2. Equipo
Capítulo 2.
Equipo
"Trabajar en equipo divide el trabajo y multiplica los resultados".
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— Recuérdame. ¿Por qué tengo que hacer esto?— Preguntó Benjamin aburrido mientras caminaba por el inmenso pasillo junto con su mejor amigo.
Era una mañana cálida y refrescante, ideal para tomar un descanso en un viernes. Pero no para cierto castaño.
Habían pasado tres días desde el festejo del rubio y a pesar de que Arthur había perdido la mayor parte del show, no se sentía tan lastimado. Después de todo había entendido que el castaño había estado en excelente compañía. Con una rubia, de ojos azules en su oficina, sólos a la mitad de la noche. Aunque él defendiera que era todo lo contrario a una noche tranquila y bonita.
— Porque eres mi mejor amigo. Confío en tu capacidad de que podrás elegir a la indicada para mí.— Inquirió Arthur abriendo una sala de conferencia.— Vamos Benja. Es el último favor que te pediré en este mes.
— Sí, pues es el último día de Marzo. Ya mañana me pedirás uno nuevo.— Argumentó con gracia.— Bien, ¿Qué es lo que tengo que decir?
— En el escritorio dejé una lista con las preguntas a realizar. Necesito que escojas a la más indicada para este trabajo.— Inquirió una vez más.
— Pero sí tú...
— Si fuera por mí estaría bien trabajar solo. Pero mi padre insiste en que debería tener a una secretaria o un secretario para poder seguir trabajando de manera eficiente. Cree que el trabajo me está acabando por completo y también dice que un poco de ayuda extra no estaría mal.— Explicó sin muchas ganas. Era su manera de trabajar y le gustaba así como estaban las cosas. No era por ser obstinado, simplemente le gustaba la soledad en el trabajo. Aparte de que no quería distraerse mucho tratando de entenderse con su compañero para poder coordinar las ideas y la manera de ser del otro.
— Ahora explícame, ¿Qué hago aquí?— Ignoró la historia mientras se detenían en frente de unas puertas de roble.
— Voy aceptar el trato de mi padre.— Anunció.— Pero... En serio tengo cosas más importantes que hacer que estar perdiendo el tiempo eligiendo a alguien. Así que en este caso, tú lo harás por mí.
— ¿Y qué gano a cambio?
— Puedes quedarte con mi serpiente.— Invitó.— Te la puedo regalar también. Últimamente no he tenido tiempo de...
— ¡Trato!, ¡Quiero las dos serpientes!— Pidió.— Hoy viene mi hermana a mi departamento, tener dos serpientes, estoy seguro de que la asustarán y harán que se largue a la casa de su mejor amiga.
— De acuerdo. Es un trato.— Chocó por último su mano contra la de él.— Ahora, te daré una lista de lo que probablemente quiero más: Trata de no elegir a una mujer. Suelen ser muy escandalosas y no es por presumir, pero la mayoría siempre me acosa desde que llegué a la adolescencia. Antes pedía mucho de eso cuando era niño pero ahora que lo tengo me siento incómodo. Así que mujeres no. Y si no queda más opción, pues elige a la más fea. Pero que sepa trabajar. Una seria...
—— 💙 ——
Por otra parte, no muy alejada de la sala de conferencias de una empresa, Roselyn caminaba por los inmensos pasillos observando los diversos cuadros con pinturas grises y aburridas. ¿Qué acaso no podían ponerle un poco más de vida a ese lugar? Las personas pasaban con seriedad a su lado, enfocados cada uno en su trabajo y en unos papeles que cargaban a la mano.
Decidió enfocarse mejor en sus asuntos. Quería acabar ese día de una vez.
No tardó mucho en encontrar el letrero que buscaba y se metió dentro de unas enormes puertas. Había una larga fila de espera para comenzar la entrevista.
Su abuela había insistido a que escogiera este trabajo para mejor convivencia. Pues estaba segura de que se trataba de una de las más grandes empresas y ella crecería mucho en los puestos para comenzar a generar sus propios ingresos que la ayudarían a mantenerse.
Roselyn suspiró. Aún no sabía lo que tenía que hacer y de cómo debería actuar para tratar de convencer a la gente de que ella era lo que buscaban.
Tomó asiento y esperó. Las horas pasaban de lo más lento posible, casi como si el mundo se burlara de ella para demostrarle que no era digna de pertenecer allí.
Hasta que después de un tiempo escuchó su nombre ser pronunciado.
Entró a una sala más pequeña y pudo ver al futuro jefe. Un hombre con unos largos cabellos rubios resbalar hasta sus hombros con un aspecto poco formal. Era impresionante ver cómo el hijo de una de las empresas más grandes del país tenía un aspecto tan... Vago y poco elegante para su opinión.
— Toma asiento querida.— Invitó rodando en silla giratoria.— Dime, ¿Para qué buscas este empleo?, ¿Qué quieres conseguir?— Estiró sus piernas encima del escritorio con tranquilidad. Para ser un vicepresidente, era muy relajado.
La pregunta la tomó por sorpresa. Pero no por eso se expresó de tal manera. Colocó una de sus miradas más frías posible y con una voz firme respondió:
— Quiero conseguir el mejor puesto que me puedan ofrecer.— La seguridad destellaba de sus pequeños ojos azules.
Para ser una chica era demasiado intimidante.
Benjamin tuvo que tragar duro al ver a una mujer tan... Escalofriante. Sentía que ella podía matarlo con solo una mirada. Así que bajó sus piernas como si hubiera sido regañado y realizó una mejor postura.
— ¿Y por qué deberíamos de aceptarte?
— ¿Y por qué no?— Contraatacó Roselyn.— Estoy estudiada. Tengo una maestría en administración de empresas. Me mantengo en mucha mejor forma de las que se encuentran aquí. Y simplemente porque soy la mejor en cualquier cosa que hago.
