Louder than bombs
La mayoría del tiempo, cuando uno es joven y cree que tiene la suficiente madurez como para tomar las riendas de su vida, los adultos ríen en silencio.
Y es que es la verdad. ¿Qué sabes de la vida a los 18? Incluso ¿Qué sabes de la vida a los 25? Ser legal no es completamente proporcional a la sabiduría y autosuficiencia. Desde mi perspectiva, hay veces en las que quizá jamás dejas de necesitar sentirte respaldado por el vínculo familiar... O tal vez necesitas todo lo contrario.
"Todo lo que hago, lo hago por tu bien".
Bien, en ese momento, cargada de ira e impotencia, aunque definitivamente tal vez ella tenía razón, mi mente procesaba completamente lo contrario.
— Tú habías ido a Seúl, recuerdo que dijiste conocerías a los chicos con quienes compartirías habitación. — Susurré torpemente al intentar sacar a flote mi versión de la historia. Yoongi observaba en silencio desde la penumbra de la sala, a escasos centímetros de mí. — Solo serían unos días...
— Sí, eso lo recuerdo. — Dijo con la voz apenas perceptible. Él, al igual que yo, seguía parcialmente pasmado en algún tipo de trance. — Cuando regresé... Ya no estabas.
Los truenos y la lluvia habían cesado, lo único que dejó la tormenta de aquella noche fueron las gotas de agua que impactaban arrítmicamente contra el piso, provocando que fuese aún más difícil el poder concentrarme.
— Mamá... — Pestañeé un par de veces intentando acomodar cronológicamente mis recuerdos. — Ella y mi padre me esperaban en el comedor la mañana que dijeron terminaría el instituto en Estados Unidos. Al principio pensé que nos mudaríamos y entré en pánico, pero después descubrí que solo sería yo la que iría.
— Eso no es-
Levanté una mano en el aire para detenerlo, no porque no quisiera escucharlo, sino porque prefería conocer ambas versiones completas y posteriormente intentar hacer conjeturas. El único hecho contundente que tenía en ese momento era que, ocho años atrás algo fuera de nuestro conocimiento había influido para no volver a encontrarnos hasta ese entonces.
— Me negué. — Continúe aún desviando la mirada hacia la ventana. — Dije que no podía irme sin avisarte pero mamá insistió en que todo estaba listo. Ella dijo que Hyuk se encargaría de decirte en cuanto regresaras y que además sería un viaje corto. Yo intenté llamarte pero jamás respondiste, ni siquiera después de eso.
Ese viaje fue todo, menos corto.
— ¿Así sucedió? ¿No fue porque era lo que querías?— Frunció el entrecejo, como si intentara comprender los lapsos vacíos en la historia.
Asentí en silencio. ¿Por qué Yoongi intuía que una chica de casi 17 años podría pasar sobre la autoridad de sus padres? Por supuesto que yo no había tomado decisión alguna.
— Yoongi... ¿Por qué jamás respondiste mis mensajes o los correos? — Pregunté con la voz cargada de temor. En ese momento, ya no me era muy claro si tenía miedo de una respuesta que involucrara el odio que creí él sintió hacia mí todos esos años o algo que revelara las verdaderas intenciones de mi familia. Podría ser cualquier cosa.
— Cuando regresé... — Dio un largo suspiro frotando su frente y posteriormente sacudiendo la cabeza, parecido a querer despejar sus ideas. — Y fui a buscarte para decir que había firmado, tu madre me recibió. Me hizo pasar a la sala y dijo... muchas cosas raras sobre qué era lo mejor y que así- En fin... — Yoongi luchaba bastante consigo para no enredar las palabras, no era usual en él ser tan torpe al momento de hablar. Golpeaba la mesita cristal rítmicamente con las yemas de los dedos, supongo se trataba de algún movimiento involuntario producto de la ansiedad del momento. Su rostro pareció cambiar de expresión a una más sombría, triste y hasta cierto punto reflejando un poco de rencor. — Recuerdo sus palabras, dijo que habías decidido ir a estudiar al extranjero y no querías despedirte porque te sería difícil dejarme. — Se tomó un segundo, suspiró, mordió su labio inferior y después de parecer derrotado, cambió su semblante a uno que reflejaba resignación. — Dijo que lo sentías, ya sabes, por irte y porque realmente nunca me quisiste tanto como para quedarte. Y ¿Sabes? No me dolió que hayas decidido irte, me hirió que no hayas querido hablar... Sentí como si yo no importara.
