Butterfly
— Pasaremos por Yorim después del trabajo ¿Estás de acuerdo? — Escuché decir a Geum en cuanto llegó a mi escritorio. — Hoy le toca elegir a ella la película. Yo sé que a ti no te gustan mucho las películas románticas pero ¿Sabes? Tienen su chiste creo-
— Oye Geum... — Le interrumpí al subir la vista por encima del borde de mi computador, sintiéndome realmente atareada y sobre todo, fuera de lugar. — Yo aprecio mucho todo esto pero... Si yo fuera Yorim, estaría furiosa de que la amiga del hombre con quien salgo esté siempre presente. — Fruncí el ceño de la forma más cortés que pude, en virtud de no escucharme como una malagradecida. — Sé que no me quieres dejar sola pero... Estoy bien.
¿Cómo explicarlo? Después de que Yoongi intentó desaparecer de mi vida, quien probablemente mostró más preocupación incluso que mi propia madre, fue el hermoso Geum. Y algunas personas llegarán a decir "Suertuda". Sí y no. Sí porque su presencia lograba alegrarme el día, el alma... Ese hombre con una personalidad tan cálida, amable y caballerosa en una plática podía hacer que todas mis preocupaciones y pesares permanecieran bajo un efecto temporal de anestesia. Y NO.. porque Yorim había vuelto oficialmente a su vida; definitivamente no me molestaba. Ellos merecían su final feliz de libro romántico pero de alguna forma Geum se sentía tan responsable de mí al ser mi amigo más cercano, que comenzó a incluirme en todos sus planes: Cine, comidas, salidas a ciudades cercanas, bares... Lo agradecía, de verdad, estar en compañía evitaba hacerme pensar estupideces y Yorim fue realmente un sol durante aquellos tres meses posteriores a cuando me dejaron, pero comenzaba a no ser suficiente y yo... salía sobrando en aquella relación.
— Uno: No estamos saliendo, somos amigos. — Recalcó subiendo su dedo índice en el aire, dándose el papel de un sabelotodo. Sí claro, Geum, los amigos no se besan. Y para ser sincera, comenzaba a extrañarme que la madurez y recato de Umi no fueran los suficientes como para establecer una relación oficial con Yorim. — Y dos: Yo sé que no es así, no estás bien.
Habían pasado tres meses. Tres largos e infinitos meses. La primer semana lloré como novia plantada en el altar mientras veía Grey's Anatomy por décima vez y al siguiente día me veía forzada a usar lentes de sol para ir a trabajar. Durante el primer mes me dejé convencer por unas amigas para salir cada jueves, viernes y sábado a algún bar para beber y así canalizar mi tristeza en el alcohol; mala idea. Al segundo mes conocí a un chico en el gimnasio, salimos unas dos veces y a la tercera pasó lo que tenía que pasar; hubiera seguido con él pero presumía más de lo que poseía. Y el tercer mes... El tercer mes decidí parar y limitar mis salidas a pasarla con Geumi y Rim.
El punto es que yo estaba bien; había pasado por todas las etapas del duelo, seguía con mi vida y lo aceptaba. ¿Qué demonios le hacía pensar lo contrario?
— Estás muy seguro de eso. — Musité sin mirarlo, tecleando como si mi vida dependiera de mi trabajo.
Escuché el pesado suspiro de Geum, muy familiar al que emite Minhyuk cuando piensa que estoy haciendo las cosas mal pero sabe que será imposible hacer que deje de aferrarme a la idea de lo contrario.
Sorbió su café caliente y después jaló una de las sillas vacías apiladas al lado de la sala de juntas para sentarse a mi lado.
— Ha pasado casi año y medio desde que llegaste. — Dijo con voz bajita, sabiendo en ese lugar, las paredes tienen oídos. — Y creo que pasamos el 70% del tiempo aquí, juntos. Te conozco, Ahn Miah.— Lamió sus labios, suspiró de nuevo y aclaró su garganta con un carraspeo que solamente en él lograba verse incluso atractivo. — Tú... No has llorado, no has gritado, no has hecho nada. Tú y él se ven como si-
— ¿Como si nada hubiera pasado? — Intervine con la mirada casi furiosa hacia él. — Claro que pasó, Geum, pero para mí funciona intentar simular que no.
