6. Entre Recuerdos
Capítulo 6.
Entre recuerdos
"Los recuerdos son los tesoros que se mantienen atrapados en el almacén de nuestras almas, para mantener nuestro corazón caliente cuando estamos solos."— Becky Aligada
.
Hiccup y Astrid viajaban en el carro de él. Aún quedaba tiempo del día para hacer sus compras.
Desde que tenía memoria, ella siempre acompañaba a su abuela al supermercado. Le encantaba decidir lo que quería comprar para ella y este caso no era diferente. Salir de compras era un despegue de su mente.
Por su cabeza rondaba la situación de que ahora debía tratar a Hiccup como un novio. Y aparte de que tenían que hablar con su padre para mantener la mentira a la familia sin problemas.
¿Cómo le explicaría al señor Haddock que siempre sí era su novia?
— ¿Puedes bajarme aquí?— Pidió mientras se acercaban a una tienda no muy lejana de su departamento.— Tengo que ir a hacer las compras para esta semana.
— ¿Y en qué te irás a la casa?— Cuestionó antes de adentrarse al estacionamiento.
— En Taxi. Creo que necesitas descansar, ha sido un día muy largo después de todo.— Respondió quitándose el una vez estadionados. Habían encontrado un lugar rápidamente.— Muchas gracias por la ayuda respecto a lo de la relación. Con esto mantendré a mi abuela tranquila por el momento.
— Ni que lo digas. Salvaste mi miseria de las 50 citas a ciegas.— Compartió con una sonrisa también agradecido. Se quitó el cinturón y bajó con ella del carro.— Te acompaño. Aprovecharé a comprar algunos víveres también y de paso te dejo en tu departamento si no tienes problema con ello.
— Si no es mucha molestia para ti, acepto la invitación.
Ambos caminaron a la tienda y comenzaron a escoger los productos que la chica tenía en una lista marcada en la sección de notas de su celular. Hiccup no tenía mucho qué comprar. Había terminado antes que ella pero de todas maneras la acompañaría en ese tiempo.
Primera parada: Limpieza personal.
Entraron a un pasillo con productos para el rostro, como el maquillaje, toallas húmedas, cremas faciales, cepillos de dientes, todo en varios pasillos.
Sin embargo, Astrid sólo tenía un destino claro en esa categoría.
— ¿Cuál te parece el mejor olor?— Mostró dos desodorantes para acercarlos a su nariz.— ¿Floral o yerbas?
— Los dos huelen bien.— Opinó.
— ¡Elige uno!— Reclamó en puchero. Para ella siempre era una eterna guerra mental para decidir uno de ellos.— Uno tiene que ganar. ¿Floral o yerbas?
— ¿Cuál te gusta a ti?
— Los dos. Pero por eso te pregunto cuál te gusta más a ti.
— Yo no los voy a usar. Ese debería ser de tu elección.— Negó. Cualquier olor le era indiferente para él.— Por algo se llama limpieza personal.
— Mph... Eres insoportable en la elección de las cosas.— Menospreció para volver a olfatear los dos.
— Bien, elijo el floral.— Contestó agotado por la pelea sin sentido.
— ¿Y no te gusta el olor que tengo de yerbas ahorita?— Cuestionó un poco ofendida. Aunque Hiccup jamás había puesto tanta atención como para distinguir su olor.
— Me gusta más el floral en mi opinión.
— ¿Y el de yerbas por qué no?
"Esta discusión no tiene sentido". Suspiró Hiccup mentalmente para enfrentarla.
— Bueno, compra los dos.
— Pero tengo el dinero contado para cada producto y...
Hiccup tomó los dos desodorantes y los metió al carro comenzando a caminar por los siguientes pasillos. Había decidido acompañarla, pero no perder su tiempo para elegir un olor.
— Te completo el otro.
Astrid sonrió victoriosa alcanzándolo a la par.
Segunda parada: Panadería.