— B-Bien...— Tosió un poco. El ambiente lo estaba matando.— ¿Pasatiempos?
— No tengo tiempo para eso.
— ¿Conoces la historia de la empresa?
— ¿Y quién no la conoce? Es una de las mejores fundadas en el país. Una de las aerolíneas más exitosas con una probabilidad de 0.07% de error.
— ¡Wow!, ¡Sí que sabes de lo que hablas!— Se impresionó. Arthur por más veces que se lo contara nunca se aprendía ni un solo número.
— Dime... ¿Cuándo estás lista para trabajar?
— En cuando me necesiten.
— ¡Perfecto!, ¡Eres la que quiere!— Habló con una enorme sonrisa estrechando sus manos con las de ella como un gesto de compañerismo.
No necesitaba buscar más. Una chica tan aterradora y fea para su perspectiva era suficiente para lo que había pedido su mejor amigo. Aparte de que ya no necesitaba buscar más. Estaba seguro que ninguno le llegaría a los talones a esta chica rubia. A pesar de que era bonita, su carácter y su mirada asustaba hasta el más temible diablo.
— Estás contratada y empiezas ahora mismo.— La condujo afuera de la sala donde aún permanecía una larga fila.— Por cierto, se cancelan las entrevistas. Ya elegimos a alguien. Así que pueden salir por la puerta delantera.— Notificó sin perder más tiempo saliendo con Rose.
Arthur estaría orgulloso de su trabajo. Y la mejor manera era que no necesitó entrevistar como a 200 personas más. Era poco trabajo y eso le gustaba.
— ¿A dónde vamos?— Preguntó Roselyn observando que no se dirigían hacia los demás.
— Vas a conocer las áreas de la empresa. Aunque seguramente iremos primero por el otro para que se haga cargo.— Comentó sin mirar atrás.— Por cierto, mi nombre es Benjamin.
— Roselyn Darcy.— Compartió la presentación un poco desorientada por el carácter del que sería su jefe de ahora en adelante.— Y... ¿Qué te hizo pensar en que soy la indicada para este empleo?
— Eres lo que él pidió. Una mujer de las más feas. La más fea.
—— 💙 ——
— ¿Y qué tal va la empresa Arthur?— Preguntó una pelinegra a su amigo mientras tomaban camino a uno de los largos pasillos.
— Bien, aunque digamos que mi padre no piensa lo mismo Heather.— Respondió en desacuerdo.— Piensa que necesito compañía para mantener el trabajo de manera exitosa.— Musitó con desgane.— No es orgullo, pero me gustan más las cosas a mi manera.— Informó cruzando por otro pasillo.
Pero algo había sucedido.
Algo le llamó la atención de inmediato. Una cabellera rubia que bien conocía perfectamente. Pero todo sucedió en un micro segundo. Estaba seguro que quizás era solo su imaginación. No podía ser aquella mujer. Existían más cabelleras rubias después de todo.
— ¿Pasa algo?— Preguntó su amiga extrañada por su comportamiento.
— Me pareció ver a alguien familiar. Es todo.— Sopló en voz baja continuando su camino.— Bien, tenemos que ir a la oficina principal. Supongo que Benja ya debe estar esperándome con mi nuevo compañero de trabajo.
— No puedo creer que en serio hayas dejado esta elección a él. Es decir... ¡No conocerás bien con quién vas a trabajar!— Rió en forma de burla.— Por cierto, ¿Patrick ya llegó?
— ¿Patrick?, ¿Ya andan?— Cuestionó sorprendido.
— Estamos en ello. Pero puede decirse que estamos avanzando al otro nivel. Lo cual es grato, ya tenemos varios años tratándonos.— Admitió sonrojada.— Pero no me cambies el tema, ¿No estás nervioso por saber que persona eligió para ti?
— Puede que sí. Un poco, no soy una persona muy social que digamos. Pero espero tener una relación estable en mi trabajo.— Afirmó tomando camino hacia la oficina de su padre.
— ¿Qué le dijiste a Benjamin sobre lo que pedías?
— Le dije que prefiero un hombre. Suelen ser menos metiches o chismosos, y sé que no perderá el tiempo en cosas ajenas a su trabajo. Aunque si no había opción, quería una mujer de las más feas. Aunque más físicamente. Así no me distraeré y estoy seguro de que se aplastará las ilusiones de andar conmigo.
— Wow, eres frío Kingston.— Rió divertida abriendo la puerta que los conduciría a la oficina que habían acordado.— Aunque creo que ya deberías...
— No empieces con eso.— Intervino antes de que terminara su oración.
— ¡Por Dios, ya no eres un niño!— Rió más fuerte ante su reacción.— Es hora de que empieces a buscar a una mujer guapa con la que puedas salir y formar una relación seria para después casarte y tener varios hijos.
— No está en mis planes.— Negó.— Además, ya he intentado anteriormente y veo que no es posible viendo a tantas interesadas por lo que les puedo dar a lo que realmente sienten por mi.
— Eres guapo Arthur. Además, ya pasaron años. Quizás ahora pronto encuentres a una mujer ideal en un encuentro perfecto.— Le animó.
— ¿Y qué?, ¿Esa mujer ideal será la próxima que entre por esa puerta con el mejor perfil?
— ¡Buenas tardes Arthur!— Saludó Benjamin cerrando la puerta al instante.— ¡No vas a creer qué!, ¡Conseguí a la mujer más fea del universo!, ¡Sé que te va a encantar!, ¡Es todo lo que pediste!, Con ustedes les presento a...— Abrió un poco la puerta para asomar su rostro hacia afuera.— Bien, puedes pasar.
Arthur no lo podía creer al momento de verla.
Allí estaba ella.
La misma mujer de hace unas noches.
Estaba en frente de él. Con la luz de las vidrieras brillando en su lacio cabello rubio. Sus ojos azules reflejaban la belleza del mundo y unas mejillas con un tono suave de color rosa.
Estaba radiante.
