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Love in a elevator

Después de haber regresado de Estados Unidos, mi comunicación con Yoongi fue únicamente por medio de mensajes. La última vez que le había visto fue un mes atrás, al salir del aeropuerto de Incheon, cuando las enormes e imponentes camionetas blindadas de la compañía fueron estratégicamente colocadas en diferentes puntos del lugar para evitar entrevistas y persecuciones hostigosas. Fue el regreso oficial a la realidad. En cuanto bajamos del avión, todo volvió a ser como antes, siempre atrás de él, siempre manteniendo la compostura, sin sonreírle, sin poder acercarme, sin poder portar sus enormes chamarras y siempre recordando cuál era mi lugar respecto a él. 

Haber escapado a ese bar parecía un sueño. Para ser precisa, incluso los ya borrosos recuerdos durante la adolescencia también asemejaban serlo. 

Sin embargo para mi fortuna, fue muy grato ver que después de dos merecidos días de descanso, él fue quien tomó la iniciativa de enviar un mensaje con el pretexto de preguntarme cuál era el nombre de la pizzería que solíamos visitar cada viernes por la noche cuando vivíamos en casa de nuestros padres; se trató de un juego de tira y afloja donde yo respondía mal apropósito y él me corregía usando el nombre correcto. Y así transcurrieron algunas semanas,  propiciando conversaciones banales sin relevancia pero que por cierta razón, utilizábamos como mera excusa para no perder el hilo de la conversación y que al vernos de nuevo, dirigirnos la palabra no fuera algo tan complicado. 

Era viernes. Y los viernes tenía la mala costumbre de llevar mezclilla y tenis a la oficina porque las probabilidades de tener una junta o encontrarme con Geum o Yoongi en los pasillos, eran casi imposibles. Geum descansaba tres días seguidos y Yoongi raramente asistía en fines de semana a menos de que su trabajo exigiera ese esfuerzo. 
Entonces mi aspecto esa mañana, aunque muy cómodo, seguramente ante los ojos de mi madre resultaría una desgracia y deshonra segura a todo el linaje familiar: Pantalones de mezclilla, converse negros, un enorme suéter gris que rebasaba mis muslos, no maquillaje, no producción. Éramos solo mis gafas de pasta negra, un moño desaliñado, un americano con dos de azúcar y yo. 

De los cuatro ascensores del edificio ¿Por qué tuve que trotar para tomar ese

Para cuando subí la vista, Yoongi ya se encontraba en el fondo del cubículo, desviando la atención hacia otro lado que no fuera yo o el tablero de botones auxiliares. 

Girar sobre mis talones para pretender no haberlo visto y correr al baño para tan siquiera aplicarme un poco más de bálsamo labial, hubiera sido inútil. Sonreí suavemente e ingresé resignada al mismo lugar. 

 — Hola. — Enunció a mis espaldas. Aunque por fuera mi compostura era inmutable, por dentro mi adolescente interior brincaba, bailoteaba y se ridiculizaba por todos lados debido la felicidad que me generaba verlo de nuevo y sobre todo, que él haya hablado primero. 

— Hola. — Respondí con tranquilidad, presionando el botón del piso número 6 y posteriormente dando un pequeño sorbo a mi americano aún caliente.

Yoongi no esperó a que el silencio nos inundara, aclaró un par de veces la garganta y acto seguido, recargó la espalda sobre el cristal al fondo del ascensor. 

— Ilústrame. — Dijo de pronto sin procurar algo de desinterés. — ¿Cómo es que Wang puede salir contigo más seguido y yo no? ¿No se supone que tengo preferencia de antigüedad o algo similar? 

Porque tenía razón. La salida a ese restaurante y posteriormente a Central Park no fue la última vez que vi a Jiaer. Al regresar, acordamos desayunar cerca de su agencia e incluso me invitó a una pequeña reunión de amigos cercanos en un club campestre a las afueras de Seúl. ¿Cómo fue que Yoongi se enteró? Bueno, porque Namjoon estuvo presente en una de esas ocasiones. 

 — Buen día, Yoongi. — Sonreí. — He estado muy bien, gracias. ¡Que lindo! ¿Y tú? — Respondí con toda la intención y ganas de voltear a verlo pero conteniéndome de una forma que a la fecha, aún no logro comprender.

