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16. Petición

Capítulo 16.
Petición

"Naciste con la habilidad de cambiarle la vida a alguien. No la desperdicies."

.

— Juntos.— Respondió entrecruzando sus dedos con los de él con una sonrisa más confiada.

Quizás estaban en grandes problemas, la situación actual era arriesgada y al siguiente segundo podían morir. Pero no importaba nada de eso al ver aquella mirada verde que le contraía paz y esperanza. Muy difíciles de encontrar en momentos trágicos, pero con la persona correcta todo eso sería posible.

— Juntos.— Aclaró con suavidad, feliz de verla con más fuerza y aceptando su tacto.

— ¿Te vas a comer esa sopa?— Cuestionó con hambre. Roselyn tenía suficiente tiempo oliendo lo rico del sazón.

— Toda tuya M'Lady.— Ofreció con una risa divertida.

Disfrutó verla feliz degustando con pasión cada probada al platillo. Parecía que el terror a la muerte había desaparecido de sus ojos para dar paso a una alegría por comer. Esa mujer era increíble.

¿Podía tener más virtudes? Estaba claro que sí. Mientras más la conocía, más maravillado quedaba ante aquella rubia.

Por otra parte, Roselyn estaba feliz al sentir a su estómago ser llenado con comida. ¿Cuánto tiempo no había probado nada? Quizás solo unas horas, pero con las actividades vividas en minutos atrás le habían hecho desear más que nada el poder comer nuevamente. Aparte de que ahora sentía más seguridad sabiendo que tenía a un hombre como Arthur a su lado dispuesto a defenderla. Aunque claro, ella también estaba dispuesta a ayudar a quien sea. No dejaría todo el trabajo a su compañero.

— Arthur.— Llamó sin dejar de comer.

— ¿Sí?

— A partir de este momento somos un equipo.— Confirmó.— Vas a cubrirme la espalda como voy a cubrir la tuya. No harás todo solo. Estoy a tu lado peleando también.

— Eso lo sé.— Sonrió satisfecho ante sus palabras. Era claro que Roselyn no lo dejaría solo como el a ella.

No pasaron más que minutos cuando las otras dos personas mayores se asomaron a la sala de estar para retomar lo que estaba pendiente.

— Veo que ya se encuentran mejor.— Saludó la mujer con una cálida sonrisa mientras tomaba asiento junto con el señor.

— Sí, lamentamos pedir ayuda de esta manera pero creímos que podía ser mejor que estar vagando entre el agua.— Agradeció el castaño sin soltar la mano de la rubia.

— No se preocupen. Sabemos la situación de arriba. Es por eso que decidimos crear una vivienda aquí abajo.— Informó la anciana con calma.— Son muy comunes las peleas en nuestro lugar.

— ¿Y por qué no huyeron a otro país?— Preguntó Roselyn curiosa.

— Queríamos irnos pero no tenemos los papeles ni el dinero suficiente. Tenemos que estar aquí porque también India es nuestra nación. Aunque las situaciones sobre el machismo empeoraron, así que decidimos vivir mejor aquí abajo. Mi esposo sale a la superficie para ir a trabajar y comprar los alimentos que necesitamos.— Indicó con una cálida sonrisa. Siempre trataba de ver el lado positivo ante todo este desorden.

— Oh...— Roselyn se regañó mentalmente. Pensando en su pregunta había sido demasiado desconsiderada. Y ellos eran muy amables como para animarse a responderla.

— Mientras hago esto, mi esposa se encarga de...— Unos ruidos se escucharon de la habitación continua. La mayor se levantó y minutos después traía entre sus brazos a una pequeña niña que no pasaba de los tres años.— Ya despertó.— Cargó a la niña con cuidado quien alzaba sus brazos hacia él y miraba con curiosidad a los dos adultos que tenía en frente.

— Ella es nuestra nieta. Se llama Uma.

— ¡Es una adorable niña!— Halagó Roselyn fascinada por la belleza de sus ojos oscuros.— ¿Y sus padr...

— Murieron.— Cortó el abuelo.

La abuela le recriminó por su tosca respuesta. Pero después de todo, la historia no era para ocultarse. Aquellas personas no tenían la responsabilidad de saberlo, pero por otra parte, ella quería contarlo a alguien más.

Era una historia que seguía doliendo en su corazón.

Flash Black.

Una niña venía en camino.

