1. Nuevo Mundo
Capítulo 1.
Nuevo mundo
"Un mundo nuevo no es más que un nuevo modo de pensar".— William Williams.
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Caminó exhausta dentro del enorme restaurante donde supuestamente ahí se encontraría a su 47° cita en ese año.
No era que tenía urgencia para encontrar un chico ideal casi de su nivel, por supuesto que no. Si fuera por ella, estaría cómodamente en su casa viendo alguna película de terror psicológico comiendo palomitas disfrutando de su vida, sin ningún chico a su lado.
Pero eso para su abuela era una situación que exigía demanda en cuánto a ella se trataba.
Ambas chocaban respecto a la visión de vivir casada y vivir soltera, ella estaba en contra de estos planes organizados con cuidado por parte de su abuela, más tenía que aceptar. Su abuela insistía en que quería verla feliz antes al lado de un joven apuesto y rico antes marcharse de ese mundo.
Y era por eso que aceptaba salir con desconocidos intentando encontrar un esposo con el que pueda pasar una vida tranquila, con amor.
Amor.
No creía en esa simple palabra y aún resultaba ajena cuando muchas parejas casadas hablaban de ese tema tan libremente con un toque de brillo en los ojos.
Ese era el final perfecto para todos.
Pero no para ella.
Hace tiempo había dejado de creer en los cuentos de hadas donde el príncipe azul vendría en su rescate para enamorarla y vivir felices para siempre. Tuvo un duro golpe respecto a ese tema, ya que lo aprendió desde los 12 años, aunque sabía que no podía dejar la situación así. Si el príncipe azul no existía, entonces...
¿Quién la rescataría a ella?
Era por eso que se inscribió a practicar las artes marciales para poder usar una defensa personal en caso de que existieran descerebrados con el fin de lastimar su integridad física.
Y sí que le había resultado.
Cada día que llegaba era uno más dónde la delincuencia y el robo crecían como un virus.
— ¡Por aquí!— Escuchó su llamado. Se encontraba en una esquina privada donde sólo los que tenían dinero tenían derecho a esa reservación.
»Bien, es hora de actuar«. Pensó con una sonrisa discreta.
Ya había tenido una cita con él anteriormente, Patán Jorgenson. Con el primer segundo se había dado cuenta que no estaría dispuesta a pasar el siguiente segundo con él. El solo nombre la hacía arrepentirse de aceptar una nueva cita con ese tipo de hombre.
Tomó asiento en la silla que sobraba mientras que la orden llegaba a sus mesas. La típica comida elegante de una cita romántica:
Spaghetti con albóndigas.
× Plan #1. Ser asquerosa:
Llevaba planificando toda la tarde cómo poder asustar a un chico de clase alta. En este caso, tenía que actuar de la manera que más detestaba. Tomó el spaghetti con las manos y de un gran bocado tragó todo dentro de sus labios.
Patán había quedado sin palabras al ver la forma en la que comía su compañera. Sin duda era alguien diferente.
Y.... Eso le gustaba.
— ¡Esto está genial!— Exclamó con alegría.— Pensé que me tendría que ver obligado a actuar con modales pero veo que eres igual a mi.— Con esto comió el spaghetti de la misma manera que ella, dejando un eructo al final.
Astrid Hofferson estaba asqueada. Sin duda su plan no saldría de la manera que quería.
Pidió permiso para ir al baño a retirarse y una vez dentro sacó su botella de vodka y whisky para combinarlos y tomar la mitad de un trago. Si iba a soportar esta cita que sea de la manera inconsciente. ¿Y qué mejor que no recordar nada?
Volvió de nuevo hacia la mesa donde Patán la esperaba con paciencia y tomó asiento otra vez.
— ¿Sabes?— Empezó una vez ganada su atención.— Creo que sería muy aburrido seguir nuestra cita....
— ¡Estoy completamente de acuerdo!— Asintió Astrid con una sonrisa feliz. Podía sentir aún su garganta quemarle por aquella imprudencia en el baño. Pero al menos podría librarse de ese idiota.
