a un espejo y asegurar su rostro, pero podía apostar que su piel estaría como la de un tomate. Y no le importaba.

Nunca creyó experimentar algo tan clásico como el beso, pero sin duda era una de las experiencias que grabaría en su memoria. Le había gustado.

No todo era eterno, y terminó el beso para mirarlo con una tímida sonrisa.

— Es mi primer beso.— Confesó apenada. Sintiendo a sus mejillas aumentar más su color rojizo.— L-Lo siento que lo haya hecho sin tu consentimiento, y-yo sólo...

No esperó que Arthur cortara la distancia atrapándola en un nuevo beso.

Ni siquiera sabía qué estaba haciendo pero...

No le importaba.

Para Arthur, probar unos labios tan inocentes como los de Roselyn parecía ser el pecado más mortal y grave que se pueda cometer en la Tierra. Y si ir al infierno era el pago, con gusto iría. No sin después besarla la cantidad de veces posibles antes de que los demonios vinieran por él.

Por otra parte, Roselyn volaba en las nubes. Jamás había esperado que su primer beso fuera en un momento tan cerrado como recordar la crueldad de su pasado. En medio del sentimiento en el que se sentía sola. Y quizás, acababa de encontrarse con Arthur pero parecía que ya lo conocía desde hace años. Estos pocos días en los que habían convivido juntos parecía más que suficiente para darse cuenta que quizás... Solo quizás, le estaba empezando a llamar la atención de un hombre por primera vez en su vida. ¿Así era el amor?

No lo sabía. Pero por mientras, disfrutaría cada paso a su lado. Si se daba, estaría feliz. Y si no, simplemente ella no había nacido para amar. Así de fácil y sencillo.

Sintió los brazos de Arthur rodear su cintura en un apretón que demostraba seguridad más que nada. Y volvió a sonreír entre el beso. Él era especial. Si sólo la muestra durara para siempre...

— Arthur... Creo que... Deberíamos ir a cenar.— Murmuró finalmente cortando el beso.

— De acuerdo.— Aceptó, no sin dar un último corto beso a sus labios.

—— 💙 ——

La cena tenía un ambiente hostil. No era necesario averiguar o deducir para saber que se trataba por la presencia de Mijaíl. Éste no dejaba de mirarla de vez en cuando con una expresión pervertida haciendo molestar al castaño.

Ya conocía ahora la historia con su secretaria, y tenía los motivos suficientes para estar en desconfianza con él.

Por otra parte, Roselyn sintió inseguridad. No quería estar allí pero estos eran asuntos del trabajo. Tenía que separar aquellos sentimientos con los deberes. Aunque un apretón en su mano debajo de la mesa le hizo saber que no estaba sola. Así que correspondió aquella muestra hacia el castaño. Ambos comían con la mano libre que tenían.

— ¿Qué te parece probar este betún?, Sabe delicioso.— Ofreció colocando el panecillo delante de él.

— De acuerdo, dame.— Asintió sacando su lengua para acariciar aquel dulce con sabor a chocolate.— Sí, está delicioso. Aunque prefiero la vainilla, M'Lady.— Opinó.

— No seas chiflado Honey.— Hizo un pequeño puchero. Tenía la vainilla para ella.

— ¿Y quién es la que está haciendo muecas porque prefiero el otro sabor?— Rió divertido besando la punta de su nariz para continuar con la cena. Se habían olvidado de los presentes, pero parecía que ya se habían acostumbrado a sus muestras de romance.

— Son tan tiernos juntos. Resplandeciendo en la juventud.— Comentó el señor Holmes tratando de enfocarse en el ambiente romántico de la pareja.— Parece que se conocen de varios años. ¿Cómo fue su primer encuentro?

— ¡Oh, yo también quiero saber!— Habló Patrick entusiasmado. Su amigo jamás le había comentado nada sobre su novia.

— Si no hay de otra conversación, también estoy un poco interesada por lo vuestro.— Votó Mala con interés. Ella era otra empresaria que participaba también en la junta. Si esto era mejor que el ambiente tenso, planeaba eliminarlo escuchando a la pareja.

— Bien, nuestro primer encuentro fue cuando ella cayó encima mío interrumpiendo mi trabajo.— Recordó la primera vez en la que se habían encontrado.

— ¡Cómo si cayera para ti!— Alardeó alguien ilusionado.— ¡Qué romántico!