— ¡Perfecto!, Es lo que más he deseado comprar.— Exclamó entusiasmada recogiendo un paquete de pan.
— ¿Ese es el que compras?— Cuestionó Hiccup dudoso de su alimentación. No la juzgaba, pero el preferiría algo más saludable.
— Sí, ¿Por qué?
— Bueno, analizando y comparando la tabla nutricional de la parte inferior derecha, podemos observar que este es el pan que más calorías tiene.— Informó sacando a relucir su sabiduría en la nutrición de la comida.— Es el que más tarda en desintegrarse en el estómago con la rapidez más grande para hacerte engordar. Por eso, prefiero un pan de casi 100% trigo. Es mucho más fácil de digerir.— Tomó el suyo.
— ¿Me estás diciendo gorda?
— ¡No!, Simplemente que eres una ignorante acerca de los datos que te ofrecen sobre los nutrientes.
— ¿Cuánto debería pagarte por la información compartida, señor nutriólogo?— Preguntó con sarcasmo. Salió del área de pan. Si algo no le gustaba, era que se metieran con su comida.
Podía insultarla a ella, pero no a su comida.
Además, ella cuidaba su cuerpo con ejercicio diario. Las calorías no serán problemas contra su rutina.
Tercera parada: Ropa.
— ¿Qué te parece este vestido?— Preguntó sonriente mientras se daba la vuelta en sí misma. Tenía un vestido floreado de color verde que llegaba a sus rodillas.
— Depende para la ocasión.— Comentó cansado. Era la quinta vez que Astrid sacaba un nuevo atuendo.— ¿A dónde irás con el?
— Mi abuela seguramente hará una reunión mañana y quiero estar espléndida entre la familia. Aunque probablemente vaya el tal Eri....
— Está muy corto. ¿Quieres que te vea los calzones?— Negó rotundamente haciéndola dudar.— ¡Ponte este vestido!
— ¿Estás de payaso?, ¡Es un disfraz de monja!— Se quejó al ver el largo del vestido de color blanco.
— ¿Y eso que importa?, Te verás santa. Cosa que sí dejará sorprendidos a los demás.— Recibió un vestido contra su rostro. Astrid se lo había arrojado.
— ¡No tienes sentido!— Se quejó yendose a cambiar nuevamente.
Después de varios intentos de cambios de look, finalmente salieron.
Cuarta parada: Lácteos.
— ¡Sin duda los fines de semana son mis favoritos!— Mencionó con felicidad.— Es dónde me doy la libertad de comprar dos litros de la nieve que quiera. ¡Galleta y Vainilla!
— ¿Es lo último que queda en la lista?— Cuestionó agotado ante tantas compras. Él apenas había llenado el lugar del portabebé mientras que Astrid ya había llenado el suyo que tenía que colocar el resto en la parte inferior de su carrito.
— Sí. Creeme, esto se me hace más pesado a mi que a ti.— Respondió con una triste sonrisa.— Ahora me estoy dando cuenta de lo pesado que es vivir sola. Es decir, siempre he estado viviendo de la ayuda de los demás. Hasta tal punto de ser siempre la consentida. Y ahora me estoy enfrentando al mundo sola. Me pregunto... ¿También fue igual de difícil para mí madre?
No mentía. Las compras siempre las hacía con su abuela. Pero desde que se fue de la casa todo parecía un infierno. Astrid tenía que hacer una lista con todos los precios especificados y aproximados antes de dar un pie al supermercado.
Pero ya había realizado sus ahorros y ahora tenía la libertad de comprar todo lo que le faltaba para su departamento. Sabía que Hiccup estaba cansado, pero realmente apreciaba y disfrutaba de su compañía a tal grado que se había olvidado de las dificultades que tenía que vivir como una mujer solitaria.
— Si te soy sincero, veo que estás siendo muy madura.— Tocó su hombro para enseñarle que estaba con ella.— El mundo es pequeño delante de ti.