Y ella se había atrevido a preguntar por Yoongi con tanta naturalidad...
— Eso no es verdad, Yoongi. — Defendí controlando mi voz temblorosa. Me vi perpleja, llena de miedo por saber la historia completa y, anticipadamente, venía haciéndome la idea de que terminaría en un charco de lágrimas. — ¿Y Hyuk? ¿Hyuk qué dijo?
Mi última esperanza estaba básicamente apostada a mi hermano, quien en ese momento, pensé pudo ser el único con el criterio suficiente como para creer que todo ese enredo de excusas y engaños, era una estupidez. No tenía sentido, nada lo hacía. Mamá quería a Yoongi, papá estaba de acuerdo con él aunque lo conocía poco, era el mejor amigo de Minhyuk. ¿Qué sucedió?
— Tu hermano se mantuvo al margen, supongo. — Llevó sus rodillas a la altura del pecho y colocó la barbilla sobre ellas. — Ahora sé lo que pasó contigo. Creo que Minhyuk solo intentó defenderte ante mí sin llevarle la contraria a tus padres. Me refiero a que nunca me dijo que no había sido tu elección pero cada que podía o salía el tema, me repetía que haberte ido no te hacía una mala persona.
¡Por supuesto que lo hacía ante los ojos de Yoongi! Desde su lado de la historia, yo era la única mala. No lo culparía si me odió por mucho tiempo y en su lugar, no me habría dirigido la palabra nunca más.
— En pocas palabras, también mintió. — Razoné sin darle el beneficio de la duda a Minhyuk.
Froté mis párpados con fuerza importándome muy poco que los restos del maquillaje quedaran espantosamente embarrados bajo mis ojos. Tomé el teléfono y busqué los contactos recientes. El primero era Minhyuk.
— Debe haber una explicación racional para todo esto, Miah.— Puso su mano cargada con algo de peso sobre mi celular. Levanté la mirada y para mi sorpresa, él reflejaba más serenidad de la que esperaba.
— No sé si quiero saberlo. — Musité desviando la atención hacia cualquier lado apartado de su cátedra de madurez. Llevé las manos a mi cabeza e intenté calmar cualquier ráfaga de impulsividad que me llevara a llamar a mi madre o a Hyuk para gritarles - y llorar- media hora por teléfono. — Es gracioso porque hace unas semanas pensé que por fin podría estar bien con mamá pero-
— Tal vez lo mejor sea dejarlo así.
— ¿Qué? No. — Aquello me parecía tan irónico... Entonces ¿No le importaba tanto como a mí?
Yoongi, con la mirada totalmente cargada en mí, de nuevo dejó pasar un espacio considerable de tiempo para pensar sus palabras. Fue entonces cuando entendí que aquel tema nos causaba casi el mismo sentimiento pero la diferencia radicaba en que él buscaba por todos lados las formas de justificar lo sucedido o directamente, encontrar una explicación certera. Yo solo podía defenderme a través del enojo y la irracionalidad. Un mundo de diferencia.
— Voy a ser egoísta ahora. — Comenzó tras aclarar su garganta con un trago del whisky olvidado ya hace rato sobre la mesa. — Si te hubieras quedado, si hubieras ido conmigo a Seúl... También hubieras terminado odiándome por escoger mis ambiciones antes que a ti, Miah. Y no me atrevo a decir "Tal vez" porque estoy seguro de eso. No te hubiera escogido. — De alguna forma, a pesar de lo hiriente que era ese golpe de realidad, él hizo sonar aquello como un discurso racional sin darme la oportunidad de tenerle aunque sea sólo un poco de resentimiento. — De los treinta días de un mes, duermo dos en mi cama. ¿Hubieras sido capaz de tolerarlo? Si te soy sincero, yo no. — Soltó una pequeña risa amarga. Sacudió su cabello con cuidado y después llevó un puño hacia su mejilla con el fin de descansar sobre él. Me observaba de tal forma que parecía no habernos visto en años, justo como debió haber sido la noche en que decidí hablarle de nuevo. — Y tal vez ahora sea difícil comprender algunas cosas, pero apuesto que hay una justificación para esto. Finalmente... A pesar de todo, estoy aquí, estás aquí. ¿No podemos dejarlo de esta manera?
