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Seesaw

45 llamadas perdidas y 109 mensajes fue lo que vi al prender mi celular, para revisar la hora.
Comenzaba a arrepentirme. ¿Y si no era lo correcto? Por un momento pasó por mi mente regresar al Aeropuerto para tomar un vuelo a casa y pretender que nada había sucedido.

Una oportunidad más.

Respiré profundo un par de veces antes de entrar en aquel pequeño edificio, y a todo esto, el ruido de la ciudad de Seúl en sus horas laborales me impedía rectificar mi decisión una vez más. Ya todo estaba decidido.

¿Me recodará?

Vi hacia mis espaldas las casas de campaña instaladas en la acera de enfrente. A pesar de tratarse de una excelente zona, aquella escena parecía más bien una película del cine de arte donde tratan de especificar y detallar la diferencia de las clases sociales en una sola toma.
Pero no, ninguna de esas chicas parecía de escasos recursos. Muy por el contrario, podían darse el lujo de faltar a clases en su instituto privado para ir a acampar en pequeños grupos a las afueras de aquel lugar con un solo propósito: ver a alguno de esos chicos — dotados con belleza nata y decorados con la más alta costura — que tanto apoyan, dueños legítimos de sus suspiros desde hace ya algunos años.

¿Él sería igual?

Apreté mis puños por última vez y traspasé la puerta de cristal giratoria. Creo que el primer contacto con el aire acondicionado, más allá de refrescar mi rostro, sofocó mi respiración recordandome que me encontraba muy lejos de mi zona de confort.

La recepción daba un aspecto imponente y corporativo muy al estilo Estados Unidos; por todo el lugar colgaban de las paredes blancas fotos de jóvenes integrantes — que conocía muy bien tras haberlos estudiado con detenimiento después de conseguir el empleo — y trofeos por decenas adornaban una repisa altísima de acrílico transparente situada en el muro principal.

Creo que sí consiguió lo que soñaba.

— ¿Puedo ayudarle en algo? — La voz cálida de una chica tras el escritorio me hizo volver en sí.

Suspiré apenada. Seguramente me vi como una completa tonta torneando los ojos por todo el lugar.

— Eh sí... — Desperté del delirio. — Soy Ahn Miah. Vengo por-

— ¡Cierto! Espere un momento, señorita Ahn. En un momento bajarán por usted. — La chica amablemente me tendió un gafete de visitante, deslizó la libreta de registro de visitantes hacia mí y me invitó a sentarme en la sala de estar, la cual parecía recién copiada y pegada de una de esas revistas de remodelación arquitectónica edición Los Hamptons.

No podía dejar de tronar los huesos de mis dedos.

Al terminar la universidad, jamás imaginé que regresaría a Corea a trabajar y mucho menos, colaborar con una de aquellas agencias de entretenimiento que tanto odiaba cuando iba en la preparatoria. A esa edad tan inmadura — en la cual vas contra de todo y todos— , solo pensaba que el impacto global de la música, los artistas y el fanatismo en sí, eran cosas superficiales y pasajeras que únicamente atribuían mierda a los cerebros de quienes los escuchaban. 

Las ironías de la vida ¿No? Ahora había sido contratada por una de ellas. 

Pero esa no era lo único que ponía mis nervios de punta. Sabía muy bien quiénes eran esos chicos, y específicamente, conocí bien a uno de ellos. 

No tenía idea de cómo me recordaría: tal vez solo como la hermana menor de uno de sus amigos, quizás como aquella chica que coincidía con él todos los días camino a casa o... la más probable, me recordaría como la chica con la que salió por un tiempo, a la cual le escribió una canción y de un día a otro, solo decidió irse sin despedirse.

¿Estará aquí?

Esperaba que eso quedara en el pasado. Teníamos 18 y 16 años ¿Qué sabes del mundo a esa edad? Habían pasado ya casi 8 años desde que decidió no responder mi larguísimo email explicando por qué me había ido de esa forma. Esperaba que todo quedase como un romance fugaz, infantil y esporádico en su último año de preparatoria. 
Mi lado menos trágico, aquel que aun creía en el lazo que forjamos durante los años que nos conocimos, esperaba que él me recordara vaga pero cálidamente, como un buen sueño o una buena experiencia... 

