7. Pasado
Capítulo 7.
Pasado
"Lo que sucedió en el pasado que fue doloroso, tiene mucho que ver en lo que somos hoy".— William Glasser.
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La tranquilidad que un lunes podía transmitir era lo mejor para iniciar las mañanas.
Cada trabajador se encontraba en sus respectivas áreas mientras ansiaban nuevamente la llegada de un fin de semana. Claro, las fiestas de los fines de semana siempre los dejaban cansados y agotados, pero con más ganas de esperar una nueva más emocionante para el siguiente fin.
Todo parecía ir a un ritmo lento y con demasiada calma que era imposible creer que algo podría ayudarlos a salir de esa burbuja de comodidad en sus oficinas.
Todo parecía ser así hasta que dos personas abrieron de golpe las puertas.
— ¡Suéltame!— Chilló una voz femenina con algo de histeria tratando de zafarse de sus manos.
— ¡No, estás haciendo trampa!— Una nueva voz la acompañó. Una masculina.
— ¿¡Trampa?!, ¡Soy más atlética que tú!— Debatió.
— ¡Y es por eso mismo que deberías ir a mi paso!— Indicó.
— ¿Para que tengas oportunidad de ganar?, ¡Ni loca Haddock!— Exclamó más fuerte atravesando la puerta con diestría logrando zafarse de él
Se podía decir que siempre existían sorpresas inesperadas en la vida.
Pero nunca creyeron ver al sub jefe de la empresa en esa faceta infantil siendo perseguido por una rubia. Hiccup comenzó a ganar la distancia entre ellos, pero su secretaria comenzó a lanzar objetos que tenía en su bolso para tratar de distraerlo durante el recorrido.
— ¡Astrid!— Se quejó al recibir un espejo pequeño en su espalda. Y un sacapuntas en la cabeza.
— ¿Qué?, No dijimos nada de poner obstáculos.— Se adelantó a prisa aprovechando que el castaño recogía el desorden que había creado. Estaba a punto de entrar en la oficina de él cuando unos brazos rodearon sus piernas para elevarla por los hombros.— ¡Oye!, ¿¡Qué crees que estás haciendo?!, ¡Esto no está permitido!
— No hay reglas sobre atrasar el paso del enemigo.— Respondió victorioso caminando con normalidad mientras cargaba a Astrid como un simple costal de papas. No importaba que eran la atención de todos los presentes.
La rubia comenzó a patalear con fuerza en un intento de detenerlo, pero Hiccup podía llegar a ser muy terco cuando tenía una idea en la cabeza.
— ¡Cuando baje de aquí, vas a pagarla caro!
— Soy tu jefe. Tú eres la que trabaja para mí.— Comentó con triunfo ganando más furia por parte de su secretaria.
— ¡Haddock!, ¡Ya bájame de aquí!— Chilló con las mejillas enrojecidas. No quería perder por nada en el mundo.
— A tus órdenes, M'Lady.— Respondió en su oído de una manera que el apodo solo fuese escuchado por ella. Se acercó a un sillón en una de las esquinas y la dejó caer sin pena alguna.
De allí, la verdadera carrera comenzaba.
— ¡Oh, sí que vas a pagar esto!
— Lo siento mucho. Pero... ¿¡Qué?!— Había olvidado que Astrid era atlética y más veloz que él. Estaba jugando con fuego y ahora podía sentir que se quemaba al sentir un enorme peso encima de él.— ¡Astrid, bajate!— Intentaba difícilmente mantener el equilibrio.
— ¿Ahora muy débil verdad?— Se burló en su oído.— Ahora, paga Babe.
Antes de poder entrar a la oficina continuando con la carrera, una voz más se interpuso sobre ellos dos.
— ¡Suficiente!— El padre de Hiccup.— Secretaria Hofferson, Haddock, vamos a mi oficina, ¡AHORA!
—— 💙 ——
Bien.
Ahora tenían algo en claro: No volver a realizar apuestas solo para el beneficio de uno. ¿Cómo había iniciado todo ese desorden mañanero?