Sus ojos inexpresivos provocaban en mí cierta tranquilidad aparente e inexplicable. Fue parecido al período de frío y calma después de una tormenta densa. Quería, necesitaba gritar, llorar, exigir respuestas, pero Yoongi lo hacía difícil; me encontraba con los sentimientos colgando de un hilo incapaces de querer salir porque él amortiguaba todo malestar a mi alrededor.
— Esto destruye todo mi orgullo. — Contesté completamente aferrada al halo de resentimiento. — Es como si me hubieran puesto en una caja sin preguntarme lo que quería o lo que sentía.
— Ni tú ni yo sabíamos qué queríamos, Miah. No los culpes así.
— No los defiendas. — Sonreí en cuanto él terminó con su intento de hacerme sentir mejor dando pequeñas y suaves palmadas en mi hombro.
— Solo... habla con ellos si estás molesta.
— ¿Y tú? ¿No estás molesto?
— Lo estoy. — Asintió casi al instante. — Cuando estaba en Seúl la primera ocasión, tal vez no respondí porque se terminó la batería o cualquier otra cosa, no recuerdo. Lo cierto es que después, cuando llenaste mi correo electrónico con mensajes, no quise contestarlos. Ni siquiera los leí, jamás volví a abrir esa cuenta... Ese fue mi error. Pero en ese momento ¿Qué caso tenía? Te odiaba por ser la bruja que se fue cuando más la necesitaba.
¿Por qué demonios sonreía en un momento así? Por pequeños lapsos parecía importarle, hasta cierto punto herirle y después soltaba una que otra sonrisa, como si se tratara de un juego de niños o algo absurdo.
— ¿Y quieres que no me moleste con ellos?
— Estoy exagerando. Solo te odié un poco... y después te extrañé. Mucho. — Su voz fue apenas perceptible, pero clara. No dudó en mirarme directamente mientras lo recitaba.
— Si sirve de algo, yo también. — Continúe. — Pero eso ya lo sabías.
— Debimos hablar esto hace casi un año. — Sugirió tomando como escudo un cojín al extremo del sofá. Lo abrazo, cerró los ojos, sonreía mientras negó suavemente. Al parecer para él, el golpe con lo absurda que podía llegar a ser la realidad era motivo de divertida ironía.
— Me odiabas, Yoongi.
Realmente lo parecía. Tal vez por ese motivo todas nuestras respuestas eran defensivas y llenas de orgullo, sin atreverse a dar paso a la duda.
— No te odiaba. — Le escuché decir con el rostro ya hundido en el cojín. — Me era un poco complicado pensar qué decir. — Continuó, levantó el rostro y despeinó su cabello con un poco de letargo. — El contexto cambió totalmente, así que no sabía qué hacer o qué decir porque de cualquier forma eso iba a afectarte en algún momento.
Me limité a asentir sin tener en mente una respuesta. Sabiendo cómo fueron las cosas, era imposible desvirtuar o poner en tela de juicio cualquier argumento del otro.
Por su parte, Yoongi, tras morder la cutícula de sus dedos un par de veces y mojar apretando sus labios como si la vida dependiera de ello, rompiendo con el silencio que se había formado ante nuestra incapacidad para resolver conflictos como adultos, finalmente habló... Y creo muy en contra de sus convicciones.
— Miah...— Soltó en mi dirección, totalmente decidido. Me pregunto ¿Cuánto tiempo atrás habría formulado lo siguiente? — Voy a hacerte una pregunta y yo... Espero toda la sinceridad posible ¿De acuerdo? — Pasó saliva, respiró, tomó lo que restaba de su vaso a la par que esperaba por mi respuesta.
— Claro. — Asentí con la voz pausada, intrigada.
— ¿Qué esperas de mí?
Aunque quedaban suaves y vagas señales de las cinco copas de whisky sobre su adormilado y sonrojado rostro, eso no sonaba como algo formulado a causa del alcohol. ¿Cuántas veces no me formulé esa pregunta mientras lo observaba desde lejos? Pero precisamente, en ese momento frente a él, sintiendo como mi lengua podía soltar cualquier cosa y mi rostro adormecido ardía en euforia, mi consciencia sacó a flote algunos de mis peores miedos. ¿Qué pasaría? ¿Qué sucedería si decía lo que sentía? ¿Estaría dispuesta a aceptar su respuesta por muy predecible que fuera?