— Lo que menos esperaba ver en esa noche era un hombre más.— Comentó Roselyn con sinceridad.— Y mucho menos verlo después por eventos que nos unían de una u otra manera.— Recordó el regreso al bar y cuando se dió cuenta que sería su futuro jefe.

— Tuvimos varios enredos. Pero aquí está para mí, como estoy para ella.— Besó sus nudillos con elegancia sacando varios suspiros por parte de los demás. Aunque en cierta parte, no estaba mintiendo.

Estaría para ella, si así se lo pide.

La cena terminó más alegre de lo planeado. La mayoría había evitado la amargura del invitado menos querido y eso estaba bien.

Arthur y Roselyn se dirigieron a su cuarto para tratar de dormir finalmente. Aunque esa noche era mucho más fría de lo que se planeaba. Y para mala suerte de ambos, la calefacción se había descompuesto en toda la cabaña.

Arthur se dirigió a dormir de nuevo al sillón sin inmutarse por el frío que golpeaba en su cuerpo. Había pasado cosas peores que ese tipo de climas.

Pero Roselyn no estaba conforme. No podía dormir sabiendo que él quizás estaría congelándose mientras ella aprovechaba todos los cobertores.

— Oye Arthur.— Llamó nerviosa apretando las sábanas.

— ¿Sí?— Preguntó.

— ¿Tienes frío?

— No te preocupes. Estoy bien.— Negó. No quería incomodarla compartiendo la misma cama.

— ¿Te importaría compartir cama conmigo?, Yo sí tengo frío.— Y no mentía. Nunca le habían gustado ese tipo de climas.

El castaño sabía que si se quedaba en el sillón ella seguiría insistiendo, así que aceptó a la primera. Aparte de que le había mentido, sí tenía gran frío esa noche. Y si Roselyn estaba segura de compartir la cama, todo estaba bien.

Recogió las cobijas que tenía consigo y las extendió junto con el resto de las demás. Se acomodó a su lado, fijando su vista hacia el techo.

Un incómodo silencio.

Aunque aún existía una cuestión en su cabeza que llevaba analizando desde la cena.

— ¿Qué fue eso?— Se animó a preguntar. Si no lo hacía, sabía que no iba a conciliar el sueño. No tan pronto.

— ¿El qué?— Preguntó curiosa. Habían pasado tantas cosas en un solo día.

— El beso...— Murmuró casi inaudible.— Es decir... Normalmente es el hombre el que da el primer paso y... Nunca pensé que quizás tú querías que yo...

— Siento que quizás corro el riesgo de que alguien más me llegue a robar el beso a mí. Así que prefiero robarlo yo con quién quiera antes de echarlo a perder.— Confesó.

— ¿Y lo quisiste perder conmigo?

— Sí, se me antojaron tus labios.— Admitió sin vergüenza. Una sonrisa divertida apareció en su rostro. — No te ilusiones. Eres un buen hombre Arthur. Y sé que tú no eres un aprovechado. Aparte... Sentía que quizás era el momento. Me gustó. Ahora estoy tranquila, sea lo que pase mañana, el primer beso está asegurado. Y nadie lo podrá cambiar ahora.

— ... No sé que decir.

— Que te encantó.— Sopló burlona al ver las mejillas rojas de su compañero causado por ella.— Tranquilo, no se volverá a repetir.... Al menos que tú quieras.

— ¿Qué te parece si tomas mi papel de novia las 24 horas mientras estemos fuera del país?— Ofreció.

Roselyn entendió de inmediato. Y practicar su forma de besar no le parecía una mala idea.

— Me parece perfecto.

Una vez más, unieron sus labios abrazándose entre los cobertores.

La magia apenas empezaba.

—— 💙 ——

Perdió la cuenta de cuántas veces se habían besado en toda la noche. Pero eso no importaba. Estaba cómoda con la situación y realmente no deseaba ponerse a pensar acerca de las acciones que tomarían en cuenta más adelante.

Observó a su lado. Vacío. Parecía que Arthur se había salido de la habitación. Lo confirmó al buscar por todos los lados y no encontrar ningún rastro de él.

A diferencia de ayer, ya no hacía tanto frío, por lo que decidió quitarse la ropa para darse una ducha caliente de todas maneras.

Parecía que Arthur debería estar desayunando allá en la junta y ella tenía la habitación vacía solo para sí misma.

