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2º Be Alright.

El lunes por la mañana mientras iba de camino al instituto me encontré con Amber, estaba unos metros por delante de mí. Se podían meter conmigo, pero no iba a permitir que me dejasen sin la única amiga que tenía en el instituto, eso sí que no. Corrí hacia ella mientras me agarraba la mochila y la llamé, pero me ignoró como si no existiera.

-Amber, no sé que hice mal, pero lo siento -puse una de mis manos en su hombro, pero no se giró.

-Déjame, Ares, no puedo seguir siendo tu amiga, me das vergüenza ajena -dijo con un tono de voz tranquilo.

-Lo sé, pero no es mi culpa, perdóname por favor -se puso los cascos y aceleró el paso desapareciendo en una de las calles.

No podía creérmelo, ahora sí que estaba solo en el mundo, mi madre me odiaba por la muerte de mi padre, no tenía amigos en esta mierda de pueblo...y encima todos me odian. Llegué al instituto más decaído de lo normal por lo ocurrido hacia unos minutos, hice lo mismo que todos los días, saqué de la taquilla lo necesario y me dirigí a clase.

Una hora después sonó el timbre, salí al patio para ir a la clase de Tecnología ya que me tocaba en otro pabellón, mientras caminaba vi a Will apoyado en una pared fumando, mis instintos percibieron que este día no sería como todos, no después de las amenazas que había recibido el día anterior a mi móvil. Vi a Stephen y a Zane acercarse a mí desde una de las esquinas, comencé a retroceder, pero no pude hacer nada ya que me había metido en un callejón. Cuando llegaron a mí no dijeron nada, directamente fueron a la acción, dieron un golpe en los libros que llevaba en las manos, haciendo que cayesen. Una mano agarró mi cabello y comenzó a arrastrarme por el suelo. Zane me soltó varias patadas en distintas partes del cuerpo, al estar en movimiento la fuerza de sus golpes no fueron tan dolorosos como el dolor que sentía en la cabeza, era como si de un momento a otro el cuero cabelludo se fuese a separar de mi. Comencé a gritar antes de que me metieran de un empujón en uno de los baños exteriores del patio, donde me empezaron a pegar sin consuelo.

-Te avisamos de que te alejaras de Amber -escuché que decía uno de los chicos.

Tenía los ojos cerrados y tapados por mis manos, así que no podía reconocer quien decía que.

-Eres patético, haber cuando entenderás que nadie te quiere -oí decir al otro.

Me levanté del suelo, pero Zane me pegó tal empujón que volví a caer. Sentí un golpe cerca de la boca y acto seguido noté el sabor metálico de la sangre. Quedé agazapado en el suelo hasta que dejé de notar golpes, levanté la cabeza con cuidado y comprobé que me encontraba ya solo en el cuarto de baño. A duras penas me levanté con la sensación de los golpes recibidos.

- ¡Dios mío! -mis manos se posaron en mi dolorosa boca sangrienta.

Solo llevaba una semana de clases y ya habían superado su record.

-Doy asco, ¿sabes, Ares? Nadie te quiere y morirás solo en este frío mundo -le dije a mi reflejo en el espejo.

Me lavé la cara bien y me puse la capucha de la sudadera, perfecto, hoy tendría que llevar todos los libros en la mano. Eran casi las nueve y media pasadas y todos debían estar en clase, así que sería mejor que me fuera a casa, total nadie notaria que me había ido. Recogí todos mis libros que estaban tirados en el césped del patio y fui al pabellón principal para dejarlos en la taquilla.

Estos se me cayeron al suelo al ver lo que habían hecho en mi casillero los muy...

- ¡Maldita sea! -exclamé.

"Come pollas", "Gordo", "Piojoso" eran algunas de las palabras pintadas con rotulador negro que adornaban la puerta de mi taquilla, la abrí, metí los libros y saqué un clínex de esta, le eché poco de colonia que tenía en un neceser y froté bien sobre las pintadas para borrarlas. Estuve un cuarto de hora intentando quitarlas, hasta que acabé cansándome y lancé el clínex al suelo.

Agarré la mochila a la que faltaba un asa y la tiré a la basura más cercana. Me quedaba poco para salir del pabellón cuando oí a Will llamarme.

