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11. Despeje

Capítulo 11.
Despeje

"La distancia es la piedra de toque de los verdaderos afectos".— Henri Lacordaire.

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Caminó por uno de los enormes pasillos que se encontraban antes de llegar a la oficina donde seguramente la esperaría el castaño.

Habían pasado días desde que tuvo ese desastroso encuentro con su prima y había pensado como una mujer celosa sin motivos. Su orgullo estaba lastimado para ella y aún no tenía la respuesta del por qué le estaba tomando tanta importancia.

Trataba de recordarse todos los días que ellos sólo eran amigos y ya. Los enojos no deberían tener lugar entre ellos.

Suspiró antes de entrar por la puerta principal. Observó que el escritorio estaba lleno de  papeleos en desorden y tres laptops a casi nada de caerse con cualquier mínimo de corriente de aire. ¿Qué había sucedido?

Hiccup normalmente solía ser ordenado con sus cosas. Esta vez su oficina parecía que había tenido la visita de un tornado.

— ¿¡Pero qué...¡Hiccup!— Exclamó asustada al verlo tambalearse entre el pequeño pasillo que guiaba al baño personal.

Corrió hasta él y logró atraparlo antes de que cayera por completo.

— ¿¡Pero, qué sucedió?!— Pidió explicaciones. A juzgar por su rostro pálido, sus labios húmedos y una temperatura impresionantemente alta, significaba sólo una cosa.— Estás terriblemente enfermo.

— No es nada Astrid.— Negó caminando con mucho esfuerzo hacia su escritorio y tomar asiento en frente de las tres laptops.— Sólo... Continuemos con el trabajo, ¿Te parece?

— Pero...

— Estoy bien Astrid.— Repitió más cansado.— Ponte a trabajar. Tenemos muchas cosas qué realizar y debemos apurarnos.— Habló como pudo. La verdad es que en estos momentos no se encontraba en sus cinco sentidos pero aún así necesitaba enfocarse en el trabajo.

— Sí...— Aceptó sin debatir. Después de todo, él era su jefe.

Los segundos comenzaron a pasar hasta convertirse en minutos y los minutos en horas.

Hiccup parecía estar de mal en peor. Pues a cada dos minutos maldecía en alto cuando no podía encontrar cierto papeleo que prácticamente estaba en frente de él, solo que estar enfermo, con temperatura, con tos, y perdida de energía, más aparte estar estresado no le daban las fuerzas para tener las atenciones que solía tener cuando estaba libre de todo mal.

Volvió a maldecir enojado mientras guardaba el archivo en una laptop y se dedicaba a ir a la siguiente.

No podía concentrarse.

Ella sentía que debía ayudarlo. Cualquiera que lo viera diría que debía descansar al menos por un día.

— Hiccup.— Le habló.

No contestó.

Estaba inmerso en el texto de la pantalla.

— Hiccup.— Repitió nuevamente alargando su nombre.

Sin respuesta.

Sí el no podía escucharla, al menos podía ponerle atención.

Con paso decidido, se colocó en frente del escritorio y apagó las tres computadoras con un solo click.

— ¡Astrid!— Exclamó alterado ante aquella acción. De haberla visto antes no se lo hubiera permitido.— Escucha ya lo habíamos hablado, no puedes estar...

— ¡No, escúchame tú!— Rectificó con una voz tan prepotente que le dió terror al castaño.

Resignado decidió hacerle caso.

— ¡Vas a dejar de trabajar, e irás a tu departamento a descansar y darte los medicamentos necesarios para la enfermedad que estás pasando!— Ordenó imperativa. No perdería esta batalla.

— ¡Ya te dije que soy tu jefe aquí, no puedes mandarme!

— ¡Aquí y en todos lados, soy tu novia!— Le recordó.

Hiccup tragó pesado al escucharla de esa manera. Algo tenía en la cabeza.

— Y como buena y adorable novia que soy...— Cantó divertida al ver la expresión de su amigo.— ¡Voy a ordenarte que descanses, y tú cómo increíble novio, vas a hacerlo! Vas a decirle a tu padre que vas a tomarte el día libre hoy.

— ¿Y si quiero desobedecerte, qué?— Preguntó con enfado. La enfermedad no lo dejaba en sus cinco sentidos.

Se arrepintió.

Estaba seguro que la mirada amenazadora y escalofriante de Astrid sería lo último que vería.

—— 💙 ——

— Padre. Vengo a decirte que voy a tomarme el día libre hoy.— Murmulló entre dientes.— Me siento completamente mal y no estoy en los cinco sentidos.— Finalizó. Pero un codazo en su estómago le devolvió una nueva memoria.— Y Astrid vendrá conmigo a mi casa para cuidarme. Porque... ¿En serio tengo que decirlo Astrid? 

La mirada fría de la rubia volvió a causarle escalofríos.

— Porque no puedo ni sé cuidarme sólo porque sigo siendo un niño.— Farfulló molesto.

— ¡Ese es mi hijo!— Felicitó Stoick con una enorme sonrisa, palmeando su hombro con alegría. Él mismo le había dado el día libre esa mañana al verlo en un estado fatal. Pero su hijo era demasiado necio como para hacerle caso.— Dime Astrid, ¿Cuánto te debo y deberé para que hagas más milagros con mi hijo?

— Oh, no es nada señor Haddock. Sólo que nos de los días necesarios hasta que mi pareja tenga una notable mejoría de salud.— Habló Astrid con una sonrisa encantadora.

La misma que Hiccup no creía. Pues, debajo de esa fachada era una demonia vendida a la Tierra.

— De acuerdo, cuidense. Te lo dejo en tus manos, Astrid.

