Pretty Please
Había encontrado una forma de canalizar toda la energía reprimida durante los últimos meses.
Cinco días a la semana salía del trabajo delimitando mis horas extra no pagadas, iba al gimnasio, hacía la rutina de músculo que el hombre con cuerpo de roca y sonrisa perfecta diseñaba para mí y al terminar, como parte de la fase de cardio, corría a casa en lugar de tomar un taxi.
Las cosas con mi cuerpo no estaban bien del todo. Jamás tuve las cosas fáciles; desde muy corta edad, gracias la disciplina en danza clásica, comencé a tener problemas alimenticios saltándome comidas con tal de ser delgada y más tarde, cuando lo dejé, la ansiedad y el estrés cotidianos y no poder controlarlo, me hacían comer compulsivamente. No caía en cuenta de ello hasta que los pantalones no me cerraban con facilidad o la talla de ropa interior por alguna razón parecía ofensivamente pequeña.
Quisiera decir que eso no me afectaba en absoluto, pero al final ciertos estándares presionaban al grado de recriminarme no tener la voluntad suficiente para regresar a mi normalidad.
Sin embargo llegué al punto de equilibrio donde no me preocupaba demasiado por lucir como actriz pero tampoco usaba esa idea como excusa para una aceptación con la que no estaba totalmente de acuerdo.
Cuando solía pasar por cualquier superficie que reflejara mi figura y me reprimía mentalmente por no tener el cuerpo que toda chica quisiera, Yoongi musitaba "Estás bien así". Él no accedía al juego de compadecer a los que estaban a su alrededor dándoles falsos cumplidos. Digamos que su franqueza y aún así el esfuerzo que hacía por hacerme sentir segura, ayudaron a darme el impulso a optar por un equilibrio.
Esa noche cuando llegué a casa casi sin aliento, antes de prender las luces al abrir la puerta, fue inquietante alcanzar a captar una silueta oscura junto a la ventana. Entrecerré los ojos con el fin enfocar mejor aquella figura pero para cuando prendí las luces pensando se trataba de algún ladrón, un psicópata o peor aún, mi madre, Yoongi frunció el entrecejo haciéndome quedar como la persona más estúpida del mundo por no haber pensado se trataría de él.
— Agradecería mucho si la próxima vez, avisas que estarás en casa. — Dije soltando la pesada maleta rosa de gimnasio y cerrando la puerta estando segura que no se trataba de alguna situación donde tendría que salir corriendo, gritando o haciendo algo que me hiciera perder aún más la dignidad. — Pensé que eras un ladrón o mi madre.
— Quería darte una sorpresa. — Musitó acercándose a mí, frunciendo los labios como si se tratara de un triste hombre víctima de mi tirana personalidad.
Y eso básicamente me hacía sentir como la persona más afortunada del mundo.
Ante lo que sucedió en casa de mis padres y después de una semana de no dirigirle la palabra en protesta por no terminar lo que comenzaba, Yoongi empezó a hacerse un poco de espacio para pasar unas horas conmigo.
Todo sucedió de forma lenta y gradual: Comenzamos con algunas salidas a cenar a lugares sencillos y vacíos donde sería casi imposible enfrentarse a grande grupos de personas, asistíamos a la última función en el cine con el fin de no exponerse demasiado, pasábamos un rato en su casa o trabajábamos en silencio juntos solo porque no habría tiempo después.
El siguiente paso fue cuando decidió quedarse a dormir. Y muy específicamente, solo a dormir. Llegó a dejar algo de ropa y artículos personales en mi casa; eran objetos simples como un cepillo de dientes, una toalla, su cereal favorito y sus pijamas favoritas. Sin embargo, estar juntos tampoco significaba vivir así; habíamos acordado darnos el espacio necesario para pensar y analizar la situación hasta que el otro estuviera completamente listo para formalizar algo. A penas comenzábamos, ni siquiera teníamos un título para esa relación.
No obstante, regresando al tema de Yoongi en mi casa, por su puesto que tenía una copia de la llave, pero jamás entrado si yo no era consciente de ello o me lo hacía saber ese mismo día por la mañana.
— Pensé que estarías ocupado hasta tarde. — Sonreí al ver su computadora y una pequeña maleta de mano sobre la mesa, eso indicaba estaba dispuesto a dormir ahí. — Te hubiera esperado.
— Terminamos antes. — Desvió la mirada hacia otro punto al ver que comenzaba a quitarme la ropa mojada para entrar en el baño. — Namjoon fue a sus paseos clandestinos al Río Han y vino a dejarme. Por eso no está mi auto.
