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21. Expuestos

Capítulo 21.
Expuestos

"Entre más agradecido seas, más cosas que agradecer te llegarán".

.

Abrió sus ojos con pesadez. La oscuridad de la noche más las sombras de los árboles apenas visibles por la escasez de la luz de la luna. Todo impedía que pudiera poner atención a su alrededor. ¿Qué había pasado?

Sintió un pequeño peso entre sus pechos por lo que decidió encender su celular. Al menos tenía 100% de batería para poder usar la lámpara. Pero no tenía cobertura como para comunicarse.

— ¿Arthur?— Musitó sorprendida.

Ahora lo recordaba.

El avión estaba en llamas y a casi nada de explotar. Habían subido a un paracaídas que tenían de repuesto siendo sujetada firmemente por los brazos fuertes del castaño. Y a pocos segundos de haber saltado, una explosión en todo el avión resonó cerca de ellos. El paracaídas logró quemarse un poco perjudicando la caída.

Y... Todo negro. No logró ver nada más.

— Arthur.— Llamó nuevamente ahora agitándolo un poco. El castaño poco a poco comenzó a abrir los ojos aún atareado por lo sucedido.

— ¿Roselyn?, Ups, lo siento.— Lamentó mientras se alejaba de sus pechos. No era su intención.— ¿Estás bien?

— Sí.— Respondió extrañada.— ¿Cómo estás tú?, ¿Qué sucedió después? Perdí el conocimiento.

— Perdí el conocimiento poco después de ti. Pero parece que hemos caído en la vegetación de Australia.— Señaló inspeccionando el lugar.— Hay que levantarnos. Tenemos que encontrar un lugar alto. O bueno...

— Ni en un lugar alto nos vamos a salvar.— Replicó.— Estudié la vegetación de Australia. Es muy peligrosa. Hay serpientes, cocodrilos, abejas venenosas y no se hable del peligro marino. Ni de las.... Ay por Dios. No. Las tarántulas no.

— Tranquila, vamos a estar bien. Se escucha que a unos pocos metros hay un río. Podemos ir, limpiarnos un poco y preparar una fogata para sobrevivir. ¿Qué fue lo que rescataste de las maletas?— Preguntó, necesitaba saber el almacén que tenían.

— Bueno... Carga mi cel.— Autorizó para comenzar a abrir la maleta.— Tengo comida para 4 días. Atún, papas fritas, pan, mucha agua. Aunque... También tengo mi cambio de ropa. Solo agarre para un día. Emm... Mira, cepillo de dientes, pasta, un cepillo para el cabello, desodorante, una revista, un cargador, dos toallas, rollo higiénico, una barra de chocolate, mi bolso colgante, una lupa, unas tijeras, y un botiquín de primeros auxilios.— Comentó mientras volvía a guardar todo.— Ah y jabón y shampoo.

— ¿¡Todo eso lograste salvar?!— Cuestionó sorprendido.

— No, esto ya venía en mi maleta al venir aquí.— Respondió sin mucha importancia.— Bien, vamos al río.

Caminaron en silencio, y en efecto. A pocos metros el río se encontraba frente de ellos. Arthur no dudó en agacharse un poco para refrescar su rostro, si no fuera por cierto dolor detrás de su espalda. Había olvidado sus heridas.

— ¿¡Estás bien?!— Preguntó Roselyn preocupada. Había olvidado también sus heridas.

— S-sí. Solo que...

— Yo te ayudo.— Con un pequeño bote que tenía dentro en la maleta, lo hundió un poco en el río para recolectar un poco del agua. Con cuidado mojó un poco el rollo para ir acariciando cada centímetro de su rostro, remojandolo a la vez.— Listo. ¿Te sientes mejor?

— Sí, gracias.— Apreció tomando de su mano para finalmente ambos sentarse entre toda la oscuridad.

Un silencio reinó nuevamente. Ambos no tenían mucho que decir, bueno sí. Pero era difícil empezar con ese tema del suceso tan inesperado que había sucedido en el avión.

Parecía que la mala suerte los acompañaba si estaban juntos.

— Arthur...— Llamó Roselyn debutativa en si decirle o no. Aunque había recordado que habían dicho que en su relación no debería existir los secretos.— Hay algo que no dije sobre Camille.— Confesó.

