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Islands

Como era su costumbre, y me parece que la de todo hombre, Yoongi a veces hacía cosas que resultaban muy diferentes a las que decía. Un ejemplo es cuando se molestaba conmigo por el simple hecho de respirar y a la siguiente hora, se encontraba en la puerta de mi habitación con una botella de vino y su computadora bajo el brazo para trabajar ahí con la excusa de que sus compañeros de al lado hacían mucho ruido.
Y el más notable ejemplo fue cuando me ordenó no asistir a la presentación dentro de una enorme convención en el Madison Square. No era algo que no estuviese preparado, habían estado ensayando rigurosamente en el salón de eventos especiales del hotel y pese a mis intentos por ir y ofreciéndome a ser parte del equipo de soporte con tal de verlos, Yoongi se negaba tajantemente a que yo no asistiera. Su principal argumento era la gran concentración de gente y el hecho de que realmente yo no tendría nada productivo qué hacer ahí.
Y sin embargo, tras presionar al representante y con el enojo seguro de Yoongi, terminé obteniendo un pase de staff para el día del evento.

— ¿De verdad quieres ir? ¿No tienes amigos a quién visitar aquí o algo así? Aprovecha tu día libre, no seas idiota, todo el tiempo nos ves hacerlo. Es lo mismo pero bañados. — Resopló la noche anterior al evento, cuando corrí a su habitación para mostrarle mi pase.

— No tengo amigos ¿Recuerdas? Todos se alejaron de mí gracias a Paul. — Respondí tendiendo la audacia de burlarme de mi pasado con Paul. Y al momento de querer responder a eso, Yoongi solo pudo limitarse a negar en silencio con la cabeza.

— ¿Realmente encuentras necesario ir?

— Mucho. — Engrandecí los ojos. Seguramente ante Yoongi parecía una ridícula pero en mi mente, pequeños destellos brotaban de mis pupilas esperando tener algo de poder de convencimiento sobre él.

Y al parecer funcionó. Yoongi dio un largo suspiro accediendo a mis nada adorables encantos.

— Solo promete que no irás tras el escenario o a los vestidores.

— ¿Por qué no quieres que vaya? — Entrecerré la mirada cruzándome de brazos junto a la puerta. —¿Acaso tienes una novia super sexy y hermosa? Porque si es así puedo compartirte, realmente no me moles-

Y ya bastante hartó de la situación, alzó ambas manos dirigiendo las palmas hacia mi pecho para detenerme. — Te compraré lo quieras en SoHo. — Inspiró rendido. — Solo no vayas a los vestidores. Quédate fuera todo esto.

Bien. Y fuera cual fuera su razón para no quererme ahí, me tenía totalmente comprada.

— ¿Lo que quiera? — Alcé una ceja poniendo énfasis en mis sospechas sobre la veracidad de sus palabras.

— Mi tarjeta es tuya. — Se alzó de hombros, haciendo así aún más atrayente la oferta. Fruncí el semblante sin poderlo creer por completo.

Después emitir un largo suspiro, el cual posteriormente entendí fue debido a que estaba a punto de perder su dignidad, Yoongi levantó el dedo meñique a la altura de su pecho para sostenerlo en el aire hasta que yo decidiera enganchar el mío. Tuve la oportunidad de ver su rostro sonrojarse poco a poco mientras, inútilmente, trataba de ocultarse entre los mechones de su cabello húmedo y despeinado.

Pasé gran parte de la noche intentando hacer conjeturas sobre las razones de Yoongi para mantenerme alejada.
Por momentos, imaginé que tendría algo qué ver con la noche que salimos del hotel y en consecuencia a ello, veía necesario conservar la distancia para no levantar sospechas o rumores innecesarios dentro del mismo personal de la agencia.

Al siguiente día, los dos pisos rentados del hotel se volvieron un caos.

Difícilmente pude ver a algunos de ellos. Durante el desayuno, crucé un saludo rápido con Namjoon y Seokjin que llegaban de usar el gimnasio y milagrosamente tuve una conversación de más de cinco minutos con Taehyung, quien tuvo el tacto y gentileza de preguntar sobre el tema de Paul, la casa y sobre mi estado emocional.

De Yoongi, no hubo rastro alguno.

Más tarde, una vez en el Madison Square, me sentí totalmente perdida.

Comenzaba a pensar que insistir en ir a un lugar con tal aglomeración de personas, y cabe recalcar en el cual yo no era estrictamente necesaria, había sido una terrible idea.
Pudo ser mil veces más sencillo esperar a que el organizador de evento subiera los videos en calidad 1080 a Youtube y poder disfrutarlos desde la comodidad de mi habitación; pero ya era demasiado tarde, me encontraba en aquel lugar rodeada de un océano de personas, sin saber a dónde ir y vestida innecesariamente, porque ¿A quién se le ocurriría llevar stilettos a una convención de música? A mí. En mi defensa, pensé que las palabras de Yoongi sobre no ir detrás del escenario y quedarme en los vestidores, no iban tan en serio... Sin embargo, fue bastante claro cuando se las arregló para quitar mi nombre del listado de personal autorizado, evidentemente dudando de mi palabra, y dejándome totalmente a la intemperie.

La última vez que había estado en el Madison Square fue para un concierto de reencuentro de los Backstreet Boys cuando tenía unos 18 años; dado que los lugares con una gran concentración de personas podrían llegarme a poner incomoda al punto de exteriorizar ciertos síntomas de ansiedad, evitaba ir sola a los mismos. Mi cuerpo se entumecía sin control alguno, el sudor en mis manos y cuello hacía evidente el sofocante intento por liberarme del estrés generado. Incluso había momentos en los que la presión en el pecho me obligaba tajantemente a hacer una pausa y buscar la forma más eficiente, aunque siempre torpe, por salir inmediatamente de ahí.

No obstante, era un riesgo que estaba totalmente dispuesta a tomar.

Aquel día, valió toda la pena del mundo.

Durante mi tiempo en la agencia hasta ese punto, no había tenido la oportunidad de verlos en el escenario más que un par de veces para cierta cadena de TV en Seúl. Sin embargo jamás en un concierto.
Por esta razón me encontraba sumamente emocionada. No quise externarlo hacia Yoongi en su momento pero, durante muchos años, a través de videos, imaginaba, soñaba con la oportunidad de ver sus sueños culminados de cerca.

Y ya que su presentación era un estelar, me di el tiempo necesario para recorrer toda la convención desde las orillas y dar vueltas al lugar con el propósito de perder tiempo.

Cuando llegó la hora, me dirigí al asiento asignado que estaba escrito en mi gafete, localicé a dos chicas del personal quienes se encargaban del manejo de todas las redes sociales y esperé con ellas impaciente por el número que había anhelado. Me sentía como una niña pequeña una noche antes de Navidad o minutos antes de abrir sus regalos de cumpleaños. Era una emoción indescriptible y muy similar a cuando Yoongi se presentó por primera vez como rapero underground en aquel bar en el centro de Daegu a sus 18 años; podría atreverme a decir que era nostalgia y admiración, pero aquella sensación atrapada en mi pecho, fue mucho más allá de dos limitados sentimientos.

Y cuando por fin llegó el momento, cuando las luces se apagaron y reconocí los primeros segundos de la canción que solía escuchar una y otra vez a lo lejos desde mi cubículo en la oficina...

Ver a Yoongi en el escenario era algo totalmente ajeno a los videos que buscaba año tras año después de llegar a Nueva York y poco después de saber que había sido escogido en el grupo de una pequeña agencia casi en bancarrota. Era una energía totalmente diferente. Era como si el Yoongi que conocí y el Yoongi del presente estuvieran en un mismo sitio demostrándose a sí mismos que habían logrado lo que siempre se propusieron; mis intentos por apartar la vista de él y poder enfocarme en el baile de Jimin y Hoseok o en la métrica de Namjoon, por ejemplo, fueron totalmente fallidos. Ni siquiera recuerdo el momento en el que dejé la compostura a un lado y comencé a mover los labios vocalizando canción tras canción.

Tal vez en ese momento, podría al fin entender la euforia y admiración desmedidas por alguien. Y es que Yoongi lucía irreal. Al parecer, aquella mañana su estilista le había decolorado el cabello, porque pasó de castaño medio a un rubio platinado fantasía que cumplía con el objetivo de resaltar sus ojos ahumados y sus facciones suaves pero bien definidas. Y por último, como si fuera una cereza sobre el pastel, aquel atuendo color negro formal con el corbatín desarreglado, le daban un aspecto imponente, fresco y glorioso.

Todo pasó demasiado rápido para mi gusto, en cuestión de minutos más, ya habían acabado su tiempo y ahora era el turno de otro grupo. De cualquier forma, tras una conversación estratégicamente aduladora, me las arreglé para seguir a la agradable fotógrafa del personal, Jinha, y colarme con ella hacia el sitio donde estaba concentrado el resto del personal de la agencia.
Dudé mucho que Yoongi fuese notarme. Sabía que terminaba con el mínimo de reserva de energía en el cuerpo como para prestar atención a su alrededor y muchísimo menos, que tuviese la osadía de buscarme por los pasillos del lugar para corroborar si había cumplido a mi palabra o no. Incluso si me lo topaba, no tendría la intención de discutir conmigo sobre sus motivos para no quererme ahí. Seguramente ya lo habría olvidado.

Cuando atravesamos la primer puerta de seguridad y caminamos por el extenso pasillo lleno de utilería, vestuarios y personas hasta llegar a los camerinos, observé que la habitación designada para el grupo ya estaba siendo desocupada y por lo tanto, eso indicaba que los siete ya habían abandonado el lugar para ir al hotel, como era costumbre. Y sin preguntar, entre todo el bullicio de gente, gritos, música y ropa, comencé a ayudar a recoger aquel sitio para así disminuir el trabajo a las encargadas de vestuario.

— De ahora en adelante, voy a utilizar psicología inversa contigo. — Musitó atravesando el corredor con paso firme y veloz en cuanto me vio salir de la habitación con una par de bolsas de basura en las manos. ¿Veloz? ¿Yoongi estaba caminando velozmente? Era claro que no me quería ahí pues mientras se acercaba, desviaba la mirada prudentemente en ciertas direcciones buscando algo o a alguien.

Instintivamente retrocedí unos pasos con la absurda intención de esquivarlo o aparentar que no lo había visto. Dejé ambas bolsas en los contenedores que se encontraban cerca de la cabina de sonido y esperé derrotada a que Yoongi llegara a mí.
Aquella situación me parecía absurdamente divertida, y si no hubiese sido por su expresión gélida y de pocos amigos, estoy segura de que a él también. Pude haber elegido simplemente ignorarlo y por ende él pudo hacer lo mismo, pero hay que aceptarlo, la única intención de colarme con el personal a pesar de que aquellos tacones me estaban matando, era verlo.

— ¿Miah? —Una voz cercana vocalizó con extrañeza mi nombre. Giré instintivamente en busca de la persona que me había hablado. — ¿Ahn Miah? — Dijeron de nuevo desde algún lugar.

A mi lado pude sentir la altura de Yoongi, quien a apenas había llegado, soltó un largo y pesado suspiro cruzando los brazos con un poco de hostilidad en ello. Sin embargo mi atención se encontraba en la persona que me había tomado suavemente del antebrazo con la intención de girarme hacia él.

— ¿Te conozco? — Susurré entrecerrando la mirada para intentar reconocer alguna de sus facciones. El hombre de espléndidas líneas faciales y pelo castaño claro abrió los ojos exasperado, señalándose con los pulgares, sonriente. Esa mandíbula cuadrada, esa nariz afilada y esa rasposa pero muy masculina voz eran inconfundibles. — ¡Te conozco! — Musité. Evité brincar de la emoción, pero fueron más que obvias mis ganas por darle un abrazo.

— ¡Te conozco! — Replicó con la misma emoción, sonriendo magníficamente.

Vestía un traje azul rey con el cuello en "v", dejando al completo descubierto gran parte de su definido y gloriosamente bien trabajado pecho.

— ¡Jiaer! — Susurré encantada mientras él me envolvía en un enorme abrazo, sin importarle dónde y cuándo.

La nostalgia llegó a mí como si fuera un balde de agua helada atacando mi espalda. Ya no era aquel chico delgado hongkonés del instituto con el peinado de moda en aquella época y con pronunciación graciosa. Había dado el estirón y era más que evidente su dedicación a la actividad física. Estaba más guapo que nunca.

— Wow. — Exhaló sonriendo. Sus ojos me recorrieron de arriba a abajo, tal vez preguntándose si realmente era yo o un producto de su imaginación. — ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué?-

— Trabajo con Yoongi. — Respondí feliz, apresurada antes de que él pudiera terminar con sus preguntas. Estrechó sus manos con las mías y las apretó suavemente. Ni siquiera me había percatado de los otros tres chicos que se encontraban a su lado en aquel momento y que nos miraban de reojo como si necesitaran de explicaciones urgentes.

Por un momento, también me había olvidado de Min.

— Para — Recalcó él, haciéndose presente de nuevo. — Trabaja PARA Yoongi. — Intervino en nuestro pequeño y emotivo momento de reencuentro. — Es nuestra consultora en esas cosas de las relaciones exteriores y campañas de filantropía. Nadie entiende de qué habla más que Namjoon. 

— Cuida tu vocabulario frente a Miah, Min Yoongi. — Agregó Jiaer en tono amigable y perspicaz hacia él, cubriéndome las orejas por mero juego. — ¿Ustedes dos trabajan ahora juntos? Las vueltas que da la vida...

No me había detenido a pensar en el hecho de que Yoongi y Jiaer siguieran en contacto de alguna forma, lo cual era lógico. Yoongi ya había mencionado una amistad cercana con Namjoon y además se desarrollaban en el mismo ambiente, era inevitable. Sin embargo, Jiaer fue el que dejó Daegu primero; la última vez que lo vi, fue una semana después del cumpleaños de Yoongi, cuando me contó sobre los planes de su padre por mudarse a Seúl y así comenzar en una agencia internacional de jóvenes deportistas. De esta forma, él jamás supo de mi relación con Yoongi, únicamente había mantenido la idea de nosotros dos como amigos.

Jackie ¿No nos vas a presentar? — Dijo con curiosidad el chico alto de pelo negro y ojos bonitos a su lado.

— Odio que me digas así.

—¿Jackie? — Fruncí el semblante entre divertida y extrañada, mirando hacia Yoongi y Jiaer de forma aleatoria en busca de alguna respuesta.

— Su nombre artístico, genio. — Aclaró Yoongi, impaciente.

Sin embargo la indignación de Jiaer por las modificaciones a su nombre artístico duraron muy poco. Al reparar en él, seguía con la mirada puesta en mí, como si por sus ojos pasaran pequeños flashbacks de aquellos años en el instituto.

— ¡Cierto! Chicos... — Sacudió con delicadeza el rostro. Volteó hacia ellos, aclarando su garganta. — Ella es algo así como mi primer amor cuando llegué aquí. — Chicos, Miah. Miah, Chicos. — Se precipitó.

Una pesada ola de calor invadió mi cuerpo en cuanto Jackson terminó de hablar. Yoongi alzó las cejas lo más que sus músculos faciales le permitieron. Giró pesadamente su cabeza hacia mí intentando encontrar una respuesta.
Le miré. Yo tampoco imaginé que esa fuera a ser la respuesta. Lo único que mi pobre cerebro alcanzó a emitir, fue una señal para sonreír ansiosamente mientras hacía una reverencia cordial frente a los chicos que imitaban mi acción codeándose entre sí.

— Primer amor es mucha importancia. — Respondí, luchando sutilmente por nivelar las cosas. — ¿No lo crees?

Sin embargo no me prestaron atención.

— Entonces tú eres la chica de Daegu. — Dijo el chico de nariz afilada y mentón alargado. — Jackie te buscó en internet por mucho tiempo. — Querían molestarlo con eso, ya era demasiado evidente.

— Para con eso de Jackie. — Dijo Jiaer. — Y no es verdad, Miah. Bueno sí pero voy a parecer un perdedor.

— Desaparecí por un tiempo. — Sonreí. — Es una larga historia.

— Tenemos que irnos, Miah, nos esperan. — Emitió Yoongi al instante, quien no había dejado de alternar la mirada entre Jiaer y yo, esperando sigilosamente el momento preciso e indicado para poder intervenir. Dio una palmada firme en la espalda de Jiaer, despidiéndose.— Chicos... Jinyoung, Jae-

— Sí. Hey, Miah. — Interrumpió Jiaer, queriendo hacer caso omiso a las palabras de Yoongi. Como si se tratara de una plegaria, juntó sus palmas y llevó las puntas de los dedos hacia sus finos y rosados labios. —¿Hasta cuándo estarán aquí? ¿Tienes un rato libre mañana? Dime que sí.

Eso me tomó por sorpresa. No entiendo por qué, pero mi primera reacción fue intercambiar miradas con Yoongi, quien parecía hacer su mayor esfuerzo por mantenerse en su mejor momento.

— Nos vamos hoy, en unas horas. — Respondió él, sin pestañar, dudar o rechistar.

— Eso no es verdad. — Articulé dando un pequeño codazo en sus costillas. — Nos vamos mañana en la noche.

— ¿Ah sí? Juré que era hoy.

— Sí, claro.— Dije al instante sin tan siquiera detenerme a analizar la situación. — Tengo libre.

Jiaer revisó fugazmente su celular y entornó la mirada como lo haría alguien que busca desesperadamente ordenar su agenda u horario del día.

— Hay un restaurante. — Sugirió inmediatamente. —El Masa de Takayama. — Continuó. — Y solo se puede entrar con reservación e iba a ir con mi mejor amigo aquí presente, el hermoso, talentoso y gran actor galardonado Jinyoung, pero... — Volteó sonriente y confiado hacia el chico de ojos lindos quien lo miraba ofendido, desde su lugar. — Esto es importante porque se trata de ti y yo estoy muy seguro de que Jinyoung ya no quiere ir ¿Verdad, mi mejor amigo? — Recalcó en sus últimas palabras y dio una suave palmada fraternal en la espalda del chico.

— S-Supongo, sí. —Respondió Jinyoung sin entender mucho de lo que sucedía.

— ¿Aceptas?

— Sí. — Asentí más que motivada. — Vamos.

— Paso por ti. Dame tu número ¿Dónde te estás quedando en Seúl? Cuéntamelo todo.

— Más despacio, Jackie. — Masculló Yoongi, no fue su intención que no lo escucharan.

— Es que eres Miah... No, no puedo creerlo. — Jiaer volvió a verme acompañado una gran sonrisa y un abrazo despreocupado.

— Ni yo. — Musitó Yoongi a mi lado, aún con intenciones de irse.

— El mundo es tan pequeño...

— Demasiado. — Resopló Yoongi.


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