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❥Parte única ❀

Taehyung supo desde que lo vio ésa mañana que algo no andaba bien.

Jimin siempre, desde que él lo conocía, había sido un pequeño rayito de luz brillante. Tenía la sonrisa más bonita que los ojos de Taehyung habían presenciado jamás, los ojos más adorables y expresivos, las mejillas más apretujables y mordibles, las manos perfectas para verse encerradas entre las suyas. Él ante los ojos de Taehyung era perfecto, a pesar de que el resto no lo veía en sí.

Y es que Jimin tenía un defecto, o eso según su punto de vista y el de la sociedad. No era precisamente su pequeño diente chueco, o sus dedos que parecían de un bebé regordete. Tampoco lo era el hecho de que fuese homosexual, o que acostumbrara a limpiar el chocolate de sus labios con las mangas de su suéter. 

El único "gran" defecto de Park Jimin se encontraba en su cuerpo. En sus piernas, sus brazos, su estómago esponjosito. A Taehyung no le importaba que pesara más kilos de lo que deberían con respecto a su estatura, tampoco le importaban los rollitos que se le formaban al sentarse o que sus mejillas fueran abultadas en demasía. Él amaba a Jimin, y a cada uno de sus kilitos con todo su corazón, y Jimin parecía estar bien con eso, estar bien consigo mismo. Sonreía a menudo, e incluso bromeaba siempre con su "belleza extra".

Taehyung lo amaba tanto.

Tanto que no le costó notar que ése día Jimin estaba raro.

Jimin era cuatro años menor que Taehyung. Se habían conocido cuando el menor de ambos no conseguía decidir si comprar el pastelito de fresas o el de chocolate blanco. Taehyung, quien trabajaba con su madre atendiendo en la cafetería de la escuela a la que el pequeño asistía, se había quedado mirándolo apoyado en la barra, con los codos sobre la misma y su rostro siendo sostenido por sus manos. No habían personas que atender en ése momento, por lo que se permitió admirar en silencio al pequeño bollito de azúcar que mantenía un gesto pensativo. 

Taehyung nunca iba a olvidar ése día. Jimin tenía el cabello de un precioso color rosado brillante, vestía unos pantalones rasgados un poco más abajo de sus rodillas, una camisa blanca con líneas negras y un enorme suéter celeste. Su gesto de concentración era tan adorable que para Tae fue inevitable el no sonreír antes de atreverse a saltar la barra para, casualmente, ponerse de pie junto a él.

—Si quieres mi opinión, el día de hoy parece apto para un pastel de limón.

El bollito de azúcar se asustó cuando la grave voz habló a su lado. Con un pequeño saltito, Jimin lo miró, sus pequeños ojos más abiertos de lo usual mientras sus mejillas intentaban igualar el color del cabello. Para Jimin nunca había sido normal que un chico le hablara así como así, menos tratándose de uno tan apuesto como era el hijo de la cocinera de la escuela, por lo que cuando la situación se dio, sólo pudo mostrarse avergonzado, escondiendo sus rechonchas manitos en las mangas de su suéter. Le avergonzaba que el mayor lo estuviese mirando en ése momento. Jimin quiso que no notara lo grande que eran sus mejillas, o la grasita que escondía debajo de la ropa varias tallas más grandes que acostumbraba a usar.

—¿D-de limón?

—Son nuevos. Mamá aprendió la receta hace unos días y hoy trajo unos cuantos para ver qué tal le iba. No hemos vendido muchos, pero eso no quiere decir que no sean buenos —a diferencia de Jimin, Taehyung hablaba con toda la seguridad que su esbelto cuerpo podía guardar. Le sonrió a Jimin, y éste juró que nunca había visto una sonrisa más encantadora. Apartó la mirada, volviendo a centrarse en los pastelitos—. ¿Me dejas invitarte uno? Mamá llegará en unos minutos y podré dejar la barra para desayunar.

Y aunque le costó, Jimin terminó por aceptar ése pastel de limón, dando así por iniciada su pequeña y silenciosa relación con Kim Taehyung.

