You and Me
Aún no entendía muy bien dónde es que estábamos y por qué razón habíamos entrado por un callejón a aquel sitio. A lo lejos se podía escuchar un poco el bullicio de personas y algo de música techno de fondo.
Pero en cuanto nos adentramos más por aquel pasillo, las luces neón comenzaban a expandirse y en menos de medio minuto ya nos encontrábamos en la recepción de lo que parecía ser un centro de juegos o algo por el estilo; un joven atractivo un poco más joven que Yoongi salió detrás del mostrador, mirando por encima de sus hombros como si fuera un impasible guardaespaldas de los que solían cuidarlos todo el tiempo.
Yoongi y el chico intercambiaron una sonrisa rápida y eso me fue suficiente para entender que ya se conocían.
— Uno grande, Ricky. — Dijo Yoongi estirando su tarjeta de crédito hacia él, quien inmediatamente negó con ambas manos en el aire.
¿Un grande qué...?
De no ser porque confiaba plena y completamente en Min Yoongi, hubiera salido corriendo de ese lugar.
— No, no, no, esta va por mi cuenta, Min. — Guiñó el chico de pelo teñido color azul cielo. Acto seguido, revisó algunas cosas en su ordenador de última generación y tomó una tarjeta del enorme banco de carga a su lado, para salir del mostrador de un solo salto.
El chico encargó la recepción a una joven atendiendo la estación de comida y comenzó a caminar hacia uno de los pasillos iluminados en azul neón. Yoongi lo siguió y al notar que yo no estaba muy convencida por hacer lo mismo, suavemente tomó mi mano y emitió una pequeña sonrisa que me hizo sentir inexplicablemente hechizada.
Ricky apresuró su paso a través de otro corredor donde constantemente se detenía para verificar la ausencia de personas, por obvias razones. Sin embargo, a simple vista se notaba que el enorme lugar con varias puertas a la disposición, estaba al máximo cupo y que habían unas cuantas personas esperando fuera del local para poder ingresar.
— ¿Qué es esto?— Susurré curiosa caminando tras de Yoongi. La decoración de las luces brillantes neón y el umbral oscuro comenzaban a darme algunas pistas. ¿Un karaoke? ¿Un arcade?
— El lugar es suyo. — Dirigió la vista hacia Ricky, quien algunos metros adelante, se detuvo frente a una puerta deslizando lo que al parecer era una llave y nos dio el acceso. — Creo que te va a gustar.
— ¡Diviértanse, chicos! — Sonrió por última vez tras cerrarse la puerta e inmediatamente después activándose las luces de la inmensa habitación.
Y muy por el contrario de lo que imaginé eran los gustos de Yoongi, se trataba de un escenario completo de paintball. El lugar estaba completamente oscuro pero iluminado por paneles de luz fosforescentes, formando fortalezas y algún tipo de laberinto infinito.
En el muro más cercano, junto a los casilleros asignados para guardar bolsos, celulares o carteras, estaban colocados algunos chalecos de combate y armas largas con varias cargas de municiones debajo de ellas.
Creo que di toda la imagen de ser la persona más estúpida del mundo porque Yoongi sonrió al ver la "o" que formaba con mis labios al rodear el cuello para inspeccionar todo el lugar. Jamás había estado en algún sitio parecido.
— Esto es por dejarme ver una película fetichista de pies que seguramente Namjoon dirá es "arte". — Dijo conteniendo una sonrisa tras tomar una pistola ya cargada y disparar contra mi pantorrilla.
Sí dolió. Tal vez no al punto de hacerte llorar, pero el ardor del impacto contra la piel era perceptible por milésimas de segundo.
— ¡Ni siquiera me dejaste poner el chaleco! — Dije corriendo hacia el muro para tomar otra arma. No sabía como cargarla, pero algún ser supremo me iluminó e hizo evidente lo evidente: Solía había que quitar el seguro sobre el carrete de carga. - Esto es por querer salir cuando pudimos ver una película en tu casa. — Disparé hacia su brazo, ganándome la satisfacción de ver cómo fruncía el rostro con dolor y diversión.
— Jungkook iba a querer ver Iron Man otra vez. — Disparó de nuevo hacia mi estómago, queriendo contener una fuerte sonrisa tras recordarlo.