Y supongo que así era. Cuando dije que se alejó de mi vida, fue -mal dicho- literalmente. Trabajamos juntos pero era como si no existiéramos: Si llegábamos a toparnos en el elevador él colocaba sus audífonos casi a un volumen ensordecedor y yo miraba mi celular como si estuviese sola; en las juntas jamás nos dirigimos la mirada, mi trabajo hacia él y viceversa era directamente a través de Geum o alguno de los pasantes. Dejé de quedarme horas extra para así no tener la suerte de verlo entre los pasillos y evitaba asistir a las reuniones donde sabía que él estaría presente.
Sí, nos evitábamos pero, cada quien hace lo que puede para mantenerse a flote ¿No?
Lo único que me quedaba de él, eran sus amigos. Namjoon y yo de alguna forma nos hicimos más cercanos; era evidente, al no tener contacto con Yoongi, los temas eran tratados con Nam y, él, como un gesto de piedad -por lo menos hacia mí- accedía a todo a aquello con tal de llevar las cosas en paz. Fue inevitable no pasar más tiempo con él; cuando tenía momentos libres, me convencía de ir por la noche al Río Han según él para aclarar la mente pero al poco tiempo me di cuenta de que me usaba como excusa para pasar inadvertido de la chica castaña que podía engullirse por lo menos tres cigarrillos durante media hora y que jugaba con su hermoso labrador negro. Yo lo aceptaba porque me resultaba divertido verlo ponerse nervioso cerca de ella y desde mi perspectiva, presenciar lo irónica que resultaba la escena. Y aún así, como todo buen amigo, Namjoon se mantenía a raya evitando tocar el tema de Yoongi.
— ¿Y para él? ¿Sabes si funciona? — Cuestionó casi sonando como mi hermano mayor.
— No sé lo que piense... Ni sus intenciones, Geum. — Peiné mi cabello hacia atrás y dejé de poner atención a los mensajes que llegaban a mi correo electrónico esperando ser respondidos. — La última vez que hablamos fue por teléfono en el hospital. — Declaré. Unos segundos más tardé me di cuenta de lo lamentable que soné, sin embargo, a esas alturas ya ni siquiera eso lograba importarme. — No sé realmente por qué dejó de hablarme, no sé qué planes tiene y tampoco quiero saberlo-
— Creo que debes aceptarlo y seguir con tu vida. — Interrumpió dándome una mirada cargada de compasión, como si pudiera meterse en mi mente y saber que realmente estaba muriendo por obtener esas respuestas.
— Lo estoy haciendo.
— No de una forma madura, Miah. — Continuó. Su expresión dulce se hizo cada vez más evidente, cual persona mayor te da un consejo sabiendo que tiene toda la razón. — Es como si quisieras evitar terminar todo con él porque aún esperas que regrese o recapacite...
Y para mi increíble suerte, Gum logró dar justo en la espina que no lograba sacar del todo, provocando que algo dentro de mis entrañas se revolviera dejándome con los labios secos, el corazón disparado y unas sofocantes y desesperantes ganas de llorar.
No seas patética, Miah, no es así, tú no estás esperando nada de él. Intenté convencerme a la par que apretaba mis labios como si eso pudiera ser el freno para contener mi llanto.
— Yo...
Pero Geum pasó su mano por mi cabello intentando reconfortarme, siendo completamente consciente de que en algún momento comenzaría a perder mi contenido juicio.
— Debes hablar con él, Miah. — Me sonrió casi con pena, sabiendo que ese acto definitivamente me iba a doler. — Y sé que esto que voy a decir está fuera de lugar porque no es mi asunto pero, se lo deben. Es una historia de casi toda la vida. ¿Es justo que termine así? Y no me refiero a que necesariamente deban estar juntos, sino a que tú mereces respuestas y él merece sacar lo que tenga que decir.
— ¿Y si no quiere hablar? — Mordí mi labio con tanta fuerza que ni siquiera puse atención al dolor con tal de contener mi lado infantil y soltarme a llorar. — ¿Y si dice que ya no me quiere? ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo voy a ser capaz de estar en el mismo lugar que él? — Geum limpio con su pulgar las lágrimas que alcanzaban a colarse por el rabillo de mi ojo. Lágrimas que ardían por tanto tiempo conteniéndolas. — Tienes razón. No hablo con él y no quiero hacerlo porque tengo miedo a lo que tenga que decir. No saberlo es casi lo mismo a en mi mente seguir juntos, como si estuviéramos enojados y algún día pudiese llegar a regresar... Yo-
— Debes hablar con él, Miah.
Asentí en silencio forzándome a seguir reprimiendo todas mis emociones.