— Le aseguro que estará bien pronto.— Aceptó con una sonrisa para salir finalmente de allí.

—— 💙 ——

Astrid cumplía con su palabra. Tan rápido como habían llegado al hotel, acompañó a Hiccup a su departamento para cuidarlo.

— ¿Cómo sigues?— Preguntó ella con mejor armonía.

— ¿Era necesario una tina con hielos?— Titubeó de frío. Astrid había llenado la bañera con 90% de hielos y 10% con agua fría. Pensaba que moriría de hipotermia.

— Sí. Es para tu fiebre. Pero parece que ya ha disminuido casi por completo.— Mencionó tocando su frente con la palma de su mano.

— Sí, porque ahora tengo hipotermia.

— No seas un llorón y cámbiate.— Ordenó de nuevo con su mal humor.— Te espero en la cama.

Aquella frase había elevado nuevamente la temperatura del castaño pero sólo en su rostro. Era impresionante como unas 5 palabras podían cambiar su ánimo completamente.

— ¡Oye!— Se quejó al sentir un puñetazo en su hombro.

— Eso es por ser un pervertido y pensar mal las cosas.— Explicó sonrojada de la misma manera.— Sólo... Sólo cámbiate y te espero allá, ¿Sí?

— De acuerdo.

Este día sería mucho más largo que uno típico en su trabajo.

Y lo fue al ver que ella volvía después de varios minutos con una jeringa en sus manos. Tembló.

— ¡Demonios Hiccup, quédate quieto!— Ordenó desesperada tratando de mantenerlo estable con ella.

— ¡Es que no quiero!, ¡Salte de mi cama!— Expresó más aterrado que enojado. Las vacunas nunca habían sido su fuerte.

— ¡Haddock!— Chilló al sentir un manotazo dejando caer aquella jeringa.— ¡Vas a pagar por esto!— Se salió de allí para agacharse al suelo y recoger aquella vacuna.— ¡Ya no eres un niño pequeño, así que deja que te ponga la vacuna de una maldita vez!, ¡Ya llevamos más de diez minutos!

— ¡No!, Jamás he necesitado una y no quiero que esta sea la primera vez.— Refunfuñó. Si algo odiaba con toda su vida, era aquel filo metálico que podía entrar en su cuerpo para ingresar el líquido.— ¡Y menos si tú eres la que me la va a inyecta...¡Ahhhh!!— Sus lágrimas comenzaban a salir.— ¡Astrid!

— Bueno, uno de los métodos de poner vacunas es hacerlo cuando te distraes. Ya pasó, ¿Ves que no era para tanto un show?— Respondió con una sonrisa cansada mientras le colocaba un pedazo de algodón en su brazo. Antes de que saliera de la tina, una doctora había venido a entregarle una vacuna para él. Había sido encargo del señor Stoick.

Llevaba horas cuidando al castaño y él parecía no querer cooperar nunca.

— ¡Oh por el amor a Dios, ¿En serio?!— El castaño le había dado la espalda. No podía creer que Astrid le hubiera puesto la vacuna sin su consentimiento. Pero conociendo a sus padres, ellos le habían enviado a la doctora encargada para dársela.

Era la primera vez que lo trataban de esa manera cuando él mismo había dicho que no necesitaba cuidados de nadie.

No quería aceptarlo, pero muy en el fondo se sentía inservible cuando enfermaba. Se sentía miserable y todo eso había sido gracias a su inseguridad de la pierna. Aunque el acontecimiento ya se había superado, habían algunas cosas aún que no cambiaban. Como el hecho de enfermarse por no cuidarse. Si nadie lo había cuidado cuando estaba sano, ¿Por qué cuidarlo cuando estaba enfermo? La gente era patética en esos aspectos.

— Ya terminaste la vacuna. Puedes irte a tu casa.— Respondió sin darle la mirada.

— No, aún falta un caldo de...

— Es suficiente Astrid. Vete.— Ordenó.— No necesito en serio estos cuidados.

— ¡Sí que eres terco!— Exclamó molesta. ¿Cómo podía ser tan insoportable?— Traeré la sopa de una vez. Ya debe de estar lista. Te la comes, y me voy. ¿Trato?

— ¿Tengo otra opción?— Cuestionó de mala gana ante su insistencia.

Astrid salió sin decir más. Estaba muy cansada, pero tenía que ser más paciente, estaba dispuesta a ayudarlo a pesar de su mal carácter. Después de todo, Hiccup había hecho varias cosas por ella, y ella estaba dispuesta a ayudarlo de igual manera.

Volvió a entrar en la habitación minutos después con el plato lleno de un caldo de pollo y con una receta nueva que quería probar.

— Listo, come por favor.

Hiccup miró de forma extraña aquel líquido blanquecino en el caldo, ahora estaba inseguro en si probarlo realmente o no. Nunca había probado la comida de Astrid. ¿Qué tan mal sabría?

Metió una cuchara en el líquido para suavemente, tratando de tirar lo menos posible, llevarlo hasta su boca y dar de una vez por todas aquel trago.

Podía sentir un fuerte sabor de ácido llenar toda su boca y quemar el túnel de su garganta con mucho ardor. No sabía que era realmente ese sabor, pero estaba seguro que ni loco lo volvería a beber una vez más. Ni por todo el dinero del mundo.

Soltó el plato completamente asqueado dejándolo con descuido encima del mueble continuo. Ni siquiera se dió cuenta cuando cayó por el mal acomodamiento y mojó el piso.

— ¡Hiccup!— Exclamó molesta y sorprendida a la vez. Pero más que nada, destrozada.