Los dos abuelos se encontraban entusiasmados por tal noticia. Pues no importaba el sexo del bebé, ambos estaban dispuestos a amar con todo lo que existe al nuevo miembro de la familia que estaba formando su primer y único hijo, quien había contraído nupcias con una de las hijas de los políticos más importantes de toda la India. Por ser de gente importante, ambas familias tenían la obligación de unir a sus hijos en un matrimonio una vez cumplidos la mayoría de edad.

Aunque no todo fue mala suerte como pensaron. Pues los proclamados novios se habían enamorado de verdad y vivían más que felices en la espera cuando se enteraron de que un pequeño bebé venía en camino un mes después de su boda.

Su hijo estaba emocionado, jamás habían visto una sonrisa tan radiante como la que portaba en su rostro sabiendo que su bebé estaría muy pronto en la vida junto con ellos. Su hijo, un hombre inculcado para amar y respetar ambos sexos. Él amaba a su esposa y la respetaba por la mujer que era. Su padre era un amante a las mujeres y él estaba continuando el mismo camino sin importar las normas discriminatorias de ese país.

Delante de la sociedad la trataba con indiferencia, con frialdad, incluso era algo brusco. Pero detrás del teatro, era amable, comprensivo, la ayudaba en las tareas de la casa y ambos trabajaban como un verdadero equipo. Ella permitía su carácter fuera de la casa porque sabía que detrás de ese hombre "No me importa la mujer", existía el hombre más maravilloso que nadie podía conocer más que ella. Sabía que si su esposo la trataba de la misma manera tanto adentro como afuera, serían capaces de desterrarlo por falta al cumplimiento de la moral. Lo bueno de todo, es que evitaban salir mucho de la casa. Nada era más importante que compartir tiempo a solas.

Eran dos jóvenes enamorados, creando la familia que deseaban ser.

Pero no todo sería de color rosa para la pareja joven. Hubo un pequeño traidor que llevó la noticia a los padres de ella.

A diferencia de los padres de él, los de ella eran otra historia. Eran crueles, eran conservadores, machistas y tenían un gran legado de herencia dónde todos los primeros bebés son hombres. Y así debería de permanecer el orgullo de esa línea.

Al saber que el bebé sería una mujer, provocó una enorme furia de los otros señores que no dudaron en mandar a sus hombres para matar al "error" que traerían al mundo, con tal de evitar que el primer hijo sea una niña.

Al menos, la noticia les llegó antes a la futura familia. Ella no podía soportar aquella escena planeada. Lamentablemente, la fecha del parto ya estaba lista.

Recién acababa de dar a luz en su propia casa sin cuidados necesarios debido a que el doctor asignado para ayudarla fue denegado por sus propios padres.

Lamentablemente había perdido demasiada sangre y seguía perdiendo mucho más. La bebé al parecer estaba sana ya que no dejaba de sonreír como la mejor de sus alegrías. No quería borrar esa sonrisa. Le traía una paz tan serena que creyó nunca sentir jamás.

— Uma.— Nombró a la pequeña bebé con una sonrisa. Significaba belleza, amor. Aunque principalmente era paz para ella.— Te llamas Uma.— Pronunció cargándola con cuidado.

— Cariño... ¿Qué estás...— Su esposo trataba de entender el plan que se le estaba atravesando por la cabeza de su esposa. Él tenía el plan de llevarlas lejos de allí para tener el ambiente bonito para su hija. Conocían que en otros países, ella sería mejor. Tratada con respeto.

— Por favor.— Levantó la mirada hacia los padres de su esposo.— ¡Llevense a mi hija, por favor!— Sus ojos demostraban determinación. Estaba dispuesta a todo, menos a morir sabiendo que su hija moriría con ella. No. Su hija merecía vivir. Y esa fue la base para su plan.— ¡Por favor, se los ruego, ¡Llevense a mi hija!!— Exclamó entre lágrimas al ver que sus suegros no reaccionaban ante su petición. Ni siquiera su esposo.

— ¡Cariño, tranquila, no vamos a permitir que la maten, voy a proteger...

— ¡No!— Negó.— Conozco a mis padres, si saben que luchamos por nuestra hija, van a mandarnos a toda la India y sí la van a matar. Nos matarán.— Suspiró entre llantos desesperada. Sabía que no tardarían en llegar con ellos para matar a su bebé.— Es mejor que se la lleven lejos de aquí. Que sea feliz en otro país que le den más libertad y prioridad a las mujeres. Un país justo. Pero por favor, prometanme que Uma vivirá feliz. Que harán todo por ella. Es mi único deseo. ¡Se los ruego por favor!

