1° Already Gone.
◇𝘕𝘰 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘱𝘢𝘭𝘢𝘣𝘳𝘢 𝘦𝘯 𝘵𝘰𝘥𝘰 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰, 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘢 𝘥𝘦𝘴𝘤𝘳𝘪𝘣𝘪𝘳 𝘦𝘭 𝘥𝘰𝘭𝘰𝘳 𝘥𝘦𝘭 𝘢𝘣𝘶𝘳𝘳𝘪𝘥𝘰 𝘤𝘶𝘤𝘩𝘪𝘭𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢́ 𝘥𝘦𝘭 𝘰𝘵𝘳𝘰 𝘭𝘢𝘥𝘰 𝘺 𝘳𝘢𝘴𝘨𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘭𝘢 𝘱𝘪𝘦𝘭 𝘮𝘢́𝘴 𝘴𝘶𝘢𝘷𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘶𝘥𝘰 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘪𝘳.◇
◆𝘗𝘢𝘳𝘢𝘮𝘰𝘳𝘦 (𝘏𝘢𝘷𝘦 𝘵𝘰 𝘴𝘦𝘦 𝘺𝘰𝘶𝘳 𝘩𝘦𝘢𝘳𝘵 𝘣𝘳𝘦𝘢𝘬)◆
Unos segundos más y el despertador sonaría para avisarme de que eran las siete de la mañana. En una hora comenzaría la cuenta atrás de mi último año en el infierno, llamado instituto. Sin ganas lo apagué cuando comenzó a sonar con su espantoso sonido, me levanté lentamente de mi cama y fui hasta el armario, abrí las dos puertas de madera y sin pensarlo mucho saqué unos leggins negros, una sudadera azul marino y para terminar el conjunto unas manoletinas grises. Entré al diminuto cuarto de baño que había en mi habitación para peinar mi oscuro y alborotado cabello. Me acerqué al espejo que había en una esquina de mi cuarto y me miré de arriba a abajo varias veces con cara de asco. Hoy volvería a la rutina de siempre, la cual constaba de insultos, gamberradas y más insultos. Durante el verano solo había podido bajar cinco kilos, tenía que asumirlo, este era mi destino, ser fea y gorda. Bueno al menos no tendría que sufrir por tener el corazón roto, cosa que se había puesto de moda entre los demás adolescentes.
Llegué al instituto diez minutos antes que todos los alumnos, guardé los libros innecesarios y la merienda en la taquilla. Antes de cerrar la cremallera de la mochila todos los pasillos se inundaron de adolescentes y profesores, me puse rápidamente la capucha de la sudadera y comencé a andar hacia la clase de Literatura. Me senté en un asiento vacío y abrí mi cuaderno, hice algunos garabatos hasta que la profesora llegó.
Durante las siguientes horas todo estuvo tranquilo. A última hora me tocaba baloncesto así que fui al gimnasio y entré en el baño de chicas para cambiarme de ropa. Me di la vuelta encontrándome a varias chicas conocidas frente a mí.
-Miren quién está aquí, ¿qué tal estás ballena? -me preguntó Silvia, ex amiga mía desde hacía tres años.
-Silvia, déjala no vaya a ser que inunde el baño con sus asquerosas lágrimas -oí comentar a Lily, una de sus amigas y todas las chicas que se encontraban en el cuarto de baño comenzaron a reír, vi como una de ellas tiraba mi bolsa al suelo y la daba varias patadas haciendo que todo su contenido se esparciese por el suelo.
No tardaron mucho en dejarme tranquila, así que cuando salieron del baño, recogí todo del suelo y lo metí en la taquilla. Salí hacia el centro del gimnasio con cara seria y me senté en el suelo para escuchar la explicación del profesor. Cuando hizo los equipos dio cinco minutos para hablar entre los jugadores. Yo en todo momento quedé aislada de mis compañeros, entonces fue cuando vi como varios de estos comenzaban a mirarme y a reír, el profesor hizo sonar su silbato y volvimos a la pista. A mitad de partido varias personas comenzaron a asentir entre ellos y a mirarme con disimulo, no les hice mucho caso, solo me di la vuelta y les ignore. Entonces oí la voz de alguien llamarme, me giré y uno de los balones naranjas se acercó tan rápido a mí que no pude esquivarlo, este golpeó tan fuertemente en mi tripa que caí al suelo. Miré a mí alrededor y vi a todo el mundo reírse, mi cara estaba roja de la vergüenza, me puse en pie a duras penas y me fui hasta los baños, no quería estar más tiempo en esa estúpida clase.
