(Perfect)² Strangers
Roier se removió incomodo en la pequeñísima silla de madera, su mirada viajando a todas partes excepto al hombre frente suyo, ocupado mirando varios papeles en sus manos.
El decano de la facultad, y por desgracia también su profesor de Psicoanálisis, era un hombre al cual Roier desearía ver solamente lo estrictamente necesario, y hasta el día de hoy lo había conseguido, pero no contaba con que lo abordaría al finalizar su clase para llamarlo a su oficina.
Se entretuvo mirando los múltiples diplomas y galardones en la pared cuando la voz gruesa e intimidante del hombre lo hizo mirar en su dirección.
—¿Sabe por qué está aquí?
—Señor —empezó aclarando su garganta—, la verdad es que no... ¿hice algo?
El hombre mayor resopló cansado, sacando del montón de hojas en sus manos un único papel —Es referente a su último examen.
El castaño parpadeó repetidamente, claro, no era el alumno número uno de Filosofía, pero no creía haberlo hecho tan mal, incluso confirmó al menos la mitad de las respuestas tan pronto había salido del aula y tenía la seguridad de que pasaría sin problemas.
—No mame —Roier cubrió su boca con ambas manos tan pronto susurró esas dos palabras, el hombre frente suyo arrugó la frente arqueando una ceja— ¿Reprobé?
—Debería —contestó de inmediato, colocando el papel en el escritorio entre ellos, golpeando con su dedo repetidamente sobre una pregunta en particular —¿Puede decirme que significa esto?
Tragando saliva, Roier se inclinó un poco hacía adelante, ajustando la mirada para leer lo que el hombre señalaba:
Pregunta 17. Subraye el enunciado que encuentre más afín respecto a las casualidades.
a) La casualidad no es más que aquello que alguna vez dejamos pasar y quedó en nuestro subconsciente. –Sigmund Freud.
b) No existe el azar; y lo que a nosotros nos parece un simple accidente surge de la fuente más profunda del destino. - ̷F̷r̷e̷d̷r̷i̷c̷k̷ Schiller.
—Verg-- —esta vez alcanzó a frenarse antes de decir la palabra que estaba pensando—, perdón, se me fue.
Rebuscando rápidamente en su mochila, Roier sacó un bolígrafo y escribió debajo de su respuesta, el hombre frente suyo lo miraba sorprendido.
—¿Qué hace?
—Se me pasó ponerlo, es que no es "Fredrick", es "Friedrich" —sonrió contento tras haber escrito el nombre correcto—, vi que estaba mal y por inercia lo taché, pero pues no sé porque no lo corregí, creo que estaba nervioso porque todavía me faltaban varias preguntas, y chin, la verdad no se si está bien escrito, está medio raro el nombre, pero--
—El nombre no es el problema —el hombre detuvo su explicación mientras masajeaba sus sienes—, el problema es su respuesta.
Roier frunció el ceño releyendo la pregunta, alternando la mirada entre el papel y el hombre.
—Pero... ¿no dice que escojamos la más afín? Afín a nosotros, ¿no? Creí que era una pregunta bonus o algo...
—¿Ha puesto atención en mi clase?
"Lo intento" contestó en su mente, mientras el hombre continuaba.
—Claramente no, porque si lo hiciera sabría que la única respuesta correcta es la de Freud —procedió a ponerse en pie, dar media vuelta y mirar por la gran ventana tras suyo—, todo lo que los humanos percibimos está influenciado directamente por la complejidad de la mente, y puede que sea la única pregunta que usted sacó mal, pero también es la base de todo lo que le he enseñado, y siendo así, honestamente me preocupa su desempeño.
Con el hombre dándole la espalda y no atrapándolo con su mirada acusadora, Roier ganó algo de valor y tomó aire antes de hablar.
—En ese caso no debió formular su pregunta así —apretó ambos puños en su regazo—, creo que cada uno puede pensar lo que quiera... y si tanto quería que pusiéramos lo que usted cree que es lo correcto, hubiera puesto eso y ya.
Toda la valentía abandonó a Roier cuando el hombre se giró bruscamente y golpeó con ambas manos el escritorio, haciéndolo saltar ligeramente desde su asiento.
—Esto es una clase de psicoanálisis, no de cuentos de hadas. Me temo que no me deja más opción que tener que suspenderlo...
—¡PERO--
—Deberá no solo repetir su examen, sino también preparar una composición de 20 páginas sobre las casualidades regresando de las dos semanas de receso académico si quiere pasar de curso... y confío que esta vez hará lo correcto...
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—Y eso fue lo que pasó... ¿cómo ves?
—Pues que pendejo.
—Sí, ya se, es un pendejo.
—No me refería a él, hablaba de tí.
Varios días después Roier se encontraba frente a frente uno de sus mejores amigos en la cafetería de la facultad, tras contarle sobre aquel terrible momento en que pensó que sería una buena idea retar al viejo decano en su propio terreno.
—Gracias Mariana —contestó con sarcasmo—, me siento mejor.
—Es que es la verdad, Roier —Mariana giró sus ojos, llevándose a la boca algunas patatas fritas—, te hubieras disculpado y dicho alguna mamada de Freud y ya.
—¿Y no vamos a hablar de lo injusto que fue que me suspendiera la pinche prueba por una pregunta?
—Podemos hablar horas de eso si quieres, pero es el decano, no va a cambiar nada y lo sabes.
El castaño se hundió más en su asiento, llevando su bebida con él y bebiendo por la pajilla con un puchero.
Se entretuvo varios minutos viendo a la gente ir y venir dentro y fuera del lugar, llevaba ya dos años en esta carrera y seguía sin poder congeniar con nadie, y algo le decía que, si no fuera porque conocía a Mariana desde la secundaria, tampoco se llevaría bien con él.
—No sé ni para que te cuento si ni me vas a apoyar...
—En eso estamos de acuerdo —contestó Mariana, tras tragar el trozo de hamburguesa en su boca—, te lo he dicho varias veces, Roiler, no creo que esto de la Filosofía sea para ti.
—Tú lo haces parecer bien fácil, y eso que eres bien bruto.
Mariana ni siquiera se ofendió, pero sí que le dio un zape por el insulto de a gratis.
—Que a mí se me dé bien no significa que sea fácil para todos, mien —lo miró con preocupación—, y aunque lo fuera, claramente no es lo tuyo, ¿has pensado qué es lo que en verdad quieres hacer?
Roier masajeó dramáticamente la zona donde Mariana lo había golpeado mientras miraba al suelo. La verdad era que no, y que se haya decidido por Filosofía solo porque su amigo la cursaría tampoco era algo que se sintiera listo para admitir.
Y es que no era del todo malo. Le gustaba leer y era muy interesante. Claro, hasta que llegaban personas tan cerradas de mente como el decano quienes pensaban que las ideologías de un hombre del siglo pasado eran las únicas que importaban.
Nada en contra de Freud, seguro era un tipo genial, solo que al criterio de Roier, quizás solo le faltaba ser un poco más soñador...
—¿Tu qué opinas?
—Ya te lo dije, que eres un pendejo.
—No de eso —Roier puso los ojos en blanco—, sobre las casualidades, ¿crees que todo está en nuestra mente? ¿o que las cosas realmente pasan por destino y así?
Mariana lo miró por sobre su hamburguesa, debatiéndose un segundo entre darle un mordisco o plantearle su postura al respecto.
Y para buena (o mala, en ese momento no lo sabía realmente) suerte de Roier, eligió la segunda.
—Pues no es parte del plan de estudios... pero yo me decanto más por la teoría de Jung —tomó una servilleta y un bolígrafo de su bolsillo, dibujando un sencillo diagrama que Roier recordaba vagamente haber visto en alguna de sus clases—, supongo que recuerdas la triada de espacio, tiempo y causalidad.
Roier miró los tres ejes dibujados sobre la servilleta y resopló algo hastiado recordando lo mucho que luchó por no dormirse en aquella clase, asintió ligeramente y Mariana continuó, dibujando un nuevo eje.
—Jung afirma que existe un cuarto eje: la sincronicidad. Mientras la causalidad es el efecto constante del espacio-tiempo, la sincronicidad es cambiante y con un simbolismo. Ese es el principio. Sin embargo, Jung sabía que la comunidad científica no lo aceptaría tan fácilmente como teoría, y de no ser por Einstein, quien justamente por esas fechas estaba formulando su teoría de la relatividad, quizás nunca se hubiera animado a desarrollarla, pero ¿cómo culparlo? Inicialmente su estudio abarcaba factores tan aleatorios e improbables que solo podrían expresarse en cifras astronómicas--
—En español, pendejo.
Mariana bufó ahora si realmente ofendido, mira que interrumpirlo en medio de su explicación, pero lo dejó pasar mientras acomodaba sus lentes que se deslizaban por el puente de su nariz.
—En resumen: La sincronicidad es una coincidencia temporal de dos o más sucesos relacionados, aunque de forma no causal, que resultan en un evento significativo para quien lo experimenta.
Hace un par de años seguramente se le hubiera freído el cerebro con esa explicación, pero con conceptos más que básicos de filosofía Roier podía hacerse una idea.
—Entonces, por ejemplo —Roier se reclinó hacia atrás en su silla, cruzándose de brazos y mirando a su alrededor—, si ahorita cruza por la puerta una chica nueva en la facultad, aquella que no es como las demás chicas, la que usa gafas y suele pasar todo el tiempo leyendo y por eso todos la tachan de nerd, pero que en realidad es una romántica que sueña con algún día encontrar al príncipe azul de sus novelas y cuentos, y viene distraída en sus apuntes, tanto que no ve la salsa cátsup derramada en el suelo, resbala y está por caer y hacer el ridículo el primer día de clases cuando es rescatada y resguardada en los brazos del fuck boy de la facultad, el guapísimo, el que siempre usa gafas de sol, hasta en interiores, porque aunque sea estúpido a él se le ven increíbles, el que es bueno en todo menos en literatura, con un aura de misterio y frialdad y que de hecho de fuck boy no tiene nada porque en realidad es amable y hasta algo tímido, y solo está esperando por la persona indicada, y entre el alboroto la chica perdió sus anteojos y sus miradas se encuentran, y entonces él baja sus propias gafas para poderla ver directamente a los ojos, y hacen clic, y el mundo desaparece, y se enamoran perdidamente el uno del otro... ¿eso es sincronicidad?
Mariana no sabía que era peor, el terrible cliché que le revolvió el estómago de lo cursi que era o que Roier no había entendido una mierda de su increíble explicación.
—No lo es... eso, aparte de estúpido e improbable, es un sincronismo, una casualidad sin relevancia.
—Ajá, ¿y cuál es la diferencia?
El más alto suspiró, años estudiando el comportamiento del cerebro humano desperdiciados en explicarle a su bobo amigo las causalidades con ejemplos incluso más bobos.
—La sincronicidad tiene dos factores importantes: Una idea subjetiva, es decir, con un significado profundo para la persona, y una o más situaciones objetivas. En tu tonta historia empalagosa de adolescentes, la chica nerd no "sueña" en ningún momento quedar flechada del fuck boy guapísimo, ¿o sí? Solo es una serie de causalidades, ella iba distraída, algún pendejo tiró la salsa cátsup, y él casualmente estaba ahí. La única forma en que pudiera ser una verdadera sincronicidad es que todo estuviera conectado desde antes.
Dejando de balancearse sobre su silla, Roier regresó a su posición inicial, mirando el suelo.
—Ah... —respondió aburrido—, no me queda muy claro, pero chido...
Mariana lo observó varios segundos antes de jadear y tomar aire, en serio, no haría esto por nadie que no fuera él.
—Para que me entiendas... sería algo así como un momento mágico.
Eso sí que llamó la atención del castaño, quien alzó la mirada con ojos bien abiertos y brillantes, Mariana rio por lo bajo, casi podía imaginarlo como un perrito meneando la cola con emoción.
—¿Magia, dices?
—Una experiencia sincrónica —continuó—, llega cuando menos lo esperas, pero siempre en el momento exacto.
—Cuando menos lo esperas, pero siempre en el momento exacto... —repitió en voz baja para acto seguido ponerse de pie de un salto, golpeando con ambas manos la mesa entre ellos y llamando la atención de toda la cafetería— ¡Cómo los timings!
—¿Los qué? —parpadeó Mariana, confundido, y mirando discretamente a su alrededor, conteniendo las ganas de disculparse por su estúpido amigo.
—¡Tú sabes, los timings! Cómo el año pasado en la interestatal de boxeo, que Rivers trepó las cuerdas cuando ganó y le sacaron esa foto épica justo cuando los fuegos artificiales de fondo estallaron, o en ese torneo de Fortnite donde el Aldo llegó a la final y ya casi con nada de vida apostó todo a un tiro al aire y le dio tremendo headshot a su rival, o.... o... ¡O como cuándo estas escuchando una canción y en el momento indicado ocurre justo lo que dice!
Mariana sonrió, levantándose él mismo y poniendo ambas manos sobre los hombros del más bajo, guiándolo para sentarlos a los dos nuevamente.
—Pues sí, de hecho, si es así, lo entendiste bien, mi Roier, incluso con tu analogía toda pendeja —esperó a que ambos estuvieran de nuevo sentados y no ser el centro de atención para continuar—, y es precisamente por eso que esta carrera no es para ti, eres demasiado soñador para esto.
—Lo dice el que pierde el tiempo estudiando a un tipo que ni viene en el plan de carrera a espaldas del decano —le sacó la lengua.
—Para tu información la tesis al final del curso es libre, así que no es una pérdida de tiempo del todo, si me animo capaz y la hago sobre Jung —arrugó la servilleta donde había dibujado el diagrama para colocarla sobre la pequeña pila de basura en su bandeja antes de levantarse con ella.
Roier pronto lo imitó y siguió a través de la cafetería, hasta los botes de basura donde el más alto dejó caer el contenido de la bandeja en el interior para después dejarla sobre la repisa, acto seguido, giró y encaró al más bajo, con mirada firme.
—Y bueno, volviendo al tema, sigo pensando que deberías cambiar de carrera, pero allá tú, ya estas grandecito para decidir, eso sí, conste —se cruzó de brazos—, si en verdad quieres pasar el curso de psicoanálisis con el decano ponte a leer a Freud, pinche Boiler, no vayas a salir con tus pendejadas, ¿eh?
Roier sonrió mientras lo rodeaba para tirar a la basura su vaso de refresco.
—Obvio no, wey.
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Roier salió con sus pendejadas.
Por alguna razón las palabras de Mariana se grabaron a fuego en su mente, y en lugar de pasar la tarde y parte de la noche buscando las lecturas de Freud que le recomendó su amigo para su composición, se la pasó descargando canciones épicas para armar una playlist.
Y es que Roier nunca podría subirse a un ring a golpear a alguien más como Rivers, ni era la mitad de bueno que Aldo en los videojuegos. Pero en una vida llena de casualidades, sabía que debía existir un momento diseñado sólo para él, y aunque quisiera que fuera algo extraordinario, como ser mordido por una araña radioactiva y convertirse en el único e inigualable hombre araña, podría conformarse con experimentar el "timing perfecto" de una canción con algo o alguien especial.
Por supuesto que no podía forzarlo o perdería la magia de la que habló Mariana, pero bien podría darle un empujoncito, ¿o no? Y así como le daría ese empujón al destino, no estaría mal recibir ayuda de parte de sus amigos...
Y por eso Roier, decidiendo que era mejor probar el asunto del destino antes de volver al aburrido Freud (sin ofender) y al aburridísimo decano (con toda la intención de ofender), llamó a Aldo para reunirse con él al día siguiente.
—¿Sincronizadas? —dijo Aldo, sin levantar la vista de la consola portátil entre sus manos.
—Sincronicidad —corrigió el castaño amablemente, esperó unos cuantos segundos más hasta que el de gafas apartó la mirada de la pantalla para pasarle su cono de helado—, en términos simples, cuando pasa algo bien increíble que parece magia porque lo imaginaste o lo soñaste o así, es como meterle el factor "destino" a una casualidad.
—Si... no lo entiendo —contestó sonriendo, dando una lamida rápida a su helado mientras sus ojos volvían alternadamente a la pantalla, esperando que el juego le emparejara en otra partida—, por algo me fui a una ingeniería, que hueva eso de analizar los pensamientos y esas mamadas, los números son más exactos.
