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4.2 [Yoon Gi]


Debería estar feliz.

He cortado toda relación con el estiradillo de abajo lo que me ha dado un merecido respiro. No he puesto música de modo que me he ahorrado la tortura de tener que tragarme sus óperas nocturnas y he podido dormir un poco. Y digo un poco porque me he desvelado unas cuantas horas y eso ha hecho que me haya levantado cerca de las dos de la tarde.

He tenido que correr para ducharme, me he vestido con lo primero que he pillado y he salido volando a los grandes almaneces de esa ricachona que está tan agobiada porque teme que su amiga le estafe unos pocos miles de wones a través Kaos, el tipo al que más deseo detener del mundo. Había quedado con ella y con Jung Kook a las dos y media, con la idea de analizar el entorno de cara a la fiesta de inauguración, pero, como no me he tomado la medicación, me he perdido y al final he llegado a las cuatro.

Lo mismo me ha pasado dentro del centro comercial. Me ha resultado muy difícil ubicarme entre tantos pisos, secciones y expositores. Además, hay demasiadas salidas, escaleras mecánicas en cada rincón, algunas que inexplicablemente solo suben y otras que solo bajan, multitud de cajas de pago desperdigadas y los espacios son tan grandes que veo imposible localizar a Kaos con una vigilancia normal. Al final he optado por hackear la cuenta bancaria de la empresa con la idea de monitorizarla desde un ordenador que he montado en el área de seguridad, he centralizado las imágenes de todas las cámaras en el pc de Jung Kook y, mientras las operaciones se realizaban, me he quedado mirando al vacío.

Debería estar pletórico. ¿Por qué no lo estoy?

Esforzarme por limpiar la casa y tomarme las odiosas pastillas del TDAH a fin de ser más organizado y arreglarme mejor no ha merecido la pena. Jimin es un presumido, un exagerado y una persona mucho más prepotente de lo había imaginado y va siendo hora de que me olvide de él. Es absurdo e ilógico que me guste. No. Tengo que poner los ojos en otro lado.

—Atento, Kook. —El pitido del ordenador indicó que la trasferencia de imágenes estaba lista para la prueba—. Comprueba que recibes la señal.

El aludido no respondió. Estaba absorto en su teléfono, del que no se había despegado desde que habíamos llegado.

—¡Eh! —Levanté la voz—. ¡Mira la pantalla del monitor, no la de tu móvil!

—Ah... —Dio un respingo—. Sí... Esto... Están bien...

—¿Qué estás haciendo?

—Tae Hyung me está escribiendo.

Fruncí el ceño. El otro "excelentísimo divino". Mal íbamos si habían intercambiado números.

—Yo que tu no le hablaría —le previne—. Puede que parezca simpático y amable pero, a la primera oportunidad que surja, te dirá que eres un tipejo de pueblo sin estudios y un indigente.

—En realidad estamos hablando de ti. —Jung Kook se rascó la nuca, azorado—. O más bien de Jimin y de su negativa a aceptar el "abrazo de Cupido".

—¿Y eso qué es? —Regresé a la pantalla del ordenador—. Suena a marca de calzones de tienda erótica "only divinities".

Su carcajada retumbó en medio centro comercial.

—¡Yoon Gi, tu estás muy perdido! —exclamó—. Ciego en tu ofuscación, diría.

—No empieces, ¿quieres? —Le recordé en la casa de Jimin como un molesto moscardón zumbándome tonterías que no habían hecho otra cosa que hincharme de falsas expectativas—. No quiero hablar más del vecino.

"Y el calor de su piel contra la suya imprimió de anhelo su corazón hasta ese momento solo envuelto en desprecio". —Su respuesta fue empezar a leer uno de los mensajes—. "Y la soledad dejó de ser el remedio necesario a la feli..."

—No tengo anhelos en el corazón ni calor en la piel y me encanta estar solo —zanjé.