— ¿¡En serio?!— Preguntó con la misma sonrisa.—Estaba pensando salir de aquí e ir a un lugar más divertido. ¡Vamos a un bar!— Sin dejar que la rubia terminara de decir nada, tomó de su mano y se dirigieron al dichoso lugar que según en base de él, sería algo divertido y único para una segunda cita.
—— 💙 ——
Por otro lado, Hiccup Haddock entraba con cansancio a un bar de mal ambiente. Llevaba en su mano cargada una guitarra de madera mientras se disponía a subir el escenario arrastrando las pisadas. No había sido un buen día y su cara lo reflejaba todo.
Un bar era sin duda un lugar donde no le agradaba la idea de pasar la noche haciendo uno de sus hobbies favoritos. Pero en este caso era por su mejor amigo. Brutacio había insistido en que apareciera en la presentación del bar para poder animar su ambiente.
Después de todo, el lugar era de él. Y como mejor amigo, tenía que satisfacerle. Era después de todo su cumpleaños, y no podía negarse aunque quisiera. Brutacio había hecho muchas cosas por él y ésta sería una manera de regresarle algunos favores.
Finalmente se presentó ganándose la atención de algunos de los clientes, después de todo, no era muy concurrido los lunes por lo que estaba un poco más relajado. Podía fingir que el exterior no importaba y sería sólo él y su guitarra.
— ¡Muchas gracias Hiccy!— Saludó su mejor amigo estando una vez a su lado.— Ten, te trague un vaso de agua para la sed.
— Gracias.— Aceptó comenzando a beber un poco. No le gustaba que lo llamaran Hiccy, pero su mejor amigo siempre solía inventarse sobrenombres extraños. Por lo que Hiccy no estaba mal.
— Te prometo que saldremos rápido. Queda una hora para cerrar el local por lo que no te sientas muy sofocado. Sé que te gusta tocar, aunque no sea en público. Pero aprecio que estés haciendo esto por mí.— Agregó.
— Has hecho mucho por mi. Ya era tiempo que hiciera lo mismo.— Asintió con una sonrisa sincera. Su mejor amigo bajó del escenario y él estaba a punto de comenzar a tocar intentando dejar primero el vaso en el suelo cuando sintió de pronto un golpe brusco tirandolo abajo con todo y vaso.
Levantó su vista al instante para ver de qué se trataba ese movimiento cuando su mirada chocó contra la de ella.
Un sentimiento explosivo invadió su corazón.
Se trataba de una rubia que parecía un ángel con ese cabello como el oro brillando con fuerza debido a la intensidad de las lámparas que existían en el escenario.
Sus ojos representaban el cielo más azul jamás representado.
Fue tanta la impresión que ya ni sentía el agua empaparle la espalda. Sus manos por instinto se habían dirigido a la cintura de la mujer en un intento de mantener el equilibrio y que ella no recibiera el impacto contra el suelo.
Sus rostros estaban frente a frente a escasos centímetros como para poder compartir un beso.
Jamás había visto semejante belleza y mucho menos recurriendo a un bar a las 11:45 de la noche.
Dios lo había bendecido sin duda. Parecía que había caído al mundo para él. Aunque se podía decir que fue atracción a primera vista.
Pero ese momento se dispersó al momento de que un sujeto había alejado a la mujer de su lado.
— No pude detenerla para decirle que estaba entrando por la puerta trasera y se tropezó con los cables.— Habló Patán sin intentar levantarlo. El era su fastidioso y egocéntrico primo.— Vámonos, querida. Hay que seguir disfrutando la noche.
Claro, ni siquiera se había imaginado que una belleza así ya tenía pareja.
Trató de ignorarla el resto de la noche y continuó con lo que estaba a punto de empezar antes de aquel tropiezo.
— Hiccy, ¿Estás bien?— Preguntó Brutacio al ver tal desastre.
— Si no te preocupes. El show tiene que continuar.
Si de algo estaba seguro Hiccup, es que esa mirada había ocasionado un sentimiento explosivo dentro de su corazón.
El bar había cerrado horas después y con ello, la salida estaba lista para una larga fiesta.
Hiccup y Brutacio caminaban en las calles oscuras que les ofrecía la noche cuando de repente un recuerdo había llegado a la mente del castaño.