Ella quería llevarlo a la reunión familiar en la hora de salida de hoy. Pues, no quería estar sola al lado de Erick. Su abuela había organizado una reunión más con el resto de la familia. Pero Hiccup se había negado a ir desde un principio.
Ella lo retó.
Y para que la apuesta tuviera mejor emoción, ella realizaría la mayoría de los manuscritos de las soluciones que exigía el papeleo de él. Cosa que no era necesario, pues ella siempre estaba dispuesta a ayudarlo en todo a voluntad propia. Así que, básicamente Astrid no perdía nada. Simplemente era su carácter competitivo la que no le dejaba en paz a Hiccup.
Y ahora, ambos estaban sentados en frente del jefe de la empresa.
— ¿¡Qué sucedió allí afuera?!, ¿Por qué el escándalo?— Preguntó agobiado. Tenía dolor de cabeza desde muy temprano y los gritaderos de ellos no le ayudaron a mejorar después de todo.
— Solo una sana competencia papá.— Respondió Hiccup.— Queríamos ver quién era más puntual para llegar a la oficina.
— Concuerdo con él, señor Haddock.— Asumió Astrid con seriedad. La gracia se había perdido.
Ella no solía ser así, era mucho más seria cuando se trataba de deberes. Pero debía admitir que con Hiccup encontraba la diversión.
— Llevabas tiempo sin divertirte como un niño hijo.— Resopló. No era mentira lo que había dicho. Llevaba años sin ver una gota de diversión en el rostro de su hijo. Así que no quería apagar esa chispa que comenzaba a encenderse.— Por cierto, ¿Es cierto que tú y la señorita Hofferson son pareja?, Tu abuela acaba de marcarme este día para invitarnos a una reunión familiar mañana para su cumpleaños número noventa. Y mencionó que tienes una relación con ella. Está maravillada.— Comentó con cierta incredulidad.— ¿Lo son?
Hiccup pensó. No creyó que la noticia corriera por toda la familia de una manera tan rápida. Aún no estaba preparado para saber lo que debía decirles.
¿Que debería hacer? No quería mentirle a su papá sobre la relación amistosa que tenía con Astrid, pero su padre era demasiado pésimo escondiendo los secretos. Aparte de que tampoco quería decepcionarlo al verlo tan animado por una relación nueva después de tantos años.
—Sí.— Tomó la mano de Astrid.— Somos novios. Sólo que lo negué el primer día porque Astrid aún no estaba dispuesta a confesarlo a nadie más. ¿Entiendes sobre las relaciones secretas, no? Quise ocultarlo por un par de días más para no tener problema con lo que pienses. ¿No vas a despedirla por eso verdad?, Sé que debemos mantener un perfil bajo como jefe y secretaria.
— ¡Oh por Dios!— Exclamó extasiado de entusiasmo.— ¡¡Sabía que tú y ella estarían juntos!!, Desde el primer día que los ví juntos en el baño sabía que existía una relación. Ambos estaban muy rojos como hacerme creer que a Astrid se le cayó su brazalete al inodoro.— Ambos se pusieron tensos.— ¡Tu madre estará orgullosa de que la lleves a la cena!
— ¿¡Mi mamá viene mañana?!— Preguntó preocupado. Su mamá era una veterinaria profesional que necesitaba trabajar de país en país para nuevos estudios. A diferencia de su padre, su madre era más estricta en este tipo de situaciones.
— Sí. ¡Le he contado tanto de Astrid, porque sabía que ustedes quedarían juntos!, ¡Y mirense!— Añadió dando un enorme abrazo a los dos.— ¡Pueden empezar con la fábrica de bebés!, No me importaría tener 13 nietos.
— Oh por Dios...— Musitó Hiccup sonrojado a más no poder.
— ¡Bienvenida a la familia Haddock, Astrid!
— Muchas gracias... Señor Haddock.— Agradeció dando una leve mirada a Hiccup indicando de que tenían que hablar pronto en su oficina.
