14. Preocupación
NOTA: Quiero aclarar que este es una narración investigada en varias fuentes. No quiere decir que sea real, pero en base a las estadísticas he decidido crearlo para tomar en cuenta la vida en otros lugares.
Sin más, este es el siguiente capítulo:
Capítulo 14.
Preocupación.
"La preocupación no significa miedo, sino la preparación para la confrontación".— Bashar al-Assad.
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Mientras que Liz se quedó con Arthur para decir lo que realizarían en ese país, Roselyn decidió salir un poco al balcón personal que tenía la oficina para tomar un poco de aire fresco. A pesar de que el verano estaba a la vuelta de la esquina, las mañanas solían tener ese toque de frío antes de que el Sol calentara todo.
No sabía aún qué debería hacer. ¿Cómo debería actuar una buena candidata para novia?
Por una parte estaba enojada de que a él no se le haya ocurrido comentarle nada acera de su viaje. Pero por otra parte, ¿Por qué debería decirle él lo que hace?, ¿Ella tenía derecho a saber todo de él? Ella tampoco le contaba cada detalle de su vida. Quizás eso era algo que ambos deberían aprender. A tener confianza entre los dos. Confiaba en Arthur, ¿No?, Ser una pareja no significa contar todo.
— Roselyn... Lo siento.
Aquello llamó su atención. Estaba tan entretenido observando la ciudad debajo de ella que no se dió cuenta que él había entrado al balcón para estar a su lado.
— ¿Qué?, ¿Por qué estás disculpándote?— Cuestionó confundida volteando a verlo para después ambos mirar hacia el horizonte.
— Por no haberte dicho nada. Sé que debí decírtelo antes y...
— Arthur, no soy nadie para saber cada una de tus citas. Está bien, quizás se te fue con los últimos acontecimientos o simplemente quisiste guardarlo. Sea cual sea el motivo, lo entenderé. Que estemos tratando de conocernos más no significa que nos haremos saber de golpe todo de todo, ¿No?— Respondió con una cálida sonrisa mientras sentía un poco de calor en su mano. Arthur había colocado la suya por encima de la de ella.
Ese simple acto la hizo sonrojarse. Nunca le había tomado tanta importancia a una simple caricia entre manos. Era un calor muy agradable y deseaba en el fondo que no se le ocurriera quitarla de allí después.
— Sé que estamos en una especie de relación, pero hay algo que quiero aclararte. Me gustaría que no existieran secretos por favor. Lo del viaje, se me fue el aviso así que por eso te pido una disculpa. ¿Estás de acuerdo?
— ¿Sin secretos, eh?— Repitió sintiéndose satisfecha con aquella proposición. Ella quería ser su mejor amiga y ser la primera persona en la que Arthur confiara. Sin secretos le parecía más suave la manera de llevar bien una relación. Además, ¿Qué había que temer?— Acepto. Nuestra relación será sin secretos.
Arthur besó su mejilla, deteniéndose a unos pocos centímetros de su rostro. Era la primera vez que veía a la chica rubia con un par de mejillas en un tono rojizo. ¿Sería por el calor? Esperaba que no. Quería creer que aquellas reacciones eran causadas solamente por el.
— Arthur...— Susurró conmovida ante su toque. Este sería el primer paso que daría por el.
— ¿Sí?
— Me cae mal esa Liz.— Confesó. ¡Perfecto!, Primer secreto revelado.— Me gustaría que si ella se te acerca, no andes de irrespetuoso siendo coqueto con ella. Al menos que te guste, porque si es así, puedes decírmelo de una vez antes de que...
— De acuerdo.— Respondió abrazándola por la cintura.— Tampoco me cae bien.— Confesó.— Ha estado tratando de conquistarme desde la adolescencia.
— ¿Ah, sí?, Cuéntame más.
— Me encantaría contarte todo, pero aún hay un viaje que realizar.— Informó separándose de ella.
— Si, de acuerdo. Nos vemos.— Lo besó en la mejilla para continuar observando el horizonte cuando sintió un pequeño jale en su mano.— ¿Qué?
— M'Lady.— Le llamó.— El viaje es para nosotros dos. Tengo unos tratados que hacer en otro continente y eres mi secretaria. Así que... ¿Te gustaría venir, o te gustaría quedarte aquí?