- ¿Qué ha pasado? -me preguntó el peliazul detrás de mí. Volví a poner una sonrisa falsa en mi cara.

-Debí hacerlas caso y no acercarme a Amber, ¿por qué hablas conmigo? -me giré sin levantar la mirada del suelo para que no me viese la boca.

- ¿Y por qué no lo haría? Anda levanta la cabeza gordito -me ordenó, pero negué con la cabeza - ¿Ahora vas de malo? Haz lo que te he dicho antes de que...

- ¿Me vas a pegar?

- ¿Estás loco?, ¡NO! ¿Tan mala imagen tienes de mí? Gordito, puedo ser un poco gilipollas, pero no me paso de la raya.

-Estoy de acuerdo con la parte de gilipollas... -admití. Alzó una de sus manos y la posó en mi barbilla, levantó mi cara y me bajó la capucha.

- ¡Madre mía! Deberías ponerte hielo en la boca.

Siguió inspeccionándome la cara, admiré con disimulo sus ojos del color del mar y sus piercings en la boca y nariz. Cuando terminó bajó su mano y agaché de nuevo la cabeza, me puse la capucha y metí mis manos en los bolsillos. Antes de que pusiese decir algo más le esquivé y salí andando hacia la salida.

- ¿Dónde mierda crees qué vas, gordito?

No pensaba responder, se suponía que a él no le importaba que hiciera o me hicieran, al menos eso es lo que él se dedicó a demostrarme en los años que le conocía. Me aparté los mechones que me impedían ver bien por donde iba y abrí la puerta de la calle.

«Este chico estaba muy raro» pensé y seguí andando con la mirada fija en el suelo.

-Te estoy hablando -oí decirle y noté como una mano caliente tocaba la mía haciendo que pegase un salto del susto.

Me di la vuelta y volví a mirarle.

- Me voy a casa - dije sin ganas.

Mi padrastro estaba viendo la televisión cuando llegué y mi madre debía de estar trabajando por las horas que eran. Cerré la puerta principal despacio para que no me oyese entrar, pero de nada sirvió.

- ¿Qué cojones haces aquí, Ares? -exclamó confundido y me encogí de hombros.

John y yo no teníamos mucha relación, era majo... cuando no bebía, ya que cuando lo hacía perdía los nervios con facilidad y sus estallidos de furia, en alguna ocasión habían recaído en mi persona.

-Hay huelga de estudiantes durante unos días -me inventé.

- ¿Y lo de la cara? Deberías ponerte hielo, chaval.

Seguía con la capucha puesta, pero John no era ciego, la retiré y suspiré.

-Hubo una pelea, una tontería.

Apagué el ordenador después de un largo día solo viendo Netflix. El ruido de los gritos en la calle me hizo fijar la mirada en la ventana y darme cuenta de que había anochecido. No estaba cansado, me senté en el borde de la cama observando un punto fijo de la habitación mientras recordaba todo lo que me habían hecho esta mañana y lo que vendrían los siguientes días. La palabra gordo y come pollas retumbaban en mi cabeza y no podía sacármelas de ella, me quería desahogar cortándome, pero no podía, estaría dos días en casa y mi madre y John se darían cuenta ya que estábamos en Septiembre y andar por casa con algo largo era bastante raro, una cosa era en la calle, pero en casa con la calefacción... Había más formas de despejar mi mente, como por ejemplo el alcohol, si a mi madre le ayudaba a tranquilizarse, a mí también. Ya que no me importaba lo que me pasase, total, mi vida era una completa mierda, uno de estos días iría a algún lugar por la noche para aliviar mi frustración. Pero de momento, hoy debería dormir, de pensar tanto me había entrado sueño.

Los días pasaron más rápido que de costumbre. En el tiempo libre que conseguí, había aprovechado para ir a ver a mi abuela a la residencia y a leerme un libro y acabar dos series que tenía pendientes desde hacía meses. Se estaba tan bien en casa sin hacer nada y sin ninguna responsabilidad...Pero desgraciadamente debía ir al instituto, me levanté sin ganas siquiera de vivir. Convivía con ese esplendido sentimiento día a día.