—— 💙 ——
— ¿Puedes empezar a contarme?— Preguntó Astrid mientras caminaban por los pasillos de nuevo hacia la oficina.
— Lo haré. Pero primero hay que llegar a la oficina, hay muchos oídos en las paredes.— Respondió a la par que aparecía Heather siguiéndolos en el camino.
— Hiccup, tengo algo importante que decirte.— Habló la pelinegra preocupada.
— En un momento Heather, tengo un asunto con Astrid y...— Abrió la puerta que llevaba a su oficina y entonces notó la importancia de lo que tenía que decirle su amiga.
— ¡Hiccup!— Saludó una voz femenina desde el interior ubicada en uno de los sillones.
— No puede ser.— Musitó el castaño soltando la mano de la rubia quien miraba atenta su futura reacción.
— Sí, quería decirte que Camicazi está aquí.— Finalizó Heather retomando un camino diferente para desaparecer de allí.
Había olvidado algo cuando empezó su mañana: los lunes no eran divertidos.
Astrid tenía en claro que aquella mujer no venía con buenas intenciones. No era mucho de juzgar a las personas pero su intuición tampoco fallaba cuando descartaba a las personas con tan solo una mirada.
Y estaba segura, que aquella mujer traería problemas en la relación falsa de ellos dos. ¿Qué tanto había participado en una relación seria con Hiccup?
Entraron con calma a la oficina y Astrid tomó sentó justo al lado de Hiccup. El ambiente era tenso, pero no desistiría su mirada neutral.
No era necesario que el castaño le contara la historia para saber el dolor que existía detrás de todo esto. Podía sentir su nerviosismo, su inseguridad en sus acciones corporales.
Por otra parte, Camicazi se sentó en frente de ellos esperando a que la rubia se marchara, pero eso parecía que no iba a suceder.
Astrid no le daría ese derecho, al menos que Hiccup se lo pidiera.
— ¿Podemos hablar a solas?— Preguntó finalmente, esperando una aceptación a su pedido.
— Cualquier cosa que le quieras decir a mi novio, estoy presente.— Argumentó Astrid con total seriedad tomando la mano de Hiccup para darle seguridad. No tenía idea de lo que sea que hayan pasado, pero en este momento delante de esa mujer y de los demás, ella era la novia.
— ¿Tanto miedo tienes a que te lo quite?— Presumió con una enorme sonrisa altanera. Tampoco le había agradado la nueva pareja de su ex novio. Aunque no creía aquella información.
— No.— Negó mostrando una sonrisa divertida ante sus palabras. Sin duda, Camicazi no sabía con quién se estaba metiendo.— Quiero ver cómo le ruegas.— Ni siquiera Astrid sabía como sacó esa seguridad al pronunciar esas palabras.
Pero creía que era lo típico. La típica ex novia que no acepta el término final de una relación que vuelve a insistir cuando ya no hay más por hacer.
— Astrid...— Volteó Hiccup a verla por fin.— Sé linda cariño.— Apretó su mano con delicadeza para informarle que estaba bien.
— De acuerdo.— Besó su mejilla. Cualquier cosa que pudiera hacer para demostrarle que ella era pasado, estaría dispuesta.
— ¿Y bien?— Habló nuevamente el castaño viendo con incredulidad a la otra rubia. Llevaban años sin verse en ningún encuentro. No entendía sus intenciones en ese presente.— ¿En qué te puedo servir, Camicazi?
— Hace unos días te pregunté si teníamos una cita. Sigo esperando la respuesta.— Comentó sin más rodeos.
— Oh, lamento decirte que no puedo.— Negó.— Tengo muchas cosas que hacer y el horario es muy pesado. El trabajo es mi prioridad en este momento.
— ¿Y tus descansos?, ¿Qué no te dan un respiro?— Insistió.
— Los dedico para estar con ella.— Respondió sin una duda. Aunque no era mentira, últimamente pasaba todas las horas con Astrid.— Sí eso es todo...
