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Pray

— Puedo acompañarte, si quieres. Nunca me ha pasado pero no creo que esté fácil enfrentar algo así tú sola. — Se había ofrecido Taehyung con dulzura, después de que, frente a él, le explicara al manager la razón por la cual necesitaba permiso para salir esa mañana.

Y, aunque el hombre alto y corpulento no se había negado a la invitación amable de Tae, decliné a razón de considerar ese hecho demasiada exposición para un hombre de mi edad, con su impacto y acompañado de una mujer a un suburbio Manhattan.

— Eres muy amable. — Sonreí. — Pero es algo que debo hacer sola. Te lo agradezco.

— ¿Estás segura?

— Totalmente. — Mentí.

No voy a negar que preferí llamar a un taxi en lugar de aventurarme a tomar el enredoso y caótico subterráneo. Creo que la razón principal era que el simple hecho de revivir la rutina de llegar a mi vieja casa, traía a la luz la sensación de miedo y furia que dejó como resultado mis últimos días en Estados Unidos.

Así que preferí recargar la cabeza en el frío vidrio del vehículo y bloquear mi mente hasta llegar al 336 de W 89th St, entre Riverside y West End Ave: Un pequeño edificio blanco de solo 3 niveles con vista por el Este hacia el Parque Nacional y por el Oeste, vista al edificio de la Congregación Olam, a la cual asistía los miércoles por la noche solo para comer donas y café mientras fingía —con todo el respeto—  aceptar a Dios en mi corazón.

Salí del taxi, pagué la cuenta y deslicé la llave de la entrada principal para ingresar al vestíbulo, donde por lo general, los buzones de correo desbordando sobres postales y el olor a pino en el piso de caoba desgastada, siempre era la primera impresión que se llevaban los visitantes  al acudir a alguno de los 6 pequeños departamentos de la unidad.

El lugar era el mismo, pero la vibra había cambiado. Podría apostar a que, después del escándalo del año pasado, la mitad de los habitantes decidió trasladar su hogar a un edificio con menos mala fama.

Y en esos momentos, titubeante, frente a una puerta en el segundo piso que había decidido olvidar junto con los recuerdos que habitaban tras de ella, me arrepentí de haber rechazado la compañía de Taehyung.

Abrí con lentitud la entrada café de aquel departamento, aún conservaba las llaves y me sorprendió bastante que el administrador del edificio no haya cambiado la cerradura. Supongo que no lo hizo a causa de querer esperarme para decidir qué hacer con el espacio vacío.
Lo primero que inundó mis fosas nasales fue la mezcolanza entre los gases de la cañería averiada y el desgaste de la pintura de las paredes erosionadas por la humedad de primavera. Había pasado medio año deshabitado. Era evidente se encontraría cubierto de polvo, desordenado y con un incipiente olor a humedad agobiante pero claro, sin los muebles y electrodomésticos de alto valor dentro de él.

La mesita del recibidor del pasillo estaba intacta al igual que el marco con nuestra fotografía en la cual, parecíamos genuinamente felices. Paul llevaba puesta una gorra de tonalidades rosadas y púrpuras mientras me abrazaba con U2 tocando al frente del estadio Yankee.  
Meses después me habría enterado que aquella gorra que siempre odié y que Paul usaba para esconder cobardemente los inicios de su calvicie, fue un regalo que hizo a su ex novia y que, después de pasar la noche juntos en nuestra cama, se trató de un pacto para revivir y recordar siempre su amor. 

¿Cómo pude estar enamorada de una persona como él?

Sacudí mi cabeza intentando alejar todos aquellos recuerdos que si bien ya no eran dolorosos, provocaban cierta ira conmigo misma... Por permitir tanto durante tanto tiempo.