— Iron Man es una gran película, no lo juzgues. — Tiré el gatillo con dirección a su muslo, no pude aguantar la risa.
Yoongi corrió hacia el laberinto y yo lo seguí, sin poder creer aún que se trataba del mismo hombre que podía transformar mis emociones de un momento a otro. En un instante, Yoongi tenía la completa capacidad de ruborizarme, erizar cada parte de mi piel con una sola mirada y después, a consecuencia de una hermosa y amplia sonrisa, me tenía a sus pies, derritiendo mi corazón y rogando internamente porque me dejara protegerlo para toda la vida.
Y cuando la música ya había comenzado y las luces iban de un lado a otro haciendo confuso el escenario, como si se tratara de un niño de diez años estrenando un juguete, Yoongi salió disparado de un lugar a otro, haciéndome muy complicada la tarea de tan siquiera poder anotar un punto en mi favor.
Durante el juego, constantemente sentía los golpes de las bolas de pintura contra mi ropa dejando un leve ardor bajo mi piel, pero todo aquello no importaba en cuanto lo veía salir de alguna parte para hacer un baile gracioso con el cuerpo y los brazos, riendo como ya no recordaba era capaz de hacerlo.
Mis momentos favoritos eran cuando intentaba burlarse de mí pasándose por enfrente y su sonrisa burlona de victoria era borrada en cuanto yo anotaba un punto disparándole en el torso. Llegó un momento en el que me era difícil diferenciar si el ardor en mi abdomen era debido a las bolas de pintura golpeándome, a la risa que me provocaba haberme resbalado con la pintura, lo gracioso que era escuchar los gritos que daba Yoongi cuando llegaba a sus espaldas para dispararle o el hecho de que ambos estábamos cubiertos de pintura fosforescente y algo tan absurdo como jugar paintball, resultó ser tan divertido.
— Te ves horrible. — Soltó una carcajada en cuanto llegamos a la estación principal para descansar después de media de hora de perseguirnos en círculo.
— No más que tú. — Sonreí al ver su cabello completamente seco, pintando por la extraña combinación de colores.
Al verme en el espejo del lavadero en la pared, pude ver a lo que se refería. En realidad ambos acabamos con el rostro, el cabello y la ropa llena de pintura amarilla y roja. Jamás había entendido qué tanto amor propio tenían aquellas mujeres que "Se refrescaban el rostro" en algún lugar público sin el temor a quedar sin maquillaje, pero no había otra opción para mí si no quería ir por la calle luciendo como una modelo posmoderna.
Así que aclaré mi rostro con agua tibia, sequé mi piel con el aire que proyectaban mis palmas y cuando fue el turno de Yoongi, la grande hazaña fue correr a mi bolso, tomar un bálsamo labial tintado de rosa y colocarlo estratégicamente sobre mis labios, párpados y mejillas.
— Ricky es el hijo menor de un CEO que compró acciones de nuestra empresa. — Dijo tomando un poco de agua embotellada, mientras salíamos cautelosamente del lugar buscando al mismo chico entre los pasillos. -Quería ser artista y me contrató para producir su álbum independiente. Somos amigos desde entonces.
— Veo que Ricky te quiere mucho.— Rodeé el lugar con la mirada una última vez antes de salir del local. — Es decir, te dio preferencia y esas cosas.
Con sumo cuidado, ambos abrimos las puertas de la camioneta de Yoongi y dimos un vistazo hacia la puerta del lugar donde Ricky ya nos despedía con una tierna sonrisa.
Por un momento me preocupé por el estado en el que quedarían los asientos de piel del vehículo una vez que nos sentáramos en ellos, y me sentí aún más miserable en cuanto vi que Yoongi le daba una importancia de -100 al importe que costaría quitarles la pintura. Cosas de gente rica, supongo.
— Sí bueno, a veces vengo con Hoseok... cuando está decaído. — Respondió al ponerse el cinturón de seguridad y prender el aire acondicionado.
—¿Él decaído? — Musité cruzando los brazos a consecuencia del aire frío. — Imposible.
— Yo... no soy muy bueno consolando gente, así que este lugar es lo único que sé que puede ponerlo de buen humor cuando sucede. — Continuó alzando los hombros, como si ese bonito y atento gesto no fuera la gran cosa. — ¿Nos vamos?
