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Going

La luz del medio día se alcanzaba a filtrar por las opacas ventanas del departamento. Poco a poco, el calor provocado por el sol comenzaba a asfixiar mi cara indicándome que era el momento de levantarse.

Abrí los ojos de poco en poco. Fijé la vista en la mesita del centro y tomé mi tiempo para recordar todo lo que habíamos hablado durante la madrugada; después de aquel momento donde creí haber recuperado a Yoongi, decidimos ver televisión juntos hasta que alguno de los dos le venciera el sueño. Al parecer, yo perdí porque mientras estiraba mi cuerpo entumecido, caí en cuenta de que había dormido sobre el sofá y ahora tenía una ligera manta sobre mí.

Tallé mis párpados por última vez antes de sentarme e inspeccionar a simple vista el lugar. Estiré mi cuerpo. Doblé la manta y comencé a dar un recorrido visual en busca de Yoongi por el pequeño apartamento. No estaba ahí.

Al buscar mi celular dentro de mi bolsa, justo al lado de ella, me encontré con una nota adhesiva color azul con una letra que podría reconocer en cualquier lugar.

Tuve que salir temprano, hay ensayo.
Usa mi auto para regresar a casa.
Las llaves están sobre la mesa.

No quise despertarte.

Fue divertido. Gracias.

M.Y.G

P.D: Roncas horrible.

Rodeé los ojos ante su insistencia por arruinar lo lindo y romántico que podría llegar a ser. Yo no roncaba ¿O sí?

Una vez que estuve lista para irme, salí con toda la precaución del mundo, porque, a pesar de que Yoongi insistía en que casi nadie sabía de ese lugar, mis ideas de persecución eran constantes y hasta en algunas ocasiones, un tanto irracionales.

Al cerrar la puerta incluso digité dos veces el código que memoricé por los movimientos de Yoongi cuando entramos. Después, solo para asegurarme, puse el candado manual con las llaves que dejó sobre la mesa. Busqué el camino hacia el ascensor y cuando llegué, casi evitando hacer contacto visual con las personas que aguardaban pacientemente, me situé un poco más lejos de aquel grupo.
Se abrieron las puertas, yo fui quien entró hasta el último y por ende, quedé más cerca del tablero.
Aunque no fuera cierto, me sentía como toda una sucia amante que se tiene que ver a escondidas con el padre de una aparentemente perfecta familia, así que mi vista estaba fijada a la pantalla digital que marcaba el número de piso en el que nos encontrábamos, con la absurda idea de que así el tiempo ahí dentro se pasaría más rápido.

Pasábamos por el piso tres cuando el ascensor quedó casi vacío a excepción de una chica al fondo del cubo y yo. Cuando hicimos contacto visual por mera cordialidad, pude ver que bien podría tratarse de aquellas modelos para marcas de skincare; era una de esas personas que te hacían rectificar que Dios, definitivamente, tenía a sus favoritos.

— Hola. — Musitó levantando una suave y agradable sonrisa hacia mí. Incluso sentí bonito que alguien tan magníficamente linda me notara. 

— Buen día. — Respondí.  

— ¿Vives aquí? — Dijo amablemente de repente, en cuanto se niveló a mi lugar. Su voz era dulce y llamativa, incluso hasta me pareció tierna a comparación con la dureza de la mía.

— No. — Sonreí aún sintiéndome intimidada ante su sublime apariencia. — Vine de visita. — Finalicé. Todo eso, con un leve titubeo que siempre aparece cuando debo conocer a gente nueva o me veo en ese tipo de situaciones.

La chica con rostro de muñeca asintió con calidez, dando a entender que no hablaría más pues había notado mi incomodidad.

— Eres muy bonita. — Aseguró de forma dulce, rompiendo el silencio de nuevo. — Deberías ser cantante o actriz.

No supe si ese comentario me gustó o incluso me hizo sentir más incómoda. Entre mujeres, tal vez con conocidas sería normal hacer ese tipo de cumplidos, pero entre desconocidas... Fue inusual. Sin embargo, debido a la suma calidez que proyectaba esa chica, dejé pasarlo como simple amabilidad.

— Para nada. Gracias. Tú sí lo eres. — Respondí con una sonrisa antes de salir del elevador en el subterráneo número uno. Al cerrarse las puertas, lo último que alcancé a ver fue su sonrisa tímida, mientras hacía una pequeña reverencia.