— Brutacio, olvidé unos papeles importantes en el bar.— Comentó con un tono de preocupación. Eran realmente importantes y tenían que ser entregados a la primera hora de la mañana.
— ¿Quieres que te acompañe?— Preguntó su amigo mientras le entregaba las llaves en la mano.
— No, iré solo. Es tu fiesta y no me gustaría que llegaras más tarde de lo normal. Puedes ir, luego te alcanzo. La verdad no tengo ni la menor idea de dónde los dejé en tu oficina. Y como es un desastre voy a tardar como una hora.— Argumentó.
— Está bien, nos vemos allá.— Se despidió con un simple choque de palmas viéndolo partir en carrera.
Ahora Hiccup corría, justo antes de doblar la esquina, pudo escuchar una pequeña discusión de una voz vagamente familiar logrando que se detuviera.
Asomó su rostro para observar aquella escena. Se trataba de la misma rubia que había caído con él hace un par de horas, al parecer, acompañada de su novio.
— ¡Vamos Patán!— Chilló con queja.— Dices conocer al dueño de este bar, llámale y dile que abra el local. Tengo unos documentos importantes adentro.
— Astrid, ya te dije que no me sé su número.
— ¿¡Entonces me mentiste?!— Reclamó con enojo creciente.
— No, por supuesto que no. Sólo que... Sinceramente sí le hablo pero no tenemos esa amistad para tener su número.— Agregó.— Puedes venir mañana a las 6:00pm, y recuperarlos.
— ¡Es que no lo entiendes!, Los necesito a primera hora de la mañana.— Informó con las mejillas encendidas por el enojo.— Si no las obtengo yo...
— Eres una mujer pesada.— Exclamó irritado por el carácter prepotente.— Ya te dije que no hay manera de ingresar. Además, tengo que irme ya. Mis padres están esperando mi llegada temprano. ¿Quieres que te deje en tu casa?
— No. Lárgate tu.— Para Astrid, cualquier modal que tenía se había ido al diablo. No estaba dispuesta a tratar de fingir alguna empatía con él una vez más.
— ¡Bien, y para serte claro...— Había caminado unos cuantos pasos lejos de ella. Su carácter lo había irritado y aparte de que perdía la conciencia de sus cinco sentidos debido a los tragos excesivos que se había dado.— Cancelaré la siguiente cita. No te soporto. Y pobre el hombre que llegue a tolerar tu carácter. Quizás por eso tienes la lista más larga de salidas con chicos. Ninguno te tolera seguramente.
Suficiente. Había perdido su paciencia.
Sin mayor esfuerzo llegó a su lado aprovechando que Patán estaba distraído burlándose de ella. Con una mano lo tomó por debajo de su hombro para darle una vuelta completa tirándolo al suelo con rudeza. Fue tal impacto que el hombre no tuvo fuerzas para levantarse. Y tampoco la pierna de Astrid encima de su estómago facilitaba la tarea.
— Espero que con esto entiendas por qué realmente no me interesan los hombres.— Masculló con rabia.
— ¿Eres lesbiana?, ¡Auch!— El pie de Astrid hacía más presión en la boca de su estómago.
— ¡Agh, no tiene caso!— Quitó su pierna con brusquedad dejándolo libre. No había más que hacer en esa situación.
Patán observando que ya no obtendría otro golpe decidió aprovechar su huida y si Dios le escuchaba, rezaba no volver a verla jamás.
La rubia quedó sola con coraje. Aún no podía creer que las citas que planeaba su abuela cada vez más se salían de control. Le había dado una lista de las características de lo que podía ser su chico ideal, más sabía que no existía. No en el caso de ella que no creía en los hombres. Sólo eran personas interesadas en lo que la sexualidad les podía ofrecer; y siempre que encuentran un cuerpo mejor cambian como si se tratara de la elección de un vestido.
Gruñó con enfado. La escencia de la bebida había perdido el efecto tan rápido como había llegado. ¿Y cómo no? Los sentimientos negativos la habían llamado a regresar con conciencia. Al menos podrá recordar cómo puso en su lugar a su última cita. Porque eso era lo que es. No estaba dispuesta a volver a salir con alguien por más insistencias que su abuela hiciera.