— ¿Tú lo crees?
— No lo creo. Lo eres.— Sonrió comprensivo al ver la profundidad de la mirada de la rubia.
A diferencia de Astrid, Hiccup se había ido de la casa para empezar su propia vida. Entendía que no todo era tan fácil como se veía en los programas de televisión. El golpe de realidad era mucho más duro.
No supo cuándo, pero había caído perdido en la mirada azul de su amiga.
— Gracias.— Aceptó sonrojada mientras que el castaño colocaba una mano en su mejilla. Se dejó disfrutar del tacto.
— ¿Te he dicho que...
— ¿Hiccup?— Escucharon una voz a la cercanía, volvieron su mirada hacia la portadora de dicha voz.— ¿Interrumpo algo?
Delante de ellos estaba una mujer rubia, de ojos azules. Aunque a diferencia de Astrid, ella era un poco más morena.
— Camicazi.— Pronunció tomando su distancia de Astrid.
— ¿Cómo has estado?, Veo que vienes acompañado de una amiga.— Saludó para abrazarlo con una enorme sonrisa.
— Su novia.— Corrigió la mencionada con una expresión neutral. Ni siquiera supo porque fue así de tosca. Ni de por qué se apresuró en dejarle en claro que tenía una relación con él.
"Es por el trato". Se recordó mentalmente.
— Oh... Vaya, eres...— Musitó impresionada ante ella. Pero desvió su mirada nuevamente hacia el castaño.— ¿Estás ocupado esta noche?
— Yo...— Sintió la mirada de Astrid sobre él. Esto era incómodo. No iba a presentarla como su pareja, pero suponía que lo había dicho por el teatro a la familia.
— Tenemos una cena pendiente.— Aclaró Astrid con una sonrisa escalofriante. Pero no por eso fue irrespetuosa.— Perdona que me entrometa pero, ¿Quién eres tú?
— Oh, cierto. Camicazi, te presento a Astrid. Mi novia.— Confirmó ante la sorpresa de ella.— Y Asttid, te presento a Camicazi.
— Su exnovia.— Estiró su mano en plan "amistoso".— Parece que Hiccup no te ha mencionado nada de mi, ¿O me equivoco?
— No solemos perder pláticas en asuntos que no sirven.— Respondió con indiferencia. Claramente notaba su esfuerzo por provocarla. Pero no caería, ella nunca se rebajaba de nivel.— Pero ha sido un gusto conocerte. Nos vemos.— Tomó del brazo al castaño y comenzaron a caminar lejos de allí, dejando a una rubia con la palabra en la boca.
Si Astrid creía que la dejaría de esa manera estaba muy equivocada. Volvería después por lo que le pertenecía.
—— 💙 ——
— Así que... ¿Si has tenido una novia? — Cuestionó Astrid con una mirada neutral. No sabía cómo mostrar lo que sentía.
— ¿Qué fue eso?— Interrogó Hiccup ante el extraño y tenso encuentro entre ellos tres.— Pensé que sólo seríamos novios delante de nuestras familias. No hacerlo público a todo el mundo.
— No lo sé.— Confesó apenada.— ¿Supongo que practicaba para nuestras abuelas?
— Sí, eso debe de ser.— Suspiró creyendo su excusa.— Y Camicazi... Es una historia de la que no estoy listo para contar aún.
— Tranquilo, no te voy a presionar si no quieres.— Aclaró para no presionarlo. No era su intención. Sin embargo, le dió un puñetazo para demostrar que no estaba contenta.
— ¿¡Y eso por qué?!— Exclamó molesto sobando nuevamente su brazo.
— Por no contarme de tu ex relación.— Comentó con cierto enfado. Ese tipo de información era elemental para ella.— Pensé que eras el soltero más solicitado siempre.
— Lo sigo siendo. Pero, pues, también tuve un momento. ¿Apoco tú no?— Se burló con gracia ante su mirada despectiva.