Escuché el apenas perceptible chasquido de su lengua tras unos segundos de silencio. ¿Por qué demonios el elevador subía tan lento a comparación de otros días? Y es que tal vez el tiempo iba más despacio debido a la presión que su perfume Chanel ejercía sobre mí.
Di otro sorbo de café con la intención de guardarme las ganas de continuar con la conversación haciendo algún comentario estúpido o dato innecesario que, si bien él ni siquiera notaría, yo me reprocharía más tarde sobre mi escritorio pensando mil veces "¿En serio? ¿Algo más inteligente no se te ocurrió, idiota?".

Y sí, era bastante curiosa la forma en la que podíamos mandarnos mensajes como si fuéramos las personas más cercanas del mundo y al vernos de frente, todo aquello se reseteaba dejándonos en un hilo de pena y nulas palabras hacia el otro.

— Sí, también eso. Bien, no puedo quejarme. En fin, yo-

—Buen día. — Dije en cuanto se abrieron las puertas en el segundo piso para que una mujer de Recursos Humanos entrara y al instante, los tres hiciéramos una leve y sincronizada reverencia. — ¿Tercer piso? —Apreté el botón por ella, anticipándome a su respuesta.

Tuve que morder parte de mi labio inferior para ocultar mi sonrisa. Me resultaba bastante gracioso el hecho de que Yoongi se callara en cuanto la mujer entró al elevador; involuntariamente - sí, claro - giré un poco la cabeza hacia mi hombro con la evidente intención de observar a Yoongi, quien desde el fondo, apretaba mandíbula casi conteniendo la respiración para no sonreír conmigo.

— Esta semana hay auto cinema, por el mes de cultura internacional o algo así. — Soltó en cuanto la mujer bajó en el tercer piso y las puertas se cerraron por completo.

Yo oculté parte del rostro soltando mi cabello y por lo menos, eso me hizo sentir un poco más segura. ¿Por qué tuve que ir tan desarreglada ese día? 

— De verdad investigaste. Me encuentro muy conmovida, Yoongi. — Sonreí victoriosa sin aún voltear a darle una mirada. Aunque, ahora muy lejos del orgullo, la razón era que mi rostro sin arreglar seguramente estaba completamente rojo, embobado y alucinado ante ese hecho.

— No me interrumpas cuando estoy tratando de ser lindo, Miah.

— Lo siento. Continúa.

Quinto piso. Apresúrate, Yoongi.

— Seguramente habrá de esas películas que le gustan únicamente a Namjoon y yo tendría que ver como cinco veces para agarrarle gusto... Pero, ya sabes. Estaría bien ir. Si quieres. Púdrete si no. — Intentó despreocupado pero una leve melodía de diversión se coló en sus palabras.

— ¿Y cuándo te nació el amor por el cine de arte?

— Cuido mi espalda, si lo piensas cruelmente, es el único posible lugar normal al que nadie quiere ir.

Sexto piso.

— Que convincente. 

Dejé que las puertas se cerraran frente a nosotros sin tan siquiera tener la intención de salir del elevador y, como la persona totalmente disimulada que suelo ser, mi reacción instantánea fue voltear a ver la expresión de Yoongi.

— ¿No bajabas en el sexto piso? — Frunció la cejas mientras emitía esa molesta sonrisa de lado que suele escaparse cuando gana en algo.

— Estoy cediendo, Yoongi. — Aseguré devolviendo mi vista hacia las puertas de metal. Para ese momento, ya ni siquiera estaba segura de lo que hacía. Y para mejorar todo, pude escuchar un suspiro esporádico y victorioso a mis espaldas. — Una película polaca sin guión y con sonidos raros hechos con metales y vidrio suena perfecto, si me lo preguntas.

Asentí como si esa invitación no me emocionara, como si por dentro no estuviera gritando y echando a andar el cerebro a todo su potencial tratando de imaginar el atuendo perfecto. 

— Paso por ti el miércoles a las 8 pm. — Finalizó.

— Estas muy complaciente hoy. ¿Te encuentras bien? ¿No me estarás escondiendo una lista llamada "Cosas que quiero hacer antes de morir porque tengo una enfermedad terminal" o algo así?

