8.2 [Yoon Gi]
No puedo creer que Jimin esté en mi casa. Jamás pensé que pondría un pie en mi humilde piso, y más con el desorden que tengo. Sin embargo, está en mi salón, que también es el dormitorio, porque, como ya he dicho, solo tengo una estancia multifuncional.
Dios; estoy muy nervioso. No quiero meter la pata otra vez, menos aún después del regalo que me ha dado. Le ha debido costar mucho esfuerzo hacer los bombones, lo imagino por cómo tiene de sucio el delantal, y encima ha hecho de varios tipos. Tienen una pinta estupenda y las galletas ni se diga. Son perfectas, redonditas, tostadas por los bordes y están buenísimas. Me he comido al menos cinco del tirón en la cocina y hubiera seguido de no ser porque Jimin se ha tropezado con el cubo del agua.
Durante unos instantes he temido lo peor. Me he visualizado decapitado a desprecios pero me ha sorprendido que no haya montado uno de sus escándalos. Es más, está de lo más amable porque, al margen de echarme un bufido, tampoco ha dramatizado demasiado al caerse por el agujero del sofá. Creo que incluso ha agradecido que le ayudara a que no se volviera a caer porque, cuando le he sujetado, me ha mirado muy fijamente, con un brillo que me ha hinchado el pecho y el alma. He llegado a pensar incluso que le gustaba. Pero, claro, la sensación ha durado poco porque se ha apartado en seguida.
Obvio. Quiere llevarse bien conmigo pero nada más. Mis sentimientos me bloquean y me hacen ver lo que no hay. Siguen siendo solo míos y él sigue perteneciendo ese mundo "divinities" que tanto me repatea. Ha quedado más que claro en el momento en el que ha decidido, por su cuenta y sin "por favor" ni "gracias" que valgan, apropiarse de mi cama y dejarme tirado en mi propio apartamento para que me las arregle como pueda.
Va listo.
Ni con todos los chocolates del mundo voy a pasar por ahí.
Por eso no dudé ni un segundo en quitarle la manta y remitirle al suelo. Pero "su divinidad" es realmente terco y, por descontado, tiene que ser lo que él diga. Y ahí sí que ha sacado el repertorio de ofensas que tanto extrañaba e incluso hemos forcejeado por la posesión de un edredón que hubiera sido mío sin problemas si no me hubiera tropezado.
Pero eso no ha sido lo peor, no. El problema real ha venido al caerme encima de él.
Uy.
Ha faltado poco para que choque su frente con la mía y tenerle ten cerca me ha dejado estático y aún más atontado. No he podido reaccionar. No he podido pensar. No he podido hacer nada salvo acercarme más, como si un imán me atrajera a sus labios. Pero entonces mi inseparable amigo de la entrepierna, alias "el piruleta", se ha vuelto a alegrar demasiado y, para disimularlo, no se me ha ocurrido otra cosa que empujar a Jimin, que ha girado como un rulo y dado tres vueltas, hasta terminar en el suelo de un culetazo.
Oh, oh.
Ya huelo la tragedia.
—Ala, buenas noches. —evadí la situación y le di la espalda—. Acomódate donde te plazca.
—¡Me has empujado! ¡Y me he dado otro golpe! ¡En el mismo sitio! —El enojo le salió por los cuatro costados—. ¿Sabes que por tu culpa me tengo que sentar en un flotador con un patito? ¡Ahora voy a necesitar por lo menos tres patitos!
Reprimí una carcajada.
—¿Y encima te burlas? —Se ofendió aún más—. ¡Qué poco tacto tienes! ¡Qué cínico! ¡Qué incomprensivo! ¡Qué falta de todo!
—Tus modales tampoco son los mejores, divinidad.
—Ya te he dicho que no me llames así.
—Excelencia.
—¡Yoon Gi!
—Gran rey.
Se hizo el silencio. Me acomodé la almohada y la manta, cerré los ojos y respiré profundo.
—Oye... En serio... —Jimin volvió a la carga pero esta vez lo hizo en un murmullo—. Por favor...
Me giré levemente, lo justo para ver su cara. Había virado de la ira a la pesadumbre en un instante.
—De pequeño me tenía que acostar en un trapo en medio del salón y mi almohada era una vieja toalla que me enrollaba al cuello —siguió—. En ese entonces me prometí a mí mismo que, cuando fuera mayor, haría lo que fuera necesario con tal de no dormir nunca más sobre una baldosa helada.