— No.— Negó sin emoción.— Fuiste mi primer beso, pensé que eso era prueba suficiente de que no pierdo mi tiempo en hombres.
Esto lo hizo sonrojar. ¿Él había sido realmente su primer beso?
— Vamos, tenemos que ir a pagar de una vez si quiero que me compartas tu nieve.— Hiccup cambió de tema mientras arrastraba su carrito a una de las cajas.
— Es mía. Cómprate la tuya. Señor empresario.— Corrió dejándolo atrás para buscar más rápido una fila no tan larga.
Hiccup la siguió. Había sido aún un día muy largo pero decidió simplemente disfrutar ese tiempo. La situación del reencuentro de Camicazi lo había inquietado, pero no le tomaría importancia por ahora.
—— 💙 ——
Ya habían salido de la tienda cuando ahora se dirigía a la casa de la rubia para dejarla y acompañarla en el trayecto. Sin embargo, él no esperaba que ella viviera en un departamento. Mucho menos en el mismo edificio que él y casualmente, siendo su vecina.
— Listo.— Mencionó Astrid tomando las bolsas que Hiccup cargaba.
— ¿Tú... Vives aquí?— Cuestionó sorprendido.
— Sí. ¿Por qué?
— Porque mi apartamento es al lado tuyo. ¡Que ironía!— Exclamó con una risa mostrando sus llaves y su tarjeta con el número de habitación.
— ¿¡Hablas en serio?!— Exclamó sorprendida sacando sus propios accesorios de identificación. Llevaba semanas con Hiccup pero nunca habían tenido un encuentro en ese mismo edificio.— Es increíble.— Compartió.— En ese caso, ¿Quieres pasar a cenar? No haría mal tener compañía este viernes.
— Sí, está bien. Hemos estado teniendo un día muy largo.
—— 💙 ——
— ¿Pizza?, ¿Es en serio Astrid?— Preguntó el castaño mientras veía como se sentaba a su lado en el cómodo sillón en frente de una enorme televisión.
— Es viernes Hiccup, mi día libre sin dieta.— Replicó en una sonrisa.— Además, traje palomitas con extra mantequilla.
— Perfecto.— Asintió.— ¿Qué película desear ver?
— No una de romance. Quiero algo para morirme de risa.
— Comedia será.— Aceptó.
Duraron más de una hora y media viendo una comedia romántica para el mal gusto de ambos. Pero al menos era entretenida.
— ¡No puedo creerlo!, ¡Hacen que el romance se vea tan sencillo!— Exclamó al finalizar la película.— Es decir, por eso no me gustan las películas de romance. Son tan... Predecibles.
— ¿A qué te refieres?— Cuestionó con interés.
— ¿O qué opinas tú acerca de esas películas?
— Tratan de demostrar una parte del verdadero problema que se sufre en la vida real cuando se trata de conquistar a alguien. Aunque ese término está muy mal usado en la sociedad. Tratan a las personas como si se tratase de tierra para ganar. Aunque admito, son impresionantes las escenas de drama.— Comentó. Aunque, platicar con alguien acerca de ese género le fascinaba. Siempre habían puntos para debatir acerca del romance mal planeado.
— ¡Es que no!— Debatió.— ¡Son bien estúpidos!, Ahí va la mujer intentando enamorar a un chico que simplemente no la quiere, o que la trata mal. Típico romance cliché. Ya no tienen nada que inventar. ¡Es decir, son bien idiotas!, Si sientes algo, simplemente dilo. ¿Por qué temer a pensar en romper una amistad o relación? Si en serio es amigo de uno, simplemente se vive con ello. Además, siempre hay más personas a las cuales puedes conseguir más amistades. Por una que se vaya no se va a acabar tu vida.
— Ahí comparto tu opinión. Pero, ¿En serio crees que las películas de romance son repetitivas?