— Lo sabía, cuenta.

— ¿Lo sabías?— Cuestionó confundida.

— Bueno, eres Roselyn. Estaba seguro de que no compartirías toda la información delante de todos.— Dijo pensativo.— Roselyn, lo que sea que haya pasado entre Camille y tú... Si no quieres decirlo, está bien. No voy a obligarte a nada. Aunque sí te confieso que me muero de curiosidad.

— Es que... Sí te quiero contar a ti. Después de todo eres el involucrado entre nosotras.— Aclaró.

— ¿Quieres que meta cartas en el asunto?

— Sólo es una ex ardida.— Rió ante la ocurrencia de él.— Es la primera vez que enfrento tonterías de chicas.— Confesó.— Pensé que las locuras de las mujeres muertas por un hombre como en esas telenovelas eran falsas y en ciertos casos se me hacían ridículas y fuera de lugar. Pero... Lo que pasó en esa fiesta...

Sintió la mano del castaño acariciando la suya. Lo cual agradeció infinitamente ese acto.

— Ella...— Soltó una lágrima.

Arthur debía contar con los dedos de su mano las veces que Roselyn se había mostrado débil ante el. Era impresionante creer que aquella ruda rubia que conoció en un bar, podía ser la misma que estaba en frente de él con una mirada derrotada.

— Me amenazó por el simple hecho de estar a tu lado.— Explicó.— No le hice caso ni mucho menos me molestaron sus palabras. No pierdo mi tiempo.— Soltó una risa.— Pero... Después de eso, me dijo que disfrutara mi vida "por ese momento". Y después de allí, me dejó encerrada en el baño y fue cuando todo comenzó a incendiarse.— Recordó con pesar.— Seguí tu consejo sobre la concentración de energía para explotarla y logré derribar un poco la puerta para escapar. Después te encontré como un golpe de alivio. Y el resto te lo sabes.

— Roselyn...

— He enfrentado, golpes, robos, abusos, violaciones, bullying, juegos... Pero jamás había sentido algo tan cercano como la muerte.— Musitó preocupada.— Y estoy bien, pero temo por ti Arthur.

— ¿Por mí?

— Sí. Acepto que el rencor es para mí. Pero no soportaré cuando el rencor va para alguien más, a alguien que realmente me importa...— Musitó desganada.— ¿Qué tal si ese accidente de avión era para mi muerte?

— Roselyn. No digas tonterías.— La abrazó con fuerza.

— Dos veces continuas Arthur... ¡Dos veces!— Señaló.— Y no culpo a Camille, quizás no tiene nada que ver más que en el incendio pero no sé... Siento que si estamos juntos, la mala suerte nos persigue. ¿Y entonces?...

— Lo enfrentaremos juntos. Recuerda, esta relación será de los dos para los dos.— Apoyó un pequeño beso en su frente.— No importa que todo esté en nuestra contra, lo enfrentaremos juntos.

— Pero...

— Roselyn, eres ese sentimiento que no pienso perder ahora. Ya te lo dije, siento que existo para esperarte, quizás desde hace muchos años atrás.— Le besó en la nariz.— Eres importante para mí también. Y más de lo que no creí desde un principio.— Besó su mejilla izquierda. Borró su lágrima.— Y si intentan matarte, no importa. Estoy contigo y juntos vamos a darle la vuelta a la muerte.— Besó su otra mejilla. Creía que no era necesario un beso en los labios debido a la delicada situación en la que se encontraban, así que empezó a alejarse.

Pero pronto ese pensamiento cambió cuando sintió la mano de ella rodearle el cuello para atraerlo a un beso inocente que poco a poco subía con más cariño.

— De acuerdo.— Sonrió con confianza.— Estamos juntos. Te quiero Arthur.

— También te quiero M'Lady.— La abrazó.— Ahora, hay que hacer guardia. Mientras tú duermes, cuidaré de ti. Es peligroso que ambos bajemos la guardia.

— Está bien.— Aceptó ya cansada mientras bostezaba y se acomodaba en las piernas del castaño.— Buenas noches Arthur.

— Buenas noches M'Lady.