Ambos estaban caminando sin rumbo fijo en un parque, pasando el rato entre partidas del juego de Aldo, helados derretidos y Roier explicando su plan maestro de conseguir el timing perfecto destinado para él.
—Pero a ver —Aldo dio la última mordida al cono de su helado antes de continuar—, se supone que no puede ser planeado, ¿no sería trampa si intentas que suceda así a la fuerza?
—Ahí está el detalle —contestó Roier, con ese tono y aire de sabelotodo que solía usar en las fiestas para hacer reír a los demás—, no puedo forzarlo, pero si debe tener un significado para mí, entonces pensé, bueno, me bajó una lista de canciones chingonas, imito un poco lo que dice, y espero, suena bien, ¿no?
—¿Tú crees? —el contrario arqueó una ceja, aun no del todo convencido, dio un pequeño brinco al sentir la consola entre sus manos vibrar, lo había emparejado en una partida.
—¡Si! ¡Y te lo probaré! —ambos se detuvieron al llegar a la salida del parque, esperando que el semáforo peatonal cambiar a verde, Roier tecleó en su celular hasta encontrar lo que buscaba y presionó reproducir— Te gustaba "Pompeii", ¿no?
—¡Uff! Temazo —contestó Aldo con una sonrisa y ojos bien puestos en la pantalla, por fin, un oponente digno, pensaba mientras reconocía el intro de la canción.
"Eh, eheu, eheu
Eh, eheu, eheu"
El de gafas comenzó a tararear el inicio de la canción sin darse cuenta siquiera, sus ojos viajaban entre estadísticas de su oponente y elegir el personaje adecuado para enfrentarlo mientras podía escuchar al propio Roier cantando (o más bien, masacrando) las primeras estrofas de una de sus canciones favoritas.
"I was left to my own devices"
"Many days fell away with nothing to show"
Aldo resopló divertido, decidió enfocarse en la letra y no en el tono desafinado de su amigo.
"And the walls kept tumbling down in the city that we love"
"Grey clouds roll over the hills bringing darkness from above"
Sus ojos brillaron al ver a su oponente, nivel platino, si lo vencía, y obviamente que lo haría, tendría por fin los niveles suficientes para ponerse en el podio y su entrada al torneo estaría asegurada.
—Y aquí viene —dijo el castaño, abriendo ambos brazos, dando un paso hacia delante mientras cerraba los ojos.
Aldo levantó la mirada un segundo, justo antes de iniciar la partida.
—"But if you close your eyes--"
—¡ROIER!
Todo ocurrió muy rápido. Algún loco ignoró el semáforo de peatones que ahora estaba en verde y Roier, con ojos cerrados al destino (o a la muerte, Aldo no estaba del todo seguro) estuvo a pocos centímetros de ser arrollado por este.
Apenas alcanzó a tomarlo del brazo y jalarlo hacía él mientras el coche endemoniado volanteaba bruscamente, causando que una de las llantas delanteras golpeara con fuerza contra la banqueta a pocos metros de ellos. Ambos chicos cayeron con fuerza al suelo...
Justo al lado de la consola, ahora con la pantalla estrellada y dividida en al menos tres partes...
—¡MIRA POR DONDE VAS, PENDEJO!
Roier abrió los ojos lentamente, preparado para enfrentar la ira de su amigo, pero en su lugar lo encontró gritándole furioso al conductor del coche, quien miraba alternadamente entre la llanta y ellos. Su rostro pasó de la preocupación inicial de haberlo lastimado al enojo.
—A ver si le dices a tu amigo que mire a ambos lados antes de cruzar, ¿eh?
—¡A VER SI TU VES EL PUTO SEMAFORO!
El hombre chasqueó la lengua tras ver que estaba bien dentro de lo que cabía, negó varias veces con la cabeza mientras murmuraba algo por lo bajo y se puso de nuevo en marcha, ganándose otro insulto de Aldo, quien a la velocidad de la luz sacó su celular del bolsillo tomando varias fotografías del vehículo por detrás.
—Ya tengo tus placas, hijo de tu puta madre, no te vas limpio de esta —farfulló entre dientes antes de girarse a su amigo— ¿Estas bien, papi?
Ese día Roier no obtuvo su timing perfecto, pero aprendió dos cosas muy importantes.
Una, Aldo era un gran amigo, a pesar de lo pendejo que podía llegar a ser él, tan bueno que no quería que Roier pagara su consola ya que todo fue un accidente.
Y dos... que debió dejar de insistir tanto en pagarle pues tan pronto Aldo acordó que lo dividirían a la mitad se dio cuenta de que su consola valía más o menos lo de un riñón...
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—...no es tan gracioso, Rivers.
—No —la rubia limpió una lagrimita producto de la risa mientras tomaba aire—, no, claro que no...
Pasaron exactamente tres segundos de silencio antes de que la chica volviera a estallar en una carcajada y Roier se cruzó de brazos con un mohín.
Y es que una experiencia tan cercana a la muerte como la que vivió el día anterior no iba a detenerlo en su búsqueda de timing perfecto, por eso acordó visitar a Rivers en el gimnasio donde entrenaba al día inmediato siguiente, aunque no contaba con que la rubia, más que verse interesada por su plan, decidiera darle más atención al cómo casi es arrollado por un automóvil.
—Ya, ya paro, perdón —Rivers tomó varias bocanadas de aire antes de finalmente relajarse, volviendo a su tarea anterior de colocarse las vendas en las manos—, entonces decías que estás tratando de conseguir eso del timing, ¿no?
—Sí —contestó Roier, sacando su celular y abriendo su playlist, sus dedos deslizando mientras veía por encima las canciones—, el Mariana lo explicó bien chingón, y pues ahora no me puedo sacar la idea de la cabeza.
—Siempre has sido así, wey —respondió Rivers, ya habiendo terminado de colocarse las vendas, pero aun con los guantes sobre su regazo—, piensas mucho las cosas, serías un gran estudiante de Filosofía de no ser porque solo sobre piensas las cosas que te interesan, y lo que te interesa pues es pura fantasía.
—¿Tú también? —el castaño resopló, echando la cabeza hacia atrás, su vista periférica viendo a algunos chicos y chicas por igual entrenando alrededor, ajenos a su conversación— Solo es una hiperfijación, ¿sí? Pruebo este punto y regreso a Freud y eso.
—Va, cómo digas —la chica rodó los ojos, ella y sus amigos ya habían tenido sus series de intervenciones con Roier tratando de persuadirlo de que esa carrera no era para él, ya estaba en el chico aceptarlo.
Decidió no presionarlo más con eso, y en su lugar tratar de ayudarlo.
—¿Quieres practicar conmigo en lo que llega mi compañero de sparring? —le dijo con una sonrisita, golpeando amistosamente su hombro—, quien sabe, puedes poner alguna rola de Rocky, capaz y tu experiencia esa es aceptar por fin hacer boxeo como te lo he dicho estos años.
—No gracias —Roier regresó la mirada a su amiga con una sonrisa de lado—, no me agrada mucho la idea de andarle pegando a la gente.
—Pues que pinche desperdicio, traes muy buen físico, serías bastante bueno —suspiró Rivers, estuvo por insistir un poco más cuando la puerta principal del gimnasio se abrió. Sonrió con todos los dientes, levantándose de un salto y llevándose ambas manos a la cadera con superioridad al ver al recién llegado—. Pero bueno, mira a quien tenemos aquí.
Roier siguió la trayectoria de su mirada para caer en un chico, a primera vista de la misma estatura que su amiga, venía bastante animado, pero su rostro pasó de la alegría a la preocupación tan pronto cruzó miradas con la rubia.
—No me la contes... —dijo en un susurro que Roier apenas alcanzó a registrar, arrastrando los pies hasta quedar frente a ambos—, ¿posta me toca con vos?
—¿De qué te quejas, Carre? —Rivers pronto le dio un amistoso (es decir, bastante fuerte) golpe en la espalda—, fuiste tú el que no llegó ayer.
El tal Carre negó repetidamente con la cabeza, dejando caer sobre la banca donde Roier aún estaba sentado su bolso de entrenamiento.
—No fue culpa mía. Me la pasé esperando el aventón que iban a darme, pero nunca llegó... —con pesadez comenzó a sacar vendas y sus propios guantes del bolso, mirando al castaño por el rabillo del ojo— ¿sos nuevo acá?
—Que tal, soy Ro--
—Puras excusas —Rivers pasó un brazo alrededor de los hombros de Carre—, debiste ver a Uni, el pobre casi llora porque su compañero no llegaba, suerte que pude hablar con Roberto para que te cubriera, aunque eso me dejó a mi sin compañero —la sonrisa que hizo les causó un escalofrío a ambos chicos—, así que por hoy somos solo tú y yo en el ring... a menos, claro, que Roier quiera unirse a la diversión.
—No, gracias —Roier contestó de inmediato, tratando de no mirar los ojos esperanzados de Carre.
Varios minutos de tortura psicológica después, Rivers fue hacia los vestidores a cambiarse. Carre, quién ya venía vestido para entrenar, tomó asiento junto a Roier mientras terminaba de ajustar sus guantes.
—Te juro, boludo —habló entre dientes, tendiéndole el brazo al contrario para que le ayudara con las cintas—, de haber sabido que iba con la Rivers ni venía hoy, está loca.
Roier rio por lo bajo, en parte divertido porque era verdad, y en parte contento porque logró congeniar rápidamente con el más bajo, quien le hablaba con toda naturalidad.
—A veces no sé bien por qué sigo haciendo esto —murmuró, mirando su guante contrario—, onda, me gusta el boxeo, pero luego vienen personas como Uni o Rivers que son como un millón de veces mejor que yo...
Roier alzó la mirada para verlo al rostro, podía entender el sentimiento.
—Creo que lo importante es que te guste lo que haces —contestó en voz baja, mientras el contrario giraba un poco la cabeza para conectar sus miradas—, ¿qué es lo que te motiva a seguir practicando?
Carre parpadeó un par de veces y Roier pudo ver como sus orejas se tintaron de rojo mientras tosía entre risas.
—Ya, vas a decir que es una boludez... pero posta quiero ganarles al menos un asalto —los ojos del más bajo brillaron mientras miraba hacia arriba—, obvio sé que ellos me llevan años de práctica, pero como que cada vez que toca sparring pienso, "ojalá conectar algún gancho", ¿sabes? Si hasta me he imaginado a mí ganándole a Rivers algún día, ella estaría desplomada en el ring, boca abajo, y yo levantaría el puño en señal de victoria —inhaló y exhaló en ilusión, sonriendo de lado—, aunque claro, tampoco es como que solo por desearlo vaya a pasar, ¿o sí?
Silencio.
Justo cuando Carre pensó que quizás se había pasado con la repentina familiaridad al amigo de Rivers giró su rostro para encontrarse con el contrario, una sonrisa gigantesca en su rostro mientras deslizaba furiosamente el dedo índice sobre su celular.
—Tengo justo lo que necesitas, amigo —los ojos de Roier brillaron mientras se detenía y levantaba la mirada hacia el contrario—, dime, ¿has oído hablar de la sincronicidad?
...
Bien.
Carre admitía que la charla motivacional (y algo fantasiosa) del tal Roier fue bastante interesante, rayos, si hasta lo había convencido en un punto, y por alguna razón ahora quería comer sincronizadas.
Pero, ahora en su esquina, a escasos metros de la campeona invicta del gimnasio, olvidó todo lo que el castaño le había contado sobre destino, timings y canciones.
—¿Listo?
—Supongo...
Rivers sonrió confiada, aunque se desconcentró por un par de segundos, cuando por los parlantes del gimnasio comenzó a escucharse una melodía casi como de... ¿guerra?
Miró con el rabillo del ojo para encontrarse con Roier junto al escritorio de la recepción, su celular conectado con un cable hacía la consola mientras levantaba el pulgar hacia su contrincante con una sonrisa decidida.
"Put on your war paint"
—Qué bonito —la chica regresó su mirada a Carre, sonriendo sarcásticamente—, primero me robas a mi compañero de sparring, y ahora me quieres robar a mi amigo.
Carre sabía que debía sentirse intimidado...
"You are a brick tied to me that's dragging me down"
"Strike a match and I'll burn you to the ground"
Pero algo en la letra fluyendo por los parlantes, acompañada del desentonado Roier quien intentaba seguir el ritmo y levantaba su puño en señal de apoyo desechó ese pensamiento de su mente, tuvo que contener una risita al ver la mirada estupefacta de Rivers cuando le devolvió la sonrisa.
—Uy, cuidado amiga, poco más y te robo el título también.
"Put on your war paint"
El chico levantó un guante, simulando pintarse las mejillas con marcas de guerra sin dejar de mirarla a los ojos un segundo.
"So we can take the world back from a heart attack"
Y para sorpresa de Carre, Rivers, lejos de molestarse sonrió aún más.
"One maniac at a time we will take it back"
—Eso quería oír... ahora quiero verte intentarlo.
Rivers miró levemente a su compañero que actuaba de referí para dar inicio oficialmente al asalto y Carre aprovechó los pocos segundos para regresar su mirada a Roier.
"You know time crawls on when you're waiting for the song to start"
"So dance alone to the beat of your heart"
—¡Dale Carre! ¡Con la silla!
"Hey young blood!"
...
...
...
—¡Es todo! —el referí gritó hacia el pequeño e improvisado público que se había formado desde el segundo asalto alrededor del ring— ¡Gana Rivers!
Sin aliento y apoyada sobre sus rodillas, Rivers apenas tuvo la fuerza de levantar a media altura su brazo derecho, antes de dejarse caer sentada al suelo en calidad de bulto.
¿Y Carre? Bueno, Carre se desmayó tan pronto el referí dio por terminada la pelea.
Literalmente, se desmayó, de cerrar los ojos y caer inconsciente al suelo.
—¡Lo mataste! —lloriqueó Roier dramáticamente, abanicando con una toalla al pobre chico.
—Ay wey, Roier —Rivers jadeó, moviendo la cabeza, incomoda— ¿Siempre has tenido la voz así bien intensa? Habla bajito, cabrón...
En vista de que su amiga aun podía hablar, y una vez confirmó que Carre seguía respirando, Roier soltó el aire que estaba sosteniendo.
El sparring fue... intenso, por elegir una palabra. Roier nunca había visto a Carre pelear, pero si a Rivers, y hasta alguien inexperto como él pudo notar que el chico le dio batalla, el inicio no hubo contratiempos, pero entonces pasó.
Casi al finalizar el primer asalto, Carre recibió de lleno un derechazo, uno que todo mundo sabía que pudo evitar fácilmente, pero lo hizo solamente para aprovechar la baja guardia de la rubia y conectar él mismo un gancho en su mandíbula.
Rivers retrocedió pasmada, la voz se corrió rápidamente en el gimnasio, y pronto todo mundo dejó su entrenamiento para ver el amistoso encuentro.
...que de amistoso no tuvo mucho más, pues tras ese golpe a su orgullo, Rivers parecía haber olvidado que practicaba contra un novato y por poco lo noquea varias veces.
Roier suspiró, quizás se excedió con llenarle la cabeza de ideas al más bajo.
—Nunca había visto a Carre así...
El castaño dirigió la atención a un par de chicos que murmuraban, se preparó para ver sus rostros extrañados o hasta decepcionados, pero en su lugar solo vio sonrisas.
—Ya decía yo que tenía algo especial —contestó el otro—, mira que recibir ese golpe de Rivers para poder conectarle un gancho, no cualquiera se atreve a tanto. Mis respetos.
Tanto él como Rivers miraron alrededor, los chicos del gimnasio aplaudían no solamente una victoria más a la racha invicta de la rubia, sino también el repentino incremento del desempeño de Carre.
Ojalá estuviera despierto para escucharlos, pensó Roier con amargura, mientras un par de chicos lo tomaban en brazos para llevarlo a descansar a otro lugar.
Y tan solo una hora más tarde, Rivers, ahora recuperada casi al cien por ciento, bebía su tercera botella de agua mientras encaminaba a Roier a la salida del gimnasio.
—¿Segura que estas bien? —preguntó con preocupación.