— Vengo a pedirte que me des otra oportunidad.— Interrumpió.— ¡Por favor!, ¿Crees que ella sería realmente feliz contigo, crees que...
— Detente.— Ordenó Astrid al sentir un cambio de ambiente. No sabía lo que estaba pasando pero sabía que estaba a punto de cruzar la línea.
No le gustaba el tono ni cómo se estaban desenvolviendo sus palabras con las verdaderas intenciones.
— ¿En serio?— Camicazi sonrió para sí misma al ver la expresión perdida del castaño. Estaba dispuesta a romper esa relación cueste lo que cueste.— Hiccup. Ella no sabe lo que yo sé. ¿O me equivoco?
— Yo...
— Oh Astrid... ¿Hiccup no te ha contado su mayor secreto?— Preguntó con cizaña.
El castaño perdió su brillo en su mirada.
Astrid no tenía idea de lo que estaba sucediendo ni le importaba saber sus reales motivos para hablar de temas tan íntimos que incomodaban a su amigo, estaba molesta por eso. Decidió no dar vuelta atrás.
Si ella creía que podía tener el control de todo, le enseñaría que estaba equivocada.
— Pensé que como eran "pareja" mínimo deberías saber que...
— Mira, si Hiccup quiere contarme o no sobre su secreto es su asunto.— Respondió con seguridad.— Lo que él quiera o no contarme está bien para mí. Esta es una relación de confianza, pero creo que es más especial cuando todo se da a su tiempo. No tengo prisa por saber todo de él. Me gusta más cuando todo tiene un toque y va a su debido tiempo. Porque cada día que paso, siento que puedo conocerlo más. Mi novio es un hombre de secretos.— Volteó a verlo cara a cara regalando una sincera sonrisa para apoyarlo.— Si él está listo para decirme lo que tenga que decir, escucharé sus palabras sean tarde o temprano.
— Y las tendrás, M'Lady.— Sonrió feliz nuevamente. Nunca creyó que unas simples palabras pudieran llenarlo completamente.
Astrid podrá ser por el momento una pareja falsa, pero le había agradado saber que no estaría presionado.
— ¿Pero qué clase...
— ¿De mujer soy?— Completó divertida.— ¡Por favor, eres la típica ex novia!
— ¿A que te refieres?
— Eres la típica mujer... No. Esa palabra queda grande contigo.— Jugó con sus palabras ante la expresión molesta de Camicazi.- La típica niña que cree que por ser alguien importante en el pasado tiene el derecho de continuar arruinando el presente. La vida avanza, ¿No lo sabes? El presente de Hiccup soy yo. Y sea lo que hayan hecho, no voy a permitir que atormentes a mi novio con inseguridades. Lo que pasó, pasó. No tiene caso seguir viendo atrás al menos que sea para advertir algo a futuro.
— ¿En serio no te importa estar con alguien incompleto?— Se burló dando justo en el clavo.
Astrid dudó demasiado a lo que se refería. El temblor en las manos de él fue suficiente para que tomara una acción final.
— No.— Negó.— Me importa que el me haga feliz y sea feliz también. ¿O no es eso importante para ti? Puedo ver que solo es material lo que buscas.
— Mph...
— Así que... Si no tienes algo más que decir...— Vio que ella iba a hablar.— No. Hiccup no te dará la cita.
— Él no ha dicho nada.— Respondió irritada ante ese comportamiento.— ¿O es que lo controlas?
— Conozco lo suficiente. Si el quisiera, te la pediría. ¿Te la ha pedido?— Preguntó volteando a verlo.— Sí es así, adelante.
— Tenemos muchas cosas que hacer juntos.— Respondió finalmente dando cara a Camicazi.— Y la verdad, no tengo tiempo.
Se rindió sin más tomando un florero para arrojarlo en la oficina. Era el colmo.— Vas a tenerme que enfrentarme tarde o temprano.
Astrid caminó hacia ella, y de la cola de caballo la arrastró entregándole una escoba en las manos.