—— 💙 ——

Los primeros rayos de luz comenzaban a asomarse. Había perdido la noción de cuándo se había dormido junto con ella. Pues llevaba más de tres horas sin ver algún tipo de peligro en la noche. Dejó a Roselyn encima de una cobija para ir a la orilla del río y tratar de limpiarse el rostro. Dormir en medio de la naturaleza no era nada favorable en sus términos.

Resultó que sólo los habían salvado a ellos dos. Sólo había un paracaidas en el avión, y a pesar de que Arthur intentó buscar una solución como un aterrizaje pronto, no se logró nada.

No conocían el territorio australiano, y todos tenían conocimiento de que era muy peligroso un aterrizaje improvisado.

El avión explotaría pronto, por lo que era mejor salir de una vez. Arthur intentó pensar más, pero la mayoría sabía que era mejor irse. Los dos pilotos se quedaron y ellos se fueron sin nada en la mano.

Cayeron sin más en un terreno

Asomó su vista justo al frente y pudo escuchar unos pequeños movimientos detrás de un arbusto. Quiso pensar que era el viento o su imaginación debido a la falta del sueño, pero sus instintos despertaron al instante en que veía la figura de aquel animal.

Un cocodrilo.

Tenía que ser precavido.

— Roselyn.— Llamó lo más bajo que podía.

— Todavía no Arthur, quiero descansar más.— Respondió entre sueños.

— Roselyn.— Volvió a llamar pero con un tono más fuerte.

— Espérate a que amanezca completo. Te dejare dormir toda la tarde y continuaremos 3 horas antes del amanecer.— Musitó sin molestarse.

— ¡Roselyn!— Reclamó lo más bajo posible.

— ¿¡Y ahora qué quieres entonces?!— Preguntó enfurecida mientras se ponía de golpe de pie.— Oh por Dios...— Observó lo mismo que él.— ¿Que hacemos?

— No nos deja de mirar, y estoy completamente seguro que se atreverá a cruzar el río. Pero mientras hace eso, nosotros podemos ..

— ¡Corre!— Gritó de inmediato al ver que el cocodrilo daba el primer paso hacia ellos.— ¡Ni de loca voy a morir siendo carnada de un animal, vamos!— Tomó de su mano y juntos comenzaron una carrera con lo poco que lograron rescatar de la maleta.

Sabían a lo que se estaban enfrentando así que tenían que estar en los 5 sentidos antes de aventurarse a tierras desconocidas y de mayor fauna. Tenían que huir. Ese cocodrilo estaba a varios pasos de ellos, pero si no se apresuraban, seguramente estarían muertos para antes del atardecer.

Una serpiente de mediano tamaño apareció lanzándose hacia la rubia, quién no dudó en golpearla contra su bolso para que saliera volando hacia el cocodrilo. Una pelea empezó entre los animales dándoles ventajas a continuar sin mayor riesgo.

— Vaya, agradeceré a mi abuela por el bolso.— Sonrió volteando a ver al castaño. No dejaban de correr aún.

— ¡Roselyn, cuidado!— Advirtió demasiado tarde.

Pues ambos cayeron contra un precipicio lleno de ramas y pasto. Gracias a Dios la caída no era tan peligrosa, pero sí lo suficiente para causarles uno que otro golpe y cortada.

Ella cayó de espaldas mientras sentía el rostro de Arthur contra sus pechos.

— ¿¡Pero que atracción tienes por mis pechos últimamente?!— Preguntó alejando su cabeza de inmediato de ellos. Sentía un fuerte dolor en su espalda para soportar ahora uno al frente.

— ¡Lo siento!, Pero yo no decido cómo caer.— Respondió sonrojado.

La ayudó a levantarse para admirar ahora el paisaje. Hacía demasiado calor.— Bien... Creo que perdimos el rastro de la serpiente y el cocodrilo. Tenemos que continuar.

— Creo que deberíamos buscar una laguna para poder asearnos. Estamos completamente sucios.— Comentó asqueada con su vestuario.

— De acuerdo, vamos.— Asintió. No era tan buena idea pero la verdad las heridas podrían causarles un problema si no se limpiaban ni se trataban. No sabía cuánto tiempo se iban a quedar en ese lugar.