— Haremos todo por nuestra nieta. Aún podemos escapar.— Avisó el abuelo mientras veía a la lejanía tres camionetas en dirección a su hogar.— Aún queda tiempo para irnos todos.

— ¡Vamos, entonces!— Exclamó su hijo apresurado y dispuesto a cargar a su esposa. Si existía una posibilidad, la aprovecharía. Pero al momento de levantarla sintió una fuga de sangre manchando al instante su ropa.— Cariño... Estás...

— Vete con ellos.— Ordenó con debilidad. Su voz se estaba quebrando debido al dolor en la parte baja del abdomen. No resistiría mucho y el tiempo se estaba acabando.— No voy a sobrevivir.... Ya he perdido mucha sangre... Moriré feliz sabiendo que Uma tiene oportunidad de vivir. Ve...

— ¡No!— Negó entre lágrimas molesto ante sus palabras.— Voy a quedarme contigo.

— Pero... Y nuestra hija...

— Mis padres la cuidarán muy bien. Confío en ellos. Han cuidado de mi toda su vida, podrán con Uma también. No pienso dejarte sola. ¿Olvidas la promesa de nuestra boda?, En la vida y en la muerte. Si mueres, yo moriré contigo.— No había más que discutir. Con un asentimiento por parte de él, sus padres aceptaron en resignación. Era morir todos, o salvar a la pequeña que acababa de llegar a la vida.

Sus padres se despidieron del matrimonio y escaparon por un túnel secreto que tenían en la casa. A los pocos minutos escucharon los gritos tanto de su hijo como las de su nuera.

Y de allí...

El silencio total.

Fin del Flash Black.

— Mi más sentido pésame...— Habló Roselyn enternecida por aquella historia. Jamás imaginó que la vida fuera tan cruel para las mujeres en países ajenos al suyo. El cual la mujer tenía los mismos derechos que los hombres de dónde vivía.

Observó a la niña caminar con torpeza hacia ella, con una sonrisa radiante. Acercó su rostro y sintió las suaves caricias que la pequeña le hacía con libertad. Sin duda, era paz. Podía sentirla tan serena.

— Supongo que tienen un plan para huir, ¿No es así?— Comentó la abuela encantada al ver como el joven castaño aceptaba a su nieta con una sonrisa. Era rara vez ver a un hombre feliz por la presencia de una niña aparte de su esposo y de su hijo.

— Sí, mi padre piensa enviarnos un helicóptero a nuestro hotel antes del amanecer.— Respondió Arthur haciendo cosquillas a la pequeña a la vez que la hacía reír.

— Lamento que hayan tenido que pasar por todo esto. Supongo que no están acostumbrados.— Lamentó la mayor.

— No es una experiencia de la que hayamos estado preparados. Pero lo enfrentaremos. Agradecemos mucho su hospitalidad. Si hay algún favor que quieran pedirnos, estamos dispuestos a complacerlos. Claro, si nos dejan quedarnos unas horas antes del amanecer. No tenemos a dónde más huir o escondernos.— Pidió Arthur sin dejar de jugar con la niña.

— Bueno, ya que lo mencionas. Los abuelos de la niña siguen buscándola para matarla junto con nosotros por tal falta de "respeto" a la patria. Así que queríamos pedirles llevarse a la niña. Hemos estado ahorrando estos tres años para poder irnos, pero con el poco salario que gano será imposible.

— Por favor, lleven a nuestra nieta.— Rogó su abuela con desesperación.

— No estoy de acuerdo en eso.— Negó el castaño.

— Arthur...— Llamó Roselyn impactada ante su negación.

— Estaré de acuerdo si ustedes vienen con ella. Los tres pueden tener espacio en el helicóptero.— Informó pasando la niña a brazos de la rubia.

— ¡Arthur!— Exclamó Roselyn entusiasmada por la idea, el hombre que conocía cada vez más, era cada vez más maravilloso.

— Vámonos todos.— Invitó ante unos sorprendidos ancianos.

Salieron tres horas antes de las seis de la mañana. Era tiempo más que suficiente para poder correr hacia el hotel y llegar a la azotea donde el helicóptero los estaría esperando antes del amanecer.