— ¿¡Tú?!— Exclamó Roselyn con sorpresa al verlo frente a frente.— ¡¿También vienes a pedir trabajo?!
— Oh querida señorita Darcy.— Intervino Benjamin ignorando la tensión en el lugar.— Él es Arthur Kingston. El jefe con el que estará trabajando como secretaria.
— ¿¡Qué?!— Exclamó más asombrada y anonadada.
Esto debería ser un chiste de la vida.
Sin perder más tiempo caminó hacia el mencionado y sin esperar nada más, lo guío hacia la primera puerta que encontró.
Para su malísima suerte, un baño.
— Bueno, esto es mejor que en frente de ellos dos.— Musitó volviendo en sí. Su idea no era traerlo a un lugar cerrado, pero era mejor no teniendo a testigos en frente.— Bien, ¡Habla!
— ¿Qué quieres saber?— Preguntó divertido ante la reacción de la rubia.
— ¿¡Por qué no me dijiste que eras el vicepresidente de esta compañía?!— Reclamó enojada.— ¡Pensé que trabajabas en ese bar como un simple músico!
— Nunca preguntaste en qué trabajaba.— Debatió con tranquilidad y una enorme sonrisa en su rostro.— Además, esas fueron deducciones que tú tomaste por ti misma. Tampoco sabía que...
— ¿Y en serio, la más fea para ti?, ¿Soy la más fea para ti?— Preguntó ofendida recordando el porqué la habían elegido.
— Bien, esto quería hablarlo con Benjamin.— Mencionó en acuerdo.— Le pedí que quería un secretario. No una mujer por el simple hecho de que son menos eficientes en el trabajo. No las generalizo, pero la mayoría de aquí veo que pierden el tiempo involucradas en el chisme y en el rumoreo que se corre dentro de esta compañía.— Aclaró.— Le dije a Benjamin que si no había opción, quería una mujer fea. Una que tenga cara de pocos amigos y que se vea firme. Pero al mencionar estas cualidades no me esperaba que encajaras en ellas y mucho menos que... Vinieras buscando trabajo aquí. Es decir, pensé que tenías una buena vida.
— Sean cuáles sean los motivos por las que vine a pedir trabajo aquí no te incumbe.— Contestó.— Esto debe ser un juego del diablo, no puedo creerlo.
— Nadie te está obligando a trabajar como mi secretaria. Si no quieres este empleo, simplemente dilo y cualquiera más estará en tu lugar.— Aseguró dándose la vuelta dispuesto a no batallar. Observaba que mantenía ese carácter que no le servía para nada y que estaba dispuesto a no tolerar.
Parecía la típica rica mimada.
Roselyn estaba viendo que estaba perdiendo las oportunidades más rápido de lo que no esperaba. Por alguna razón, pelear con Arthur le parecía desestresante. Y ella no era así, tenía que aprender a controlar su temperamento si quería mantener su primer empleo. Después de todo, ¿Qué tan difícil sería ese trabajo?
Estaba claro que tenía que separar las emociones del oficio. Tampoco quería tener a su abuela encima de ella ni mucho menos presionándola por fracasar en el primer día.
Ella es Roselyn Darcy. Y sea como sea lucharía por el trabajo.
Antes de que Arthur lograra abrir el picaporte lo detuvo tomándolo del brazo. No estaba dispuesta a perder su oportunidad por emociones tan infantiles.
— Roselyn.
— ¿Qué?— Cuestionó extrañado girándose a verla.
— Hace unas noches preguntaste mi nombre.— Le recordó más calmada.— Me llamo Roselyn. Roselyn Darcy.
Arthur estaba confundido. ¿A que venía todo eso de repente?, Quizás ella...
— ¿Qué tiene que ver tu nombre ahora?— Cuestionó extrañado encarándola frente a frente nuevamente.
— Bueno, creo que no tuvimos un elegante y buen principio.— Comentó decidida. No daría vuelta atrás.— La mejor manera de empezar es con una buena presentación Arthur Kingston.— Extendió su mano en la espera de su respuesta. Esperaba que con esto él aceptara su puesto.
Por otra parte, Arthur no tenía idea de lo que estaba sucediendo. ¿Es que ella era bipolar?, Hace unos cuantos minutos estaba con cara de pocos amigos y dispuesta a sacar una guerra. Y ahora tenía una faceta impresionante. Era educada y cordial.
Una sonrisa tierna iluminaba su rostro. Jamás había creído que un simple gesto pudiera cambiar tanto a una persona. Sin duda, ese era un buen inicio. Saber al menos los nombres de ambos.
Pero sin embargo, ella sería su compañera por varios años hasta que el suba al puesto de jefe, de lo cual estaba seguro que pasarían muchos muchos años más adelante, por lo que aceptarla como secretaria sería algo que no debería tomarse a la ligera. Tenía que pensar en un buen plan.
— Benjamin te hizo la entrevista. Aunque creo que no debí huir.— Suspiró pensativo con una mano sobre su mandíbula sin aceptar aún el trato que ofrecía con su mano.
Roselyn comenzaba a desesperarse, sin duda estaba segura que él aprovecharía sobre esa situación.
— Así que para ver si eres lo suficientemente capaz para el puesto de mi secretaria, debo probarte.— Decidió el castaño.
— ¿¡Estás loco?!— Se ofendió sonrojada.— ¿¡Cómo eres capaz de...
— ¡No a esa acción que piensas!— Estaba seguro que sus cachetes eran iguales al mismo tono de la rubia.— Empecemos con la serie de preguntas y existirán pruebas.
— De acuerdo.— Trató de no resoplar.
— Bien, ¿Por qué el interés de trabajar aquí?
— La compañía Kingston ha sido mencionada como una de las mejores empresas creadas en este país. Sus estándares de calidad son excepcionales y busco un buen ambiente laboral.— Explicó. No conocía mucho de la empresa, pero era una de las tantas que su abuela le había insistido en participar.