Asentí con una sonrisa limitada, intentando cubrir lo conmovedora que había encontrado esa revelación.
"Yoongi no dice te quiero, pero lo demuestra de otras formas" ¿Recuerdan?
Conforme avanzábamos por las calles, durante esa hora de viaje, la plática y las risas por fin parecían como las de dos personas que se sienten en suma confianza con la otra; no había espacios vacíos, no había temas forzados, no había que cuidar qué decir y qué evitar. Ese momento con Yoongi, mientras nos dirigíamos a casa, era como otro precioso regalo que el futuro me daba como cierta consolación por todos los años que estuvimos alejados.
Siempre pasaba eso. Le temía, nos acercábamos, conectábamos y después ya no quería alejarme de él.
— Miah, al llegar a tu casa ¿Puedo lavarme el cabello? No quiero llegar así-
Pero me quedé estática sin escuchar las siguientes palabras.
Fue en un momento de distracción cuando recordé que era cerca de la 1:30 am, que mi madre estaba en casa y de alguna forma exigiría una explicación detallada del por qué había regresado cubierta de pintura y sobre todo, con quien- demonios- había- salido. Porque la excusa de las amigas, ya no tendría lugar.
— ¿Yoongi? — Musité volteando lentamente hacia él. Respondió al instante con un respingo esperando por lo que tuviera que decir. — Tengo un problema. Bueno, más bien... Mi madre está en casa.
— ¿La Sra. Ahn? — Preocupó su expresión sin dejar de ver el camino. —¿Está aquí? ¿Sabe que saliste conmigo? ¿Qué te dijo? Mierda. Bueno, perdón... No es que no me agrade tu madre pero-
— Ah, lo sé. Es mi madre y hasta yo quiero evadirla, lo sé... — Interrumpí. — Pero ¿Crees que podamos pasar a la oficina a usar las regaderas del gimnasio? — Seguí con el inexplicable miedo latente a que supusiera se trataba de una excusa infantil.
— No, está en reconstrucción ¿Recuerdas? — Mordió su labio con ansiedad. — A mi casa no podemos ir, todos van a empezar a joder con que qué hacíamos juntos y-
— Es eso o volver a hablar con mi madre, socio.
— Tienes razón, tienes razón. — Aceptó con un suspiro frustrado.
— Somos adultos ¿No? — Dije temerosa, con una voz que expresaba totalmente lo contrario.
Yoongi frunció el semblante y acto seguido rodó los ojos con escepticismo. — ¡Es un alivio que lo notes! ¿Y luego?
— Un hotel no es mala idea. Entramos, lavamos la ropa y salimos cada quien a su casa. — Traté de escucharme con naturalidad, como si el tema y la palabra misma de "Hotel" no me pusiera a temblar.
— Sí, claro. Voy a entrar a un hotel contigo. — Sonrió animadamente haciendo evidente el sarcasmo. — Si quieres hablo a la prensa y digo que estás embarazada y dejaré mi carrera.
— Que grosero. — Me defendí. — ¿Se te ocurre algo mejor, Yoongi?
Dio un largo suspiro y mientras únicamente el sonido del motor sonaba en el ambiente, de pronto pareció relajar su expresión y asintió como si la idea que tuvo, fuera la salida factible.
— Hay un lugar. — Dijo acelerando y dando vuelta en "U" hacia una zona de la ciudad que no esperaba.
Y todo por querer evadir a la encantadora señora Ahn.
La camioneta se detuvo en una de las calles posteriores a la zona comercial en Gangnam.
Se trataba de un complejo habitacional con la pintura color crema de la fachada comenzando a caerse por pequeños pedazos y unas cuantas grietas en la estructura externa, a causa de los años.
Me sorprendió bastante que el lugar contara con estacionamiento en la planta baja y que las pequeñas viviendas de 8x8 metros comenzaran a enlistarse a partir de las primeras escaleras. Incluso había portero: un agradable señor en sus 60 años que Yoongi saludó amablemente bajo el nombre de "Sr. Kim".
La camioneta blanca de Yoongi fue el elemento que rompía la armonía entre los autos sedán aparcados frente al muro oriente. En sí, todo él parecía completamente ajeno al lugar.
Salimos en silencio. Él tomó un bolso de deportes de la cajuela, cerró las puertas del auto con alarma y de un suave movimiento de cabeza, me invitó a seguirlo.