Esperaba esa reacción de su familia, de sus amigos, de todos cuando probaban por primera vez su platillo, esperaba eso de cualquiera.

Pero no de él.

Esto le dolió incluso mucho más. Ella sólo quería ayudar. Quería suponer que actuaba así por estar enfermo.

— ¡Por Dios, ¿Qué diablos era eso?!— Protestó sin mirarla a la cara.— No te molestes en traerme más. No voy a probar nada de ese líquido tóxico.

Hiccup no estaba midiendo sus palabras.

— ¡Hiccup, por el amor a Dios...— Insistió una vez más tratando de mantener una sonrisa.— Sí que no sabes ser un buen novio...

No creyó que esas palabras llegarían a molestarlo. Ella trataba de mantener un ambiente cálido y juguetón.

— ¡Basta Astrid!— Silenció.— ¡No soy tu novio real, así que si tanto te importa; ve a buscarte uno de verdad para que lo alimentes con eso que hayas preparado!— Ni siquiera sabía qué estaba diciendo. Pero no se detuvo.— ¡Recuerda que eres mi novia ante la sociedad, pero detrás de ella, tú y yo seguimos siendo amigos!— Exclamó molesto levantando por fin su mirada para encontrarse con la suya.

Hasta aquí había caído la paciencia de ella. Ya no más. La rubia del principio volvió a la superficie dispuesta a pelear.

— ¿¡Así?!, ¡Eso debiste pensarlo antes de andar continuando con los besos detrás de todos!— Reclamó furiosa. Después de todo, la culpa no era completamente de ella. ¿O sí?

— ¡Tu fuiste la que empezó a besarme desde un principio sin presencia de los demás!— Debatió histérico.

— ¡Sí, porque creí que podía confiar en tí así como tú confiabas en mí!— Le recordó más molesta que lastimada.— ¡Te dije que no quería que mi primer beso fuera con ese hombre, y por eso decidí gastarlo contigo!

— ¡Pues lo siento!, ¡Pero esa fue tu decisión!— Golpeó la cama con sus dos puños quitando su mirada de ella.— ¡Si yo te besé fue para intentar también por mi parte superar a Camicazi!— Elevó nuevamente su mirada hacia la rubia.

Lo que vio fue algo que lo hizo arrepentirse al instante. Se lamentó.

Astrid sonreía.

Sonreía con una de las más maravillosas sonrisas que portaba todos los días. Mostraba sus dientes con esplendor enseñando los blancos que estaban y lo bien derechos que los tenía.

Sus mejillas estaban rojas, no sabía si por el enojo o por la vergüenza que seguramente estaba teniendo.

Pero lo que más lo había hecho lamentarse, fue aquella mirada azul.

Sus ojos parecían dos cristalinos azules brillantes por las lágrimas. Su mirada estaba fija en él. Sin decir ni una sola palabra.

¡Por el amor a Dios!, Tenía una enorme sonrisa que mostraba fortaleza total mientras que en su mirada, la destrucción del llanto se presentaba.

No, no podía permitirse llorar. No delante de él nuevamente.

Como supuso, quizás en un principio. Los hombres eran iguales. O al menos ella no sabía encontrar verdaderos.

Pensó que quizás con Hiccup todo podía ser diferente. Quizás sintió muy en el fondo, muy, muy en el fondo, que podían tener algo especial. ¡Ni siquiera sabía qué estaban haciendo los dos con tantas muestras de afectos, impropios de un par de simples amigos!,

¿Amigos?

Sí. Lo eran.

Tenía razón. Ella había sido ahora una tonta.

¿Desde cuándo permitió que su comodidad a su lado la cegara de esa manera?

No sabía lo que estaba pensando ahora. Necesitaba un tiempo. Pensar mejor las cosas antes de volver a hablar con él. Pero debía ser sincera y directa antes de irse.

No pensaba huir tampoco.

— ¿Sabes?— Comenzó con suavidad.— Mi madre siempre estuvo enferma.— Recordó con una sonrisa risueña. En su voz notaba toda la tristeza.— Nunca le tomé importancia a cuando tocía o se sentía más cansada de lo normal. Y todo porque ella siempre me decía que estaba bien y que podía con todo. Sabía que podía hacerlo, así que no me preocupé mucho.— Comentó sin perder aquel rostro. Sus lágrimas no importaban. No podían caer delante de él.— Sigo pensando que es una guerrera que luchó hasta el final.— Recordó varias escenas dónde su madre nunca pidió ayuda por más enferma que estaba.— Más... Me hubiera gustado no ser tan ignorante y ayudarla mientras que estaba con vida. Quizás no le quitaría su enfermedad, pero sí dejaría que viviera bien en sus últimos días.

El enfado de Hiccup desapareció siendo reemplazado por una mirada de tristeza. No sabía que esto era más por el remordimiento de no haber podido ayudarla antes. Por eso estaba siendo muy especial con él. Había confundido las cosas.

Había sido un completo estúpido con ella.

Ahora entendía porqué la insistencia en sus cuidados. Él entendía ese tipo de acciones.

— Astrid...— Intentó tocarla con la mano pero ella se hizo para atrás.

—  Yo... Sólo... Quise ayudar. Tratando de hacer el presente bien porque en el pasado no lo hice. ¡Qué patética!— Rió amargamente. Le dolía.— Lamento besarte Hiccup. Creí, que quizás... No lo sé. Ya no sé qué pensar sobre esto. Estoy confundida. Quizás esperaba más de ti o quizás fue otro momento. O quizás no lo sé.— Se sincerizó.— Pero me alegra saber que tú al menos si sabes lo que hacías.— Dijo esto refiriéndose a la mención de Camicazi.— Si esperabas superar a tu exnovia conmigo de una vez te doy la respuesta: No lo lograrás. Eso lo tienes que hacer tú solo. Lo sé porque es lo típico de los hombres. Cuando pierden a una tratan de buscar ese amor que creen poder encontrar superándola con otra mujer, sin saber que al momento de creer eso, la están arrastrando en las acciones futuras con ustedes mismos.