— ¿Y qué cualidades tienes?
— Bien, soy la mejor en todo lo que hago. Me encanta ser alguien competitiva. Y créeme que tengo varias recomendaciones dónde mencionan mi experiencia en varias labores. En pocas palabras, si me dejas ir, te arrepentirás cuando vaya a otra compañía y te haga caer.— Aseguró sin una gota de inseguridad. Arthur tragó pesado, sin duda no había alguien igual a ella. Tenía una determinación tan firme, que incluso pudo creer su amenaza.
— ¿Qué me hace creer que eres la secretaria indicada para mí?
— Mira, a pesar de nuestro primer encuentro en un bar; sé separar las emociones del trabajo.
— Pruébalo.— Eso era lo que primordialmente estaba buscando en una secretaria femenina. Nada de emociones dentro de la empresa. No quería verse envuelto en noticias mundiales sobre escándalos inapropiados para el público. O al menos, romances. Odiaba ser el centro de atención.
Roselyn caminó hacia él, dejando que arrastrara sus pies hasta topar contra la puerta del sanitario. Acercó su rostro hasta estar a pocos centímetros de él. La tensión dominó el lugar.
— Hace varios minutos.— Soltó en un susurro suave observando sus ojos fijamente.— He querido patearte el trasero y hacerte una llave de lucha libre para mi gusto.
— Eres frívola.— Soltó incómodo por su cercanía.
— ¿Suficiente prueba?— Exclamó con una sonrisa arrogante al ver el estado del castaño. Justo como lo quería.
— Supongo que sí.— Si ella creía que podía divertirse con él estaba muy equivocada. Él también podía divertirse con ella y quitaría esa sonrisa arrogante.— ¿Eres hábil?
— La mejor.— Confirmó.
— Bien, tengo una pequeña pelota.— Mostró.— Y, una de las pruebas que más me gusta experimentar, es ver la habilidad de la destreza.
— ¿Cuál es el reto?
— La dejaré caer y tienes que atraparla antes de que toque tres veces el piso.— Sentenció con una sonrisa escondida.— Si la atrapas, te quedas con el puesto. Y si no, te libras de mí.
Era un reto muy sencillo para ella. Sin embargo, era todo un show por el que Arthur estaba dispuesto a disfrutar. Aunque no la conocía, creía que con eso ganaría.
Pero ella era Roselyn Darcy.
Nadie la dejaría tan humillada por una pelota. Arthur no sabía con quién se estaba metiendo, y antes de que diera el primer toque ella atraparía esa maldita pelota. No era broma cuando decía que suele ser una mujer competitiva. Haría que ese hombre se tragara sus palabras.
Dispuesta y con una sonrisa confiada aceptó.
El castaño soltó la pequeña pelota haciéndola rebotar. Pero había algo que ambos habían ignorado. Aún se encontraban en un baño estrecho por lo que las posibilidades de atraparla y lastimarse iban parejas.
Roselyn alzó sus manos hacia abajo en un intento de alcanzarla, pero no había puesto atención en el excusado a su lado. La pelota había entrado en el agua, y ella no dudó nada en meter su mano dentro del inodoro.
Para su mala suerte, todo había pasado tan rápido que podía sentir como el agua arrastraba su mano hacia el interior debido a que se trataba de un baño automático.
— ¡Roselyn!— Ahora Arthur temía por la seguridad de la rubia.
Jamás se imaginó tales consecuencias. ¿¡En qué estaba pensando?!, ¿Desde cuándo divertirse le era tan importante para ignorar la seguridad de alguien más?
También había ignorado que el baño era automático, por lo que no vio venir aquella escena.
Ahora la rubia estaba con la mano atrapada en el orificio por dónde se escapaba el agua.
— ¡Estoy atorada!— Chilló pero no por eso soltó la pelota. Aun la tenía en un puño cerrado.— Pero la tengo.
— ¡Por Dios, suelta esa pelota!— Ordenó preocupado.
— No. Te dije que te demostraría que este es mi puesto.— Aseguró con orgullo.
— Es suficiente, está bien. Te aceptaré como mi secretaria. Pero suelta esa pelota.
— De acuerdo, pero aún sigo atorada...—Mencionó contra el retrete.
Lo que pasó después fue sentir unas manos en su cintura alarmándola. No estaba acostumbrada a que la tocaran.
— ¿¡Que te crees que haces?!— Exclamó con sonroje. Creía que se estaba tomando muchas libertades con tocarla. Con su brazo libre se encargó de darle un codazo en la boca de su estómago.
— ¡Auch!— Gritó adolorido. Era increíble la fuerza que tenía la rubia.— Voy a jalar hacia afuera lo más rápido posible para que puedas sacar tu mano. Dolerá pero es mejor esto que estar esperando a alguien.
— Mph... De acuerdo.
Con ayuda de Arthur sintió los tirones y ella también puso de su parte tratando de pegar sus dedos entre sí disminuyendo el espacio de su mano.
— 1... 2... ¡Listo!— Festejó al momento que perdía el equilibrio y la llevaba a ella con él contra la pared sentados en el piso. Ella entre sus piernas de espalda y con cierta agua salpicada en sus ropas.
Las manos de Arthur continuaron peligrosamente cerca de su muslo, mientras que ella tenía su mano mojada en su pantalón.
En ese instante la puerta se abrió.
De todas las personas, hubiera deseado que ninguna de ellas fuera su padre.
Y ella, jamás esperó ver al presidente de la empresa detrás del otro lado.
La fría y dura mirada era más que suficiente para saber que estaban en problemas los dos. Podían ver al pelirrojo caminar, marcando huella en cada paso que daba alrededor de la habitación.
Roselyn estaba en problemas.
No podía dejar que su empleo se fuera en un solo día. La situación en la que los había encontrado no era la más santa que uno pueda explicar. Incluyendo, esto dejaría una marca en su historial que sería perjudicial para sus entrevistas futuras.
