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31. Primera Cita

Capítulo 31.
Primera cita

"No es lo mucho que tenemos, sino lo mucho que disfrutamos, lo que da la felicidad."— Charles Spurgeon.

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— ¿Qué vestido debería usar?— Preguntó Roselyn hacia Celine dando una mirada a un espejo de cuerpo completo.

Arthur y Anthony habían decidido salir del hotel para hacer unas vueltas antes de continuar los asuntos del día.

— Opino que el largo. El rojo corto se te ve muy provocativo, pero es mejor que lo dejes para una ocasión más íntima y especial. ¿A dónde irán?— Preguntó la peliazul interesada. También estaba emocionada por su primera cita, pues según lo que le había contado su amiga, sí, su amiga; era que llevaban 8 meses sin tener una. Lo cual era imperdonable.

Las citas eran lo primordial en una relación.

— No lo sé. Arthur solo me pidió la cita y cuando le dije que sí, salió corriendo como un niño al que le han permitido salir a jugar.— Comparó divertida recordando el momento.— En las primeras citas, según las novelas y películas que he visto, suelen ser las típicas escenas románticas dónde la llevan a restaurantes elegantes o a parques de diversiones. Y la verdad, sé que es típico pero me conformo con eso. Porque no importa a dónde Arthur me lleve, estaré feliz mientras esté a mi lado.

— Vaya, suenas como tal adolescente enamorada.— Se burló Celine.

— Las vueltas de la vida Line.— Suspiró encantada.— He de confesar que si me hubieran dicho que estaría de esta manera: esperanzada a una típica cita romántica; me hubiera burlado de mi misma y lo hubiese negado al primer segundo. Pero aquí estoy, buscando un vestido que encaje con nuestra situación. En este caso, el vestido azul rey me queda perfecto.

Observó de nuevo su aspecto. El cabello había decidido peinarlo en una sencilla cebolla atada con varias trenzas entrecruzadas, con uno que otro toque único para su estilo. Su vestido era largo y ajustado por su cintura dando un aspecto más sensual. Tenía mangas largas, y llevaba uno que otro encaje de plata para darle mas decoro.

— ¿Cómo me veo?— Preguntó finalizando unos toques de arreglo.

— Perfecta queda corto. Ese vestido resalta demasiado. ¿Alguna vez has pensado concursar en belleza? ¡Ganarás!— Halagó con sinceridad y una pequeña sonrisa.— Tendrás a Arthur a tus pies.

—— 💙 ——

Por otra parte, el castaño caminaba con Anthony por las calles mientras se dirigían nuevamente hacia el hotel. Llevaban ya sus bolsas de compras listas para retomar su regreso.

— ¿Y qué tienes planeado con Roselyn?— Preguntó el pelinegro con una sonrisa juguetona.— No te recomiendo ir a un parque de diversiones. Ha pasado una semana desde que fuimos y no contaría como una buena cita.

— Bueno, escuché que en Inglaterra existen excelentes restaurantes elegantes. Separé uno completo para estar los dos solos al aire libre.— Comentó con ensoñación.— Con la vista de la noche.

— Suena muy cursi y común, como en las novelas.

— No se me ocurre mucho. Si vamos a un parque público tenemos el riesgo de ser intervenidos por terceras personas.— Explicó pensativo.— Es mejor un lugar íntimo. ¿Tienes algún consejo?

— ¡Esperaba que me lo pidieras!— Exclamó Anthony entusiasmado mientras sacaba una larga lista de un metro y medio aproximadamente con consejos escritos para el evento.— Como sueles ser muy Arthur...

— ¿Muy Arthur?— Preguntó el castaño ofendido. No podía creer la molestia que se había tomado su amigo para su primera cita.

— Sí, ya sabes.— Se excusó.— Muy tú.

— ¿Acabas de señalarme completo?, Por Dios, pareces mi padre.— Comentó pero no por eso se retractó. Necesitaba en serio una opinión diferente.