Pero nada podía ser tan perfecto. 

Trabajaríamos juntos. No, trabajaría para él y sería algo parecido al jefe del jefe de mi jefe.

Con un poco de suerte, nadie tenía que enterarse del pasado y si era pesimista, él ni siquiera me recordaría. Yo necesitaba el empleo y la agencia también necesitaba parte de su personal dentro de las campañas con organizaciones no gubernamentales cuya causa siempre sería el bien común. Así que con mi título de Antropóloga Social con especialidad en Diálogo Intercultural, todo el tema social y las humanidades, eran mi fuerte.

— ¿Señorita Ahn? — Me interrumpió una voz masculina conocida, la cual había escuchado por teléfono la última semana.

Me levanté enseguida, de forma bastante torpe, lanzando una mirada rápida en toda dirección mientras buscaba al dueño de aquella voz. Sacudí la falda color beige que había tardado horas en escoger esa mañana y tomé la carpeta de piel donde venía anexado mi carente currículum de recién egresada: Toda la teoría del mundo y nada de experiencia. 

— ¡Por fin te veo en persona! — Sonreía espléndidamente mientras caminaba hacia mí.

— ¿Geum?... Quiero decir, Sr. Park. —Musité. Traté de contener mi sonrisa boba, al ver lo guapo que era en realidad. Creo que no salí victoriosa. Fue inevitable.

El hombre alto de cabello negro, con aura fresca y radiante, dio unos cuantos pasos largos y acelerados para llegar hasta mí, haciéndome querer retroceder debido a la adrenalina que me provocaba verlo en persona.

— Hemos platicado toda la semana, vamos, no necesitamos honoríficos. ¿Cómo estás? ¿Lista? — Dijo. Olía justamente como lo imaginé, Giorgio Armani.

Mi mandíbula quiso abrirse pero, no lo logró. En respuesta, asentí en silencio mientras miraba hacia cualquier otro lado haciéndome la desentendida.
Y es que esas situaciones podían generarme muchísimo conflicto: Yo era capaz de ser la persona más extrovertida por medio de Internet pero me hacía pequeña e insegura cuando estaba en público.
A todo esto, agradezco muchísimo que él notara mis intenciones y se limitara a sonreír en silencio, indiciándome con un movimiento la dirección por tomar.

Me señaló el camino hacia el ascensor donde, con agilidad, pasó su identificación por el sensor y pulsó el botón hacia el piso 10. Park Geum era el director del área de gestión y relaciones en la agencia, prácticamente mi entrevista de trabajo había sido con él por videollamada. Sin embargo, supongo nuestra relación iba mucho más allá porque... Durante esa semana, después de mi entrevista y pruebas de aplicación, ambos habíamos encontrado las excusas perfectas para seguir hablando aunque fuesen temas meramente banales o de trabajo. No puedo describirlo como una amistad, pero tampoco un coqueteo descarado.

Así que, de alguna forma, él me hizo sentir inmediatamente que las cosas iban a salir bien.

— Bien, entraremos a conocer a todo el equipo. — Dijo cuando la campana del ascensor marcó la llegada al piso diez. — Creo que están ensayando, así que probablemente tengamos que esperar a que se desocupen. — Sonrió.

El lugar era estrecho, pero no lo suficiente como para hacerte atravesar por un episodio de claustrofobia. Eran oficinas corridas, tan comunes como las que acostumbraba ver en películas o revistas de diseño. Geum con paso seguro y yo con las piernas temblando, caminamos fuera del ascensor directo hacia una puerta de cristal templado y borroso, al final del pasillo.

— ¿T-todo? — Dudé un poco. ¿Exactamente a qué equipo se refería?¿Estrategia? ¿Relaciones interinstitucionales?