— Solo quiero ser lindo. Ya sabes porque somos amigos ¿No? — Rascó su nuca con incomodidad mientras se acercaba unos pasos hacia mí preparándose para bajar en el octavo piso, justo como marcaba su horario para ensayos en el piso de audio y producción. — Los amigos salen. — Susurró en un tierno tono avergonzado.

— ¿Esto es porque salí con Jiaer? Debería pedirle que salgamos más seguido. Tal vez así quieras llevarme de vacaciones a Italia o algún lugar de gente con dinero. 

— No. —Dijo — Tú pagaste la cuenta la última vez que me obligaste a salir del hotel y pusiste en peligro a un tesoro nacional. — ¿Por qué razón sonaba genial cuando él se autodenominaba así y en contraste, verlo en las noticias hacía que mis ojos y oídos quisieras arder? — Es mi turno. 

Octavo piso.

Yoongi fijó su vista en el corredor en cuanto se abrieron las puertas, y justamente como yo lo había hecho dos pisos abajo, dejó que las placas de metal se cerraran frente a nosotros sin tener la intención de poner un pie fuera.

— ¿No bajabas en el octavo piso? — Giré la cabeza hacia él, frunciendo el semblante con suspicacia. Acto seguido, Yoongi evitó mi mirada y se limitó a asentir varias veces como si estuviera intentando convencerse de algo.

— Estoy cediendo, Miah. — Imitó dejando salir una hermosa sonrisa espontánea, de aquellas que te hacen saber que alguien se encuentra sumamente cómodo con alguna situación. — Y no es por Jiaer, para tu información. — Continuó carraspeando la garganta, intentando disipar la atención de su esfuerzo por permanecer dos minutos más conmigo. — Pero tú eres mi amiga. Quiero hacer cosas que hacen los amigos.

Amigos. Eso éramos y no sabía cómo sentirme al respecto. ¿Me hacía feliz? ¿Me incomodaba? Ni siquiera tenía conocimiento de eso; era como si una parte de mí estuviera más que encantada por ser parte de su vida de nuevo y otra parte, siempre estuviese esperando un poco más al respecto.
Yoongi tampoco había sido muy claro; cuando pregunté si es que yo le gustaba el respondió con un educado "No lo sé". Entonces ¿Qué hacía con todo eso? ¿Cómo debería sentirme?

El tiempo pasaba y mientras más lo veía, más corroboraba esa sensación de apego y cariño que te genera un vínculo fuerte con alguien. Pero el asunto no se limita al vínculo; cuando ese "alguien" es alguien cuyo futuro y presente implican una carga tremenda de responsabilidades que casi el .05% de la población mundial a sus 20 es "afortunado" de tener, los pensamientos de inseguridad y sobre todo miedo, pasan a ser parte de la rutina.
Así que con un "No lo sé" de su parte y un rotundo pero aterrado y oculto "" de la mía, mi plan no iba mucho más allá de intentar seguir con nuestra amistad de forma reservada y fuera de cualquier excusa que amenazara mi nueva realidad con él... por muy difícil que comenzara a parecer. 

— ¿Tendremos pijamadas, un saludo ultra súper mega secreto y esas cosas? — Giré la vista hacia él mientras arrugaba la nariz, dándole una sonrisa que traté de ocultar con escepticismo, pero podría jurar que él la percibió como euforia reprimida.

— Hasta le daremos un nombre al club. "Yoongi y compañía" suena bien para mí. — Irguió la espalda con orgullo. — Incluso cuando te rompan el corazón puedes venir a mi estudio a llorar mientras finjo que te escucho o que me importa.

— No puedo esperar...

— Aja. ¿Miércoles a las ocho? — Le escuché regresar al tema principal y posteriormente siendo interrumpido por la campanilla del ascensor que indicaba la llegada a la planta baja de nuevo. ¿En qué momento habíamos descendido tanto?

Me encontraba asintiendo y a punto de presionar los botones ocho y seis respectivamente, cuando un par de ojos marrones profundos alcanzaron a toparse con los míos, provocando que por reflejo, interpusiera mi brazo entre las puertas de sensor para permitirle su paso al lugar.

— ¡Oppa!  Sonreí mientras lo veía ingresar sacudiendo suavemente su cabello escarchado con la llovizna fría de aquella mañana. 

Sí, el horrible y vergonzoso "oppa" estuvo demás pero sabía que tendría efecto en un tercero. 