— Me estás pasando toda la responsabilidad porque tal vez tú sí lo intuyes pero tienes miedo a equivocarte. — Reí casi en silencio, intentando pasar desapercibida mi excusa para darle vuelta a una pregunta que no tenía una respuesta valiente.
Él levantó los hombros sonriendo con inocencia. Él lo sabía.
— Primero necesito que prometas algo. — Continué. Él prestó mayor atención mientras asentía inseguro. — Nada va a cambiar. Seguiremos siendo los mismos, justo como ahora. Independientemente de lo que diga, todo seguirá siendo igual. Nadie se aleja. Nadie se enoja... Nadie le deja de hablar por ocho años al otro.
Yoongi relajó el rostro hasta que formó una leve sonrisa. — Lo prometo.
No tenía contemplado sentirme así, pero tal vez esperaba un "depende" de su parte. ¿Y si me confesaba ante él? ¿Igualmente respetaría esa promesa? Sin embargo esa idea pasó a segundo plano en cuanto recordé que tenía más por perder que por ganar.
Suspiré. Y es que a pesar de sentir el rostro ardiendo, las yemas de los dedos sin sensibilidad aparente y con unas ganas tremendas de lanzarme a sus brazos, contemplé darle otro largo trago a la copa de vino, pero mi lado maduro quiso hacerse el valiente exigiéndome hablar, decir la verdad de una vez por todas sin la necesidad de permanecer en un estado vergonzoso.
— En ese caso, hace unas horas aún seguía con las ideas mezcladas. — Comencé, como siempre, dando una vuelta enorme para evitar llegar rápido al punto. — No sabía si las ganas de querer estar a tu lado todo el tiempo eran resultado de una amistad o algo más. — Pausé para ver su rostro. Se encontraba en estado total de impaciencia, toda su atención fijada en mí y con las rodillas moviéndose de izquierda a derecha rítmicamente como si no fuese totalmente consciente de eso. — Si ahora me preguntas, mi lado estúpidamente romántico y aún medio ebrio pide que me beses porque ya no puedo más con esto. — Miré hacia el piso. Hice tiempo para escuchar mi corazón queriendo salir del pecho. No fui tan valiente como para querer ver su expresión. — Y mi lado prudente, el consciente y pesimista, únicamente espera que podamos estar cerca porque no podría alejarme de nuevo. No ahora que descubrí que el destino era inevitable pero pudimos habernos ahorrado los sentimientos de culpa y odio.
De nuevo la pausa, un enorme silencio que dejaba de fondo las gotas del agua, los grillos en el jardín de la casa, el sonido de mis falanges siendo chasqueadas entre sí, el tic tac infinito del reloj de Yoongi. Tal vez fueron los treinta segundos más largos de toda mi vida.
— No sé qué responder. — Dijo con voz ausente. No me miraba, sus ojos analizaban una y otra vez el cuadro poco iluminado de Gustav Klimt frente a nosotros.
¿Qué caso tenía ya hacerle la misma pregunta? Fue más que claro. Tal vez, como dije, él ya lo sabía y solo buscaba rectificarlo para saber cómo actuar sin equivocarse.
— No es necesario. Ya lo prometiste, nada va a cambiar. — Sonreí queriendo reflejarle seguridad. — Tú y yo nos veremos el martes en la agencia sabiendo lo que sucedió y sin mencionarlo de nuevo. Como antes.
— ¿Vas a estar bien? — Musitó. Debido a la oscuridad, me fue imposible ver su rostro, pero en su voz fue bastante clara la preocupación reflejada. Fue lindo y reconfortante hasta cierto punto.
— Por supuesto.
— Somos amigos. — Contestó en voz átona. Asintió fugazmente dejando salir una pequeña sonrisa.
— Somos amigos. — Repliqué siendo totalmente consciente de que quizás esa fue mi última oportunidad con él.
Mis ojos fueron cegados por el fuerte destello de las luces de la sala apareciendo cuando menos las necesitaba. Antes de tener que encontrarnos, limpié la sombra gris de maquillaje bajo mis ojos y levanté mi cabello con una liga; seguramente yo era un desastre. Vi su rostro cuando no quería hacerlo. Ya no había rubor en sus mejillas, ya no tenía esa linda mirada adormilada ni la sonrisa suave reflejada en sus labios rosas.
Un pequeño sonido salió de su celular interrumpiendo cualquier cosa que estuviese a punto de decir cuando entreabrió sus labios.
— Miah, debo irme.— Dijo levantándose del asiento mientras frotaba las manos contra su rostro. Evitó tener que mirarme de nuevo.