Pero ya estaba ahí. Quería aprovechar aquella semana en Nueva York e ir a Manhattan para vender de una vez por todas, aquel inmueble que mi padre había comprado para mí en cuanto cumplí 18 años de edad. 
Pude haber vivido en la residencia de la universidad pero él se negó rotundamente; desde los 16, pasé los dos años siguientes de la preparatoria viviendo con unos familiares lejanos en Harlem y a los 18, papá compró aquel departamento bajo su nombre para mí y a los 21, traspasó todo bajo mi propiedad.
Ahora que lo pienso, creo que en ese entonces, recibir la noticia de que su pequeña hija había decidido meter a un hombre 10 años mayor que ella a una casa adquirida para su absoluta y beneficiosa privacidad, no debió caerle muy bien. Sin embargo, para ese punto mis padres habían decidido soltarme y supongo que esa fue la razón por la que no armó un drama de cantidades demenciales.

Entonces, lo había decidido, vendería ese lugar que fue mi hogar durante 5 años de los cuales 2 compartí con Paul y me quedaría definitivamente en Seúl. 

¿Por qué permití tanto? ¿Esa era la imagen que tenía del amor? ¿El amor debía ser así para mí?

Mientras inspeccionaba cada rincón de mi antiguo hogar, esas preguntas bombardearon mi cabeza hasta el punto de hacerme sentir pena por la persona en la que intentaba convertirme. Cada espacio, cada mueble, cada olor y sensación, no eran más que el molesto recuerdo de mi fragilidad y del nulo aprecio que tenía por mí misma. 

Estaba tan perdida entre recuerdos decepcionantes, que la vibración de mi celular me distrajo de pronto.

Yoongi:
¿Estás bien?
4:34 pm

Y sí, él sabía dónde estaba. ¿Las razones? Bueno, sabía lo mismo que Taehyung y su manager: Tenía que vender mi antigua casa y recoger algunas cosas porque mi ex novio, al parecer, intentaba venderla como si fuera suya.

Repasé la casa por lo menos unas tres o cuatro veces. Intentaba fervientemente recuperar algún recuerdo feliz en aquel lugar, pero solo me encontré con aquellos que había construido sola. Claro, no puedo afirmar que no hubo momentos en los que no fui feliz con aquel hombre, pero todos aquellos cuadros de felicidad esporádica y efímera, arrastraban una consecuencia hiriente consigo.
Sí, en esa habitación había experimentado mucha felicidad pero justo ahí se había atrevido a llevar a no sé cuántas chicas mientras yo estaba en la universidad; sí, en aquella ahora vacía sala habíamos formado maratones de películas que amábamos pero, también fue ahí donde pasé mi última noche en Manhattan, gritando, peleando, llorando, buscando y suplicando por excusas para quedarme y con el alma destrozada al saber que él jamás cambiaría.

Durante dos años me aferré a él y a una relación que no podía ser salvada. Hubo veces en las que terminé pidiendo perdón y llegué al punto de no sentirme plenamente suficiente para él, ni para ningún otro hombre. Como si algo de eso importara. Me derrumbé totalmente, dejando de lado todo lo creía saber sobre mí, independencia, valor o los principios que me había enseñado mi madre desde que tengo memoria. Y ahora que lo pienso, tal vez dejé que todo ocurriera por temor a la soledad.
La idea del amor y ese sueño que toda persona —romántica empedernida hasta los huesos—  tiene de un príncipe azul, me cegó por completo y no fui capaz de dimensionar el daño tan grande que provocaba.

Creo que en el mundo, hay una idea muy errónea sobre "perdonar para sanar". Esto no tiene sentido. Es estúpido y te orilla a una positividad irreal y falsa en la que estamos obligados a vivir o seguir porque hoy en día, todos buscamos felicidad. Y solo serás feliz si perdonas. 
Pero para mí, no es así. No estamos obligados a perdonar. Olvidar y dejar pasar no están ligados a la felicidad. No era mi caso porque mi corazón aún se encogía al recordar los ojos furiosos de Paul mientras me azotaba con odio contra la pared, lanzando mil amenazas si es que me atrevía a dejarlo.

Tenía todo el derecho a no perdonar y jamás olvidar.