Ante la duda, me detuve unos segundos frente a un cuadro que exhibía en todo su esplendor, el éxito inminente de siete personas que parecían estar en el mejor momento de su vida; entrelazaban las manos en cadena, con los brazos arriba a punto de hacer una reverencia frente a un mar de luces moradas, y cada luz, representando un alma en aquel estadio. 
Repasé cada rasgo, cada sonrisa, recordé cada nombre con tal de no equivocarme en mi primer día de trabajo. Necesité hacer ese ritual con todos los rostros, excepto con uno.

— ¿Miah? — Carraspeó Geum, quien me esperaba paciente a mitad el pasillo.

Desperté. Pronto, me reincorporé para no comenzar a delatarme.

— No me digas que estás nerviosa. — Continuó cuando llegué trotando en tacones hasta él. — Vamos, estoy seguro que te van a recibir bien. — Sonreía de forma apacible y encantadora cuando llegamos a la puerta y antes de jalar la manija. — Son muy amables, así que no te preocupes.

Si era lo que yo pensaba, si el equipo completo al que él se refería era el que tenía en mente...

No.

No creo que todos me vayan a recibir bien...

Lo siguiente que vi fue una escena que jamás esperé. Y me refiero a jamás.
Una especie Blanca Nieves masculina bailaba al centro mientras seis personas más vestidas de lo que parecían ser sus enanos, imitaban sus movimientos. Por lo menos unas diez cámaras apuntaban cuidadosamente a cada una de aquellas personas, y la pista de fondo, era sumamente pegajosa.

No quise prestar atención a los rostros. Para ser específicos, agaché la cabeza y seguí los talones de Geum hasta que se detuvo. Afortunadamente, nadie notó nuestra presencia. Nos acomodamos en la parte trasera de aquel estudio de baile, cerca del bebedero de agua.

— Han tenido mejores momentos. — Susurró Geum mientras los veía con cierta diversión y ternura a la vez.

Solo reí limitadamente.

Uno piensa que un reencuentro podría ser romántico, dramático o emotivo. Pero no. Cuando quise encontrar el rostro de mi persona y lo vi bailar, dando pequeños saltos adorables que curiosamente encajaban con su aura rebelde y desentendida, mi labio inferior cayó levemente.

Definitivamente... No lo creo.

Nunca imaginé al chico de hace años, dejarse vestir de esa forma. Es decir, no era el tipo rudo con trastornos de conducta del instituto, pero tampoco alguien que disfrutara bailar vestido de enano de Blanca Nieves... Pero para ser sincera, se veía bastante divertido.

Al terminar la música, él fue el único que salió inmediatamente de la escena. Tomó una botella de agua y comenzó a deshacerse de su disfraz con rapidez, mientras unas dos chicas le asistían.
Al parecer un trago amargo pasó por su garganta cuando dio una escaneada rápida al cuarto y se topó con mi ceja arqueada y mi rostro expectante, aun intentando procesar la forma tan... singular en la que lo había vuelto a ver.
El rubor en sus mejillas rápidamente se unificó en todo su rostro mientras pestañeaba intentado reconocerme, o convencerse de que estaba equivocado.

Yoongi no había cambiado. De hecho, podría jurar que su presencia era una copia casi exacta de mi recuerdo latente. Ciertas cosas eran distintas, sí. Por ejemplo, su cabello no era castaño profundo porque en contraste, lo habían teñido a un color muy cercano al platinado. Se veía un poco más alto, sus hombros eran más anchos y el cartílago a mitad de su cuello se proyectaba visiblemente, haciéndolo lucir como todo un adulto.  Esa persona era muy parecida al chico pálido y silencioso de 18 años que solía rozar sus dedos con los míos muy de vez en cuando, pero no se sentía como él.

Geum dio un fuerte aplauso y seguido todos en la habitación lo hicieron; comenzaron a darse reverencias y poco a poco salieron del salón blanco.

— Seré breve. — Se apresuró él, caminando hacia el centro del lugar. Le seguí con rapidez sin la intención de cruzar la mirada con él. — Ahn Miah, ellos son nuestros chicos. Chicos, ella Miah, trabajará con nosotros respecto a las campañas sociales. Es importante que la conozcan porque básicamente ella será el vínculo de su trabajo con el nuestro. Trabajemos bien ¿Sí?

Hice un pequeño saludo con la mano en el aire y a los pocos segundos, recordé que ya no estaba en Manhattan; traté de ocultar mi falta de cultura e hice una reverencia rápida mientras ellos, más curiosos y divertidos que respetuosos, imitaron la acción.

— Eso fue lindo. — Dije tratando de romper con la cordialidad de la presentación.

El chico más alto y otro de ojos redondos, parecieron notar mi esfuerzo por ser agradable y rieron conmigo.

— Hemos tenido mejores momentos... —Agregó apenado el chico alto de cabello rubio. — Soy...

— Kim Namjoon. Lo sé. — Interrumpí asintiendo con una sonrisa. — Aprendí sus nombres antes de regresar.

Durante todo ese proceso, que fueron diez segundos pero a mí me pareció una eternidad, mantuve la mirada fija en quienes me hablaban. Estaba rígida, con los músculos clavados en una sola posición. Mi mente me gritaba voltear a buscarlo, pero fui demasiado cobarde.

— ¿Regresar? — Agregó Hoseok, el chico de nariz afilada y cabello teñido de caoba, quitándose los enormes zapatos del disfraz.

Cuando la palabra "Regresar" hizo eco en el salón, la persona que tenía miedo a encarar, levantó una ceja mientras el rubor se retiraba rápidamente de su rostro.
Tal vez fue memoria corporal, pero en cuanto giró la cabeza hacia nosotros y terminó de tomar agua, supe que hablaría.

Y lo hizo.

— Ahn Miah estudió en el extranjero. — Dijo. Su voz era más grave de lo que recordaba.

Esa afirmación erizó cada centímetro de mi piel. Recuerdo haber preparado un discurso pensando en la posibilidad de escuchar un "Hola, Miah. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¡Que gusto!" pero nada salió de mis labios. Fue como si estuviera dispuesto a anunciar que me conocía y las situaciones posteriores.

Todos, incluso Geum y yo, giramos para verlo: Un 90% extrañados y yo, representando al 10%, presionando mis labios entre sí pidiendo por un poco de clemencia.

— Yoongi ¿Se conocen? — Dijo divertido el más joven de cabello castaño y sonrisa encantadora, alternando sus grandes ojos entre Yoongi y yo.

Mi corazón se detuvo y pronto comencé a sentir el sudor frío característico de la ansiedad apoderarse de mi cuerpo, de cada fibra muscular.
En más de tres ocasiones entre abrí los labios para decir algo, pero mi mente estaba totalmente en blanco, mis rodillas temblaban y solo quería salir de ese lugar para correr a casa y convencerme de que regresar a Seúl no fue la mejor idea.

— No, solo supongo. — Alzó ambos hombros con inocencia. Terminó su botella de agua y salió del salón lo más rápido que pudo.

Nadie pareció tomar importancia de aquel momento, mientras que para mí, todo pasaba en cámara lenta.
Pronto los que restaban en la habitación tomaron sus teléfonos celulares y se despidieron de forma rápida mientras salían uno por uno del salón.

— Eh... Eso pudo ser raro, pero no te preocupes. A veces Yoongi es así. — Geum dio una leve palmada en mi espalda mientras intentaba -inútilmente- hacerme sentir segura.

— Ah...  —Suspiré, saliendo difícilmente de aquel bloqueo mental. Es que... Yo sabía tendría que verlo, sabía que en algún momento debería encararlo e intentar comportarme como una adulta consciente. Hablar, disculparme, terminar de sepultar el pasado y seguir adelante... Pero, no lo esperaba tan pronto. No en mi primer día. —  Estoy acostumbrada. No te preocupes.



💜

Hola amistades.

Perfect acaba de pasar por una tercera edición. Nada de lo que edité cambia la historia pero sí agregué partes bien soft.

Agradecería muchísimo sus votos y comentarios, ya que eso me motiva muchísimo a seguir escribiendo.

Muchas gracias por haber escogido "Perfect" para leer. Espero que les guste.

-Elide.

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