Hubo un silencio. Hiccup realmente estaba arrepentido. No quería decir eso. Más coraje hacia sí mismo tenía al ver esa expresión de Astrid. No lloró. Pero sus ojos mostraban todo el dolor. Sabía que ella quería gritar, patalear, desahogarse, golpearlo. Pero no hizo nada de eso.

Deseaba ser golpeado.

Preferiría mil veces ser golpeado que recibir esa mirada de ella una vez más.

— Hiccup, pediré un tiempo.— Informó mientras tomaba su bolso.— No te preocupes por la relación falsa. Será exclusivamente delante de la sociedad. Inventa la excusa que quieras a tu padre.

— Astrid pero...

— Sigues siendo mi amigo Hiccup.— Mencionó con una sonrisa. Sus lágrimas permanecían allí en sus ojos como si nunca quisieran desaparecer.— Nos vemos. Espero que te mejores solo.

Salió de la habitación para finalmente salir de su departamento.

Entró a su casa con la sonrisa que persistía en mantener, abrió la puerta y la cerró tras de sí. Una vez que estaba sola en la oscuridad, comenzó a dejarse caer lentamente contra el piso.

— Esto me duele tanto.— Se dijo para sí misma comenzando a desplomarse. Ahora las lágrimas que tanto  se habían abstenido en salir, fluían como dos cascadas.

Esta vez, ya no las planeaba detener.

¿Qué estaba pasando con ella?, De todos los malos comportamientos de Hiccup el único que realmente la había lastimado fue saber que él la besaba solo para tratar de cerrar las heridas que la otra había dejado.

Típica frase: Clavo que saca otro clavo.

Sin embargo, se siguió preguntando, ¿Por qué seguía doliendo tanto?

Quizás...

¿Lo estaba amando?

No lo sabía.

Necesitaba vacaciones para acomodar sus pensamientos.

—— 💙 ——

Hiccup quería ir por ella. Detenerla, ¿Pero qué iba a decirle? Un simple lo siento no sería suficiente y estaba consciente de eso.

Se había pasado de la línea. Y lo peor del caso es que no sabía porque había dicho esa mentira.

Sí, era mentira. Porque nunca se había puesto a pensar en Camicazi cada vez que la besaba. ¿Entonces, porqué le había dicho eso sí realmente no era verdad?

Quizás el calor del momento.

Pero ahora existía una nueva cuestión: ¿Por qué la besaba?, ¿Sentía algo por ella después de toda esa actuación?, ¿Los besos eran parte del show?

— Por Dios, mi cabeza no entiende nada.— Suspiró cansado levantándose de su cama. Limpió el mugrero que había hecho y se encaminó a la cocina donde aún podía ver el recipiente donde estaba el intento de la sopa al lado de una mediana montaña de limones exprimidos.— Así que por eso sabía a tanto ácido.— Tiró la basura y tomó un nuevo plato sirviéndose lo que quedaba de la sopa. Estaba dispuesto a comerlo por ella.

Y otra vez a su mente. ¿Qué sentía por Astrid realmente?, Los amigos no se besan detrás de cámaras. ¿Porqué ellos sí?, ¿De dónde existía tanta confianza para sentirse seguros en continuar el juego de besos

Aunque de algo ahora estaba seguro: El creía tenerla.

Pero no de la manera correcta.

—— 💙 ——

— ¡Por Dios, Astrid!— Exclamó su abuela al verla en la entrada con una maleta y mojada por la lluvia que insistía en caer con fuerza. Estaba a punto de regañarla y mandarla de nuevo a su departamento para que continúe su lección de independencia cuando pudo ver esa expresión profunda en sus ojos.

Esa mirada, sólo la había visto una vez.

Cuando perdió a su madre.

— A-abuela... Yo...

— No digas más.— Abrazó a su nieta, invitándola a entrar y colocar las maletas a un lado.— Ven, necesitas cambiarte de ropa y darte un baño. Cuando estés más tranquila, hablamos mañana o el día que te sientas lista para contarme lo que pasa. Sigue siendo tu hogar.— Besó su frente y le permitió subir a la segunda planta para que tomara su habitación.

No tenía idea de lo que había sucedido, pero quizás era una típica pelea de novios con Hiccup. Después de todo, él era su primer novio. La primera pelea debería ser la más dolorosa. Aunque sí, no esperaba ver a su nieta tan sensible de esa manera.

Normalmente nada podía poner en ese estado a su nieta.

Sea cual sea el motivo por el que hayan peleado, esperaba dejar en claro a ese castaño que si volvía a hacerla sufrir de esa manera ella misma le haría saber de lo que sería capaz. Ver a su nieta sufrir era uno de los peores castigos que podía mandarle la vida.

Era por eso que no preguntó, no reclamó y la dejó hacerse sentir un hogar nuevamente.

Entró a la cocina y preparó un chocolate caliente para dejarlo después con ella. Era una noche fría después de todo.

La acompañó en su cama entre sus susurros y lágrimas.

¿Qué había sucedido para estar en ese estado tan deprimente?

No pasaron más que varios minutos cuando Astrid cayó dormida, quitó sus lágrimas con un pañuelo y la cobijó como si se tratara de una niña pequeña nuevamente. Después besó su mejilla antes de salir.