Quedó en ropa interior, pero había olvidado buscar su ropa de cambio. Así que revisando los cajones comenzó a sacar diversas prendas para visualizar que atuendo sería mejor para el día de hoy.

Una ducha caliente la animarían a comenzar un buen día. O eso creyó cuando colocó la mano en el picaporte de la puerta, pero ésta se había abierto antes de hacerlo ella misma.

Ahora ya no estaba la madera en frente de ella, si no un Arthur recién bañado semi desnudo. Lo único que lo cubría era una toalla.

— Oh por Dios...— Suspiró atónita mirando su cuerpo aún empapado. Las gotas de agua caían hacia el piso.

— Pero qué es...— Había olvidado que ella estaba en ropa interior. Muerta de la vergüenza le quitó sin pensar su toalla para cubrirse a sí misma.— ¡¡ROSELYN!!

— ¿¡Pero qué crees que estás haciendo?!— Chilló de sobremanera mientras se daba la vuelta al ver que lo había dejado desnudo. No era esa su intención, así que desvió de inmediato su mirada para enfocarse en otro lado tratando de no mirar específicamente "ahí".

Esto era lo más incómodo para ella.

— ¡Oye, esa es mi toalla!— Reclamó apresurado tratando de cubrirse con una almohada torpemente. Le había costado encontrar una toalla disponible ya que el servicio se le había ocurrido lavarlas.

— ¡¡Ya cámbiate y no te me acerques!!— Gritó completamente sonrojada. No quería verlo. Pero sabía que estaba completamente desnudo.

— Solo dame la toalla.— Ordenó igual de sonrojado que ella.

— ¿Para que me veas semi desnuda?— Negó caminando a otro lado.

— ¡Necesito secarme!— Reclamó nuevamente mientras tomaba su muñeca para regresarla hacia él.

Pero Roselyn no permitiría que le quitara la toalla, así que trató alejarse y forcejear con él para ver quién se quedaba con la toalla.

Logró zafarse muy apenas, pero eso costó que se resbalara torpemente contra el suelo. Arthur intentó ayudarla a mantenerse firme, pero por la fuerza que ambos habían utilizado, los dos cayeron contra el piso.

Y como juego del destino, la puerta fue abierta de imprevisto dejando ver a Mala, Patrick y al señor Holmes, quienes yacían preocupados por los gritos en el interior de la habitación pensando que estaban en problemas a algo relacionado con el servicio.

— ¡Lo sentimos!— Respondieron los tres cerrando nuevamente la puerta.

Ambos se miraron entre sí, la escena era de doble sentido y sólo una toalla separaba sus cuerpos. Aparte de que las gotas de agua sobre Arthur lo hacían ver como si estuviera sudando.

— ¡¡OH POR DIOS!!, ¡QUÍTATE DE ENCIMA Y CUBRETE!!— Chilló empujándolo con brusquedad y lanzándole finalmente la toalla para no verlo.

— Siempre nos encuentran en situaciones poco imaginativas a algo sano.— Mencionó Arthur recordando todas las veces que mal piensan en ellos dos. Decidió mejor regresar al baño para mayor comodidad.

— Eso es por tu culpa.

Y regresó el mal carácter de un principio.

—— 💙 ——

Entraron apenados hacia el comedor junto con todos los demás. No podían dar la frente en alto después de esa escena matutina.

Pero gracias al anfitrión de la junta, el tema de ellos fue desviado junto con la incomodidad.

— Bien, he de decirles que la junta oficial se realizará esta tarde. Por lo que tienen este día para descansar y preparar sus discursos acerca de los tratados y nuevas ideas.— Indicó el señor Holmes cambiando el silencio.— Así que los invito a desayunar y reunirnos a las 4:00pm.

— Arthur.— Habló Roselyn en un susurro.

— ¿Qué sucede?

— Necesito ir al baño ahora.— Comentó. No había sido buena idea tomar tanta agua durante el ejercicio matutino.

— ¿Ahora?

— Sí, ahora.— Reiteró.

— Bien, está en el pasillo al fondo a la izquierda. ¿Quieres que te acompañe?

— No será necesario. Te veo en un minuto.— Se despidió con un pequeño beso en los labios y salió corriendo.

— Señor Kingston.— Llamó su atención Patrick para continuar con unas propuestas que había organizado.

Aunque tiempo después Arthur notó que faltaba un integrante de la junta: Mijaíl.