—Que sí, te preocupas demasiado —contestó la rubia golpeándolo amistosamente en el hombro, Roier no tuvo el corazón (ni mucho menos el valor) para decirle que su golpe esta vez no dolió— ¿Seguro que no quieres esperar a que Carre despierte?
—Mejor no —Roier rascó la parte detrás de su cabeza en ligera vergüenza, después de que todo el mundo le confirmara que el chico no corría peligro y simplemente estaba agotado, decidió que lo mejor era irse para dejarlo descansar— ¿Si le puedes decir que lo lamento?
—Te escuché las primeras catorce veces que me lo dijiste, Boiler —Rivers giró los ojos—, se lo diré, pero créeme, no estará molesto, si acaso se enoja será porque te fuiste antes de que despertara.
—Con suerte pronto se olvide de mi —respondió mirando tristemente su celular—, quizás esto fue una mala idea, algo tonto...
La chica estudió por varios segundos la expresión del más alto antes de suspirar y continuar.
—Llevo muchos años entrenando aquí —empezó en voz aburrida—, desde niña, y muy pronto me di cuenta de que era lo mío, ¿sabes? —sonrió con superioridad—, creo que todos lo notaron, porque nadie me sigue el paso, y solo puedo entrenar con Roberto, pero él está loco, y aun así todo es muy mecánico ya... —alzó la mirada—, hacía años que nadie me había mirado tan desafiantemente como Carre, fue cómo volver a aquellos años donde apenas estaba subiendo.
Terminó sonriéndole, abierta y brillantemente, a pesar del feo moratón en su mandíbula y dándole a Roier otro golpe, que está vez si dolió.
—Así que no fue algo tonto, fue refrescante para mí, y sin duda un aumento de confianza en Carre. Gracias Roier, creo que ya tengo otro compañero más de sparring.
Le tomó a Roier un par de segundos reaccionar, regresándole la sonrisa a Rivers y pensando para sí mismo.
Quizás en verdad había funcionado, solo que no para él...
Quizás, siguió pensando Roier, con ojos brillando en ilusión, el sueño de Carre algún día se volvería realidad...
—Carre decía que soñaba con verte desplomada en el ring mientras él levantaba su puño en victoria tras haberte derrotado.
La sonrisa de Rivers se desvaneció —Carre es un pendejo, Roier.
Algunas risas después, Roier finalmente se despedía y salía del gimnasio, Rivers miró su espalda hasta que se perdió entre la gente, mientras anotaba mentalmente pedirle a su entrenador que la pusiera a hacer sparring contra Carre por el resto del mes...
Tenía una o dos cosas que dejarle en claro...
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Roier pudo detenerse ahí, su primer intento resulto en su casi muerte, y su segundo intento fue él quien casi provoca que alguien muriera. Pero tras meditarlo con la almohada esa noche, llegó a la conclusión de que Rivers tenía razón.
No era algo tonto, ¿verdad?
"Claro que no" se repitió así mismo hasta altas horas de la madrugada. No se dio cuenta de que se había quedado dormido hasta que una llamada lo despertó a casi medio día del día siguiente.
Y así, tras una corta conversación por teléfono y una ducha rápida, Roier se encontraba ahora en la cafetería de la facultad de derecho con otro buen amigo.
—¿Y se lo madreó?
—Por completo... debiste estar ahí, Quackity...
—Ajá, ¿y cómo chingados quieres que esté ahí si ustedes se la pasan de vacaciones y yo estoy ocupado?
—No es culpa nuestra que decidieras estudiar derecho —contestó el castaño, encogiéndose de hombros y dando un sorbo a su malteada.
No mentía del todo. Mientras las ingenierías eran de horarios flexibles, y las carreras de lengua como la propia tenían sus periodos de vacaciones bien definidos, había pobres desafortunados como Quackity, quienes si no atendían clases tenían seminarios por doquier.
—A ver si dices lo mismo cuando sea un abogado chingón y tenga que ir a sacarte de prisión por delitos terribles —respondió el contrario, llevándose una enchilada completa a la boca y sin dejar de hablar—, entonces la chaneque por poco lo mata por eso de la quesadilla.
—No, pendejo, sincronizada-- ¡Digo! ¡Sincronicidad! —corrigió rápidamente el castaño, pasándole una servilleta—, y no iba a matarlo, ¿no escuchaste nada de lo que dije?
—En resumen —continuó Quackity ya tras haber tragado la comida en su boca, levantando dos dedos al aire—, una casualidad, pero que cuando pase tenga un significado sentimental o algo. La "casualidad" en este caso sería esa mamada del "timing" ¿no? Creo que lo entiendo.
Y Roier quiso corregirlo, pero de hecho la explicación de Quackity no estaba del todo equivocada...
Se preparó para las burlas de su amigo, pero en su lugar el de beanie se levantó un poco de su asiento, para poner una mano sobre su hombro, Roier alzó la mirada, confundido.
—Suena increíble, mi Roier —le dijo con una sonrisa, y tras palmear un par de veces volvió a su asiento—, el tipo de cosas que te gustan, yo digo que sigas para adelante.
Quackity podría ser algo molesto y burlón, pero en realidad sabía leer a las personas, además, era el mejor amigo que podrías desear, porque, aunque pareciera distraído, ponía atención a todo su entorno, y siempre vería por sus amigos.
—¿Y? —continuó mientras volvía a sus enchiladas— ¿cuál es el plan ahora?
—Pues la verdad que no lo sé —murmuró Roier, sorbiendo ahora más aire que líquido de su malteada—, tal vez debería dejarlo de lado, al menos hasta que pase Psicoanálisis.
—Bueno, quizás tengas razón —asintió varias veces—, las clases son importantes, y aunque tu profe me has dicho que es medio cerrado de mente, pues es su trabajo enseñar y el tuyo aprender.
Roier arqueó una ceja.
—Qué raro recibir consejos tan positivos sobre ser buen estudiante de parte de alguien que lleva diciendo desde que entró a la carrera que va a matar al juez decano.
—¡El pinche Sapo Peta es diferente! ¡Me odia! ¡Y lo mataré!
Roier pensaba que era maravilloso cómo todos en la facultad parecían estar tan acostumbrados a las rabietas de Quackity que a pesar de hablar tan abiertamente sobre asesinar al decano nadie lo tomaba demasiado en serio.
—Vamos, Quackity, él no te odia.
—¡Me odia! —contestó en voz alta y señalándose a sí mismo como para probar su punto— ¡Llevo tres putos años y ni un pinche caso me ha dado! Obviamente no me va a dar un caso super difícil, pero ¡¿cómo se supone que practique si no me lleva a ninguna audiencia ni nada?! Y siempre que se lo reclamo me dice con esa voz gruesa y super sexy "Quackity, tu momento no ha llegado, estás destinado a grandes cosas, pero has de saber ser paciente"
—¿Super sexy? —Roier arqueó una ceja, divertido.
El pelinegro sacudió la cabeza —No, no, es un viejo anciano, ¡pero su voz es uff!
Roier sonrió contento, siempre era divertido hablar con Quackity, y en parte agradecía que estuviera disponible esta vez para poder platicar sobre el tema que ocupaba su mente estos últimos días.
—Mmmm aunque ojalá poder ayudarte más, mi Roier —cruzó los brazos mientras cerraba los ojos—, no le se mucho al timing, y aparte de Chente me sé muy pocas... aunque podemos aventarnos un dueto a ver si pasa algo.
Aclaró su garganta.
—"Amigo ven te invito una copa"
Roier rodó los ojos sonriendo —"No tomo, gracias"
—"No tomas, bien, te invito un café"
—Ni me gusta —continuó entre risas.
—¡¿Ves cómo eres?! —Quackity alzó los brazos en falsa indignación mientras reía— Uno aquí quiere ayudar y te pones en ese plan.
—Es que en serio, no te preocupes por eso —sonrió—, con que me escuches y me apoyes es un chingo... gracias wey.
El contrario abrió los ojos, sorprendido.
Aun recordaba la tonta pelea que él y Roier tuvieron dos años atrás, cuando el castaño le dijo que entraría a Filosofía con Mariana, no le habló por casi un mes, diciéndole que estaba cometiendo un error.
Y es que a Mariana se le daba bien, pensaba Quackity, era un tipo alto, con lentes, bien pinche feo y con cara de wey, ya tenía todo el porte de un Filósofo... rio para sus adentros, disculpándose en la mente por insultar de a gratis a Mariana, obviamente bromeaba, en verdad era el llamado del chico y le deseaba lo mejor en su carrera.
Pero Roier no era Mariana, Roier era diferente, no mejor ni peor, solo diferente.
Y Quackity no estaba del todo seguro por que, pero lo que le platicó Roier sobre las casualidades le hacía mucho sentido.
—Obvio, wey —contestó el pelinegro—, ya sabes que aquí estamos para lo que sea.
Mientras Roier le agradecía de nuevo, Quackity cerró los ojos suspirando.
Ojalá, pensó, poder él mismo ser parte de la cadena de eventos que ayudaran a Roier a encontrar su momento destinado...
—Por cierto —Roier interrumpió el tren de pensamientos del contrario—, ni te conté lo que pasó el otro día con el Aldo.
—¿Qué pasó? —abrió los ojos para ponerle atención, y en ese momento sintió su celular vibrar en su bolsillo, lo sacó lentamente, haciendo un gesto molesto al ver que había recibido un correo de "Sapo Peta viejo anciano"—, tu síguele, te escucho.
—¿Si ves que te decía que empecé a ver eso del timing desde antes de lo de Rivers? Bueno, fijate que ese día un loco casi-- ¿todo bien?
El color abandonó el rostro de Quackity, mientras tomaba con ambas manos su celular, ojos fijos en la pantalla.
—so...
—¿"So"? —repitió extrañado.
Quackity alzó la mirada, una gigantesca sonrisa en su rostro
—¡Por fin, mi Roier! —gritó contento y Roier casi podía jurar que vio lágrimas de felicidad formarse en sus ojos— ¡Mi primer caso!
—¡No mames! ¡Que chingón! —contestó sinceramente feliz— ¿Y de qué es o qué?
Roier hizo ademán de acercarse a ver el teléfono de su amigo, pero el contrario pronto bloqueó la pantalla, de dos grandes tragos terminó su bebida y se levantó de un salto.
—Perdón mi buen, ¿si sabes eso de que un mago nunca comparte sus secretos? Bueno, es igual, no puedo revelar nada sobre MI cliente —hizo énfasis en el mí y colocó un par de billetes sobre la mesa—, ten, yo invito, tengo que irme, me va a mandar los detalles para preparar una buena defensa, un gustazo verte, pero este abogado tiene un caso que ganar.
Y dándole un par de palmadas en la espalda, Quackity corrió hacia la puerta de la cafetería, entre empujones a otros estudiantes y frases como "se cancela el homicidio" y "un besote te voy a dar cuando te vea, Sapo Peta".
Roier se reclinó sobre su asiento un rato más, contento por el éxito de su amigo, ya le preguntaría después que pasó.
Sonrió, y es que, aunque hasta ahora no había conseguido algo más que meros sincronismos sin relación alguna, las casualidades a su alrededor seguían siendo divertidas...
—Suerte, amigo... —susurró mandándole todos sus buenos deseos.
...
Aunque aproximadamente diez minutos después lo maldecía enormemente mientras pagaba de su propio bolsillo toda la cuenta de la cafetería... nunca notó que el muy maldito le había dejado solo un billete de veinte roto que no quisieron aceptarle y uno del Monopoly...
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Un par de días después, el primer sábado de sus dos semanas de descanso, Roier, Aldo y Mariana estaban ahora en casa de este último, tras la habitual tarde de videojuegos, y después de humillar constantemente al más alto en absolutamente todos los juegos, los tres ahora estaban pasando el rato en la sala.
Dos experiencias cercanas a la muerte y daños terribles a su economía debieron detener a Roier en su búsqueda implacable por el timing perfecto.
—¡Uy! —exclamó contento, sacando su celular y desbloqueándolo— ¿Sabes cuál canción podría usarse ahora que estamos los tres?
No lo hicieron.
—Mariana, haz algo —jadeó Aldo fastidiado, masajeando el puente de su nariz.
—¡Ya estuvo bueno, Roier!
—¡Hey!
Mariana le arrebató a Roier su celular y aprovechándose de su propia altura (de nuevo) lo elevó fuera del alcance del castaño antes de que pudiera poner otra de las canciones de su playlist: "SincroJungcidad"
...aunque el juego de palabras era ingenioso, debía admitir...
Al ver que no cedía, Roier se dejó de caer en el sofá, cruzándose de brazos y haciendo un puchero.
—A ver, papi —Aldo le habló con preocupación—, entiendo que te haga ilusión y eso, pero te estas desviando mucho... ¿no dijiste que tenías que hacer una composición? ¿Ya la empezaste?
—Claro que no —interrumpió Mariana antes de que el aludido pudiera contestar.
—¡Ya se! —Roier frunció los labios—, pero es que siento que estoy cerca de--
—¿De qué otro loco te vaya a atropellar? —contestó de nuevo Mariana por él— ¿o qué le debas más dinero todavía al Aldo que tiene puros aparatos bien pinches caros y delicados? ¡Dile algo tú también, Aldo!
—Lo que dice Mariana por dos —contestó el aludido, mirando su celular con una sonrisa—, además que conste que yo le dije que no tenía que pagarme.
Mariana resopló dramáticamente, tenía un amigo estúpido y otro distraído, ¿es que tenía que hacerlo todo él?
—El punto es, Roier —viendo que el chico estaba más tranquilo, Mariana dejó su celular sobre la mesa y lo señaló con decisión—, estas confiando mucho en esto, y me preocupa, te lo tomas muy a pecho.
—Tú fuiste el que me platicó y dijo que confiaba en esa teoría.
—Eso es verdad —agregó Aldo, guardando nuevamente su teléfono—, nada de esto estaría pasando si no le hubieras hablado de la sincronizada.
—Sincronicidad.
—¡Sé lo que dije! —nota mental, pensó Mariana, no volver a contarle ni madres a Roier ni pedir apoyo moral a Aldo— ¡Y lo sostengo! Es una teoría increíble, pero debes parar, no mames, mien, ¿qué esperas que pase? ¿Qué te caiga un millón de dólares del cielo? ¿Convertirte en el pinche hombre araña? ¿Recibir una llamada de un número desconocido que cambie por completo tu destino?
Los tres contuvieron la respiración cuando justo en este momento el teléfono de Roier comenzó a sonar sobre la mesa, las palabras "Número desconocido" llenando la pantalla de una forma tanto mágica como terrorífica.
Se miraron alternadamente mientras la molesta musiquita de llamada seguía llenando la habitación.
—¡Ja! —Roier fue el primero en reaccionar, señalando acusadoramente a Mariana mientras alcanzaba su teléfono— ¡Creo que alguien me debe una disculpa! ¡Probe la teoría del Jung ese en tu cara, pendejo!
—¡Así no es cómo funciona y lo sabes, pinche Boiler! ¡Y esto solo da miedo!
—¡Solo contesta! —terminó Aldo, ahora bastante entretenido con toda la situación.
No tenían que decírselo dos veces, tragando saliva y contestando con la tecla de altavoz, Roier se preparó para su destino, era su momento.
—¿Sí?
Los microsegundos de espera para que la persona al otro lado hablara Roier pensó: ¿qué canción debía tener en mente? Dependería de quien era...
¿Sería un pariente lejano millonario que le dejó una herencia?
¿Peter Parker? (oye, podía soñar, ¿no?)
O acaso... ¿su ser amado?
—¿Roier? Sos Roier, ¿no?
¿Su ser amado era argentino? ¿Miranda estaría bien? Debía estarlo, Miranda era genial y muy argentino.
—¿Hola? —repitió la voz misteriosa.
Y Roier de pronto supo exactamente qué hacer.
Mariana se consideraba una persona de mente muy abierta, y Aldo era muy espontaneo, había pocas cosas que pudieran sorprenderles, pero definitivamente nada los preparó para cuando Roier, de la nada, empezó a cantar.
—"Hola que tal ¿cómo te va? Que frase más vulgar, con la que me voy a presentar"
En la mente de Roier, el chico del otro lado del teléfono captaría la indirecta y continuaría la canción, pero lo único que le siguió fue un silencio sepulcral...