Terminamos de preparar todo a la siete y llegué a casa justo a hora de tirar la basura, un momento que siempre olvidaba y que, por lo mismo, me obligaba a salir con las bolsas a hurtadillas, rezando porque la señora de la limpieza no me pillara. La última vez me había amenazado con la fregona en la cara y obligado a acomodar los cubos como sanción por mi "falta de respeto hacia el horario vecinal".

Me sorprendió encontrar a Jimin en los contenedores pero aún más que me persiguiera como un auténtico desesperado. Era impropio de su "exquisita educación". Menos mal que, por suerte, el karma era sabio y me ayudó a escapar rompiéndole la bolsa de basura y haciéndole resbalar en medio de los desperdicios.

No pude evitar carcajearme. Se lo merecía. Pobre conjunto de marca. Y pobre zapatitos, tan bonitos...

¡Bah!

Seguí a lo mío. A eso de la diez de la noche, le escuché subir dando unos zapatazos de aquí te espero, golpeó la puerta cinco veces y, como no abrí, me metió una nota por debajo de la puerta.

"Como te decía mientras me ignorabas, me comí las gachas. No estaban buenas, eso lo defenderé hasta la muerte, pero me las comí".

Gracias por el esfuerzo, divinidad.

"¿Por qué no me hablas? ¿Tan enfadado estás?"

Obvio.

"Yo soy el que debería estar enojado. Por tu culpa se me ha roto la bolsa de desperdicios, he tenido que tirar el pijama a la basura y la señora de la limpieza me ha obligado a fregar".

Sí, qué fatalidad.

"Estaré esperándote en la ventana".

No debía pero, tras dar dos vueltas por la casa sin rumbo, me asomé. Efectivamente, allí estaba, con la cabeza orientada hacia mi piso y los ojos como dos ascuas ardientes cargadas de rabia. No, si encima, el ofendido era él.

—¿Que se le ofrece, oh, gran maestro de la cultura y de la educación? —rompí mi voto de silencio—. ¿Una disculpa de este ser mundano, carente de gusto culinario y/o distinción?

—Me he caído en el portal.

—¿Y?

—Que me he hecho daño y has pasado de mí.

—¿Y? —repetí.

—Que si te estaba llamando era por algo.

—¿Y?

—¡Cómo que "y"! — exclamó entonces—. ¡Ni "y" ni "o" ni "u"!

Me volví a carcajear. Estaba rojo de ira. Más aún que con lo del jarrón y más que cuando me tiró la ropa del tendedero a escobazos y mira que eso era difícil.

—¡Tengo algo que decirte! —continuó, ardido— ¡Y es muy importante! ¡De lo contrario no habría ido detrás de ti!

—Okey. —Me recargué en el poyete y me incliné todo lo que pude—. Te escucho.

—Quería que supieras que... —De repente, bajó el tono y desvió la vista a las cuerdas—. Que tu... Resulta que me... —Volvió sobre mí—. Resulta que mi gata está muy apagada porque te llevaste al gato. Me gustaría que reconsideraras traerlo.

—No.

Hizo un mohín pero no le di pie a más. En un segundo, me había metido en casa y cerrado la ventana.

—¡Yoooooon Giiiiiiii! —le escuché protestar, de fondo—. ¡Yoooooooon Giiiiiiii! ¡Maleducadooooooo!

Bajé la persiana. Hasta abajo. Fin.

—¡Insensibleeeeee! ¡Desconsideradoooooo! ¡Esta te la guardoooooo!

Que me guardara lo que quisiera. Me conocía demasiado bien. Si le llevaba el gato, me obnubilaría otra vez y no podía permitírmelo. Tenía que eliminar a Jimin de mi mente. Además, mañana tenía un trabajo demasiado importante y necesitaba que todos mis sentidos funcionaran.

Iba a detener a Kaos. Lo necesitaba para lograr un ascenso y lo haría. Lo haría a como diera lugar.

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