— Mmm... ¿Dejarte solo en otro continente con Liz y tener una semana más de vacaciones... O... Acompañarte como lo indica mi libro para formar una buena relación de pareja?— Colocó una pose de pensativa.
— Es tu decisión.
— Voy contigo.— Abrazó su brazo para comenzar a caminar.
—— 💙 ——
— ¿¡La India?!— Exclamó la anciana preocupada mientras se levantaba de su sillón.— ¿Es necesario que lleves a mi Roselyn?
— ¡Abuela!, ¡Son asuntos del trabajo!— Habló la mencionada mientras se levantaba del sillón también. Tenía que llegar a despedirse antes de iniciar el vuelo.
Las maletas estaban listas y sólo esperaban la autorización de la mayor para poder partir al aeropuerto.
— Es que Roselyn... La India es muy peligrosa para las mujeres. No saben respetarlas y además de que la capital es bien conocida por el lugar número uno respecto a las violaciones sexuales, acosos y esclavitud del sexo femenino.— Comentó la mujer de cabellos blancos y ojos azules como el cielo. Tenía 72 años, pero tenía una juventud en su rostro que aparentaba de unos 55 años máximo. Tenía un rostro carismático y su cabello era trenzado por un lado.
— Abuela, recuerda que tú querías que me pusiera a trabajar para poder aprender sobre las responsabilidades que tiene uno como persona. No te preocupes por el asunto, recuerda que sé defenderme y esos hombres ni siquiera podrán tocar nada de mí. Aparte de que tengo a Arthur también.— Tomó la mano del castaño para demostrar seguridad.— Voy a estar a su lado en todo momento, no me voy a separar. ¿De acuerdo?
La abuela miró preocupada a su nieta. Cuando le había dicho que tenía que aprender acerca de un nuevo mundo, esperaba que conociera uno mucho más entretenido lleno de aventuras. No uno donde su vida pudiera estar en peligro. Tenía miedo por ella. Pero tampoco podía detenerla. Ya no era una niña.
— Arthur, prométeme que la protegerás.— Pidió con súplica la mayor, no muy convencida sobre aquel viaje.
— No se preocupe, protegeré si es necesario la vida de Roselyn con mi vida.— Aseguró sin una gota de duda, logrando que la abuela confiara y se calmara.
— Bien, Roselyn, quiero mensajes tres veces al día sobre tu itinerario. Un solo mensaje, ya sea en la mañana, tarde o noche que no me mandes, no dudes en que iré yo misma por ti. ¿De acuerdo?
— ¿Te he dicho que tu juicio lo amo?— La abrazó cariñosa como tal niña que acaba de conseguir lo que quiere.
— Ya, no seas empalagosa.— Detestó. Aunque en el fondo sabía que amaba los abrazos de su nieta. Solo quería darle toda la felicidad en esta vida. Se lo había prometido a su hija antes de que se fuera.— Pueden irse, aunque Arthur me gustaría hablar un momento a solas contigo si no te importa por favor.
— Por supuesto que no.— Aceptó con una sonrisa.
— Roselyn hay nieve de galleta en el congelador. Come la que alcances.
— A tus órdenes abuela.— Corrió aprisa hacia la cocina. Si algo le encantaba era degustar sobre la nieve de ese sabor.
Más tarde le preguntaría a Arthur acerca de lo que hablaron.
Sin embargo, el mundo que conocería en otros lugares no siempre sería del lado positivo.
Y eso lo describiría allá.
—— 💙 ——
Roselyn observaba con cuidado cada detalle de los habitantes de ese país. Había investigado antes de bajar del avión y encontró mucha información acerca de los indios.
Más la realidad fue mucho más aterradora. A dónde fuese que pisaba obtenía miradas insistentes por parte de los hombres.
Arthur le había comentado que para no llamar tanto la atención de ellos debería vestirse como las mujeres en la India lo hacían. Esto si querían evitar malos encuentros entre las calles mientras iban al hotel planeado.
Roselyn creyó que quizás habían exagerado cuando referían a la India como uno de los peores lugares para la mujer. Creyó que el acoso no sería tan elevado como lo era en su país pero se equivocó.
Este tipo de atención era mucho más elevada a lo que una vez imaginó antes de bajar del transporte aéreo.