Caminé en dirección hacia lo que yo recordaba como estacionamiento, por la noche anterior. No era un edificio para nada lujoso; la arquitectura se veía gastada, hacía falta pintura color hueso en los muros y algunas luces blancas en los corredores necesitaban ser cambiadas o tener una amplia sesión de mantenimiento.
Al llegar a la camioneta de Yoongi, no me sorprendió que aquella imagen de la imponente Tucson del año desencajara completamente de los autos sencillos a su alrededor. Todo el ambiente parecía ser totalmente ajeno a lo que él estaba acostumbrado y me pareció genial que aún así, viviendo en el que posiblemente era uno de los complejos habitacionales más costosos de Seúl, aquel lugar siguiera fungiendo como su espacio seguro.

Seguía siendo él.

Al llegar a casa, después de estacionar la camioneta en la cual viajar fue un martirio porque temía averiarla y que aquello fuera a costarme casi medio año de salario, esperé sentada al volante unos minutos más, observando posibles señales de vida de mi madre. La ventana del departamento que daba hacia la calle estaba cerrada, así que pensé que un milagro había suscitado y mamá simplemente se había cansado de esperar provocando que volviera a casa.

Me hubiera gustado estar en lo correcto porque en ese momento unos pequeños golpes del lado del vidrio del conductor me sacaron de la zona de tranquilidad que me había creado segundos atrás.

Los ojos grandes de mi madre estaban totalmente fascinados e intrigados por ver lo que yo había conducido.

Bajé poco a poco el vidrio hasta dejar pasar el aire para encontrarme con ella y su bello rostro cuidado y mantenido en perfecto estado gracias al Dr. Choi. — No preguntes. — Me anticipé a ella.

Mamá levantó ambas palmas al aire dando por casi hecho que no preguntaría algo sobre el tema. O eso era lo que yo esperaba.

—¿No irás a trabajar hoy? — Dijo en cuanto bajé del auto y caminábamos hacia la caseta del portero, dándome algunas bolsas pesadas del súper mercado.

— Creo que voy a tomarme el día. — Musité. — Es la primera vez que lo hago. 

Ella asintió y entró al departamento digitando el código. 

La noche anterior, al dejar la casa, yo esperaba y daba más que por seguro que mi departamento tendría impregnado el olor a fermentación y especias del kimchi que siempre odie, pero no fue así. Para mi sorpresa, y debo admitir que el gesto logró sacarme una sonrisa, fue ver una serie de platillos fáciles de cocinar bastante distintivos el occidente como salmón marinado, ensaladas de verduras y frutas listas para comer, sopas e incluso pastel de limón y merengue sobre la pequeña mesa, esperando ser guardadas en el refrigerador. 

— Investigaste todo esto ¿Verdad? — Dije a duras penas aun con un bocado de pastel de limón, cerrando el refrigerador con la cadera.

— Jamás te gustó la comida tradicional. — Se alzó de hombros, comenzado a sacar los productos de limpieza y despensa que había traído del súper mercado.

Ver la imagen de mi madre haciendo todo eso por mí, ahora ya no me parecía un acto hostigoso donde trataba de salvar su conciencia por aquellos años donde se concentró más por dar una imagen de madre modelo que por serlo. Cuando estuve en Nueva York, era bastante frecuente ir a casa de alguna amiga o compañera y ver a sus madres irrumpiendo en sus cocinas.

"Es lo que una mamá hace. Viene, cocina, llena tu refrigerador, lava lo que tú no has lavado por años, se asegura de que no seas una adicta y se va. Así es como aman la mayoría de ellas. " Dijo mi amiga Jane en alguna ocasión. Y debo admitir, hubo muchas ocasiones en las que sentí pequeñas oleadas de celos al ver que la mía no estaba ahí para amarme, según Jane.

— Gracias, Ahn Seoji. — La abracé por la espalda recargando mi mejilla en ella, suspirando su delicioso aroma combinado con el perfume Coco Chanel que solía usar desde que tengo memoria.

Al sentirme, removió su cuerpo suavemente con incomodidad. 

— Eh... Miah ¿Qué demonios estás... — Pero cortó la frase en cuanto me aferré más a su cintura y ella poco a poco acarició sus manos con las mías. — La última vez que me abrazaste fue a tus seis años. — Musitó nostálgica, y aunque no podía verla, en su voz se podía escuchar reflejada una sonrisa.

— En ese entonces aún me caías bien. — Sonreí dando por hecho el gesto de ojos en blanco que ella haría en cuanto me escuchara.

— Digo lo mismo. — Se defendió en cuanto la solté suavemente y ella continuó sacando cosas de las bolsas de plástico para no hacer incómodo el momento. — Entonces... ¿Tienes el día libre? — Agregó después de unos minutos, justo cuando yo ya había abierto el refrigerador para tomar otro bocado del pastel de limón.