Para su buena suerte no tardaron mucho en encontrar una a 3 kilómetros de dónde habían caído. Y mejor aún, sin más peligro de animales salvajes. Rápidamente podían analizar el área y no se veía nada más que el agua.

— Bien, hay que bañarnos a la par. Ni se te ocurra voltearme a ver.— Demandó con autoridad.

— ¿¡Qué?!, ¿Bañarnos juntos?— Cuestionó dudoso.— ¿No sería mejor que alguien quedé afuera haciendo vigilancia?

— Ya hay suficiente luz Arthur. Además, si nos turnamos, haremos el doble de tiempo y la verdad no quiero perder más y arriesgarme a una nueva noche en la vegetación. Quizás despierto con un cocodrilo tragándose la mitad de mi cuerpo.— Comentó desganada. Amaba la naturaleza, pero no soportaba la idea de vivir entre animales salvajes. Agradecía internamente qué las tarántulas no estuvieran presentes.

— ¿Cuál es el plan entonces?

— Nos quitamos la ropa, y nos metemos al agua. Claro, vamos a estar de espaldas a una distancia de medio metro ya que vamos a compartir los jabones y el shampoo.— Indicó quitándose de una vez las prendas.— Y saldremos a la par. Tenemos que hacerlo en menos de 5 minutos.

— ¿Por qué tanta prisa?

— Tengo hambre.— Confesó.— Andando.

La buena suerte es que habían rescatado lo más material posible. Aunque no lograron salvar las vidas de aquellas personas que se sacrificaron por ellos.

Arthur mandaría después un equipo para encontrar sus cuerpos, o esperaba que hayan sobrevivido en el menor de los casos.

El castaño comenzó a seguirla quitándose la ropa de una vez, no muy seguro de meterse a bañar a su lado. Muy apenas se estaban acostumbrando y teniendo la confianza que cualquier relación en principio. Pero suponía que estaba bien, ya eran adultos. Aunque, para ser sincero; era la primera vez que tenía tantos encuentros sexuales tanto para ellos dos como para cualquier persona que se les ocurra acompañarlos.

Como con el incidente con Patrick, donde ambos habían hecho una posición indecente mientras sus cuerpos estaban desnudos; como con el señor Holmes, quién mal interpretaba su relación, sumando puntos a sus actuaciones de noviazgo; su madre, quién ya los había visto dos veces en situaciones comprometedoras y aún así había sido muy respetuosa en esos aspectos. No era tan expresiva como su padre cuando los había descubierto dentro de su baño personal en incómodas posiciones.

Sí, ella y él tenían algo único. Ni siquiera las novelas descritas tenían tantos encuentros bochornosos como los que ellos habían vivido en menos de pocos meses.

— Arthur, ¿me pasas el shampoo?— La voz de Roselyn lo volvió a la realidad. Había olvidado que tenían que compartir los objetos de limpieza.

Estiró su mano hacia atrás y espero a que la rubia lo tomara para comenzar.

Roselyn no tardó en vaciar un poco del líquido en su cabello y comenzó a frotarlo como tanto le gustaba. Cerró los ojos y permitió que su mente se despejara. Hacía un buen clima para empezar el día. Aunque habían empezado con el incidente del cocodrilo y una serpiente en contra, ya no importaba. Esto era muy relajante para ella.

Sintió unas pequeñas caricias en el vientre que la hicieron temblar. Era electrizante pero no era momento para ellos dos.

Arthur pagaría si continuaba con su toque. Habían quedado no verse y estar de espaldas para mayor seguridad en contra de incidentes.

— Arthur, dijimos que sin vernos y sin tocarnos.— Le advirtió para que dejara su caricia.— Deja de tocarme.

— Yo no te estoy tocando.

Eso la sorprendió. Y si bien pensaba, Arthur era alguien de palabra. No se atrevería a hacer algo que ella le había dejado en claro que no debía. Entonces abrió sus ojos al instante, encontrándose con lo que menos esperaba.

La araña Sídney.

Arthur por su parte quedó pensativo. Roselyn de un momento a otro había dejado de moverse y había callado cualquier respiración. No podía evitar no voltear para ver qué era lo que estaba pasando.