Uno. Dos. Y tres segundos después, todos pudieron escuchar la risa de una chica por el altavoz.
—¡No mames, Roier! ¡¿Sigues con eso?! ¡JAJAJAJA!
—¡Eu dejalo! ¡Sabe lo que hace! —volvió a hablar la voz misteriosa—, perdón, me halaga una banda, pero naa, no sos mi tipo.
—¿Rivers? —Mariana fue el primero en reconocer la voz—, pero entonces el otro... ¿quién habla?
—¡Che Roier, soy Carre! Espero que no te moleste, le pedí mucho a Rivers que me dejara tu número.
Ojalá desaparecer, pensó Roier. Ojalá un agujero se materializará en el suelo y lo absorbiera para después escupirlo en otro lugar muy lejos, lejos de decanos del siglo pasado, autos a toda velocidad, boxeo y argentinos.
Pero hasta el soñador Roier sabía que eso era imposible, con un suspiro finalmente contestó.
—Hey, ¿qué pasa, Carre? —tragó saliva— ¿cómo sigues después de... bueno eso?
—Estoy joya, ni pega tan fuerte--¡AUCH! ¡Ya, ya! ¡Era broma! ¡Sos la mejor!
El castaño sonrió aliviado, Carre no solo parecía no odiarlo, sino que también se le veía más confiado, y con Rivers, de todas las personas.
—Si, igual perdón por eso, wey —respondió Roier avergonzado—, apenas te conocí y salí con esas cosas del timing y--
—¿Qué decís? —Carre interrumpió con sorpresa—, ¡Amigo! ¡Sos un genio!
—¿Qué? —dijeron a unísono Aldo, Mariana y Rivers, Roier giró los ojos mientras el argentino continuaba.
—Cuando la música empezó a sonar, no sé, estaba en una, ¡me sentí re fuerte, boludo! Obvio no iba a poder ganarle a Rivers nada más con eso, pero le conecté varios, ¡vos mismo lo viste! —jadeó contento—, de no ser por vos me hubiera hecho pija en el primer asalto, gracias, boludo.
Extraño, pensó Roier, mientras sentía una sonrisa formarse en su rostro, cómo cada vez que pensaba en dejar el tema por la paz, ocurría algo que lo hacía continuar, quizás no estaba consiguiendo nada para él, pero ver que en algo ayudó a Carre no estaba tan mal.
—Y con eso —siguió Carre—, ahora tengo "The Phoenix" en mi playlist para entrenar, y pensaba yo ¿y si la canción trata de decirme algo? Que se yo, el caso es que hoy por la mañana me puse a escucharla bien y hay una frase ¿sabes? De pronto fue re obvio lo que hay que hacer...
Mariana conocía la canción, era bastante buena, pensó mientras escuchaba la conversación, hablaba de renacer como un fénix a pesar de las adversidades, quizás Roier en realidad había conseguido algo interesante, quizás Roier, en su búsqueda por un timing perfecto fue en sí la sincronicidad de Carre, quizás--
—¡Hay que hacer una joda! —completó con alegría— ¡Vos sabes! ¡Por lo de la parte esa! ¿Cómo iba? "I'm gonna change you like a remix" ¡Naa, Roier, es que sos un genio! ¡Estaba tan claro!
Los ojos de Roier se iluminaron —¡SI! ¡Amigo, sí! ¡Lo entendiste todo!
"¡NO ENTENDIERON UNA MIERDA!" pensó Mariana rodando los ojos. Genial, Roier se hace de otro amigo, y para su desgracia es casi tan bobo como él.
—¡Tenes que venir! —completó Carre, y agregó en voz más alta— ¡Vengan todos! Rivers me dijo que vos y varios también están de vacaciones, ¿no? ¡La haremos en mi casa!
Tras platicarlo, compartir direcciones y con la promesa de Carre de planearlo y contactarse con el castaño en un par de días, Roier colgó la llamada con una sonrisa de oreja a oreja.
—Bien —empezó cruzándose de brazos—, creo que alguien me debe una disculpa.
Aldo comenzó a reir y Mariana vio rojo.
—¡¿En serio crees que me voy a disculpar?! ¡No estarías ni siquiera sobre pensando todo esto si no fuera por el maldito momento que pensé que era una buena idea platicarte sobre Jung! ¡Estas mal, Roier! ¡Jung está acabando contigo!
—¿Quieres ir a la fiesta, o no?
...
—...discúlpame, por favor.
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Durante las pláticas por mensajes con Carre para confirmar cosas de la fiesta, Roier descubrió que el chico adoraba la astrología. No era algo de lo que Roier supiera mucho, pero siempre estaba dispuesto a aprender cosas nuevas.
Porque él es abierto de mente, no como Freud (sin ofender, insistió, no era justo criticar a un muerto que ni se podía defender) ni como el decano (a él si con todo el ánimo de ofender, pinche decano).
Y, además, tenía que admitir que era interesante, quizás podría tomar un poco de eso para su gran misión. Le interesó sobre todo eso de la energía de los días...
Carre 🥊
De haber podido hacia la joda mañana martes
14:29
Q tienen los martes???
14:33
Carre 🥊
Son los días de integración y de nuevos comienzos
Flashee q podíamos aprovechar la energía del día para integrarnos, los del gym, vos con tus amigos y yo con los mios
14:38
Eeee nada mal
Y pq no hacerla mañana??? Igual es en tu casa, ni q tuviéramos q planear tanto
14:41
Carre 🥊
Era el plan, pero justo un amigo anda en una
Bueno, sus viejos más bien
14:44
Pues q pendejo
14:45
Carre 🥊
Ysi
Pero tampoco lo quiero dejar fuera sabes???? Ha tenido días complicados
Su horoscopo salió re mal
Lo bueno es q parece q ya va de salida con eso
Igual quedamos para el viernes
14:52
Roier maldijo al amigo de Carre que arruinó tremenda oportunidad de hacer la fiesta el día de la integración, pero varios minutos después, tras investigar por su cuenta que energía cósmica tenían los viernes, de pronto quería abrazarlo.
El viernes era el día del amor.
La espera para el viernes parecía eterna, pero para cuando menos acordó, entre confirmar la hora con Carre, asegurarse de hacerle saber a sus amigos y buscar el atuendo perfecto que dijera "Hola, no lo sabes, pero tú y yo estamos destinados por fuerzas filosóficas y/o cósmicas que no podemos comprender, en fin ¿nos besamos?" el viernes había llegado.
Mariana pasó a recogerlo en su coche y Roier no perdió tiempo en explicarle todo lo que iba a pasar en esa fiesta...
...según él, claro.
—Y eso fue lo que investigué de los viernes —terminó su relato casi sin aire— ¿sabes lo que significa?
—No, Roier —empezó Mariana, sin dejar de mirar al frente—, no vas a conocer al amor de tu vida.
—¡Voy a conocer al amor de mi--! —había empezado a decir, pero se detuvo tan pronto escuchó la respuesta del contrario— ¡¿Cómo qué no?!
—Sabes bien que el esoterismo, astrología y todo eso no son teorías aceptadas científicamente.
Roier apreciaba mucho que Mariana se refiriera a esos temas cómo teorías y no tonterías cómo hacían el resto de los estudiantes de su carrera. Era importante ser abierto de mente y, sobre todo, ser amable.
Nadie tenía las respuestas de universo, después de todo.
—Podría pasar —se cruzó de brazos, haciendo un puchero.
—Claro que podría pasar, mien —respondió en un instante, mientras seguía las instrucciones del GPS que le indicaba que estaban a un par de calles de su destino—, pero incluso si pasara, sería un sincronismo y lo sabes.
—Una casualidad sin relevancia... —murmuró el castaño entre dientes.
—Exacto, nada está conectado —confirmó Mariana, sonriendo contento de haber encontrado un lugar rápidamente y apagando el vehículo, giró para ver a su amigo—, es una fiesta mien, diviértete, que aparte mañana tienes que aventarte un speedrun con la composición del decano.
Finalizó saliendo del coche, Roier pasó algunos segundos, dejando que las palabras del más alto asentaran en su mente.
Primero, verga... la composición... casi la había olvidado, veinte páginas que expliquen lo que realmenente son las casualidades.
Y segundo, sincronismo, nada está conectado...
Saliendo del coche y avanzando tras Mariana hacia la ya ruidosa casa, Roier se permitió recordar la definición de sincronicidad.
"Una coincidencia de dos o más sucesos relacionados, de forma no causal, que resultan en un evento significativo para quien lo experimenta"
Frunció los labios, nunca le gustaron realmente las definiciones tan de libro y aburridas, pero eran las que por desgracia más empleaba en sus estudios.
—Ya sé... —contestó finalmente a Mariana, en voz tan baja que el contrario apenas lo escuchó.
—¿El qué? —preguntó arqueando la ceja, acercándose para escucharlo.
—Ya sé que a lo mejor son mamadas —continuó—, pero no sé, supongo que solo quería probarlo antes de...
Silencio.
—¿Antes de qué?
"Antes de volverme un viejo testarudo como el decano" contestó una pequeñísima voz en su cabeza, y Roier tuvo que sacudirla repetidamente para borrar el pensamiento.
Sonrió hacia el más alto.
—Solo quería ver si era cierto, aunque bueno... capaz y no es para todos, ¿verdad? Que pendejo...
Mariana lo miró un momento con tristeza.
—Mien--
—¡Hey!
Ambos chicos alzaron la mirada para encontrarse con Aldo y Rivers llegando tras suya.
—¿También van llegando? —habló Aldo— Pues vamos entrando, ¿no?
Dicho esto, Aldo se dirigió a la puerta ya abierta y entró, seguido de cerca por Mariana.
—Espera —Rivers se detuvo antes de entrar para mirar a Roier— ¿Quackity no viene?
Roier le sonrió, empujando tras su cabeza los pensamientos intrusivos.
—Si iba a venir, pero al parecer le movieron lo de su caso ultrasecreto para hoy y se la iba a pasar en el juzgado —encogió los hombros.
—Verga, pobre.
—¿Qué dices? Si estaba super emocionado —confirmó el castaño, dándole el pase a su amiga para entrar primero—, seguro anda bien contento.
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El ambiente en casa de Carre era bastante bueno, el chico al parecer sabía dar buenas fiestas.
Entre luces, música a todo volumen, comida y bebida por doquier y sin mencionar que evidentemente era popular, Roier conocía de vista a varios chicos y chicas del gimnasio de las veces que había visitado a Rivers, pero el resto debían ser amigos del argentino.
Y Carre en sí mismo era el mejor anfitrión, pues tan pronto vio aparecer por la puerta a Roier y compañía, se hizo paso hacía ellos para integrarlos a la diversión, presentándolos con quien se les pusiera en frente.
—¡Y él es Robleis!
Carre atrajo en un abrazo al aludido quien, aparentemente acostumbrado a la efusividad del más bajo, sonrió amablemente.
—¡Un gusto, Robleis! —Mariana fue el primero en estrechar su mano, gritando para hacerse escuchar entre el alboroto—, ¡Yo soy Mariana! ¡La chaneque es Rivers!
Mariana iba a continuar con la increíble presentación de sus amigos, pero fue detenido por un gancho a sus costillas por parte de la rubia, Roier giró los ojos apartándolo y estrechando su mano en su lugar.
—Soy Roier--
—¡MI HEROE! —esta vez fue Carre quien intervino— Es el pibe que les conté.
—¿El que hace las sincronizadas? —los ojos de Robleis se iluminaron.
—¡Ese mismo!
Roier resopló divertido, ya a este punto estaba por demás corregirlos, incluso era más fácil llamarle así.
El tal Robleis cubrió con su otra mano la que aun estrechaba de Roier.
—Carre me contó que lo ayudaste, y mira, yo no entiendo mucho de eso, pero gracias, él necesitaba ese empujón.
El castaño le devolvió la mirada con una sonrisa, era curioso, cómo durante estas dos semanas fue él mismo quien buscaba un empujón, quizás no lo obtuvo, pero saber que había ayudado a alguien no estaba del todo mal.
—No es nada —aceptó el agradecimiento—, por cierto, él es Al--
—¡SI! —Aldo gritó con alegría a la pantalla de su teléfono, bastante entretenido en sea lo que fuera que estaba haciendo.
Robleis y Carre se miraron confundidos, Roier rápidamente intercedió.
—A Aldo le gustan mucho los videojuegos —empezó, riendo nerviosamente—, seguramente le ganó a un boss o algo.
Un codazo por parte del castaño hizo al de gafas alzar la mirada, rápidamente bloqueó su celular y se presentó.
—Perdón por eso —sonrió—, soy Aldo, amigo de estos dos pendejos, pero son mis pendejos.
—Que tal Aldo —Robleis estrechó su mano— ¿vos jugas mucho? Che, capaz y te llevas bien con el Sp--
—¡YA TE DIJE QUE LO SENTÍA!
La conversación fue interrumpida una vez más por Mariana, quien seguía defendiéndose inútilmente de los pequeños pero letales golpes de Rivers, los cuatro rieron separándolos para poco después regresar a integrarse a la fiesta.
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La fiesta fue increíble, definitivamente lo que necesitaban para relajarse antes de regresar a su rutina.
Mariana miró furtivamente a Roier durante el resto de la tarde y ya empezando la noche.
Esperaba tener que intervenir en cualquier momento que al castaño, aun dejándose llevar por su interpretación de Jung y las casualidades, se le ocurriera sacar su celular y buscar alguna canción de su playlist, intentando lograr su tan aclamado "timing perfecto".
No lo hizo ni una sola vez, y Mariana se sentía aliviado, hasta orgulloso, tenía que admitir.
No le había agradado para nada el rostro triste que el más bajo había hecho un par de horas atrás antes de entrar cuando le dijo que quizás la sincronicidad no era para todos, pero esa preocupación salió un poco de su sistema al verlo divertirse.
Roier era como un rayo de sol, pensó, dando un sorbo a su bebida sin alcohol (conductor designado, en fin), era sociable, amable extremadamente alegre, pero Mariana, a pesar de que pocos conocían del todo el concepto, siempre agregaba un adjetivo más para definir al chico.
Resiliente.
Del latín "resilio", con "re" de retorno y "salio" de saltar, en términos científicos se le llama así a la capacidad de regresar a tu forma original, aun después de haber sido sometido a presión, como ejemplo práctico, una pelota de goma lanzada al suelo se deforma al golpear la tierra, pero recupera su forma original una vez regresa a tus manos.
Pronto la psicología adoptó el término para referirse a las personas que son capaces de adaptarse al cambio y superar adversidades.
Y juntando ambas vertientes, estaba Roier: se adapta al cambio y supera adversidades, siempre regresando a su forma original, siempre regresando a ser él mismo.
Resopló por la nariz, recordando la vez que le preguntó a Roier que entendía él por resiliencia.
"Del latín 'resilio' que significa 'saltar hacia atrás'" leyó la definición varias veces en su cuaderno para después sonreír con todos los dientes "¡Es como viajar en el tiempo! La vida te pone cosas complicadas, y a veces sientes que no hay salida, pero si aun así las superas y vuelves a ser tú mismo, es casi como si viajaras a través del tiempo"
Y Mariana, siempre fiel a los libros y sus definiciones tan exactas, no pudo contra esa definición. Era perfecta. Fantasiosa, pero perfecta.
Él definitivamente no encajaba en Filosofía, sí, se adaptaría, pero bajo tanta presión se preguntaba si llegaría el momento en que no pudiera regresar a su forma original...
—Me preocupa, mien —le dijo a Aldo, ambos sentados en un sofá mientras veía a Roier riendo con el tal Robleis a pocos metros de ellos.
Mariana giró su cabeza, quizás Aldo no lo había escuchado, pero tan pronto lo miró, jadeó hastiado, el chico seguía con el rostro pegado al celular, una gran sonrisa en su rostro.
—¡¿Quieres dejar de mirar el celular por un minuto?! —le dijo ya algo fastidiado.
Eso hizo al más bajo alzar la mirada.
—Perdón, ¿qué?
—¡Llevas toda la fiesta con eso! ¡Convive un poco, mien! ¡El juego no irá a ninguna parte!
