All The Way Up
Recuerdo que para cualquier figura de autoridad del Instituto, Yoongi solía ser un cero a la izquierda, un perdedor cuyo futuro terminaría hundido en deudas y adicciones por el hecho de no tener buenas notas; era como si tener excelentes calificaciones fuera todo en la vida y eso te garantizaría tener un puesto importante en el gobierno al salir de la universidad. Como si esos trabajos fueran lo más cercano y conocido al respeto.
Es gracioso que ahora, lo primero que veas al entrar en aquel lugar, justo donde antes solía estar colocada la vitrina de los trofeos del equipo de basquetbol y las medallas de los ganadores en las Olimpiadas Nacionales de Conocimiento, sea una placa pulida en bronce con la foto de Yoongi a un lado.
"En está institución, Min Yoongi, tesoro de la nación, fue miembro de la generación 2006-2009."
En ese momento, al leer tan bochornoso texto, pensé en la posibilidad de tomarle una foto y enviársela con el mensaje: Hola, Tesoro de la Nación.
Pero eso significaría ganarme un bloqueo seguro de nuevo.
Por su puesto que había una placa. ¿De qué otra forma podrían agradecer las generosas donaciones anuales para mejorar las salas de cómputo e implementación de talleres de música, arte y fotografía? Incluso, aquella tarde que decidí darle un recorrido a la escuela, noté que el salón de música llevaba su nombre.
No había olvidado que la principal excusa para convencerme de regresar, fue el correo electrónico que recibí convocando a una reunión de generaciones.
Está claro que no me vi envuelta en una euforia espontánea de felicidad al pensar ver a los que fueron mis compañero por casi dos años, pero la idea de volver a encontrarlos, no me parecía tan mala. Y sí, probablemente cualquier persona llegaría a pesar que era una adolescente asocial con rasgos de narcisismo los cuales únicamente fungían como defensa ante mis claros conflictos de abandono y sentimiento de inferioridad al todo el tiempo pasarla con Hyuk y Yoongi, pero no era así. Tuve bastantes buenas personas a las cuales recordar con afecto en una etapa de mi vida en la que comenzaba a necesitar compañía de nuevo.
Así que aproveché ese fin de semana libre- que si bien únicamente de "libre" tenía el nombre porque finalmente terminaría recibiendo correos electrónicos del trabajo- para regresar a casa de mis padres e intentar suerte, comenzando a recuperar un poco de lo que dejé atrás.
Y él... a pesar de haber recibido tal correo a través de su hermano mayor, cuando le pregunté si es que planeaba hacer una aparición, argumentó que nunca asistía a ese tipo de eventos. Una vez lo intentó y parecía que milagrosamente todo mundo fue su amigo cercano en aquellos años.
Así que Yoongi no asistía por el simple hecho de evitar ser hostigado de todas las maneras posibles al poner un pie en el instituto. Su única interacción con los años, se volvió firmar un cheque que después sería enviado por su hermano.
La escuela seguía bastante igual a como la recordaba y a como lograba soñarla cada vez que extrañaba el pasado demasiado; la misma cerca oxidada pintada de negro en la entrada, el largo camino cuesta arriba decorado con altos pinos y cerezos a los costados, la caseta de vigilancia al pie de la escuela, el azulejo amarillento del piso de la biblioteca, la cafetería y su comida insípida... Absolutamente todo seguía igual, incluso la vieja banca de madera al final de la biblioteca donde Yoongi y yo solíamos usar como tablero para jugar tik tac toe cuando queríamos faltar a clase, seguía ahí.
Esa tarde, aprovechando tener que recoger mi paquete de bienvenida para el día siguiente, fui a todos los lugares donde recordaba pude haber tenido un momento feliz durante mi adolescencia y, cuando se me acabaron las ideas, dejé el gimnasio para el último. Y no es que hacer ejercicio en esos años me hiciera necesariamente feliz, pero ver practicar al equipo de basquetbol mientras hacía tarea, compartía un auricular con Yoongi y en voz baja él dirigía al equipo como si quisiera estar ahí, me volvía curiosamente feliz.