— Sí. Cuento: Uno se enamora, intenta conquistar, pierde su orgullo y quién es incluso en el proceso, el o ella lo trata mal. Pero no, ahí les gusta ser masoquistas pensando que si son amables o cambian su personalidad, el chico de sus sueños se va a enamorar finalmente. ¡Patético!, Quién quiera que se enamore de uno, tiene que ser por lo que es. No hay nada que cambiar. Al menos que sea para bien. Pero en este caso, las personas siempre dejan sus personalidades para intentar "sorprender" a su amado. Por eso no me gustan las películas románticas. Siempre me dan ganas de ir a vomitar sobre ellos. Creo que debería darles clase de como amor propio primero antes de andar amando a los demás. No sé cómo las personas dicen que aman cuando no se aman a ellos mismos primero. ¿En serio conocen el amor? Sólo creen estarlo.
— Tienes un concepto muy seco acerca del romance Astrid. Parece como si tuvieras...
— ¿Miedo a enamorarme?, No. Simplemente no comparto la idea de tener que estar cambiando ser una misma por alguien más. No hay amor más puro que el quererse completamente. ¿No piensas así? Aunque bueno, tampoco he experimentado eso de amar a alguien más que a mí y a mi familia.
— Quizás por eso tu lado negativo acerca del romance. No sólo tiene ese lado.— Argumentó comenzando a recoger los platos de la mesa.
— Iré al baño. Por mientras, elige la próxima película.— Indicó saliendo de la pequeña sala para dejarlo solo.
Hiccup encendió el foco de la sala para limpiar un poco del desastre de palomitas que se había hecho debido a los movimientos de Astrid. Estaba a punto de salir cuando algo llamó su atención.
Se trataba de una fotografía de una niña pequeña con cabello rubio y una mujer mayor. Eran casi idénticas, solo que una era pequeña. En medio de ellas se encontraba un hacha siendo cargada por la infante.
— Es Astrid...— Reconoció para sí mismo acariciando con delicadeza el marco de madera, como si tuviera miedo de quebrarlo.— Y ella es...
— Mi madre.— Completó una voz detrás de él.
— ¡Oh, Astrid, lo siento!— Lamentó enseguida enfrentándola nuevamente.— Yo... Solo ví la foto y...
— Está bien.— Respondió con una sonrisa cálida.— Esa foto fue tomada cuando cumplía los 5 años.— Comentó tomando la fotografía entre sus manos y sentándose en la alfombra siendo seguida por su compañero.— Esa arma, era mi favorita. Era de mi mamá y decidió darmela al ver mi completo interés en ésta. Mis padres tenían familia vikinga, por lo que tenían conocimientos y una que otra arma heredada.— Recordó con nostalgia.— La perdí poco después. Se extravió o la robaron. No lo sé. Aunque si tuviera la oportunidad de tenerla de nuevo, sería la más feliz. Sería como recuperar a mi madre otra vez.
Estaba consciente que en los artefactos no vivían las personas. Su madre sólo se había quedado en los recuerdos y en una que otra fotografía.
— ¿Y cómo se encuentra tu mamá?— Preguntó intrigado. Tenía un brillo extraño en sus ojos. Pero la curiosidad le ganó.— Es decir, he oído mucho de tu abuela, pero de ella...
— Murió.— Contestó con simpleza.— Hoy... Hace 17 años.
— Yo... Lo siento mucho.— No sabía que decir. No esperaba que Astrid fuera tan abierta con él como para contarle algo tan íntimo. Aunque no podía culparla. En este mes, tenía la misma confianza en ella que ella en él. Era recíproco. Cómo si simplemente llevaran años siendo mejores amigos. Sentían un lazo muy fuerte difícil de explicar con simpleza.
— No es culpa de nadie. Tranquilo.—Sonrió satisfecha por la actitud del castaño. Por alguna razón, sabía que podía contar con él en ese momento. Después de todo, no le causaba problema hablar de su mamá.