Su padre había ideado que lo mejor era verse en esa posición de la mañana porque así evitarían que los vieran al aterrizar.

Roselyn se había colocado una nueva vestimenta gracias a la señora quien también le había ayudado a limpiarse de todo el mugrero que tenía en su cuerpo.

Arthur y el señor llevaban organizando las armas y las balas. Serían los que estarían dispuestos a atacar si era necesario. El castaño no era muy amante de ese tipo de actos, pero si con eso podía proteger a Roselyn lo haría.

La pequeña niña quedó trepada en la espalda de la rubia, quién amablemente se había ofrecido a cargarla para evitar dificultad en la mayor. No olvidaba que estaban en la tercera edad.

Desayunaron tranquilos, sabían que necesitaban la mayor de las energías posibles. Pues aun podían escuchar algunos movimientos escandalosos en la superficie. Necesitaban pensar en positivo pero tener en claro el mayor problema: La muerte.

— Por aquí.— Habló Arthur mientras salía de aquella alcantarilla en la que se encontraban. Ayudó a Roselyn a subir con un poco de esfuerzo mientras que los otros dos adultos se ayudaban entre sí.

La ciudad parecía un laberinto sacado de una película de terror. Habían una que otra persona muerta tirada desnuda en los perímetros de las calles. Roselyn decidió cubrir a la niña por completo. No quería alarmarla con tal escena y agradecida que dormía cómodamente en su espalda. Tomó la mano de Arthur y juntos comenzaron a recorrer con cuidado cada una de las calles siendo guiados por los mayores quienes se sabían el atajo hacia tal hotel.

— ¡Silencio!— Exclamó en voz baja mientras que se escondían detrás de un muro de metal. Lo que vieron a continuación fue a un hombre extranjero, a juzgar por sus rasgos, parecía uno de Japón.

Éste antes de que quisieran sacarle información acerca de sus compañeros o soltar otro tipo de noticia acerca de la junta del día anterior, tomó del suelo un pedazo de vidrio, y observó por unos segundos a los atacantes de enfrente. Tenía la frente en alto y su expresión era determinante.

Tenía oportunidad de escapar, pero si lo hacía estaba consciente que moriría al no conocer nada sobre la India. No estaba preparado para sobrevivir. Pero tampoco permitiría que ellos hicieran con él lo que quisieran.

Solo quedaba una cosa por hacer. Antes muerto por ellos, era mejor morir en sus propias manos. Cortó su cuello con el pedazo del vidrio que había recogido, cayendo al instante.

Era una de las costumbres japonesas que tenían. Morir en manos propias que en manos ajenas. O al menos de lo que sabían.

Los atacantes lo patearon al ver la idiotez del japonés. Les era patético ese tipo de acto ya que no podían divertirse con él antes de morir. Sacaron el cartel donde tacharon ahora el rostro de aquel sujeto. Al parecer, habían eliminado a 12. Solo quedaba...

— Arthur...— Murmuró Roselyn aterrada.

— Estaremos bien. Vamos.— Caminaron hacia un nuevo túnel entre edificios estrechos hasta llegar a una avenida. Escondieron sus armas debajo de sus túnicas ya que no quedaba más opción que mezclarse entre algunos indios.

Al parecer esa idea les estaba ayudando, pero al parecer los rizos rubios de Roselyn eran demasiado llamativos para que fueran vistos desde varios metros atrás.

— ¡¡Corramos!!— Exclamó el castaño comenzando una nueva carrera a la vuelta de la calle, tratando de perder a los agresores que tenían por desventaja la distancia.— Roselyn, ¿Confías en mí?

— ¿Qué es lo que tienes planeado?

— ¿Confías en mí?— Insistió con algo de esperanza.

— Sí.— Sintió entonces los labios de Arthur sobre los de ella en un beso corto pero lleno de cariño.

— Te quedarás con ellos.— Informó mientras la aventaba hacia el interior de una casa vacía. Los otros dos abuelos la siguieron.— Voy a distraerlos.

— ¡¡Arthur!!— Exclamó ofendida.— ¡¡Eso es una locura, no puedes dejarnos para arriesgarte solo!!— Negó rápidamente. Eso era algo estúpido para ella.— Iré contigo.

