Another story: Prefacio
¿Y si nuestro universo no fuera el único existente? Hay una hipótesis que afirma que infinitas realidades existen aparte de la nuestra.
El ejemplo más factible a esta inexplorada hipótesis de la física cuántica, es con nosotros mismos.
En otro lugar más lejos de lo que tan siquiera podríamos dimensionar, esa persona tendría la misma familia y los mismos amigos que nosotros, compartiría las mismas aficiones y viviría en la misma casa de la misma ciudad. La única diferencia es que este doble nuestro viviría en otro universo, una réplica exacta del nuestro y estaría tan lejos que jamás podríamos comunicarnos con él de ninguna manera.
Sería solo nuestra réplica exacta, quizá tomando decisiones que en nuestra realidad jamás podríamos considerar, haciendo lo imposible, posible.
***
Hoy es el día. Hoy me voy de aquí.
Sin embargo, a pesar de que mi tren a Seúl sale a las 8:00 pm, desperté demasiado temprano y ahora estoy acostado en mi cama, mirando hacia el techo preguntándome qué demonios será de mí en el futuro.
Solo espero no regresar llorando a los brazos de mi madre, derrotado por no haberme acercado tan siquiera un poco a mis metas. Aún no tengo un sueño. Y si me lo preguntan, tengo entonces el sueño de todos: una gran casa, dinero, carros, eso tan efímero y a la vez banal que seguramente puede hacerte feliz por algún tiempo.
Sin embargo, aunque tengo miedo, no quiero quebrarme. No quiero dar ni un paso atrás porque estoy poniendo mucho en juego. Podría quedarme aquí a vivir una vida sencilla, sin grandes esfuerzos... Pero aunque no tengo un sueño, sé que no quiero eso.
Avanzan las horas y ya estoy impaciente por irme. He pasado casi todo el día aferrado a la cintura de mi madre, quien aún está molesta por mi decisión. Siento como si no fuera a verla en mucho tiempo. Mi padre se ha ido a trabajar con la promesa de que regresará para ir a despedirse.
Mi hermano mayor intenta no parecer triste, pero lo está. Cuando se levantó esta mañana, lo primero que hizo al verme fue darme un abrazo y alzar sin cuidado un sobre con dinero hacia mí. Lo acepté porque de verdad lo necesito. Y sé que algún día, podré devolverle eso y más.
Cada vez se acerca más la hora. Y la última parada antes de irme a la estación de tren, es la imponente casa blanca al final de la calle ancha donde están los condominios.
Toco el timbre, la Sra. Ahn abre y lo primero que hace, al igual que mi hermano mayor, es darme un abrazo. A pesar de que a veces no la soporto, supongo que hasta eso voy a extrañar.
Me invita a pasar y rodeo la mirada en busca de lo obvio.
Ella sonríe y niega suavemente con la cabeza, me dice que espere en la sala mientras ellos están listos.
Minhyuk baja hecho un mar de lágrimas. Tiene la cara hinchada. Pero que idiota es; él ha pasado el examen de selección a la Universidad Nacional de Seúl para la carrera de arquitectura y viviremos en la misma ciudad. El único detalle es que llegará un mes después que yo. Incluso hace unas semanas vimos las ubicaciones de nuestros dormitorios y quedan a diez minutos en transporte público. Sin embargo dejo que hable y hable con sus indicaciones acerca de cómo cuidarme en la gran ciudad, qué ropa usar, qué barrios evitar y dónde debo comer. Lo quiero mucho.
La última en bajar es Miah. Al verme, sonríe y salta a mis brazos sin preocuparse que su madre esté justo al lado. Miah no tiene pudor, jamás lo tiene y dudo mucho que un futuro sea distinto.
La Sra. Ahn fuerza a Minhyuk a salir de la habitación aunque parece que este quiera unirse a nuestro abrazo.