— No eres una bebé para hacer destrozos Camicazi.— Le regañó.— Comportate como una mujer que aparentas ser y paga tus errores. ¡Barre eso que tiraste!
— ¡Duele, duele!
— No tanto como al florero le dolió si pudiera sentir.— Comentó fría.— Arregla este desorden.
Ella tomaría venganza. Y ya no solo contra Hiccup, contra ella también.
Ambos la pagarían caro por tal humillación.
—— 💙 ——
Después de aquella visita inesperada continuaron nuevamente con sus trabajos. Astrid no volvió a pronunciar nada y Hiccup estaba sorprendido por su actitud. Realmente ella no preguntaría nada.
— Astrid.— Llamó después de un par de horas del incidente con su ex novia.— Yo...
— ¿Qué sucede, Hiccup?— Estaban solos y no eran necesarios los apodos detrás de las puertas.
— Lo de mi padre...
— Oh, sí. ¿Que sucedió allí?— Preguntó con curiosidad dejando de trabajar para mirarlo.
— Bueno...— No sabía cómo explicar.— Mi padre siempre ha querido que tenga una relación y la verdad no quería ver un rostro decepcionado. Es por eso que no quise decirle la verdad de que tú y yo no somos una pareja romántica. Oh, y aparte de que no sabe mentir. Echaría todo a perder si le cuento de que andamos por conveniencia para rescatarnos de los planes de nuestras abuelas.
— No te preocupes Hiccup, sí me sorprendí por la cantidad de personas que lo saben, pero está bien.— Respondió en una sonrisa.— Pero hay que prepararnos lo que vamos a actuar con nuestras familias. Hoy es la reunión con la mía y la tuya será mañana. No vaya a ser de que se nos pase algo y tengamos más encima a nuestras familias sobre nosotros. Ya me imagino el escándalo de nuestras abuelas si se enteran de la verdad...
— Entiendo.— Rió divertido al ver la mirada asustada de su amiga.— Podemos platicarlo en la salida.
El silencio reinó nuevamente, dándole tiempo para lo que tenía que decir sobre otro tema.
— Astrid, sobre lo de Camicazi. Gracias.— Mencionó relajado en un suspiro.— No creo haber salido de buena manera si no estuvieras allí.
— Para esos son los amigos, ¿No?— Cuestionó.
— Sí.— Confirmó.— Y bueno... Respecto a lo del secreto...
— No te preocupes. También tengo varios secretos que quizás algún día te contaré o quizás no. No tienes que darme explicaciones.— Respondió con sinceridad.— Es tu vida después de todo, tu la manejas. Lo que me quieras contar está bien.— Aclaró.— Lo harás cuando estés listo, o quizás nunca. No importa, estamos bien así.
— Es que, estoy listo.— Respondió.
Astrid lo miró incrédula. Cierta parte de ella tenía mucha curiosidad, pero podía esperar. Incluso cuando él decidiera nunca contárselo. No quería ser grosera ni mucho menos hacer las cosas incómodas entre ellos.
¿Realmente le explicaría todo?
— Quiero contarte.
Quedaron en silencio unos pocos minutos. Astrid no sabía cómo iniciar una plática dónde un amigo te confiaba un secreto del pasado. Siempre había sido una mujer solitaria. Y la inteligencia emocional no pertenecía en su carácter.
— ¿Y bien, qué quieres contarme?...— Cuestionó tomando asiento junto con él en el sillón.— Aunque si aún no te sientes cómodo conmigo, estás en todo tu derecho si no me quieres contar. Sólo somos amigos.
Hiccup sonrió. El secreto llevaba años siendo guardado dentro de él. No le gustaba observar lo que le faltaba todos los días. A veces sentía que eso era una maldición para él.
No sabía cómo iba a reaccionar Astrid, pero aceptaría cualquier acción.
Con lentitud se agachó para recoger el dobladillo de sus pantalones dejando ver una prótesis.
Si se sorprendió quedó en secreto dentro de ella.