Ver el lugar intacto me hizo dar un vuelco al pasado. Al parecer lo único que habían reemplazado a lo largo del tiempo fueron algunos balones y el recubrimiento de las colchonetas para gimnasia, sin embargo, el sentimiento de inseguridad, miedo e incertidumbre que transmite el instituto a los 16 años, seguía ahí.
Tomé asiento por unos minutos en las gradas, coloqué mis audífonos y reproduje lo último que había quedado pausado. Vi hacia la nada y pensé en cuán fácil solía ser mi vida a esa edad y lo mucho que deseaba regresar el tiempo. Cuando comencé a cuestionarme qué demonios hacía ahí, me acerqué a la caja de madera donde solían guardar los balones después de la práctica, y con toda la nostalgia del mundo, tomé uno de ellos sin importarme lo extraña que podría parecer la escena en tercera persona si algún alumno o el mismo entrenador llegase a entrar.
Imité a Hyuk y a Yoongi posicionándome en el círculo central de la cancha, justo frente al pasillo de tiro libre. Tiré unas diez veces hacia la canasta. En todas fallé. Ellos solían hacer que se viera tan fácil...
— Sigues siendo un asco. — Escuché una voz proveniente de la entrada del gimnasio. Tardé bastante en reconocerlo, a veces la estática del sonido cambia el tono de las voces. Pero era él, estuve segura en cuanto escuché su risita conmovida.
Al voltear, estaba ahí. Vestía un suéter color beige de cuello alto, una gabardina color café, jeans negros y botas militares del mismo color. Cruzaba las brazos y sonreía con la mirada, me miraba como si yo aún tuviese seis años.
Mi hermano. Mi estúpido, guapo y perfecto hermano mayor.
— ¡Hyuk! — Corrí hacia él, haciendo caso omiso al sonido escandaloso de la goma de mis botas contra el piso de duela.
— Hola enano ¿Cómo estas?
— Estoy bien...
Un abrazo más fuerte de lo que pude imaginar ya me aguardaba cuando llegué a escasos centímetros de él y me abalancé contra su pecho rodeando el cuello con mis brazos. Tal vez mi yo adolescente jamás se hubiera atrevido a hacer tal movimiento, pero luego de tres años de no verlo y extrañarlo aún cuando había regresado a casa, a ninguno nos sorprendió la inesperada respuesta tan emotiva.
— Lamento no haberte cuidado cuando me necesitaste. — Susurró a mi oído, cuando aún me resistía a soltarme de su abrazo. Sonaba culpable y tanto lamentable.
Supe instantáneamente se refería a lo sucedido en Nueva York, antes de regresar a casa, era evidente. Por un momento me culpé un poco por haberlo preocupado en ese entonces, pero ¿A quién más podría recurrir? Dejando de lado cualquiera de nuestras abismales diferencias, yo cumplía perfectamente con el cliché de la hermana menor quién aparenta que su hermano mayor es un idiota pero en realidad lo ve como su único y verdadero héroe. Eso era Minhyuk para mí: un modelo a seguir, una inspiración y ciertamente encontraba total consuelo y seguridad con tan solo pensar su nombre.
Además ¿Por qué lo lamentaba? Con el tiempo aprendí a tomar aquello suscitado como un ejemplo de lo que jamás debería aceptar de nuevo en mi vida. Son cosas que suceden y lamentablemente a veces, son las que nos logran hacer un poco más fuertes.
— Oye... — Dije en voz bajita aún pegada a su pecho — No fue tu culpa.
— Pude haberlo evitado. — Sonreía melancólicamente, mientras se separaba de mí y me inspeccionaba como si hubiesen pasado siglos desde la última vez que nos vimos en Nueva York. — Mírate... — Suspiró. — Estás horrible.
Y se acabó el encanto.
—Y tú... — Lo miré rápidamente intentando encontrar algún defecto físico suyo para defenderme. — Tú-
— Sabes que no puedes ganarme, enano. — Interrumpió con bastante seguridad de sí. Porque tenía toda la razón.