¿Adicta a los retos y juegos como una niña?
Ni siquiera había pensado en lo ridícula que era la situación. Lo único que pasaba por su mente en ese momento era que estaba dispuesta a demostrar a Arthur lo eficiente que era. Y de paso elevar su propio ego por beneficio propio.
Tenía que pensar muy bien las palabras si quería salir de la mejor manera posible y no perder su empleo.
— Padre yo...— Intentó hablar el castaño, pero antes de que pudiera decir algo, el otro habló.
— ¡¡Muchas felicidades!!— Gritó exaltado con una inmensa sonrisa. Corrió hacia su hijo y lo abrazó con una felicidad envidiable. Estaba demasiado feliz, sin ver lo perturbado que estaba su hijo por una escena así frente a Roselyn.— ¡Me alegra mucho saber que ya tienes una novia!, Ya estaba empezando a desilusionarme con que no conocería a mis nietos antes de que me vaya de este mundo. Por más que lucho no seguiré siendo joven para siempre para ver cuándo se te ocurre formar una relación.
— ¿¡Qué?! Papá yo...
— Pero eso sí, quiero el baño todo limpio y desinfectado.— Mencionó para guiarlos al exterior del sanitario.— ¿Así que ella te tiene loco para hacerlo incluso hasta en mi baño, eh?
— Señor Kingston, no soy la novia de Arthur.— Habló la rubia al ver que al castaño le faltaban las palabras por la incesante emoción de su padre.— Permítame presentarme, soy la secretaria personal de su hijo. Roselyn Darcy.— Realizó una corta reverencia en forma de respeto y saludo.
— ¿¡Qué?!— Su rostro cambió a uno lleno de incredulidad. Entonces, su cabeza comenzó a formular varias teorías, dónde poco a poco comenzó a armar algunas piezas equivocadas.— ¿¡Entonces, estás utilizando a la secretaria para...
— ¡No, para!— Ordenó Arthur apresurado antes de que se llenara de más ideas nada morales.
— Quiero una explicación.— Exigió cambiando su rostro a uno neutral con cierto enojo. No hablaría hasta escucharlo.— ¿Qué hacía tu secretaria en mi baño, y tú allí? Te exigí contratar una secretaria para que no cargues tanto peso con el trabajo y los proyectos. No a alguien con quién pasar aventuras sexuales para desahogarse de la tensión.
— Padre nosotros...— No tenía idea de qué comentarle. Sabía que si relataba la historia original, metería en problemas a Roselyn e incluso podían manchar su historial. Le había dado su palabra después de haber visto tal determinación en ella. Y aunque buscar un ayudante no era su prioridad, no podía dejarla sola.
— Es mi culpa.— Suspiró Roselyn con pena.— El señor Arthur estaba haciendo su trabajo de entrevistarme personalmente cuando necesitaba ir al baño.- Respondió.— Decidió prestarme el suyo por la cercanía. Aunque por una mala jugada se me olvidó que aún tenía puesta la pulsera. Es importante para mí.— Mintió.— Pero en un mal movimiento, terminó cayendo al excusado. Al momento de pararme para detenerla, el baño había comenzado su funcionamiento de auto-limpiarse. Ni siquiera pensé cuando mi mano ya estaba atorada. Me acomodé la ropa en su lugar, y llamé a su hijo para ver si me podía ayudar a salirme de allí. Pues había quedado más atorada de lo que hubiera pensado. En un uso de fuerza ambos salimos volando contra la pared y el agua nos salpicó por el movimiento brusco.
Arthur volteó a verla impresionado. Era asombroso ver cómo se había ingeneado una historia con tanta presión encima y en tan pocos segundos.
— ¿Es cierto eso Arthur?— Preguntó su padre tratando de terminar el tema.
— Sí, eso fue lo que pasó.— Aclaró colocando una mirada normal.
Su padre no tuvo nada más que hacer que disculparse y aclarar las cosas. Después de todo, estaba feliz de que su hijo por fin aceptara una ayuda.
— Bien, sea bienvenida a la empresa señorita Darcy._ Sonrió con calidez estrechando su mano.— Lamento mucho mis mal entendidos.
— No se preocupe. Todo está bien.— Respondió con la misma sonrisa de cordialidad.
— Bien, por favor te encargo a mi hijo. Será difícil llevarle el paso, pero supongo que si mi hijo la escogió debió ser porque es la mejor.— Roselyn sonrió ante sus palabras orgullosa. Ya le contaría a su abuela sobre su nuevo empleo.
—— 💙 ——
— Bien, ponte cómoda en ese escritorio.— Señaló uno que se encontraba al final del salón. Era uno de madera pulida, demasiado largo. En ese se encontraban dos sillas.
— ¿Y cuál será el tuyo?— Preguntó notando que no había más.
— Por el momento lo compartiré contigo mientras construyen tu área. Aunque pienso cancelarla, te necesito activa a mi lado.— Comentó tomando asiento luego de ella.— No tengo suficiente tiempo para estarte marcando y esperar a que contestes o irte a buscar a tu lugar.
— Está bien. ¿Qué es lo que tengo que hacer?
— Bien, como primer paso. Tengo varios documentos y situaciones que debo analizar finalmente. Pero confío en tus capacidades para que seas mi mano derecha.
— ¿Tan rápido confías en mí?— Preguntó sorprendida. Ella no lo haría si estuviera en su lugar. Le costaba confiar en los demás.
— Serás mi compañera, la confianza es algo que debemos dar desde un principio.— Argumentó mientras sacaba unos papeleos debajo del escritorio.— Te dejaré todo este papeleo para que puedas subrayar los datos de los clientes, los costos, los problemas, las propuestas, descripciones claves, entre algunas más que quieras agregar. Tengo ciertos documentos que debo comenzar a escribir en el ordenador, por lo que puedes sentirte libre de sentarte en el sillón, aquí en el escritorio, o incluso en el suelo. Lo que me importa es que termines el trabajo. Cuando hayas terminado, me avisas para tomarnos una pequeña cena y hablar de los detalles.