—A chinga —Aldo parpadeó varias veces— ¿Y quién dijo que estaba jugando o qué?
—... ¿No?
—¡No, pendejo! Estaba viendo los mensajes que me mandaban sobre cómo iba lo de--
—¿Todo bien?
Ambos chicos alzaron la mirada para encontrarse con Roier sonriéndoles, hizo un ademán para que le dejaran sitio en el sofá, dejándose caer entre ambos.
—¿Y tú, papu? —Aldo llevó un brazo alrededor de sus hombros, guardando su teléfono en el bolsillo—, ¿tienes nuevas ideas sobre como seguir lo del timing y la sincronicidad?
Mariana no supo que le sorprendió más, que Aldo por fin hubiera dicho bien la palabra "sincronicidad", o que hubiera sacado a relucir el tema que él tanto se esforzaba por hacerle olvidar al castaño, así como sí nada.
—Creo que voy a dejarlo —Roier contestó sonriendo de lado—, estuvo chido y todo, pero es hora de enfrentar la realidad, no va a pasarme.
—¿Y quién dice qué no? —Aldo arqueó una ceja, apuntando acusadoramente a Mariana al otro extremo del sofá— ¿Fue este pendejo?
—¡Hey!
—¡No le hagas caso! Mira, saca tu celular, pon alguna de las canciones que más te gusten, yo te apoyo.
—No es eso —sonrió amargamente el castaño—, y no funciona así, Mariana tenía razón, supongo que me la pasé demasiado tiempo ocupado en buscar darme ese pequeño empujón que terminé por olvidar lo importante: no puedes obligar a que pase, solo pasa y ya.
Los otros dos chicos se miraron por un segundo, para terminar atrayendo al castaño en un abrazo amistoso.
—Y pasará, mien, vas a ver que sí—murmuró Mariana.
—Obvio, papu —sonrió Aldo—, y seguro va a valer mucho la pena.
Roier se dejó envolver en el abrazo cálido, en verdad tenía grandes amigos.
—Y bueno —preguntó Aldo tan pronto rompieron el abrazo— ¿Encontraste a Carre?
—Sí —contestó el castaño—, le di las gracias por invitarnos y le dije que--
Carre se hizo paso hacía ellos, una mirada sorprendida en su rostro.
—¡¿Cómo que se van ya?!
—Sí, es tarde —Mariana se impulsó a levantarse poniendo ambas manos sobre sus rodillas—, todavía tengo que ir a dejar a este imbécil a su casa porque tiene que hacer una tarea para el lunes.
—Gracias, ¿eh? —Roier arqueó una ceja, levantándose igual.
—Que paja, boludo —Carre hizo un puchero—, encima ni alcance a presentarles a todos.
—Ya habrá otras oportunidades —contestó Roier, sonriendo—, gracias por la invitación, seguimos en contacto.
Mucho más ruidoso que su conversación, en los parlantes de la improvisada estación de música comenzaron a sonar acordes parecidos a una marimba, pero más del lado electrónico...
"¿Un sintetizador?" pensó Roier por la fracción de un segundo.
—Si... —Roier extendió la última palabra—, eh Carre, esa canción--
"You were looking at me like you wanted to stay"
"When I saw you yesterday"
—¿Dónde vergas esta Rivers? —Mariana interrumpió, molesto— ¡Estaba justo ahí hace un minuto!
—¿Rivers? —intervino Carre— La vi que iba hacía la cocina.
—¡Yo voy a buscarla!
Roier apenas les dio tiempo de reaccionar cuando, empujando su propia bebida hacía el más alto, comenzó a trotar hacia la cocina lo más rápido que la gente bailando alrededor se lo permitía.
"Se que dije que iba a dejarlo..." comenzó en su mente, abriéndose paso lentamente entre la gente.
"I'm not wasting your time"
"I'm not playing no games"
"Pero hay algo en esta canción..."
"I see you"
Y se detuvo justo en medio de la improvisada pista de baile.
¿Qué estaba haciendo? No podía forzarlo o no funcionaría, además no conocía la pinche canción como para intentar un timing, ¿y si la canción hablaba de morirse?
Apretó los puños a sus costados, no había aprendido nada en estas dos semanas. Claro, podría pasar algo justo ahora, pero sería solo una casualidad. Un sincronismo. Freud y el decano.
—...pinche decano —giró los ojos.
Lo siguiente ocurrió todo muy rápido.
(No podía forzarlo... pero si podía darle un pequeño empujón, ¿no?)
—¡A HUEVO! —Roier escuchó la inconfundible voz de Aldo al otro lado de la pista— ¡SIEMPRE CONFIE EN LA JUSTICIA DE ESTE PAIS! ¡QUE SE PUDRA EN PRISION!
"Who knows the secret tomorrow will hold"
Estuvo por regresar a ver que había pasado, pero una vibración en su bolsillo lo distrajo, alcanzó su teléfono para ver a Quackity llamándolo, extrañado por la hora, contestó sin pensarlo mucho.
(Y así como le daría ese empujón al destino...)
"We don't really need to know"
—¿Quackity?
—¡PERDIMOS EL PINCHE CASO! —lloriqueó al otro lado de la línea—, aunque no se si se le pueda llamar "caso" al pinche chiste al que me asignó Sapo Peta.
—Quackity —contestó una voz grave—, sigo aquí--
—¡PUES QUE BUENO, ASI NO LO REPITO! ¡TE ODIO SAPO PETA! ¡Y TE MATARE!
Roier tuvo que parpadear varias veces para tratar de seguir la conversación, cubrió con su mano libre su otra oreja para escuchar mejor.
—¡Pero bueno! ¡Al menos no todo fue desgracias! ¡¿Adivina a quién conocí?!
—¿Qué dices? Espera, no puedo--
—¡Ahí estas, Roier! —la voz, algo ebria, de Rivers tras suyo le envió un escalofrío a toda su espalda— ¿Quieres decirle a este tipo que puedo vencerlo con una mano atada a la espalda? —agregó y cómo no, lo acompañó de uno de sus característico "golpes amistosos" en la espalda.
(...no estaría mal recibir ayuda de parte de sus amigos...)
El golpe logró desestabilizarlo, por instinto mantuvo el agarre en su celular, lo que ocasionó que tropezara un poco, dio varios pasos hacia adelante para intentar recuperar el equilibrio y no caer de boca al suelo.
Suerte que no había nadie delante al que pudiera golpear.
"'Cause you're here with me now, I don't want you to go"
—¡¿QUE?! —casi cómo si pareciera orquestado, un chico también hablando por teléfono apareció justo frente suyo— ¡A ver! ¡Calmate! ¡¿Qué decís?!
"You're here with me now, I don't want you to go"
El impacto era inminente.
—¡CUIDADO! —alcanzó a gritar, cerrando por inercia sus ojos con fuerza, mientras sentía el choque de su pecho contra el contrario.
Para que me entiendas...
"Maybe we're perfect strangers"
"Maybe it's not forever"
—¡Perdón! —la palabra salió de su boca tan pronto abrió los ojos.
"Maybe the night will change us"
"Maybe we'll stay together"
Aunque cualquier otra cosa que planeara decir murió en su boca al sentir un brazo rodear su cintura para estabilizarlo.
Sería algo así como un momento mágico...
"Maybe we'll walk away"
"Maybe we'll realize"
—Eu, no, no, fui yo boludo, perdón, no venía viendo una mierda...
Llega cuando menos lo esperas...
"We're only human"
Y por lo visto, tuvo el mismo efecto en el extraño, pues sus disculpas se redujeron a susurros y luego al silencio absoluto mientras ambos se miraban directamente a los ojos.
"Maybe we don't need no reason"
...pero siempre en el momento exacto
De pronto fue como si todo alrededor se silenciara y ocurriera en cámara lenta. Ambos chicos se miraban fijamente a los ojos, sin moverse un milímetro de su posición, envueltos en luces neón y gente bailando a su alrededor.
Roier era un soñador, sí, pero hasta él se sorprendió de comprobar que era cierto el mito de sentir mariposas en tu estómago, jamás en la vida había visto ojos más bonitos, brillaban cual gemas... espera ¿eran morados? Lo dudaba, quizás era solo por efecto de las luces... aunque no por eso eran menos preciosos, enmarcados por largas pestañas y algunos rulos negros cayendo despreocupadamente por la frente de su salvador.
Podría quedarse aquí toda la vida...
—¡¿Hola?! No, creo que se murió el pendejo... ¡Escucha te llamo mañana, ¿sí?!
...de no ser por Quackity en la línea, quien antes de colgar arruinó el maravilloso momento.
Eso funcionó como alarma para el par, carraspeando avergonzadamente, el desconocido lentamente relajó el agarre en su cintura hasta soltarlo por completo y apartó la mirada a un lado, el sonido de la fiesta poco a poco inundando de nuevo sus sentidos.
—Escucha, yo... lo siento, debí mirar, y--
—¡¿Hijo?! ¡Soy papá! —hasta Roier alcanzó a escuchar la voz alarmada y entrecortada proveniente del teléfono del pelinegro— ¡Contesta por favor! ¡No sé cuánto tiempo me quede!
—Wow —Roier resopló sonriendo tímidamente, apuntando al celular del chico—, no sé qué pase, pero suena grave...
El pelinegro enseguida soltó una risita, y Roier no supo de dónde sacó las fuerzas para no desmayarse cual damisela enamorada, era lo más adorable que había oído en toda su vida.
—Ya, un dramático —rodó los ojos mirando la pantalla antes de mirarlo nuevamente—, pero creo que debería... vos sabes... sí...
—¡Oh! ¡Claro! ¡Si! ¡Digo! ¡Pues es sobre tu padre y eso! —Roier empezó a trabarse con sus propias palabras— ¡Por cierto! ¡Soy tonto!
El chico frente suyo enarcó una ceja, una sonrisa divertida en sus labios. Le tomó a Roier un par de segundos comprender que acababa de decir.
—¡Digo! ¡No! ¡No soy tonto!... —rascó su nuca con pena— Bueno, la verdad es que sí, pero no era lo que quería decir, yo... aaaay ¿¡qué vergas estoy diciendo!?
—¡Ahí estas!
Una mano lo tomó por el hombro y comenzó a jalarlo hacía atrás sin darle oportunidad de zafarse, miró como poco a poco era alejado del pelinegro quien lo veía con sorpresa antes de girar la cabeza y encontrarse con el ceño fruncido de Mariana mirando al frente.
—¡Tenemos que irnos, mien! —exclamó molesto— ¡La chaneque está fuera de sí! Ya retó como a siete tipos bien pinche grandotes a una pelea, hay que aprovechar ahora que está ida.
Solo entonces Roier miró el otro brazo de Mariana, cargando a cuestas a la pequeña Rivers, quien murmuraba entre sueños que ninguno le aguantaba un asalto.
Miró de nuevo en dirección del chico misterioso, quien le devolvió una mirada divertida, al parecer notó pronto que la situación era complicada, y tras darle un suave saludo con su mano izquierda, lo observó sacarse de su oído izquierdo un auricular antes de llevarse el teléfono a la oreja y enfrascarse en su propia conversación.
Roier sonrió devolviéndole el saludo, o más bien despedida, antes de darse la vuelta por completo y maniobrar con Mariana para que le dejara llevar a la chica en su espalda.
...
—Suéltame cabrón —murmuró entre dientes contra su oído—, todos ustedes contra mí sola...
—Sí, sí —le contestó Roier, contento—, ya vamos para el ring, campeona.
—Esoooo... —y se desmayó.
Ya por fin en la puerta, y mientras Mariana y Aldo peleaban para ver quien tendría la tarea titánica de llevar a la chica a su casa, Roier miró una vez más hacia el interior.
Quizás entre todas las cabezas conocidas y por conocer aun esperaba ver aquellos ojos como gemas y rulos oscuros, quizás no. Quien sabe.
Lo único que sabía era que había sido un gran momento, un momento mágico... que llegó cuando menos lo esperaba...
Aunque tristemente, pensó mientras recostaba cuidadosamente a Rivers en el asiento trasero del coche de Mariana (el par decidió con piedra, papel o tijera, y por supuesto, Mariana perdió), no llegó en el momento exacto.
Con sentimientos encontrados, feliz por haber experimentado un bonito timing y triste por no poder relacionarlo con la teoría de Jung, Roier recostó su cabeza contra el cristal del asiento de copiloto mientras escuchaba a Mariana refunfuñar que Aldo seguramente hizo trampa.
Qué bonita forma, pensó, de dar cierre a su búsqueda.
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...
...
...¿O no?
Roier sintió todo el cansancio abandonar su cuerpo, de un solo movimiento se sentó de golpe en su cama, sosteniendo fuertemente su teléfono contra su oreja.
Normalmente hubiera ignorado la llamada para dormir un poco más y seguir soñando con amatistas brillantes, mareas negras y risas adorables, pero el aparato sonando repetidamente, acompañado de varias notificaciones de mensaje, le hizo pensar que podía tratarse de una emergencia, maldijo al ver que el autor de todas las llamadas perdidas y mensajes no leídos era Quackity, a regañadientes aceptó la siguiente llamada, muy seguramente era para seguir quejándose de su juez decano y su aparentemente fallido caso.
Pero en su lugar, su amigo hablaba animadamente, al parecer sobre algo bastante interesante que había ocurrido...
—¿Qué?
—¡Así como lo oyes! —continuó el pelinegro, por su voz Roier intuyó que estaba sonriendo mientras hablaba—, era un caso bastante equis, la verdad, pero al parecer eran amigos o conocidos del pinche Sapo Peta y por eso lo tomó él mismo.
Roier sonrió, frotando sus ojos con su mano libre.
—¿Apoco? Y entonces ¿por qué te asignó? ¿No decías que según él tu estabas destinado a grandes cosas? Y todavía lo pierdes.
—¡Eso no fue culpa mía! —reclamó Quackity del otro lado de la línea—, la defensa iba super bien, iban a desestimar el caso porque no había más testigos ni pruebas, pero la fiscalía sacó videos de la cámara de seguridad de una tienda, donde se ve a un pendejo cruzando la calle y que casi lo atropellan a la verga —jadeó molesto—, según fue una denuncia anónima, pero para mí que el fiscal conocía al denunciante y por eso le pasaron ese dato...
—No mames, que mala onda —bostezo— ¿Y no iban a entrevistar al tipo que cruzó la calle?
—¡No! ¡Eso es lo peor! Como si fuera hecho adrede, no se le ve la cara al imbécil, pero lo que si se ve bien es la placa del auto de mi cliente, y pues la verdad el don si se mamó, se cruzó un rojo. Ya con eso no teníamos mucho que hacer.
—Verga, pobre... ¿y qué sigue? ¿Va a prisión o algo así?
Quackity soltó una carcajada —Claro que no, pendejo, no hubo heridos y sigue siendo un delito menor, aunque bueno, si se llevó tremenda multota y le revocaron la licencia hasta que complete un curso de educación vial y conducción responsable —rio—, debiste verlo al pobre, tan pronto lo declararon culpable se giró casi llorando a su esposo para decirle que lo sentía y que cuidara de su hijo porque no sabía cuántos años pasaría encerrado, todo un drama.
—Y bueno ¿qué lo culpas? Si fuera yo, si me asustaría bien cabrón —contestó el castaño mientras se estiraba—, pues qué triste que no pudieras ganar tu primer caso, wey, pero bueno, mejor te dejo, tengo que ponerme a empezar la composición para el--
—¡Espera! ¡No te he dicho la mejor parte!
...
...
Varias horas después de haber colgado con Quackity, haber tomado una ducha y almorzado, Roier estaba ahora sentado en su escritorio, la aplicación de documentos abierta en su computadora y un par de líneas en aburrida y anticuada letra Times New Roman escritas en esta:
"𝐶𝑎𝑠𝑢𝑎𝑙𝑖𝑑𝑎𝑑𝑒𝑠 𝑠𝑒𝑔𝑢𝑛 𝐹𝑟𝑒𝑢𝑑"
𝑃𝑜𝑟: 𝑅𝑜𝑖𝑒𝑟 𝐴𝑙𝑡
Pudo escribir más, pero su mente aun repasaba una a una las palabras de Quackity de aquella llamada.
