Black Pearl
Fingí buscar loquefuera dentro de mi bolso para hacer tiempo y no tener que cruzar la mirada con Yoongi antes de que comenzara la junta. Se encontraba sentado entre Seokjin y Taehyung, viendo su celular y bebiendo el americano helado de todas las tardes. ¿Cómo hacía para verse jodidamente genial incluso si probablemente ni siquiera se molestó en darse una ducha rápida esta mañana?
Si esto fuera The Sims, probablemente verse genial todo el tiempo incluso con ropa holgada de fin de semana, sería una habilidad que solo los famosos, en su respectivo DLC, tendrían.
Mensualmente la compañía realizaba este tipo de reuniones para discutir lo que ya se tenía cubierto y los planes siguientes. Aunque fuese una persona agradable, la presencia del presidente de la agencia no me tranquilizaba en lo absoluto. Tenía una de esas pintas de saberlo todo y claro está, que yo tenía uno o dos secretos que seguir ocultando.
Cada vez que el mismo presidente o algún líder de equipo decía mi nombre, mi corazón daba un pequeño vuelco rogando porque no hubiesen descubierto mi momentáneo pasado con Yoongi o peor, el hecho de que los más jóvenes del grupo se habían embriagado un poco en mi casa, cuando esta estaba situada a pocos minutos de una de las avenidas principales y más concurridas de Itaewon. Lo que terminaría por hacer todo más desastroso es que me tomé el atrevimiento de conducir el auto de uno de ellos para regresarlos a casa. Absolutamente nada llamativo.
— ¿Estás de acuerdo con eso, Ahn Miah? –La cálida voz de Geum esfumó el pequeño trance en el que me encontraba.
Ni siquiera había prestado atención a lo que estaban hablando, dejé de seguir la conversación 30 minutos atrás.
— Por supuesto. —Respondí con una sonrisa amable, alzando la vista para encontrarme con todo rostro inexpresivo al borde de la mesa esperando por mí. — Claro.
Podrían haberme pedido que lanzara desde la ventana de aquel piso y yo ya había aceptado gustosa.
Y mientras trataba de ordenar mis pensamientos, con la mirada recorría cada uno de los rostros de la habitación para intentar captar alguna señal sobre qué estaba pasando, las voces en el ambiente subieron de tono convirtiéndose en uno casual, las sillas se recorrieron a destiempo y una ola de reverencias entre sí comenzó instintivamente.
Habían acabado.
— ¿Estás bien, Miah? — Dijo Geum con dulzura y gentileza, acercándose a mí con precaución, casi como si quisiera respetar mi espacio personal incluso si entre nosotros no era totalmente necesario. — Te noté un poco distraída ¿Te puedo traer agua o algo así?
Y es que... Permitirle sonreír a ese hombre, era algo casi ilegal. En ese momento, mientras cierta aura imaginaria llena de luz y cantos celestiales adornaban su silueta alta y varonil, pensé que él debería aprovechar su belleza nata y carisma siendo actor. ¿Qué hacía desperdiciando tanto potencial en una empresa de entretenimiento?
Él debería ser el entretenimiento.
Esa tarde, Geum vestía un traje negro sin corbata. El hecho de haber recogido las mangas de su camisa blanca hasta la mitad de los antebrazos y su cabello negro ondulado largo cayendo sutilmente por su frente descubierta, le terminaba por dar un aspecto innegablemente celestial.
— ¿Disculpa? — Sacudí la cabeza un poco para entender lo que seguía tratando de decirme. A lo lejos, cerca de la puerta, pude notar la figura de Yoongi apuntando la mirada hacia mí, gesticulando con señas en silencio un nada prudente "Cierra la boca, estás babeando".
Aparté la atención rodando los ojos en otra dirección y, para cuando quise volver a él, ya se encontraba hablando con uno de los productores.
Geum suspiró, queriendo reflejar diversión y comenzó a guardar mis pertenencias con caballerosidad, sin prestar atención a lo que sucedía a su espalda.
— Te preguntaba si quieres ir a cenar hoy. — Musitó con calma. — Hay un nuevo buffet de comida italiana cerca de Mokdong.