— ¿Y Dani?
— Dani me ha dejado bajo tu cuidado. — Respondió. — Así que por favor, no nos mates.
— Hoy tengo ganas de cocinar.
— Tuve una gran vida. — Sonrió sutilmente.
Entré al baño. Me vi en el espejo e intenté no alarmarme por el desastre de mi cabello y rostro porque, aunque él todo el tiempo se empeñaba en decir que no notaba la diferencia entre cuando usaba maquillaje y cuando no, sabemos que para una persona que todos los días se esfuerza en levantarse más temprano con tal de conservar el maquillaje perfecto, el tema de la cara lavada sigue siendo un tema inquietante.
Hice un intento por no tardar demasiado y, más que el tema de la limpieza, lo que me hizo tal vez pasar unos quince minutos ahí dentro fue terminar por depilar -una vez más- cada parte de mi cuerpo en virtud de que esa noche -por fin- pasara algo.
— ¿Ves bien? — Dijo recostado en el sofá, manteniendo los ojos cerrados cuando salí del baño envuelta en la toalla. — Cuando entraste parecía como si no me conocieras.
— No. — Volví a tallar mis ojos para aclarar la visión del armario frente a mí. — Los anticonceptivos están acabando con mi vista. Ya no puedo ver nada sin contactos.
Yoongi entreabrió uno de sus ojos de golpe. Pude darme el gusto de notar que analizó perfectamente bien el tema de los anticonceptivos y deduje que, muy a su manera, trataría de sacar información al respecto.
Antes de que él pudiese voltear a verme, usé la camiseta negra XXL que amaba para dormir y un pantalón de algodón del mismo color; claro, por mi mente pasó usar esa pijama azul celeste de Victoria's Secret que mamá compró para mí la vez que salimos de compras y que aún conservaba la etiqueta, pero, era Yoongi, a ese punto sabía nada tendría efecto sobre él.
— Quiero pensar que los anticonceptivos son por algún tipo de... cosas de mujeres. — Dijo tras carraspear la garganta y levantarse para tomar una botella de agua simple del refrigerador. — Bueno, soy idiota, sí, los hombres no los toman. — Balbuceó mientras regresaba al sofá y mi expresión de extrañeza lo ponía en una situación aún más incómoda. — De hecho ya hay anticonceptivos masculinos y no creo que sea malo tomarlos. Yo los tomaría. Sería normal ¿No? Creo que sí.
Tuve que morder mi labio inferior para no sonreír y de esa forma no hacerlo sentir peor.
Terminé de secar mi cabello y para apiadarme de él y de su revuelto pensamiento, decidí no tocar el tema o responder sus dudas hasta que me sentara a su lado en el sillón para ver nuestro gusto culposo: Reina por Siete Días: aquel drama histórico que comenzamos a ver una noche por pura casualidad y de pronto, no pudimos dejar. Era algo así como nuestro pasatiempo inquebrantable. Ver un capítulo sin el otro era una completa traición.
— En realidad las tomo porque tres noches a la semana tengo sexo con el chico que vive al lado. Ya sabes, ya que tú y yo llevamos saliendo ¿Cuánto...? — Conté con los dedos al sentarme a su lado. — Tres meses, sí. Aparentemente no somos nada y tampoco quieres tocarme.
Yoongi rodó los ojos y tras negar cansado con la cabeza, intencionalmente dirigió toda su atención al televisor para abrir la aplicación de programas por streaming en ella.
Eso ya era bastante normal. La única noche en la que me había besado con tanta intensidad que eso nos llevó al sofá, fue en casa de mis padres; después de unos largos minutos en donde él casi estaba a punto de desabrochar los botones de su camisa negra, se detuvo. No pasó más. Posteriormente, conforme pasaban los días, se limitó a darme pequeños besos en la frente y si tenía muchísima suerte, uno fugaz en los labios.
— ¿En qué momento llegaste? — Recargué mi cabeza en su hombro y este reclinó un poco la suya en mi dirección.
— No hace mucho. — Suspiró dejando que pasaran los anuncios comerciales del programa. — ¿Por qué sigues haciendo tanto ejercicio? Ya eres delgada en sí.