— Bueno, como primer consejo es: la hora. Normalmente las mujeres se interesan por hombres puntuales dispuestos a esperarlas. Como segundo consejo, la plática. No te atrevas a hablar de tus ex, ni mucho menos a aburrir la conversación hablando de ti mismo. Deja que hable y también participa en la plática. Sean los protagonistas.— Indicó.— También presume tus modales, abre la puerta por ella, saca la silla para ella, y demuestra que eres todo un experto en educación con los cubiertos servidos del restaurante.

Arthur pensó que debería quedarse con esa lista. No quería estropear nada en esa cita.

—— 💙 ——

Para perder el tiempo, se habían preparado con algunos consejos aprendidos por internet. Celine había decidido acompañarla con algunas tácticas que debería presumir cualquier dama de alta sociedad. La postura, la posición de sus manos, entre otras cosas.

Pocos minutos después escucharon la puerta ser tocada con paciencia. Sabían de quién se trataba.

Aún así, los nervios florecieron en la rubia y sus mejillas se bañaron en rojo.

— Buenas noches Honey.— Saludó Roselyn con energía. Había esperado todo el día sinceramente.

— Buenas noches, M'Lady.— Saludó de la misma manera ofreciendo su brazo para que lo aceptara.— Es-Estás muy hermosa...— Entregó una caja de chocolates a sus manos como obsequio.

Roselyn tomó su bolso y los dos se dispusieron a salir del edificio. No sin antes de despedirse de sus dos amigos.

— Apuesto que no será la típica cita si se trata de ellos.— Habló Celine mientras los veía perderse tras las puertas del elevador.

— Apuesto lo doble.

—— 💙 ——

Salieron del edificio con pasos lentos. No tenían prisa sabiendo que la noche era larga para los dos.

Arthur estaba a punto de decirle lo hermosa que se veía con ese vestido cuando un mensaje de voz entró en su celular. Se trataba del señor Holmes quién pedía verlo con urgencia en un almacén.

Aquello lo extrañó demasiado. Llevaba meses sin haberse comunicado con él más que para una que otra información acerca del proyecto. Si le había hablado de esta manera significaba que existían problemas que realmente necesitaban atención.

Odiaba que fuera en este momento, pero necesitaba verlo para saber a lo que estaban enfrentando.

— Roselyn...

— Vamos con el señor Holmes, y después vamos a dónde sea que hayas separado el lugar para nosotros.— Aceptó la rubia sin despegarse de su brazo. Había escuchado el mensaje junto con el.

Como había pensado en un principio: No había prisa.

Llegaron al esBenjanamiento, Arthur abrió la puerta del auto como todo un caballero y juntos se dirigieron hacia dicho lugar.

Esperaban encontrarse con un almacén común, pero la dirección indicaba un edificio completamente diferente de unos 20 pisos. Al parecer existía una equivocación.

Entraron y hablaron con la recepcionista, quién les indicó que podían subir hasta el último piso.

No lo pensaron más y se dirigieron allí. Aunque por alguna razón sentían que debían salir lo más pronto.

Al llegar al piso indicado, pudieron ver que no tenía la misma decoración. Pues el pasillo era lúgubre con pinturas desgastadas en las paredes. Había mucho polvo en el suelo indicando que ese lugar había dejado de ser habitado por varios años. Existían telarañas incluso en algunas esquinas.

— Arthur. Esto no me da buena espina.— Habló Roselyn sintiendo ese mal presentimiento mucho más fuerte. Últimamente siempre lo sentía.

— A mí tampoco.— Volvió a recibir una llamada, pero de un número desconocido. No lo pensó mucho y contestó.

— Señor Kingston, tiene que salir.— Era la voz del señor Holmes.— Me robaron el celular y filtraron mi voz para guiarlo a una trampa. ¡Está en peligro, debe de salir ahora!

Colgó el celular de inmediato y lo arrojó contra el piso logrando despedazarlo.

— Arthur...

— Debemos salir, ¡Ahora!— Tomó su mano con rapidez mientras a la lejanía podían escuchar las puertas del elevador abrirse junto con unos balazos acompañados.