Existían hombres que sin tener una pizca de vergüenza, tomaban fotografías hacia su existencia. ¿Y cómo no llamaría la atención?, Sus ojos azules eran demasiado llamativos para las personas que no estaban acostumbradas a ver algo tan hermoso como en simples pupilas.
— ¿Qué?— Exclamó al sentir que alguien la tomaba del brazo y señalaba su cámara mientras se pegaba a ella.
Al parecer estaba queriendo tomarse una foto, sin embargo Arthur se interpuso y la quitó de allí con cuidado para evitar dicha fotografía. Mencionó unas palabras hacia aquel masculino y observó cómo éste terminaba molesto ante tal negación. Lo escuchó decirle unas palabras y finalmente se alejó de ellos.
— ¿Qué sucedió Arthur?— Cuestionó confundida. No parecía una persona mala.
— Si aceptas una fotografía de uno, seguramente vendrán otros diez a tomarse más fotografías contigo.— Informó con seriedad mientras sacaba una sortija.— ¿Podrías ponertela por favor?
— ...¿Qué?... Pero... Es un anillo de...— Intentó formular una frase completa pero no podía debido a la impresión que había ocasionado en ella. ¿Realmente le estaba proponiendo matrimonio ahí mismo?, Eso la había asustado.
— Es para aparentar.— Informó con rapidez al verla pálida ante ideas que no eran.— Estarás más segura si creen que ya tienes un hombre.
Roselyn se molestó ante aquello. Pero al ver las miradas aún pendientes en ellos dos, decidió aceptar el anillo para evitar algunos problemas que no eran necesarios.
Continuaron caminando, la rubia observaba todo a su alrededor y debía de admitir que existían muchas cosas interesantes en los puestos callejeros.
— ¿Cuánto sería por este brazalete?— Preguntó encantada enseñando el objeto que quería. Arthur le había permitido detenerse un poco para comprar algo mientras iban al hotel indicado.
Roselyn esperó la respuesta, pero el hombre parecía no hacerle caso y ni siquiera tener la educación de responderle.
El señor que vendía las joyas no volteó a verlos hasta que el castaño decidió preguntar por sí mismo ganándose ahora la completa atención del indio. Este no tardó en pedir lo que quería a cambio del brazalete. Señaló a Roselyn.
— ¿Y bien, cuánto cuesta Arthur?
— Creo que no la necesitas. Te ves hermosa así.— Apreció comenzando a caminar nuevamente a su lado, no sin antes dejar el brazalete en su lugar.
Roselyn lo siguió con un sonroje en su rostro. ¿Desde cuándo un simple halago como decirle hermosa, le resultaba tremendamente lindo a tal punto de sonrojarse? Quizás era el calor que hacía en el lugar. Con esa simple palabra olvidó lo que había querido comprar en ese puesto.
Caminaron varias cuadras después, poco a poco las calles comenzaron a llenarse de hombres dónde una que otra mujer salía entre ellos también. Ellas estaban con ropas pesadas cubriendo todo el cuerpo e incluso tapaban su rostro donde sólo podían ser visibles sus ojos. Las culturas eran muy diferentes de dónde venían. Incluyendo en la vestimenta.
Lo que no pasó desapercibido para ninguno de los dos, eran la miradas que caían hacia Roselyn. Varios hombres no podían disimular su ingrata atención hacia la rubia. Muchos incluso hasta pasaban a unos cuantos milímetros con tal de rozar su piel a pesar de que ella poseía el anillo de matrimonio.
— ¿Por qué todos me miran?, Parece que nunca han visto a una mujer rubia.— La mayoría eran morenas, sí se había informado antes sobre ese país. Pero esto ya comenzaba a ser exagerado.
— Llamas mucho la atención por ser una mujer. Pero no te permitas que pasen muy cerca de ti.— Tomó de su mano para mayor seguridad.— Será mejor irnos al hotel pronto.— Habló con decisión sin esperar una respuesta de ella.
La noche estaba cayendo y era mejor estar dentro de un establecimiento.
Para buena suerte de ambos, ya estaban cerca del edificio por lo que sólo caminaron un par de minutos más. El castaño enseñó su licencia y fue permitido adentrarse al interior del lugar. Aunque, esto no fue permitido para la rubia a la cual le prohibieron entrar mostrando un letrero dónde prohibían la entrada femenina.
— ¿Qué?, ¿Es en serio?— Exclamó enojada por dicha discriminación.