Por alguna razón, sentía que tenía que ir con Roselyn antes de que tengan un encuentro nada favorable. Mientras estuviera con él, estaría segura.

Así que sin escuchar ni una sola palabra más, salió corriendo después en busca de ella.

No la encontraba por ningún lado. El presentimiento negativo comenzó a incrementarse conforme recorría cada pasillo de la cabaña sin ver ningún rastro de ella. ¿Cómo era posible que se perdiera en tan solo unos minutos?

Fue también al baño de mujeres para asegurarse, y pidiendo permiso de entrar por si existía una arreglándose, buscó en cada uno de los sanitarios.

— ¿Dónde estás Roselyn?— Interrogó en voz alta cansándose de no encontrarla.

Salió del baño para ir en busca de otros, quizás se había equivocado de camino o algo parecido. Aunque no lo creía. Ella era inteligente, aparte de que podía perderse fácilmente en la cabaña.

— ¡Señor Kingston!— Llamó el señor Holmes preocupado al verlo alterado.

Todos habían ido detrás de él pero estaba tan enfocado en la búsqueda de su secretaria que poco les había prestado atención.

— ¿Qué sucede?, Puede calmarse.— Pidió Mala elevando sus manos en forma tranquila. Una persona alterada no servía mucho para lograr objetivos.

— ¡E-Es Roselyn!— Informó apretando su cabello mientras daba vueltas sobre sí mismo.— ¡No está en el baño, y no la encuentro en ninguna parte!

— Tranquilo señor Kingston. Vamos a encontrarla. Quizás se confundió de pasillos y se perdió.— Comentó una posibilidad.— Si quiere podemos ir a las cámaras de seguridad. No ha pasado mucho tiempo y podemos asegurarnos.

—— 💙 ——

En el vídeo solo aparecía su secretaria saliendo de la sala de junta para dirigirse al baño. Al parecer, tenía el camino marcado tal como le había indicado él.

Pero al llegar éste tenía un letrero que Roselyn no entendía. Sacó su celular para capturar una imagen del vocabulario y traducirlo. Sólo que en segundos después fue interrumpido por un señor vestido como los que hacían el servicio en esa cabaña.

Éste le había mencionado unas palabras que Roselyn logró entender y fue guiada hacia otro lugar.

Al ingresar a la otra pantalla, ese mismo hombre había aprovechado la distancia entre él y Roselyn para deshacerse de la cámara.

Después de allí, ya no se logró ver por el otro pasillo hacia dónde se dirigieron.

— No es posible...— Musitó Holmes al analizar el rostro de aquel hombre.— Ese no es uno de mis empleados. Podrá ser un servicio grande, pero me tomo el tiempo para conocer a cada uno de los que trabajan conmigo. Y he de decirle que estoy seguro que ese hombre jamás lo había visto.

— Pávlov.— Pronunció Arthur saliendo del lugar.— Sé que es él. Tengo que ir a buscarla.

— ¡Señor Kingston!, No se apresure. Podemos intentar llamar a la policía. Esto se trata de un secuestro. Aunque primero debemos asegurarnos en todas las habiBenjanes para ver si ella no está aquí. ¿Cómo deduce de lo de Mijaíl Pávlov?

— Es el único que no se ha aparecido desde ayer en la noche.— Respondió Arthur como si fuera lo más obvio.— Y ella no está aquí. Estoy seguro de ello.

— ¿Y en donde cree que pueda estar entonces?

Arthur guardó silencio tratando de enfocarse en posibilidades.

Mijaíl era inteligente. Estaba seguro de que no se arriesgaría en mantener a su secretaria en la cabaña. Arruinaría su diversión.

Y con el suceso en el pasado de Roselyn, estaba seguro que buscaría un lugar solitario para aprovecharse de ella.

Observó la ventana.

Estaban rodeados por una laguna, sin embargo, más allá existía otro lugar.

— El bosque. Roselyn debe de estar en el bosque.

—— 💙 ——

No entendió cómo había llegado hasta esa celda. Sólo recordaba que un personal le había comentado que el baño estaba deshabilitado y por eso estaba colocado el letrero en la puerta.

De allí, la acompañó hacia un nuevo baño ubicado en otro lugar.

Sin embargo, al dar vuelta por otro pasillo lo único que sintió fue algo chocar contra su cuello y caer desmayada.