— Sí. — Dije sacando el plato del refrigerador. — ¿Por qué? ¿Quieres hacer algo? — Me atreví a decir. Tal vez pasar un rato con mi madre, no era tan malo después de todo.

Sus ojos se dirigieron brillantes y esperanzados hacía mí; al principio su semblante al verme devorando el pastel denotó su decepción, pero con una espléndida y maternal sonrisa pasó de: "Dios mío, eso es mi hija a ella es mi hija."

¿Sería demasiado si le pido su auto? Pensé antes de pedir un taxi a domicilio para llevarnos al centro comercial.


¿Me prestarías tu auto?
Saldré con mamá.

13:25 pm


MYG:
Los papeles están en la guantera.

13:30 pm


Gracias. <3
P.D ¿Es verdad lo de los ronquidos?

13:31 pm


MYG:
Tengo un video. :)

13:32 pm


— No sé con quién estuviste pero me agrada.— Dijo mi madre al subirse a la camioneta e intuir que, por el pequeño funko de Clayton Kershaw de los Dodgers adherido a la parte superficial del tablero, un hombre debía ser el aparente dueño del vehículo.

— Estoy segura de que sí. — Aseguré buscando la ruta hacia el centro comercial en la pantalla táctil. — Te agradaría. — Añadí con cierta ironía pues ella ya lo conocía, y él era algo así como su segundo hijo... o la persona que consideraba digna de ser amigo de Minhyuk.

El camino pasó lo suficientemente rápido como para hacerlo incluso hasta acogedor. La relación con mi madre jamás fue la más cercana y a eso debía agregarle el hecho de que yo, a pesar del tiempo y de que la vida me llevó en otro rumbo, por culpa de sus exigencias pude haber errado el camino de mi futuro hacia algo que no era mi verdadera vocación. Afortunadamente, antes de irme al extranjero y con la ayuda de Yoongi, pude enfrentarme a ella para hacerle saber que, aunque era mi madre y tenía todo mi respeto y admiración, se trataba de mi vida y no de la suya. Claro, esa discusión nos dejó incluso más alejadas que antes por conflictos de personalidad, pero jamás dejó de ser mi madre. Así que, aquel momento con ella, únicamente las dos sin Minhyuk como un incentivo para compararnos en todo momento, lo tomé como un regalo.

Al llegar al enorme centro comercial en Gangnam, no me sorprendió que mamá fuera directamente a las tiendas de ropa donde tomaba prendas como si la tarjeta de débito de papá tuviera fondos ilimitados. Esa era ella y jamás podría hacerla un poco más prudente.
Aun así, con todo eso, cada centavo lo valía; mientras mi padre y yo éramos de apariencia física promedio sin absolutamente ningún rasgo que nos hiciera sobresalir entre los demás, Hyuk había heredado la belleza, gracia, porte y elegancia con el que mamá podía darse el lujo de lucir como una verdadera modelo, al pavonear la ropa nueva de diseñador.

— Mamá... — Llamé su atención una vez que nos encontramos sentadas viendo el menú del restaurante italiano en el que había querido parar. Ella, por arriba de la carta, me dirigió la mirada atenta. — ¿Por qué me enviaron a Estados Unidos? — Me removí un poco incómoda en el asiento. No quería que aquella pregunta fuera tomada por ella como algo desconsiderado. — Es decir, lo agradezco pero... Ustedes un día simplemente me pusieron en un avión. No lo consultaron ni me dieron tiempo para considerarlo. No es reclamo. Solo me gustaría saber por qué. 

— Teníamos el dinero para enviarte y tu padre no quiso perder tiempo. — Asintió aún viendo el menú, con sumo desinterés. 

¿Mi padre no quiso perder el tiempo? Ahn Jongeun jamás fue ese tipo de padre atento por la vida de sus hijos. Hacía su papel como padre proveyéndonos de cosas a veces hasta innecesarias, era cariñoso hasta cierto punto, incluso recuerdo que algunas veces jugaba conmigo a la casa de té cuando no regresaba demasiado cansado del trabajo, pero jamás algo más allá de lo necesario. Lo podría creer de mi madre, pero ¿De él? Ni siquiera recordaba bien cuál era la fecha de mi cumpleaños. Era un hombre tan entregado a su trabajo, tan apasionado por hacer crecer su empresa, que pocas veces se le podía ver en eventos escolares o incluso en eventos familiares. Y no, no fue un mal padre, hacía lo que podía a su manera y, preocuparse por los estudios de sus hijos, tarea la cual fue totalmente atribuida por mi madre, definitivamente no era algo común en papá.