Así que tomé asiento en una de las esquinas de la sala y llevé las rodillas hasta mi pecho. Me quedé pasmada, preguntándome si es que esos años habían sido un desperdicio o realmente había aprendido algo de ello. Tras llorarle a mí yo rota del pasado, haberle dado una última vista a aquel lugar y ya con aquel asunto cerrado, dejé la llave sobre el mueble de la entrada, deposité ahí mismo el sobre con el poder notarial firmado para solo esperar mi dinero al finalizada la venta, tomé mi bolso y salí directamente hacia el hotel donde nos habíamos hospedado.

No iba extrañar ni un mueble, ni un momento y ni un recuerdo de ese horrible lugar. 

En cuanto llegué al hotel, quise tomar una larga ducha para deshacerme de la sensación del polvo sobre mi cuerpo. No sé describirlo bien, pero quizá también la carga emocional que acumulé durante esas horas en mi vieja casa, me habían agotado tanto, que necesitaba del agua para liberar emociones que quizá no pude identificar en ese momento. 

A pesar de tener una larga y exhaustiva semana por delante, aproveché al máximo la espaciosa tina y, después de salir, mientras secaba mi cabello, el flash de mi celular se disparó indicando había recibido un mensaje nuevamente.

Deslicé la pantalla táctil y ver el remitente me provocó una sonrisa.

Yoongi:
¿Quieres cenar algo?
8:45 pm

¿Por qué siempre me
buscas para comer?
¿Te das cuenta de que
siempre comemos?
8:45 pm

Me culpé un poco por no haber intentado disimular un poco y hacerlo esperar con mi respuesta.

Yoongi:
Entonces muérete de hambre.
8:47 pm

Muérete de soledad.
8:50 pm

Yoongi:
¿Cómo te fue con eso?
8:51 pm

Sigo viva :)
8:51 pm

Yoongi:
Me doy cuenta.
¿Hot dogs americanos? o ¿Comida mexicana?
8:55 pm

No he aceptado. 🧐
8:56 pm

Yoongi:
...
8:57 pm

Yoongi:
A veces eres
hiriente, Miah. 😑
9:00 pm

Por supuesto que mexicana. :D
9:00 pm

Yoongi:
¿Vienes o voy? 🌮🌶👨🏻
9:01 pm

Voy 🚶🏻‍♀️
9:01 pm

Yoongi:
No tardes, muero de hambre.
Y de soledad 😭👌🏻
9:02 pm

Oye...
9:05 pm

Yoongi:
?
9:06 pm

Usa la pijama rosada. 😭👌🏻
9:10 pm

Ya no puedes enviar Mensajes Directos a esta persona. Más información.

Me vestí intentado parecer relajada pero no demasiado, peiné mi cabello e hice un pobre intento por sacarle provecho a mis facciones sin usar maquillaje. Había llorado demasiado, mis ojos estaban hinchados e irritados. ¿Él lo notaría? Seguramente. ¿Preguntaría por ello? Era evidente. 

Y a los diez minutos, con un cuidado meticuloso de no ser vista por alguien, me encontraba tocando el timbre de su habitación. Claro, hubiera sido preferible hacerle una llamada rápida, pero me había bloqueado.

— ¿Quién es? — Dijo desde el otro lado de la puerta, casi en un susurro.

Por supuesto que sabía quién era.

— Una seguidora loca y sin respeto por la privacidad ajena. — Musité.

¿Habré llegado muy lejos? Espero que no.

— Lo siento, puerta equivocada.

— ¿No eres tú Min Yoongi?

— No. — Cambió su tono por uno ridículamente nasal y el idioma a un inglés meticuloso.— Soy Alfred.

— ¿Alfred qué?

— Solo Alfred.

— Abre, pijama rosada. — Susurré viendo hacia los lados. Estoy segura de que escuché su risita grave ahogada. —  Aquí hace frio.

Abrió la puerta y se movió a un lado para que pudiera pasar.

Me gustaba verlo sin maquillaje, no era que me disgustara verle así, claro. Las maquillistas hacían una estupenda labor simulando los pigmentos y sacando a relucir lo perfectamente visuales que podían ser... pero, sin maquillaje me recordaba más a Yoongi. Al que solía conocer y en algún momento dejé atrás. 