Y lo entendí completamente. Yo no hubiera reaccionado de forma distinta.
— Claro. — Le seguí hasta la puerta, donde colocó su abrigo antes de salir.
Antes de dirigirse hasta el auto que ya lo esperaba en la entrada de la casa, volvió para dar una última vista.
— Te veo luego. — Sonrió apretando levemente los labios.
Esperé en la entrada observando mientras se alejaba. Me arrepentí millones de veces en los diez segundos que le tomó llegar al auto. Por un momento pasó por mi mente la absurda posibilidad de alcanzarlo y hacer de mi historia algo con un final dramático y feliz. Sin embargo, supe que no tener una respuesta de su parte, que ese silencio tras mi confesión solo podía significar una cosa. Así que cerré la puerta y por alguna razón, tuve la sensación de no poder respirar cuando debió ser todo lo contrario.
Me dirigí hacia la sala. Bloqueé mi mente. Lo último que me propuse antes de limpiar la mesita de cristal, colocar las botellas casi vacías en su lugar y posteriormente recostarme en la alfombra mientras miraba fijamente el candelabro "nuevo", fue no pelear con Hyuk en cuanto lo viera al siguiente día. Me fijé como objetivo tomar el asunto con madurez y exigir respuestas sin la necesidad de caer un drama turbio que únicamente lograría separarme- aún más- de mamá. Supuse que me tomaría tiempo asimilarlo y aceptarlo, pero pasaría. Como todo. Como Yoongi. Él también pasaría. En algún momento esa sensación de estar perdiendo algo realmente valioso y anhelado por años, pasaría.
Estaba en medio de todo el bloqueo mental y emocional cuando el sonido del timbre resonó en cada rincón de la casa.
Al abrir, probablemente casi pude tronar mis cervicales al intentar reconocer al joven parado frente a mí, sosteniendo una sombrilla transparente y aún vistiendo su uniforme de deporte.
— ¿Miah? — Frunció el semblante, agachando el cuerpo para ver mi rostro a detalle.
Esa nariz respingada y los labios pequeños en forma de corazón era inconfundibles. Lo que confirmó mi fugaz sospecha sobre él, fue el hoyuelo que se alcanzaba a formar únicamente en su mejilla izquierda.
— ¿Jae? ¿Choi Jaehyun? — Sonreí encantada, olvidando por un momento el nudo en mi garganta y permitiéndole el acceso a la casa.
Jaehyun tenía cerca de once años la última vez que lo vi, era bajito y solía ser regordete, era bastante tierno. Hyuk solía decir que parecía Winnie Pooh cuando usaba suéteres y estos subían curiosamente sobre su pancita al caminar o se movía demasiado. La señora Choi solía pagarme por ser su niñera los fines de semana, cuando salía de compras con mi madre o hacían cosas de señoras.
A no ser por aquellas facciones tan delicadas, en ese momento me hubiera sido imposible reconocerlo; pelo teñido de azul, una voz grave, el cuerpo delgado y fornido de un joven de 19 años y la altura cerca del 1,90 m.
— Hola Miah —Dijo permaneciendo de pie cerca de la entrada.
— Estás enorme. — Lo miré sorprendida, comprobando que Dios me había quitado centímetros de estatura para dárselos a él.
— ¿Te parece? — Dijo sonriendo, casi encogiendo sus hombros debido a la pena que le causaba aceptarlo. — Perdón que moleste y aparezca de esta forma, pero ¿Puedo usar tu teléfono? Aún no hay electricidad en mi casa, mi teléfono no tiene batería y necesito hablarle a mamá para saber que está bien. Aún no llega a casa y ya es un poco tarde.
— Usa el mío, adelante. — Tendí mi teléfono hacia él, invitándole a tomar asiento mientras señalaba el sofá. Él accedió a todo haciendo una leve reverencia. — Seguramente la lluvia la detuvo un rato. — Dije dirigiéndome hacia la cocina para ofrecerle un café o servirle un vaso de agua.
Jaehyun estuvo insistiendo por un buen rato hasta que su madre contestó el teléfono, me sentí más tranquila cuando el chico me dirigió una sonrisa fugaz asintiendo con la cabeza.
Y mientras bebía su vaso de agua y tomaba prestado el cargador de mi celular para alimentar el suyo, platicamos cerca de media hora acerca de lo que había sido de su vida en esos años.