— ¿Mokdong? ¿Te refieres al nuevo restaurante que están anunciando? — Susurró Jimin inesperadamente junto a mi hombro, con una sonrisa antes de salir de la sala. — Woah ¿Irán hoy?
— Bueno, nosotros... — Continuó Geum. — Ella no ha-
— Salgamos con Miah y Geum a cenar, Jimin. — Interrumpió Jungkook, hablando casi inaudible a los oídos del manager y el presidente quienes estaban atentos a las palabras de Yoongi.— Hace un rato no salimos a restaurantes.
Geum simplemente se limitó a observarme de reojo y asentir con una sonrisa. Estaba en su naturaleza ser un completo caballero; aunque sabía perfectamente estaría decepcionado por no salir nosotros únicamente, jamás tendría el corazón para decir "No", mucho menos si se trataba de Jungkook, Jimin o Taehyung, con quienes tenía cierta relación cercana. Supongo que era porque le recordaban a su hermano menor.
— E-entonces, llamaré para reservar el restaurante. — Susurró sin ser plenamente consciente de lo que significaría aquella irresponsabilidad. Como un robot, sacó su teléfono celular para hacer la reservación.
— Es broma. Diviértanse. — Jungkook susurró, levantando las manos en el aire. Jimin y él intercambiaron una mirada rápida y sonrieron para posteriormente salir de la sala.
E inmediatamente, como si hubiera estado esperando por ello, el semblante forzado amable de Geum, se relajó y cambió a uno más natural. Tomó su saco negro sport de la silla donde había estado toda la reunión y se lo colocó de nuevo de la forma más elegante posible.
— ¿Nos vamos? — Me dedicó una gran sonrisa mientras se hacía a un lado para cederme el paso. — Perdón... Ni siquiera habías aceptado. — Cubrió una parte de su rostro con ambas manos. No era nada bueno ocultado cuando algo le causaba pena o vergüenza.
— Nunca dije que no. — Asentí.
Salimos directo hacia los elevadores donde, con paso lento, él ayudó a colocarme el abrigo, cargó mi bolso, abrió la puerta de su camioneta para mí una vez en el estacionamiento subterráneo y en pocos minutos, ya íbamos camino a Mokdong.
Geum era ese tipo de hombre que te abre la puerta del copiloto, la cierra, una vez que él ya ha encendido el auto pasa una mirada rápida hacia ti para corroborar tengas puesto el cinturón de seguridad, te abre la puerta del restaurante, acomoda la silla para que puedas sentarte, y quita cuidadosamente tu abrigo para ponerlo en el perchero. Todo esto con una elegancia y calidez tan naturales, que era imposible no atraer las miradas curiosas y recelosas de cada mujer en el lugar donde se encontrara. Era tan inteligente, amable, empático, noble y correcto que simplemente se me hacía imposible creer su existencia. Muchas veces dudé de su honestidad ¿Cómo es que un hombre así no estaba casado, tenía prometida o por lo menos no varias chicas con las cuales divertirse?
Sin embargo, aunque él me agradaba muchísimo, muchas heridas de mi pasado lacerante en Nueva York, seguían al rojo vivo, recordandome a cada buen rato con él, que confiar en alguien aparentemente desconocido solo me podría llevar de nuevo al oscuro hueco de las razones por las cuales escapé de Manhattan, sin detenerme a mirar atrás.
— ¿Puedo preguntarte algo, Geum? — Dije colocando la servilleta de tela sobre mis muslos.
A lo lejos, pude percatarme de las miradas clavadas en ambos... en él, para ser exacta. Así que tuve la oportunidad de disfrutar mirar a esas mujeres curiosas por encima mi hombro, solo por gusto personal.
— Sí, claro. Dime. — Sirvió un poco de vino blanco en mi copa y luego en la suya.
El nuevo buffet era un establecimiento casual lo suficientemente sofisticado como para vivir una cita soñada. Yo jamás había tenido eso, por lo menos no en mi vida adulta. Supongo que me sentí con la libertad de disfrutar ese momento porque sabía que mi necedad por alejarme de lo realmente bueno me limitaría en un futuro.