— ¡No!— Interpuso.— Tienes que quedarte con ellos y ayudarlos. Te necesitan.

— Y yo te necesito.

— Y estaré bien.— Comentó tomando las dos armas.— Vendré por ti una vez que aleje el peligro de nosotros. Están demasiado cerca.

— Pero...— Él la calló con un beso nuevamente.— Y si no vienes dentro de...

— Los llevas al helicóptero y se van.— Ordenó sin esperar una respuesta por parte de ella.

Roselyn estaba dispuesta a seguirlo si no fuera por la mano del dueño que le indicaba que era hora de esconderse. A regañadientes y por el bien de la niña que tenía en su espalda, decidió obedecer.

Mandaría a los abuelos y a la niña al helicóptero y ella se regresaría a buscarlo. No pensaba irse sin él. Le guste o no.

Aunque era mejor pensar que Arthur cumpliría su palabra y vendría por ella.

El castaño logró desviar a la mayoría, pero algunos se quedaron para buscar entre las casas.

Unos golpes en la entrada se escucharon cerca de ellos. Necesitaban esconderse y adentrarse.

Guardaron silencio mientras se dirigía hacia el piso superior del lugar. La señora le había comentado que podían llegar al hotel cruzando azoteas.

Para su buena suerte, existían indios que aún habitaban en la casa. La miraron a ella con desconfianza, pero las palabras de la abuela los tranquilizaron. Al parecer ellos eran amigos de ella.

Una señora pronunció unas palabras y los ayudó a subir hacia lo alto.

Para su buena suerte, todo fue sencillo. Con cuidado comenzaron a cruzar los edificios altos para ir acercándose al hotel. Sólo que sabían que pronto tenían que volver a bajar porque la diferencia de alturas era cada vez más grandes.

Tuvieron más suerte cuando el último edificio estaba vacío y no tuvieron problemas en bajarse.

— Hay una entrada trasera en ese hotel.— Informó la anciana con cuidado.— Nos llevará al esBenjanamiento y allí podremos subir.

— De acuerdo, vamos.— Respondió Roselyn mientras bajaba a la niña con cuidado. La pequeña quería caminar y ya no podía cargarla por más tiempo.

Creyeron que una vez dentro del esBenjanamientos estarían a salvo, pero fueron descubiertos al instante y comenzaron a ir en su dirección.

Roselyn aprovechó el desastre y escondió a la familia detrás de unos escombros. La oscuridad estaba de su lado por lo que esos hombres sólo se enfocaron en ella.

Tomó un palo que se encontraba en el suelo y con violencia golpeó a los atacantes tratando de dañarlos, pero fue inútil. Ellos habían resistido tales golpes y ella no había acertado en ningún nervio por tal tensión. Estaba cansada, la falta de sueño la había debilitado lo suficiente. No tenía energías.

Lo pronto que sintió fue como la tumbaron sobre un carro arrancando sus telas para dejarla en su ropa interior. Quería defenderse y luchar más, pero eran un grupo de hombres contra una sola mujer.

"NO, NO PUEDEN HACERME ESTO". Pensó con horror al ver como aquel sujeto se bajaba un poco los pantalones con los boxers dejando ver su anatomía masculina.

Intentó evitarlo pero no tenía ningún arma a la mano. Dos hombres la sujetaban de sus muñecas mientras que otros dos la tomaban de los tobillos para mantenerla abierta.

Esta era una escena que no quisiera vivir recordando para siempre en su vida.

— ¡¡ARTHUR!!— Gritó con desesperación mientras lágrimas caían por sus ojos.

—— 💙 ——

Y como un golpe del cielo, escuchó 7 balazos a la lejanía.

De pronto, antes de que ese miserable se le ocurriera tocarla con su virilidad, observó como en la frente de él, un agujero se formaba mientras que una bala salía dentro de este. Lo mismo escuchó cuando vio que los 4 hombres que la mantenían sujetada, caían muertos al sonar los 4 balazos.

Había llegado.

— ¿¡Estás bien?!— Preguntó mientras se quitaba su túnica para cubrirla por completo.

— ¡¿Por qué tardaste tanto?!— Lloró mientras rodeaba su cuello con sus brazos. Se sentía aterrada pero aliviada de encontrarlo.— ¡¡Eres un idiota!!

— Tranquila, tranquila. Te dije que no permitiría que te hicieran daño. Bueno, sé que no cumplí mi palabra porque estaban a punto de violarte y te... Lo sien...— Sintió los labios de ella sobre los de él.