— ¿¡Y ahora cómo le haré para entrar?!— Gracias a su estado borracho hace una hora había dejado su bolsa debajo de la mesa en la que habían bebido.
Observó que en la ventana inferior tenía un suficiente tamaño para escalar entre sus rejas y dar un salto improvisado para llegar al techo. Si tenía suerte quizás existiría una puerta que la conduciría a la planta baja. Sólo tenía que dar una patada con fuerza para abrirla.
Y así como lo pensó comenzó a escalar. Era completamente difícil ya que los hoyos quitaban libertad a los movimientos. Estaba a punto de llegar al techo cuando algo que nunca esperó logró asustarla.
— ¿Qué haces escalando?— La alarmó asustándola haciendo que por instinto soltara sus manos cayendo encima de alguien. Hubiera esperado un anciano, una mujer o un niño. Pero como a Dios le encantaba jugar con ella, se trataba de un hombre.
Con unos ojos verdes como el bosque que sin querer habían llamado su atención. Era el mismo hombre con el que se había tropezado en el escenario dentro del bar. Ahora podía visualizarlo mejor. Tenía un cabello color castaño rebelde. No estaba corto pero tampoco muy largo.
Sintió sus manos en su cintura y de inmediato se apartó empujándolo de nuevo contra el piso.
— ¿¡Qué crees que estás haciendo?!— Chilló en defensa levantándose de golpe.
— Bueno, no es normal que una mujer cayera encima de mí. La pregunta entonces sería: ¿Qué estás haciendo tú escalando en el bar?— Reclamó observando sus intenciones.
— Yo...¡No tengo por qué darte explicaciones!— Negó.
— Es una lástima.— Caminó en frente de ella hasta llegar a la puerta del bar.— Porque así tendrías que pedirme el favor para permitirte entrar.— Mostró las llaves que llevaba en las manos, abriendo la puerta.
Estaba a punto de cerrarla de nuevo una vez en el interior cuando ella interpuso su mano.
— Está bien.— Aceptó sin buena gana.— Tengo mi bolso adentro que contiene unos papeles de gran importancia.— Sincerizó.— Necesito entrar. Por favor.
Una chica ruda, pero al menos con modales. Y sincera.
— Pasa.
Ambos se dirigieron al bar, pero no precisamente al centro, si no que cruzaron pasillos que los llevaban a un lugar cada vez más oscuro y menos iluminado.
— ¿A dónde me estás llevando?— Cuestionó Astrid al ver que la dirigía a un pasillo algo largo. Las paredes tenían un color café oscuro y la escasa luz proveniente de un flash del celular no ayudaba mucho para darle seguridad.
— Normalmente cuando cerramos el bar siempre recogemos los objetos olvidados y los depositamos en la oficina. Por si un día deciden reclamar algo.— Narró Hiccup mientras colocaba una llave en el interior de la cerradura de la puerta, logrando abrirla en pocos segundos.
Entraron los dos y al instante las luces fueron encendidas dejando mostrar una oficina desordenada con un montón de papeleo. Astrid observó al instante que en la cima de un mueble se encontraba su bolso tal cual como lo había dejado.
Sin querer perder más tiempo intentó alcanzarlo en unos pequeños saltos. Ignorando las precauciones que su compañero intentaba advertirle. Pero para la rubia, él no tenía derecho a decirle cómo debería hacer las cosas. En un último salto logró atraparla pero perdió el equilibrio haciendo que el mueble cayera junto con ella cuando simplemente intentaba sujetarse para evitar perder más equilibrio.
El movimiento fue tan rápido que ni siquiera había visto cuando el castaño la había arrastrado junto a él para evitar el golpe final del mueble encima de ella. Sí que era una chica terca. Si hubiera escuchado sus precauciones sobre la poca resistencia del mueble, hubieran evitado esta tragedia.
Pues se trataba de un lugar donde se guardaba la mayoría de los papeleos y firmas de derechos sobre el bar. La bolsa de Astrid había sacado a volar los papeles importantes revolviéndose entre la pila de las demás hojas.
— ¡Maldición!— Chilló la rubia observando un mar de papeles llenando el piso. ¿Cómo haría para encontrar sus hojas correspondientes?— ¡Esto es tu culpa!— Acusó.