— Todo fue en una mañana de un 3 de Octubre. Tenía aniversario con Camicazi. Llevábamos tres años de relación.— Sonrió nostálgico ante el recuerdo de lo que creía que era la felicidad.— Toda mi familia estaba emocionada porque quería proponerle matrimonio esa misma noche. Creí que era la mujer indicada para mí. Éramos muy felices, o eso creí. Pensé que ella cumpliría la palabra de: En la salud y en la enfermedad. Pero todo lo que sucedió ese día me dió a entender que estaba cegado por lo que creía que era el amor. Quizás sí la amaba. Pero no sé, siento que si no funcionó fue porque no deberíamos estar juntos. O porque fui un ciego que no quería ver.
— Wow...— No sabía qué decir. Pues, le era impresionante que tuviera una relación por ese largo lapso de tiempo. Ella se aburriría pronto al tener que soportar a un chico a su lado.
— Cuando iba de camino al restaurante donde ella me esperaba en unas horas más adelante. Ví un accidente que me hizo detenerme. Una casa se estaba incendiando y una señora gritaba desesperada para que le ayudaran a su hijo, que se encontraba en la segunda planta. Dijo que no tenía vecinos cercanos, y que los bomberos estaban en camino pero que venían retrasados por el tráfico que había a esas horas. No dudé en bajarme del carro para ir a apoyar.— Comentó sintiendo la cálida mano de Astrid sobre la de él.— Sólo recuerdo que había mucho fuego y el calor era insoportable. En un clóset, el niño lloraba asustado. Con miedo a no seguir viviendo. Lo tomé en mis brazos y cuando estaba dispuesto a bajar, las escaleras se derrumbaron. Tenía que sacarlo de otra manera. Así que corrí a la ventana. Con suerte, podía quizás salir de buena manera con él. Logré bajar al niño por la ventana con la ayuda de su madre. Iba a saltar también por la ventana, pero el suelo dónde pisaba se derrumbó provocándome que cayera a la primera planta. Un tocador había caído también encima de una pierna mía. Y si no fuera suficiente, ese objeto estaba en llamas. Me desmayé ante ese impacto.
— Por Dios...— Murmuró Astrid imaginando toda la escena en su cabeza.
— Cuando desperté la historia fue otra.— Señaló con la mirada su prótesis. Astrid no reaccionó. Decidió esperar a que continuara.— Perdí parte de mi pierna cuando el fuego logró quemar todo hasta el punto de dejarla inútil.— Cerró su mano en un puño.— Camicazi cuando supo de mi pérdida en una pierna, se negó a verme, a dirigirme la palabra, diciendo que no le gustaría a andar con un hombre incompleto. Cortó conmigo mediante un mensaje de texto.
Astrid quedó sorprendida. Se supone que cuando una persona tiene un terrible suceso siempre deben de estar ahí las personas queridas para apoyarla.
— ¡Pero qué...
— Lo demás, pues ya te debes de imaginar. Tuve que aprender a volver a caminar y a acostumbrarme a utilizar este metal.— Señaló con su risa apagada.— Así que... Supongo que después de todo tiene algo de razón. Un motivo para no enamorarme, es recordar que puedo sufrir daño emocional porque... vamos, sé honesta. ¿Quién andaría con alguien así?— Levantó su prótesis con un poco de molestia.— Típicamente una mujer le encanta un hombre fuerte, completo. No uno al que sientan que deben cuidarlo.
— Hiccup...— Llamó con frialdad ante tal desprecio injusto.
— ¿Sí?
— Eres patético.— Pronunció molesta ante su comportamiento. ¿Cómo podía menospreciar algo así?
Hiccup esperaba esas palabras. Las mismas que había pronunciado Camicazi cuando le dió una de las razones por las que su relación debería terminar.
Aunque no pensaba que unas simples dos palabras le lastimaran a tal grado. Aún le dolía, y era una herida que aún se molestaba en ocultar. No le dolía porque se lo haya dicho Camicazi. Ahora dolía porque lo había escuchado de Astrid.