"¿Recuerdas que te conté que mi cliente y su esposo eran conocidos de Sapo Peta? Bueno, al parecer estudiaron juntos"
"El caso es que como yo aun soy estudiante no me dejaban hacer algunas cosas, y Sapo Peta y el acusado tuvieron que hacer varias diligencias juntos... me di cuenta de que Sapo Peta quería que yo le hiciera compañía a su esposo mientras tanto para tranquilizarlo, ¿tú crees? Pasarme el día con un señor todo aburrido"
"Pero al final de aburrido no tenía nada, resulta que el hombre no solo es decano de la facultad de Literatura, también es el director del Programa de Humanidades de la universidad"
"Así que le conté sobre ti y eso que has estado haciendo estás últimas dos semanas, de tu idea del timing, uniendo eso de las quesadillas ¡y quedó fascinado!"
"¡Dice que necesitan gente con esa creatividad en su facultad y en el programa y que estaría más que encantado de solicitar una transferencia en cualquier momento! Obvio te revalidan materias y así no empiezas desde cero, ¡¿no es genial?!"
¿Lo era?
Siendo honestos, Filosofía no le encantaba del todo...
...
...
¡Bien! ¡La detestaba! ¡Ya! ¡Lo dijo! Y quizás sería más sencillo de admitir si el único motivo fuera el decano, pero, aunque el hombre era un factor bastante importante en eso, la verdad era que algo tenía la carrera que no le terminaba de encajar.
Leer siempre le gustó, y era divertido conocer teorías que pudieran responder sobre la vida y el conocimiento, ¿entonces dónde estaba el problema?
Miró a su derecha, al pequeño librero atiborrado de libros gruesos y en colores apagados, Platón, Aristóteles, Sócrates, Kant, Freud. Para cualquiera serían aburridos, para Roier estaban bien...
Y no era mal estudiante... bueno, solo en Psicoanálisis... y por una pregunta mal formulada, encima.
Y Mariana estaba ahí también, con él de apoyo constante, y pasando Psicoanálisis al fin el resto de la carrera debería ser sencilla, ¿verdad?
Suspiró, ¿en qué estaba pensando? Tenía una composición por escribir.
Se levantó de su silla para caminar a dicho librero, comenzó a buscar el tomo de Freud que usaron en su primer año y ponerse manos a la obra, lo encontró en el estante más alto, demasiado perezoso para acercar una silla se estiró lo más posible.
Mala idea. No pudo ver que cuando lo jaló se vinieron tres libros juntos. Uno cayó justo en su pie descalzo, provocándole un grito adolorido y el de Freud que buscaba cayó abierto frente suyo.
Roier olvidó su dolor cuando reconoció el colorido post-it violeta que él mismo colocó en aquella página, un montón de signos de exclamación, una carita feliz y una flecha apuntando hacía una frase:
"Mira en las profundidades de tu propia alma y aprende primero a conocerte a ti mismo" -Sigmund Freud.
Sonrió de lado mientras levantaba el libro y releía la frase de cerca. ¿Lo ven? Freud no era tan malo.
Aunque no era la frase completa. La frase completa hablaba del poder del autoconocimiento para comprender las enfermedades de cada individuo, pero Roier encontró la primera parte demasiado alentadora cómo para dejarla pasar.
Tal vez por el tiempo o el fuerte impacto, el post-it se despegó y comenzó a flotar en ondas en el aire, Roier siguió el trayecto del mismo hasta que cayó al suelo, la flecha que antes apuntaba la frase de Freud ahora apuntaba directo al tercer libro que había caído de la estantería.
Roier contuvo la respiración al reconocerlo. Era un pequeño diario que usaba años atrás para anotar frases, ideas de historias maravillosas y una lista casi innumerable de libros que quería leer antes de morir, el vibrante color morado de la cubierta destacando por completo entre el resto de los tomos de su pequeña colección.
Los ojos de aquel misterioso chico volvieron a su mente, y es que ¿cuál era la probabilidad?
¿Cuál era la probabilidad de que ese libro golpeara su pie? ¿Y que el libro de Freud que buscaba le recordara una frase que captó su atención en sus primeros días de carrera? ¿Y de que el post-it cayera justo apuntando a su diario?
¿Cuál era la probabilidad de chocar justo con él? ¿Y de qué sus miradas de perdieran en los ojos del otro? ¿Y de que todo ocurriera tal y cómo la canción que sonaba de las bocinas en ese momento?
No era casualidad. No podía serlo.
Era...
...
—Magia —dijo en un susurro.
Con calma recogió y volvió a colocar los tres libros en la estantería, inhaló profundamente y retuvo el aire varios segundos, para después soltarlo lentamente por la boca y regresar a su silla, extendió sus manos hacia el teclado frente suyo y comenzó a escribir.
Había tomado una decisión.
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Roier se removió incómodo en la misma silla de madera de hacía dos semanas atrás.
Era lunes, regreso a clases tras el receso académico, y la fecha límite para entregar su composición, tras la cual debería igualmente repetir su examen.
Rodó los ojos mientras apretaba la carpeta con su trabajo contra su pecho, ¿en realidad tenía sentido repetir una prueba donde su único error fue por qué no formularon correctamente la pregunta?
No tuvo más tiempo de quejarse cuando la puerta tras suyo se abrió y cerró, pocos segundos después, la figura del decano, igual de pinche feo que antes, apareciendo frente a sus ojos.
—Bien, ya está aquí —empezó sin mirarlo mientras tomaba asiento en su propia silla—, ya es un avance.
Roier se mordió el interior de su mejilla para evitarse cualquier comentario sarcástico en respuesta a eso, dejando al hombre continuar.
—Y veo que trae también su composición —sonrió de lado—, me alegra ver que no desperdició el tiempo las últimas dos semanas.
El castaño sonrió ante esto —Por supuesto que no, creo que estará bastante satisfecho con mi trabajo, señor.
Sin más preámbulos, Roier deslizó cuidadosamente la carpeta sobre el escritorio, el decano se colocó sus aburridas gafas de medialuna y tomando el trabajo entre sus manos comenzó a leer.
No pasaron ni diez segundos para que el hombre lo mirara con estupefacción sobre las hojas, sin embargo, Roier continuaba sonriendo.
—¿Qué significa esto?
—¿Disculpe? —ladeó su cabeza, confundido— ¿Qué quiere decir?
Y por primera vez en dos años, a pesar de ver el ceño fruncido del hombre y aquella vena palpitante sobre su frente, Roier no sintió ni una pizca de miedo.
—¡Me refiero a esto! —sin reparo arrojó sobre el escritorio el conjunto de hojas, Roier ni se inmutó, pero su sonrisa se ensanchó un poco más cuando leyó el título, en divertida y llamativa letra:
"ℂ𝕒𝕤𝕦𝕒𝕝𝕚𝕕𝕒𝕕𝕖𝕤 𝕤𝕖𝕘𝕦𝕟 ℝ𝕠𝕚𝕖𝕣 𝔸𝕝𝕥"
ℙ𝕠𝕣: 𝕃𝕒 𝕖𝕞𝕚𝕟𝕖𝕟𝕔𝕚𝕒 𝕕𝕖𝕝 𝕥𝕚𝕞𝕚𝕟𝕘, ℝ𝕠𝕚𝕖𝕣 𝔸𝕝𝕥
Si. Se mamó. Pero le encantaba.
—Es mi trabajo, por supuesto —respondió Roier, tomando con cuidado las hojas entre sus manos, pasando a la primera página—, recordé que tiene mala vista, así que usé la letra un poco más grande para que no se le dificultara leer.
Repasó las primeras páginas, dónde en letra gigantesca escrita a mano se leía una sola palabra por hoja:
"Las casualidades son magia, llegan cuando menos las esperas, pero siempre en el momento exacto"
El decano bufó molesto tras leerlo —Debí esperarlo de usted, ¿cree que esto es un juego?
—Para nada, señor —encogió los hombros, mirándolo con inocencia—, usted pidió una composición de veinte páginas sobre las casualidades, y aquí la tiene, ¿cuál es el problema?
—Su trabajo no es más que un circo —escupió el hombre—, encima que le pareció "divertida" la idea de escribir una palabra por hoja, me deja claro que ni siquiera sabe contar, en su frase de cuento de hadas solamente son quince palabras.
Roier fingió sorpresa, repasando de nuevo las hojas y contando con los dedos de sus manos.
—Verga, tiene razón... se me olvidó decírselo.
Y, abriendo el conjunto de hojas en la página dieciséis, volvió a arrojarlo sobre el escritorio, una expresión seria y solemne en su rostro.
—Las siguientes cuatro páginas son fotocopias de toda la documentación que necesito entregarle a usted para darme de baja de esta carrera, y la última...
Sin apartar la mirada de los ojos del decano, Roier cambió de páginas hasta llegar a una única hoja, membretada con el distintivo sello de la universidad.
—La última es una carta del director del Programa de Humanidades, solicitándole mi historial académico para la revalidación de materias ya cursadas y mi transferencia a la facultad de Literatura con efecto inmediato —sonrió sarcásticamente—, descuide, no tiene que incluir Psicoanálisis, nunca me gustó.
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—¡¿Y QUÉ PASÓ DESPUÉS?!
Roier, quien no se había dado cuenta de que había cerrado los ojos mientras contaba su anécdota, los abrió con sorpresa al escuchar la fuerte voz de Aldo. La imagen que lo recibió fue de él y el resto de sus amigos alrededor de la mesa de la cafetería, todos mirándolo expectante.
—Ahora es cuando el cabrón dice "Y entonces, desperté" —logró decir Quackity entre risitas, provocando una carcajada colectiva por todos en la mesa.
—Ni madres, todo fue real —respondió Roier, girando los ojos—, aunque ahora que lo cuento... la verdad si me dio un chingo de miedo, no sé ni como agarré valor para hacerlo.
—Pues merecido se lo tiene —añadió Mariana, cruzándose de brazos—, pinche decano.
—Fuertes declaraciones para alguien que aun estudia con el hombre —Rivers arqueó una ceja.
—Que el tipo sea un patán no tiene nada que ver con mi pasión por mi carrera, gracias —contestó el más alto, sacándole la lengua.
Una semana entera había pasado desde que enfrentó al decano en su oficina. Después de eso y días ajetreados entre papeleos y trámites apresurados, Roier se había logrado dar de baja de Filosofía y, gracias a la influencia del director de Humanidades para con la universidad, a partir del siguiente lunes sería oficialmente un estudiante de la carrera de Literatura.
Sus amigos vieron bastante razonable festejar ese viernes, aunque aun recuperándose de la fiesta de la semana anterior, optaron por algo sencillo en una cafetería cerca del campus.
—Aunque todavía no me la creo...
—Pues deberías —Aldo se reclinó en su silla, sacando despreocupadamente su celular—, mira, quizás no lograste hacer esa sincronizada, pero oye, a mí me parece genial.
Roier lo miró un segundo, antes de volver a sus propios pensamientos. El día que escuchó por primera vez sobre la teoría de Jung y decidió interpretarla a su manera parecía ahora muy lejano, y era cierto, aunque no había logrado su cometido, quería seguir siendo fiel al nombre con el que firmó su "baja" de la facultad.
Sonrió en complicidad recordando al guapo chico de la fiesta de Carre y su pequeñísimo timing casi perfecto.
Casi, pues hubiera sido perfecto si al menos supiera el nombre del tipo.
Y quizás debió sentirse triste, era el escenario perfecto para experimentar su momento, pero por ahora le daría la razón a Freud... nada está conectado.
Además, incluso si lo estuviera, nadie más fue testigo. Claro, sería genial simplemente preguntarle a Carre, pero estaba demasiado oscuro cómo para poder describírselo, ¿qué le iba a decir? ¿"El chico guapísimo de ojos como gemas y risa adorable"? Encima, en la fiesta había demasiada gente, amigos de Carre, amigos de Robleis, amigos de los amigos de los amigos... quizás ni siquiera lo conocía.
Se reclinó en su silla. Sería su pequeño secreto.
—Cambiando de tema —Mariana aclaró su garganta, mirando a Roier con diversión— ¿Cuándo nos vas a contar de tu ligue en la fiesta de Carre? ¿Eh, Roier?
¿O no?
—¡¿QUÉ?! —Quackity se levantó de su asiento, golpeando con ambas manos la mesa— ¡¿EL ROIER YA TIENE GALAN?! ¡¿Y ME LO PERDI?!
Roier podía sentir el calor subiendo por sus mejillas.
—¡NO TENGO GAL--
—¡Pues por qué no vas, pinche Quackity! —Rivers interrumpió al castaño antes de mirar a Mariana con sorpresa— Pero ¿apoco sí? Ni me dí cuenta...
—¡No! ¡¿Cómo te ibas a dar cuenta?! ¡Si estabas muy ocupada retando a todo mundo a pelear! —giro los ojos el más alto, continuando— Resulta que el Roier fue a buscarte, pero cómo no volvía fui a buscarlos yo, te encontré a ti a punto de golpear a un chico que medía dos veces tú y a este cabrón bien a gusto en los brazos de un tipo.
Roier ocultó su cara entre sus manos por la vergüenza, Quackity lo miró varios segundos antes de ponerse casi a llorar.
—¡Y NO LO NIEGA! ¡No sé qué me duele más! ¡Qué no me lo dijera o que le pasara antes que a mí! —lo codeó— ¿Y? ¿Lo hace rico?
"Mátenme" pensó Roier, "mátenme ahora, por favor"
—Quackity, te juro que no es--
—¡Y TU! —la voz de Mariana, fuerte y estresada, mientras de levantaba y estiraba a lo largo de la mesa hacia Aldo volvió a interrumpirlo— ¡¿QUIERES YA DEJAR ESE CELULAR?!
Tomándolo desprevenido, alcanzó a arrebatarle su teléfono antes de que se diera cuenta.
—¡OYE!
—Estamos aquí presenciando como nuestro niño ya es todo un hombre y tú estás ocupado viendo —arqueó una ceja mientras veía la pantalla— ¿Fotos de coches por detrás?
El repentino cambio de tema hizo a todos mirar hacia el más alto, quién dejó el teléfono sobre la mesa para que todos vieran.
Quackity apenas alcanzó a llevarse una mano a la boca, ahogando un grito y señalando al de gafas acusadoramente.
—¡¿Por qué tienes eso?! ¡¿Me hackeaste?! ¡Mira Aldo! Se que eres un genio de las computadoras y esas mamadas ¡Pero puedes ir a prisión por algo así!
—¿De qué hablas? —Aldo lo miró, confundido.
—¡De que no puedes robar evidencia de un juicio así como así, pendejo!
—¿Qué dices? —rio por lo bajo— Esa foto la tomé yo mismo, wey. Del día que casi atropellan al pendejo de Roier.
—¿Qué? —el de beanie parpadeó.
...
Los cabos se ataron demasiado rápido.
—Entonces... —Mariana rápidamente volvió a sentarse, sacando un cuaderno y bolígrafo.
—El lunes que casi atropellan a Roier, Aldo tomó las fotos y metió la denuncia —iba recitando lentamente, esperando confirmación de los involucrados.
—¡Oh! —añadió Aldo rápidamente— No olvides que fue en el coro de "Pompeii", así que hasta su timing hizo.
—Buen dato, y luego —continuó Mariana—, el miércoles le asignaron a Quackity el caso de ese conductor, y por eso pudo conocer al decano de Literatura, le contó de Roier y le propuso cambiarse de carrera.
Rivers, sin entender realmente, se cruzó de brazos sobre la mesa, mirando con interés.
—Y el sábado que volviste a ver tu viejo diario que casualmente cayó de la estantería, decidiste darte de baja de Filosofía para entrar a Literatura.
Silencio.
—Roier —Mariana se giró a mirarlo con una sonrisa—, creo que lograste tu sincronicidad después de todo.
La mirada del castaño estaba clavada en el papel frente suyo, un sentimiento de alegría burbujeando en su pecho.
Era cierto. Lo había logrado ¡Todo estaba conectado! Dos o más sucesos relacionados de forma no causal--
Unos bonitos ojos morados lo miraron desde dentro de su cabeza y Roier por poco perdió el aliento. Sonrió de lado, y es que, aunque fuera cierto, algo en él no quería aceptar que el misterioso chico de la fiesta no estaba para nada relacionado en su gran momento.