Roselyn observaba el papeleo, parecían 500 páginas para una tarde que no tardaría más que 3 horas en anochecer.
Estaba segura que sería el primer día de trabajo más largo de la historia.
Volteó a ver a su jefe, quién ya estaba concentrado en la escritura del documento. Era increíble su habilidad para concentrarse tan pronto en su trabajo.
Bien, era su hora de demostrar que era eficiente.
—— 💙 ——
¿Cuántas páginas había leído?
Perdió la cuenta.
Pero al menos su cerebro estaba capacitado para aprender y memorizar datos importantes que podían servirle para después.
Ahora agradecía los ejercicios que le ponían desde el kinder sobre la comprensión lectora. Muchas veces dudaba sobre la utilidad de leer varias veces algunos libros para explicar después la temática de cada uno de ellos. Pero ahora veía los resultados exitosos.
Suspiró cansada.
Llevaba varias horas leyendo sin detenerse más que para subrayar las palabras y los datos que tenía que guardar en su memoria para cuando Arthur decida discutir sobre ello.
Por otra parte, el castaño yacía etiquetando los documentos correspondientes que le ayudarían para el día de mañana en su próxima presentación. Su mente estaba enfocada en todo lo relacionado a su trabajo, pero ahora tenía un nuevo asunto que no debía olvidar: Su secretaria.
Ahora que se daba su tiempo, no sabía sus capacidades. Ni siquiera le había otorgado un descanso más que los permisos para ir al baño. Todo este trabajo había sido continuo y quizás estaba siendo algo estricto con Roselyn.
Terminaría estos archivos y la invitaría a salir.
— Listo, ¿Qué quieres cenar?— Cuestionó el castaño mientras guardaba el documento en una carpeta.
Para ese entonces, volteó a verla. Lucía muy concentrada en su lectura y sus ojos no parpadeaban por estar interesados en cada palabra.
— ¿Qué horas son?— Preguntó soltando un pequeño bostezo cerrando sus ojos por unos segundos.
— Ya es media noche.
— ¿¡Media noche?!— Se levantó impresionada. Se acercó al enorme ventanal de la oficina para observar un cielo oscuro iluminado por escasas estrellas. No había tráfico y las calles parecían solitarias.— ¿Sueles comer a esta hora?
— Bueno, normalmente espero hasta las 3 de la mañana. Pero supuse que quizás... tendrías hambre.— Ofreció mientras se acariciaba la parte trasera de su nuca. Jamás había convivido en equipo con alguien más.
Y ahora ya no era su itinerario, tenía que aprender acoplarse a ella también y en sus necesidades.
Ya no era una persona sola.
— Jamás he estado con alguien más y si te soy sincero, no tengo idea de cómo llevar las cosas entre nosotros. Así que si necesitas algo, no dudes en pedírmelo.— Confesó con timidez. Quizás habían convivido un poco inusual en la tarde, pero no habían cruzado palabras desde todo el día.
— ¿Qué no se supone que debería ser al revés?— Cuestionó sorprendida ante la caballerosidad de su jefe.— Es decir, soy tu secretaria. Se supone que debería ser yo la que se acople a tus necesidades.
— Pues... Ha sido un día muy largo. ¿Qué te parece si cenamos unos tacos?
—— 💙 ——
Después de recibir la orden de la cena, ambos se sentaron en el cómodo sillón después de volver a la oficina. También degustaban del rico sabor de las tortillas con carne.
Roselyn observaba tranquila el panorama nocturno. Era uno de sus pasatiempos favoritos el tener la dicha de observar las estrellas a altas horas de la noche.
Estaba sola con Arthur. El silencio era placentero. Sin embargo, ella era más de crear una plática para estar más cómoda en el ambiente.
— Tienes una gran vista desde aquí.— Empezó.
— Gracias. Antes era sólo un mural, pero decidí quitar la pared para poder tener una mejor visión del exterior.— Comentó comiendo la mitad de su taco. Era la primera vez que cenaba con alguien.
Normalmente acostumbraba a hacerlo solo, y debía admitir que estar con ella era mucho más cómodo de lo que pensaba. Se sentía tranquilo y feliz. Por su parte, también quería conocerla un poco mejor. Después de todo, no parecía tan mal humorada como la primera noche.
— Cuéntame de ti Roselyn.
— Tenemos un largo tiempo para saber de nosotros.— Rechazó con amabilidad. No quería cruzar la barrera de trabajo que tenían estrictamente. Pero al ver un poco de silencio en su compañero, decidió ser un poco más abierta.— Pero... Puedo contarte que soy puntual, me encanta cumplir con lo que me propongo, y me encantan los retos. Soy incapaz de rechazar uno por si te diste cuenta esta tarde.
— Sí, eso ya me ha quedado completamente claro.— Recordó con una sonrisa.— Oh, por cierto; debo de agradecerte.— Mencionó dejando a un lado su cena para tomar un poco de refresco.
— ¿Agradecerme?, ¿De qué?— Preguntó intrigada.
— Por la historia que le inventaste a mi padre.— Le recordó.— Creí que no saldríamos bien ninguno de los dos. Pero me sorprendiste realmente con tu gran imaginación. Gracias.
— Oh... No es nada.— Respondió con sinceridad.— Como tu secretaria era lo mínimo que debería hacer, ¿No?
— En eso tienes la razón.— Concordó.— Bien, ahora háblame del trabajo que hiciste.— Observó en su escritorio mucho desorden.
— Bien, fueron 39 propuestas diferentes que he leído.— Roselyn asintió y dejó la cena por un momento.— La mayoría hablaban de un producto que les estaba siendo demasiado inquietante para que no estén de acuerdo en la manera de su uso. Al parecer, la legibilidad del producto es demasiado para un intelectual ciudadano sencillo.— Mencionó.— Así que muchos mandaron algunas propuestas para poder mejorarlo. Te subrayé las que me parecieron las más indicadas. Aunque la mayoría parecía no saber lo que estaba describiendo.