— ¿Cómo es que no estás comprometido? Es decir... Es que mírate.
Pareció algo conmovido y a la vez apenado por la pregunta. ¿Habré pasado la línea? Tenía el derecho de preguntar ¿No? Habíamos pasado semanas coqueteando en un perfil bajo y si ahora teníamos nuestra primera cita "informal" era natural preguntarme algo tan racional.
Él pareció guardar un momento de silencio para pensar exactamente en sus palabras. Tomó un pequeño sorbo de su copa y, sin que yo lo esperara, soltó un suspiro reflexivo con dirección al adorno con velas olor lavanda al centro de la mesa.
— No estaría aquí si fuera así.
— Es que me resulta muy difícil creer que no tengas a alguien.
— Pues.. No. No la hay.
— ¿Y antes?
Supongo que solté esa pregunta porque era mi forma natural de arruinar todo lo bueno que se presentaba ante mí con intenciones genuinas.
Ante esto tan repentino, pensé que Geum comenzaría a cambiar su actitud hacia mí pero, muy por el contrario, sonrió y asintió sigilosamente.
— Hace unos años, la empresa de mi padre quebró y tuvo que ser absorbida por una compañía más grande. — Tomó la servilleta de tela blanca en sus piernas y limpió sus comisuras, como si estuviera preparándose para una larga explicación. — Y tú sabes lo que pasa, debía haber una unión con intereses de por medio que justificara la fusión para evadir tantos impuestos y ese fue mi caso. Mi padre arregló mi matrimonio con la hija de aquel dueño... Sin embargo, una semana antes de la boda, Yorim me pidió llorando que la dejara ir.
Por su expresión, debido a esa fracción de segundo en la que su rostro por primera vez dejó salir un poco de frustración y tristeza, deseé jamás haber preguntado.
Como siempre, lancé la frase menos elocuente para el momento.
— ¿Aún se hace eso de los matrimonios por conveniencia?
— Es más común de lo que crees. — Dijo. — Cuando naces en un mundo así, es casi un hecho crecer sabiendo que debes continuar con los intereses de la familia a través de un arreglo. Con un poco de suerte esa persona podría agradarte y con el tiempo, tomarse cariño.
— Y tú...
— ¿La quería? Sí. — Sonreía melancólicamente, mientras daba vueltas con el tenedor a los ravioles en su plato. — Conocí a Yorim desde que éramos niños, crecimos y comencé a sentir que debía protegerla. Cuando mi padre anunció nuestro matrimonio, sentí culpa porque no debería ser así, y sin embargo fui muy feliz con esa idea, pero ella...
— Ella no.
— Si la quería, debía dejarla ir. — Completó, como si el pasado ya no doliese.
— ¿Con otra persona? — Pregunté apenada por la posible y más probable respuesta.
Geum se limitó a asentir en silencio.
— Seguro no fue fácil. — Musité perdiéndome en las líneas finas de su rostro. — Lamento haber preguntado.
— Está bien. — Respondió. — ¿Alguna vez alguien te ha hecho sentir que podrías hacer cualquier cosa incluso si eso implica perderlo?
Me limité a buscar la respuesta y emitirla en silencio solo para mí. En cuanto abrí los labios para decir algo pero solo una pequeña sonrisa nerviosa se dibujó en mis labios, él no quiso indagar más.
— Y aquí estoy. — Continuó, emitiendo un profundo y melancólico suspiro. — Mi padre ha dejado de hablarme desde entonces y veo a mi madre a escondidas una vez al mes. — Cuando me corrió de casa, el padre de uno de mis amigos de la universidad me consiguió un empleo en su agencia de comercio y después, bueno, eso ya lo sabes.
Traté de comprender lo difícil que sería estar en el lugar de Geum: perder a su familia y a la persona que quería. Perdió ambas cosas tratando no ser egoísta y eso únicamente le trajo tristeza, cada vez que mencionaba la palabra "familia".
No a grandes rasgos pero, tal vez sí podía comprenderlo un poco, una pequeña parte de su historia. Aunque no fuese el mismo amor maduro que Geum sentía por Yorim, alguna vez estuve enamorada y sé perfectamente cómo se siente ser vulnerable ante tu familia y dejar que opten decisiones importantes en tu vida sin tomar en cuenta la más mínima consideración por tus deseos, miedos, sueños e inquietudes.