— Y debes hacerlo hoy porque se irán por dos meses y... Creo que Yorim comienza a cansarse de las citas de tres. — Sonrió envolviéndome en un fuerte abrazo, reconfortándome acariciando mi espalda y dándome la oportunidad de sentirme protegida por quien veía como mi otro hermano.
— El problema es que yo aún tengo la ilusión de regresar y sé que no va ser así. — Respondí. — Sé que voy a ir a buscarlo y él se va negar. ¿Y con qué me quedo?
— Esa es una respuesta que solo puede darte él, Miah. Si no vas ¿En serio planeas quedarte con la esperanza a la deriva? Es cruel. — Musitó. — Es cruel contigo porque no lo mereces y es cruel con él porque debe cargar con todo ese peso. Y si vas... Solo hay dos cosas que pueden suceder y créeme, sea lo que sea, el mundo no se acaba ahí.
Subimos a la terraza para darme la oportunidad de no sentirme sofocada ante la idea de lo que estaba próxima a hacer. Casi podía sentir el corazón en mi garganta y el frío característico de lo desconocido colarse desde los dedos de mis pies hasta la punta de mi nariz.
Cuando estuve un poco más tranquila y sabíamos el horario de los empleados regulares había terminado, Geum me acompañó al piso de producción donde usualmente Hoseok, Namjoon y Yoongi se resguardaban en algún cuarto de consolas. El plan, según él, era llegar con ellos y en cuanto me vieran Hoseok y Nam, sabrían tendrían que salir de ahí sin dejarle otra opción a Yoongi más que escucharme.
— Todo estará bien. Voy a estar abajo, por si me necesitas. — Al tocar el timbre de aquella habitación, Geum depositó un beso en mi mejilla y despeinó mi cabello antes de irse y desaparecer en el elevador.
Me quedé completamente sola en aquel pasillo únicamente con el ruido vaporoso de la ventilación como fondo. Esperé por unos segundos y para cuando subí la mirada tras enfocarme en los molestos zapatos de tacón negros que mamá me había cedido porque no eran de su talla, Namjoon estaba parado frente a mí, con el ceño confundido por mi inusual presencia en ese piso, a esa hora y con evidentes restos de mermelada de fresa en las comisuras de sus labios.
— Miah... ¿Qué te trae al — Entornó la mirada intentando descifrar mi visita. — ... piso de producción? — Se hizo a un lado para dejarme pasar pero negué suavemente con la cabeza.
Tuve la oportunidad de dar un vistazo rápido y me di cuenta de que solo se encontraba con Hoseok, quien ni siquiera se percató de mi presencia al estar sumergido en el ordenador con los audífonos puestos.
— Nam. — Levanté el dedo índice para limpiar los restos de mermelada. — ¿Dónde está Yoongi?
El rostro del alto chico se pasmó dejando sus labios entreabiertos. Pestañeó varias veces como si no estuviera listo para tal situación y luego comenzó a balbucear, procurando recordar a toda velocidad lo que tendría que decir.
Supe entonces que aquella actitud de Yoongi también estaba respaldada por ellos. Era obvio. Tal vez tendrían prohibido hablar conmigo sobre él o hacerme saber lo que Yoongi llegaba a contarles.
Pero yo ya no tenía tiempo ni ganas de alianzas amigables ni lazos inquebrantables de fraternidad.
— Namjoon, tú no me puedes mentir. ¿Qué sucede? Porque él... — Susurré en voz amenazante. Incluso yo quedé sorprendida por aquel arranque de valentía.
— No sé absolutamente nada, Miah. — Dijo con voz severa, irguiendo la espalda para parecer mucho más alto e imponente de lo que ya era.
Rodé los ojos impaciente, tomé un respiro y después volví hacia él dejando de lado cualquier respeto y lealtad que sintiera por él.
— Kim Nam Joon, yo sí sé cosas. Y no quiero usar esas cosas contra ti porque te estimo demasiado pero si no me dices dónde está Yoongi justo ahora, juro por Dios que iré con esa chica y no le diré que te mueres por ella, sino que haré uso de mi amistad con Geum para traerla aquí e insistir hasta que la hagan mi asistente y de ese modo, tengas que verla todos los días recorriendo exactamente los mismos pasillos que tú, respirando el mismo aire que tú y aún así sin ser capaz de hablarle porque eres demasiado cobarde como para acercarte, haciendo así tu vida imposible. Porque justo así me siento. Además no podrás hacer algo al respecto porque eres demasiado bueno como para quitarle el empleo a una asistente y a tu amiga... Así que, dime qué sucede.