Aún de forma cohibida, decidió pasar el brazo izquierdo por detrás de mis hombros, comenzando a hacer pequeños espirales y figuras al azar con la punta de su dedo índice, sobre la tela de mi pijama improvisada. Cada vez que hacía eso, tenía la facilidad de disparar mi corazón de formas inimaginables al más mínimo contacto. Era como si un montón de energía se acumulara de repente en cada terminación nerviosa de mi cuerpo y estuviera dispuesta a eyectarse exclusivamente bajo su tacto.
Repito, nada conveniente cuando llevas tres meses saliendo con alguien y no ha pasado algo.
— No es por estar delgada. — Respondí sin saber aún cómo responder a su limitada o tal vez cohibida forma de quererme. — Lo hago por la misma razón que todos hacen ejercicio.
— ¿Buena salud?
— Para verme genial desnuda. — Los cariños sobre mi hombro cesaron y a la par, pude sentir cómo se revolvió un poco en el asiento. — ¿Quieres comprobarlo?
Sigo sin saber de dónde saqué tanta valentía. Resulta que con Yoongi, podía compensar todo la extroversión que me faltaba en la cotidianidad.
Él soltó una pequeña risita ladina y después intentó volver a mantenerse apacible. — Sigue soñando.
Y de nuevo intentó desviar la atención y frenar toda mi energía hormonal acumulada, señalando el televisor con la barbilla. ¿Cómo podía tolerarlo? Últimamente al mínimo contacto, aparecía un impulso carnal y frenético por besarlo y él... se mantenía como si nada estuviese sucediendo. Era frustrante.
— La verdad es que con bastante frecuencia. — Sonreí pasando la lengua por los carillos, con toda la intención de incomodarlo... u orillarlo.
— A veces olvido que tú no tienes pudor. — Respondió aturdido pero con bastante diversión reflejada en los labios. Era inevitable para él. — Ni siquiera te incomoda hablar de esto.
— Si supieras...
— No, no quiero saber.
Pero como si aquel programa no llevara algunos minutos ya en el televisor, como si supiera que realmente él deseaba lo mismo que yo, decidí acercarme a su cuello para depositar un suave beso sobre la piel. Su corazón se contrajo de inmediato y me di el gusto de saberlo debido a que su piel lisa, perfecta y blanca, dejó al descubierto la textura erizada propia de la emoción.
Sin embargo, dio un largo suspiro queriendo dar a entender que aquello que yo estaba pidiendo, definitivamente no pasaría. Y muy al contrario de cortar todo contacto entre nosotros, se limitó a tomar mi mano con la suya y sonreír tímidamente.
Pasaron algunos minutos en los que fingí poner atención a los planes del Ministro de Izquierda por mantener a la familia Kim en el trono usando al príncipe heredero como títere, pero la tensión acumulada, mi ansiedad latente desde la última vez y el hecho de tener a Yoongi a mi lado, hicieron que perdiera el control.
Apagué el televisor y antes de que él pudiera quejarse, acerqué mi rostro y lo besé. Desconcertado, él me devolvió el beso de buena gana. Sentí sus labios temblorosos contra los míos y me di cuenta de la forma tan torpe y estúpida en la que me estaba comportando.
— No voy a tocarte más hasta que sea oficial. — Masculló tensando sus manos alrededor de mi cintura. — No quiero esconderme de nadie.
— Oye... — Detuve el beso y sonreí intentando darle un poco confianza. — No me urge que sea oficial. — Di otro beso que él solo respondió con otro más leve y dulce.
— Pero a mí sí. — Dijo. — Eres importante para mí y no quiero que pienses que hago esto con toda mujer que conozco. Eres... Tú.
— Lo siento. — Musité e intenté calmarme, sacando mi lado extraordinariamente más razonable. — Tal vez tú no quieres y yo no pensé eso. ¿Te estoy presionando mucho?
En el pasado, podría haberme burlado de él y de su pensamiento conservador. Podría haber soltado algo como "Ahora dilo sin el bastón" o "Abuelo, ya debería ir a dormir", algo por el estilo. Pero cuando estás enamorado, cuando realmente existe un cariño sano y recíproco de por medio, cualquier límite que sugiera, no te parece un sacrificio. Simplemente sonríes, lo aceptas y continúas hasta que la otra persona esté lista.
Supongo que de eso va el amor.
— Te respeto demasiado como para hacer esto así contigo. — Susurró peinando uno de los mechones de cabello por detrás de mi oreja, con mucha suavidad. — Sabes que lo quiero tanto como tú.
— ¿Qué tanto?
— Por favor, no me hagas decirlo. — Sonrió. — Sí lo quiero.