— Descansa, pedazo de luz.

—— 💙 ——

Milagrosamente podía sentir una gran energía invadirlo. Se sentía completamente bien a diferencia de ayer y parecía que ya no sentía ningún malestar en su cuerpo. Su temperatura estaba estable y la tos había desaparecido mientras que sentía el ánimo de volver a hablar sin que doliera.

Astrid cumplía milagros.

Entró a su oficina esperando no encontrarla, pero gratamente fue su sorpresa al verla cerca de su escritorio.

Necesitaba arreglar las cosas con ella.

— Astrid...— Llamó Hiccup con una tímida sonrisa.

— Secretaria Hofferson, jefe Haddock.— Mencionó neutral mientras daba unos toques al teclado de una laptop.

— ¿Qué?— Preguntó dolido por la distancia de su voz. Quizás le estaba devolviendo la misma manera. Estaba bien, él intentaría arreglar las cosas con ella poniendo su esmero.— Me alegra verte. Pensé que no vendrías hoy.

— Recuerde lo de ayer.— Pronunció sin voltear a verlo.— Usted y yo tenemos una relación de trabajo. Delante de las personas seré su novia, y fuera de esta oficina seré su amiga. Hasta el momento, usted es mi jefe y yo su secretaria.— Habían vuelto a como un principio. Y eso le dolió más.— Jefe Haddock, en la entrevista claramente le comenté que sé diferenciar los sentimientos del trabajo. No importa cómo me sienta, eso no le incumbe a usted en horario laboral. Ahora, si no le importa. Comenzaré con las preparaciones de su agenda. Viene una temporada importante según me notificó el jefe máximo de la empresa. Si me permite...

— Astrid.— La detuvo con un brazo.

— ¿Se le ofrece un favor, señor Haddock?— Cuestionó sin inmutarse.

— ¿Podemos hablar?— Tenía que intentar al menos. Ella se merecía su atención.

— ¿Es algo relacionado al trabajo?— Preguntó sin cambiar su expresión.

— No, es sobre...

— Entonces no tengo tiempo.— Se giró para darle la espalda y caminar hacia su nueva área.

— ¿Porqué cambiaste el escritorio?— Cuestionó confundido.

— Porque necesito mi espacio para trabajar.— Respondió sin más.

Hiccup quiso insistir, pero decidió esperar. Astrid solía ser muy terca y estaba seguro que no lo escucharía hasta que terminaran las horas laborales.

Tomó asiento en su lugar y comenzó a trabajar hasta que tocaron la puerta. Astrid abrió para recibir con una sonrisa amable a un moreno, alto de ojos cafés claro. Su cabello negro estaba atado en una coleta baja. Se veía un poco informal pero eso no pareció molestarla a ella. ¿Qué hacía él ahí?

— Hola John. Me alegra verte aquí.— Saludó estirando su mano para estrecharla con la de él.

— También me alegra verte Astrid.— Asintió saludándola con amabilidad mientras la abrazaba.

Hiccup si tenía enojo, tuvo que ocultarlo.

— Bien, toma asiento a mi lado. Tengo muchas cosas por enseñarte.

— ¿Me enseñarás el secreto para tu belleza?— Preguntó de manera cómica recibiendo una risa por parte de la rubia.

Bien, eso estaba mal. El castaño miraba fastidiado aquella escena. ¡Ni siquiera a él le había dedicado esa sonrisa esta mañana!

— Bien, empezemos.

Hiccup observaba cada movimiento de reojo. Aunque trató después de varios segundos desviar su atención, pues no era su asunto. Y si ella creía que deberían poner distancia, bien por ella. No estaría observando aquella escena muy reconocida como típica. El acto de celar a alguien.

Intentó leer el documento en frente, pero las risas y susurros que se daban entre sí lo volvían loco.

Ni siquiera se había dado cuenta cuando estaba en frente de ellos dos.

— Jefe Haddock... ¿Necesita algo?

— Sí. Vendrás conmigo.— La tomó del brazo y la llevó al baño privado de su oficina. Tenían que estar solos para poder hablar con claridad.

— Jefe Haddock, este no es un lugar lab...

— ¡Sé lo que estás haciendo!— Acusó molesto al ver que Astrid insistía en ese carácter.

— No le entiendo.

— No te hagas la inocente Astrid. ¡Estás siendo la típica mujer que utiliza a un hombre para darme celos!, ¿Es lo mejor que se te ocurre?— Preguntó irritado. Aunque no sabía por qué le molestaba tanto aquella escena cuando simplemente podía ignorarla.

— Yo no estoy utilizando a nadie.— Negó.— ¿Típica mujer?, ¿En serio?

— ¿Y por qué otro motivo traerías a otro a mi oficina?

— ¡Oh, ¿Realmente quieres saber?!— Cuestionó irritada.

— ¡Sí!— Asintió.

De un momento a otro Astrid había tomado su mano para arrastrarlo fuera del baño y empezar a caminar.

— ¡Astrid, debes de...

— ¡Oh!, ¿Ahora sí decides comportarte como mi jefe?— Se burló.— Bien, entonces yo decido comportarme como tú novia ahora.— Jaló más de su mano, deteniéndose un poco ante el pelinegro confundido.— Permíteme John, tengo asuntos que resolver con mi novio.

— ¿Son pareja?— Preguntó sorprendido. No se esperaba eso.

— Sí, ella es mi mujer.— Afirmó irritado para mayor molestia para Astrid.

— ... Salgamos. Cariño.—  Respondió tajante.