— En esta vida hay personas muy malas y tú.
— ¿Dónde está Yoongi, Namjoon?
— Fue hacia el estacionamiento desde hace unos cinco minutos. — Exhaló derrotado, como si fuera el peor amigo del mundo. — Usa escaleras desde hace dos meses porque sabe que tú jamás las usarías y no quiere encontrarse contigo en el elevador.
Asentí y, mientras me dirigía al elevador sin voltear a ver a un Namjoon sofocado, caí en cuenta de lo lejos que había llegado. Mi dedo tembló en cuanto toqué el botón del estacionamiento. Mientras los números en la pantalla negra descendieron, lograba arrepentirme mil veces y después volvía a tomar valentía. Pasaba saliva, ponía la mano sobre el pecho para sentir mi corazón desbordante de miedo y angustia. Mordí mis labios y por primera vez en tantos meses, sentí de nuevo aquella horrible sensación por querer vomitar en cualquier momento.
Tenía el corazón, el estómago y los pensamientos completamente revueltos. Lo único que podía llegar a escuchar era ese sonido agudo dentro de mis oídos consecuencia de la presión.
Sótano 1.
Le vi de espaldas. Llevaba puesto un jersey negro y pantalones militares del mismo color. Sentí una corriente dolorosa recorrer mi cuerpo en cuanto mis pies se movieron involuntariamente hacia él fuera del elevador.
— Yoongi. — Me escuché decir mientras me quedaba estancada a unos dos metros de él.
No reaccionó en cuanto escuchó mi voz, porque la reconoció de inmediato. En lugar de eso, se tomó unos segundos para inhalar y exhalar hasta que, por alguna razón su código le impidió subirse a la parte trasera de la camioneta negra y ordenar a Dani irse lo más rápido de ahí.
Volteó en mi dirección sin despegar la vista del piso hasta que sus ojos llegaron a los míos.
Hizo un ademán hacia el corpulento y alto hombre no mucho mayor que nosotros dos, para que éste aguardara dentro del auto. Dani asintió y entró sin decir algo en contra.
Yoongi caminó hacia mí frunciendo la frente, hecho muy raro debido a que casi en toda ocasión su expresión era gélida. Tomó mi codo y casi me llevó a rastras dentro del edificio de nuevo, justo al cubículo de las escaleras.
Ni siquiera me sorprendió. A esas alturas, estaba esperando lo peor.
Pero en cuanto llegamos, incluso antes de que la puerta pudiera cerrarse sola, Yoongi me estrechó entre sus brazos provocando que todo mi llanto reprimido meses atrás, saliera estrepitosamente. Me aferré a él con la poca fuerza que quedaba debido al temblor en cada uno de mis músculos. Él también parecía desconcertado pero aún así siempre fue prudente. Acariciaba suavemente mi cabello y respiraba insistentemente el aroma entre mi cuello y la ropa.
No sé cuánto tiempo permanecí abrazada a él, pero supuse fueron más de cinco minutos porque los sollozos entre ambos comenzaron a descender.
Entonces toda la rabia, ira y confusión tomaron parte en mí manifestándose en empujones intencionados contra su pecho.
Golpeaba y lloraba. Golpeaba y lloraba. Él ni siquiera hacía el intento por detenerme.
— Vas a lastimarte. — Dijo sin expresión, sin mirarme.
— Duele más lo que estás haciendo. — Respondí volviendo a sentir la ira y el calor subiendo por mi rostro. Dolía. En verdad lo hacía. Yo no estaba bien...
No podía explicarlo pero me dolía el ego. Me dolía necesitar de él, extrañarlo y tener que ser yo quien lo buscara.
Dolía tener que aceptar sus argumentos y posiblemente, no tener más opción que aceptar sus decisiones.
Dolía tener que entender, agachar la cabeza y ceder.
— Cuídate, Miah. — Dijo súbitamente con voz rasposa antes de dar la vuelta, abrir la puerta y dirigirse lo más rápido posible a la camioneta.
Al principio di todo por perdido. Ese era el final. No hice movimiento alguno para seguirlo, pero después, como si fuera una estaca clavada en mi pecho, recordé las palabras de Geum.
Necesitaba explicaciones. Nuestra historia, juntos o no, merecía un final más honorable.
— ¿Cuídate, Miah? — Dije furiosa azotando la puerta tras de mí. — ¿Han pasado tantas cosas entre nosotros y solo dices eso? — Caminé de nuevo hacia la camioneta y él paró en seco antes de entrar.