—Parece... pero creo que no, quizás solo son sincronismos, ¿sabes?
Mariana, sin entender, arqueó ambas cejas.
—¿De qué hablas? Literalmente todo encaja.
"No todo" pensó con tristeza mientras se levantaba.
—No me malentiendas, wey, obvio agradezco la oportunidad que me dio el destino, solo creo que no es lo que estaba buscando en primer lugar — encogió los hombros, mirando la hora en su celular—, en fin, creo que me voy yendo, todavía tengo que comprar unos libros para el lunes.
—¿Ya? Bueno —Quackity estuvo por sacar tu calculadora—, si dividimos la cuenta a ti te toca--
—Tú pagas mi parte, que me la debes de la vez pasada, pendejo —el castaño le sacó la lengua sonriendo antes de encaminarse hasta la puerta.
...
Los cuatro amigos se quedaron en silencio un momento más, antes de que Mariana volviera a romperlo.
—¿Quién lo entiende, mien? —resopló, arrancando la hoja de su cuaderno y arrugándola—, llevaba semanas mame y mame que iba a hacer su timing y su sincronicidad y ahora que la tenía dice que no lo es.
—Bueno —Quackity giró los ojos, mientras sacaba más billetes para pagar la parte de ambos—, tendrá sus razones, es Roier, wey, no es muy fácil saber lo que piensa.
—El caso es que ya empieza en algo que sí le va, no pensemos tanto en eso —agregó Aldo con una sonrisa—, ah Rivis, ¿me pasas mi teléfono?
Rivers tomó el teléfono que aún estaba sobre la mesa y observó la fotografía en él antes de reír por lo bajo.
—Mira, se parece un chingo al coche que según Carre nunca llegó a recogerlo para el sparring con Uni, me mostró las fotos de cómo quedó después del golpe que tuvo, aunque claro, aquel tenía una calcamonía de un oso...
La rubia alargó la última palabra dejando de sonreír cuando, repasando el resto de las fotos de la galería, vio en una de ellas un adorable osito negro en la esquina inferior del vidrio trasero.
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Roier se removió... o más bien, se hundió aún más, si era posible, en la cómoda silla reclinable de terciopelo morado, suspiró en total dicha, en serio, estaba luchando por no quedarse dormido cuando una risa frente suyo lo sobresaltó.
—A que son cómodas —sonrió el hombre al otro lado del escritorio mirando un momento por encima de la carpeta entre sus manos—, me temó que las sillas de las aulas, aunque de excelente calidad, no son tan buenas como estas, pero eres bienvenido cualquier día que gustes, para charlar o simplemente tomar una siesta, siempre y cuando no interfiera en tus estudios, claro está.
Los colores subieron por el rostro de Roier mientras sentía el sueño abandonarlo por completo.
—¡No! ¡No! ¡¿Cómo cree?! —se enderezó rápidamente— Lo siento mucho, señor.
—¡Argh!
El hombre soltó de golpe la carpeta y se llevó una mano al pecho, Roier se levantó de un salto. Increíble. Su primer día oficial como estudiante de Literatura y ya había matado al decano de un ataque por su estupidez.
...aunque pensándolo bien, era una gran historia... rezando por el alma del hombre hizo una nota mental para anotarla en su diario tan pronto saliera de la oficina... o de prisión...
Estuvo por gritar para pedir ayuda cuando el hombre soltó una carcajada.
—Perdón por asustarte, hijo —sonrió con todos los dientes, invitándolo a tomar asiento—, suelo ser algo bromista, ya te acostumbraras.
Roier arqueó una ceja con diversión ¿lo haría?
—Pero por favor no me digas señor —lloriqueó un poco—, sí, claro, podría ser tu padre, pero es tan anticuado, lo detesto.
—Bien se-- mmm... es decir, ¿cómo debería llamarlo entonces?
—Bueno, los de primer año suelen llamarme decano, pero para cuando llegan a tercero se sienten más en confianza y me llaman simplemente Vegetta —terminó extendiendo su mano para un amistoso saludo.
El castaño sonrió estrechando su mano antes de volver a enderezarse en su asiento y que Vegetta volviera a su expediente.
—Así que, Roier —empezó—, veo que te iba bastante bien en tus clases, fue una suerte que pudieras revalidar casi todo con nosotros, aunque tendrás que dar un esfuerzo extra durante este año ya que empiezas a medio ciclo, pero creo que te integrarás pronto.
—Eso es lo que pienso hacer —contestó con una sonrisa—, y de nuevo, gracias por la oportunidad.
—Ni lo menciones —Vegetta agitó una mano mientras tomaba cuidadosamente las hojas de su escritorio para volver a armar el expediente del castaño—, me parece fascinante tu entusiasmo y creatividad, ¿llevar a la práctica una teoría para entenderla? ¿y ponerle de tu propio toque? es justo lo que necesitamos en el programa de Humanidades, al cual espero tan pronto logres aclimatarte al ritmo de la facultad consideres unirte.
Vegetta, al contraste de su alma tan jovial, era bastante sabio en realidad, pensó Roier, una parte de él temía que parte de devolverle el favor de ayudarlo a cambiar tan rápido de facultades sería su inscripción inmediata al programa, pero muy responsablemente le dio la oportunidad de primero ponerse bien al corriente de sus nuevas clases.
—Lo pensaré —dijo, aunque por dentro sabía que eventualmente entraría— ¿tendrá información sobre eso?
—¡Oh! ¡Pero claro! ¡Eso es lo que me gusta ver! ¡Entusiasmo ante todo!
Rodeando su escritorio, sacó enseguida un conjunto de hojas con información detallada sobre el programa y algunas de las materias extracurriculares, decir que Roier quedó fascinado con apenas la primera página era poco.
—Se qué tenía unos folletos por aquí también —Vegetta murmuró—, debes disculparme, Roier, han sido un par de semanas complicadas, tú sabes, con lo de mi bobo esposo casi matando a un pobre chico y todo eso.
—Ah, sí... —Roier tragó duro, sabía que eventualmente tendría que contarle que él era el responsable de sus recientes desgracias, quizás solo esperaría a que se le pasara la novedad...
—Pero seguro la secretaria tiene un par, quédate aquí y voy volando a por ellos.
Tan pronto la puerta se cerró tras Vegetta, Roier volvió su mirada a las hojas en sus manos. En verdad era increíble la cantidad de temas que el programa abarcaba, y por imposible que pareciera, cada uno le interesaba más que el anterior.
Era tanto material que Vegetta, quizás en un esfuerzo por no gastar tanto papel, utilizó una letra muy pequeña, suspirando, Roier sacó sus gafas de lectura de su mochila para continuar leyendo.
—Y los tengo —Vegetta volvió a los pocos minutos a su oficina, enarcó una ceja al mirar el rostro del castaño—, caramba, Roier, ¿usas gafas? Pero si eres todo un estuche de monerías.
Roier rio por lo bajo, deslizando sus lentes por el puente de su nariz, acomodándolos.
—Solo para leer de cerca —sonrió ligeramente antes de tomar los folletos de mano de Vegetta.
—Bien, pues sería todo por ahora, muchacho —le sonrió, abriéndole la puerta—, tomé casi toda tu primera hora con mi charla, y según tu horario estás libre hasta dentro de un par de horas más, ¿por qué no paseas un poco por el campus? Ve a la cafetería por algo de comer, yo invito, solo diles que te envié.
El estómago de Roier respondió por él, y agradeciendo una vez más antes de salir, Vegetta lo miró hasta que desapareció escaleras abajo.
—Así que Roier —susurró para sí mismo mientras cerraba la puerta y volvía a su escritorio—, chico interesante...
Su celular sonando lo sacó de sus pensamientos, contestó sin mirar, sólo con el tono sabía de quien se trataba.
—¿Cómo va todo, chiqui?
—¡Vegetta sácame de aquí por favor! —contestó enseguida la voz del otro lado de la línea en un tono dramático—, me están obligando a practicar como estacionar con un cochecito de esos que le comprábamos a Spreen cuando era bebé, no puedo con esta humillación.
—Cierra el pico y vuelve a clases, Rubius, ya hablamos de esto —contestó Vegetta en voz baja pero autoritaria—, agradece que no mataste al pobre chico, y reza porque algún día sepamos quien es para que puedas disculparte con él en persona.
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Un par de pisos abajo, Roier de pronto estornudó, deslizando nuevamente sus gafas por el puente de su nariz, ¿alguien estaría hablando de él?
Sacudió su cabeza antes de regresar la mirada a las hojas entre sus manos, aún demasiado enfrascado en todo lo que el programa de Humanidades tenía por ofrecer. Hacía años que no sentía tanta motivación para comenzar sus clases.
Se abría paso solo mirando de reojo por donde iba, caminar sin mirar era una habilidad que había adquirido desde niño cuando se rehusaba a dejar de leer cuentos, aunque sus padres y amigos preferían llamarlo "mal hábito"
—¡Uy! —una chica chocando con su hombro lo desestabilizó un poco— ¡Lo siento!
—No, perdón yo, no veía a donde iba —se disculpó Roier y tras asegurarse que la chica estaba bien suspiró.
En verdad debería dejar de leer mientras camina, sobre todo en un lugar aun nuevo para él.
Y lo hubiera hecho, de no ser porque en ese momento su mirada cruzó con una frase impresa en las hojas.
"No existe el azar; y lo que a nosotros nos parece un simple accidente surge de la fuente más profunda del destino. - Friedrich Schiller"
Sonrió divertido mientras seguía caminando, releyendo la frase que lo inició todo una y otra vez, y esta vez el nombre del autor estaba escrito correctamente.
El inconfundible aroma a comida llegó a su nariz, y guiándose con su olfato y el bullicio propio de una cafetería dio con el lugar, agradeciendo sin mirar a la persona que sostuvo la puerta para él.
Apenas había dado un par de pasos dentro, cuando resbaló con algo en el suelo.
Arrojó al aire dramáticamente los folletos del programa de Humanidades, mientras gritaba por la sorpresa, genial, no había matado al decano de un infarto, pero sí que se humillaría en público en su primer día de clases...
Sus anteojos salieron volando y cerró los ojos con fuerza, preparándose para el impacto contra el suelo, cuando un par de fuertes brazos lo sujetaron, uno por la cintura y otro por los hombros deteniendo su caída antes de ser atraído hacía algo cálido.
Abrió los ojos y el tiempo se detuvo.
Gafas oscuras, extremadamente guapo, con un aire de misterio y frialdad...
Sus miradas se encontraron... el resto del mundo desapareció.
—Vos sos... —murmuró su salvador, examinándolo tras las gafas oscuras.
"Hola, soy Roier, gracias por ayudarme" es algo que debió decir, pero en su lugar Roier solo atinó a decir lo primero que cruzó su mente:
—El fuck boy...
El chico arqueó una ceja con incredulidad y resopló con diversión, rompiendo instantáneamente el mágico momento.
—... ¿qué?
—¡Nada! ¡Perdón! ¡Digo, gracias!
Roier se removió entre sus brazos para enderezarse correctamente, miró hacia atrás para ver una terrible mancha de salsa cátsup embarrada en el suelo.
Bien, eso era raro...
—Espera a que le cuente a Mariana sobre mi "estúpido e improbable" sincronismo —murmuró con una sonrisa, agachándose a recoger sus cosas del suelo.
El misterioso chico lo miró, debatiéndose internamente antes de decidir acercarse a ayudarle a recolectar las hojas—¿Sincro qué?
—Sincronismo —repitió Roier sin mirarlo, suspirando aliviado al ver que sus gafas no se habían roto con la caída—, básicamente una casualidad y ya.
Varios segundos después, ambos se incorporaron del suelo, el misterioso chico le tendió las hojas que había recolectado.
—Ya... —alargó la palabra antes de continuar— Y no es más como... ¿destino? ¿Sabes? Cómo algo que no podes explicar bien por qué pasa, pero que parece cómo no sé... ¿conectado? —resopló entrecortadamente— Sé que suena a una boludez, pero... ¿entendes?
Roier le sonrió con ternura, era adorable.
—Sé a qué te refieres, y lo creas o no eso que dices tiene nombre, se llama "sincronicidad", la definición oficial es muy aburrida, pero para que me entiendas, es como un momento mágico.
—¿Magia?
El castaño tuvo un fuerte déjà vu, era casi igual a su conversación con Mariana de semanas atrás.
—Llega cuando menos lo esperas, pero siempre en el momento exacto... algo como un "timing perfecto"
El silencio del chico frente suyo lo animó a continuar.
—¿No te ha pasado que estás escuchando música, y en el drop, o el coro, o una frase ocurre algo en la vida real?
Aun con las gafas cubriendo sus ojos, Roier pudo verlo sorprendido, Roier contuvo un jadeo ¿quién, además del fuck boy de su imaginación, usaba gafas de sol en interiores? Pero puta madre, le quedaban de maravilla.
—¿Cómo por ejemplo? —preguntó en un hilo de voz.
Esta vez Roier no pudo contener una risa, recordando sus intentos fallidos.
—Cómo cuando sientes que algo pasará si cierras los ojos y das un paso al frente, aunque por poco termina casi tan mal como Pompeya. O cuando intentas animar a un amigo a enfrentar sus miedos por sus sueños, porque sientes que él también puede ser un fénix... o cómo cuando —redujo su risa a una sonrisa tímida mientras bajaba la mirada— cómo cuando estas en una fiesta, donde caes por accidente en los brazos de un perfecto extraño... o un extraño perfecto, y es lindo, y sientes que él piensa lo mismo, pero fuiste tan tonto que ni siquiera pudiste presentarte y ahora no sabes si algún día lo volverás a ver...
Suspiró. ¿Qué hacía aquí contándole su vida a... bueno, a otro perfecto extraño? Seguramente pensaría que estaba loco.
—Bueno, gracias de nuevo, en serio, creo que debo irme.
Apenas pasó por un lado del chico cuando sintió una mano sujetando su muñeca, deteniéndolo abruptamente.
—Todo me ha ido mal en las últimas semanas.
El abrupto movimiento y cambio de tema sorprendió a Roier, quien alzó la mirada para ver el perfil del chico.
—Me obligaron a tomar unos cursos de literatura según porque por ser hijo de quien soy debería saber al menos lo básico, se me da fatal, te juro que creo que lo decepciono, luego le quedé mal a un amigo y creo que por eso lo lastimaron, aun así, me consideró y me invitó a una joda en su casa, y me la estaba pasando re piola, pero luego me llaman mis viejos diciendo que no iban a poder pasar a recogerme porque uno iba a prisión —resopló al recordar la cómica llamada telefónica— re exagerados eran...
Sin soltarlo aun de su agarre, con su mano libre se retiró un auricular de la oreja, esperando que el aun extrañado Roier asintiera, lo colocó con cuidado en el oído del castaño, para después tomar su celular.
—Mi amigo —continuó sin despegar la mirada de la pantalla— se la pasaba jodiendo que obviamente era por mi horóscopo, algo de que los planetas no estaban alineados y tendría un mes complicado, que se yo. Re esotérico era, aunque seguro vos ya lo sabes también, Carre es de presentarse y ya de una te está hablando de esas boludeces.
Roier estaba por interrumpirlo, pero la mención del nombre de Carre lo dejó sin palabras por un momento.
—Espera... —parpadeó repetidas veces, entendiéndolo todo y nada a la vez— ¿qué--
—Pero es un buen amigo, ¿sabes? —lo interrumpió, sonriendo— Aunque algo pelotudo, estaba re feliz a pesar de que lo dejaron hecho pija, hablándonos a Robleis y a mí del amigo de Rivers y las sincronizadas —resopló divertido—, así que se llama sincronicidad, ya decía yo que el nombre no podía estar bien, y no soy mucho de creer esas cosas, pero me re gustó esa idea del timing que intentaban hacer antes de que le dieran una paliza, aunque la explicó para el orto...
Roier olvidó como respirar cuando el pelinegro se quitó las gafas mientras giraba el rostro para mirarlo directamente a los ojos, confirmando sus sospechas.