Corrieron hacia un pasillo adyacente y se dirigieron a una habitación a mitad de este.

— Roselyn, al parecer es una emboscada. Es muy difícil que salgamos, pero hay que volver al elevador.

— Sabía que algo malo pasaría.— Tomó el final de su vestido y lo rompió hasta dejarlo un poco más arriba que sus rodillas. No podía correr en ese atuendo. Debió haber elegido el rojo pasión.— ¿Estás seguro que ir al elevador es la única salida?— Preguntó desconfiada.

— Bueno, tengo otro plan, pero deberíamos regresar al mismo pasillo.— Indicó pensativo.— Dejé algo muy importante en esa mochila, y es primordial.— Informó, pues al instante en que había tomado la llamada había dejado la mochila en el suelo.

No tenían mucho tiempo. Roselyn tomó unos palos de metal que se encontraban en el suelo.— Vamos. Estoy lista.

Los dos salieron de la habitación y se encaminaron rápidamente hacia el pasillo principal. Podían escuchar los balazos cada vez más cerca en cada una de las habiBenjanes. Los estaban buscando claramente para matarlos.

La buena noticia es que no le habían puesto atención a su mochila por lo qué la encontró en el mismo lugar en que la había dejado.

No lo pensó mucho y juntos corrieron hacia un nuevo pasillo donde al final podían observar una pared de vidrio con vista a la ciudad.

— ¿Y ahora que hace...— Una bala había rozado su brazo.

Los habían encontrado, pero como si los Dioses los amaran, al sujeto se le habían acabado las balas por lo que estaba recargando de nuevo la pistola.

— Roselyn... ¿Confías en mí?— Preguntó con prisa.

— ¡Por supuesto que sí Arthur!— Asintió sin dudar.— ¿¡A qué viene esa pregunta de repente.... Ay no.... Tienes una estúpida idea en la cabeza.— El castaño asintió.

Roselyn estaba a punto de negarse, pero no había mucha opción. No tenían mucho tiempo y aparte de que Arthur parecía saber lo que hacía. Sus ideas eran mortales.

— Hay que tomar vuelo, ven.— Corrieron unos tres metros lejos del vidrio y tomaron impulso para correr tras sus pasos y con decisión saltar contra la vitrina logrando atravesarla y quebrándola en mil pedazos.

— ¡¡¡ARTHUUUUUUR!!!— Chilló espantanda sintiendo el aire chocar contra su rostro con fuerza. Se abrazó a él con desesperación y miedo. Estaba segura que esta vez sí morirían. No era lo mismo saltar de un segundo piso a uno de veinte.

Habían escapado cuando el sujeto les había comenzado a disparar nuevamente.

Cerró sus ojos con temor. No quería verse morir.

De pronto el aire se estabilizó.

— Roselyn, abre los ojos.— Aquella voz. Esto tenía que ser una broma.— Ábrelos.

Lo próximo que vio, era cómo sobrevolaba la ciudad. ¿Ya había muerto?

— Pero... ¿Cómo...— Decidió no preguntar y observar mejor el momento. La vista era espectacular y por un segundo todo ese mundo había desaparecido para entrar a uno completamente mágico.

Estaban volando...

¡¡Estaban volando!!

Podía sentir el aire frío de la noche acariciar su rostro con tranquilidad. Todo era simplemente maravilloso. No sabía cómo lo había hecho Arthur, pero era posible. Los problemas de hace unos segundos fueron olvidados y ahora las nuevas sensaciones llegaron a ella.

Esto era tan maravilloso.

Casi como en la película de Aladdin, sólo que no tenían una alfombra mágica. Ni siquiera sabía cómo lo estaban haciendo, pero lo hacían.

Sonrió feliz, esto era mucho más increíble que un cuento de hadas.

Ver la ciudad a varios metros de altura, observar los parques a la lejanía dónde lo que más se distinguían eran las estatuas y varias luces que decoraban el lugar.