Instintivamente rodeé los ojos como un modo de defensa para intentar salvar un poco mi dignidad, justo como solíamos hacerlo de niños cuando discutíamos y él, indiscutiblemente, terminaba ganando de cualquier forma.
— Vamos a casa ¿Sí? — Sugerí arrastrándole de la mano hacia la salida del gimnasio.
Durante el camino de regreso en su auto, no dudó en contarme que la razón por la que salió antes de lo esperado fue debido a que utilizó sus recesos vacacionales para permanecer en encuartelamiento y así adelantar algunos asuntos dentro de su unidad. También me contó la forma en la que había decidido cortar la relación con su última pareja e incluso, que gracias a los contactos de Yoongi, consiguió mudarse a Seúl dentro de un cómodo loft cerca de Gangnam.
— Jamás mencionaste a Yoongi. — Dije una vez que bajamos del auto y abrimos la puerta trasera de la casa de mis padres. — Me refiero a el tiempo que estuve fuera, tú jamás...
— Sabía que podría causarte nostalgia. — Se detuvo al bajar mi maleta de la cajuela.— Si te sirve de consuelo, él tampoco preguntaba mucho por ti cuando se hacía unas horas libres de sus ensayos y yo no tenía clase en la universidad, pero supongo que ya hablaron de todo eso ¿No?
— No de todo. — Susurré siguiéndole hasta el interior de la casa que yo no había pisado en por lo menos casi ya nueve años.
Aquella casa jamás me había parecido tan grande y solitaria. Nuestros padres habían decidido tomar su segundo aire aprovechando el fondo de retiro que papá se encargó de administrar recelosamente toda su vida mientras aún conservaba su pequeña empresa de inversiones; comenzaron por irse de vacaciones a Jeju y por alguna razón, días atrás mamá habló conmigo para anunciarme que se encontraban en algún pueblito de la Toscana.
Así que nos encontrábamos completamente solos en una casa que era bastante difícil de reconocer, debido a los años.
Al ver la sala de estar, supe instantáneamente que mamá se había encargado de cambiar todos los sofás antiguos en terciopelo rojo y los muebles en color café por un estilo más minimalista en tonos blancos y grises, cambiaron las cortinas color beige por persianas blancas e incluso se deshicieron de aquel enorme comedor para 12 personas y lo sustituyeron por una mesita de cristal y madera de 4 personas estilo Pottery Barn.
— ¿Hace cuántos años no vienes aquí? — Pregunté al abrir el refrigerador y notar que Hyuk también curioseaba de aquí para allá analizando cada espacio nuevo y remodelado que encontraba a casa paso.
— Tal vez unos cuatro o cinco años, no lo recuerdo bien, fue un poco antes de graduarme de la universidad. — Respondió inspeccionando los cajones vacíos de la alacena. — Creo que tendremos que salir por comida. — Agregó divertido. Al parecer no se le hacía nada raro el hecho de que mamá siguiera sin hacer el intento por cocinar.
Al subir con nuestras maletas, nos dimos cuenta de que tal vez la planta alta de la casa era lo que más había cambiado. Pasando por la que solía ser mi habitación, nos encontramos con un espacio extendido que ahora fungía como el vestidor de mamá y por otro lado, la habitación de Hyuk se había convertido en un estudio con una mesita de billar, una pequeña barra de bar y una televisión considerablemente grande.
— Te toca el sofá. — Corrí con mi maleta de gimnasio hasta la habitación de mis padres para dejarlo acomodarse voluntariamente a fuerza dentro del estudio.
— ¡Miah! Soy el mayor.
— Y yo la preferida de papá.
— Y yo de mamá...
Ni siquiera me molesté en sacar toda la mi ropa para intentar acomodarla en alguna cómoda libre que mamá hubiera dejado libre por milagro, aventé la maleta rosa sobre el piso y me tiré a la cama sin la intención de despertar en pocas horas o hasta que me diera hambre y a Hyuk no le quedara otra opción mas que llevarme a comer.