Me cambié de ropa rápidamente y salí corriendo hacia los pasillos, mis ojos comenzaron a cristalizarse, no podía ver nada. Las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos hasta deslizarse por mi rostro, me limpié con la manga de la sudadera. En ese momento choqué contra alguien y caí al suelo de culo, alcé la mirada para ver de quien se trataba y vi el cabello azul del chico que se encontraba frente a mí.
«Perfecto, justo al que menos quería cruzarme ahora» dije mentalmente.
En mi cara se tornó una sonrisa falsa ya que no le quería dar la satisfacción de verme mal.
-Ha pasado mucho tiempo eh, gordita -me dijo Will con una sonrisa. - ¿Vuelves a escaparte de clase?
-No te importa -murmuré y seguí caminando antes de que dijera nada.
Tras terminar las clases fui directamente a mi casa, nunca tenía nada mejor que hacer la verdad. Mi madre se encontraba tumbada en el sofá con varias botellas de alcohol rodeándola, suspiré y me acerqué para percatarme de que seguía respirando y recogí todo antes de que se despertase. Sobre la hora de la siesta me asomé a la ventana de mi cuarto, donde vi a un hombre poner un cartel de "Se Vende" en la casa de al lado. Bajé la persiana y me puse los cascos con una música relajante.
- ¡Brooke! ¡Brooke! -oí gritar a mi madre desde el salón un par de horas después. Se encontraba de brazos cruzados y con la cara roja de ira.
- ¿Si, mamá?
-Te dije que limpiaras la casa y que fueses a comprar para luego hacer la cena antes de que llegue tu padre.
-Lo siento, estaba cansada. ¿No podría ir John?
- ¡No me pongas excusas, Brooke! Tu padre trabaja muy duro para traer dinero a esta casa, no me seas vaga y ve ahora mismo a hacer lo que te dije - yo solamente asentí.
Cuando terminé de hacer todas las tareas que mi madre me había pedido, caí rendida en la cama. Había veces que pensaba que mi vida era más dura que la de la cenicienta. No sabía de qué se quejaba ella, si era hermosa. Y para colmo, al final acababa casándose con un príncipe solo por perder un zapato.
Al día siguiente seguí la misma rutina que el día anterior, solo que esta vez desayuné mejor ya que me tocaba a primera hora natación, esta asignatura era nueva, por lo que estaba algo nerviosa por el tema del bañador.
En el pabellón se podía oír el eco de las voces de la gente, el agua salpicando y el olor a cloro, ese olor me llevaba a mi infancia, cuando solía ir con mis padres en verano a la piscina municipal a pasar las tardes. Vi a algunos compañeros míos hablando entre ellos cerca de la piscina, me acerqué sigilosamente hasta quedar a un par de metros de ellos y me crucé de brazos para taparme un poco, hacía años que no enseñaba tanto mi cuerpo, me sentía desnuda y para colmó sentía la mirada en mi de todos los presentes, aunque puede que fueran imaginaciones mías. No sabía si después de esta clase volvería, me inventaría cualquier cosa con tal de no pasar este mal rato.
-Por dios, ese color hace que me den ganas de vomitar - ahí estaba Silvia con un hermoso bañador rojo, el cual le hacía resaltar sus grandes pechos. Se acercó dos dedos a su boca e hizo una arcada.
Todos los pelos de mi cuerpo se erizaron al ver como dos de las mejores amigas de Silvia se acercaban a nosotras, di unos cuantos pasos hacia atrás hasta que mi espalda chocó contra algo.
-El morado no te pega, gordita -comentó mirándome de arriba a abajo.
- ¿Desde cuándo le interesa al gran Stymest la moda? -le piqué y este sonrió de oreja a oreja.
Will se acercó poco a poco a mí hasta que lo único que nos separaba eran escasos centímetros. Puso una de sus manos sobre mi hombro y me giñó un ojo.