— ¿Ast...

— ¡¡¡AHHHHH!!!— Gritó a todo pulmón cortando la distancia entre ellos para abrazarlo con fuerza y hacer que se volteara junto con ella.

Las mejillas del castaño quedaron en un rojo intenso al sentir los pechos medianos chocando contra su cuerpo. Esto jamás había ocurrido ni en sus más eróticos sueños.

Las manos de Roselyn rodeaban con fuerza su cuello mientras recargaba su cabeza en su pecho. No quería abrir los ojos. No por ahora.

— Oye, se supone que no deberíamos toc...

— ¡Araña Sídney!, ¡Araña Sídney!— Chilló asustada apretándolo con más fuerza.

Arthur volteó hacia sus espaldas y en efecto, la araña nadaba hacia ellos nuevamente. Tomó un frasco que gracias a los Dioses lo tenían cerca, y aprovechó el momento en que la araña se había lanzado con los colmillos afuera para meterla dentro del recipiente. No perdió más tiempo, y cerró el bote dejándola atrapada y furiosa.

— Ya está todo bien.— Le susurró suave. Era tierno verla tan asustada y dependiente de él.

— ¿Ya la mataste?— Preguntó tosca sin despegarse de él.

— Está a tu lado.— Mintió divertido esperando ver su reacción.

Lo cual fue mucho más prometedor. Pues la rubia había saltado encima de su cuerpo y tuvo que tomarla firmemente del trasero para mantenerla de pie, o si no, ambos caerían contra el agua. Y para su más mala suerte, el cuerpo de la rubia resbalaba poco a poco debido al exceso de jabón que tenía por todos lados. Si la dejaba viajar más abajo estaba seguro que ambas partes se encontrarían y ella lo castraría.

"Oh por todos los Dioses, salvenme". Mencionó para sus adentros, no quería morir tan joven.

— ¡¡Eres un idiota!!— Reclamó con enojo al ver que había sido engañada y él tenía una sonrisa incrédula.— ¿¡Qué sucedió?!

— Tranquila, tranquila.— Pidió aún sonrojado, tratando de mantenerla a la altura con la que había llegado gracias al salto.

Parecía que la araña era el tema más importante que el estar desnudos completamente pegados uno al otro.

— La metí en un frasco.— Señaló hacia la izquierda donde en la tierra se encontraba el recipiente, y dentro de éste, el arácnido tratando de escapar sin éxito.

Roselyn suspiró descansada. El peligro ya había pasado y eso era lo que importaba. Aunque aún quedaba algo pendiente.

Volviendo a la realidad, veía que Arthur hacía un poco de presión en su trasero tratando de mantenerla a su nivel, y como ella tenía sus pechos en...

— ¡Ay no!— Gritó preocupada soltándose del castaño para caer de espaldas hasta el fondo del agua. Volvió de inmediato a la superficie pero ahora de espaldas de la vista del castaño.— Lo siento, yo...

— Está bien.— Claro, para él.— Terminemos de bañarnos.

— De acuerdo.— Asintió sonrojada.— Arthur...

— ¿Sí?

— Dile a alguien sobre esto y le dirás a tu padre que no podrás tener hijos, por un "accidente".— Amenazó con frialdad.

— No pensaba contarle a nadie.— Había vuelto la misma Roselyn tosca.— ¿Cómo contar que una sexy rubia subió por mi cuerpo pegandose por... ¡Auch!— La rubia le había propinado un golpe en el hombro.

— Eso es por burlarte.— Indicó.

— ¿Y el premio del beso porque te salvé de la araña más venenosa?

— Tu premio fue tocar mi trasero y tener aún oportunidad de tener hijos.— Le recordó.

No había más que agradecer.

—— 💙 ——

Llevaban horas caminando sin rumbo. Aunque habían decidido caminar solo en una dirección, esperanzados de que tendrían que encontrarse con una carretera o camino que los pueda ayudar a llegar a una ciudad.

Arthur por su parte cada vez estaba más agotado, no estaba en las condiciones de caminar muy cuerdo y aparte que mantenerse de pie le estaba costando trabajo, seguía aún muy lastimado por la caída en el incendio. Pero trataba de disimularlo, no quería preocuparla a ella que se veía más cuerda que él.