— La comida no tarda. — Emitió rascando su nuca. Di una mirada rápida a la cama, estaba acostado, evidentemente. —  Los demás salieron a cenar, yo estaba demasiado cansado y pedí que me trajeran algo. Doble ración.

— ¿Y si me ven aquí cuando lleguen? ¿No va ser raro?

— Miah... — Suspiró. — Para este punto ya todos saben que eres mi amiga. Deja de preocuparte por eso. Pero, si tanto te inquieta, es obvio que solo recibo las cosas en la puerta y se van, genio.  — Bostezó acomodándose en la silla del escritorio sin dejar de ver su celular. 

Caminé detrás de él inspeccionando las diferencias de su habitación con la mía. Y como era de esperarse, no podía compararlas.

— Estoy algo decepcionada, no es rosada. — Tomé asiento al borde de su cama, observando su suéter de cuello alto color verde ámbar.

Tuve la oportunidad de verlo sonrojarse, pero esta vez, logró voltear el comentario en mi contra. — Miah, te aseguro que el resultado no cambia, independientemente del color. — Alzó una ceja, pasando la punta de la lengua por sus carrillos.

Reprimí la sonrisa lo más que pude. Lo cierto es que siempre me había resultado bastante atractiva la faceta bad boy de Yoongi y ese comentario en doble sentido lo había hecho con toda la intención de sonrojarme más de lo que yo a él. Por supuesto lo había conseguido.

— Que sucio. —Sonreí hacia el otro lado, rascando el ala de mi nariz, justo como suelo hacerlo cuando estoy extremadamente nerviosa.

— Tu empezaste. — Se alzó de hombros, orgulloso por la reacción que me había provocado.

Divagué por unos momentos antes de entrar en el tema que quería. Aunque ya estaba un poco acostumbrada a la forma de ser del Yoongi actual, seguía preocupándome su forma de reaccionar ante algo que le incomodara. Trataría de tener tacto, y si no funcionaba, recurriría a la pijama rosada de nuevo, como salida de emergencia.

Después del suceso del avión, no había tenido oportunidad de acercarme a él porque al aterrizar, Yoongi volvía a ser parte de un todo y yo era inexistente. La única vez que cruzamos una risa reprimida fue cuando, al leer el guión de una entrevista antes de salir al aire, me preguntó el uso específico de la palabra "tho" al final de una oración. Yo procedí a explicarlo con el ejemplo de una frase y él solo respondió "Miah, eres muy bilingüe", en el mismo idioma. 

Así que sí, la incertidumbre que Hoseok no pudo alimentar en el avión, me estaba matando. 

— ¿Ex novia obsesiva en el mismo avión? — Solté arrepintiéndome en cuanto terminé la pregunta.

Sí Miah, bravo. Magistral. Que tacto.

Pero la respuesta de Yoongi fue totalmente contraria a lo que me temía.

Entornó la mirada y terminó fijándola en la alfombra. Tras pensarlo por algunos segundos, emitió una sonrisa conmovida. De verdad conmovida.

— ¿Estás celosa? — Inclinó levemente la cabeza sobre su hombro, con la misma sonrisa de segundos atrás.

Negué brevemente. —Preocupada es la palabra correcta. — Llevé las rodillas a mi pecho como si se tratara de un instinto de protección.

Inspiró profundamente. Comenzó a jugar tranquilamente con sus largos dedos aspirando a buscar la respuesta correcta para regalarme..

— No es para tanto. — Afirmó. Seguramente notó mi expresión de disgusto absoluto, porque inmediatamente alzó ambas manos en el aire, a la altura del pecho para protegerse. — Vale, vale. Se pasó... Pero está arreglado. No lo volverá a hacer.

No estaba tan segura. En el avión claramente escuché la recomendación de Namjoon hacia Yoongi por no acercarse. ¿Por qué le daba lo que quería? ¿Por qué intentaba quitarle peso a sus acciones y restarle importancia si había hecho cosas que lo afectaban? ¿Tan importante era para él incluso si se trataba de una persona que en realidad no lo quería?

¿Amor?