De allí, su visión desapareció y ahora se encontraba en un lugar desconocido.

— Que bueno que despiertas.

Tembló.

— Mijaíl...

—— 💙 ——

Sabía que esto estaba mal.

No debió haber ido a esa junta con las advertencias de Arthur. Pero al pensar en que algo podría salir mal, nunca pensó que sería algo como esto.

Estaba asustada.

Y muy aterrada.

Pero no lo demostró.

Nuevamente se sentía como esa adolescente que intentó escapar firmemente de aquel sujeto. Pero ahora, ¿A dónde podía huir?, Estaba enjaulada y estaba segura que Mijaíl no volvería a fallar en ella.

Esto era lo que pasaba en la alta sociedad, los que tenían el dinero tenían el poder para divertirse con los demás a pesar de no tener el consentimiento. ¿Quién podría manejar a alguien que tenía impacto en la sociedad?

En otros países, el violador sale victorioso sin importar que la víctima sea la más perjudicada.

Ella, ¿Qué sucedería?

Parecía que otra vez la misma historia de hace años volvería a repetirse, sólo que ahora sí tendría el final que él escribió.

— Ponte esto.— Pronunció aquel hombre lanzando un top de lencería muy descubierto para su gusto.

Algunos miembros de su familia, y lo que la sociedad decía, era que cuando un hombre manejaba la situación, sólo tenías que acatar y cerrar la boca.

¿Por qué perder su dignidad de esa manera?

Estaba segura de que se meterá en grandes problemas si no hacía lo que le pedía. Pero aquella vez será la última en la que ella se doblega.

Así que como lo lanzó hacia ella, la hizo a un lado.

Ella no haría nada.

— ¡Hazlo!— Ordenó con molestia al ver que no estaba dispuesta.

Pero Roselyn guardó silencio. Y le retó con la mirada.

Si ella creía que sería como una de esas mujeres que ha tratado, está equivocado. A diferencia de las demás, ella preferiría morir de esa manera que vivir sin hacerlo.

No permitiría que ningún hombre la tratara de esa manera.

— Entonces lo haré yo mismo.— Abrió la jaula para adentrarse con ella.

Roselyn intentó rápidamente huir y esquivarlo, pero aquel hombre ocupaba casi todo el espacio del lugar.

Intentó alejarse e insistir por buscar la salida, pero una cachetada que no vió venir la mandó a una cama.

Intentó aún así seguir con su plan, a pesar de que sus lágrimas salían por la fuerza que había utilizado contra su mejilla.

Se sentía tan patética.

El no poder hacer nada, el no poder moverse porque le había sujetado sus muñecas.

Los pensamientos que tuvo hace un momento se desvanecieron. Esto era mucho más humillante.

Sintió que nuevamente volvía a repetir la historia de hace años, sólo que ahora sí se cumpliría la violación.

— Vamos a ver que te guardas para mí... ¿¡Qué?!— Exclamó al sentir que fue golpeado brutalmente por la espalda.— Luego continuo pequeñita.

Se levantó de Roselyn para observar molesto de quién se trataba.

Arthur Kingston.

— No vas a tocarla sin su consentimiento.— Habló con firmeza una vez que obtuvo su atención.

— Seamos claros, dime la cantidad de dinero o las acciones que quieras tomar para darme a la chica.— Ofreció dispuesto a pagar lo que sea.

— Roselyn no está a la venta.— Aclaró con enfado. Podía burlarse de él, podía torturarlo a él. Pero jamás debería atreverse a meterse con ella. Es algo que simplemente no estaba dispuesto a tolerar.

Tomó de su brazo y en un giro rápido cargó todo su cuerpo para tirarlo contra unos muebles quebrándole la mano. El sujeto estaba tan loco que sólo dejó escapar una carcajada.

Roselyn volvió en sí y observó la tremenda fuerza que el castaño había adoptado en segundos.

Quedó sorprendida.

Era la primera vez que veía actuar a Arthur de esa manera en el poco tiempo en el que se habían tratado. Ni siquiera había demostrado esa faceta cuando los asaltaron en la noche. Y... era la primera vez que alguien la defendía de esa manera.

Sus inseguridades, y su temor desaparecieron en un instante. Lo único que pudo hacer fue levantarse de la cama y salir corriendo a sus brazos, el único lugar que por el momento sería el más seguro para ella.