— ¿¡Mi culpa?!— Exclamó el hombre sorprendido por el poco juicio recto que ella tenía.— ¡Tú no quisiste escuchar mis advertencias!
— ¡Porque no quería perder más tiempo, me esperan en mi casa!— Debatió sintiendo sus mejillas arder nuevamente por el enojo.— Además... Debiste hablarme más claro para que te pusiera atención.
— ¿¡Tengo que hablarte como si fueras una niña mimada para que aprendas a escuchar a los demás?!
— ¿¡Cómo me has dicho?!.....
— ¡Ya!— Increíblemente ella estaba acabando con su tolerancia. Lo cual era muy extraño, no solía tener un carácter así. Ahora retractaba sus pensamientos acerca de pensar que ella podía ser un ángel caído del cielo a juzgar por su cabello oro y sus ojos azules. Ahora creía que quizás era un ángel..., Pero del Inframundo.
Su carácter restaba todo. Sin importar su belleza sin igual.— Mira, concentrémonos en buscar mis papeles y...
— ¿Por qué te ayudaría a buscar tus papeles?— Interrogó sin mucho ánimo.
— Porque mi papeleo estaba dentro de ese mueble que se te ocurrió tirar. Y... ¿Por qué debería ayudarte a entrar en este bar en primer lugar?— Contraatacó.
— ¡Ash, de acuerdo!— Se resignó. No tenía mucho gane, y si en algo ella era buena, era que aceptaba las cosas; pero más odiaba hacerlo. Le gustaba más ser ella la que tuviera razón.— Acabemos lo más rápido y así nos liberamos de nosotros.
Ambos comenzaron a recoger hoja por hoja. Era necesario tener un cuidado y una buena vista de uno por uno; la mayoría se encontraban sueltos por lo que corrían el riesgo de llevar un papel extra a una clasificación donde no pertenecía.
Hiccup estaba cansado, no había tomado en cuenta cuánto tiempo llevaba encerrado en esa oficina con la "señorita gruñona", pero suponía que aún tenía tiempo para llegar a la fiesta de su amigo.
—— 💙 ——
Después de quién sabe cuánto tiempo lograron encontrar sus respectivos papeleos. Ambos acomodaron el lugar y le dieron un orden mejor para evitar una perdida más de información.
Salieron de la oficina en silencio y a pesar de que no habían tomado el pasar de las horas, Astrid sentía el peso en sus ojos. Necesitaba llegar a casa y descansar. Llevaba varios días con las horas de dormir desequilibradas dando una consecuencia negativa en ella. Incluyendo el mal humor.
— Bien...— Golpeó de manera improvisada el hombro de Hiccup haciendo que él exclamara de dolor.
— ¡Auch!, ¿Por qué la agresión?— Sin duda ella nunca sería de su tipo. Y como había dicho su otro acompañante. Pobre del que quisiera pasar el resto de su vida a su lado.
— Eso es por tocar mi cintura.— Regañó con una furia inferior a la de horas antes. Tomó un suspiro y se acercó a él en un rápido movimiento tomándolo desde el cuello de su camisa para levantarse de puntillas y besarle en la mejilla.— Y esto... Por ayudarme.
Comenzó a alejarse sin esperar ninguna respuesta más. No tenía motivos para permanecer más tiempo a su lado.
Por otra parte, Hiccup levantó su mano para acariciar esa pequeña marca de labial sobre su cachete. Era algo que lo había dejado impresionado y estático.
Sin duda era una chica diferente a las demás.
Aunque quitando su mal humor, debía admitir que no le afectaba su belleza.
— ¡Ey!— Llamó antes de que ella girara en la esquina.
Ni siquiera se molestó en voltear pero sí se detuvo ante su llamado.
— ¿Puedo saber al menos tu nombre?— Quería recordarla al menos para huir si una vez se escucha ser pronunciado.
— ¿Para qué?— Su mala contestación había vuelto. Pero al menos había girado su vista para encontrarse con esos ojos verdes que desde un principio debió admitir que no estaban feos.— No volverás a verme nunca más.
En eso tenía razón. La ciudad en la que se encontraban era demasiado grande para verse una vez más. Tenía la leve esperanza de volver a verla en ese bar pero, sabía que eso no pasaría ya que no tenía motivos para regresar. No después de la última escena que tuvo con su cita fallida.