Giró su mirada, desviándose de ella. No podía culparla por pensar así. Pero al menos estaba relajado porque ella supiera un secreto de él. Después de todo, quería saber la opinión de alguien más.
Y aunque le doliera como el ardor en el infierno, debía aceptarla. Era su opinión.
— Mírame a los ojos.— Ordenó sin suavizar su voz. Su expresión persistía en ser cruda.— Eres patético.
— ¡Sí lo escuché!— Resopló ante su falta de empatía. Una cosa era mencionarlo y otra recalcarlo. No estaba sordo.
— Pues espero que te quede claro Haddock. Porque pienso recordártelo cada minuto hasta que lo veas por ti mismo.— Aclaró con cierto enfado.
— Estoy consciente de ello Astrid.
— No. No lo estás.— Contraarió.— Eres patético al pensar que por no tener una pierna, eres alguien incompleto. ¿¡Dónde sacaste una idea así?!— Preguntó con ira.— ¡Y peor, ¿¡Cómo puedes pensar así de ti mismo?!!, Que te falte una extremidad no quita la persona que eres. Además, la perdiste por ofrecer una oportunidad a la vida de alguien más. ¿¡Qué mejor acción que eso?!, Hiccup. Eres un idiota porque no sabes quién eres.
— ¿¡Y tú si sabes?!— Debatió ofendido por tales palabras.— No soy como tú Astrid.
— Lo sé. Eres el hombre más obstinado que conozco. El más fuerte para mí, no necesitas músculos para definir un tipo de fuerza innecesaria. Eres leal.— Continuó.— Eres alguien que se arriesgaría otra vez con la posibilidad de perder la otra pierna, y no te importaría. ¿O me equivoco?
Hiccup lo pensó. ¿Estaría dispuesto a hacer nuevamente algo como eso para salvar la vida de alguien? La respuesta estaba a la vista. Ella no se equivocaba.
— No...— Analizó poco a poco sus palabras.— Si volvería a arriesgarme.
— Hiccup.— Murmuró tomando su barbilla para mirarlo frente a frente.— Esa prótesis debería recordarte quién eres y qué hiciste. Salvaste la vida de un niño arriesgando la tuya. Te veo incompleto si no muestras tu prótesis por si me lo preguntas. Fue algo del pasado. Es una marca que te recordará qué hiciste. Y te recordará que eres el hombre más valiente, uno que no tiene miedo a perder. Ahora dime algo, ¿Te arrepientes de haberle salvado la vida al niño?
— No.— Ninguna duda existía en su expresión.
— Si supieras antes que perderías la pierna al momento de rescatarlo, ¿Te retractarías antes de lanzarte y te irías por Camicazi sabiendo tus consecuencias?
— ¡No!— Estaba seguro de eso.— Iría...
— Irías por él.— Hiccup asintió. La expresión de Astrid se suavizó al ver que el castaño comenzaba a razonar.— No tienes porqué ocultar algo que muestra tu yo completo. Estás siendo incompleto ocultando algo que eres.— Terminó con una sonrisa.— Además, si te soy sincera, me gusta verte así. La prótesis te da un estilo único. No todos los días se ven hombres con una diestría al caminar con un metal.— Halagó con una sonrisa suave contagiando su actitud.
Hiccup también sonrió.
Sí, Astrid era un ángel cuando se lo proponía.
Jamás había pensado de esa manera y ella le hizo ver de una manera cruda y directa. Quizás había pensado eso porque se acostumbró a convivir con la persona equivocada.
No todos eran iguales y apreciaba que Astrid tuviera ese toque diferente a las demás.
— Y ahora... ¿Qué piensas hacer?— Preguntó la rubia con una enorme sonrisa.
— Posiblemente dejar de ocultarme.— Sonrió de igual manera.
— Ese es el Hiccup que quiero ver.— Felicitó besando su mejilla para intentar levantarse cuando el castaño tomó su brazo impidiendo que se moviera.— ¿Pasa algo?