Utilizamos las escaleras porque Yoongi mencionó que nunca había confiado en el elevador del edificio: Los vecinos se negaban a pagar extra por el mantenimiento del mismo y a él le resultaba injusto tener que absorber un gasto colectivo solo por ahorrarse algo de ejercicio.
Al subir cuatro pisos, salimos el cubículo de las escaleras que parecían el escenario perfecto para una película de terror, tomamos dirección hacia la derecha y tres viviendas después, nos detuvimos en un departamento con el número "34" inscrito en un antiguo molde color cobre oxidado. Él sacó una llave pequeña del bolso de deportes y abrió la puerta, dejando el rechinido de las bisagras hacer eco en el oscuro interior.
— Adelante. — Dijo cuidando mucho el volumen de su voz. Claro que tenía que hacerlo, eran casi las dos de la mañana y los únicos sonidos perceptibles eran el llanto de un bebé proveniente del piso de arriba y una pelea de gatos en el callejón.
Hice caso y avancé hacia el umbral esperando que Yoongi encendiera las luces al cerrar la puerta.
Cuando lo hizo y el interior del lugar fue revelado, una parte de mí bloqueó el sentido de la atención y de la curiosidad, y se concentró únicamente en él, quien parecía inseguro y tímido a comparación de horas antes. No quise ver más.
— Creo que necesito usar el baño. — Musité sintiéndome perdida, siendo consciente de que la pintura en mis brazos, piernas y cabello se había secado y ahora comenzaba a picar.
— Ah, sí. — Sonrió. Sus nervios fueron perceptibles pero lo dejé pasar porque yo estaba igual o peor. — Es la segunda puerta del corredor. — Señaló un puerta de vidrio opaco amarillento situada a unos tres metros de mí. — H-hay lavadora para bañarte y agua caliente para la ropa. Digo-
— Entiendo, gracias.
Como dije, no pude utilizar los nervios de Yoongi en su contra porque mi mente se encontraba intentando procesar muchas hipótesis acerca de ese lugar.
Tomé mi bolso y asentí caminando lentamente hacia la puerta que había señalado.
No era un sitio propio de él. No era lujoso ni ostentoso.
Fue curioso ver que, a pesar de la apariencia del lugar, los artículos de baño y de uso personal como jabón, shampoo, acondicionador, pasta dental y toallas, juntos, rebasaban el total de mi nómina quincenal.
Así que abrí la puerta corrediza de la opaca regadera de vidrio templado, retiré toda mi ropa y la dejé acomodada sobre la tapa del retrete pensando en el tiempo que pasaría en toalla esperando a que concretara el ciclo de lavado.
Una vez dentro de la ducha, escuché dos toques en la puerta, al tercero se abrió.
— ¿Puedo pasar? — La voz de Yoongi se escuchó tímida, casi imperceptible.
— Ahh... Sí. Supongo. — Musité pegándome a la pared de frías baldosas color azul estilo de los 70's. — ¿P-para qué? — Solté finalmente.
— Para ver cómo te bañas Miah. — Respondió ya en el tono grave y escéptico natural. Incluso lo imaginé rodando los ojos. — Puse la lavadora a funcionar, vine por tu ropa. — Vi su silueta casi imperceptible deslizarse hasta el retrete. — Ya la tengo.
— ¿O sea que estás desnudo?
— No tienes tanta suerte. — Levantó la voz cerrando la puerta a sus espaldas.
Me senté en el piso del baño envuelta en una suave y costosa toalla, agitando la cabeza con frustración imaginando que pasaría la siguiente hora ahí dentro mientras nuestra ropa terminaba el ciclo de lavado y secado. Afortunadamente, de alguna forma la consideración de Yoongi llegó tan lejos que en cuanto tocó la puerta del baño una vez más y salí con cautela a ver lo que sucedida, noté había dejado un pantalón deportivo, una sudadera y junto a ellos, un paquete de ropa interior azul nueva de supermercado en el piso.
¿Realmente qué tan lindo podía llegar a ser?
El pequeño departamento, a pesar de lo austero que parecía estar el edificio, se encontraba en perfecto estado.
Al principio imaginé se trataba de la casa de uno de sus amigos o tal vez incluso de un miembro del personal pero aquellas suposiciones pasaron a segundo término cuando, al salir de baño, noté un pequeño cuarto de música con la foto del grupo colocada en una de las repisas.