Hiccup tragó pesado. Sabía que se había metido nuevamente en otro problema con ella.

Astrid ahora tenía una nueva expresión: Una que daba terror con el simple hecho de haber cometido el peor de los pecados capitales: Retarla.

Seguramente hasta el mismo diablo le tendría respeto por su hazaña. Tenía que aprender a no ser exaltado con ella y mucho menos dejarse llevar por sus celos.

¿Celos?

Sí. Estaba celoso.

Ahora tendría un asunto más qué pensar acerca de su relación.

Astrid caminó por todos los pasillos, recibiendo miradas de cada presente que se les cruzaba por el trayecto. Muchos estaban sorprendidos, otros desviaban la mirada por respeto y unos simplemente se burlaban en tono bajo, mientras que las féminas mostraban molestia al ver cómo la rubia se atrevía a manejar a su ídolo.

— Astrid, todos nos están mirando.

— Por lo que me importa un bledo.— Respondió abriendo finalmente las puertas de la oficina del señor Stoick. En este momento, su suegro.

— ¡Ah, mi querida nuera!— Saludó el jefe emocionado.

— Buenos días suegro.— Comentó alegre soltando finalmente al castaño, quién no tardó en aprovechar para acariciar su lastimada mano. Astrid apretaba fuerte.— Quería preguntar... ¿No le contó a Hiccup lo de esta mañana verdad?

— ¡Oh, por Dios!, Lamento mucho no avisarle, se me ha pasado y aparte de que no lo vi.— Explicó con cierta pena.

— ¿Avisarme de qué?— Cuestionó confundido.

— Oh hijo, Astrid ha pedido una semana de vacaciones para poder ir hacia otro país por asuntos personales.— Le informó mientras tomaba nuevamente asiento.

— ¡¿Qué?!— Exclamó molesto y sorprendido. Eso era un asunto que debió informarle a él directamente.— ¿¡Y porqué no lo comentaste conmigo antes de decidir eso?!

— ¿Tenía caso?, ¡Nunca escuchas!— Replicó.— Además esto te lo dije ayer. ¡Quiero un tiempo!

— ¡Puedes tomarte el tiempo sin tener que descuidar tu trabajo!

— ¡No estoy descuidando mi trabajo, a diferencia de ti, sí he sido más que cumplida!

— ¡He estado descansando porque tú me has obligado!

— ¡¿Ahora resulta que soy yo?!— Preguntó más molesta.— Y para tu información, si el trabajo es lo que te importa, por eso he decidido contratar a John.

— ¿¡Ponerme un nuevo secretario personal?!— Esto se estaba saliendo de control.— ¿¡Con el permiso de quién?!

— ¡De tu padre!— Anunció señalando a la persona de enfrente.

— ¡Tu jefe soy yo!

— ¡Principalmente, él me contrató!— Respondió.

— Astrid esto es...

— ¡Silencio los dos!— Se interpuso su padre en medio de ambos.— ¿Pero qué les está pasando?

— Su querido hijo pensaba que estaba jugando una carta para darle celos, cuando sabe que YO sí sé respetar nuestra relación.— Comentó furiosa.

— ¿Yo no sé respetar nuestra relación?— Preguntó de la misma manera.— ¡Yo no he decidido irme por una semana sin haberlo hablado al menos con mi pareja!

— ¡Oh sí, desearía hablarlo realmente con mi pareja si es que existe una que no se enfoque 111% al trabajo!— Exclamó irritada.

— ¿¡Ah, sí?! Tú...

— ¡BASTA!— Repitió Stoick desesperado. Aunque por otra parte estaba feliz. Era la primera pelea real que tenían los dos.— Me emociona mucho esto la verdad.

— ¿¡Qué?!— Cuestionaron ambos confundidos.

— Realmente ahora se están convirtiendo en una pareja más real.— Los felicitó a los dos.— Es decir, para ser una verdadera pareja, lo principal es entrar a una montaña rusa y aprender a salir de ella de manera ilesa. Hiccup, ¿Alguna vez te has peleado con Camicazi?

El castaño cerró la boca antes de responder. En el pasado, nunca se había formado ni una sola discusión por parte de ambos. Ella solía hacer las cosas correctas, era suave, linda, gentil. Todo lo contrario a Astrid. Sin embargo, él siempre hacía todo para complacerla. Le daba lo que pedía, salían a citas, tenían tiempo para los dos. Cosa que nunca le dió a la rubia de ahora.

Quizás, ellos dos nunca habían peleado porque su relación había sido una farsa. Camicazi lo hacía porque estaba interesada en ganar el dinero que el proveía. Era obvio que por eso lo mimara en todo. Porque una vez que perdió la pierna, ese espejismo se rompió.

— No, nunca tuve ninguna pelea con ella.— Respondió por fin.

— Es porque era una plástica.— Agregó su padre.— Pero Astrid, ¿Alguna vez han peleado en ese año que llevan juntos?

— Bueno, desde el principio tuvimos muchas diferencias que nos hacían chocar. Pero se convirtieron...— Se sonrojó antes de continuar.— En amor.— Ahora estaba más dudosa.

— ¡Exacto!— Asintió más animado.— Una pareja perfecta no es aquella que nunca pelea. Eso es una mentira. Una pareja real, es aquella que pelearán, discutirán, dirán cosas que quizás no se deben, pero será aquella que sea capaz de aprender a remendar los errores y aprender de ellos.

— Tío, usted nunca pelea con mi tía.— Habló una voz ajena a la plática.

Hiccup y Astrid giraron hacia la izquierda para encontrar a Itzel sentada en una esquina.