— Astrid... Yo...
El tono de un celular interrumpió el momento sacándolos de aquel escenario. El castaño contestó y su expresión cambió a una más eufórica.
—— 💙 ——
— ¿Y si lo intentamos más tarde?— Preguntó antes de abrir las puertas de madera. Estaba nervioso. Era la primera vez.
— No.— Negó divertida.— Quiero ver esto. Además, no estás solo.— Tomó su mano con delicadeza a la par que tocaba la perilla de la puerta.— Quiero presumir a mi increíble novio salvavidas.— Finalizó abriendo la puerta y así ambos salir caminando fuera de la oficina.
Al instante recibieron miradas de todos los empleados de la empresa. Muchos tenían expresiones de asombro e incredulidad. Pues, tantos años trabajando en el área y jamás habían imaginado ver a su jefe con una sola pierna y utilizando una prótesis. Nadie nunca comentó de tal accidente que había sufrido.
— Astrid...— Murmuró apenado apretando más su mano con la de ella.— Esto es...
— Emocionante. El verdadero Hiccup Haddock está mostrándose a sí mismo.— Sonrió orgullosa mientras se encaminaban a la cafetería. Más miradas caían sobre ellos y más al metal que hacía de utilidad como una segunda pierna.
En el centro, podían observar a su destino. El padre de Hiccup acompañado por una señora que al verlo quedó paralizada mientras que unas cuantas lágrimas caían de su rostro.
Astrid no tenía la menor idea de quién era ella, pero suponía que luego las presentarían. Quizás más pronto de lo planeado. La castaña había llegado hacia ellos abrazando con fuerza a su novio falso.
— ¡Oh, por Dios, Hiccup!— Exclamó sorprendida y entre llantos.— ¿Se te atoró el pantalón?, ¿Quieres que tape tu prótesis?, ¿Qué sucedió?
— Tranquila mamá.— Aseguró con una sonrisa al verla tan preocupada y emocionada. Su madre era quien más le había apoyado acerca de la situación de su pierna perdida.— He decidido, gracias a ella.— Señaló a Astrid.— Que quiero mostrarme completo.
— ¡Oh, Hiccup, estoy tan orgullosa de ti de que ya no veas tu prótesis como un problema!— Lo abrazó más fuerte mientras más lágrimas caían.— ¡Es lo mejor que me ha pasado en este día!, ¡Verte seguro!— Observó a Astrid quien seguía en silencio.— ¿Entonces, tu eres Astrid Hofferson?
— Es un gusto conocerla. Señora...
— Dime suegra.— Interrumpió abrazándola con la misma emoción que con su hijo.— O bueno, Valka también. Pero me emocionaría más, suegra. ¡Bienvenida a nuestra familia! Mi esposo me ha contado tanto sobre ti. ¡Me alegra que hayas traído al Hiccup que críe nuevamente a la vida!
— Mamá...
— ¿Qué harás ahorita?, O bueno, mejor mañana. Es la fiesta de mi madre y he decidido que debes ir como invitada de honor. Pasaré por ti mañana a las 7 de la mañana, y podemos tomarnos el día para platicar, conocernos. ¡Oh, te encantarán las fotos de Hiccup bebé!
— ¡Me encantaría ver eso!— Exclamó emocionada. Nada la hacía más entusiasmada que ver a Hiccup infantil.
— ¡Tengo también varios vídeos!— Señaló con una sonrisa más grande.
— ¡Mamá, nada de videos a Astrid!— Reclamó Hiccup, pero no fue escuchado por su madre.
— He deseado tanto que Hiccup consiguiera una novia para poder sentir que tengo una hija. ¡Seguramente te encantará todo lo que te enseñaré!— Comentó ignorando a su hijo.— Cuando Hiccup era pequeño tenía una costumbre rara de...
— ¡Mamá, eso no le cuentes!
Astrid sonrió divertida mientras era guiada por ella hacia la mesa central.
Hiccup resultó ser mucho más interesante.
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