Sin pensarlo más, cortó la distancia entre ambos y lo atrapó en un beso apasionado tratando de transmitirle todo el agradecimiento que sentía en ese momento. Él se sorprendió por aquella muestra pero no por eso rechazó aquel beso que lo volvía loco desde el primer segundo.

Tuvieron que detenerse, no era el momento ni el lugar.

— Gracias.— Pronunció al finalizar. De un instante a otro golpeó su pecho derecho.

— ¡Auch!

— Eso fue por no mostrarme esa faceta antes.— Le reclamó ofendida. Pensaba que estaba comenzando a conocerlo. Pero él también tenía sus sorpresas al parecer.

— No crean que...

— Bien, señor Mijaíl Pávlov.— La voz del señor Holmes se hizo sonar.— Veo que ha faltado el respeto a una de las invitadas a la junta. Así que le pediremos el exilio a esta reunión.

— ¿¡Qué?!, ¡¿Todo por una simple mujer?!

— No es cualquier mujer. Es la novia de uno de nuestros más grandes e importantes socios en los tratados de la empresa. Aunque incluso sea o no su novia, merece respeto como todo individuo. Si no es capaz de respetarla, he de pedirle que se abstenga a las consecuencias. No haremos ningún tratado con alguien que no es capaz de respetar a los demás. Y aparte de que esto es un delito, es un secuestro y fue violencia física hacia ella.— Reiteró con seriedad.

La sonrisa de Pávlov desapareció y su rostro fue reemplazado por uno de ira. Detrás del señor Holmes estaban unos policías listos para llevárselo.

— Esto no se quedará así.— Comentó comenzando a caminar hacia la salida siendo esposado.— Se van a arrepentir por haberme esto por una simple mujer.

El señor Holmes volteó a ver a Arthur con una mirada arrepentida.

— Creo que merecen tiempo a solas. Los veremos más tarde.— Y con ello, todos salieron del lugar.

— Arthur... Mucha gracias.— Repitió rodeándolo con sus brazos relajando su cabeza en su pecho. Su mejilla aún ardía, pero no importaba.

— No es nada.— Correspondió el abrazo.— Te dije que no estarás sola nunca más.— Acarició con cuidado la mejilla que comenzaba a hincharse.

— Ahora lo sé.— Asintió. Todo el terror se esfumó.

— ¿Estás bien?, ¿Llegué muy tarde?— Cuestionó preocupado.

— Todo está bien.— Comentó.

— Tu mejilla está mal. Vamos a la cabaña para cuidarte.— Respondió.

—— 💙 ——

Ya había anochecido y ahora se encontraban en la habitación. Arthur fue auxiliado por el anfitrión del lugar, siendo entregados los utensilios de primeros auxilios. Aunque por suerte el hematoma quedaría solo por unos días.

— ¿Cómo me encontraste?— Cuestionó con curiosidad. Pensó que quizás nunca volvería a salir de allí.

— Fue gracias a ti.

— ¿A mí?

— Recordé sobre lo que me contaste. De allí me di cuenta de la manera de planeación de Mijaíl. El cómo te esperó a que estuvieras sola y estuviera próximo al anochecer. Buscando un lugar dónde sólo serían ustedes dos y no los pudieran interrumpir. En ese tiempo, en tu escuela no había mucha circulación por lo que él podía hacer lo que quisiera.— Argumentó.

— ¿Y entonces...?

— Japón es uno de los países con calles cortas y con bastante circulación. No conoce este país, y el único lugar dónde pudieran estar solos sin gente entrometida, sería el bosque.— Completó.— Lo bueno es que no es muy grande. Y no perdí mucho tiempo en la cabaña. Él pensó que quizás te buscaríamos principalmente por aquí y debido a que es un lugar grande, lograría el tiempo suficiente para hacer algo hacia tu persona.

Roselyn sonrió ante sus deducciones. La inteligencia era una virtud de él. Es muy analítico incluso cuando le cuentas algo que no tiene mucha teoría.

— Muchas gracias Arthur.— Volvió a repetir con sinceridad. Él le estaba cambiando la perspectiva de los hombres. Le alegraba saber que mínimo existía alguien bueno.

— No es nada Roselyn.— Aceptó terminando de curarla.— Haría lo mismo por cualquiera.

Roselyn aprendió una lección que su abuela siempre le recalcaba: Siempre era buen idea tener apoyo de alguien más.

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