Volvió a dirigir su atención hacia ella pero se sorprendió al ver la oscuridad del resto del camino. Ya había marchado.
Trató de no pensar más en el asunto, sólo había sido una noche demasiada extraña para un encuentro así.
Observó su reloj el cual marcaba las 4:30 de la mañana.
Tenía que pensar muy bien en las disculpas que le daría a Brutacio por su ausencia en el festejo. Seguramente ahora todos estarían dormidos después de varias pasadas en las copas.
Sonrió por último y optó por regresar a su edificio. Su trabajo comenzaría en unas cuantas horas y tenía que asegurar al menos un poco de sueño.
Aunque no sería muy fácil. La imagen de la rubia no permitiría que despejara su mente con tranquilidad.
—— 💙 ——
Cerró la puerta una vez dentro de su casa. Tenía que ser lo menos ruidosa posible si quería evitar un confrontamiento con su abuela. Ya eran las cinco de la mañana, y agradecía que era domingo para que nadie se levantara a tales horas.
Astrid estaba dispuesta a subir hacia su habitación para descansar de una vez, hasta que algo, o más bien, alguien llamó su atención.
— Astrid Hofferson.— Ella siempre había creído que su nombre era digno de fuerza; sin embargo, esta vez escuchar su nombre ser pronunciado le daba temor. Y más de la persona de la que la había mencionado.
— Buenos días... Querida abuelita.— Saludó con una de las mejores sonrisas que podía enseñar.
— No me engañas Hofferson.— Recalcó su abuela con firmeza.— ¿Qué sucedió?
— Bueno, se puede decir que es una historia larga y...
— Toma asiento. Tenemos todo el día para hablar.— Añadió su abuela señalando el sillón frente a ella.
Astrid suspiró derrotada. No podía ganar cuando su abuela tenía una expresión de decisión. No importaba cuánto rollo le echara, ella no cedería.
— ¿Por qué tan tarde?
— En realidad es temprano... Ugh...— Murmuró rendida. No tenía mucho que rodear. Así que usaría su arma: ser directa.— Bien, tuve una mala cita con Patán y el muy idiota hizo que se me olvidara el bolso dentro de un bar.
— ¿¡Un bar?!— Exclamó sorprendida por el lugar mencionado.
— Sí, la cita era principalmente en un restaurante elegante. Pero decidí comportarme como una mal educada por...— Vio que su abuela iba a expresar algo pero decidió dejarla continuar.— ¡No me agrada Patán!, La primera cita que tuvimos fue completamente terrible y sé que me escapé porque en realidad no había pasado ni un minuto completo para darme cuenta que entre todos los hombres que has elegido para mí; era el más desagradable. ¡Pasa una tarde con él y te darán ganas de huir!
— Astrid ya habíamos hablado sobre tu serie de citas.— Avisó su abuela con un rostro decepcionado.— Sabes que los años pasan y no voy a rejuvenecer. Antes de irme quiero verte casada con alguien que te ame y que te atrevas a amarlo también. Quiero asegurarme que serás feliz compartiendo tu vida al lado de un hombre que sepa merecerte.
— Abuela lo sé.— Dió la razón.— Pero soy feliz estando soltera. No necesito ningún sólo hombre para sentirme completa. Me gusta mi vida.
— ¿Y cómo sabes que no te encantará aquella vida marital?, Tener a alguien a tu lado que siempre estará para ti. ¿Cómo sabes que no querrás esa vida que ésta?
— ¿Y cómo voy a saber que sí me gustará?— Replicó.— Recuerda que a mamá...
— Astrid, lo que le pasó a tu madre es otro asunto. No todas las relaciones serán iguales.— Defendió.— Si sabes buscar bien, verás que el que encontrarás será una experiencia maravillosa. Pero será imposible que encuentres al indicado si sigues huyendo de todas tus citas.