Y es que no importaba la hora, el lugar ni la circunstancia, Geum siempre parecía un galán sacado de cualquier escena de drama escrito por la misma Kim Eun Sook.

Tras aquella fatal e incómoda noche de la boda, Geum decidió distanciarse cortésmente de mí, intentando evitar a toda costa alguna situación que implicara a Yoongi, a él y a mí en la misma habitación. Y aunque fue un poco difícil retomar nuestra amistad, al poco tiempo después de haber regresado de la gira de promociones por Estados Unidos, el mismo Gum tomó la iniciativa por mejorar la situación invitándome a cenar con sus amigos y posteriormente abriéndose a la posibilidad de hablar del tema de Yoongi.
Ahn Miah había significado una bonita posibilidad para Geum y él para mí... Sin embargo no funcionó. Era una situación graciosa porque, él aún no lograba superar su amor unilateral por Yorim y yo... Bueno, yo ni siquiera sabía lo que sentía en ese momento.

  — Miah. — Sonreía mientras pronunciaba mi nombre. — Llegaste temprano. Yoongi, buen día. — Saludó amablemente mientras presionaba el botón del piso cinco en el tablero.

— Hola. — Escuché responder a Yoongi, con voz más curiosa que indiferente. ¿Cuál habrá sido su expresión?

— Miah, no he alcanzado a pasar por nuestro desayuno. Iré a dejar mis cosas... — Dijo levantando su saco y el maletín de su computador. — Y después salgo comprarlos. Yoongi ¿Te gustaría algo?

— Un americano-

— Frío. — Respondimos al mismo tiempo. Incluso antes de interrumpirlo pude darme cuenta de lo innecesaria que se volvería aquella escena pero mi impulso de estupidez, como siempre, quiso probar suerte a ver qué tan horrible podría ser.

Los ojos de Yoongi rodearon cada centímetro del cubo intentando buscar refugio para su rostro sonrojado y yo únicamente pude percibir a Gum siendo testigo de aquello, mientras veía la punta de sus zapatos, negaba con la cabeza y sonreía ampliamente con suma diversión.

— U-un americano frío estaría bien, gracias. — Retomó el chico al fondo del ascensor, procurando sonar como si aquel -ya ahora nada revelador- impulso jamás hubiera salido de mis labios.

Pasaron algunos segundos en completo silencio. Gum intercambió una que otra mirada en complicidad conmigo y para mi fortuna, la campanilla que anunciaba el quinto piso sonó mientras se abrían las puertas.

— Los veo en un rato, chicos. — Agregó Geum divirtiéndose al salir del elevador.

— ¿Oppa? — Se acercó a mi lado en cuanto las puertas se volvieron a cerrar. — ¿Desde cuándo le dices oppa a alguien? Según recuerdo odiabas ese tipo de cosas.

Funcionó. 

Agradecí en ese momento que Yoongi conscientemente intentara desviar la atención. 

—Pero Gum es lindo. Tiene algo que me hace querer decirle así.

— Entonces yo también debería serlo.

— Tú tienes a millones de personas que te dicen así todo el tiempo. — Reí saliendo por fin del ascensor. — ¡Min Yoongi Oppa voy a demandarte por ser tan exageradamente lindo! — Y lo único que pude ver al cerrarse las puertas, fue su genuinamente hermosa sonrisa y sus ojos cerrarse con diversión,  mientras ladeaba la cabeza.

Al percibir el frío halo de la calefacción colarse por los poros de la piel, por fin me sentí liberada y a la vez, extrañamente quise regresar a ese elevador infinito.   

No pude caminar exitosamente directo a mi cubículo de trabajo, a mitad del pasillo, el tono de mensaje de mi celular acaparó toda mi atención. 

MYG 

Oye, te ves mejor
sin maquillaje. 
9:03 am

Fue un halago. 
9:03 am

Eso lo dicen todos 
los hombres tóxicos.
9:03 am 

Y tú eres especialista 
en ellos. 
9

:04 am 

"And she said NO"🦸🏻‍♂️
9:05 am

"Don't touch him"🦍
9:05 am

Jódete. En la vida
vuelvo a evitar que
te rompan la cara.
9:06 am 

Xoxo. 💌
9:07 am


🖤

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