Se habían acostumbrado a desayunar juntos. Cuando dejaban de llegar los estudiantes a comprar, la madre de Taehyung le daba su espacio para que pudiese coger algo de la cafetería y desayunar, y el castaño no tardaba demasiado en coger un pastel de limón con dos vasos de cartón llenos de leche chocolatada y buscar a Jimin, quien siempre lo esperaba en una mesa junto a la ventana. Comían del pastel juntos, compartiendo pequeños chistes, historias, anécdotas. Con el tiempo Jimin aprendió a tener la suficiente confianza como para mostrar sus manos sin vergüenza, inflar sus mejillas en gestos cómicos, e incluso sentirse cómodo con la cercanía de Taehyung, que cada día parecía ser mayor.

Y sin darse cuenta comenzaron a entrelazar sus dedos sobre la mesa, dedicarse pequeñas miradas mientras desayunaban, o extender sus encuentros a algo más fuera de aquella cafetería, o del instituto siquiera. Jimin ni siquiera notó cuando fue la primera vez que las manos de Taehyung se acoplaron a su redonda cintura, pero si recordaba a la perfección como fue la primera vez que sus labios encontraron un mismo camino, ambos saboreando el dulzor del pastel de limón y la leche de chocolate en la boca del otro.

También podía recordar a la perfección como Taehyung le regaló un pastelillo que con glaseado decía "¿Quieres ser mi novio?"

No hacía falta aclarar cuál había sido su respuesta. Jimin no sentía miedo. Jimin sabía que pese a no tener un cuerpo delgado o perfecto como muchos de los chicos y chicas que babeaban por el hijo de la cocinera, Taehyung lo quería a él, con sus rollitos y mejillas rechonchas incluidos. Cuando Taehyung tomaba su cintura no demostraba desagrado al sentirla esponjosita y abultada, al contrario, parecía que esto le causaba ternura, y esto fue lo que a Jimin lo mató de dulzura y lo terminó enamorando, que Taehyung más que amar su personalidad, se había también enamorado de cada uno de los defectos que él mismo odiaba.

Ése día Jimin llegó a la cafetería más tarde que de costumbre. Había cambiado el color de su cabello por uno dorado que a Taehyung le hacía picar los dedos por las constantes ganas de acariciarlo que tenía. Vestía una sudadera de Taehyung, que a pesar de que el mayor era mucho más delgado, le quedaba muy grande, culpa de la costumbre del castaño de usar ropa grande, muy grande.

Taehyung lo vio llegar, con una sonrisa de alivio. Jimin nunca tardaba, al menos no sin antes avisarle, por lo que él comenzaba a preocuparse en demasía por su pequeño novio, cosa que pasó a segundo plano cuando lo vio entrar. Jimin mantenía la vista baja y sus manos ocultas en sus mangas, incluso cuando se acercó a la barra mantuvo la postura. No se detuvo a analizar la vitrina llena de postres, simplemente se puso de pie justo en frente de Taehyung, siendo la barra su única separación. 

Taehyung se inclinó levemente sobre ésta, alzando el mentón de Jimin para robarle un pequeño beso en los labios que lo hizo sonrojarse y apartar la mirada rápidamente. Taehyung creyó que era a causa de su timidez, que a pesar de que ya llevaban cuatro meses saliendo juntos, ésta seguía ahí.

—Hey bebé —habló entonces el castaño. Jimin no lo miró, en lugar de eso comenzó a jugar con sus deditos—. ¿Quieres lo de siempre, o prefieres probar algo nuevo?

—No, yo...—su voz sonaba algo congestionada, como si estuviese resfriado o...o hubiese llorado. Taehyung frunció el ceño, la preocupación abriéndose paso en menos de un segundo—. No quiero nada hoy, solo...solo quería verte y...

Ni siquiera alcanzó a terminar la oración cuando Taehyung ya hubo saltado la barra para rodear su cuerpo con sus brazos. Pese a que Jimin era gordito, siempre se sentía menudito y pequeño estando entre los brazos de su novio, pero esta vez fue distinto. Él no quería que las manos de Taehyung se toparan con sus rollitos en medio de aquel abrazo, o que cayera en cuenta de que sostenía una bola con peluca rubia. 

Las lágrimas picaron en sus ojos, y sin poder evitarlo empujó al castaño apoyando sus manos en su pecho. Era duro, plano, perfecto. Absolutamente todo lo contrario a él y a su esponjoso cuerpo.