Miah comienza a hacer pucheros y yo únicamente puedo rodear la mirada en busca de su madre, porque no sé de qué forma consolarla. Sin embargo, vuelve a abrazarme, ahora más aferrada a mi cintura. Devuelvo el abrazo conteniendo mis ganas por echar todo por la borda y quedarme aquí con ella.
— Mis padres quieren que vaya a Estados Unidos a un intercambio o algo así. — Musita en mi pecho. Haciendo que todo alrededor se desvanezca y solo quede con ella adherida a mi cuerpo. — Pero no iré, quiero estar contigo. Aplicaré a la Universidad Nacional de Seúl el año que viene y viviremos juntos. Como dijiste.
Sus palabras me alarman un poco. Lo quiero pero no lo quiero. Creo que quiero estar con Miah toda la vida pero no puedo permitir que de alguna forma obstruya el impresionante futuro que le brinda su padre por seguir a un chico con la vida en los cimientos.
Me doy cuenta de que esto que vivimos es tan inmaduro... Tiene 16 y ya está rechazando algo tremendo por seguirme y yo... tengo 18 y estoy a nada de quedarme callado con tal de mantenerla a mi lado.
Así de absurda es la vida cuando crees que realmente estás enamorado.
—No te detengas, Miah. — Logro decir mientras la aparto un poco de mi pecho y alzo su rostro enrojecido por la falta de aire contra mi ropa. Es tan bonita...
— Pensé que querías...
— Oye. — Interrumpo. — No importa lo que yo quiera. Importa lo que tú quieras y si te emociona ir a Estados Unidos y probar suerte allá ¿Qué te detiene? Miah, tienes el mundo a tus pies.
— Yoongi...
— ¿Quieres o no?
— La verdad es que sí. — Sonríe como si sintiera algo de culpa por aceptarlo. — Quiero saber qué se siente vivir sola en otro país, hablando otro idioma, conociendo otras cosas...
— Entonces ve. — Digo de la forma más segura y dulce que puedo permitirme. No quiero sonar demasiado cursi. — Ve y se el orgullo de tus padres. Se tu propio orgullo.
— No sé cuánto dure. Creo que papá incluso quiere considerar universidades. — Musita un poco más desganada, pero sin perder el brillo de anhelo en la mirada.
— Eso es mejor aún ¿No? — Intento aparentar que esto no me duele. Una cosa es tenerla lejos en el mismo país sabiendo que en algún momento o fin de semana regresaré a verla y otra muy distinta... Es saber que no volveré a verla en mucho tiempo.
Pero yo me voy a ir y puse por delante lo que yo quiero. ¿Qué me da el derecho de arrebatarle lo mismo a ella?
— Supongo que sí... — Hace un puchero de nuevo hundiéndose en mi pecho. Creo que yo también voy a estallar en cualquier momento. — ¿Estaremos en contacto? Sé que no te gusta hacer llamadas y eso de los correos pero-
— Haré todo lo que quieras si eso te hace feliz, Miah. — Digo en voz baja controlando el temblor en mi garganta. — Llama cada vez que te sientas sola y sé que tú responderás cuando yo lo haga.
Dejamos pasar así unos segundos abrazados. Quisiera poder cerrar los ojos y que al abrirlos, Miah tenga 24 años y yo 26, siendo adultos, cuando la vida es más complicada pero de alguna forma también más sencilla.
— Promete que, si llego a venir, aunque seas todo un famoso productor muy ocupado, vas a darte un tiempo para verme ¿Sí? — Ríe aferrándose una vez más a mí.
— Tienes mucha fe en mí.
— Es que lo vas a lograr.
También quiero aferrarme a ella. Quisiera que nuestro presente fuera distinto, sin embargo me alegra que nuestra despedida sea así y no trágica. Odiaría que Miah se quede en el pasado mientras yo intento abrirme paso. Odiaría ver hacia atrás un día y arrepentirme por no haber hecho lo suficiente porque esto, estas decisiones, los caminos separados que hemos tomado...
Tengo el ligero presentimiento que son lo mejor que nos podría pasar.
— Nos veremos pronto, lo prometo.
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