— No puedo hacer esto. — Susurró sin voltear a verme. Frotó ambas manos contra su rostro con impaciencia y volteó desganadamente en mi dirección.
— Y no salgas con la excusa de que será por mi bien. — Continué desde mi lugar, con las piernas tambaleantes y el corazón incrustado violentamente en la garganta. — Porque estoy cansada de que todos hagan lo que crean que es correcto en mi vida.
Yoongi contrajo la mandíbula, abrió los labios para decir algo y después de varios intentos por querer expresarse sin suspirar con dolor, continuó.
— No soy bueno para ti, Miah. — Musitó casi con dolor en la voz. — El asunto de Ryō ya está casi resuelto, la llevarán a internarse pero ¿Y luego? No vas a estar segura. No conmigo, no siendo quien soy. — Y por primera vez, alzó la voz sin percatarse de ello. — ¿Tienes idea de lo que pasé mientras estabas en cirugía? ¿Sabes lo que sentí cuando te vi en el piso y a ella con su puta cara de inocente sonriéndome? Me iré dos meses más, Miah. Pero ¿Tienes idea del tiempo que pasaré en el extranjero el año que entra?
Su voz comenzaba a tambalearse. Se encontraba sofocado, a punto de quebrarse y aún así mantenía una mano levantada sutilmente hacia mí con fin de que no pudiera acercarme.
— Ya esperé casi nueve años, Yoongi. — Interrumpí con voz rasposa, a punto de sonreír y hacerle saber que todo estaría bien. — Unos meses más-
— ¿Y luego qué? — Y entonces se quebró por completo dejando a flote toda la presión que sentía en aquel momento. Sin pensarlo, usaba las mangas de su jersey para limpiar sus mejillas mientras seguía hablando cortantemente. — ¿Vamos a escondernos? ¿Cómo puedo irme sabiendo que estarás bien?
— ¿Y alejándote es la solución? — Mordí mis labios aparentando fuerza. Mi cuerpo se encontraba totalmente desesperado ante la amenaza de ahora sí, perderlo para siempre.
Pasó saliva cerrando los ojos, respirando entrecortadamente con arduo trabajo.
Mi corazón se contrajo de la forma más dolorosa posible, era casi irreal seguir de pie hasta ese momento. Necesitaba acércame a él, abrazarlo de nuevo. Quería regresar el tiempo a minutos atrás en el cubículo de las escaleras, donde Yoongi se aferró a mí haciendo que fuera posible percibir el calor de su piel contra mía.
— Lo es. — Respondió en un susurro casi imperceptible. — Por favor, no me hagas esto.
— Tú no hagas esto.
— ¿Es que no lo entiendes? — Se quejó casi maldiciendo mi existencia, harto, cansado, nervioso, tronando compulsiva y ruidosamente las falanges de los dedos entre sí. — Trato de enmendar lo que te hice. Quiero remediarlo y la única forma posible para mí, es alejándome.
— No fue tu culpa.
— Lo fue. Yo pude haber puesto un alto a Ryo hace mucho tiempo, lo dejé pasar y te afectó directamente. — Respondió.
— ¿Y si Paul te hubiera golpeado la noche del bar? Yo fui quien te llevó ahí, yo fui novia de Paul, yo lo hice enojar. ¿Habría sido mi culpa? — Mascullé. — No mezcles las cosas, Yoongi. No uses a Ryo y lo que hizo como una excusa. Lo que pasa, es que debes elegir entre tu trabajo y yo. Y es evidente que no puedes tomar ambas. — Solté al fin, sintiéndome libre tras reprimirlo por tanto tiempo. — Solo tienes que decirlo. Yo sé la respuesta... Pero necesito escucharlo de ti.
Negó una y otra vez con la cabeza. Tras mantener la mirada con la mía, respiró profundamente por última vez antes de hacer un ademán y subir definitivamente a la camioneta.
— Olvida todo esto. ¿Sí? — Soltó con cansancio.
Me escuché de nuevo en un tercer plano, conteniendo el llanto, haciendo que mis pensamientos ya no tuvieran sentido alguno.
Frente a mis ojos, repasaban pequeñas escenas desde que lo vi por primera vez golpeado junto a mi hermano en la oficina del director en el instituto, la primera vez que reímos sin sentido, las clases perdidas en la biblioteca, nuestro primer beso, su mano temblorosa extendiendo el reproductor con mi canción como regalo de cumpleaños, la tarde en que vi su primer video sabiendo que lo había logrado, aquel día donde lo vi de nuevo, la noche en la que lloré frente a él haciéndole saber cuánto lo había extrañado, nuestro segundo primer beso sabor a whisky, vino y chocolate... "Nos vemos luego" "No lo toques" "Y ella dijo que no".