— ¿Qué padre sería capaz de dejar de hablarle a su hijo por no seguir sus órdenes? — Murmuré inconscientemente, resentida.
Geum pareció notar que lo comprendía.
— Tal vez fui egoísta con él ¿Sabes? — Examinó sus palabras unos segundos y después continuó. — En ese momento solo pensé en nuestra felicidad, pero ese matrimonio ayudaría a ambas empresas. A raíz del escándalo y del cierre de la sede central, muchas familias se quedaron sin empleo, mi padre perdió prestigio y pasaron muchas cosas no tan positivas. Fue una serie de eventos y consecuencias que no piensas cuando estás al borde, enamorado y herido al mismo tiempo.
— Y es por eso que no tienes una relación. — Dije con tristeza, mientras seleccionaba cuidadosamente los pedacitos de crutones en la ensalada.
— He estado muy concentrado en mi trabajo y me hace muy feliz, así que no entristezcas por lo que conté. — Musitó. Al parecer, había notado que su situación me causaba algo de nostalgia, así que inmediatamente dibujó una línea sonriente en sus labios. Por alguna razón, fue reconfortante.
— ¿Te soy sincera?
Asintió con entusiasmo mientras comía un poco de la guarnición.
— Amo la literatura inglesa y eso quiere decir que soy una romántica empedernida... ¿Sabes lo triste e hiriente que es para mí saber que no estás viviendo tu historia de amor? — Quise hacer un pequeño berrinche, pero como siempre, me salió fatal. Y no entiendo muy bien lo que sucedió, pero, debido a su reacción, creo recordar que a él incluso le pareció algo lindo. — Necesito tu final feliz con el amor de tu vida.
Ante esto, los ojos de Geum reflejaron un brillo enternecedor. Pareció estar a punto de decir algo pero, al momento, sacudió la cabeza cambiando tal vez el texto escrito en su pensamiento.
— ¿Sabes? — Dijo con voz dulce. — Antes y durante Yorim, tenía la idea de que solo existe un solo amor de tu vida, pero mientras maduraba, me di cuenta de que el amor de tu vida, es aquella persona con la que estés en el presente.
— No entiendo.
— Es decir... — Continuó sumergido en el tema. — En la vida hay tantas personas... Me es difícil creer que estamos destinados a una sola. El primer amor, el amor de tu vida... No tiene sentido. ¿Cómo puedes entregar completamente tu corazón a alguien si no dejas ir la idea del primer amor? ¿Y qué sucede si la persona a la que consideres el amor de tu vida resulta ser terrible ser humano que solo pasaba por una buena racha de humanidad cuando te conoció? ¿Y si por eso, estás perdiendo la oportunidad de conocer a alguien increíble? Creo que no debemos limitar el significado del amor a una sola persona. ¿Te ha pasado algo similar?
Y mientras que esas palabras se abrían paso en mi razonamiento, hice algo de memoria al tomar un trago de vino blanco. Inmediatamente asentí.
— Cuando vivía en Manhattan... Había un hombre. — Suspiré teniendo la certeza de que aún dolía hablar del tema. — Duramos unos años, sin embargo, desde el principio de la relación yo sabía que no era... Ya sabes, honesto. Yo sé que me hizo mucho daño, pero en su momento fui muy feliz y lo amé mucho. Pero no era bueno y tuve que terminar con eso.
— Fue el amor de tu vida en su momento.
— Hasta hace unos segundos, pensar en una nueva posibilidad me resultaba algo hipócrita conmigo misma.
Geum me miraba con cierta incertidumbre y otra emoción oculta que no pude reconocer. Es decir... Podía hablarle de la persona que consideré el amor de mi vida, más no de mi primer amor.
— Creo que debes ser una persona muy fuerte y valiente para terminar con algo que amas. — Susurró. — Y creo que es aun más valiente seguir adelante.