— Wow...— Exclamó sin creer aún.— Esto es... Hermoso.— Suspiró encantada dejándose llevar y estirando los brazos como los niños en la película de Peter Pan. Ahora podía sentirse como una niña.

Como si todos los cuentos de hadas estuvieran para hacerse realidad. Pero ahora existía un factor, Arthur podía hacer sus sueños realidad. Si él estaba con ella, juntos, podían disfrutar de cualquier realidad.

Se olvidó de lo que pasó hace unos momentos donde casi estaba a punto de morir. Sí, eso no tenía importancia como esto del presente.

Juntos descendieron y se acomodaron en lo más alto del monumento más importante de Inglaterra: el Big Ben.

Tomaron asiento, y juntos observaron el paisaje hasta donde el horizonte les permitía ver.

Las estrellas también los acompañaban y por alguna razón, Roselyn podía sentir el cielo más mágico y bello que nunca antes se había dado el tiempo de ver.

— Lo siento.— Se disculpó Arthur con decepción captando su atención nuevamente.— Roselyn, realmente lo siento por todo.— Lamentó aún más sin enfrentar su mirada.— Se supone que es nuestra primera cita, y todo salió siendo un desastre. Tenía planeado tantas cosas para nosotros, había reservado un restaurante completo para los dos, y un parque también para nosotros. Tenía tantos planes, y al parecer ninguno se cumplió. En cambio, te llevé conmigo a una emboscada de muerte y casi podíamos salir sin vida de ese edificio. Lamento que tú primera cita haya sido un desastre. Seguramente es una que nunca vas a querer recorda...

— Arthur basta.— Ordenó con seriedad colocando un dedo por encima de sus labios.— Sabía que estando contigo nada de esto sería normal. Incluso nuestra primera cita.— Rió divertida.— Y sí, casi pude haber muerto esta noche. Pero sé las consecuencias que tengo que enfrentar estando a tu lado. Por todos los Dioses, eres el más buscado por la envidia de otros empresarios frustrados. Y aún así, no me importa nada de eso.— Confesó.— Si mi último momento es morir estando a tu lado no me importa. Además, ¡Por Dios, esta cita supera muchísimo las que describen en las novelas o en las historias!

— ¿Pero cómo...

— ¡¡Arthur, volamos!!— Chilló emocionada.— ¡Me hiciste volar y hacerme sentir como una niña pequeña que es ayudada por polvo de magia de un hada!— Mencionó con más emoción.— ¡Jamás creí tener esta experiencia!, ¡Es simplemente, perfecta!, ¡La recordaré por siempre porque es lo mejor que he vivido en esta vida! Tú, Arthur Kingston, eres diferente. Eres especial.— Señaló haciéndolo sonreír. Roselyn parecía una niña pequeña.— Mi más grande sueño de niña, era poder volar como en esos cuentos, conforme pasó el tiempo me di cuenta que no era posible, y me conformé con esta realidad. Y luego, pasó esto. Cumpliste mi sueño.— Respondió para robarle un cálido y emocionado beso como recompensa, el castaño aceptó al instante. Un beso de ella era muy reconfortante y necesitado en estos momentos. Estaba feliz de verla tan feliz.— Gracias.

— Roselyn...— La abrazó contra él para continuar contemplando la ciudad debajo de ellos. Hacía un poco de frío, por lo que se quitó su chaqueta para colocarla en ella.

— Por cierto, ¿Cómo lo hiciste?

— Es un proyecto personal. Lo hice aprovechando los días de tu descanso.— Informó.

— Pues tendrás que hacer uno más. Quiero volar junto a ti.

— Ten por seguro que no tienes qué pedírmelo. Pensaba hacer uno para ti también.

De pronto, ya nada importó. Solo era el mundo y dos enamorados habitando en el.

Arthur comenzó a creer en ese dicho:

Las cosas no planeadas salen mucho mejor que las que sí.

Y en este caso, no necesitaba de muchas cosas para traer la felicidad hacia ellos.

Solo la compañía del otro era la más que suficiente para hacerlos sonreír.

Y claro, el panorama que tenían desde la altura en el Big Ben.

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