— Lo compré a principios del año pasado. — Yoongi respondió a mi pregunta mental, sentándose a mi lado frente de la pequeña mesita de centro.
— No es que sea fijada o algo... — Emití rodeando la pequeña habitación con la mirada. — Pero...
— Pude haberme comprado algo mejor. — Soltó una sonrisa conmovida. — Sí pero este lugar es especial. Tenía unos 20 años cuando llegué a vivir aquí junto con otros 6 extraños y Namjoon. — Imitó mi acción dándole una vista lenta al lugar, pero con mucha nostalgia en la mirada. — Creo que aquí pasé los momentos más difíciles. Por lo menos creí que lo eran en ese entonces.
— ¿Cuando eran aprendices? — Sonreí al imaginar algunas escenas de Yoongi a los 19 o 20 años.
Se trataba de un lugar muy pequeño. Nadie podría creer que ocho o nueve personas convivieran día con día en ese espacio, pero lo hicieron.
Yoongi asintió levemente con la vista perdida en algún lugar. — Únicamente añadí el centro de lavado, mi piano, algunas cosas de higiene y ropa de cama nueva. — Respondió. — Suelo venir aquí cuando quiero estar aislado. Aunque... Se me acaban los escondites.
Por lo que pude intuir, Yoongi había conservado casi todo el mobiliario del lugar incluyendo las literas de madera, la pequeña mesita de centro rayada con goma de mascar pegada por debajo, el sillón con resortes saltones y la anticuada televisión en la sala.
— ¿Y no crees que alguien podría encontrarte aquí y sería peligroso?
— Nadie se imagina que querría regresar a este lugar. Además, pago al Sr. Lee que viene todas las semanas a echarle un vistazo y de paso evitar que el polvo se asiente. — Afirmó con certeza. — Es increíble porque en esos años... Jamás imaginé ni por un momento que podría tan siquiera llegar a comprar un lugar como este. Nadie recuerda este lugar.
— Pero tú sí. — Sonreí al voltear y encontrarme con su rostro sumergido en algún recuerdo. — Por cierto... Gracias por la ropa interior. —
Las última oración hizo que saliera de su recuerdo y poco a poco noté la vergüenza que le provocaba el tema subir por su rostro hasta que lo forzó a desviar la mirada.
— Ah, son de Jimin. Le gustan esos calzoncillos y compra montones, por eso dije que se me acababan los escondites... Solo los siete y ahora tú, sabemos de este lugar. Suele ser como un tipo de escondite o algo así. — Mordió su labio inferior jugando con los dedos de sus manos sin coordinación o sentido alguno.
De pronto quise imaginar de nuevo a Yoongi con 20 años, sentado en algún lugar del departamento rompiéndose la cabeza para escribir alguna canción, exigiéndose llegar a la perfección. Justo como solía hacerlo en la biblioteca del instituto.
— Debió ser difícil. — Musité abrazando mis rodillas, llevándolas hacia mi pecho. Por alguna razón comenzaba a sentir cierta nostalgia recorrer mi rostro.
— Lo fue.
Jamás dejé de recriminarme el hecho de haber salido de su vida. Cuando llegué a Nueva York y me instalé en casa de un primo lejano de papá, los primeros meses, mientras me acostumbrara al lugar, lloraba constantemente imaginando el odio que Yoongi llegaría a sentir por mí después de haberme ido de esa forma.
¿Le habré hecho falta? ¿Por qué jamás decidió responderme?
— ¿Me odiaste? — Giré el rostro hacia él, con un aparente miedo a alguna reacción positiva.
Frunció los labios pestañeando por unos segundos. Parecía que realmente evaluaba y reflexionaba su respuesta.
— Al principio, sí. — Soltó tras unos segundos más de silencio. — Incluso cuando te vi de nuevo esa tarde en la sala de ensayos al lado de Geum, te volví a odiar.
— Sí lo noté.
— Te reconocí de inmediato. — Asintió. — Por un segundo, el primer impulso que pasó por mi mente fue caminar hasta a ti y saludarte como viejos amigos. Es decir, eras... tú. — Hizo una pausa y se estremeció ruborizando el rostro. — Pero después, creo que mi inmadurez me hizo comportarme como si nunca hubiera podido superarte. Lo lamento. ¿Hice tu trabajo más difícil?