—¿Bebé? ¿Qué pasa? ¿Tienes algo?—Taehyung se oía tan preocupado que el pecho de Jimin se comprimió. Negó con la cabeza fuertemente, limpiando sus lágrimas con brusquedad. Las personas que se encontraban en la cafetería los miraron, y Jimin pudo escuchar los "susurros" que pronto perforaron sus oídos.

"El gordito está llorando."

"¿Será que Taehyung ya se dio cuenta que merece más que una bola de grasa?"

"Ojalá le haya terminado de una vez."

—Jim...

—Ya tengo que irme —habló con su vocecita sonando ahogada. Taehyung negó, intentando tomar sus manos—. Ha-hablamos luego.

Ni siquiera le dio tiempo a replicar. Jimin simplemente se fue, y él no pudo seguirlo, pues su madre no estaba en la cafetería, y él no podía dejar la barra sola.

(❆❆❆)

Taehyung había visitado la casa de Jimin sólo seis veces, tres de ellas antes de tener una relación formal establecida. La madre de su pequeño novio lo adoraba como si fuese su propio hijo, argumentando que Taehyung había vuelto a Jimin un niño feliz y que podía amarse a sí mismo sin problema. No le importaba demasiado el hecho de que el castaño tuviese veintiún años, mientras que su hijo apenas había cumplido los diecisiete. La mujer veía mucho más allá de eso, notaba el amor que ambos se profesaban, y con eso le bastaba para abrirle a Taehyung las puertas a su hogar y a su familia.

Conocía el camino de memoria, por lo que no tardó demasiado en llegar apenas terminó la jornada escolar y él pudo abandonar su puesto en la cafetería. Tocó la puerta, sabiendo que de ésa forma le abrirían en seguida. Era el único idiota que tocaba la puerta cuando el timbre se encontraba justo en frente de sus narices, pero la señora Park se había acostumbrado a que Taehyung hiciera aquello, por lo que poco tardó en abrirle y sonreirle con tristeza.

—Jimin está en su cuarto —fue lo primero que ella le dijo—. No ha bajado desde que llegó de clases, incluso se negó a almorzar conmigo. Él está triste, no sé si es por tu culpa, pero sea lo que sea, por favor arréglalo. Yo tengo que salir ahora, pero te confío a mi bebé.

Taehyung sólo pudo asentir, sonriendo con los labios cerrados a la mujer, quien sin dudarlo le dejó pasar. No necesitó alguna instrucción o algo. Él sabía perfectamente que la habitación de Jimin se encontraba en el segundo piso, la puerta a la izquierda al final del pasillo que tenía pegada una fotografía de ambos frente a un espejo. En la foto Taehyung lo abrazaba por la espalda, sus manos entrelazadas justo sobre el estómago de su novio mientras que sus labios tocaban su mejilla. Taehyung sonrió al ver la foto, y luego, despacio, intentando no hacer ruido, giró la perilla para poder abrir sin siquiera anticipar su llegada.

Jimin se encontraba dándole la espalda, con la mirada fija en el espejo. Taehyung no pudo pasar por alto el hecho de que el menor se encontraba únicamente en ropa interior dejando por primera vez su cuerpo a la vista del castaño. Éste sonrió al verlo. Todo su cuerpo era ligeramente voluptuoso, y ante Taehyung no podía ser más perfecto, por el simple hecho de que era Jimin.

Entonces el menor alzó la vista en el espejo, dando con los ojos de Taehyung a través de su reflejo. Sus ojos cubiertos de lágrimas se llenaron de pánico un segundo antes de que el mayor cerrara la puerta. La vergüenza se derramó sobre sus mejillas en forma de pequeñas lágrimas, mientras sus brazos rodearon su propio cuerpo, luciendo repentinamente inofensivo, como un cachorrito abandonado bajo la lluvia. Bajó la mirada, sintiendo pronto la presencia del mayor justo detrás suyo.

—¿Tú también lo ves?—preguntó entonces, tan débil como un suspiro doloroso de una mariposa a punto de extinguirse. Taehyung simplemente asintió, rodeando su cintura por detrás—. ¿Por qué...por qué te gusto? Todo está mal en mí, yo no...yo no soy lindo —el más pequeño sollozó, cubriendo su rostro con sus manitos. La habitación se encontraba a oscuras a excepción de la luz del atardecer filtrándose por su ventana, la cual era más que suficiente para que Taehyung pudiese apreciar cada detalle del cuerpo del más pequeño con detenimiento. Su silencio comenzó a volverse inquietante, tanto que Jimin no temió encararlo, con sus ojos temblando al igual que su labio inferior—. Tae...