Ni siquiera esos años fueron suficientes. Yoongi no me eligió a mí y debía comprenderlo.
— Te amo. — Me rendí finalmente ante la presión de mis lagrimas y sentimientos hechos nudo queriendo salir violentamente de mi pecho. — Siempre lo he hecho. — Y yo, si se quedaba o decidía irse, salía ganando. Un aura de tranquilidad abrazadora invadió mi piel dejándome respirar por primera vez en tanto tiempo.
Yoongi se detuvo. Apartó su mano de la manija de la puerta corrediza. Volvió la vista hacia mí. Sus hermosos ojos brillantes recorrían mi semblante una y otra vez como si mis palabras fueran algún remedio para la agonía. Dio algunos pasos decididos hacia mí pero se detuvo en medio del camino.
— Acéptame en el futuro. — Dijo sonriente, con esperanza, herido. — Espera a cuando haya pasado el tiempo por mi rostro y todo mundo haya perdido el interés en mí. Espera a cuando nadie me recuerde y quien soy solo sea un buen recuerdo d. — Talló su rostro con sus manos largas, frías y temblorosas. — Espera a que el tiempo para estar juntos sea perfecto ¿Quieres?
Quedé expectante ante sus palabras. No sé describir si hirieron en lo más profundo de mi alma o me dieron una nueva oleada de esperanza.
— Eso es jodidamente egoísta.
— Lo sé. — Respondió. — Y sé que no lo harás. No me vas a esperar. — Continuó. — Realmente no quiero que lo hagas pero pensar que estás ahí, que algún día no muy lejano voy a poder salir a tomar un café contigo y tomarte de la mano sin miedo a que el peso de ser quien soy termine con tu brillo, aliviaría un poco la espera de lo que anhelo.
La vida, mis sueños, mi felicidad, la ira, la tristeza, todo lo que conocía se resumía a aquel momento frente a él, esperando a que llegara alguna señal que me hiciera saber que mi decisión fuera la correcta.
Con los labios temblorosos, sin poder decir algo con coherencia y sentido, asentí lentamente a la par que intentaba dibujar una sonrisa sincera en mi rostro.
— No te enamores de alguien más. Te amo, Ahn Miah. Espera por mí. — Dijo antes de sonreírme de regreso. — Y cuando lo hagas, porque quiero que lo hagas, asegúrate de que sea un buen hombre y que sepa cocinar.
Solo Yoongi tenía la habilidad de hacerme reír en un momento en el que mi mundo se venía abajo.
Quédate, pero aléjate.
Te amo, pero no podemos estar juntos.
Sé feliz, pero sin mí.
— ¿Recuerdas el drama que no terminamos de ver? — Solté casi por reflejo, antes de que decidiera irse.
— ¿Qué? — Frunció la frente, bastante confundido. Pasó la mano peinando su cabello castaño hacia atrás y dio un profundo suspiro. — Sí.
— El final-
Y fue así como comprendió todo.
— Al final...— Continuó arrebatándome suavemente la palabra. — Al final el Rey no puede quedarse con ella. Ella vive su vida fuera del palacio y años después, cuando son viejos y él va a morir, pasan los últimos momentos juntos.
Asentí.
— Solo no esperes a morir para buscarme. — Respondí. — ¿Sí?
Él emitió una pequeña risa, que más bien pude interpretar como un cálido alivio.
Yoongi subió a la camioneta para perderse en la oscuridad de la noche, dejándome atrás con todo el peso de nuestra historia y con la esperanza de verlo de nuevo al día siguiente, mirándole por el rabillo del ojo mientras ensayaba, mientras componía a altas horas de la noche, cuando caminaba por los pasillos de aquella agencia creciente, cuando se probaba un traje nuevo hecho a su medida, tras cada sesión fotográfica, tras cada momento donde se juntaban los siete para darse fuerza y apoyo.
Ahí estaría yo, intentando convencerme que aquello era lo correcto. Declarando una pequeña pausa a una historia que había comenzado casi nueve años atrás, cuando ninguno tenía idea sobre el mundo, el futuro, los sueños o tan siquiera del amor. Sonriéndonos desde la distancia sabiendo lo que sentía uno por el otro.
Esperando el momento perfecto para estar junto él.
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