Enmarcadas en lindas pestañas negras, bellas amatistas igual, no, incluso más brillantes que aquellas que vio esos breves segundos semanas atrás lo miraron de vuelta con la más preciosa sonrisa con todos los dientes.
—Vos lo explicas mucho mejor, Roier.
—Eres...
—Y la verdad me chupa un huevo si es o no sincronicidad, pero lo del timing lo entiendo porque, aunque ni en pedo se lo diré a Carre, yo lo había estado intentando desde que me lo contó, y estuve por dejarlo, pensando que era una boludez, cuando justo en una joda donde todo empezaba a ir mal de nuevo, un chico perfecto se chocó conmigo.
Lo siguiente que Roier supo fue una melodía que conocía bastante bien por el auricular que ya casi había olvidado tenía aún en su oreja...
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¿Cómo era esa estúpida Ley? ¿Murphy? Si algo puede salir mal, saldrá mal. Spreen no solía creer en ese tipo de tonterías, pero esto ya era ridículo.
Primero, el estúpido curso de Literatura y la "sutil" indirecta de su padre de unirse a su programa de Humanidades el próximo año.
Luego lo de su otro bobísimo padre, casi atropellando a un peatón, dañando la llanta del coche y por ende no llegando a tiempo para recogerlos a él y a Carre, después de asegurarle al más bajo que él podría acercarlos al gimnasio.
Y ni hablar de la paliza que le dieron a Carre por tener que cambiar el día de sparring... era imposible no sentirse culpable por eso, a pesar de las repetidas veces que su amigo le decía que no había drama y que incluso fue lo mejor.
¿Qué tenía de bueno ser apaleado hasta perder la conciencia por la campeona por un sincronizada? Al menos la idea del timing con canciones era re piola, y Spreen, siendo tan competitivo y perfeccionista como era, no iba a privarse de intentarlo por sí mismo.
Y quizás esperaba lograrlo de una, y poder echarle en cara al tal "Roier", si algun día lo conocía, lo sencillo que era hacer un timing perfecto, y mejor aún, sin tener que poner en riesgo la integridad de un amigo en el proceso.
...
Sorpresa: No era nada fácil. Y Spreen, siempre acostumbrado a que todo le saliera bien, ahora añadía a su lista de eventos desafortunados el no poder encontrar su momento.
Decir que desde entonces habían sido días complicados en su vida era poco, pero gracias al cielo su suerte por fin empezaba a cambiar.
O eso pensaba, hasta que, interrumpiendo el que juró sería su último intento, una llamada lo regresó a su desgraciada realidad actual.
—¡¿QUE?!
Spreen se retiró el auricular derecho para llevarse el teléfono al oído, jadeando estresado cuando la canción que justo estaba escuchando volvió a iniciar en el izquierdo.
—¡A ver! ¡Calmate! ¡¿Qué decís?!
"Baby, I'm dancing in the dark"
Se abrió paso por la sala hasta la improvisada pista de baile, donde se detuvo abruptamente.
Fue tan solo un segundo.
—¡CUIDADO!
Pero fue el único segundo que necesitaba.
Lo siguiente que sintió fue a alguien chocando contra su costado, por inercia llevó su brazo libre para estabilizarlo, oye, el que a él se le estuviera viniendo el mundo encima en tragedias no significaba que los demás deberían pagarla.
"With you between my arms"
"Barefoot on the grass"
—¡Perdón! —exclamó el chico ahora aprisionado entre su brazo izquierdo y cuerpo.
El cerebro de Spreen hizo corto circuito, la voz paniqueada del chico, la fiesta alrededor, la voz de su padre en un oído y "Perfect" de Ed Sheeran en el otro.
"Listening to our favorite song"
En serio tenía que poner en orden su vida...
—Eu, no, no, fui yo boludo —giró los ojos antes de cruzar miradas con él—, perdón, no venía viendo una mierda...
"I have faith in what I see"
Cabello castaño con varios mechones sueltos y bañado en luces neón, ojos grandes y marrones, el más tenue rojo en la punta de su nariz y mejillas, y una respiración agitada escapando en pequeños jadeos irregulares de entre los más bonitos labios que había visto nunca.
"Now I know I have met an angel in person"
"And she looks perfect"
El Spreen de toda la vida hubiera celebrado. En tu cara, Carre y Roier, esto era un timing perfecto.
"I don't deserve this"
"You look perfect tonight"
Pero el Spreen del aquí y ahora solo tenía la suficiente fuerza mental y física para controlarse de no acercarse a probar esos labios.
Fuerza que estaba a punto de perder...
—¡¿Hola?! —interrumpió una voz chillona del teléfono que, recién notaba, llevaba el castaño en su mano— No, creo que se murió el pendejo... ¡Escucha te llamo mañana, ¿sí?!
Avergonzado, Spreen soltó lentamente su agarre en la cintura del contrario.
Inhaló y exhaló un par de segundos, hasta que logró armarse de valor y volver a mirarlo a los ojos.
—Escucha, yo... —perfecto, ¿en serio estaba balbuceando? — Lo siento, debí mirar--
—¡¿Hijo?! ¡Soy papá!
¿Lo ven? Desgracia tras desgracia.
—¡Contesta por favor! ¡No sé cuánto tiempo me quede!
Iba a matar a sus padres, en verdad, iba a matarlos... ¿en serio le acababan de joder la conversación con el que debería ser el chico más perfecto que había visto en su vida?
"Ley de Murphy" repitió con amargura en su cabeza, "Cuando algo puede salir mal, saldrá mal..."
Ahora pensaría que está loco...
—Wow, no sé qué pase, pero suena grave...
Pero para su total sorpresa el bonito chico le sonrió tímidamente, y Spreen, sin saberlo en ese momento, acababa de terminar su racha de mala suerte.
—Ya, un dramático —rio por lo bajo rodando los ojos—, pero creo que debería... vos sabes... sí...
—¡Oh! ¡Claro! ¡Si! ¡Digo! ¡Pues es sobre tu padre y eso! ¡Por cierto! ¡Soy tonto!
¿Era posible sentirse más encantado por el adorable chico frente suyo?
—¡Digo! ¡No! ¡No soy tonto! Bueno, la verdad es que sí, pero no era lo que quería decir, yo... aaaay ¿¡qué vergas estoy diciendo!?
Si. Si era posible, se respondió a sí mismo sonriendo divertido
Estuvo por ayudarlo a salir de su evidente ataque de nervios para presentarse el primero, cuando de pronto un chico alto con gafas tomó al castaño del brazo, alejándose con él a rastras lentamente.
Y nuevamente luchó consigo mismo, por alcanzarlo, tomarlo del otro brazo, atraerlo hacía él y no soltarlo nunca más, logrando contenerse cuando vio su semblante preocupado, seguro era algo importante.
Sonrió ligeramente dándole un suave saludo antes de apartar la mirada y volver al teléfono.
Spreen no creía en se tipo de cosas, pero algo en los ojos del castaño y en su propio pecho le hizo querer empezar a hacerlo.
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Para cuando la canción terminó, Roier levantó la mirada, no sabiendo que decir o hacer realmente.
Para su alivio y sorpresa, su perfecto extraño pareció notarlo.
—Mucho gusto, tonto —susurró, retirandole el auricular, estrechando ligeramente su muñeca y enviándole a Roier tanto un escalofrío por toda su espalda como un nuevo ritmo eternamente acelerado a su corazón—, yo soy Spreen.
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—¡Qué romántico! ¡Cuéntalo de nuevo! —el castaño apenas lograba contener sus lágrimas, siendo arrullado en los brazos del pelinegro.
—Claro, mi vida —le dio un suave beso en la frente— ¿Desde qué parte?
—Desde la parte de la fiesta —enterró sus dedos en el suave cabello negro cayendo por su nuca.
—Bien... —empezó— Y ahí estaban, Spreen y Roier, cada uno preocupado en sus propios asuntos cuando de pronto Roier fue empujado, estuvo por caer y sufrir numerosas heridas graves, y ni hablemos de la terrible humillación, cuando Spreen, en un acto de gallardía y amor desinteresado, lo atrapó entre sus brazos atrayéndolo hacía su cuerpo, sus ojos se encontraron y--
—¡¿Podes parar?! —Spreen explotó finalmente, rostro completamente rojo, mientras veía de reojo a Roier, con el rostro seguramente más avergonzado aun, oculto tras sus dos manos.
—Míralo, se puso nervioso —Rubius se burló entre risas—, hombre, que no tiene nada de malo, es tierno, no hay de que avergonzarse.
—Cierto, chiqui —Vegetta rodó los ojos—, para vergüenzas, tu padre, que por dejar todo a última hora y pasarse un rojo por poco te deja sin tu alma gemela.
—¡PROMETISTE QUE NO VOLVERIAMOS A HABLAR DEL TEMA! —Rubius lloriqueó apuntándolo acusadoramente— ¡Además Roier ya me perdonó por eso hace meses!
La mención de su nombre, y el abrupto cambio de enfoque de otra de las vergonzosas sesiones de "incomodemos a Spreen y Roier" de sus suegros hizo al castaño mirar entre sus dedos, encontrándose con la ya típica escena de Vegetta y Rubius discutiendo.
Spreen, a su lado, lo codeó ligeramente antes de tomar su mano y entrelazar sus dedos.
—Perdón, posta —murmuró para que solamente él pudiera escuchar—, les he dicho que ya no molesten con eso, pero ya sabes cómo son.
Roier sonrió, apenas dejando de gritar internamente como colegiala enamorada por las atenciones de su novio.
—No pasa nada, es lindo recordarlo —respondió en voz igual de baja, resoplando divertido—, aunque Vegetta suele dramatizarlo un chingo...
—Ya —rio por lo bajo el pelinegro—, vos sabes, la literatura, club de teatro y todo eso.
Un año había pasado desde aquella bonita reunión en la cafetería. No había que ser un genio para saber que entre Roier y Spreen todo fue a mejor desde ese día.
Todo diferente, porque todo cambia constantemente, pero igual en cierta forma.
Quackity lloró. Lloró lágrimas reales. Entre feliz y triste por Roier por haberlo dejado por un par de ojos bonitos (Roier no tuvo argumentos contra eso, los ojos de Spreen eran preciosos en verdad) y alternaba frases como "¡Viva el amor, carajo!" y "¡Me voy a morir solo y sin conocer el amor!"
Sin embargo, aunque la vida amorosa de su amigo parecía no avanzar, la escolar y posteriormente laboral iba viento en popa, pues tras aquel primer caso, de pronto Sapo Peta comenzó a considerarlo para las grandes ligas, al parecer en efecto "Quackity estaba destinado a grandes cosas" ... el juez decano y su forma tan arcaica de hablar seguía siendo un misterio para todos.
Rivers seguía siendo campeona, para sorpresa de nadie, aunque en un giro sin precedentes, decidió tomar cursos en vacaciones de, para sorpresa de todos, Filosofía. Alegaba que bastante buena debía ser si ella sola fue la primera en probar que Roier en efecto había logrado su experiencia sincrónica, antes que el propio Roier y antes que el sabelotodo de Mariana.
Y sí, era bastante buena. De hecho, era tan buena que Mariana pronto pasó de ser quien le enseñaba lo básico a atender un seminario especial de la rubia patrocinado por el gimnasio: "Golpes de Sabiduría: Filosofía desde el Ring" ¿Lo bueno? Había formulado una teoría bastante interesanteque relacionaba sus ahora dos pasiones, ¿lo malo? Literalmente daba "golpes" para probarla.
Con tanto ajetreo, Roier prácticamente había olvidado su deuda con Aldo, solamente la recordó cuando el de gafas mencionó lo agotador que era su nuevo trabajo de medio tiempo. Spreen estaba ahí, y tras saber todo el contexto le pidió (obligó) a Rubius amablemente (lo amenazó con acusarlo con Vegetta) que pagara por el costo total de la consola.
Y aunque en teoría Spreen y Aldo deberían sentirse incómodos ya que el último técnicamente denunció a su padre hasta llevarlos a la corte, en realidad se llevaban bastante bien, pronto compartieron un nuevo hobby los dos: humillar entre ambos a Mariana en las, ahora de cuatro miembros, tardes de videojuegos de los sábados.
Y luego estaba Mariana...
Aun recordaba el rostro sorprendido de Mariana cuando ataron todos los cabos sueltos. Mariana también lloró, aunque le hizo jurar no contárselo a nadie.
"Estas bien pinche guapo, eres a toda madre, te cambiaste a la carrera de tus sueños ¿y no contento con todo eso encima traes bien enculado al vato perfecto por obra del mismo destino? No mames, mien, eres el protagonista de la vida, eres t/n, déjanos algo a los pinches mortales como yo" le dijo entre risas y lágrimas.
Roier negó con la cabeza resoplando divertido, Mariana solía exagerar las cosas.
—¡Suerte tienes que no te haya denunciado él, ni Spreen ni yo! —continuó el argumento Vegetta, llevándose una mano al rostro en un, bastante bien actuado, gesto de tristeza— Claro, que Spreencito no lo conociera sería una tragedia, pero ¿qué habría hecho yo sin mi alumno y delegado estrella?
—Y dale —bufó molesto Spreen, levantándose de un salto y llevando a Roier consigo—, de todos modos ya tenemos que irnos, quedamos con los pibes a las 3, ¿no?
El castaño asintió, divertido y, despidiéndose en silencio de los hombres aun discutiendo frente suyo, salieron juntos de la oficina del decano hacia la cafetería.
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—Vaya, ya era hora.
Mariana alzó la mirada de su portátil al escuchar la voz de Aldo, miró hacía la entrada de la cafetería para encontrarse con Roier y Spreen buscándolos con la mirada.
—Seguro andaban en algún salón vacío dándose unos buenos besotes —agregó Quackity entre risas.
Rivers, Aldo y Carre rieron ante la broma del chico mientras Mariana observaba al par de enamorados, sonriendo con nostalgia.
Tres años atrás, estaba preocupado por si Roier llegaría a ser realmente feliz. Ahora, no le quedaba duda alguna de que eso también formó parte de una gran sincronicidad que siempre fue la vida del castaño.
Para cuando el par llegó a su mesa, Mariana cerró rápidamente la tapa de su computadora con la excusa de saludarlos.
Sabía que aun quedaban al menos dos años para pensar en eso, pero su historia lo inspiró a empezar el borrador de su tesis, y aunque tenía claro el título y que le pediría a Roier le diera el honor de ser el primero en leerla, no quería mostrársela hasta la tuviera terminada:
"SincroJungcidad"
Mientras es importante, y mantengo mi postura referente a la busqueda del conocimiento de la vida y el mundo a través de la Filosofía, esta tesis busca llevarlos a un "viaje a través del tiempo", a nuestra infancia.
¿Recuerdan cuándo dormíamos ilusionados por Noche Buena, imaginando ver nuestro regalo perfecto bajo el árbol la mañana siguiente? ¿Y lo que sentimos cuándo comprobamos que en efecto recibíamos lo que deseábamos?
Ahora como adultos, sabemos que aquello no era más que una serie de eventos temporales y no causales (portarnos bien a lo largo del año y poner nuestra carta en el árbol) relacionados entre sí (todo pensado para el gran día), culminando en una experiencia significativa (el regalo perfecto).
Pero para nosotros de niños, eso era magia.
A través de las siguientes páginas, los invito a dejar atrás al aburrido adulto y volver a ser aquellos niños.
Porque las casualidades son magia, llegan cuando menos las esperas, pero siempre en el momento exacto.
Como escuchar a un buen amigo soñador interpretar a su manera las teorías de los grandes sabios del pasado.
Conocer a tu futuro suegro en una experiencia casi mortal.
Ser invitado por el chico al que le prácticamente le provocaste una paliza a una fiesta dónde te enamorarás de un extraño a primera vista.
Reencontrarte con la que siempre fue tu verdadera pasión y vocación tras casi darte por vencido.
Vivir un cliché de película estúpido e improbable con quien seguramente será tu futuro esposo.
Y ¿por qué no? Como cuándo estas escuchando una canción y en el momento indicado ocurre justo lo que dice. Un timing perfecto.
Suena loco, ¿no? Porque lo es.
Pero aunque no lo crean...
Todo está conectado.
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Gracias por llegar hasta aquí! agsasnkl y mil gracias por leer! 💖
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