— Claro que hemos pasado varias peleas. Unas que dolieron mucho en su momento, pero suelen ser superadas.— Informó con nostalgia.— Valka suele ser muy pasiva, pero sí que hemos tenido muchas diferencias entre los dos. ¿Ven esta marca en el brazo?— Mostró una circunferencia más oscura que su piel.— Me la hizo mi esposa cuando me lanzó una plancha caliente en medio de una discusión.— Se giró hacia la pareja de enfrente.— Hiccup, Astrid. Sea por lo que sea que estén pasando sé que lograrán resolverlo. Por lo que veo, es su primera pelea fuerte, ¿Verdad?

Ambos asintieron.

— Bien, ya está resuelto. Hiccup le daré esa semana a Astrid. Quieras o no. No eres el superior.— Se acomodó la corbata.— Dense el tiempo a solas. Piensen en lo que han pasado y busquen una manera de resolverlo juntos. Después de que hayan calmado sus emociones y pensamientos sé que podrán arreglarlo en pareja. Además, si no lo hacen, yo mismo intervengo. Créanme, no van a querer que me meta en su relación.— Amenazó con seriedad.— No quiero perder la esperanza de conocer a mis nietos. ¡Apuesto que saldrán hermosos! Ahora pueden retirarse.

Los dos salieron y se detuvieron en un pasillo antes de continuar. Al menos tenían algo más de que hablar.

— Cuídate a dónde sea que vayas, ¿De acuerdo?— Pidió con calma. Había pensado las cosas en esos segundos como para darle la razón.— Vuelve cuando quieras. Te doy el plazo que necesites.

Astrid sonrió ante su apoyo.

— Claro, tengo que venir porque tengo que arruinar tu vida.— Bromeó divertida apretando su cachete.— Cuídate también. No quiero saber que despediste a John una vez que me voy.

— Te doy mi palabra

— Bien, nos vemos después.— Finalizó sin tener nada más que decir.

Astrid se encaminó hacia la salida del edificio. Después de todo, Hiccup le aseguró que se encargaría de enseñarle lo básico para que ella tomara sus vacaciones desde hoy.

Sonrió para sus interiores. Sentía que volvía a convivir con el Hiccup de buenos modales. Era muy servicial y era lo que más le encantaba.

Pero necesitaba por estos momentos despejar su mente y aclarar sus sentimientos.

Después volvería con una respuesta. O al menos con sus pensamientos en control.

Observó el gran día que le esperaba. Afuera en un carro estaba la persona que la acompañaría.

Sonrió.

— Bien, es hora de irme.

—— 💙 ——

Horas después.

El frío acariciaba con dulzura sus mejillas sonrojadas. Soltó un pequeño aliento viendo al frente de ella un pequeño humo distintivo en el ambiente.

A pesar de ser un día helado, el Sol estaba en su máximo esplendor contrastando la frialdad del clima.

Volvió a observar su celular. Ni una llamada, ni un mensaje ni nada. Todo se encontraba maravillosamente bien. Pues había insistido a su abuela no molestar mientras se encontrara lejos de su hogar.

Recogió entre sus manos aquel plato de vidrio que contenía un pequeño pastel de chocolate a medio comer. Tomó su tenedor y volvió a degustar del adictivo sabor.

— ¿Y entonces?— No estaba sola. Su mejor amiga decidió acompañarla en aquel viaje. Aunque claro, ella había pagado todo a voluntad.

Realmente necesitaba tener a alguien a su lado.

— No lo sé Brutilda.— Le había explicado todo lo que sucedió entre el castaño y ella en este par de meses. Si tenía a alguien en quién confiar, sería a ella.— Siento que lo conozco porque por alguna extraña razón confío en él. Creo en él.— Suspiró ante su propio análisis.— Sabes cómo soy de selectiva para las amistades con los demás. Tú y yo tuvimos que pasar años para poderte considerar mi mejor amiga. Aunque por ahora, sigues siendo la única amiga que tengo. Pero siento más respecto a Hiccup. No lo sé.

Tilda, como suele llamarla, analizaba sus expresiones y esa triste mirada perdida en la lejanía. Conocía mucho a Astrid como para saber que este mundo del enamoramiento era nuevo y aterrador para ella.

Desde a principios de la mañana conoció la historia que tenía con el otro, pero antes que nada sabía que ella se negaba a admitir cualquier sentimiento que aclarara sus dudas.

La respuesta estaba al aire.

Pero, ¿Cómo mostrarla a una persona que se negaba en verla?

Necesitaba actuar.

— Bien, hagamos esta terapia.— Mencionó quitándole de su pastel.— ¿Qué es lo que más te disgusta de él?

— Todo.— Respondió con sencillez.— Es terco, a veces no sabe medir sus emociones porque cree poder saberlo todo. No me gusta que no sepa escuchar, cuando se mete una idea en la cabeza es difícil sacarlo de allí. ¡Es insoportable!— Exclamó molesta ante su mal carácter en los últimos días.— Ah, y se la pasa viviendo en el pasado mencionando a su tierna y adorada "ex novia", pues que regrese con ella si tanto la quiere. Es tan ciego que no ve a veces las cosas que son.

— ¿Esos son celos?

— ¿¡Y yo que sé?!— Exclamó furiosa levantándose de su asiento. Pero después se calmó.— Sólo sé que es un idiota desde que lo conocí.

Una idea cruzó por la mente de Brutilda.

— Tienes razón.

— ¿En qué?— Observó la sonrisa que se dibujaba en el rostro de su mejor amiga. Tenía una idea y ella no podía descifrarla.