— ¿Por eso no querías estar sola hoy?
— Bueno, normalmente siempre me la paso en soledad este día.— Comentó.— Pero... No sé. Esta noche no quería estar así. Acompañada. Si te sientes muy cansado, puedes irte. Ya hiciste suficiente.
— No quiero irme.— Respondió para acercarse a ella y abrazarla con el permiso de su mirada.
Aunque Astrid no fuera muy expresiva, Hiccup podía observar su añoranza en su mirada.
Y no era mentira, no había un sólo día donde Astrid no extrañara a su madre. Se había ido cuando ella apenas era una pequeña niña. Y existían ocasiones dónde a veces deseaba haberla conocido más tiempo. Sin embargo, esa fecha era el colmo todas las veces que se vivía. Era donde más sentía su ausencia y tenía que conformarse con el recuerdo en su memoria.
El abrazo de Hiccup la consoló.
— Gracias Astrid.
— ¿Por qué?— Aún estaba impresionada por aquella muestra de afecto.
— Por confiar en mí.— La apretó más contra él.
Astrid correspondió finalmente el abrazo sintiéndose perdida entre sus pensamientos, llena de calidez que sentía con Hiccup. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que un simple abrazo podía hacerla sentir de esa manera? Libre.
— ¡Oh mira, está lloviendo!— Asomó su rostro hacia el balcón y se detuvo en frente de la puerta de cristal.— Justo como hace 17 años...— Recordó con nostalgia. Recordaba con detalle que aquel día en que su madre se fue, la lluvia la acompañaba hacia el cielo.— Me pregunto qué pensaría de mi.
— Te diría que está orgullosa por la mujer en que te has convertido.— Respondió abrazando sus hombros.
Ella acarició sus brazos, recargando su cabeza en su pecho mientras los dos admiraban el panorama.
— ¿Tú lo crees?— Preguntó sorprendida por la seguridad que Hiccup demostraba en sus palabras. Y sin querer soltó un par de lágrimas.
Hiccup la giró en un movimiento suave para verse cara a cara, y con una suavidad increíble, eliminó ese par de lágrimas.
— ¡Por supuesto!, ¿Tú no?
— Ahora lo creo.— Asintió.
Astrid acarició la mejilla de él. Era increíble como unas simples palabras y acciones pudieran tener tanto efecto en ella. Hiccup era comprensible, educado, y sensible. Veía más allá de lo que la gente no observaba. Ella pensaba que quizás su madre estaría decepcionada al ver que su abuela la había sacado de la casa por mantener una vida caprichosa. Sin embargo, ahora entendía el esfuerzo y el trabajo que hacía una persona para sí misma.
Con más confianza Hiccup guió sus manos hacia su cintura, apegándola más a él, como si temiera hacerla sentir sola. Por otra parte, Astrid arrastró sus manos hacia el cuello del castaño.
¿Quién diría que una compañía sería grata en una fecha como ésta? Astrid siempre creyó que la soledad era mucho mejor que tener a alguien a tu lado que no podía entender realmente el cómo te sientes.
Pero se equivocó.
A pesar de que Hiccup no veía todo el dolor y sufrimiento interno de ella, parecía que podía leerla con una simple mirada. Sus brazos la reconfortaron en ese momento y cualquier sentimiento negativo desapareció gracias a él.
— ¿Sabes? Cuando recuerdas a alguien siempre es mejor quedarte con los recuerdos felices.— Opinó.— No sé que recuerdos tengas de ella, pero te aseguro que ella quisiera que la recordaras con felicidad.
Astrid sonrió.
Sí era verdad. Su madre en el poco tiempo que estuvo con ella siempre intentó darle todo lo que le podía dar. Compañía, amor, felicidad.
El cáncer la había matado. Pero no mató los recuerdos que crearon juntas.
— Sí. Eso hubiera querido mi mamá. Gracias.
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