No recuerdo en qué momento la conversación fue tornándose más profunda al punto en el que habíamos terminado de cenar y ya traían el postre a la mesa. Pasar el rato con Geum era extraño porque, para tener 28 años, su alma era cálida y agradable. Hablaba con tanta elocuencia, con tanto encanto que me fue imposible no perderme en palabras, sin prestar mucha atención al momento y el lugar donde nos encontrábamos.
Supongo que durante esa hora, de mis ojos brotaron chispas ante lo insoportablemente encantador que me resultaba. Su voz, su mirada, su risa, la forma en la que cerraba sus ojos al forzarse recordar un momento grato de la infancia, tan suave y a la vez imponente. Tan simplemente él.
— Por cierto. — Interrumpió mi delirio del hombre perfecto. — Muchas gracias por estar de acuerdo en tomar mi lugar en la gira de promociones. — Trozó un pedacito de tiramisú que compartíamos y lo comió con emoción.
—¿Eh? — Fruncí el ceño insegura. — De que...
— De lo que hablamos esta tarde en la junta. ¿Recuerdas?
Nop.
— Ah... Eso. — Sentí un leve temblor nacer en mi labio inferior.
— Lamento que sea así. Aquí hay mucho trabajo y sé que como director de área tengo que ir por el tema de las entrevistas y las campañas, pero... Sé que puedes hacerlo incluso mucho mejor que yo, Miah. — Animó, sin tener idea del creciente dolor de estómago que ocasionó.
— Entonces yo iré con todo el equipo durante un mes. — Continúe sentenciada.
— Será divertido.
Ya lo creo.
Ahora ¿Cómo decía que no?
Sin embargo, el tiempo con él pasaba muy rápido. Incluso si ya habíamos terminado de cenar e íbamos por la tercera rebana de pastel y los meseros miraban de reojo preguntándose a qué hora nos dignaríamos a parar el trasero del asiento, necesitamos de más tiempo, porque estar juntos parecía no ser suficiente.
Tal vez una gran parte de mí se sentía atraída porque Geum representaba todo lo que deseaba en una pareja. Él significaba estabilidad, calidez, elocuencia y respeto. Así que, limitando mis prejuicios y fantasmas internos, llegó un punto en el que me dejé llevar por él y su preciosa sonrisa, por sus palabras y por la bellísima forma en la que los mechones de cabello oscuro caían por su rostro bien perfilado. A lo largo de la noche, incluyendo el camino de regreso a casa, hubo sonrisas, risas y miradas que no tenían que ser explicadas.
Quería que fuera él. Por alguna razón, se trataba de esas personas que te obligan a creer que el amor realmente existe y que todo lo sano y bonito en una relación, era posible. Tal vez no sería en ese momento, porque no estaba lista, pero, si Geum estaba dispuesto a esperar un poco más, daba casi por seguro abriría de poco en poco, nuevamente, mis sentimientos hacia alguien.
— Hace frío, deberías entrar ya a casa. —Aclaró su garganta un poco.
Caminábamos un poco más cerca, hablando sobre lo agradable que había sido la cena y la posibilidad de que se repitiera cualquier día de la semana. Y mientras yo escondía las manos en los bolsillos de mi abrigo, al observar el piso y ver nuestras sombras reflejadas, noté que él daba pasos un poco más cortos para ajustarse a mi ritmo, ya que mis 1,56 m de estatura, no se comparaban en nada con sus 1,85. Ese gesto admito, logró emocionarme.
Por alguna razón, me sentí capaz de intentar algo. Ambos éramos conscientes del juego de coqueteo suave día a día y era claro que esa noche había sido una primera cita.
De pronto, dejé de caminar y él se percató de ello al instante, regresó el cuerpo hacia mí y, con dulzura, frunció las cejas intentando descifrar lo que pasaba por mi mente.
Lo cierto es que ocurría todo y nada.
Él se acercó un poco más a mi cuerpo y yo me limité sonreír mientras me perdía en su estatura, en el latido de mi corazón que taladraba mis oídos y la pequeña posibilidad de que él estuviera pensando lo mismo que yo. Con delicadeza, tomó mi barbilla y la subió hasta que nuestras miradas chocaron. Sus ojos viajaban extrañados hacia mis labios y en ese momento, sucedió. No fui capaz de pensar con claridad, pero de pronto me sentí tan segura, tan tranquila y protegida, que perderme en la sensación de sus labios contra los míos fue demasiado sencillo.