-Chicas -oí decir a Silvia tras de mí y Will hizo un gesto con las cejas. Segundos después estaba en el agua, con todos mirándome y riéndose.
«Maldita seas, Will» fruncí el ceño.
Apoyé los brazos en el frío mármol que cubría el suelo de alrededor de la piscina. No iba a nadar hasta la otra esquina para subir por las escaleras y que vieran mi pesado cuerpo moverse como cuan pato mareado. Así que hice fuerza con mis brazos y salí del agua como pude.
Vi la mano tendida del peliazul para ayudar a levantarme, o seguro que para que se la aceptase y él la apartase al instante.
- ¿De qué vas intentando ayudarme ahora? -exclamé enfurecida.
- ¿Perdona?
Fulminé con la mirada a todos y me escurrí el cabello antes de entrar al baño, donde me quité el bañador para secarme. Acabé diciéndole al profesor que me encontraba mal y como las siguientes dos horas, me las pase en el patio leyendo uno de mis libros que me solía traer a la escuela. A la hora del recreo entré a la cafetería a por una Coca-Cola. Mientras buscaba en mi mochila mi agenda, alguien me tocó el hombro, dos cabelleras rubias me delataron de quienes se trataba, solté un suspiro y fije mis ojos en ellas. Eran las chicas que me habían tirado a la piscina con la ayuda de Will.
-Sentimos lo de la piscina, no fue nuestra intención -se disculpó la rubia llamada Lily y la otra paso por detrás de mí.
-Ya, bueno, fue un accidente -la dije y sonreí sin creerme mis palabras.
La que hacía unos segundos estaba detrás de mí, la dijo algo a su amiga en voz baja. Las dos me miraron y sonrieron como si por un instante, su disculpa fuese sincera y creíble. Las conocía tan bien que era deducible que tenían algo planeado.
-Bueno adiós -se alejaron moviendo sus melenas de diferente longitud hacia la mesa donde estaba Silvia, rodeada por su sequito de idiotas, quienes comenzaron a reírse.
Volví hacia mis cosas, cogí la Coca-Cola y sorpresa la mía cuando giré el tapón y la bebida salió a borbotones de la botella, cayendo todo el líquido oscuro y pegajoso sobre mi camiseta blanca, la cual comenzó a transparentarse dejando ver mi sostén azul. Internamente tenía unas inmensas ganas de llorar y salir corriendo, pero no, esta vez no iba a dejar que vieran lo humillada que me sentía. Salí con toda la dignidad que pude de la cafetería, recta y con la mirada al frente.
Después de lo ocurrido en la cafetería, se me habían quitado las ganas de estar en cualquier clase, así que aproveché para vagar por los solitarios pasillos, cruzando los dedos para que nadie me pillara. Pero parecía ser que no estaba tan sola como creía, a pocos metros se encontraba Will con la misma animadora de todos los años, pase frente a ellos y este me miró, dijo algo a la chica y le oí acercarse a mí.
-Hola gordita, dime ¿Cómo es que estás tan bien después de todo lo que ha pasado hoy? -agaché la cabeza para no mirar.
« ¡Serás capullo! Si todo lo que me ha pasado ha sido por tu culpa, encima no te des por aludido» grité en mi cabeza.
Levanté la mirada y le contesté como quitando importancia.
-Son bromas -mentí.
-Mientes muy mal, sé que en tu cabecita nos estas poniendo a todos de vuelta y media. Deberías defenderte... -me dio dos golpecitos en la frente y sonrió.
-¿Por qué dices eso? -dije en tono sarcástico con una sonrisa en mi rostro y me giré para seguir deambulando por los pasillo. Él no dijo nada más.
Solo quedaba una clase para poder irnos a casa y el pasear por los pasillos ya me aburría, así que fui a la clase de Francés, que era la que me tocaba ahora, me senté en mi asiento de siempre y saqué mi libro y estuche. Poco después de comenzar las clases alguien llamó a la puerta, la profesora gritó un "Entre" y vi el cabello verde de mi amiga Amber, una sonrisa se posó en mi cara. Se sentó junto a mí y me dio un pequeño codazo.