— Lo hago porque no quiero realmente participar en esta búsqueda. No es algo que me interesa.— Expresó con firmeza.— Tengo dinero, una empresa heredada, familia. ¿Por qué buscar algo más? Estoy feliz así. Y de eso quiero hablar contigo.— Cambió su expresión a una más seria. Estaba dispuesta a decir lo que pensaba de una vez. Era ahora o nunca.— No quiero seguir participando en este plan de búsqueda. Sé que lo haces por buenas intenciones, pero en este caso no sirven. No creo en los hombres y todas las citas que he tenido me hicieron ver que realmente estoy en lo correcto. No necesito uno.
— Te has hecho una mujer muy conformista. Necesitas buscar más allá de lo que ya se te ofrece de antemano.— Su abuela estaba a punto de desesperarse. Habían tenido tantas veces esta plática. Tenía que buscar una forma de que esto funcionara. Si su nieta no estaba dispuesta a un plan de búsqueda era mejor llevar la búsqueda a ella.— De acuerdo.
— Y además qué clase de encontrar el amor sería si... ¿¡Dijiste de acuerdo?!— Exclamó sorprendida mirando anonadada a la mayor.
— Tienes razón. Has pasado por más de 50 citas y por el momento ninguno te ha llamado la atención.— Reconoció.— Sin embargo, ya que tienes tus condiciones. Éstas serán las mías...
De acuerdo, Astrid jamás había visto esa jugada.
— Espera... ¿Qué...
— Te negaré la herencia de la empresa.— Anunció.
— ¿¡Qué?!— Exclamó con más sorpresa. ¡Ella no podía hacer eso!, ¿O sí?
— Estoy respetando tu decisión, así que debes de respetar la mía. No voy a reconocerte en la empresa hasta que me demuestres que eres alguien digna para merecerla.— Aclaró.— ¿Qué quiero decir? Cómo no necesitas a nadie, estoy segura que tampoco necesitarás ayuda para enfrentar tu camino sola. El día de mañana vas a buscar un trabajo estable y vas a empezar poco a poco a crecer por ti misma. Acabas de graduarte así que no hay nada que te mantenga en casa. Te voy a mantener hasta que recibas tu primera paga. Y... A partir de mañana ya no vivirás en esta casa. Te voy a rentar un apartamento en uno de los hoteles más seguros de la ciudad para que aprendas a independizarte.
— ...¿Qué tiene que ver esto con las citas?
— Mi querida Astrid, esta es la vida cuando no tienes a alguien a tu lado. Tienes que aprender a cuidar por ti misma, en este caso vas a aprender a ser la mujer sin un hombre. Vas a enfrentar los problemas sola, los adeudos también en tu parte solamente. Tú sola te encontrarás las dificultades de la soledad y más tarde verás que me darás la razón.— Comentó con tranquilidad a pesar de que el mundo de su nieta se estaba derrumbando.— Además, no puedes vivir dependiendo de mí para siempre. ¿De dónde sacaste los gastos para $10,000?
— Yo... Necesitaba una nueva cama.— Murmuró con timidez.
— ¿Y era necesario que fuera de agua?— Cuestionó sin esperar respuesta. Después de todo, su nieta ya no tenía una palabra por expresar.— Es a lo que me refiero. Veo que estás siendo una mujer muy mantenida. Somos tu familia y está bien que te apoyemos. Pero es hora de que aprendas a volar por ti misma.
— ¡No puedes sacarme de la casa, mi mamá...
— Estaría de acuerdo a que aprendas a vivir contra el mundo. No te preocupes por el trabajo, me encargaré de darte algunas opciones respecto a tus estudios.— Informó.— Pero mantenerte en los empleos ya dependerá de ti. Ahora, ve a dormir. Aprovecha para descansar este día y preparar tus cosas. Más tarde te diré dónde te quedarás.
— Pero abuela....
— Que descanses querida.— Besó su mejilla y con ello dió finalizada la conversación.
Astrid la vió caminar en dirección a las escaleras y suspiró derrotada una vez más. Jamás había pensado que su conversación terminaría en estos términos.
Le aterraba y le entusiasmaba la idea, más... Al menos había conseguido librarse de las citas que era un lado positivo para ella.
Si tenía que demostrarle a su abuela que no necesitaba de un hombre, estaba dispuesta a hacerlo costara lo que le costara.
Mañana sería un nuevo mundo.
Y estaba emocionada por ello.
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