—¿De verdad? Él nunca se preocupó por esas cosas... Jamás estaba en casa y-

— Yo también lo pensé mucho en ese tiempo. — Interrumpió tomando un pequeño sorbo de agua simple para aclarar su garganta. — Pero ¿Recuerdas ese viaje donde llevó a Hyuk a Estados Unidos para convencerlo de estudiar finanzas y que pudiera encargarse de la empresa cuando él se retirara?

Ah ¿Por qué tenía que llegar a ese tema?

— S-sí. — Intenté no mostrarme algo incómoda con el asunto, pero por su sonrisa, creo que fue algo imposible. — Creo que sí. La verdad es que- 

— Así es... Miah. No creas que ya lo olvidé.  —Alzó una ceja con escepticismo y algo de diversión. Ahg, ella lo recordaba. Ya no tenía 16 años ¿Por qué aun me sentía amenazada con esa mirada? — Cuando aprovechaste para irte a no sé dónde con el hijo de los Min. — Recalcó.

Bien, esa no fue la expresión que tuvo precisamente años atrás cuando, ante la oportunidad de tampoco tener a mamá en casa- quien había ido a entregar un donativo de la empresa de mi padre a un hospital por lo menos a cinco horas de distancia- decidí hacerme la adulta burlando la seguridad de la abuela para pasar una noche viendo películas en casa de Yoongi, ya que sus padres también habían se encontraban ausentes. Todo hubiese sido perfecto a no ser porque mamá, decidiendo volver a casa esa misma noche y no al día siguiente como había dicho, se encontró con la sorpresa de que yo no estaba, mi celular no tenía batería y eso provoca que casi toda la policía del sector estuviera buscándome a las 2:00 am... Hasta que tuvo la idea de llamar a Yoongi y no tuvimos de otra más que regresar a casa.

— ¿Cómo está? Ahora trabajan juntos ¿No? — Continuó. Y, a pesar de lo suscitado, ella parecía recordar a Yoongi con alegría.

— Bien. Y eso intento. — Contesté de tajo para evitar soltar la lengua un poco de más. — ¿No supiste de él por Hyuk?

— Me da gusto. — Asintió muy pensativa. — No.  Yoongi no regresó a Daegu por mucho tiempo y Hyuk tenía otras cosas en mente. 

 — En fin ¿Qué con ese viaje de papá?

Fue ahí cuando mi intriga aumentó un poco porque hicimos una pausa para pedir nuestra orden. ¿Quién pide ensalada cuando hay toda una barra de pastas? Mi madre.

— Regresó con la idea de enviarte a estudiar fuera. — Respondió en cuanto el joven mesero, quien pareció flechado por mi madre, se retiró con una sonrisa en los labios. — Le dije que podíamos esperar a ver... otras opciones. — Hizo una pausa. Claro, lo dijo refiriéndose al conservatorio de Danza. — Pero estaba muy convencido.

— ¿Solo así? ¿Por qué no mandó a Hyuk también? ¿No fue injusto para él? —  La abordé con mis preguntas, las cuales, mientras pronunciaba, comenzaban a darme más vueltas en la cabeza. ¿Por qué hizo eso?

Ella pareció contemplar esa idea por primera vez, hasta que algo hizo clic en su cerebro. — Hyuk ya había entrado a la universidad de Seúl, supongo. — Comenzó fruncir el entrecejo y sentirse un tanto incómoda. — Todo fue tan rápido...

— Aún así, conmigo pudo haber esperado unos años. — Señalé en una posición inconscientemente un poco más punitiva, incluso hacia ella. — Ni siquiera había terminado el instituto.

Mi madre se quedó en silencio por unos segundos dándole vueltas a la copa de vino blanco que le habían servido minutos antes. En el ambiente, la ambientación de las pantallas del lugar era todo lo que sonaba y por primera vez, sentí que no tenía una respuesta lógica para darme.

— Lo siento. Debió ser duro para ti. — Dijo antes de dar un trago largo a la copa, como si quisiera decir más pero el alcohol serviría como un inhibidor.

— No. Está bien. Finalmente... Hicieron lo mejor para mí ¿No?

— Siempre he querido lo mejor para ti, Miah...





***


Miah y su mamá sí se quieren. :) Btw, imagino a la mamá de Miah como la guapísima Kim Heeae *-*

¡ Y además, muchísimas gracias por leer mi historia! <3 :')

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