- ¿Qué tal estás? -me preguntó en voz baja y me encogí de hombros.
- ¿Cómo debería estar? Pero me alegro de que hayas venido.
-Brooke, me he enterado de que te tiraron a la piscina y que te empaparon de Coca-Cola. Debes defenderte, esto puede ir a peor y ya sabes a que me refiero.
- ¡Amber! ¿Encima que llegas tarde te vas a poner a charlar o qué? -la regañó la profesora y me puse seria para no reírme de la cara que puso mi amiga.
-Lo sé -susurré.
-Debes decírselo a algún profesor, o al director -puse los ojos en blanco y apoyé la cara en mi mano.
-Déjalo, ya sabes lo que me dijeron la última vez, que son cosas de adolescentes y que yo les provoco.
- ¡Brooke y Amber, a la próxima os echo del aula! -ambas nos callamos y atendimos a lo que quedaba de clase.
Tras terminar el día fui junto a Amber a recoger unas cosas suyas a dirección, a lo lejos divise como Silvia y Sarah, amiga de esta desde la infancia, se acercaban hacia nosotras. Se podría decir que ellas eran dos de las chicas más temidas del instituto ¿y por qué digo eso? Desde el momento en el que llegaron a secundaria se convirtieron en unas abusonas, si las llevabas la contraria o simplemente algo de ti, daba igual personalidad que físico, no las agradaba, se metían contigo. Podían hacerte la vida imposible en el instituto, provocando que nadie se acercase a ti como si contagiaras algún tipo de virus. O que demás alumnos sin conocerte de nada te insultasen y acosasen solo para no sufrir la ira de ellas.
- ¡Pelo Verde, ven aquí! -gritó Sarah a mi amiga.
Amber me miró y se encogió de hombros antes de andar hacia ellas. Comenzaron a hablar, alguna que otra voz sobresalía entre ellas, y en varias ocasiones la mirada del trío se volvía hacia a mí. Esperé sentada unos diez minutos en una de las sillas del pasillo, hasta que vi a mi amiga asentir antes de despedirse de ellas y volver a mi lado.
-Brooke, me tengo que ir, no puedo acompañarte a casa -cogió con prisa los papeles a por los que habíamos venido.
-Pero...-comencé a decir, pero ya era tarde, había salido corriendo dejándome a mi sola, de nuevo.
Cuando llegué a casa me metí directamente en mi cuarto y me encerré. Tiré la ropa llena de Coca-Cola a una esquina de la habitación. Me coloqué una bata y me senté en la cama con los puños cerrados y los dientes apretados casi haciendo que rechinaran. Comencé a rebuscar en uno de mis cajones hasta encontrar un pequeño metal al fondo, lo cogí y me encerré en el cuarto de baño. Cuando la bañera estuvo llena, me quité la bata y la ropa interior de algodón, la cual dejé en el suelo. Entré despacio en el agua y me senté, acerqué el fino metal a mi brazo derecho y deslicé la cuchilla por mi piel realizando pequeños cortes. Descubrí esta manera de relajarme por casualidad, la primera vez que me sentí tan frustrada rompí con mi puño el espejo que tena en mi habitación, al recoger los cristales con la mano, apreté uno frustradamente hasta que gotas de sangre recorrieron mi brazo, hecho que provocó en mí una relajación inminente. Coloqué mi brazo en el borde de la bañera haciendo que la sangre saliente de los cortes creara un camino hasta llegar casi a los dedos. Cerré los ojos y despejé mi mente.
El domingo por la tarde, estaba con los cascos puestos escuchando música y con un libro en las manos cuando oí vibrar mi móvil, nunca lo hacía y eso me resultaba extraño, lo cogí y lo desbloqueé. Tenía varios mensajes de desconocidos, comencé a abrirlos y mi cara se puso pálida, todos tenían amenazas, dos de que tuviese cuidado mañana, uno de que Amber ya no era mi amiga y que debía alejarme si no quería más problemas, y unos cuantos más de lo mismo, de que vigilase mis espaldas, apagué el móvil y lo tiré en la alfombra enfadada. Puse la alarma del reloj y me quedé dormida con el cojín empapado por las lágrimas.
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