Me encontraba en una fase entre el sueño y la vigilia cuando Minhyuk entró a la habitación dando largos pasos hacia mí y posteriormente arrastrándome fuera de la cama.
— Tienes que ver esto. — Dijo sonando entusiasmado, mientras se sentaba en el sofá del estudio y yo me volvía a acomodar de forma que la luz de los focos no pegara tan fuerte contra mis ojos. — Ahhh... Es increíble.
Ahora recordaba por qué éramos tan distintos: Minhyuk se encontraba totalmente emocionado debido a una gran caja metálica que conservaba bastantes CD's rotulados con títulos como "Min Hyuk 1 año" "Mi Ah recital ballet" "Min Hyuk basquetbol" "Niños Navidad 2004"; se trataba de una infinidad de videos junto a un reproductor de DVD's que papá guardó en la parte baja de su librero y que por alguna razón, mi hermano moría por ver.
— Seguramente llevó a digitalizar las cintas a la papelera grande en el centro. — Sonrió maravillado, tomando algunos CD's para colocarlos dentro del reproductor que ya había instalado a la pantalla.
— Y seguramente eso lo guardó en su computador...
— E hizo unas diez copias de cada uno de los videos en diferentes memorias usb. — Intervino sacándome la risa. Papá jamás fue muy bueno con la tecnología.
El primer video que observamos en la pantalla, se me hizo familiar por una escena donde se me ve totalmente incómoda sin saber qué hacer mientras las personas alrededor cantaban "Feliz Cumpleaños". Fue cuando cumplí 16. Durante los ocho minutos que duraba el video, salí únicamente en dos ocasiones, una de ellas con Yoongi. En cuanto él apareció, viéndose mucho más joven de los 18 años que tenía en ese entonces, Minhyuk soltó una sonrisa cálida a la par que dirigía la mirada fugazmente hacia mí.
El segundo CD era de aún más años atrás, se puede ver a mi hermano con unos siete años y a mí con cuatro, yo usaba ese horrendo atuendo de tutú rosa con brillos que solía llevar a todos lados y obligaba a Hyuk a bailar conmigo; yo inventé ese remedo de coreografía tras regresar maravillada de mi primer mes de clases de baile.
En cuanto se escuchó un poco más fuerte el sonido del Pas de Deux I de mi ballet favorito desde entonces, Don Quixote, Minhyuk se levantó del piso en un solo movimiento volteando hacia mí y haciendo perfectamente bien ejecutado soutenu.
— ¿Aún la recuerdas? — Dije entre risas tomando su mano. — Nah... Es imposible.
— Me obligaste a memorizarla día y noche ¿Qué otra opción tenía? — Posicionó sus manos copiando al Hyuk niño de la pantalla y me miró de reojo para verificar que yo estuviese haciendo lo mismo. — ¡Brinco! — Arremedó la voz aun chillona de la niña con tutú rosa. — Passé, piqué y tendú. — Recordaba perfectamente los pasos con tan solo escuchar la música. Debo admitir que muchísimos años después, aún cuando ya no teníamos el mismo tamaño que antes, Hyuk se seguía viendo totalmente adorable al intentar hacerlo bien.
Bailando con él, en ese momento, me di cuenta de que mi hermano mayor siempre fue un poco diferente a los demás niños. Me costaba aceptarlo, pero Minhyuk era absolutamente todo lo que yo no era ¿Qué niño a sus siete años cede a jugar ridículamente con su hermana menor solo para hacerla feliz en vez de ir a jugar con sus amigos? Siempre se caracterizó por su amabilidad y calidez sin importar la persona. Tal vez por eso tuvo una amistad tan cercana con Yoongi, es decir... Ambos eran amables y cálidos pero lo demostraban de formas abismalmente distintas.
Esa noche tras salir a cenar algo cerca de casa, nos fuimos a dormir sabiendo que el siguiente día sería bastante abrumador.
Por la mañana, cuando desperté, mi hermano mayor ya había regresado del supermercado para abastecer la cocina incluso si nuestra estancia no iría más allá de cuatro días.