Cuando terminé de comerme los cereales integrales, cogí una vieja mochila del armario y al salir observé que el cartel de "Se Vende" ya no estaba. Esperaba que los nuevos vecinos no tuvieran críos, odiaba los gritos y lloriqueos de estos. Ya tenía suficiente con aguantarme a mí mismo.

Odiaba con todo mi ser la asignatura de deporte, hoy habíamos dado futbol y como no, todos los balones fueron hacia mí. Y para colmo el profesor lo único que hacía era escupir saliva con el estúpido silbato y admirar a las animadoras que practicaban en otra zona del campo, en vez de atender a lo que sus alumnos hacían a otro de sus compañeros. Este maldito instituto y sus estúpidos profesores me daban asco.

Me retiré los restos de césped que tenía por todo mi cuerpo a causa de los balonazos, con el agua que caía de la ducha. Extendí el brazo buscando la toalla tras entrarme jabón en los ojos, al no rozar nada, me puse nervioso. Abrí la puerta de la ducha al no oír voces, saqué mi cabeza y encontré el baño vacio, pero sin toallas a la vista. Cerré la puerta y me senté en el suelo mientras seguía cayendo el agua. Esto podían habérmelo hecho porque soy yo o simplemente como la típica broma de hombres con cero neuronas, porque no era la primera vez que les veía hacer algo así con otros chicos. Unos golpes llamaron mi atención, volví a mirar fuera viendo a un chico con un torso bronceado, marcado y bastante atractivo.

- ¿Ares, no? -Me preguntó y me fijé en que llevaba los pantalones del traje de animador - Siento la tardanza, vi lo que hicieron y no encontré ninguna seca, así que tuve que ir a pedirle a las chicas algunas -extendió su mano con un par de toallas.

-Muchas gracias -las cogí y me enrollé una de ellas en el cuerpo antes de salir y averiguar que el chico me sacaba casi dos cabezas.

-Se comportan como críos y encima se creen que es gracioso. No es la primera vez y desgraciadamente tampoco la última que deberé ir a traer toallas a los que aguantan sus estupideces.

-Me alegra saber que aun hay buenas personas en este infierno de lugar, porque no hago más que cruzarme con verdaderos demonios. -comenté con vergüenza y el chico se echó a reír llevándose la mano al cabello plateado que le caía sobre la frente y haciéndome sonrojar.

Al llegar a casa vi un camión de mudanzas y a una mujer bajando cajas de él. Al verme sonrió y extendió su mano hacia arriba moviéndola de un lado a otro para saludarme, yo hice lo mismo antes de entrar a casa. Mi madre estaba tirada en el sofá sin ninguna botella de alcohol, me acerqué a ella y vi que aun llevaba el uniforme del trabajo. Solía beber los días que salía de trabajar, ya que el siguiente turno no era hasta el siguiente día, por ello me extrañó que no estuviera borracha. La preparé la comida antes de subir a hacer los deberes atrasados que tenía. Encendí el portátil y fui poniendo en el buscador las preguntas de los ejercicios. Amber era la que me solía ayudar con los estudios, junto a mi amiga Sage. Su ayuda había sido muy importante para mí estos últimos años, sin ellas seguramente hubiera repetido en más de una ocasión. Copié la respuesta del último ejercicio y cerré el libro acompañado de un largo suspiro. Miré el reloj de encima de la cama y vi que eran casi las diez de la noche, cogí la hucha que guardaba en el cajón de la ropa y la abrí para sacar veinte dólares que metí en una pequeña mochila vacía. Podría robarle una botella a mi madre y emborracharme en mi habitación, pero hasta para mí eso era bastante penoso. Amber me había comentado en secreto una zona de bares en la que no solían pedir el carnet de identidad para acreditar de que no eras menor, así que ahí es donde me dirigía ahora. Me colgué la mochila a la espalda, cerré la puerta de mi habitación con pestillo y abrí la ventana. La mayoría de casas de Salem eran de una sola planta, y las que tenían alguna más, solían ser de herencias familiares o de gente con un estatus alto. Me senté en el borde de la ventana, el suelo estaba a un metro como mucho, así que pegué un pequeño salto.

- ¿Evans?

Me quedé paralizado con la mano en la ventana a medio cerrar. Me giré y vi a Will asomarse desde la ventana de la casa que acababa de ser comprada.

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