— No. — Respondí. — Creo que no habría reaccionado diferente.
— Pero debes saber que siempre quise verte. Era... extraño ¿Sabes? — Sonrió sin muchas ganas. — Ver, platicar, salir con Minhyuk era bastante doloroso porque sabía que estabas ahí, pero no podía hacer algo para hablarte. Yo... Había una razón por la que te fuiste y no quise saber más. — Suspiró. Mordió la cutícula de sus dedos intentando encontrar algún apoyo al aparente nerviosismo que le provocaba la incertidumbre. — Poco a poco fue siendo menos doloroso.
— No imaginé que fuera así.
— Va a sonar muy estúpido. — Respondió con pena y diversión, negando sutilmente con la cabeza. — La primera vez que fuimos a América fue para grabar un programa y aunque estaba en Los Ángeles y sabía que tú en Nueva York... — Pausó para soltar una risita avergonzada. — Cuando salíamos a la calle, solía pensar "¿Y si la veo? Sería increíble si la próxima chica que vea sea ella."
Una sonrisa enorme apareció en mi rostro también, dejando una marca de tristeza en ella.
— Te lo dije. — Continuó. — E-Es estúpido-
Fue entonces cuando apareció en mi pecho la insaciable necesidad por sacar de mi corazón los sentimientos que había guardado durante aquellos años. La bomba de emociones que tanto había reprimido decidió explotar esa noche sin temor o consciencia de los terribles sueños que solía tener al respecto de las consecuencias.
— Todo el tiempo me preguntaba qué estabas haciendo o cómo estarías. Cuando salió el primer sencillo yo... Lloré como una semana. — Solté sin poder contener un ardor incipiente en los ojos. Pequeñas gotas de agua caían sobre mis mejillas sin que fuera realmente consciente de ello. Mi pecho ardía, cada centímetro de mi ser quería hundirse entre sus brazos y repetir cuánto lo lamentaba. — Tú lo habías logrado y yo no estaba ahí para abrazarte o decirte lo feliz que estaba por ti. Quería hablarte, saber si estabas bien y decirte cuanto te extrañaba, pero supuse que no querrías hablarme. Tampoco fui tan valiente como para preguntar Minhyuk sobre ti. Y cuando acepté el trabajo en la agencia, no fue una casualidad. Sabía que estarías ahí.
Por primera vez en tanto tiempo, fui capaz de ver el dolor reflejado en su semblante. Estaba ahí, sentado a mi lado con los ojos empañados y la mandíbula contraída intentando reprimir palabras que seguramente intentarían reconfortarme pero que tal vez, terminarían siendo resumidas en un abrazo.
Podía notar su desesperación por querer contener mi llanto cuando sus dedos peinaban los mechones de cabello suelto por atrás de mi oreja y apretaba sus labios con ansiedad y preocupación.
Yoongi no sabía cómo actuar o que decir.
— ¿Puedo darte un abrazo? Porque siento que si no lo hago ahora, me arrepentiré más tarde y estoy cansada de arrepentirme de todo. — Musité con la vista nublada. — Lo siento, Yoongi. Lo siento muchísimo.
Sentí sus brazos envolver mi torso, pegándose con el suyo. Sus latidos retumbaban contra los míos en una exhaustiva lucha contra sí mismos por no delatarse ante el contrario. Su aroma, el olor de su cabello y su piel combinados con su calor me hacían sentir reconfortada, como si todos aquellos años sin él hubieran valido la pena. Como si todos esos sentimientos, todo ese miedo e inseguridades se resumieran a ese momento en aquel apartamento. Sus manos palpaban suavemente mi espalda en un intento por tranquilizarme pero cuanto más sentía su afecto, más me aferraba al nostálgico sentimiento que me había provocado estar lejos de él.
Cuando solo quedaban pequeños sollozos, pequeñas partículas de agua en las comisuras de mis ojos, apartó sus brazos para examinar mi rostro. Él también había llorado un poco en silencio, se notaba en la bolita roja de su nariz y en el color rosado de sus labios. Dio un suspiro profundo para después emitir una pequeña sonrisa y sin pensarlo demasiado, finalmente cerró los ojos depositando un silencioso beso contra mi frente.
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