 ¿Cómo puedes protegerla así? Hizo cosas muy desagradables. — Entrecerré los ojos manifestando la irritación que me había provocado imaginar sus sentimientos hacia ella. No podía terminar de comprenderlo. 

 Ya. — Musitó. — No voy a hablar de ese tema contigo. Lo mismo que hago por ella, lo haría por ti.

Deshice de mi cómoda posición de golpe. Me sentí profundamente indignada, ofendida ¿Cómo es que se atrevía a vernos como iguales?

— Yo no hice nada de lo que hizo ella, Yoongi. No somos iguales... 

Mantuvo la misma calmada posición sobre la silla, solo que ahora su mano se encontraba en un puño apoyada en su sien. Me observaba fijamente, y sin embargo, no pude reconocer el sentimiento en ella. 

— Pero igual me lastimaste. — Apuntó sin dar demasiados rodeos. No recordaba lo directo que podía ser Yoongi. — Y por si no lo notaste, se llama caballerosidad. No es amor, si es lo que crees.

— Yo no mencioné esa palabra. 

— Pero seguramente la pensaste. 

Como siempre, me había adelantado demasiado a inferir cosas que no iban al caso y como siempre, también me había equivocado.

Mi garganta se contrajo. Sentí una ganas tremendas por defenderme; cuando dejé Seúl hace 8 años, también me encontraba asustada, no sabía sobre mi futuro o cómo carajo comenzar desde "cero" en un país muy distinto a donde había crecido. En ese entonces, necesité mucho de Yoongi pero él decidió no volver a saber de mí. Él también me lastimó. Estábamos en el mismo lugar. Pero ¿No fue él quien noches atrás dijo que haber tomado diferentes caminos fue la mejor decisión para ambos?

A veces decía una cosa, pero demostraba lo contrario. Era confuso.

Quise contestar de inmediato, pero él alzó una mano al aire para que le permitiera continuar.

— Es alguien que quise. — Continuó. — No estoy diciendo que la haya perdonado, no soy imbécil. Pero... Hago lo que está a mi alcance para evitar que tenga tantos problemas. — Dejó la silla del escritorio y caminó pesadamente hacia la ventana, se colocó de espaldas a ella y dejó su peso reclinado sobre el frío vidrio polarizado.

Le seguí únicamente con la mirada. No fui capaz de decir una palabra, ya no me sentía con el derecho de hacerlo.

— Y tienes razón. — Tronó las cervicales del cuello ágilmente. — No son iguales, Miah. Si se tratara de ti... Incluso si fuiste una bruja sin corazón que simplemente se fue dejándome en uno de los momentos más difíciles de mi vida...—  Emitió el suspiro más hondo que sus pulmones le permitieron. — Haría lo inimaginable por protegerte. No son iguales y lo sabes. 

Sentí que perdía la noción del tiempo. A excepción, claro, de la parte donde me nombró "bruja sin corazón", una sensación de euforia desmedida en mi pecho necesitaba salir urgentemente. 

Porque yo le importaba y eso era suficiente para mí. 

— Eres un amor. — Le sonreí ligeramente, intentado una tregua en señal de disculpa. Yoongi respondió a aquella sonrisa con el mismo gesto pero negando suavemente con la cabeza.

Había aceptado mi disculpa indirecta sin objeción alguna.

— Hago lo que puedo. 

— Nunca cambies, campeón. 

— Mejor... Dime cómo te fue con tu casa y ya sabes, tu corte de cabello para cerrar ciclos o esas cosas que hacen las personas después de darse cuenta de que estaban con un idiota que les explotaba emocionalmente. — Animó y acertó. 

— Pues-

Pero los golpes en la puerta y el timbre de la entrada me interrumpieron. Al principio me sentí alarmada, pero logré calmarme un poco cuando recordé que, si se trababa de las personas que conocía, ellos únicamente acostumbraban dejarle las cosas en la puerta sin siquiera echar una mirada dentro.

— Yoongi...Abre. — Tocaron de nuevo. La voz de Jimin resonó desde el otro lado.

— Yoongi. Queremos tomar el postre contigo. Abre, vamos hace frío. 


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