Pero como si Roselyn hubiera leído su mente, sin previo aviso lo tomó encima de su espalda para llevarlo cargando. Quería decir que no, pero su cuerpo ya había actuado por él y prácticamente.. aceptado.

Continuaron así por varias horas más. Para su buena suerte habían encontrado una carretera vacía que indicaba que a 25 kilómetros se encontraba una ciudad cercana con población.

Decidieron caminar por allí en el perímetro, y si pasaba un carro cercano, mucho mejor.

Roselyn comenzaba a cansarse de la misma manera, era fuerte pero el peso de Arthur era mucho mayor.

— Vaya, esto está mal.— Comentó para comenzar una plática.

— ¿Qué está mal?— Preguntó confundida sin entender su punto.

— Se supone, como en todas las novelas románticas, yo debería estarte cargando a ti, perdidos en un territorio desconocido.— Explicó con una risa divertida.— Pero contigo todo es diferente, eres la que me está llevando cuando debería estarte cargando yo.

— Ay Arthur, desde un principio sabemos que nuestra relación es diferente y no se basa tras prejuicios y costumbres.— Respondió de la misma manera.— Desde que tuve que besarte por primera vez.— Recordó burlesca.

— Entonces tú eres la diferente.— Acusó con el mismo tono.

— No soy la única Honey.— Contestó risueña.

— ¿Ah, sí?, ¿Y en qué soy diferente yo?

— En que los hombres deben dar siempre el primer paso y cargar a la chica. Y miranos, aquí estoy cargandote en mi espalda.— Se burló. Golpe bajo.— Yo seré la que gobierne la relación. Caso cerrado.

— ¿Ah sí?— Se bajó de su espalda para tomarla entre sus brazos como si fuera un costal de papas. La había agarrado desprevenida.

— ¡Ey!

— No estés tan segura M'Lady.— Le recomendó divertido empezando a caminar. Ya había tomado la energía que necesitaba.— La vida dará muchas vueltas entre nosotros.

— ¡Arthur, bájame!— Trató de patalear pero había recordado que él estaba débil y aún así, ¡Estaba cargándola! ¿Podía admirarlo más?

Antes de continuar una futura pelea habían escuchado un transporte acercándose. No dudaron en hacer una señal, y para buena suerte de los dos, fueron aceptados para ser llevados a la ciudad más cercana.

No tardaron más que una hora para llegar. El conductor se despidió de ellos con una cálida sonrisa mientras que Roselyn le ofrecía un poco de joyería como único pago a su servicio voluntario.

Caminaron por las calles y al parecer se dieron cuenta que se encontraban en Darwin. No sabían mucho de esa ciudad, pero parecía que la gente de allí no era muy amigable. Pues recibían de vez en cuando miradas toscas de los que habitaban el lugar.

— Está a nada de anochecer.— Comentó Arthur observando el cielo. Era impresionante todo lo que habían caminado desde el amanecer.— Vamos a buscar un hotel.

— Estoy de ac...— Sintió como jalaban su maleta en sentido contrario. Se trataba de un joven con un compañero tratando de llevársela.

Estaba cansada de la hostilidad de las personas. No tenía humor para soportar a más. Con una fuerza impresionante lanzó su maleta contra su pie lastimándolo al instante. El atacante gritó de dolor y segundos después Roselyn le había lanzado una patada a su entrepierna. El otro chico salió corriendo al ver lo brusca que había sido aquella mujer. Quizás era un principiante.— Escúchame bien. ¡Y que te quede claro!— Ordenó con frialdad.— Si vas a seguir robando dímelo de una vez y me encargaré que no tengas descendencia. El mundo no necesita gente como tú. Ahora dime, ¿¡Quieres seguir robando mi maleta?!

El hombre temía claramente por su vida. Siempre había robado a mujeres y ellas por temor a ser lastimadas accedían a todo. Pero ésta seguramente le causaría pesadillas en las noches. Jamás imaginó conocer a alguien así. Ni siquiera entendía su lenguaje, pero era mejor no retarla. Así que simplemente negó con su cabeza a juzgar por sus expresiones.