—Lo único que hay mal en ti...—Taehyung separó sus manos del cuerpo ajeno antes de arrodillarse frente a él, quedando justo frente al vientre del menor. Jimin, rojo hasta las orejas, quiso apartarse, viéndolo imposible cuando las manos de Taehyung se aferraron a sus caderas—. Es esto, tu vientre.

Jimin se tensó cuando las manos de Taehyung se deslizaron a su estómago, acariciando cada tramo de piel con parsimonia. No tenía un abdomen formado, mucho menos plano. Era más bien abultado, esponjoso, de esos que cualquiera preferiría ocultar al mundo. Quiso llorar cuando Taehyung enfocó su atención ahí. Tenía miedo de que Taehyung dejase de quererlo al ver que no era lindo como el mayor siempre había afirmado.

—L-lo siento —sollozó bajito—, sobra mucho, es feo.

—¿Sobra?—las cejas de Taehyung se arquearon, su mirada se volvió fría por un segundo antes de alzar la mirada a aquellos pequeños ojitos de medialuna que lo miraban con dolor. Le sonrió—. Yo veo que aquí falta...—entonces hizo algo que sorprendió por completo a Jimin. Sus ojos se abrieron en demasía, su manito cubrió sus labios, sus piernas temblaron al sentir el dulce tacto de los labios de Taehyung un par de centímetros sobre su ombligo—. Faltan besos, faltan caricias, faltan cosquillas —a medida que hablaba continuaba regando pequeños besitos en la zona. Jimin volvió a sollozar, sintiendo su corazón encogerse ante las acciones de su novio. 

Taehyung se levantó, sujetando la cintura ajena entre sus manos, mirando con seriedad al pequeño ángel lloroso frente a él.

—No vuelvas a pensar que hay algo mal en ti, Jimin. No importa lo que diga el resto, no importa lo que los estereotipos dicten o lo que la gente vea correcto o incorrecto. Tú para mí eres lo más hermoso que existe, cada tramo de ti es importante, porque te hace ser tú, y yo amo todo lo que eres tú. Lo entiendes, ¿no? Me gusta tu estómago a pesar de no ser plano o marcado, me gustan tus rollitos, me gusta que tus manos sean regordetas como las de un bebé, y tus mejillas de ardilla rabiosa. Me gustas, y no quiero que vuelvas a pensar lo contrario o a menospreciarte a ti mismo. Quiero que te ames de la misma forma que te amo yo, ¿es muy difícil acaso?

A estas alturas Jimin ya se encontraba perdido en un mar de lágrimas. Cada palabra tocó una fibra sensible dentro de su corazoncito, volviéndolo un bollito de azúcar tembloroso en los brazos de su novio, repitiéndole mil veces que lo amaba entre pequeños hipidos y susurros, sonrisas bobas y caricias torpes, sin darse cuenta de en qué segundo sus pasos los dirigieron hasta la pequeña cama de su habitación y sus besos les regalaron el calor que el invierno les negaba.

Esa noche Taehyung le hizo el amor. Besó y sopló sobre su estómago, acarició sus piernas y lamió sus muslos haciéndolo reír ante las cosquillas. Sus manos se amoldaron a cada tramo de piel existente, sus labios cubrieron cada centímetro de la pálida piel que el menor poseía, y susurraron las más dulces palabras de amor que el sol y la luna alguna vez hubieron escuchado. No se quitaron la ropa, no se dijeron palabras sucias ni se tocaron más allá de lo debido. Ésa noche permitieron que se amaran sus almas, que sus corazones latieran al unísono. Hicieron el amor sin necesidad de tener sexo, y ambos fueron felices al compartir risas sobre ésa cama antes de besarse, lento y profundo, tan suave y apasionado que no necesitaron más que el contacto de sus bocas para sentirse llenos el uno del otro. Ésa noche durmieron juntos, y estando con sus manos entrelazadas bajo las frazadas, ambos susurraron su sentir, haciendo que la luna por un segundo se avergonzara de ser tan pequeña.

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171208

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