— ¿Seguro? — Pregunté con voz titubeante. Casi pude imaginar el rostro de la típica chica dependiente sin sentido del orgullo que tendría en esos momentos. ¿Cómo es que un hombre era capaz de hacerme sentir de tantas formas en cuestión de segundos?
— Pues claro que sí idiota. — Aseguró levantando mi mentón con sus dedos fríos y después volvió a suspirar hondo, como si estuviera preparándose para dar una larga explicación con el único fin de hacerme sentir mejor. — Quizá pienses que soy anticuado, pero no es así. Mi intención es hacer las cosas bien contigo y esta es la única forma que conozco. Es la única forma en la que puedo hacerlo.
Muy en contra de su voluntad, cuando pude ver que aún se veía obligado a hacerme sentir mejor después de las interminables veces en las que me rechazaba de la forma más dulce que se permitía, decidió envolverme en sus brazos sellando un beso lento en mi frente, tal vez como un signo de paz.
— Voy a comenzar a odiarte. — Dije aún contra su pecho, totalmente consciente de que jamás fui fanática de la asfixiante sensación de un abrazo pero que por alguna razón, podría vivir pegada a él sin miedo a arrepentirme.
— Sabes que no. — Le escuché decir mientras volvía a encender el televisor y yo daba por terminado el tema. Por el momento.
Fue el sonido de los cortos anunciando otros programas lo que me despertó un poco más allá de las 12:30 am, cuando me encontraba recargada en el pecho de Yoongi y con su brazo alrededor de mi cuerpo. Tuve cuidado de no moverme bruscamente y lo miré dormir plácidamente.
Pero en cuanto hice un ademán para deshacerme de su abrazo y dirigirme hacia la cama, él despertó un poco impresionado por no saber en qué momento se había quedado dormido. Talló sus ojos y pestañeó varias veces antes de querer acurrucarse de nuevo.
— ¿Planeas seguir durmiendo en el sofá? — Dije levantando las sábanas de la cama colocada al final de la habitación de un solo piso.
Y así era. Su afán por mantenerse lejos de mí llegó al extremo de adueñarse del sofá bajo la absurda excusa de no sentirse cómodo en una cama que no fuera la suya. Intuyo también se trataba de pudor y algo de vergüenza aún. Y a pesar de que también era algo totalmente extraño para mí, seguía con la esperanza latente de que su calor, su cuerpo y su presencia tan cerca de mí, pudiesen convertirse en mi momento preferido del día a día.
Despeinó su cabello sin estar muy seguro de lo que significaba mi pregunta.
— Pues yo-
— Ah, ven aquí. — Interrumpí dando pequeños golpes con la mano en el colchón, tratando de aparentar que aquello no me emocionaba cuando en realidad era todo lo contrario. — No voy a hacerte nada si no quieres.
Él frunció los labios durante unos segundos y, al ver que tal vez esa noche tampoco accedería a eso, apagué la luz de la mesita de noche y me envolví en las cobijas dejándolo parado sin saber qué hacer en medio de la habitación.
A los pocos minutos, después de escuchar sus quejas en susurros y sus hondos suspiros llenos de desaprobación, pude sentirlo levantar las sábanas con delicadeza y recostarse a mi lado sin decir palabra alguna. Yo tampoco fui capaz de mencionar algo cuando, incluso si me sentía persona más feliz del mundo, giró en mi dirección quedando frente mi espalda y al mismo tiempo envolviendo mi cintura con sus brazos.
— Mi madre quiere que te invite a comer la próxima vez. Creo que quieren disculparse o algo así. ¿Estás de acuerdo? — Susurré acomodando mi cuerpo contra el suyo. — Puedo entender si no aceptas. Si me preguntas, en tu lugar yo no iría.
Pude escuchar una leve sonrisa tras un silencio dudoso de su parte.
— Eres muy rencorosa. — Musitó. — Tu madre me sigue poniendo nervioso.
— Ya somos dos. — Sonreí absurdamente, sin tener en cuenta que él no podía verme.
Tuve la sensación de percibir su rostro posado entre mi hombro y cuello; en cualquier otro momento, esa respiración en un punto tan vulnerable me hubiera vuelto completamente loca, sin embargo, aquella noche siendo totalmente consciente de que su intención no era rechazarme, me di por vencida, dejándome derretir suavemente entre sus brazos.
— ¿Has hablado con Minhyuk? — Susurró mayormente con intriga.