No era momento para un beso, pero Roselyn lo necesitaba más que nada en ese momento y al diablo lo que estaba pasando. Quería tenerlo con ella.

— Estoy bien. Estás aquí.— Comentó abrazándolo con más fuerza. Observó a los demás en el suelo.— Arthur... ¿Acaso tú...

— Haré todo para protegerte. Te lo dije antes.— Confesó.— Incluso si es mancharme las manos con sangre.

— No digas tonterías. Fuiste el salvador de varias mujeres que fueron asesinadas por estos.— Le besó la nariz.— Hiciste algo de justicia que los demás hombres no pudieron hacer por ellas. Al menos, ya no habrán tantos como el. Los asesinos son ellos. Tu solo diste algo de paz para todos.

— Rose...

— Creo que debemos irnos. No tardarán en encontrarnos los demás. El hotel es vigilado constantemente.— Avisó el anciano para devolverlos a la realidad.

Necesitaban subir.

Todo parecía que pronto acabaría. Aunque también se podían escuchar varios pasos y autos cerca de ellos como si trataran de alcanzarlos.

Entraron por la puerta trasera tratando de ignorar todos los cuerpos de los empleados fallecidos en esa masacre. No tenían tiempo para detenerse a ver la situación.

Subieron escaleras y lamentablemente pudieron escuchar las voces perseguirlos desde abajo. Ahora era una carrera contra el reloj.

Desde esa área podían escuchar el helicóptero aterrizar mientras que poco a poco faltaba menos para subir.

— ¡Ay!— Exclamó el mayor al sentir un balazo en su cadera.

— Ven.— Arthur lo cargó del brazo y comenzó a caminar con rapidez junto con él. No iba a ver uno menos frente de él.

Llegaron a la azotea en cuestión de segundos y rápidamente subieron. Aún tenían un tiempo de sobra cuando el helicóptero comenzó a elevarse.

Los otros atacantes trataban de recargar de nuevo las balas, pues las habían agotado en el trayecto de la subida en un intento de lastimarlos.

Una vez seguros, con las puertas cerradas sacaron el botiquín de primeros auxilios y con la enfermera que había mandado su padre en caso de probabilidades de que salieran heridos, comenzaron la sanación hacia la persona mayor.

El peligro de afuera dejó de importar. El helicóptero así como habían entrando uno por uno comenzaba a elevarse para evitar más tragedias y retraso.

— Muchas, muchas gracias.— Habló la mujer con lágrimas de felicidad mientras abrazaba a su nieta.— ¿Que podemos hacer para agradecerles todo esto?

— Bueno, pueden agradecernos manteniendo a la niña feliz y con bienestar como lo prometieron a sus padres.— Comentó Roselyn risueña. El mal había acabado por ahora. Sintió los brazos del castaño rodear su cintura mientras que él le susurraba lo orgulloso que estaba de ella.

— ¡Por supuesto que lo haremos!— Aceptó el trato con una sonrisa llena de felicidad.— Apuesto que el futuro bebé que tengan será completamente feliz como están dejando vivir a mi nieta en un nuevo mundo. Muchas gracias. Cumplieron el sueño de nuestro hijo y nuestra nuera.

Ambos sintieron las mejillas arder al escuchar tales palabras.

No estaba en sus planes cercanos ni medianos tener un bebé cuando mucho menos eran una pareja oficial. Pues apenas se habían dado cuenta que había mucho tiempo para conocerse, y además, no podían evitar sentirse maravillados más uno por el otro cada vez que descubrían algo nuevo del contrario.

Roselyn agradecía completamente a su abuela por la decisión de mandarla al exterior. Ahora podía darse cuenta que vivía en un ambiente lleno de lujos y su ignorancia tan grande. Veía lo que era el verdadero mundo exterior, y ahora más que nada se daba cuenta lo importante que era tener a alguien a su lado. Sin ella, no hubiera podido conocer a Arthur de esta manera. Y quizás jamás hubiera abierto los ojos para ver que... La vida compartida con alguien más era mucho mejor.

Tomó la mano del castaño dispuesta a ignorar todos los malos recuerdos antes de irse. No los necesitaba. Sólo necesitaba recordar que pase lo que pase, Arthur estaría para ella.

Como ella para el.

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