No me sorprendió para nada el hecho de que a los 16 años entrara a una agencia de entretenimiento y tres años después estuviese a punto de cumplir sus sueños en algún grupo.
Cuando finalmente se fue, después de un momento, me percaté de su celular aun conectado a la corriente. Esperé a que tocara el timbre de nuevo.
Y así sucedió. Sonó el timbre, tomé el celular y lo llevé hasta la entrada.
— Jae olvidaste tu-
Yoongi se encontraba en su lugar. La dureza de su rostro reflejaba cierta contracción de la mandíbula y por lo tanto también de la garganta.
Eché una mirada rápida alrededor intentando comprender lo que sucedía, en su lugar, únicamente podía sentir su pesada y gélida mirada sobre la mía.
— Celular. — Completé arrastrando las últimas sílabas.
Mi garganta sufrió algún tipo de contracción. Se sentía entumecida ante el sorpresivo golpe de calor con efecto sedante que Yoongi dejaba con su mirada, con su presencia a cada segundo.
— No contestabas. — La voz severa de Yoongi podría ser una de mis cosas favoritas en el mundo. Sin detenerse ante cualquier protocolo, dio algunos pasos seguros que por alguna razón parecían intimidantes. No es como si hubiera querido huir en ese momento.
— Yo-
Entró en la casa cerrando la puerta de un movimiento, sin siquiera darle una mirada a Jae, quien yacía completamente anonadado a sus espaldas.
— ¿No soy tu tipo? — Interrumpió.
Tuve que recordarme a mí misma la necesidad de respirar en cuanto se vio plantado muy cerca de mí. Sonreí a medias, siendo totalmente víctima de los nervios a flor de piel porque no recordaba como era tenerlo tan cerca. Para ser sincera, jamás fue de esta forma, no así. No siendo tan intimidante.
— Y yo tampoco el tuyo. — Musité.
¿De dónde saqué la fuerza y valor suficiente para delinear sus labios con la mirada y después soltar una soberbia sonrisa que él replicó al instante?
Sigo sin saberlo.
— Que lamentable. — Otro paso más cerca de mí. Otra sonrisa desvergonzada.
Levanté la mano derecha por impulso cuando dio un paso más cerca de mí y la coloqué sobre su pecho, no precisamente para intentar detenerlo. Pude sentir la forma en la que se estremeció ligeramente bajó el contacto y su respiración entonces, se volvió pesada, áspera.
— Hiciste una promesa. — Susurré, siendo una completa víctima de mi pecho exigiendo tajantemente un poco más oxígeno.
— Suelo cumplir mis promesas. — Musitó aún con la voz ronca, grave, completamente tenso.
Asentí en silencio con la mano aún temblorosa sobre su pecho.
— No necesito que las cumplas ahora.
Me sentí sofocada por el peso de mis palabras. Ese momento era sublime, tan perfecto que preocuparme por las consecuencias, por las promesas, pasó a ser lo último que estallaba en mi cabeza.
No soy capaz de asegurar si fue el temblor de mi cuerpo contrayéndose lentamente lo que lo incitó a estar escasos centímetros de mi rostro o si era que no estaba preparado para mi repentino ataque... o sencillamente que su fuerza para resistirse era tan insoportable como la mía, pero cualquiera que fuera el motivo, presionó sus labios contra los míos dejando un suave gruñido en el aire. Sentí la sangre hervir bajo mi piel quemando lenta y tortuosamente mis labios, mi respiración para ese momento se convirtió en un violento suspiro. Aferré mis manos a su pelo completamente frió, atrayéndolo aún más hacia mí, entreabriendo los labios para respirar su aire cálido y embriagador.
— ¿Debería? — Se deshizo fugazmente del beso para quedar a escasos centímetros de mis labios, entonces me dedicó una sonrisa aturdidora. Mantuve la vista fija en sus ojos llenos de euforia desmedida mientras él aún contraía la mandíbula.
Respiré hondo, luego le rodeé el cuello con los brazos y lo volví a besar. Él devolvió un beso más prolongado, más necesitado y desesperado.
***
AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH. Quería esperar como dos semanas para publicar esto pero necesitaba hacerlo. Ya está.
Es que no es un beso. ES ÉL BESO.
Recuerden que estoy en IG como
@ehabraxas
para cualquier duda, aclaración, comentario o reclamo.
¡Gracias por leerme! <3 lxs te amo mucho.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro