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Invasion

Cualquier chica podría jactarse de la increíble relación que tiene con su madre y del tiempo que comparten haciendo cosas propias de madre e hija como platicarse todos sus problemas, pasar el rato de compras, pintándose las uñas o llorando en su regazo mientras acaricia tu cabello y maldice a ese malnacido por haberte engañado.

Bueno... Ese no es mi caso.

La personalidad chispeante, audaz y vanidosa de la hermosa y siempre jovial Ahn Seoji jamás congenió mucho con el carácter que parece ser, heredé de mi padre. Ahn Seoji es ese tipo de progenitora que la mayoría del tiempo se encuentra de compras, en el salón recibiendo algún tratamiento rejuvenecedor para piel, en reuniones con señoras que creían tener todo el control del instituto o en clases de yoga donde descargaba todo el estrés que involucraba ser una madre modelo. Por otro lado, Hyuk y yo solíamos ocupar nuestra semana en las clases extracurriculares a las que ella nos había inscrito con la excusa de prepararnos para el futuro - y que por cierto más adelante agradeceríamos- porque ¿Quién diría que hablar fluidamente francés me serviría en un viaje de fin de semana a Montreal?

Por lo tanto, cuando el paso del tiempo comenzó a verse reflejado en las finas líneas de expresión sobre la piel de su siempre tersa frente y necesitaba de tintes permanentes para cubrir los estragos de los años, por alguna razón decidió compensar aquella época que pensó estuvo ausente, tomando un vuelo de Daegu a Seúl para asaltar mi apartamento, pasar el día entero cocinando para llenar el refrigerador de guarniciones, aspirar cada esquina del lugar y de paso quedarse una semana entera con el fin -nada oculto- de corroborar que sus esfuerzos por ser una madre ejemplar habían rendido frutos, asegurándose de que yo llevara la vida que siempre soñó para nosotros.

"Sal de ahí, soldado", fue lo último que Hyuk gritó al llamar para avisarme sobre la visita "sorpresa" de mamá.

— ¿No me vas a dar un abrazo, cariño? — Dijo mi madre extendiendo los brazos hacia mí, cuando subí las escaleras del edificio y lo primero que visualicé fue a ella, cargando una enorme maleta y luciendo demasiado joven y hermosa como para que la gente creyera que realmente era mi madre y estaba cerca de cumplir 53 años.

Claro que caminé hasta abrazarla. El hecho de que nuestra relación no fuera la más cercana, bajo ninguna circunstancia significaba que no la quisiera con toda el alma. 

Sin embargo a Seoji le duró muy poco la intención de darme mi espacio y dejarme de tratar como si fuera una niña. "Miah, sumé el estómago" "No camines así" "Ese color no te queda" "No vas a comer otra rebanada de pizza" "Deja ya ese teléfono" "En este refrigerador solo hay comida basura". Y solo habían pasado 3 horas. 

Evité a toda costa tener que dar explicaciones acerca de mi salida en la noche, porque precisamente, la palabra "salir" y "alguien" darían una pauta segura a su entrometida personalidad para querer asesorarme acerca de cómo vestir adecuadamente para una cita. Seguramente el asunto terminaría en mí, saliendo de casa con un atuendo de modelo de ropa online, bañada en perfume y luciendo un labial rojo profundo.
No hace falta mencionar entonces, que salí hecha un rayo aquella noche en cuanto Yoongi me envió un mensaje diciendo que se encontraba en la puerta de mi casa, salvándome así, de la -eternamente agradecida- presencia de mi madre y aparente invasión a mi muy amada privacidad.

Resultaba bastante graciosa la forma en la que si coincidíamos en algún lugar hablábamos seguramente hasta por los codos, pero cuando quedamos específicamente con el objetivo de una salida amistosa e informal, el ambiente se transformaba tenso e inseguro, como si la noche del bar solo hubiera sido producto de mi imaginación. 
Jamás había sentido tanta necesidad de estar cerca de Jungkook y así poder sacar cualquier tema trivial. Sin embargo él no estaba ahí para amenizar aquel silencio con un debate acerca de cómo es que se podía afirmar que los dinosaurios no tenían cabello si éste se erosiona con el tiempo junto con la tierra.

— ¿Y Dani? — Pregunté colocando el cinturón de seguridad  mientras Yoongi encendía el motor de la camioneta. — Pensé que el conduciría. 

— Está sentido contigo. — Dijo. — Casi lo despiden por tu culpa. 

— ¿En serio? 

— Nah. Es su día libre.

Dentro de la camioneta era mucho más sencillo mantener la calma y forzarme a no delatar mis nervios, no había mucho que destruir, romper, tirar o averiar en un lugar tan limitadamente cómodo. Durante la primer parte del trayecto, Yoongi no dejaba de cambiar las estaciones de radio mientras hacía maniobras exageradas maldiciendo en voz tenue a los malos conductores cuando usualmente, lo describiría como la persona más calmada y paciente para conducir. Por otro lado yo me refugiaba en los nada relevantes mensajes no leídos desde hace tres meses en mi celular y en intentar concentrarme en contar cuántos autos de color negro habían desde mi casa hasta el auto cinema. El intercambio de miradas incómodas para ver lo que hacía el otro podría ser lo único que salvaba aquella situación y lo convertía en más algo divertido; estaba claro que mi constante y pedante broma de "¿Esto es una cita?" no funcionaría en aquel momento, definitivamente haría las cosas más tensas porque realmente se sentía, se veía como una cita. 

¿Y qué me hacía pensar eso? Bueno, el miércoles a las 7:55 pm, Yoongi ya se encontraba fuera de mi casa, recargando la espalda sobre la carrocería blanca de la camioneta y vistiendo una sofisticada gabardina oscura con jeans azules cuando por lo general podría haber asistido con pants y sudadera para intentar pasar desapercibido... Pero no, esa noche Min Yoongi decidió vestirse lo suficientemente sobrio como para verse indiscutiblemente guapo.

— Estos días Jungkook ha estado raro. — Soltó pensativo, mientras desaceleraba ante la luz roja de la avenida.

— ¿Estará en drogas? — Arqueé una ceja mirando hacia él, sabiendo que la respuesta sería "No".

— Peor. — Negó suavemente, desaprobando lo que sea que estuviese en su mente. — Creo que está enamorado.

Al mirar a través de la ventana, mientras el tiempo transcurría, una joven pareja de no más de 23 años caminaba lentamente bajo la sombra de la copa de los árboles que indicaban la llegada del otoño; era una digna escena de pareja en película romántica porque parecía que el tiempo derrochaba en cámara rápida mientras ellos se admiraban el uno al otro. La felicidad, el amor y la pertenencia podían emanar desde cada uno de sus poros. ¿Ese era el privilegio del que hablaba Jiaer? Visto desde el otro lado de una ventana con un oscuro y pesado polarizado, sí, podía sentir incluso hasta celos.

¿Por qué el amor debía ser tan complicado?  

 — Yo creo que es lindo. — Sugerí en cuanto Yoongi avanzó al marcarse la luz verde. — Son cosas que debe experimentar ¿No? 

— No es la primera vez que pasa. — Musitó. 

— ¿Ya había tenido novia? No me sorprende, es muy guapo, divertido, amable, caballeroso, talentoso y- 

— ¿Quieres que lo llame? — Interrumpió forzando un berrinche. 

Quise sonreír pero mi parte más lúcida me pidió a gritos no hacerlo. Desde ese momento, supe que Yoongi ligeramente celoso se trataba de una de mis cosas favoritas en el mundo.

— Que genio... 

— No. — Declaró tras haber soltado una suave sonrisa. — Jungkook nunca ha tenido novia. No tuvo tiempo. 

— Pero dices que ya había estado enamorado... Tal vez sea hora de que pase por algo así. 

Sumergido tal vez en lo que acababa de decir, Yoongi hizo un leve puchero con los labios y después arqueó una ceja con escepticismo. Aceleró un poco más, hizo un par de movimientos para adelantarse a unos cuantos autos y a los pocos segundos, frenó suavemente, como todo un profesional ante la última luz roja previa al auto cinema. 

— Sí pero... — Dijo mientras bajaba limitadamente su ventanilla para deslizar su tarjeta bancaria y presionar el botón de la máquina del estacionamiento. — Pero no es el momento. Sé que es inevitable y esas cosas pero-

— ¿Quieres que espere a estar viejo? ¿Entonces cuándo es el momento?  Interrumpí a la par que él buscaba un lugar prudente para estacionarse. — Creo que está bien no tener interés en enamorarse por darle prioridad a otros aspectos de su vida, pero lo que creo que está mal es limitar sus sentimientos y experiencias por algo que no durará toda la vida. ¿Sería tan malo si un día alguno de ustedes decide enamorarse? — Sacudí levemente mi cabeza, intentando apartar el amargo recuerdo del sueño que había tenido hace algunas noches.

— No quiero que Jungkook deje a un lado algo que lo hace feliz por algo que no es seguro. Todos hemos tenido relaciones y nunca salieron bien. Y Jungkook, él jamás ha... — Dio un fuerte suspiro y acto seguido pausó un poco su respiración para darle paso a sus pensamientos. — Él jamás ha salido en serio con alguien. — Mordió su labio inferior con cierta pena y timidez al exponer lo que sentía.

Sonreí fugazmente; aunque se trataba de una charla un tanto pesimista, el hecho de que Yoongi se preocupara por Jungkook, por sus sentimientos y de la posibilidad de ser herido, tocaba hasta el corazón más resistente.

— El amor jamás es seguro, Yoongi. Salir herido es parte del amor. Tú, yo, ya lo hemos sentido... Es su turno. No puedes protegerlo para siempre.

Y al voltear a verlo de nuevo, se encontraba recargando la sien sobre su puño, con aquella expresión inerte tan característica de él que al mismo tiempo te hacía sentir como la persona más afortunada del mundo o... alguien que tiene que hablar lo más rápido posible con el fin de llegar al punto y no aburrirlo.

— Oye... Eso de "No durará para siempre" me ha dolido. — Musitó sincerándose sin apartar la vista de mi rostro.

— Intento ser realista.

— A veces eres algo ¿Lo has notado?

— Que casualidad... Mejores amigos por siempre, Yoongi. — Sonreí quitándome el cinturón de seguridad y, asumiendo completamente, que yo sería quien bajaría por lo que fuéramos a comer.

"Mitad caramelo, mitad mantequilla", fue lo que acordamos al mismo tiempo, tras una sonrisa nostálgica en cuanto bajé de la camioneta, acomodándome una vez más la corta e incómoda falda de mezclilla que tuve que usar como excusa creíble ante mi madre. Porque, una falda de mezclilla es lo que usas para una salida con amigas a un bar y no con tu ex novio. 

— 0742. — Extendió su tarjeta de débito recitando el código de la misma, la cual rechacé. Vamos ¿Qué otra cosa en el mundo podría invitarle mas que palomitas? 

Mientras caminaba hacia la estación vacía de servicio, mi vista se desviaba constantemente hacia las pocas personas que estaban en el auto cinema esa noche. ¿Sería completamente seguro para Yoongi aquel lugar? ¿Qué pasaría si alguien tomaba una foto? ¿Qué es lo que asumirían de nosotros? La ansiedad provocada por no saber aquellas respuestas me hacía sentir cada vez más frágil, más insignificante y más culpable. ¿Cómo poder protegerlo? Yoongi quería proteger a Jungkook pero ¿Quién lo protegía a él?
Y sí, paradójicamente tal vez era yo quien lo ponía en peligro al aceptar una cosa tan sencilla y cotidiana como una salida al cine; era imposible no tener sentimientos de remordimiento y pena tras recordar aquel horrible sueño donde yo era la culpable de la desdicha de alguien a quien yo quería. Eso podría romperme el alma.

 Pero ¿Alguna vez han deseado tanto estar con alguien que incluso la delgada línea entre lo correcto y lo incorrecto desaparece ante unas cuántas horas de suma felicidad?

— Lo recordaste. — Sonreía subiendo las mejillas en cuanto extendí hacia él el slush sabor cereza que solía amar cuando íbamos al cine incluso si eso significaba morir de frío dentro de la sala debido al aire acondicionado.

— Me gustaba sentir tus labios fríos en mi frente. — Solté estúpidamente sonriendo, subiendo los hombros como si aquel recuerdo fuera algo que estaría sugiriendo revivir. — Y además tus dientes quedaban rojos. — Añadí en un pobre intento burlón por querer salvar un poco mi dignidad, pero la ceja arqueada de Yoongi y su sonrisa conmovida me hicieron saber lo contrario.

Ah, bravo.

Y es que cuando se acababan las palabras en el medio, volvía la incómoda situación de vernos hundidos en el silencio. La realidad en ese momento era que me sentía como adolescente en su primera cita con el chico popular de la escuela; pero eso no era una cita y por mi salud mental, debía repetírmelo cada cinco minutos, cada vez que Yoongi cruzaba su mirada inexpresiva con la mía, cada vez que nuestras manos llegaban a tocarse por coincidencia y complot de las palomitas de maíz o cada vez que mi mente comenzaba a maquinar la forma en la que me despediría de él aquella noche.
Una bomba de tiempo y sentimientos crecía dentro de mi pecho y ahora a cada minuto, a cada segundo en el que bajaba la guardia, estaba decidida a explotar, dejándome sin siquiera un plan A para no salir herida.

— ¿Qué es esta cosa? — Musitó Yoongi con una risita baja cuando ya habían pasado unos veinte minutos de la película.

La escena en blanco y negro bastante tétrica de una mujer bailando bajo un foco de luz en una habitación completamente blanca acompañada de música experimental y líneas de colores vagando a su alrededor, era exactamente lo que yo ya esperaba veríamos aquella noche pero Yoongi aún no lo terminaba de creer.

— Creo que voy a tener que verla unas cinco veces para entenderle. — Musité frunciendo el entrecejo hacia el rostro confundido de Yoongi. — Y dudo mucho querer verla una segunda.

— Si traemos a Namjoon para la siguiente función, tal vez nos explique. 

— Aquí... — Aclaré la garganta mientras señalaba la pantalla con el dedo índice y forzaba la voz un poco más grave. — Podemos observar alienación de la mujer rodeada de mera excentricidad... 

— Un cuadro exquisito, magnífico y supremo. — Continuó cruzando los brazos, adoptando la pose que solía tomar Namjoon al categorizar una obra. — El embelesamiento íntegro, cabal y complejo de la misma subjetividad humana. ¿No lo ves Miah? 

— Ah... — Esbocé exageradamente. — Creo que ahora puedo sentirlo, palparlo y regocijarme por ello. Se trata del vivir en sí. Un suceso tan mundano ensimismado en la oquedad que motiva a la reflexión del entendimiento de la vida. 

— Claro. — Musitó. — Miah, tal vez lo hubieras notado antes si no perdieras tanto tiempo en cosas tan banales como las series de televisión. 

Yoongi comenzó a soltar una suave risa y yo luchaba muchísimo por no estallar secundando una carcajada. Pero es que era imposible. 

— ¿Un maratón de Star Wars? 

— No. — Lo imitó. — Yo prefiero una taza de té de flor de cerezo, un buen libro y el suave rumor de las hojas de los árboles colándose por la piel, inyectando vitamina a mi mente para así, nutrir el alma. 

— Eres una terrible persona, Yoongi.  — Estallé colando mis manos frías sobre mi rostro, esperando que por alguna razón el ardor en mis mejillas disminuyera por eso. 

— Oye...—  Vocalizó cuando las risas comenzaban a transformarse en pequeñas sonrisas. —  Realmente estoy amando mucho este pedazo de ¿Obra de arte? pero... — Alzó ágilmente la muñeca para echarle un vistazo a su reloj. — ¿Quieres hacer algo divertido? — Dijo al corroborar que eran un poco pasadas de las 10 y que ahora, la chica en el cuarto blanco ya no bailaba, sino hacia algún tipo de movimiento extraño con los dedos de los pies cubiertos de cera. 

Un cuadro exquisito, magnífico y supremo. 

— No lo sé, Yoongi. — Dudé al voltear hacia la enorme pantalla con la película que él había sugerido ver horas antes. —  Creo que tu definición de diversión es muy diferente a la mía...

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