— Le dije a mi compañero que las instrucciones eran revueltas.— Mencionó con una expresión cansada. Él lo había advertido, pero no le hicieron caso.— Bueno, eso ya lo hablaré mañana con la persona de ese segmento. Por mientras, puedes irte a tu casa de una vez.— Comentó levantándose del sofá llevándose los residuos consigo.
— ¿Hablas de broma?
— ¿Qué?, No, no es broma.— Respondió un poco confundido por su pregunta.
— Pero aún me faltan como 200 páginas. Tu pediste 500.— Le recordó levantándose también y recogiendo sus propios residuos.
— Oye, hiciste lo que pudiste.— Se giró a verla.— Cualquiera que estuviera en tu lugar se hubiera aventado al menos unas 100 páginas. Te leíste 300. Es más que suficiente. Y sinceramente, superaste mis expectativas.— Caminó de nuevo a su escritorio para tomar los apuntes de su secretaria.
— Vaya, me siento halagada con sobrepasar tus expectativas.— Mencionó un poco ofendida. Pero no tenía mucho derecho a reclamar. Ella tampoco había dado muy buenas acciones para verse bien.— ¿Qué hay de ti?, ¿No saldrás ya?— Cuestionó con curiosidad al ver que volvía a su escritorio.
— No, pienso al menos adelantar las propuestas para las cartas de mañana que...
— No.
— ¿Perdón?
— No pienso irme.— Aclaró colocando una mano en su escritorio y verlo frente a frente separados apenas unos centímetros.— Te dije que te demostraré que soy la indicada para todo.
— Pero ya lo demostraste. Ya es suficiente.
— Eso lo decidiré yo.— No estaba dispuesta a perder.— Acabaré el papeleo de lo que me falta. Y cuando yo termine, me llevarás a casa.
— ¿¡Qué!?— Exclamó anonadado ante sus condiciones y su firmeza.
— ¿Piensas que estoy decidida a ir caminando en la madrugada al peligro de la ciudad?, Ya me escuchaste Arthur. Voy a trabajar hasta terminar el papeleo que me encargaste esta tarde.— Tomó asiento a su lado para quitarle las hojas que había recogido. Sin perder un segundo más, se dispuso a leer dejándolo sin palabras.
— ¡Nada de eso!— Negó deteniendo su lectura.— Roselyn, vas a marcar tu salida te guste o no. Tu jornada terminó y no está a discusión. Como tu jefe, es mi última palabra.
La rubia lo miró de manera fulminante. Sea su jefe, su compañero o lo que sea, no saldría con la suya.
"Oh... No sabes con quién te estás metiendo Kingston".
—— 💙 ——
— ¿Listo?— Sonrió victoriosa estirando sus brazos en manera vertical. Había terminado de leer todo el trabajo de las 500 páginas y no podía estar más que feliz por eso.
El sueño comenzaba a demandar atención.
— De acuerdo.— Tomó un abrigo para salir del edificio junto con la rubia. Estaba dispuesto a encaminarla hacia su casa, pero ella le detuvo antes de dar un paso a su lado.
— Era broma lo de llevarme a mi casa.— Informó juguetona. Al parecer tenía sentido del humor.— No necesito que me guíes. Me sé mi camino. Tú ve por el tuyo.
El castaño no estaba de acuerdo a sus juegos, pero la verdad es que estaba tan cansado como ella. Ya eran las 3 de la mañana. Y quería ahora llegar tan rápido como fuera posible a su casa.
Pero él era un caballero. Cumplir con su palabra era uno de sus más destacables modales. No era correcto dejarla sola en una solitaria y peligrosa ciudad.
— Trabajé a tus condiciones. Ahora tú te resignarás a mis decisiones. Vamos a llevarte a casa.— Respondió autoritario comenzando a caminar primero.
Roselyn estaba a punto de replicar cuando sintió un filo frío tocar su cuello.
No podía ser.
— Dame todo el dinero que tengan si quiere salvar a su esposa.— Habló un hombre gordo y robusto. Era uno de los pandilleros y ahora estaban rodeados por otros dos.
Uno estaba detrás de Arthur amenazándolo igual con una navaja.
Arthur miró a Roselyn. Creyó que quizás estaría asustada o alterada como cualquier otra mujer lo estaría en esa situación. Incluso él estaba preocupado con una expresión de horror. Sin embargo, ella llevaba un rostro con una expresión neutral.
Normalmente, cualquier chica gritaría o lloraría por la situación rogando a que entregara el dinero por ella. Pero no. Ella no fue así.
En cambio, decidió observar con detalle las acciones del castaño, quién aún no sabía qué hacer respectivamente. Él quería ponerlos en su lugar, pero no podía permitir que Roselyn viera esa faceta de él. Tenía que cuidar muy bien su perfil.
Esa navaja no haría más que un corte pequeño sin gravedad. Lo peor que podía hacer con esa,
es encajarla en una de las partes esenciales del cuerpo. En este caso la garganta tendría una herida sería superficial.
Sintió como sujetaron con fuerza sus manos con unas sogas negándole la libertad de hacer un movimiento.
Miró a Roselyn, quien aún esperaba con determinación su movimiento. ¿Qué debería hacer en ese momento? No podía gritar por ayuda porque nadie estaría despierto a tales horas y que ellos quizás podían aprovechar para lastimarlos.
— Tenemos un mejor plan.— Habló el jefe al ver la belleza más fijamente que portaba la mujer.— Quédate con tu dinero pero dámela. Seguramente la haremos gritar de placer por la manera en que se ve.— Apretó su trasero sin permiso.
Ella al sentir la fría mano del individuo le colmó la paciencia. Bien, si Arthur aún no se decidía a actuar, ella sí.
Sin esperar un solo segundo más soltó un fuerte codazo en su estómago sacándole el aire y haciendo que retrocediera varios centímetros de ella.
Esto se acababa en este momento.
— ¡Atrévete a tocarme una vez más...!— Gritó eufórica lanzando una patada voladora hacia su cabeza tirándolo al suelo al instante. Antes de que el sujeto pudiera levantarse, clavó su tacón en su espalda, peligrosamente cerca de su cuello.— ¡Y juro que haré que el diablo juegue con tu asquerosa y miserable alma por el resto de tu insignficante existencia!, ¿¡Es que acaso no te enseñaron respeto a una dama?!— Preguntó siendo más agresiva tomando sus brazos hacia atrás y así darle una llave entre estos.— Dile a tus amiguitos que lo suelten o yo misma haré que se arrepientan. Sortearé al que quede vivo para que avise al resto de sus pandillas.— Bajó su cabeza hasta el oído izquierdo del hombre.— Si ellos no lo sueltan, voy a hacerte que desees estar muerto en este momento.
Los otros dos soltaron a Arthur al ver tal determinación de la rubia. Ahora provocaba miedo. Roselyn sonrió para sí al ver la rápida disposición del resto de los demás, pero antes de calmarse decidió tronar el brazo del jefe de ellos para evitar que se meta en la siguiente batalla que ella misma haría. Estaba segura que estaría ocupado gimiendo de dolor por su hueso roto.
— No saben con quién se meten.— Pronunció seria aprovechando que los otros dos estaban distraídos en su susto para atacarlos.
No bastó mucho para que Roselyn dejara a los otros de la misma manera. Si Arthur contaba esto estaría seguro que nadie creería que una rubia tan bella y educada podía ser la peor pesadilla de los guerreros. La fuerza y valentía estaban en ella junto con esos ojos azules que mostraban firmeza.
No era la típica chica que esperaba a un príncipe azul para ser rescatada. Claro que no.
Y antes de que se diera cuenta, Roselyn había terminado con los hombres y en este momento se encontraba ayudándolo.
Arthur no había actuado por la impresión, estaba ocupado tratando de hacer un plan para salir ilesos los dos sin tener que ir a un peligro de muerte. Pero parecía que ella era más de acción que de razón. Estaba seguro que ni siquiera pensó en las consecuencias ni en los posibles movimientos en los que ellos contraatacarían. Pero todo resultó estar bien al final.
— ¿Te encuentras bien?— Cuestionó un poco preocupada por él.
— Tu brazo...— Señaló. Se encontraba sangrando.
— No es nada. Me lo curo en mi casa.— Respondió sin mayor importancia.
— Permíteme curarte, es lo mínimo que puedo hacer por ti.— Ofreció tomando su muñeca para llevarla nuevamente al edificio.
Roselyn quería negar pero estaba demasiado cansada para discutir. La falta de sueño le estaba cobrando la deuda.
Al llegar a la oficina, se sentó de nuevo en el cómodo sillón de Arthur mientras que él traía consigo una caja de primeros auxilios.
Comenzó a sacar el agua oxigenada para limpiar la herida mientras que con un trozo de algodón quitaba las manchas de sangre. El silencio era cómodo, aunque era interrumpido por algunos quejidos de la rubia.
— ¿Dónde aprendiste a atacar así?— Preguntó para cortar el silencio.
— Cuando eres una chica llamativa para degenerados, tienes que aprender técnicas de lucha si no quieres ser una chica más en la lista de violadas o maltratadas.— Suspiró con desgane. Era un tema que no era de su agrado.— Decidí irme a entrenar por las artes asiáticas. Sé lima-lama, Tae Kwan Do y Kung Fu. Son más eficientes y no dependen de armas para poder atacar al enemigo. Aunque es normal aquí en este continente americano. Muchos dependen de armas tan banales como el cuchillo, unas tijeras, pistolas o navajas. Por eso están tan confiados. Creo que una persona que sepa actuar con el cuerpo es más eficiente que una que depende de un objeto.
Y era real.
Muchos se creían poderosos con un arma en la mano, cuando ni siquiera pueden pensar que existen métodos muchos más efectivos y dolorosos que una bala en el cuerpo.
— Wow... Recuérdame en este caso no hacerte enojar. No quiero terminar como ellos.— Mencionó Arthur haciéndola reír ante su comentario.
— Sólo no te atrevas a tratarme como una cualquiera. De ahora en adelante soy tu mano derecha y quiero que se respete ese lugar.— Informó.
— Así será.
Continuó con el trabajo de limpieza en la herida, no tardaron más que unos minutos pero al momento de que Arthur levantó la mirada pudo observar que se había quedado profundamente dormida.
Se veía tan hermosa con esas facciones suaves en su rostro. Parecía casi un ángel. Era una ironía relacionarla como la guerrera fría y calculadora que había visto una hora antes. Nadie jamás creería que ese ángel podía tener un carácter de reina de demonios.
La recostó con cuidado de no despertarla y buscó en su armario una cobija gruesa para cubrirla del frío. Él a veces se quedaba también a altas horas de la madrugada, que para no perder tiempo se quedaba a dormir en su oficina.
Cubrió a la rubia con delicadeza, con miedo a despertarla pero gracias a Dios eso no sucedió.
Una vez acomodada de una manera cómoda, se dirigió a su escritorio para continuar con los archivos. En un día más tendrían que ir a la cena de beneficencia de las empresas que se hacía una vez al mes para dar aclaraciones y nuevos tratos entre sí.
Aunque pensando en eso, miró de nuevo a la rubia. Había olvidado que tenía que ir lo más perfecta posible, si eso era más posible.
Últimamente estaban en condiciones hostiles con otro compañero de una compañía que insistía en cambiar ciertas normas para beneficio propio. No podían soltarlo aún hasta que la suya haya avanzado lo suficiente para no depender de ellos.
Si algo salía mal en esa cena estaban en riesgos.
Tenía que prepararla.
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