— Con lo que me has contado, Hiccup parece ser alguien que no vale la pena de conocer ni siquiera en persona. Es un idiota, igual a todos los hombres en las citas que has tenido.— Mencionó dejando a Astrid con la boca abierta. No era cierto. Hiccup era mucho mejor que todos ellos juntos.— Poco ético, no sabe cuidar de una mujer, un hombre muy egocéntrico al hablar de su ex novia, como todos los hombres existentes en este planeta. Además, será mejor que cuando volvamos dejes ese trabajo por el bien tuyo. Después de todo Hiccup...

— ¿¡Pero qué tonterías estás diciendo?!— Detuvo enfurecida.— ¡Hiccup es la persona más diferente de los demás!, Es raro pero es el toque que no lo hace igual a los otros hombres. Es atento, quema las manos por ti sin dudarlo, si alguna vez le pides ayuda o clemencia, estoy segura que te la dará sin necesidad de que se lo pidas. ¡Es el hombre que más se preocupa por el bien ajeno que por el propio!, Tiene tantas metas en su mente, y puede que sea sarcástico e irónico, pero tiene una personalidad que supera sus defectos por muchos que sean.

Tilda sonrió.

— Ay, mi querida Astrid.— La atrapó entre sus hombros.— Te quejas mucho de que él es terco y a veces no ve las cosas que son. En eso ustedes tienen un gran parecido en común. Son tan iguales el uno al otro.

— ¡Yo no soy así!

— No, quizás hasta le ganas en esa competencia porque tú eres mucho más.— Recalcó divertida ante la mirada molesta de su amiga.— Pero con este simple cuestionamiento todo es obvio aquí.

— ¿A qué te refieres?

— Astrid, Hiccup te gusta.— Habló sin rodeos y haciendo que su amiga se sonrojara como un tomate. O incluso, con un rojo más intenso que el de la verdura.

— ¿¡Pero qué diablos estás diciendo?!— Exclamó sorprendida.— ¡N-No me gusta!

— ¿Y por qué tartamudeas?

— Es que me sorprendió que llegaras a esas conclusiones. No sé de dónde las sacas.

— Por favor amiga, pensé que te gustaba ser directa y clara. Aquí estás escapando de algo que, por más que intentes, no vas a salir.— Informó con burla.

— No me gusta.— Repitió.— ¡Es imposible!, ¡Él es... Él es...— No encontraba la palabra.— ¡Él es Hiccup!

— Y tú eres Astrid.— Contraatacó.— No tiene caso que estés dando más rodeos, sólo acepta las cosas que son. ¡Por Dios Astrid, con todo lo que me has contado, ustedes hacen la pareja perfecta!

— Pero es imposible. ¡Somos bien diferentes!

— ¿Has escuchado "Los opuestos se atraen"?— Habló más divertida. Ver a su amiga negando lo que es, le es más divertido de lo que pensaba.— Deja las enumero:

Tú eres una chica de acción. Él es más de razón.

Te gusta la comodidad de los espacios cerrados. Él es más de espacios abiertos.

Mientras que tú eres una chica conformista y encaprichada. Él es un chico que siempre busca por más. Y no es chiflado como tú.

Me encantaría poder decir más, pero no lo conozco. Pero con eso que me contaste fue lo único que logré deducir. Y sé que cuando me encuentre la oportunidad, habrá una lista de infinidad de los opuestos que son. Lo cual es mejor, más grande será su química.— Explicó.

— No entiendo esas cosas la verdad.— Cayó rendida colocando su cara en su mano.— Pensé que sería más, de que, "Más iguales, más el uno al otro".

— Hay algo que se llama complemento Astrid.— Informó.— Así como de diferentes son, pueden ser iguales los dos. Cómo ser tontos y ciegos.

— ¡Ey!— Se quejó ofendida.

— Deja de engañarte o inventar una excusa. Solo estarás retrasando lo que ya empezó: El ciclo del amor.— Rió divertida.

— ¿Desde cuándo te hiciste una experta en esos temas?— Bufó fastidiada.

— Tengo un gemelo, acaba de hacer un procedimiento para conseguir novia. Nos estamos ayudando en eso.— Respondió con tranquilidad.— Bien, ¿Quieres pruebas para ver si te gusta?

— Sí. Te demostraré que no es verdad.— Aceptó.

— Bien. Primero, un test: ¿De qué temas hablan?

— Hablamos de cualquier tema. Incluso de una hormiga que se pasea por la oficina.

— ¿Se te hace atractivo?

— Bueno mal, mal no está.

— ¿Piensas en él cuando no lo ves?

—... A veces.

— Si tuvieras que cambiarle algo, ¿Que sería?

— Que deje de mirar al pasado con su ex. Pierde su tiempo.

— Cuando lo ves con una chica, ¿Qué sientes? Sé sincera.— Ordenó sabiendo que ella podía mentir aquí.

— Bien, me gusta dejarle en claro que él es mi novio. Aunque sea falso.

— Ya no tengo porque estar haciendo el test. Ya estás descubriendo la repuesta.

— Es solo amistad.

— ¡Por todos los demonios!... ¡Terca!, Bien, hagamos un nuevo plan.— Tomó asiento.— Te voy a presentar tres citas mañana. Uno al amanecer, otro en la tarde y otro en la noche. Harás con ellos lo mismo que haces con Hiccup. Y ahí me vas diciendo las diferencias.

— Pero Brutilda....

— Me vas a decir cuáles serían los hombres ideales para ti. Las cualidades que quieres y el carácter que te llama la atención.— Informó pasando una nota y una pluma.— Yo los encontraré y mañana tendrás esas citas. ¿De acuerdo?

— Está bien.— Aceptó.

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