Estaba a punto de pelear, hasta que su compañero volvió hacia ella para tratar de remediar el asunto. Parecía imposible convencer a los trabajadores del hotel acerca del permiso para entrar.
— Bien, entonces parece que debemos buscar un nuevo loc...
— Señor Kingston.— Llamó otra persona para aplacar la situación.— Soy el señor Narendra Gandhi. Soy uno de los partícipes de la reunión próximamente.— Mostró su licencia hacia los trabajadores, que demostraron completo respeto hacia uno de los más importantes de la autoridad.— ¿Esa es importante para usted?
— Es mi esposa.— Informó de inmediato, ganando un poco de comprensión ante aquel hombre.
Era moreno, no muy alto y con unos ojos cafeces con cierto tono gris. Su musculatura era escasa pero tenía una delgadez promedio. Su cabello estaba recién cortado y su vestimenta era mucho más elegante y presentable que de los otros hombres.
Soltó algunas palabras en otro idioma hacia los empleados, dejando finalmente la autorización de Roselyn al interior.
— Bien, está resuelto. Pueden pasar.— Invitó ahora viendo a la pareja adentrarse.— Lamento si han tenido algunas prohibiciones, pero normalmente en este país las mujeres no tienen derecho a ciertos lujos que son exclusivamente para el hombre. Pero como usted es extranjero, puede tener ciertos privilegios.
— Si no la dejaban pasar, ¿A dónde la mandarían a dormir?— Preguntó con curiosidad.
— No pueden estar lejos de los que las conquistan. Así que estaría invitada a dormir en el perímetro exterior del hotel.— Informó sin mucha empatía.— Pero no se preocupe, tendrá un trato especial. ¿Dónde desea que vaya a dormir?
— Bueno, las parejas americanas solemos compartir habitación y cama.— Explicó.— Por lo que va a dormir conmigo.
— De acuerdo, respetaremos sus costumbres. Siéntase bienvenido, y disfruten de este país. Nos vemos mañana.— Se despidió formalmente agachando su cabeza y juntando sus manos en son de despedida.
Arthur simplemente inclinó un poco su cabeza para finalmente verlo irse lejos de ellos.
Caminaron hacia la habitación indicada y entraron un poco apresurados. Dejaron las maletas a un lado de la puerta y colocaron seguro también.
El lugar era cómodo con las paredes de un color café claro acompañados de un enorme ventanal que daba vista a la ciudad por debajo. Se encontraban en el 15° piso. El interior estaba compuesto por una cama matrimonial, y un sillón negro a su lado. La cocina era pequeña y en frente un pequeño comedor.
El baño estaba finalizando el pasillo.
— ¿Esposa?— Preguntó Roselyn después de admirar el lugar. Su sonroje volvió a aparecer en su rostro. Ni siquiera eran novios y él la había proclamado como su esposa. Una cosa era ponerle un anillo y otra era declarar su relación con ella. Aunque fuera mentira.
— Una de las medidas de precaución que me pidió tu abuela.— Respondió con timidez. Estaba en la misma situación que Roselyn.— Las novias no son nada importante y sería más difícil que te dieran un poco de respeto. Siendo mi esposa tendrá al menos una ayuda.
—... Vaya discriminación aquí. Son bien anticuados.— Exclamó con cierto enfado.
— Tranquila, trataré de que estés bien aquí y tú estadía no sea tan mala.— Besó su frente con ternura.— Ahora, ¿Que te parece si preparo algo de comer?
— Me convenciste.— Aceptó caminando hacia la vitrina para observar el panorama. Al parecer había una pelea mediana entre unos que otros habitantes en el mercado.— ¿Es normal que peleen de esa manera?
— Investigué que no son muy pacifistas. Por lo que es normal verlos pelear en las calles.
Roselyn se quedó observando por unos minutos más el panorama. No le parecía normal aquel escenario, pero confiaba en que Arthur estaba comprometido con la investigación y debía confiar en él.
Pero existía algo en su exterior que le había indicado desde el principio al poner un pie, que debería huir de ese lugar.
Tenía una intuición que le exclamaba el peligro en ese país. Y no precisamente por las desigualdades de género.
— ¿Roselyn?
— Voy.
Esperaba que realmente no sucediera nada. Tenía que controlar ese nerviosismo dentro de ella.
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