No fue un beso apasionado, tampoco fue una simple unión. Fue un beso de aquellos que provocan cierto hormigueo en la parte baja del vientre y poco a poco elevan la temperatura de tu rostro al punto en el que se vuelve adictivo. En mi vida adulta, jamás había experimentado algo así. Me vi maravillada, casi preocupada por parecer irrevocablemente fascinada.
No sé cuántos segundos pasaron, lo cierto es que ví apenada cuando él me separó gentilmente de su cuerpo y sonrió hacia el piso sin poder sostenerme la mirada.
Ninguno tuvo la necesidad de hablar o explicar. Solté una pequeña risita y creo recordar él hizo lo mismo cuando nos dirigimos en silencio hacia la puerta de mi casa.
Unos cinco metros antes de llegar a la puerta del edificio, una figura negra sentada en unas de las bardas llamó nuestra atención.
— ¿Estará esperando a alguien? — Susurró Geum, pasándome tras su espalda como un reflejo de protección.
Traté de enfocar la vista para reconocer aquella figura, esa pose con la cabeza baja, brazos cruzados y suma hostilidad me parecían familiares de algún lado.
— ¿Minhyuk? — Dije extrañada mientras estábamos a un escaso metro de él.
El sujeto con gorra negra no respondió.
Tal vez fue porque no se trataba de mi hermano.
— Es increíble que me confundas con alguien tan poco atractivo como tu hermano. — La voz grave de Yoongi erizó cada centímetro de mi piel.
Geum y yo nos lanzamos una mirada rápida. Tuve la sensación de estar preocupada y nerviosa y para ser sincera, me aterraba no saber la verdadera razón.
Y entonces tuve sentimientos encontrados: O estaba nerviosa porque Geum asociara a Yoongi conmigo y yo no pudiera explicarle rápidamente nuestros casi nexos... O me incomodaba que Yoongi nos viera juntos.
— Min Yoongi ¿Qué te trae esta noche a casa de Ahn Miah? — Sonrió Geum con más incertidumbre que amabilidad.
— ¿Yo? Pues vine a que Miah devuelva mi memoria usb. Ya sabes, la necesito. Hyung. — Tuve la extraña sensación de que Yoongi jamás le había dicho hyung a Geum. Por lo menos no con tanta ironía.
—"¿Miah?" — Geum enfatizó una mueca de lado. — No sabía que ya te llevarás tan bien con ella.
Suspiré masajeando un poco el puente mi nariz, rezando porque Yoongi no hablara de más.
— Está arriba. Iré por ella. — Sonreí a Yoongi. Él sabía que esa sonrisa significaba "¿Qué haces aquí?", así que se limitó a alzar los hombros, haciéndose el desentendido.
— Iré contigo, necesito usar el baño. Llevo un montón esperando aquí afuera.
— Por lo visto, son más cercanos de lo que parece.
— Te sorprenderías, hyung.
Noté la incomodidad en el rostro de Geum. Sus ojos viajaron para encontrarse con los míos como si estuviera tratando de, muy sutilmente, encontrar respuesta a las indirectas de Yoongi.
— Vale, espero aquí abajo, Min Yoongi, te llevaré de vuelta a casa. — Agregó. Por un momento pude sentir cómo su cuerpo se tensaba en dirección al chico de negro.
Volteé a ver la respuesta de Yoongi. En este punto, era como si desde una vista en tercer plano, yo fuera la espectadora de un partido de tenis.
— Gracias. Hyung. Pero puedes irte, puedo cuidarme yo solito. — Alardeó.
A Geum no le quedó más remedio que ceder ante aquella presión y terminó por hacer una leve reverencia hacia mí y dedicarle una última mirada semi amable a Yoongi antes dirigirse de nuevo a su auto.
— ¿Hablamos luego? — Musité en su dirección.
— Llámame si necesitas algo. — Sonrió de nuevo, tal vez recordando nuestra escena. — Yoongi.
— Geummi. — Asintió para despedirlo.
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