Yoongi no había sido capaz de ver a mi hermano aunque éste insistiera en hablar con ambos para explicar detalladamente cómo es que sucedieron las cosas nueve años atrás. Y aunque tal vez, quien tomó de una forma más madura las cosas fue Yoongi, aún se veía un tanto incómodo con la presencia de Minhyuk. Ninguno podía seguir aplazando las cosas, y mucho menos en ese entonces, cuando mamá llamó para anunciar daría una cena amistosa donde exigía cuando mínimo la presencia de Minhyuk, la mía y como una posibilidad muy lejana pero necesaria, la de Yoongi.
— Sí. — Respondí acariciando sus dedos con los míos. — ¿Y tú?
— Aún no. — Sonó fatigado y un tanto desanimado, porque, aunque no quisiera demostrarlo, la ausencia de Minhyuk bien podría haberle dolido más que la mía durante casi nueve años.
— Regresará de Londres en tres semanas. Dijo que quiere ir a el evento en el Asiad Main.
— ¿Tú irás? — Susurró después de bostezar, con la voz completamente adormilada.
— No lo sé, no soy taaaaan fan como para gastar 380 dólares en un boleto.
Sentí su sonrisa pegada a mi nuca. — Duérmete ya. — Musitó mientras estiraba su cuello, acomodando la cabeza sobre almohada y alistándose para caer en un sueño profundo.
— Descansa.
Cerré mis ojos. Suspiré dejando atrás el inútil intento por no sonar completa y estúpidamente enamorada de Min Yoongi. Esa noche ni siquiera tuve problemas para considerar quedarme dormida o mejor aún, no hubo momento en el que me sintiera asfixiada por su cuerpo estrecho al mío.
Después de unos cuantos minutos de silencio, justamente cuando comenzaba a perder conciencia sobre el tiempo, su voz completamente inesperada rompió con el silencio.
— ¿Miah?
— Dime. — Balbuceé. — No creas ya me estaba quedando dormida.
— No estoy enojado. — Dijo. Yo levanté la cabeza porque nada de eso venía al momento. — ¿De causalidad es verdad lo de tu vecino?
Para cuando desperté, Yoongi ya no estaba ahí. Y, a pesar de que comenzaba a acostumbrarme a no verlo por las mañanas, no dejaba de doler un poco aquella sensación de tenerlo y después afrontar su ausencia. Era como si por la noche todo fuera cotidianamente perfecto y por la mañana, el golpe con la realidad me gritaba que tal vez solo se trataba de mi imaginación o todo era un sueño resultado de mi estado en coma durante ocho años.
Me levanté con mucha pesadez pero aún con el leve halo de su perfume sobre mi piel y cabello.
Dirigí la mirada hacia la mesa de cocina y cuando fui hacia ella encontrándome un plato de hotcakes y café, toda mi atención pareció derretirse junto con mi corazón al leer la pequeña nota escrita con su hermosa caligrafía.
"Lamento no hacerte tan feliz como me gustaría. Pronto."
Y si ese momento no era felicidad. ¿Entonces qué demonios lo era?
Llegué lo más rápido posible a la oficina con la única intención de asistir a la primera junta de la mañana y así poder verlo aunque fuese desde el otro extremo de la mesa.
Mi corazón de estúpida mujer enamorada era terriblemente herido cada vez que me dirigía la mirada y no recibía ninguna sonrisa o muestra de cariño con ella. En el trabajo, durante esos minutos, Yoongi era un completo desconocido; incluso Jin y Jimin se lanzaban miradas incómodas al notar aquella situación, porque sí, por lo menos ellos seis eran conscientes de absolutamente todo.
Cuando terminó la junta y todos comenzaron a levantarse para dirigirse a sus respectivas agendas, no quise hacer más tiempo para quedarme a ver cómo era despreciada por el "deber".
Tomé mis cosas, salí y justo cuando el pasillo estaba completamente vacío, su mano tiró de la mía haciéndonos quedar en un espacio, el cual sabíamos no era perceptible ante las cámaras de seguridad.
Era nuestro punto ciego.
Sonrió levemente. Me miró por unos segundos y después acercó su rostro al mío para besarme exactamente como lo hizo la primera -segunda- vez: Inesperado, impaciente, nervioso, dejando toda su energía apoderarse de mis labios y sus manos aferrándose dominantes a mi cintura.
— Cobarde. — Sonreí en cuanto separó su rostro para retomar la respiración. — Me besas así porque aquí estás a salvo.
Yoongi soltó una risita, burlándose completamente de mí y después mordió su labio con delicadeza.
Le vi desaparecer en el pasillo, dirigiéndose a la sala de ensayos.
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