— Ahora, ¡Largo de aquí antes de que me arrepienta!— Lo empujó sin piedad comenzando a caminar de nuevo a la par del castaño.

— Vaya...

— ¿Qué?— Ya se había tranquilizado.

— Creo que sí debería agradecer la oportunidad de continuar con mi descendencia.— Comentó.— Ese golpe me dolió con solo verlo.

— Bueno, salvaste mi vida de una araña que iba a matarme. Y... Pues yo me lancé a ti.— Se sonrojó ante el recuerdo. Había sido muy imprudente.— Bien, vamos al hotel. Muero por comer y dormir.

— Vam...

— ¿Arthur Kingston?— Escucharon detrás de sus espaldas.

Detrás de ellos se encontraba un hombre aperlado más o menos de la edad de él. Su cabello era negro como la noche y sus ojos destacaban por el distintivo verde brillante de sus pupilas. Iba acompañado de una mujer rubia con rayos azules, un poco más alta que Roselyn y completamente hermosa.

— ¿Quién eres tú?— Preguntó extrañado ante su reconocimiento. A su diferencia, no se le parecía muy conocido o haberlo visto antes.

— Soy Anthony, pero puedes decirme Tony.— Se presentó con una sonrisa confiada, estrechando su mano en forma de saludo.— Y ella es mi compañera, Celine. Soy uno de los futuros herederos de las mejores aerolíneas. De hecho, creo que te vi de reojo en la junta con Holmes hace meses.— Recordó pensativo.— No pude estar presente por otros motivos por lo que sólo fui un segundo a esa junta. Escuché sobre tu avión fallido, me alegra ver que estés bien. Estoy aquí en Australia para hacer un equipo de rescate, pero parece que ya no será necesario.

— Bueno, tuvimos un accidente. Explotaron las alas y nos vimos obligados a saltar hacia la vegetación. Apenas estamos llegando a la ciudad.— Comentó con cierta incomodidad. El piloto y su ayudante habían muerto allí.

— ¿Tuvimos?— Preguntó confundido.

— Oh, ella es Roselyn Darcy.— Presentó haciendo que el pelinegro fijara por primera vez su vista hacia la rubia.

Quedó embobado ante tal belleza sin igual. Tenía una postura que la hacia ver simplemente poderosa.

— Hermosa...— Halagó embobado, estirando su mano para ser aceptada por ella.

— ¡Ey, cierra la boca, se meterán serpientes en ella!— Regañó Celine dándole un golpe detrás de la cabeza como reclamo.

— Dime que no tienes novio.

— Lo estás viendo justo en frente.— Presentó señalando al castaño.

— ¿¡Qué?!— Exclamó sorprendido. Era imposible.— ¿¡Arthur y tú?!, ¿Pero cómo...

— Ya cierra la boca Anthony.— Ordenó Celine con molestia. Al parecer era de carácter pesado y no estaba de buen humor.— Bueno, tenemos una habitación de sobra en nuestro departamento. ¿Les gustaría quedarse? Podemos llevarlos mañana a dónde tengan que ir. Supongo que no están aquí por turistas, ¿Me equivoco?

— No, no te equivocas.— Respondió el castaño.— ¿No sería mucha molestia...

— Por Dios, es lo mínimo que podemos hacer. Después de todo, somos socios de la junta.— Ofreció.

— Arthur...— Llamó Roselyn no tan segura.

— Aceptamos.— Era mejor pasarla con conocidos que como turistas en una ciudad de mala fama.

—— 💙 ——

— Bueno, tienen un baño en la habitación. Siéntanse con confianza. Mañana despertaremos para ver qué planes hacemos juntos. Espero que descansen y que tengan buena noches.— Se despidió la rubia de rayos azules para poder llevarse a Tony hacia la habitación de enfrente.

Cerraron la puerta y esperaron unos cuantos minutos para comenzar a hablar.

— ¿Sí son ellos no?— Preguntó el pelinegro quitando el silencio.

— Sí. Son los que estamos buscando.— Respondió observando el par de fotografías que le habían indicado.— ¿Tienes un plan?

— Sí, está decidido. Yo me llevo a Roselyn y tú quédate con Arthur. Tenemos que destruir su relación a todo lo que cueste.

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