El olor a hotcakes recién hechos con miel y ensalada de manzanas y plátano, me sacó de la cama de inmediato. Lavé mi cara, cepillé mis dientes y procuré ver mi celular solo en caso de que Yoongi me haya extrañado solo un poquito y su consideración llegara al punto de enviarme uno o dos mensajes para preguntar cómo estábamos.
No recibí absolutamente nada.
— ¿Cuánto duermes, Miah? — Preguntó mi hermano, justo del otro lado de la isla de la cocina mientras servía dos platos adornados de frutas y miel.
— Lo suficiente. ¿Por?
— Te grité tres veces para que fueras conmigo a correr y después a comprar cosas para el desayuno. ¿No me escuchaste?
— ¿Te parezco alguien que se levantarías a las 9 de la madrugada para ir a correr?
Minhyuk se echó a reír y segundos después, llevó un tenedor con manzana incrustada hasta sus labios.
—¿Estás emocionada por hoy? — Preguntó, bebiendo tranquila y armoniosamente de su vaso con jugo de naranja.
Yo estaba demasiado ocupada con mi desayuno decente como para prestarle atención al tema del reencuentro.
— ¿Por qué lo estaría?
— Bueno... Hoy vas a ver a tus ex compañeras... ¿No te emociona?
— Minhyuk... Mis compañeras eran Yoongi y tú. Además, durante ese año fui un fantasma y un cero a la izquierda ¿Crees que alguien me va a recordar?
Mi hermano clavó la vista en mis ojos como si fuera capaz de ver a través de mi cuerpo, a aquella niña asocial y desadaptada que se escondía en la biblioteca, a veces no teniendo otra opción mas que seguirlo a todos lados. Sonrió, sacudió la cabeza y volvió a exhalar.
— Vamos desadaptada, ve a bañarte o apago el calentador en 10 minutos.
Cuando llegamos al instituto, había más gente de la imaginamos al principio. Es decir ¿Quién demonios tenía tanto tiempo libre como para ir a su reunión de generación? Bueno, sí. Nosotros.
Sin embargo no pasó mucho tiempo para que Hyuk fuera rodeado por un grupo de mujeres de cuales a muy pocas llegué a reconocer; después de sus cinco minutos de fama, fue bombardeado de nuevo por los que imaginé fueron algunos amigos y conocidos y yo... no tuve otra opción mas que buscar a los míos.
Cerca de las canchas de fútbol, al lado de los puestos de comida que habían organizado los estudiantes, estaban algunas chicas de mi grupo. A la primera que reconocí, y estuve muy feliz por el hecho de llevarme bien con ella en aquellos años, fue a la presidenta de la clase, Yunim. Inmediatamente me estrechó entre sus brazos y por gracia divina, logró que todos en aquel grupo me recordaran como alguien amable y tranquila incluso si me fui un año antes de concluir el curso.
No recuerdo muy bien cuánto tiempo pasó para que volviera a encontrarme con Minhyuk- ya libre- en un puesto de comida rápida. Y fue justo cuando nos entregaron nuestro pedido, que escuchamos a lo lejos un bullicio bastante fuerte, el cual provenía de la entrada principal del instituto. Al principio no hicimos caso, seguramente se trataría de algún juego o algún espectáculo que había armado el club de teatro... Pero en cuanto un montón de chicas comenzaron a correr hacia el ruido, la curiosidad nos hizo ir detrás de ellas.
— ¿Es él? — Mi hermano entrecerró la mirada para poder enfocar mejor a la persona que caminaba lentamente hacia nosotros, abriéndose paso. — ¿Te dijo que vendría?
— Nah... — Respondí volviéndome hacia la cajera del puesto. — Es imposible, Hyuk.
— Miah... — Hyuk tocó mi hombro con muy poca sutileza. — ¡Yoongi! — Dijo al instante cambiando completamente su tono de voz a uno vibrante y emocionado.
— Hola, Minhyuk. Hola Miah. — Dijo Yoongi cuando había llegado hasta nosotros, retirando un par de lentes oscuros que hacían juego con su chamarra negra deportiva.
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