Vaya. Procedía de una familia sin recursos. Quién lo diría. Y quién diría también que hubiera logrado hacerse tan rico, sin herencias ni influencias a su favor. Qué raro.
—Como he dicho, acomódate donde quieras. —Sus palabras me removieron de modo que me eché a un lado y abrí espacio, pese a que mi amiguín seguía un poco alborotado y yo aún más avergonzado—. Tu decides dónde.
Conté tres segundo exactos antes de que el colchón crujiera junto a mí. Se había acostado. Conmigo.
Con... Mi... Go...
Pensé en mariposas. Una. Dos. Tres. Una azul, una roja, una de colores. Una con alas pequeñas, otra mediana, otra grandes. Un gusano. ¿Gusanos?
Me volví hacia él. Tenía los ojos abiertos como platos y el cuerpo encogido. Estiré la manta y le tapé.
—Yoon Gi, ¿por qué siempre huyes de mí? —me preguntó—. Odio tener que perseguirte a diario y también que me empujes.
Tragué saliva. El cabello oscuro le caía sobre la almohada y la frente. Sus pupilas mostraban ternura. Sus mejillas se habían sonrojado.
—Tu también te alejas. —Hice cábalas para responder con normalidad—. Por ejemplo, hace un rato, en el sofá, lo has hecho.
—No es que...
—¿Es que qué?
—Nada.
—Pues nada entonces.
Me di la vuelta y volví a cerrar los ojos pero saber que le tenía ahí, detrás, me impidió relajarme. Una mariposa, dos mariposas, tres mariposas. Ay, piruleta mía, contrólate. No era cuestión de "desatar las pasiones de mi alma solitaria y anhelada sabiendo que el desprecio marcaría un dolor eterno que dominaría mi... ".
Vaya por Dios. Ya estaba hablando como el Tae Hyung ese.
Regresé a las mariposas. Una blanca. Una azul. Una verde. Una roja. Una rosa.
—Yoon Gi...
¡Cincuenta de mil colores! ¡O yo qué sabía! ¡Ya se me habían olvidado hasta las tonalidades que existían!
—¿Y ahora qué te pasa? —Traté de no moverme.
—Tu manta es un poco chafa.
¿Chafa? ¿Cómo que chafa? Me giré, ofendido.
—A ver, gran rey, valore usted que mi pequeño sueldo no me permite tener esa maravillosa colcha de plumón de oca de calidad superior con la que seguro cubre su digno cuerpo cada noche.
Se echó a reír, con ganas, y yo me quedé de piedra. Primero, porque hasta hacía unos instantes se había quejado de mi forma de hablar. Segundo, por su preciosa expresión, risueña y cariñosa como nunca antes se la había visto.
—Ay, Yoon Gi, de verdad —Sonrió—. Si quieres, mañana discutimos. He dicho eso solo porque no quería que me dieras la espalda.
No hizo falta mucho más. Yo era un tipo caótico, bastante despistado y con emociones que se disparaban sin control cada dos por tres. Mas, sin embargo, en ese momento me alegré de ello.
Me alegré de que mis sentimientos se desbordaran. Me alegré de no pensar y de ser capaz de rozarle la mejilla. Y también me alegré de acercarme y unir su aliento con el mío, en un beso lento, casi tímido, que se intensificó cuando él hundió las manos en mi cabello y me correspondió.
Le gustaba. Era increíble pero yo le gustaba.
Y así fue cómo trasformamos nuestra extraña relación y cambiamos los conflictos cotidianos por los besos más cálidos y hermosos del mundo mientras mi amiguete de abajo daba rienda suelta a su alegría.
Lo dije al principio, ¿verdad?
Mi vida imperfecta dejó de ser tan imperfecta en el momento en Park Jimin apareció en ella.
N/A: 19/01/2025
Ya estamos llegando prácticamente al final de la historia.
—Por eso ahora me impera preguntar lo de siempre: ¿qué personaje les está gustando más? Esta pregunta es muy importante para mí como escritora. Siempre me ayuda.
—Por otro lado, les comento que aunque Perfect termine el YoonMin seguirá siendo el ship de mi perfil. Si les gusta mi forma de hacer comedia, las animo a que le echen un ojito a Una Mentira Perfecta, la historia que estoy escribiendo ahora. Si les gusta la fantasía romántica, Absolom podría interesarles también. 😉❤️
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